Archivo de la categoría: Claves de la Cultura Japonesa

Etapas en la Meditación Zen. Kakuan Shien

Según el maestro Kakuan Shien (1100-1200) de la Escuela Rinzai, la práctica del Zen pasa por 10 etapas.

1.- La Búsqueda. La persona llega al dojo con su mentalidad cotidiana (la mente dual, la mente del deseo, la mente “presa” de malos hábitos) a iniciarse en la meditación. Se ha maravillado con las “promesas” de la meditación (la paz, la armonía, la belleza), pero el objetivo parece muy lejano. La naturaleza de “Buda” siempre ha estado en su interior, pero se ha perdido alejándose de su naturaleza original. Su mente sigue con el hábito de querer “aferrar” y el miedo a “soltar”, con la distinción de “bueno” y “malo”.

2.- El Presentimiento. En el dojo, con la práctica y la guía del maestro, la persona empieza a tener las primeras experiencias de la mente original. Se empieza a acercar a la “puerta” que le adentrará en un nuevo estado mental. Aquí, la persona empieza a pensar en querer alcanzar la iluminación en vez de darse cuenta de que el trabajo parte de transformar su mente.

3.- El Descubrimiento. La persona ya “reconoce” perfectamente cuál es el estado de la “Mente Original” sin bien todavía no entiende todo lo que engloba esa Realidad. Escuchando los consejos de la vía ha llegado a “comprender”, ahora le falta poder morar en este estado.

4.- La Captura. Mantener este estado en la vida cotidiana no es nada sencillo. El problema es el lugar desde el que quiere trabajar con esta Mente Original, hasta que esto no se resuelva no se podrá avanzar.

5.- La Doma. Hay que cambiar la actitud en la práctica. En vez de querer poner más esfuerzo, de luchar para instalarse en la Mente Original hay que relajarse. El camino está en no forzar nada, en seguir una práctica cada vez más relajada y desapegada. La intención es suficiente (coger al buey por la nariz), un punto mínimo del buey capaz de controlarlo.

6.- El Camino del Gran Retorno. Con la práctica y esa nueva actitud, todo se vuelve tranquilo y sencillo por dentro, estas alegre por dentro, te sientes con la pureza del niño. La vía se irá instalando progresivamente. Ya no eres presa del deseo, de la dualidad

7.- Sólo y sin Memoria. Poco a poco te olvidas incluso de tu nuevo estado mental y de tu práctica. El mundo deja de ser una realidad. Estás sólo y sereno en el aquí y ahora.

8.- Nada. Finalmente te instalas en la Vacuidad, todo desaparece como un espejismo. Pero justamente aquí está el peligro, en apegarse a la “vacuidad”.

9.- Algo más que Nada. Los fenómenos no son diferentes de la vacuidad y la vacuidad no es diferente de los fenómenos dice el Sutra Hannya Haramita Shingyo. Te olvidas de que el “Ser” ha creado este mundo. La naturaleza sigue su curso aún siendo vacuidad.

10.- El Retorno a la Plaza del Mercado. Con el trabajo alcanzado finalmente vuelves al mundo “Real” a compartir tu práctica. Aunque te podrías fundir en el Origen, tu encarnación tiene un destino.

Referencias Bibliográficas

Villalva, D (Trad.) (2011). La Doma del Buey. Las diez etapas del despertar según el maestro zen Kakuan Shien, Madrid: Miraguano.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Mente Zen. Suzuki Shunryu

“En la mente del principiante hay muchas posibilidades, pero en la mente del experto hay pocas” (Suzuki Shunryu)

Dentro de la línea Sōtō del budismo Zen, se considera que una correcta postura de meditación (zazen) es más que suficiente para alcanzar el estado mental “iluminado”. No hay que olvidar que en esta tradición mente y cuerpo son uno (y dos a la vez).

Como la postura es lo importante, a nivel mental sólo hay que concentrarse en la postura, no en la meta. Bajo esta perspectiva, el maestro zen Suzuki Shunryu indica una serie de errores a evitar:

Estar obsesionado con la idea de la iluminación o con alcanzar algún estado de conciencia “especial”. En la meditación Zen se recomienda “matar” la idea de la “iluminación”, el deseo de “convertirse en Buda” si eso hace que el practicante “esté” en otra parte. Para esta escuela la meditación debe realizarse sin expectativas, sin ideas previas o preconcebidas. Practicar sin el deseo de obtener beneficio.

Es normal que la persona cuando se introduce en el Zen se vuelva “idealista” y que se fije una meta en la práctica que se esfuerza por alcanzar o completar. Que en su mente se establezca la idea de conseguir o ganar algo.

