Archivo de la categoría: Sin categoría

Tenkuraion Nyorai (Divyadundubhi-Megha-Nirghoṣa Tathāgata)

Tenkuraion Nyorai (Divyadundubhi-Megha-Nirghoṣa Tathāgata) está ubicado en el pétalo Norte del Loto Central y su nombre significa Sonido Atronador del Tambor Celestial. Su nombre secreto es Diamante Inamovible (Fudō-Kōngo) (que no hay que confundir con Fudō Myō-ō en el Rey Innamovible del Mantra).

Esta deidad representa el culmen del proceso espiritual al estar ubicado en el Norte. La siguiente fase sería la encarnación de otro buda en la Tierra que empezaría el proceso espiritual (en este aspecto comprendemos su asociación con Miroku Bosatsu ya que se considera que será el buda que se encarnará en la Tierra en el futuro).

En algunos textos se le otorga el nombre de Saishō-on o El Más Victorioso Sonido, Bimyōshō o Sonido Sutil, Tenku-onmō o Rey del Sonido del Tambor Celestial o Raion-nō o Rey del sonido del Trueno. La asociación de su nombre con el sonido de un tambor celestial es clave porque alude a que sus enseñanzas son capaces de resonar como un “trueno celestial” y producir el despertar súbito de los seres, una imagen que quiere expresar que ofrece un conocimiento diferente al que se enseña en las enseñanzas del Hinayana y el Mahayana que se consideraría para el budismo esotérico pasivos porque sólo informan-forman.

En el Sutra Māhavairocana por otro lado se le otorga el nombre de Fudō (Acalanātha) o Inamovible y en otros textos se nombra como Ashuku (Akṣobhya) o Inamovible (que es el buda del Este en el Mandala del Diamante). Es la imagen para expresar que es el buda que ha eliminado, enfriado y purificado las pasiones para morar en la tranquila meditación y es innamoble porque reside eterna e inamoviblemente en el Conocimiento del Nirvana de los Tathāgatas, el Māha-paranirvāṇa desde el que Buda actúa para conseguir el despertar de los seres.

Mack (2006) ha escrito un artículo muy interesante que podría interesar para investigar la relación entre Miroku Bosatsu y Tenkuraion Nyorai en el que describe como la figura de Fudō fue invocada por primera vez para renacer en el la Tierra Pura de Miroku (Tosotsuten) bajo la figura de Sōō (831-918). Un monje ordenado en la escuela budista esotérica Tendai por el monje Ennin (794-864) en el año 856.

La figura de Fudō se considera una emanación de Dainichi Nyorai. Los primeros textos chinos que citan a esta deidad aparecen en las traducciones de los monjes Bodhiruci en el año 709 y el Sutra de Mahāvairocana de Śubhakarasiṃha en el año 725, donde se alude al Señor o Sirviente Fudō o Mudō (Acalanatha), literalmente “Señor que no se mueve”. La clave es que no se ha encontrado una relación entre Fudō, la Tierra Pura de Miroku y el Sutra del Loto antes de la figura del monje Sōō.

Parece ser que durante las prácticas ascéticas que realizó el monje Sōō en la cascada del rio Katsura después de su ordenación, se le apareció Fudō bajo la forma de un árbol flotando y que este le ayudó a ascender a la Tierra Pura de Miroku, pero no pudo posar porque no sabía recitar de memoria el Sutra del Loto. Cuando después puedo hacerlo bajo la figura de Fudō se le permitió entrar por fin dentro. Parecer ser además que este monje talló con la madera de el árbol donde apareció Fudō la figura de esta deidad y que después la llevó a su ermita que se convirtió en el templo Mudōji en la zona Yokawa del precinto del templo Enryakuji del monte Hiei en Kyoto.

Un aspecto importante de la ubicación de este buda en el pétalo del Norte es su relación con el fin de un proceso y el paso al “más allá” o la “trascendencia”. En Japón volvemos a identificar una relación entre este nyorai y su bosatsu en la tradición que se estableció en el periodo Kamakura de invocar a Fudō antes de morir para renacer en la Tierra Pura de Miroku. La práctica conlleva la necesidad de cultivar un tipo particular de conciencia: una mente pacificada (anjin) más allá de las distracciones mentales anclada en la naturaleza del Dharma, que se resume bajo la frase “estable e innamoble” (antei fudō) ligado de nuevo a esta deidad.

En la iconografía se representa a Tenkuraion Myorai con un color dorado con una túnica rojo oscura. La mano izquierda hacia arriba por debajo del ombligo y la mano derecha haciendo el mudra de tocar la tierra (sokuji-in) o mudra de la conquista de los demonios (goma-in), el mudra del que pone por testigo a la Tierra de haber alcanzado la iluminación. En el dibujo de Śubhākarasiṁha este buda aparece con la mano izquierda vuelta hacia la rodilla y con la mano derecha realizando el mudra segan-in de otorgar los votos (varada-mudra) como la virtud del buda de responder a la necesidad de todos los seres, en este caso con el conocimiento que lleva al despertar.

Referencias Bibliográficas

Mack, K. (2006). The Phenomenon of Invoking Fudō for Pure Land Rebirth in Image and Text, Japanese Journal of Religious Studies 33(2), 297–317.

Saunders D. (1985). Mudrā. A study of symbolic Gestures in Japanese Buddhist Sculpture, New York: Princeton University.

