Archivo de la categoría: Lecturas Recomendadas

Jullien, François. (2001). Un sabio no tiene ideas. Madrid: Siruela.

François Jullien nos enseña que la sabiduría china hay que meditarla, saborearla todo el tiempo que sea necesario para impregnarse poco a poco de sus ideas. En este libro el autor nos ayuda a seguir captando matices muy sutiles del pensamiento chino con relación, entre otros muchos aspectos, al “no apego”, la “vía del medio”, el “vacío mental” taoísta o la “enseñanza del silencio”. El hilo común capaz de “enlazar” conceptos aparentemente tan dispares corresponde al título de la obra: “el sabio no tiene ideas”.

Respecto a la noción del “no apego” chino, Jullien lo equipara con la actitud del sabio de no anteponer ni privilegiar ninguna idea en detrimento de otra. La razón está en que aferrarse a una idea significa rechazar el resto, tomar partido en una dirección, y con ello, “condenarse” a un punto de vista en particular, a una postura parcial que no ve más que un aspecto de las cosas y nos aleja del “potencial” y de todos los “posibles” que engloba la Realidad.

Si en Occidente esta visión puede parecer extraña, ya que se da prioridad a la búsqueda de la “verdad”, lo “estable” y lo “inmutable”, en la tradición china este objetivo se considera inútil ya implica aferrarse a un “polo” de la Realidad y, con ello, caer en un dualismo excluyente que olvida que el yin está dentro del yang y que el yin genera al yang y viceversa.

El sabio chino no escoge un lado o el otro porque sabe que ambos polos funcionan juntos y se compensan. El sabio es consciente de que afiliarse a una idea significa anclarse en la noción dual de lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, y decantarse por una opción que impide ver la coexistencia de los opuestos.

El sabio chino nos dice que el “Tao está en todas partes, tanto en lo que considera uno falso como en lo que considera uno auténtico”. De esta manera el sabio chino carece de posición fija. No antepone nada, para que la Realidad conserve toda su “virtualidad”. No se predispone ni a favor ni en contra, sino que se inclina en función de lo que le exige la situación, porque sabe que lo que puede ser adecuado para una situación puede no serlo para otra.

¿Cómo encaja aquí la “Vía del Medio” del pensamiento chino? Lo primero que nos dice Jullien es que la noción del “medio” en el pensamiento chino no significa adoptar-buscar una posición fija, sino más bien, la capacidad de ubicarse en una posición dinámica capaz de regular el movimiento entre los extremos. Para entender mejor esta idea el autor muestra el ejemplo de un hexagrama del I Ching, el Libro de los Cambios.

Un hexagrama está conformado por seis líneas y por tanto no tiene ninguna que haga de centro. Sin embargo, cada uno de los dos trigramas que componen un hexagrama sí que tienen una línea central. Un hexagrama no tiene así centro y a la vez tiene dos centros.

Jullien explica que el cambio, la transformación que rige el Universo, es la variación o el movimiento que se produce entre los centros del hexagrama, y que la “vía del medio”, es la capacidad de adaptarse a esa alternancia o al movimiento entre un polo y el otro, no en “pararse o fijarse” en un punto medio.

La vía del medio se sitúa, por tanto, en una lógica del “desarrollo” acorde a la noción de que la Realidad es un proceso. Por eso, el sabio asume en su conducta el principio de la transformación perpetua que define la Realidad.

Uniendo la noción del “no apego” y la “vía del centro” se entiende también porqué el sabio chino evita el enfrentamiento, la discusión y la demostración. Para él, cada opinión tiene razón a su manera, tiene razón dependiendo de lo que haya visto desde su perspectiva.

La actitud que prefiere adoptar el sabio es la de la “comprensión”, la “amplitud de miras” y la “toma de distancia”, para poder abarcar los diversos aspectos que engloba la situación. Por eso, en vez de debatir con el “adversario”, para intentar refutar lo que dice, prefiere hacer ver al adversario lo que falta en su postura, mostrar las carencias y mostrar así cómo se desvía.