Pero esta escuela recuerda que se puede escuchar la palabra “iluminación”, pero no hay que dejarse atrapar por ella. Cuando se practica zazen simplemente se hace zazen. Si viene la iluminación, simplemente viene. No te apegas al logro. La verdadera cualidad del zazen siempre está ahí, aunque uno no sea consciente de ella, de modo que hay que olvidar lo que uno piense que ha conseguido con ella. Simplemente hay que sentarse, la cualidad del zazen florecerá por sí misma. “El camino es más importante que la meta”.

– Estar obsesionado por la voluntad de practicar en cuanto a que se convierta en un esfuerzo o querer imponer algo. Simplemente hay que adoptar la postura correcta. El camino a seguir tiene que ser natural. Cualquier esfuerzo que se haga es malo para nuestra práctica.

En la práctica hay que hacer el esfuerzo justo. El esfuerzo adecuado dirigido a la dirección correcta. El esfuerzo hacia el logro del no-logro. Si crees que conseguirás algo la práctica no es pura.

Suzuki Shunryu decía: El camino de practicar sin ninguna meta es limitar tu actividad al aquí-ahora. No hay budeidad más allá de la mente ordinaria. La gran mente es algo que se expresa, es algo que se tiene, no algo que se descifra. Cuando más se comprenda esta forma de practicar más difícil resultará hablar de ello.

– Estar obsesionado con querer adoptar una actitud de dar espacio y fluidez mental. Aquí recomienda trabajar desde el estado de “duerme vela” en el que luego no recuerdas lo que has estado pensado.

– Adoptar un estado de concentración “fuerte” o “serio”. Lo mejor es poner una atención suave y relajada simplemente.

Obsesionarse por intentar detener los pensamientos. En el Zen se acepta que la mente es como un río que fluye por sí solo, por eso no hay que tratar de detenerlo. Simplemente hay que relajarse (centrarse en que la postura, el mental, la atención, la intención se relajen) y los pensamientos se irán por sí mismos.

Cuando la práctica se hace sin esfuerzo la mente se para. Cuando se habla de “parar” la mente no hay que entenderlo como parar las actividades de la mente. La actitud debe ser simplemente seguir practicando “Lo más importante es expresar tu verdadera naturaleza de la manera más simple y adecuada”.

Pero aunque cualquier esfuerzo que se haga es malo para la práctica, es imposible alcanzar la calma mental absoluta sin esfuerzo. La actitud correcta es que hay que realizar cierto esfuerzo, tener una intención como motor, pero a la vez, olvidarse de uno mismo en el esfuerzo que se realice.

En la mente original no hay subjetividad ni objetividad. La mente simplemente está en calma, en silencio, sin conciencia alguna. En esta “inconsciencia” desaparece todo esfuerzo, todas idea o pensamiento. Luego hay que animarse a realizar un esfuerzo hasta el último momento, en el que todo esfuerzo desaparece.

Por último, también hay que destacar la importancia que concede Suzuki Shunryu a que la práctica meditativa hay que llevarla a la vida cotidiana: “Llamamos zazen a la vida cotidiana y a la vida cotidiana le llamamos zazen”. Para este maestro es un error pensar que has terminado zazen y después sigues con la vida cotidiana. En la actividad debería haber calma, en la calma debería haber actividad.

Referencias Bibliográficas

Suzuki, S. (2014). Mente Zen, Mente de Principiante. Charlas informales sobre meditación y la práctica Zen. Madrid: Gaia.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Periodos Asuka (552-710) y Nara (710-794)

Desde un punto de vista general se puede decir que estos periodos destacan como una etapa en la que Japón estuvo fuertemente influenciado por los modelos de gobierno y la cultura de Corea y China, además de ser un momento privilegiado para el budismo.

En este momento histórico el país envió diversas embajadas oficiales a China y potenció la llegada de numerosos eruditos y sacerdotes que trajeron los códigos administrativos y judiciales, el arte, la religión y la cultura chinos.

CONTEXTO POLÍTICO Y CULTURAL

Durante el periodo Asuka la persona más relevante a nivel político fue el príncipe Shotoku (574-622 d.C.). Este regente desarrolló una “Constitución de 17 artículos” en la que se resaltaban valores marcadamente confucionistas como la lealtad, la armonía o la fidelidad al gobierno y se promulgaba la protección oficial del budismo.