Snodgrass, A. (1997). The Matrix and Diamond World Mandalas in Shingon Buddhism, New Delhi: international Academy of Indian Culture and Aditya Prakashan.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Miroku Bosatsu (Maitreya Bodhisattva)

Miroku Bosatsu (Maitreya bodhisattva) está ubicado en el pétalo noreste del loto central y su nombre significa Benevolente o Compasivo, entendido según el monje Śubhākarasiṁha en cuatro dimensiones espirituales: mente de infinita benevolencia (maitry apramāṇa), mente de infinita compasión (karuṇapramāṇa), mente de infinito gozo (muditāpramāṇa) y mente de infinita imparcialidad (upekṣāpramāṇa).

En la tradición budista se considera que Sakyamuni predijo que su discípulo Maitreya sería en futuro distante la siguiente encarnación de Buda en la Tierra. Ahora estaría esperando en meditación en el Cielo Tuṣita (Tosotsuten) contemplando cómo salvar a los seres.

Maitreya fue el primer Bosatsu que aparió en los sutras budistas y su figura aparece tanto en los textos Hinayana como Mahayana. También es de las primeras deidades que aparece en la iconografía budista junto a las primeras imágenes de Buda, siendo ya una figura popular desde el siglo II a.e.d.

En la obra Miroku Jōshō Kyō se dice que su nombre original es Ajita-Jishi que sería traducido como el Rey Despierto, y como rey simboliza al inconquistable por cualquier antojo o pasión negativa, pero también inconquistable por los dos Vehículos, y a la vez el conquistador. Su nombre secreto en el budismo esotérico es Jinshitsu-Kongō o Diamante Súbito. Este Bosatsu se considera que exorciza a los seres y les ayuda a alcanzar súbitamente el despertar.

En la tradición Hinayana hay una leyenda sobre este bosatsu en la que se dice que una vez la madre de buda le ofreció ropa pero este la rechazó para sí mismo y la ofreció a sus monjes que también la rechazaron excepto Ajita. Cuando su madre lloró por considerar que esto había sido una prueba de su falta de méritos, buda decidió lanzar su cuenco al cielo y todos los monjes fueron incapaces de hacerlo bajar con sus poderes. Sin embargo, Ajita un joven novicio que parecía menos preparado que los demás dijo que si en la vida espiritual que había emprendido en beneficio del despertar alcanzaría al final su objetivo, el cuenco bajaría a sus manos como así ocurrió. En base a ello, Sakyamuni predijo que sería el siguiente buda en la Tierra.

En el budismo Mahayana, Miroku fue pronto asociado a la escuela Yogācāra, y en particular, al estudio de la conciencia y los procesos mentales. Miroku en el cielo Tusita investiga estos aspectos de los seres para poder salvarlos cuando se manifieste en la Tierra.

En la iconografía aparece representado con la Stūpa en el tocado de su cabeza para mostrar que será el sucesor del buda Sakyamuni (visión exotérica) y la expresión del cuerpo del Dharma de todos los Tathāgatas, ósea la expresión de Dainichi Nyorai (visión esotérica). En la mano izquierda realiza el mudra semui-in (abhāya-mudrā) de protección con el que buda paró y sometió al elefante que le iba a atacar, pero también el mudra del rayo de los cinco colores que emanan de sus manos y que representan los cinco tipos de sabiduría que trabaja el practicante para llegar a despertar.

En la mano derecha porta un loto que soporta una vasija que simboliza la “posesión de la velocidad” (jinshiji-in) ya que esta contendría el agua sagrada (amrita) de la perfección alcanzada por Buda capaz de despertar y purificar al practicante al instante. En el ritual esotérico representa el agua que se pone en la cabeza del practicante durante el proceso de iniciación (kanjō, abhiseka).

Uno de los símbolos clave de esta deidad es la estupa. Este tipo de construcción fue utilizado originalmente en el budismo como:

1) Relicario para guardar las cenizas o huesos del buda histórico Sakyamuni. Parece ser que antes de morir Buda ordenó que tras su fallecimiento fuese cremado y sus cenizas y huesos guardados en estupas, como así se hizo repartiéndose en ocho regiones entre los distintos clanes que siguieron al iluminado; y

2) Como objeto de veneración hacia buda. Cuando unos comerciantes solicitaron al despierto que les dijese cómo poder venerarle en sus tierras, el despierto hizo con su ropa un círculo y colocó dentro su cuenco de mendicante boca abajo y la sombrilla encima representando un modelo rústico de estupa.

Pero la estupa es un elemento funerario prebudista que ya existió en la India desde el 2000 a.e.c. como elemento para enterrar a ascetas en posición sentada. Parece ser que en un principio la estupa consistía en un pilar-axis central de madera rodeado de una cúpula semicircular y que venía a representar el orden del cosmos. El primer texto en el que se alude a la estupa es el Ṛgveda.

En Japón la estupa recibe el nombre “Tō”, un término que tiene su origen en la palabra china “Ta”. Por otro lado, se utiliza la palabra sotoba que es la adaptación del término original sánscrito stupa, y en el budismo esoteríco hay una estupa particular llamada gorinto que simboliza las etapas en las progresión del despertar.

En el maravillo trabajo editado por Adrian Snodgrass (1985) se desvela el amplio simbolismo que guarda la estupa a nivel espiritual. Por un lado, representa el cuerpo de buda en posición sentada, por otro y en su estrecha relación con el movimiento solar a la hora de establecer su trazado y su forma central ovalada en forma de matriz-útero (taizo-garbha) que representa el potencial de la creación se asocia directamente con Dainichi Nyorai. Además, por su asociación con la trascendencia funeraria del parinirvāṇa también se asocia con la figura de Tenkuraion Nyorai el buda asociado a Miroku Bosatsu.