El siguiente concepto que expone Jullien, para mostrar que posición adoptar el sabio para poder fluir entre los extremos es el “vacío de la mente”. El lugar en el que la intencionalidad permanece libre e indeterminada. Un eje-centro que al estar vacío anula la diferencia y hace que todas las perspectivas se unan.

Sin embargo, Jullien añade que el sabio tampoco se aferra al vacío mental porque implica volver a caer en una posición fija y, con ello, volver a perder la amplitud de la vía y romper con la libertad de espíritu deseada. Pero el sabio tampoco rechaza el vacío mental porque hacerlo es anclarse en otra perspectiva.

La solución está en rechazar el propio rechazar para alcanzar el no-rechazo, para encontrar ese lugar dónde desaparecen el rechazo y el no-rechazo. La mente se vacía para no dejarse ocupar por nada, ni siquiera por el vacío, y se mantiene desocupada, distendida, vacante.

El último aspecto que queremos destacar de esta obra es la “enseñanza del silencio”. En la tradición china se dice que el “sabio no habla”. Pero no habla porque desconfíe de la palabra, sino porque sabe que para explicar la Realidad la palabra sobra. No añade nada, o más bien, “añade donde no hay nada que añadir”.

Confucio lo mostraba aludiendo a como el Cielo sin necesidad de hablar es capaz de hacer que se sucedan las estaciones y, con ello, que se dinamice todo en la naturaleza. Al Cielo no le hace falta el “suplemento” de la explicación o la revelación.

El sabio del mismo modo intenta con su silencio que emane la “e-videncia”. Cuando el sabio se calla no es porque no tenga nada que decir, sino porque no hay nada que decir. El sabio sabe que la Realidad está delante de nosotros todo el tiempo y prefiere incitarnos a que la observemos.

Esta idea se expresa claramente en las artes tradicionales chinas (poesía, pintura, etc.) En ellas no se busca el “discurso” sino la “insinuación”. Ese elemento capaz de transmitir lo que ningún discurso puede decir. El silencio, el vacío en el arte, es lo que ayuda a ver, es lo que “deja pasar” el sabor de la Realidad.

Jullien nos enseña que estas disciplinas son para “saborearlas”, para dejar que su insinuación se extienda discretamente en nosotros como una “mancha de aceite”, y nos transporte hacia facetas más amplias que todavía no han sido concebidas. Se puede afirmar así que China ha buscado una palabra que no habla, que evoca sin significar, que deja ver sin representar.

El sabio y el arte actúan así porque entienden que la comprensión no se puede forzar. Para que una semilla germine hay que proporcionarla calor, humedad y luz. La comprensión se produce igual, indirectamente. Es cuestión de latencia. Es la reflexión es medio que favorece la maduración.

La comprensión tiende a manifestarse sin que sea necesario preocuparse por ella, ni pensar en ellas. Sin tener que poner esfuerzo o atención. Es un fondo siempre dispuesto a emanar como cuando hemos practicado mucho tiempo con un instrumento y “eso” empieza a salir. La sabiduría llega por maduración.

Para el sabio chino este proceso no es algo “místico” o “misterioso”, ni una “iluminación” como hace la religión, es simplemente su forma de mostrar la “evidencia”. “No hay nada más visible que lo oculto” dice Jullien. No se trata de ver más allá, o de ver otra cosa, o de ver de otra manera. Se trata, al contrario, de ver lo que cualquier otro ve, y tal como lo ve, para captar la “evidencia”. El sabio no promociona una “verdad superior”, sino la liberación superior por ausencia de prejuicio.

El no apego, la vía del centro y el vacío mental contribuyen finalmente a que el sabio viva relajado, sereno, despreocupado, sin agitación. No se apega al mundo ni lo abandona, no se adhiere ni renuncia a él. El sabio no carece de verdad, sino de ideas.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Fontana Michaela. (2017). Matteo Ricci. Un jesuita en la corte de los Ming. Bilbao: Mensajero.