La estrategia de este dignatario se enfocó en establecer una política de centralización del poder con el fin de acabar con el sistema social señorial de clanes (uji) que dominaba el país. Para conseguirlo estableció un sistema de 12 rangos jerárquicos no hereditarios.

A la muerte del Príncipe Shotoku se produjo un golpe de Estado bajo el liderazgo de Naka-no-oe (Fujiwara Kamatari) del clan Nakatome (relacionado con el antiguo clan Mononobe derrotado) y se instaura, en el año 645, la Reforma Taika (“Gran Cambio”).

Esta reforma aunque tuvo como fin principal la restauración de la figura imperial en el poder (en este momento pasó a adoptar el título de “Hijo del Cielo” (Tenshi) o “Soberano Celeste” (Tenno) y se ligó de manera directa a la figura mitológica de la diosa Amateratsu), también mantuvo los códigos administrativos chinos impuesto por el Príncipe Shotoku.

El periodo Nara se inició en particular en el año 710 cuando la Emperatriz Genmei estableció la capital del país en el palacio de Heijō-kyō, en la actual ciudad de Nara.

En este periodo se continuaron implantando las reformas administrativas de corte chino iniciadas en el periodo Asuka. Entre los años 702-757 se desarrollan los Códigos Taiho y Yoro, que sentarían las bases de las instituciones legales en Japón hasta el siglo XV. Los Códigos Taiho estaban constituidos por dos partes: leyes penales (Ritsu) e instituciones administrativas (Ryo).

En estos códigos se estableció: 1) un nuevo sistema de clases sociales: Emperador (Tenno), hombres buenos/libres (Ryomin) y Plebeyos/hombres no libres (Senmin); 2) una nueva organización administrativa a nivel estatal y local que dio lugar a la creación de 58 provincias y 3 islas, junto a todo un nuevo sistema de comunicación de carreteras y alojamientos. Cada provincia se dividió a su vez en distritos (gun o kori) y cada distrito en aldeas (sato); 3) una nueva política de impuestos y de control sobre la tierra para aumentar los ingresos del Estado. Los campos se dividieron en espacios de igual extensión (kubunden) y se repartieron a partes iguales entre los agricultores (20 áreas para un hombre y 14 para las mujeres); 4) la imposición de un servicio militar obligatorio; y 5) el desarrollo de un censo de la población.

El problema de aquellas políticas fue que: 1) el ratio población-cultivos no estaba equilibrado y el número de tierras no era suficiente para alimentar a la población; y 2) se empezaron a promulgar leyes de propiedad privada (años 743 y 749) que comenzaron a resquebrajar la noción de propiedad pública y activaron una pugna entre nobles, terratenientes, religiosos y la misma casa imperial por ganar más territorio.

Desde un punto de vista cultural, en esta época Japón pasa a denominarse Nippon (País del Sol Naciente); se elaboraron las primeras fuentes literarias nacionales: Kojiki, el NihonShoki y el Manyoshu; y se construyó el Shosoin, que actualmente alberga en su interior una colección de tesoros de la ruta de la seda de incalculable valor.

CONTEXTO RELIGIOSO

En el contexto religioso, hay que señalar que el budismo fue introducido en Japón desde Corea en el año 552. El supuesto punto de partida fue el envío de una estatua de Buda y libros del Rey de Paekche al Emperador Kinmei para hacerle partícipe de esta nueva doctrina.

La expansión inicial del budismo en el país, sin embargo, pronto quedó paralizada por la rivalidad entre dos clanes: los Mononobe, defensores del culto sintoísta, y los Soga, defensores de la nueva religión por sus raíces coreanas.

El problema político era doble: por un lado el budismo podía dejar en un segundo plano las tradiciones sintoístas autóctonas, y por otro, planteaba un auténtico reto ante el régimen social vigente en Japón al ser una religión que predica la absoluta igualdad sin admitir distinciones de clase social, ni diferencia entre ricos y pobres.

Tras un periodo de inhabilitación del culto budista provocado por los movimientos políticos efectuados por los defensores de la religión sintoísta, en el año 584, se volvió a escuchar al budismo entre la aristocracia del país. Un miembro del clan Soga pidió otras dos figuras de Buda a Corea y erigió un templo de adoración.

Aunque la reacción del clan Monobe no se hizo esperar, finalmente el Emperador permitió al clan Soga seguir su campaña en favor del budismo. (Para muchos investigadores el año 584 representa el verdadero comienzo del budismo en el país).

Con el nuevo apoyo imperial empezaron a llegar monjes de Corea y China, que no sólo trajeron imágenes, libros y rituales budistas, también la escritura, el arte, la literatura, las matemáticas, el calendario astrológico, la geomancia y la medicina chinas.