Pero a un nivel más profundo, la estupa simboliza el útero en el que se engendra el embrión del buda potencial y representa así el camino sagrado a seguir en la progresión espiritual del practicante para conseguirlo. A nivel esotérico, la estupa es una representación del macrocosmos que recoge todos los procesos del Universo y los ordena alrededor de un pilar central. Este pilar representa el lugar en el que Cielo y Tierra se unen en el centro de las cuatro direcciones espaciales y se establece la comunión más elevada. Un pilar central que representa los peldaños por los que debe evolucionar la conciencia para purificarse y finalmente liberarse.

En el budismo esotérico esta evolución espiritual aparece representada en un formato particular de estupa llamado gorinto formada simbólicamente y ascendentemente por una base cuadrada que representa al elemento Tierra y se asocia al color amarillo y al buda Kaifuke-ō Nyorai (Saṃkusumita Rāja Tathāgata); una esfera que representa al elemento Agua y se asocia al color blanco y al buda Dainichi Nyorai (Mahāvairocana Tathāgata); una pirámide que representa al elemento Fuego y se asocia al color rojo y al buda Hōdō Nyorai (Ratnaketu Tathāgata); una semiesfera que se representa al elemento Aire y se asocia al color negro y al buda Tenkuraion Nyorai(Divyadundubhi-Megha-Nirghoṣa Tathāgata),para cerrar con una esfera en forma de joya que representa al elemento Espacio (akasha) y se asocia al color azul oscuro y al budaMuryōju Nyorai (Amitāyus Tathāgata). Cada porción va asociada a los sonidos a, va, ra, ha, kha, completándose con huṃ que representaría la conciencia no representada en la estupa. En su parte posterior aparece el sonido vaṃ que simboliza la conciencia despierta.

Referencias Bibliográficas

Bowring, R. et al. (2019). Maitreya, En: Silk, Jonathan A. (Eds.), Brill’s Encyclopedia of Buddhism, Vol 2,302-324 pp, Leiden: Brill.

Fussman, G. (1986). Symbolism of Buddhist stupa. The Journal of the International Association of Buddhist Studies, 9(2), 37-53.

Huntington, J.C. (1984). The Iconography and Iconology of Maitreya Images in Gandhara, Journal of Central Asia, 133-178.

Leighton, T.D. (2012). Faces of Compassion. Classic Bodhisattva Archetypes and Their Modern Expression. An Introduction to Mahayana Buddhism, USA: Wisdom  Publications.

Saunders D. (1985). Mudrā. A study of symbolic Gestures in Japanese Buddhist Sculpture, New York: Princeton University.

Snodgrass, A. (1997). The Matrix and Diamond World Mandalas in Shingon Buddhism, New Delhi: international Academy of Indian Culture and Aditya Prakashan.

Snodgrass, A (1985). The Symbolism of the Stupa, New York: Cornell University.

Wong, W.S. (2014). Stupa, Pagoda and Chorten – Origin and Meaning of Buddhist Architecture, Athens: ATINER’S Conference Paper Series, No: ARC2014-1094.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Muryōju Nyorai (Amitāyus Tathāgata)

Muryōju Nyorai (Amitāyus Tathāgata) está ubicado en el pétalo Oeste de la Mansión Central, justo por debajo de Dainichi Nyorai. Su nombre significa Luz Infinita (Amitābha), porque según Seishi (2009) su figura nace del brillo dorado con el que se representaba la piel de Buda en las estatuas, o Vida Infinita (Amitāyus) porque ofrece el Paraíso de la Tierra Pura, y además porque en su voto de ayudar a todos los seres vivirá eternamente. Este último aspecto lo ha asociado con el amṛita, el néctar de la inmortalidad, que será expresado iconográficamente por su Bosatsu Shō-Kanjizai.

Sus nombres secretos son Diamante de la Pureza (Shōjō Kongō) y Diamante de la Gran Compasión (Daiji Kongō) porque representa la pureza del loto abierto irradiando toda su fragancia.

La segunda fase de evolución espiritual de irradiación de los méritos alcanzados por Buda hacia todos los seres se representa en Muryōju Nyorai como un Buda de Luz Pura que brilla en todas las direcciones abarcando los seres de todos los mundos para que todos los signos negativos del karma queden neutralizados. Este Buda está instalado en el gozo infinito por haber alcanzado la iluminación y ahora irradia sus dones en todas las direcciones.

Esta buda también aparece unido al “saber del método” porque encarna el conocimiento de la percepción sutil de Dainichi Nyorai (Mahāvairocana) que es capaz de identificar-escuchar todas las peticiones que hacen los seres que sufren y de ver-saber cómo tiene que ofrecer su ayuda y sus enseñanzas a cada uno en función de su situación vital y nivel de comprensión espiritual y receptividad personal y mostrarle el camino del Loto (pureza-compasión) como vía para la iluminación. Esta capacidad le otorga los nombres de Kanjizai-ō (Avalokiteśvara-rāja) o Rey de la Contemplación Espontánea y o Jizai-ō (Lokeśvara-rāja) o Rey del Mundo Espontáneo.