Matteo Ricci nació en 1552 en Macerata (Italia) y murió en Beijing en 1610. Vivió 52 años y estuvo en China desde 1582 hasta 1610, es decir, 28 años. Actualmente se puede visitar su tumba en Beijing en el Colegio Administrativo (antes escuela de Partido Comunista Chino), y el lugar donde residió, en la iglesia de la Inmaculada Concepción que hay al sur de la Plaza de Tiananmen.

El libro cuenta de forma muy amena todo el periplo que tuvo que pasar Matteo Ricci en China como una biografía comentada y totalmente contextualizada al momento histórico del momento.

Nos muestra a un jesuita que entendió que la única manera para introducir el cristianismo en China era unirla al conocimiento científico que había en Europa y adoptar sus hábitos de vestimenta, su lengua, su cultura, sus costumbres sociales… y aún así, encontró que el pueblo chino estaba más interesado en la ciencia que en la religión.

Es emocionante ver cómo este jesuita se fue a China para no volver y lo que fue capaz de conseguir. Esos sí, poco a poco y paso a paso como va todo en China. Nos muestra el interés del negocio del pueblo chino (ayudarles a ellos era una forma de hacer negocios importantes para los chinos), pero también la existencia de personajes que se acercaron con un gran afán de conocimiento y que en los momentos difíciles les apoyaron.

Queda la idea de que los misioneros no fueron muy “transparentes” en su rol. Utilizaron una ciencia que el cristianismo condenaba en muchos sentidos, para ser escuchados. “Engatusaron” a los chinos con las matemáticas y la astronomía; con prismas que descomponían la luz del arco iris; con el astrolabio para medir la altura de las estrellas en el horizonte; con relojes mecánicos; telescopios; globos terráqueos y mapas en donde aparecía China en el centro; tradujeron al chino textos no religiosos para ganar una buena imagen (Euclides, Epitecto que se identificó como análogo a Confucio); utilizaron el mensaje de Confucio que no era religioso y si moralista, para ganar el apoyo de los letrados; buscaron a los letrados de prestigio para introducirse en la corte; vieron claro que corregir los errores de predicción astronómica de los eclipses que padecía la astronomía china les podía dar una clara ventaja (algo que consiguieron al llegar a convertirse en los astrónomos del Emperador); para conseguir más adeptos les ayudaron a conseguir armas y cañones portugueses, etc. Sin embargo, Ricci no llegó nunca a ver al Emperador, siendo sus sucesores los que tendrían contacto y relación directa con él.

En el fondo, parece claro que el cristianismo quizás estaba más interesado en expandir un poder que ya tenía en el resto del mundo, llevando su “verdad” sin permitir otro tipo de creencias, y que estos religiosos fueron o simples peones, o gente que en un final tenía las mismas intenciones. Es evidente que la Compañía de Jesús supuso un frente político importante.

Resulta muy interesante en el libro:

1) La descripción de cómo veían la astronomía los chinos no expertos, la astronomía popular. Por ejemplo, creían que el sol no era más grande que el fondo de una cuba, y que por la noche se escondía detrás de una montaña; el eclipse se escribía como comer, y reflejaba la antigua creencia de que el sol desaparecía porque era devorado por un dragón, de hecho, tocaban instrumentos para salvar al sol, espantando al dragón con el ruido. Sin embargo, hay que señalar que este no era el verdadero conocimiento astronómico que había en China según ha demostrado Joseph Needham en su obra Ciencia y Civilización China.

2) Matteo Ricci fue el primero en demostrar que Catay, el nombre que dio a esta tierra Marco Polo, y China eran lo mismo. De hecho, confirmó como en China efectivamente hubo asentamientos cristianos mucho tiempo antes de su llegada que se perdieron…

3) En el contexto médico hay que destacar cómo en 1626 Johann Scherck (1576-1630) escribo el tratado de medicina “Teorías Occidentales sobre el Cuerpo Humano”, y empezó una minuciosa recogida y clasificación de hierbas y plantas desconocidas en Europa para estudiar sus propiedades curativas. 

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Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Kerr, Alex. (2015). Japón Perdido. El último destello de un Japón Precioso. Barcelona: Alpha Decay.