Entre ellos, la figura más destacada fue el maestro chino Ganjin (Jianzhen). Este llegó a Japón en el año 753 tras seis intentos frustrados y la pérdida de la visión, y fundó el monasterio Toshodaiji, ejemplo de la arquitectura Tang.

Durante el periodo Nara presidieron seis grandes escuelas budistas: Hosso, Jojitsu, Kegon, Kusha, Sanron, Ritsu, cuyos templos eran regentados por monjes venidos de China o Corea, y tuvieron la prioridad tres sutras o escrituras sagradas: El Sutra del Pasado y el Presente; el Sutra de la Luz Dorada; y el Sutra de la Guirnalda de Flores.

¿Por qué cuajó el Budismo en Japón? Aunque el budismo representaba una sabiduría compleja para la mayor de la población, con nuevos conceptos metafísicos difíciles de comprender, pronto adquirió un gran atractivo gracias al esplendor de su arte y su arquitectura.

Además, la nueva religión también contribuyó a rellenar huecos del sintoísmo, como: 1) el ritual funerario y el apaciguamiento a los espíritus “malignos”; 2) la aportación de recursos de oración para afrontar la enfermedad, el hambre, el parto, etc.; y como no 3) la protección del Estado al convertir a los budas en divinidades protectoras.

En estas fechas el culto de la población se centró en el Buda de la Medicina (Yakushi), los Cuatro Soberanos Celestiales (Shitenno) y el Buda de la Misericordia (Kannon) por su eficacia y protección; y se construyeron entre otros los famosos templos Yakushiji, Shinyakushiji, Toshodaiji, Horyuji o el Todaiji.

El budismo de Nara acabó al final generando serios problemas. Por un lado, con la construcción del Buda de bronce Roshana (Vairocana) en el año 747 para el templo Todaiji, se agotaron las reservas nacionales de bronce y metales preciosos; y por otro, el clero budista adquirió gran influencia y poder interfiriendo en el gobierno.

La crisis del budismo Nara culminó con la relación entre la emperatriz Kogen y el sacerdote Dokyo. En el año 770, Dokyo realizó un intento frustrado de hacerse con el poder que conllevó una fuerte reacción por parte de la casa imperial y el traslado de la capital de Nara a Heian (la actual Kyoto).

En el contexto religioso, además del budismo, Japón recibió el taoísmo. De hecho, en el periodo Nara llegó a existir la Oficina Yin-Yang (Onyoryo) (718-820) con funciones de adivinación.

Con el taoísmo, llegaron todas las artes mágicas y adivinatorias chinas, además de la astrología y la geomancia, y la cultura japonesa asimiló las nociones del yin-yang, la teoría de los cinco agentes, los días fastos y nefastos, y la influencia de las direcciones espaciales y los signos de zodiaco.

Uno de los personajes más importantes asociados al “culto a la inmortalidad” (xian) chino que supuestamente visitó Japón en estas fechas es Xufu (Jofuku en japonés). Actualmente existe un museo dedicado a su persona en la ciudad de Shingu en la zona actual de Kumano en la región de Kii (Wakayama, Japón)

Según el historiador chino SimaQian de la dinastía Han (206 a.C.- 220 d.C.), este señor habría sido un “alquimista” que habría ganado la confianza del primer Emperador de China Qin Shi Huang Di como gran conocedor de las técnicas de la inmortalidad.

Según la leyenda este Emperador habría enviado a este personaje a Japón a buscar unas hierbas para alcanzar la inmortalidad. Actualmente se está investigando la relación entre este personaje y el desarrollo de las prácticas de Shugendo (ascetas de montaña) en la zona de Kumano.

Referencias Bibliográficas

Bary. T., Knee D., Tanabe, G. y Varley, P. (2001). Source of Japanese Tradition. From Earliest Times to 1600, New York: Columbia University Press.

Hall, J.W. (1973). El imperio japonés. Madrid: Siglo XXI Editores.

Kondo, A.Y. (1999). Japón. Evolución histórica de un pueblo (hasta 1650). Hondarribia: Editorial Nerea.

Piggott, Joan. (1990). Mokkan. Wooden documents from the Nara Period, Monumenta Nipponica, 45 (4): 449-470.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Datos Históricos

Este periodo se puede dividir en cuatro etapas bien diferenciadas:

1.- La regencia del Emperador Kammu (794-850)

En esta etapa empieza el periodo Heian marcado por el traslado de la capital del país desde Nara a Heian-Kyo (la actual Kyoto), por orden del Emperador Kammu en el año 794 d.C. Un acto que supondría ubicar la morada imperial en esta ciudad hasta el año 1868, momento en que con la Reforma Meiji se trasladaría esta autoridad a Edo (la actual Tokyo).