Según una leyenda budista en vidas anteriores este Buda había sido el rey Arameni. Un líder que decidió hacerse seguidor del Buda Ratnagarbha, uno de los hijos de su primer ministro que había renunciado al mundo para conseguir la iluminación. Cuando el rey Arameni se iluminó, se convirtió en el Buda Amitāyus y gobernó sobre el Reino del Este que se llamó la Tierra Pura (Sukhāvatī), un paraíso de la máxima felicidad.

Según otra leyenda fue un monje llamado Dharmakara que vivió en los tiempos del Buda Lokeśvarāja (Reino de la Libertad) y que con él no sólo pudo conocer los 21 millones de reinos de Buda sino que también pudo observar las interrelaciones causa-efecto que daban lugar a los renacimientos en todos ellos. Gracias a ello para abstraer las mejores cualidades de cada reino y entender cómo ayudar a cada ser para llevarlos a su Tierra Pura. Este monje es famoso porque hizo 48 votos respecto al paraíso de la Tierra Pura, uno de los cuales era que pronunciar su nombre ayudaría a renacer allí.

En la iconografía este Buda aparece sentado en posición de loto y sus manos están en la posición del mudra amida-jō-in (amitābha dhyāna mudrā): las dos manos descansando en su regazo con la palma izquierda sobre la derecha, los dedos índices doblados y pegados para tocar los dedos gordos de las manos. Una variante del gesto clásico de la meditación que muestra que este Buda actúa desde el samadhi.

En el budismo esotérico la unión de ambas palmas simboliza que se han equilibrado el Mundo Matriz y Diamante, pero como la mano derecha es la que soporta a la izquierda se quiere expresar que el mundo de los Budas sostiene el mundo manifestado. Los círculos que hacen sus dedos índices y gordos también indican la perfección de las enseñanzas en los dos mundos.

La simbología de Amida Nyorai potenció en el periodo Kamakura (1185–1333) en Japón dos corrientes en el trabajo espiritual que reciben los nombres de Jiriki-Tariki, la salvación por uno mismo y la salvación por la deidad.

La complejidad del ritual esotérico, la corrupción monástica y la idea de que se aproximaba el fin de la era budista (mappō) llevaron a algunos monjes de la escuela Tendai a buscar fórmulas de culto más sencillas y accesibles a la población.

Honen Shōnin (1133-1212) fundó la Escuela de la Tierra Pura (Jōdo Shū); Shinran Shōnin (1173-1262), discípulo de Honen, fundó de la Escuela de la Verdadera Tierra Pura (Shin Jōdo Shū); e Ippen Chishin (1239-1289) creó la Escuela de la Oportunidad (Ji Shū). El razonamiento de estos monjes era que la salvación en tiempos de urgencia sólo podía darse por la gracia del Buda Amida gracias a que esta deidad se comprometió en uno de sus 48 votos a que aquel que recitarse su nombre renacería en el paraíso de la Tierra Pura. Recitar la palabra nembutsu (Tomo refugió en el Buda Amida) de corazón se expandió como una técnica de salvación sencilla entre toda la población.

Referencias Bibliográficas

Davis, B.W. (2014). Naturalness in Zen and Shin Buddhism: before and beyond self- and other-power, Contemporary Buddhism, 15(2), 433–447.

Ford, J.L.  (2002). Jokei and the Rhetoric of “Other-Power” and “Easy Practice” in Medieval Japanese Buddhism, Japanese Journal of Religious Studies, 29(1-2), 67-106.

Ingran, P.O. (1968). Hōnen´s and Shiran´s Justification for their Doctrine of Salvation by faith through “Other Power”, Contemporary Religions in Japan, 9, 233-251.

Katsumi, T. (2016-17) Gandharan Origin of the Amida Buddha Image, Ancient Punjab, 4, 1-24.

Saunders D. (1985). Mudrā. A study of symbolic Gestures in Japanese Buddhist Sculpture, New York: Princeton University.

Seishi, K. (2009). On Amitābha, Amitāyu(s), Sukhāvatī and the Amitābhavyūha, Bulletin of the Asia Institute, 23, 121-130.

Snodgrass, A. (1997). The Matrix and Diamond World Mandalas in Shingon Buddhism, New Delhi: international Academy of Indian Culture and Aditya Prakashan.

Stone, J. (1985). Seeking Enlightenment in the Last Age: “Mappō” Thought in Kamakura Buddhism: PART I, The Eastern Buddhist, 18(1), 28-56.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Shō-Kanjizai Bosatsu (Āryāvalokiteśvara Bodhisattva)

Shō-Kanjizai Bosatsu (Āryāvalokiteśvara Bodhisattva) está ubicado en el pétalo noroeste de la Mansión Central. Su nombre significa Noble (Sho) y Espontánea-Libre Contemplación (Kanjizai) porque es capaz de ver con claridad, de forma innata y espontánea, las necesidades de los seres de todos los mundos y a la vez no quedar atrapado por ello.

Sus nombres secretos son Honjō-kongō o Diamante de la Pureza Original; Shōjō-kongō o Diamante de la Pureza; Renge-kongō o Diamante del Loto; Toku-jishō-Shōjō-hō-shō Nyorai o Tathāgata que al alcanzado la Naturaleza del Dharma de la Pureza Innata; y Shōhō-kongō o Diamante del Dharma Correcto.