Esta obra fue galardona con un premio en Japón al mejor ensayo de no-ficción en el año 1994, con todo su mérito. Este libro es verdaderamente entrañable por el viaje que nos propone experimentar entre el Japón ideal, que a muchos nos hubiese gustado vivir, y el Japón actual que está perdiendo las bases tradicionales de su cultura.

Alex Kerr es coleccionista de antigüedades asiáticas y especialista en cultura oriental habiéndose formado en Yale y Oxford. Talentos que enriquecen la obra. El libro recorre el Japón de los años 70-80-90, y lo hace con saltos temporales que te “enganchan” emocionalmente.

El autor nos ilusiona cuando compra su primera casa en el valle de Iya, en la isla de Shikoku, y nos hace experimentar con él lo que es su rehabilitación. Aquí consigue despertar en nosotros el gran valor que tiene la arquitectura tradicional japonesa.

Después, te sigue atrapando cuando se adentra en el mundo del Kabuki y nos muestra como es un “museo viviente” desde el que podemos apreciar el uso de utensilios tradicionales que no conocen hoy en día muchos japoneses, pero también, cómo es la cultura del espectador. El aprecio que se debe tener a la indumentaria de los actores, ya que todo detalle ha sido elegido cuidadosamente, o descubrir que estas obras de teatro se tienen que apreciar como el paso de un “momento cumbre” al siguiente, más que como un desarrollo temporal de acontecimientos.

También es motivador, cuando nos sumerge en el mundo de la compra-venta de antigüedades y nos hace tomar conciencia de cómo esta profesión te enseña a aprender a apreciar el verdadero valor de muchas cosas, a potenciar el interés por la historia, a disfrutar el conocimiento de los profesionales y a despertar el ojo crítico del que sabe apreciar las calidades.

Pero no termina aquí la cosa. Luego nos introduce en el mundo de la caligrafía japonesa. En el valor de los pigmentos para las tintas. En los trazos del profesional por su capacidad para desvelar su carácter. La dificultad de tener que “montar una maqueta” cuando tienes que realizar los ideogramas con un gran número de trazos y la belleza de un alfabeto que puede decorar cualquier cosa.

Continúa mostrando la personalidad de Kyoto. Aquí desvela la parte pública y la parte oculta de la ciudad que un turista puede intuir pero no llega a adivinar. La escena de la invitación a una casa tradicional es realmente “redonda”. Pero no termina aquí, el capítulo de los “literatos” nos hace apreciar el placer del conocimiento en un espíritu libre que toca la esencia de las cosas y te anima a crecer.

Considero que esta obra te hace apreciar a esos pocos “héroes” en Japón que siguen manteniendo viva la esencia de la cultura japonesa frente a la tendencia actual “monocultural”.

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Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Gómez, Enrique. (2014). El Alma Japonesa. Cantabria: Quálea.

Este libro es muy entretenido porque nos presenta una selección de contenidos sobre Japón muy interesantes, además de acompañarlos con leyendas e historias de la cultura japonesa muy bien seleccionadas para reforzar sus observaciones y reflexiones o ayudarnos a sentir las emociones y sentimientos que vivencian los propios japoneses al escucharlas.

Creo que este es el mayor atractivo de esta obra. Los recursos que utiliza para que vivamos su información en primera persona y no como un espectador en la distancia que lee sobre un país “exótico”.

Enrique Gómez Carrillo, nacido en Guatemala, destacó en su época como escritor, periodista, traductor, crítico literario, diplomático e incluso como miembro de la Real Academia Española.

Destacar que me ha gustado mucho como empieza con la descripción del amor del pueblo japonés por la naturaleza a la que llega a tildar de “religión nacional”. Afición favorecida quizás porque las propias casas tradicionales japonesas no son sino “cajas de madera sin muros”, en las que cuando se corren sus puertas, se convierten en un mirador completamente abierto al paisaje con el que conviven los japoneses desde que se levantan hasta que se duermen.

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Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Bird, Isabella. (2018). Japón Inexplorado. Madrid: La Línea del Horizonte.

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Este libro es muy interesante porque nos muestra una parte del Japón al que pudieron acceder los Occidentales al poco de abrirse el país a la presencia extranjera tras 200 años de aislamiento.