Aunque se han identificado diferentes motivos que justifican el traslado de la capital, el que más nos interesa aquí es el deseo del Emperador de liberarse de la influencia y el poder del clero budista de Nara. Un interés que le llevó a prohibir el traslado de las escuelas budistas de Nara a la nueva capital y a ordenar que los nuevos templos quedasen fuera de la ciudad.

2.- Ascensión y dominio de la Familia Fujiwara (850-1068)

La segunda etapa corresponde al ascenso al poder del clan Fujiwara. Un ascenso lento, facilitado por movimientos políticos y una estrategia de enlaces matrimoniales con la familia imperial.

Este clan mantuvo en su momento una posición crítica con el poder budista alcanzado en Nara y fue impulsor en el traslado de la capital.

La regencia Fujiwara se caracteriza por el uso de la figura del Regente (“Sessho” cuando el Emperador era menor de edad y “Kampaku” cuando alcanzaba la mayoría de edad) para controlar el gobierno.

Con los Fujiwara la gobernanza en Japón quedó establecida en un sistema dual Emperador–Regente, donde el poder real lo detentaba el Regente y el Emperador era relegado a una figura ritual y pacificadora en caso de conflicto. Un sistema que se conserva hasta hoy día.

3ª.- Control de los Emperadores Retirados “Insei” (1067-1156)

Con el declive del poder de los Fujiwara, aparece una nueva figura de gobierno en la regencia imperial llamado “insei” o “Emperador retirado”. Una estrategia que sirvió para devolver el poder a la familia imperial y poder escapar del sistema sessho y kampaku de clan Fujiwara. Este sistema se mantendría en Japón hasta el año 1430.

4ª.- Ascenso de la clase guerrera (1156-1195)

Con la debilidad del gobierno pronto fue necesario reforzar el poder militar para garantizar el orden público. Esto facilitó el ascenso de los Bushi o Samurai como nueva clase social de poder.

El estamento militar estaba controlado por clanes poderosos que habían enviado voluntariamente a sus hijos a prestar este servicio y por los terratenientes influyentes. Sin embargo, pronto se unirían también los propios monasterios (como el Kofukuji de Nara o el Enryakuji de Kyoto), formando ordenes militares de bonzo-soldados para sofocar las rebeliones de los labradores de sus tierras.

Entre todos estos protagonistas hubo dos clanes que rivalizaron por el poder y que fueron capaces de movilizar al resto de estamentos militares: los Taira (Heike) y los Minamoto (Genji). Los primeros, conectados a la figura del Emperador y partidarios de la política “insei” de Emperadores retirados. Los segundos, afines a los Fujiwara y su política de regentes para detentar el poder.

El conflicto finalmente estalló entre 1156 y 1160 con las guerras civiles (hogen-heiji-no-ran) que dividieron al país en dos partes. Una contienda que terminó finalmente con la derrota del clan Minamoto.

Sin embargo, tras un periodo de regencia imperial, los Taira serían vencidos en la Guerra Gennpei (1180-1185) por Minamoto Yoritomo y se instaura un nuevo periodo histórico en Japón: el Bakufu Kamakura (Kondo, 1999).

CONTEXTO CULTURAL

Aunque la nueva capital Heian fue planificada según los principios chinos del Feng-Sui, y respetó en su diseño el patrón de cuadrícula que ya existía en la anterior capital de Nara, este periodo se caracteriza a nivel cultural por la ruptura de Japón con las influencias del continente chino para empezar a gestar un estilo autóctono propiamente japonés

Entre los aspectos más importantes a destacar de este proceso estuvieron: el desarrollo de la escritura kana como primer alfabeto típicamente japonés; el desarrollo de la arquitectura “Shinden-zukuri” que utilizaba maderas sin pintar y tejados de paja; y la creación de un nuevo estilo de pintura nacional “Yamato-e” centrada en temas de la vida local y acontecimientos históricos.

Referencias Bibliográficas

Kondo, A. (1999). Japón. Evolución histórica de un pueblo (hasta 1650), Guipúzcoa: Nerea

Whitney, J. (1993). El Imperio Japonés, Madrid: Siglo XXI.

Toby, R. (1985). Why leave Nara?: Kammu and the transfer of the Capital, Monumenta Nipponica, 40 (3), 331-347.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.