El nombre de Avalokiteśvara es muy interesante porque incluye muchos conceptos: Avalokita es el acto de contemplar o mirar, aloka es luz, loka es mundo, śvara es sonido, eśvara es Señor como nombre de Śiva. En la tradición se ha asociado a este Bosatsu con dos dimensiones:

1) El sonido, en cuanto a la capacidad de “escuchar” el sufrimiento de los seres de todos los mundos para cumplir el voto de ayudar. Aquí aparecen los nombres Kanzeon o Contemplación del Mundo del Sonido, y en su forma acortada Kannon o Contemplación del Sonido

2) La visión, el “Ojo de la Sabiduría” de Buda que le permite saber de forma natural y espontánea cuáles son las enseñanzas adecuadas y cómo debe acercarse a cada devoto en función de su capacidad de comprensión espiritual según aparece en el Sutra del Loto. La visión profunda de la sabiduría que todo lo ve, todo lo capta.

En la iconografía esta deidad se la representa con una luz brillante, como el color de la luna llena, una caracola o una flor, con la cara sonriente. En su mano derecha porta un loto abierto que representa la pureza y haber alcanzado la compasión en toda su plenitud y su mano izquierda hace el mudra de eliminar el miedo u otorgar confianza al devoto: semui-in (abhayamudrā o abhayamdalamudrā). Este gesto representa la capacidad protectora de las enseñanzas de Buda para ayudar a todos los seres que sufren, un gesto apaciguador que otorga calma y tranquilidad. Alternativamente hace una variante a este mudra en dónde el dedo gordo y el corazón se tocan.

Dentro del Mandala Matriz esta deidad expresa sus cualidades a través de las diferentes manifestaciones que encarnan la Mansión del Loto sobre la que preside. En los siglos X -XI este Bosatsu evolucionó en Japón en la forma de seis deidades que representaban su capacidad de acción de esta deidad sobre los seis mundos que identifica el budismo: infierno, espíritus hambrientos, animales, asuras, humanos y seres celestiales. En el siglo XVI volvió a evolucionar en 33 deidades que se convirtieron en un famoso camino de peregrinación (Fowler, 2016).

Shō-Kannon es la representación humana de la deidad con apariencia principesca y sin cabezas, ojos o brazos extras, que salva a los seres que están en el infierno; Senju Kannon (Sahasrabhuja Avalokiteśvara) es la deidad de 1000 brazos que ayuda a los infinitos seres y en particular al mundo de los espíritus hambrientos; Batō Kannon (Hayagrīva Avalokiteśvara) con cabeza de un caballo protege el mundo animal; Jūichimen Kannon (Ekadaśamukha Avalokiteśvara) con siete pequeñas cabezas ayuda a los semidioses asuras; Juntei Kannon (Cundī Avalokiteśvara) salva a los humanos; y Nyoirin Kannon (Cintāmaṇi Avalokiteśvara) salva a los seres celestiales. Existe una séptima forma llamada Fukūkenjaku Kannon (Amoghapāśa Avalokiteśvara) que retiene a todos aquellos seres que no están todavía preparados para evolucionar.

El Sutra del Corazón (Prajñāpāramitā Hṛdaya) representa un texto que surgió en su momento dado para intentar “resumir” las enseñanzas de los Prajñāpāramitās que eran unos sutras muy extensos y complejos del recién creado budismo Māhayana. Existen dos versiones de este texto: una muy reducida y otra un poco más extensa.

Este sutra representa una de las oraciones (dharanī) más pronunciadas en todas las sectas budistas de Asia y su deidad protagonista es Avalokiteśvara. En su contenido expone cómo en el estado de meditación profunda uno experimenta que el vacío es inherente a todos los conceptos (sentidos, situaciones, conceptos, causas, mente, ignorancia, conciencia, buda, dharma, iluminación, camino, etc.) mediante la frase: “La forma no es diferente del vació y el vacío no es diferente de la forma. Forma es vacío y el vacío es forma”.

Bajo esta visión se “rompe” con las Cuatro Nobles Verdades iniciales: la vida es sufrimiento, el origen del sufrimiento es el deseo, el cese del sufrimiento es el cese del deseo y las vías para la extinción del sufrimiento, la “muleta” que se necesitó en la primera fase del camino espiritual para elevarse. El texto también aporta la famosa oración Gate Gate Pāragate Pārasaṃgate Bodhi svāhā para eliminar todos los sufrimientos.

La profunda enseñanza de Shō-Kanjizai es que todo sufrimiento desaparece cuando tomamos conciencia plena de la naturaleza vacía de los fenómenos. Si comprendemos esto tomamos conciencia de que no hay ignorancia ni fin de la ignorancia, ni sufrimiento, ni aparición o extinción del sufrimiento y se rompen las obstrucciones mentales.

Referencias Bibliográficas

Attwood, J. (2017). Form is (Not) Emptiness: The Enigma at the Heart of the Heart Sutra, JOCBS, 13, 52-80.

Dreitlein, T.E. (2011). An Annotated Translation of Kūkai´s Secret Key of the Heart Sūtra, Bulletin of the Research Institute of Esoteric Buddhist Culture, 24, 170-216.

Fowler, S.D. (2016). Accounts and Images of Six Kannon in Japan, Honolulu: University of Hawai.

Leighton, T.D. (2012). Faces of Compassion. Classic Bodhisattva Archetypes and Their Modern Expression. An Introduction to Mahayana Buddhism, USA: Wisdom  Publications.

Lu, L.W.L. y Chiang, W.Y. (2007). Emptiness We Live By: Metaphors and Paradoxes in Buddhism´s Heart Sutra, Metapohor and Simbol, 22(4), 331-355.