Isabella, de nacionalidad inglesa, llega al puerto de Yokohama en 1878 con el objetivo inicial de mejorar su salud. En breve descubre un país que le fascina, si bien lleva las “gafas” de su época que lucen en algunas ideas con aires de superioridad…

Isabella viaja desde Tokyo hasta Hokkaido y nos cuenta lo que ve. En la obra se rompe en cierto modo el Japón “idealizado”. Las casas son bonitas pero nos muestra la problemática de vivir en ellas. La falta de limpieza e higiene en muchas aldeas produce muchas enfermedades en el Japón rural. Algo que quizás deja en entre dicho la práctica médica rural de la época, si bien el tratamiento que recibe de un médico con plantas medicinales que la alivian puede apuntar en alguna dirección. Por otro lado, alaba la gran educación que muestra la gente en general y destaca la calidad de vida del pueblo ainu en Hokkaido con casas en mejores condiciones que muchas de las que ha visto en su viaje por Japón.

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Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Oteyza, Luis. (2013). En el Remoto Cipango. Coruña: Ediciones del Viento.

Luis de Oteyza, nacido en Zagra (Badajoz) en 1883, inicia un viaje en trasatlántico en 1925 para alejarse de la dictadura de Primo de Rivera. Un viaje que le llevará a Filipinas, China y Japón. Esto obra fue publicada en 1927 y en ella narra en específico sus aventuras por Japón.

La lectura de este libro es muy amena y aunque describe un Japón “estereotipado” alrededor del mundo de los samuráis, las geishas, los templos y destinos turísticos típicos, introduce “historias” y detalles en cada uno de ellos que al final las hace muy interesantes. Resulta cuanto menos gracioso cómo afronta la experiencia de vivir terremotos en el país y su encuentro con su amigo de Huelva, y sorprenden al final los motivos que le llevan a abandonar el país, pero sobre todo, el modo de hacerlo.

Aunque es una obra ligera en comparación a la información o las descripciones que se ofrecen de otros aventureros que se adentraron en estas tierras merece la pena su lectura por la fluidez de su escritura y su estilo particular narrativo.

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Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Jullien, François. (2010). Las Transformaciones Silenciosas. Barcelona: Bellaterra.

Esta obra reflexiona sobre un aspecto muy interesante de la cultura china como es aprender a moverse con maestría dentro del cambio.

Para desarrollar su contenido primero nos recuerda cómo es la interacción entre el Yin y el Yang. Según esta teoría dentro del Yin está la semilla del Yang y al contrario. Dentro de la debilidad está la semilla de la fuerza. Toda posición de fuerza tiene en sí misma la debilidad. Por otro lado, cuando el Yin llega a su extremo se convierte en su contrario y viceversa, en un proceso cíclico. La debilidad en su extremo se convierte en fuerza.

Bajo esta visión las cosas no son entidades inmóviles sino entidades en proceso de cambio continuo entre sus opuestos. La fuerza al exponerse e imponerse por si misma se debilita.

Estas ideas contrastan con un pensamiento occidental que ha apostado por una dualidad excluyente en donde la verdad excluye a la mentira y lo duro no incluye lo blando. Un pensamiento que quiere ver las cosas como estables, fijas y estáticas.

La tradición china se alía con el cambio. Y nos enseña que ese cambio es gradual y no se anuncia. Se va estableciendo poco a poco. Jullien nos dice que las transformaciones son silenciosas, igual que no nos vemos envejecer.

Todo acontecimiento no es más que un aspecto puntual de una transformación en movimiento. La emergencia de algo que surge como consecuencia de maduraciones tan sutiles que, por lo común, no sabemos seguirlas ni observarlas.

La sabiduría está en no dejarse atrapar por el acontecimiento en sí, sino por su progresión, su evolución. Allí está la clave que puede dirigir la situación en una nueva dirección.

Los chinos centraron su atención en el momento ínfimo del cambio. El lugar donde apenas la cosa ha comenzado y empieza a esbozarse la evolución. Allí está el estadio inicial de la modificación. El momento decisivo que aprende a identificar tanto el sabio como el estratega.