Nattier, J. (1992). The Heart Sutra: A Chinese Apocryphal Text?, The Journal of the International Association of Buddhist Studies, 15(2), 153-223.

Saunders D. (1985). Mudrā. A study of symbolic Gestures in Japanese Buddhist Sculpture, New York: Princeton University.

Snodgrass, A. (1997). The Matrix and Diamond World Mandalas in Shingon Buddhism, New Delhi: international Academy of Indian Culture and Aditya Prakashan.

Yü, C.F. (2001). Kuan-yin. The Chinese Transformation of Avalokitesvara, USA: Columbia University.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Kaifuke-ō Nyorai (Saṃkusumitarāja Tathāgata)

Kaifuke-ō Nyorai (Saṃkusumita-rāja Tathāgata) aparece ubicado en el pétalo lateral derecho del Loto Central, en la dirección espacial Sur, y simboliza el efecto: la iluminación o el despertar afianzado por las diez mil prácticas de la gran compasión y el cultivo de la sabiduría profunda a través del estudio de las enseñanzas sagradas.

El nombre de esta deidad en japonés significa “Rey de la flor abriéndose”. Su nombre secreto en el budismo esotérico es Byōdō-kongō o Diamante de la Identidad. La semilla de la bodhicitta ha madurado en toda su belleza dando una flor completa con sus hojas, su tallo, sus pétalos… A partir de aquí se van a revelar las 10.000 virtudes y por eso se dice que es esa “flor abriéndose”.

En la iconografía se muestra a este buda con un color dorado brillando con una luz que todo lo ilumina al haber entrado en el samadhi perfecto como consecuencia de haber cultivado las infinitas prácticas de sabiduría y compasión. Se considera un ser puro, libre de toda contaminación con el logro del “gran vacío” como el oro que ha sido purificado por la alquimia más selecta.

Su mano derecha realiza el mudra que otorga los beneficios de sus votos (varamudrā o varadamudrā o segan-in en japonés) y la verdad del Dharma. La mano abierta con los dedos extendidos delante del pecho hacia el frente simboliza el regalo para todos del florecimiento de lo trabajado: el despertar. La otra mano sujeta la túnica rojo oscuro mostrando que ha cumplido sus votos.

Según Snodgrass (1997) este Buda se puede identificar con Amoghasiddhi y Ratnasambhava en el Mandala del Diamante en cuanto a su significado como práctica.

Referencias Bibliográficas

Saunders D. (1985). Mudrā. A study of symbolic Gestures in Japanese Buddhist Sculpture, New York: Princeton University.

Snodgrass, A. (1997). The Matrix and Diamond World Mandalas in Shingon Buddhism, New Delhi: international Academy of Indian Culture and Aditya Prakashan.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Monjushiri Bosatsu (Mañjuśrī Bodhisattva)

Monjushiri Bosatsu (Mañjuśrī Bodhisattva) está ubicado en el pétalo suroeste del loto central y su nombre significa “Maravillosa Felicidad/Belleza/Fortuna/Bienestar”. Sus nombres secretos en el budismo esotérico son Kichijō Kongō o “Diamante de la Felicidad”, Hannya Kongō o “Diamante de la Sabiduría” o Benbō Kongō o “Diamante discriminador de los Dharmas”.

En la tradición Māhayana también se le reconoce con los nombres de: Manjusghoṣa por su palabra suave, Manjusvara por la armonía de su sonido y Vādirāja o Vāgisvara como Señor de la Palabra. Wallis (2001) asocia directamente esta deidad con el conocimiento de los mantras del budismo esotérico a través del estudio de la obra Mañjuśrīmūlakalpa. En la obra, el buda Saṁkusumitarājendra anima a Mañjuśrī a escuchar al Buda Sakyamuni con el fin de recibir la enseñanza de la práctica del mantra y después le inicia en su contenido a través de un estado profundo de meditación.

Esta deidad aparece asociada en la tradición budista con múltiples facetas: con la sabiduría del vacío o del despertar, como interlocutor de la palabra de Buda explicando la sabiduría y la verdad última de sus sermones, con el don de la palabra dulce, fluida, elocuente, profunda y resonante capaz de convertir a grandes masas al budismo, y con la enseñanza de la astrología y el ciclo lunar y la capacidad para predecir y prevenir las malas influencias planetarias. También aparece asociada con las serpientes-dragones (nāgās).

En la tradición budista esotérica se dice que Monjushiri encarna la sabiduría profunda (prajña) porque representa la realización interna de Dainichi Nyorai, y se dice que es la “madre” de todos los budas porque el despertar en todos ellos nace de la sabiduría.

Las raíces de esta deidad se han ligado a la figura de Brahmā Sanatkurmāra, deidad de la palabra y coincidente iconográficamente en cuanto a que se representa con el cuerpo de un joven que lleva cinco nudos en el pelo, si bien, también se ha asociado con la figura de Kārttikeya porque aparece alguna vez sentado sobre un pavo real. Aunque no está muy clara la importancia que tuvo su culto en India, el lugar donde tuvo su mayor expresión fue en China, y en particular, en la montaña sagrada de Wutai.

En la iconografía Monjushiri se presenta como el cuerpo de un joven para aludir a que la sabiduría que encarna es una sabiduría fresca, nueva y estimulante como la conciencia liberadora. Su cuerpo es dorado para representar la belleza de su sabiduría y porta una túnica de joyas preciosas para mostrar sus atributos benefactores.

En su cabeza aparecen cinco nudos que representan los cinco tipos de sabiduría que nacen de él (es número cambia según el lugar que ocupe esta deiddad en los mandalas) y en sus manos suele aparecer una espada flameante que corta la ignorancia que ata a los seres al ciclo del sufrimiento y la infelicidad; un loto azul (sabiduría) en el que descansa un vajra de cinco puntas; y/o las escrituras sagradas del Sutra Prajñāpāramitā.

Los Prajñapāramitā representan una colección de textos budistas que fueron evolucionando ente los años 100 a.e.c. y el 1.200 e.c. Tradicionalmente estos textos reciben el nombre según el número de líneas que engloba su contenido siendo el más antiguo el Prajñapāramitā de 8000 líneas en 32 capítulos.

A comienzos de la era cristiana el Prajñapāramitā se amplió en contenido dando lugar a lo que se conoce como los Prajñapāramitā largos de 100.000 líneas, 25.000 líneas o 18.000 líneas, pero en poco tiempo y debido a que estas obras eran muy largas, abstractas y profundas, se produjo un movimiento contrario y surgieron versiones “reducidas” de sutras filosóficos o resúmenes condensados. Entre estos últimos destacan el conocido Sutra del Corazón (antes del 400 d.e.c.) en 25-14 líneas y el Sutra del Diamante de 300 líneas. Otros sutras cortos son el Prajñapāramitā de 700 líneas, 2.500 líneas y 50 líneas y en cuanto a resúmenes destaca el Abhisamaya-alaṅkāra.

Según Conze (1978) el mensaje de los Prajñapāramitās se puede resumir en dos premisas: “uno debe convertirse en Bodhisattva” y “no existe eso de Bodhisattva”, igual que no existe “perfecta sabiduría”, “ni Buda”, “ni dharma”, “ni iluminación”, y hay que aceptar esta contradicción.

Dentro de la tradición tántrica, el Prajñapāramitā fue asimilado en obras como el Aṣṭasāhasrikā donde Indra utiliza este texto para derrotar a los Asuras, o el Hṛdaya Mahāmāyűri, que toma de su contenido dhāraṇis, bija-mantras y mantras con fines mágicos (producir lluvia, evitar enfermedades, protección, etc.).

Por otro lado, el Prajñapāramitā se llegó a encarnar en el budismo esotérico bajo la forma de una deidad a la que poder invocar con sus mudras, mantras y dhāraṇis. De hecho, en la iniciación tántrica con mandalas en el suelo, la figura de Prajñapāramitā como deidad sustituye al oficiante cuando abandona su parte central.

Dentro del budismo esotérico el Prajñapāramitā aparece especialmente ligado a la figura de Mañjuśrī, sobre todo en el Mañjuśrīmūlakalpa donde esta deidad ocupa una posición subordinada en el mandala de Sakyamuni y Mañjuśrī.

En el Mañjuśrīparivartāparaparyāyā Saptaśatikā Prajñapāramitā o Prajñapāramitā en 700 líneas, redactado probablemente en el año 450 e.c., donde se trata de resumir las ideas más importantes del Prajñapāramitā a través de la conversación entre Mañjuśrī y el Tathāgata se pueden rastrear los atributos de la sabiduría encarnada por el bodhisattva:

La sabiduría profunda es una mente quieta desde el principio. Una sabiduría desapegada que ha comprendido la verdadera naturaleza “vacía” de la Realidad y que por tanto, no desea ni rechaza ningún concepto por “atractivo” que parezca. El que desea ser buda se aleja de buda, el que desea la iluminación se aleja de la iluminación. Aspirar a la “nada” y ver que la “nada” no se puede coger es cultivar el prajñaparamita.

Esta sabiduría nace además desde una “comprensión interior” no desde la lectura exterior. No es la sabiduría del cálculo, la lógica, el análisis o la experiencia de muchos años. Esta sabiduría no se adquiere, está dentro de nosotros esperando a que descubramos esta conciencia profunda. Su misión es eliminar la ignorancia. Es una mente inmanente y libre que puede ver lo esencial, la mente perspicaz, pura e inocente, del niño con claridad refrescante.

Monjushiri Bosatsu encarna por tanto la sabiduría profunda del que ha entendido la verdadera naturaleza de la realidad: todo es vacío. Dentro del mandala expresa el tipo de sabiduría con la que el practicante debe comulgar, investigar y profundizar para que la semilla de la bodhicitta crezca hasta ser “iluminación”.

Referencias Bibliográficas

Conze, E. (1978). The Prajñapāramitā Literature, Tokyo: The Reiyukai.

Conze, E. (1993). Perfection Wisdom: The Short Prajñapāramitā Text, Leicester: The Buddhist Publishing Group.

Lamotte, E. (1960). Mañjusri, T´oung Pao, 48(1), 1-96.

Quinter, D. (2019). Mañjuśrī in East Asia. En: Silk, Jonathan A. (Ed) Brill´s Encyclopedia of Buddhism, Vol II (pp. 591-599), Leiden: Brill.

Tribe, A. (1997). Mañjuśrī –Origins, Role and Significance, Part I–II, The Western Buddhist, Review, 2, 49-123 pp.

Tribe, A. (1994). Mañjuśrī –Origins, Role and Significance, Part III, The Western Buddhist, Review, Vol 1, 23-49 pp.