El concepto de transformación silenciosa ayuda a separar lo que sucede de lo que lleva a ello, el acontecimiento de la tendencia. El arte de la estrategia consiste entonces en actuar sobre la evolución, en leer los detalles ínfimos que son los portadores del cambio, para que el resultado se incline poco a poco hacia el sentido que nos es favorable.

 

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Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Jullien, François. (1998). Elogio de lo Insípido. Madrid: Siruela.

Esta obra aborda un contenido clave en la cultura china: la importancia del “Centro”. Y para desarrollarlo nos hace reflexionar sobre lo insípido y el sentido del sabor.

Si todos somos capaces de distinguir los diferentes sabores, la insipidez es lo más difícil de apreciar. Prestar atención a lo insípido en vez de a lo sabroso parece ir en contra de la lógica más inmediata. Sin embargo, es lo insípido lo que curiosamente nos ayuda a apreciar lo más sabroso.

En China la insipidez se reconoce como cualidad. La cualidad que ocupa el “centro” entre todos los sabores. El sabor insípido es el valor neutro. El punto de partida de todos los posibles. Lo insípido no está limitado por ningún sabor en particular y, en consecuencia, puede transformarse infinitamente. La insipidez tiene una única característica: resistirse a la caracterización, permanecer discreta y reservada, pasar desapercibida.

Si el sabor es una excitación inmediata y momentánea que se desvanece una vez consumido el alimento, lo insípido es puro potencial. Caer preso de un sabor es caer preso de la limitación porque ese sabor excluye cualquier otro tipo de sabor. Un sabor es algo que está preso y circunscrito a su particularidad. El sabor nos ata, nos esclaviza, nos acapara, nos obnubila.

La insipidez por el contrario consigue que el sentido del gusto permanezca abierto y disponible. La insipidez así nos desata, nos libera de toda intensidad ficticia y poco duradera. Nos libera de los entusiasmos efímeros y acalla todo ese alboroto que nos agota.

“Y es que cuando la consciencia ya no se deja atrapar por la diversidad de los sabores y sabe percibir la indiferenciación esencial que sirve de fondo a todas esas diferencias, el mundo vuelve a hallarse disponible para su iniciativa” (pp 34).

Lo insípido nos recuerda que todo procede de la fase de “indiferenciación” y todo regresa a ella. En la medida en que ningún sabor nos atraiga más que otro, ni esté más privilegiado que otro, mantenemos la balanza “equilibrada” y facilitamos que las cosas fluyan espontáneamente.

Bajo esta reflexión se comprende mejor porqué el sabio chino busca la posición central (zhong), y porqué se da tanto valor en las artes marciales al domino del “centro”. Esta es la única posición que permite reaccionar frente a la totalidad de la situación.

El problema es lo difícil que es captar y mantenerse en el centro porque no destaca. Pasa desapercibido porque no tiene exceso ni defecto. No se inclina más hacia un lado que hacia otro. No presenta ningún signo típico. Es neutro. No ofrece un sabor marcado y así se confunde con la normalidad de las cosas. El centro es a la vez lo más valioso y lo más común. Aquello por lo que todo se realiza pero que nunca se ve. La simplicidad se convierte así en garantía de autenticidad.

Cuando el Sabio ocupa el “centro” se abre a todos los posibles. Cuando el sabio ocupa el “centro” nada en su personalidad se encuentra más predispuesto en un sentido que en otro. El “centro” nos enseña que cualquier virtud a la que nos apeguemos y que privilegiemos, por valiosa que sea, constituye una fijación interior que bloquea la renovación de nuestra personalidad y esteriliza nuestra naturaleza. Gracias a la insipidez el Sabio puede participar de todas las virtudes sin estancarse en ninguna.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Jullien, Franςois. (2005). La China da que pensar. Barcelona: Anthopos.

Esta obra de Franςois Jullien nos hace reflexionar sobre cómo el acercamiento a la cultura China puede servir como método  no sólo para poder acceder a visiones  alternativas de la “Realidad”,   también para poder tomar  conciencia de  los límites de nuestro pensamiento occidental.

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