Wallis, G. (2001). The Buddha´s Remains: Mantra in the Mañjuśrīmūlakalpa, Journal of the International Association of Buddhist Studies, 24(1), 1-38.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Tradición Bhairavasrota

La primera tradición tántrica śaiva que nació con el sistema Mantramārga fue la Bhairavasrota, un culto enfocado en la deidad Bhairava (el avatar o manifestación más feroz y horrible de Śiva) y secundariamente en su consorte Bhairavī.

Esta tradición evolucionó en el tiempo a través de dos cultos identificados bajo el nombre de pīṭha: los cultos Mantrapīṭha o “asiento de los mantras” que enfatizaron el culto a la deidad masculina Svacchanda Bhairava o Aghora y secundariamente a sus consortes Bhairavī y Aghorī; y los cultos Vidyāpīṭha o “asiento de vidyās” que pusieron su centro de devoción en las divinidades femeninas. Primero hacia las llamadas Mātṛkā o “Madres” (Brāhmī, Māheśvarī, Kaumārī, Vaiṣṇavī, Vārāhī, Aindrī, Cāmuņḍā) y después a multitud yoginīs.

TRADICIÓN MANTRAPĪṬHA

La tradición Bhairavasvota redirigió la devoción desde Rudra, la principal deidad venerada por la tradición Atimārga, a la deidad Bhairava, al considerar que Rudra era una manifestación “inferior” de Śiva.

Según Ramos (2020) las primeras representaciones escultóricas ligadas a la figura de Bhairava datan del siglo V-VI e.c. y aparecieron en la región de Uttar Pradesh. Parece ser además que el poder de influencia de esta deidad pronto se hizo tan notable que llegó a calar en obras tan importantes como los Śiva Purana y Skanda Purana en la que se recogió el mito que caracterizó la vida de muchos ascetas śaiva de la “mano izquierda” del tantra:

En un momento dado el dios Brahma insultó a Śiva y este en venganza creó de su propia ira al dios Bhairava, una deidad terrorífica que intervino cortando una de las cabezas de Brahma. Como castigo por este crimen, la cabeza cortada de Brahma quedó pegada a su mano durante 12 años, tiempo en el cual debería vagar exiliado por los campos impuros de cremación con su cuerpo cubierto de cenias y utilizando un cráneo humano como cuenco de vagabundo (Ramos, 2020).

Los ascetas que decidieron emular en vida la apariencia, los hábitos y los actos impuros de Bhairava con el fin de “convertirse” en esta deidad y que actuaron de motor para impulsar el nacimiento del sistema Mantramārga fue la escuela Kāpālika o “los portadores de cráneos humanos”, que no debemos confundir con los Somasiddhāntin/Kāpālika de la tradición Atimārga.

Esta nueva tradición, aunque adoptó las prácticas extremas de los ascetas atimārga, centró su culto en la deidad Svacchanda Bhairava, también conocida como Aghora (una deidad iracunda blanca con cinco caras y 18 brazos armados que se representaba pisando el cuerpo postrado de Sadāśiva, la deidad principal de la tradición Śaiva Siddhanta) y secundariamente a su consorte Bhairavī o Aghoreśvarī, rodeada la pareja en círculo en un maņḍala por 8 Bhairavas “menores”.

Arraj (1988) y Sanderson (1998) añaden que esta escuela de ascetas también veneró a otros avatares secundarios de Svacchanda Bhairava como Koṭarākśa (ojos huecos), una deidad ligada a la diosa Cāmuņḍā porque muchas veces era llamada Koṭarākśī, y a Vyādhibhakśa (devorador de las enfermedades), ambas visualizadas como seres horribles, de piel negra y obesas.

Parece ser que este culto tuvo presencia tanto en el Norte como en el Sureste de la India, en la región de Tamil Nadu, donde además nació la escuela de los Nayanar o “sabuesos de Śiva”, santos-poetas que ofrecían canciones a ambas deidades y mantenían las mismas conductas disruptivas Kāpālika.

Con respecto a cuál fue la obra mantrapīṭha más importante de esta tradición Sanderson (2012-2013) señala al Tantra Svacchanda Bhairava, un texto datado en los siglos VII-IX e.c. y conocido también bajo el nombre de Tantra Lalitasvacchanda. Otras obras importantes de esta rama de las que sólo nos han quedado sus referencias en citas o pequeños párrafos en otros textos son el Aghoreśvarī Svacchanda, el Dvādaśasāhasra-Mantrapīṭha Svacchanda y el Rasa Svacchanda.

Dentro del Tantra Svacchanda Bhairava se recogen diferentes rituales que nos informan sobre el tipo de prácticas que realizaban los ascetas Kāpālika. En ellos, se muestra la gran importancia que tenían las prácticas de purificación (baños en agua y ceniza, rituales de purificación con fuego) del practicante y del espacio ritual en dónde hacía sus ceremonias para poder ascender progresivamente por los reinos del cosmos hasta llegar al dios Svacchanda Bhairava.

Entre todos los rituales que se citan quizás el más importante es el rito de iniciación sobre un maņḍala que disfruta el iniciado porque es un trazo distintivo de las tradiciones tántricas. En este caso, el practicante debe ser iniciado por su gurú con la ayuda de un maņḍala que ubica a Svacchanda Bhairava en su centro rodeado por 8 bhairavas menores. En la ceremonia el iniciado con los ojos vendados debe lanzar el pétalo de una flor sobre el mismo para descubrir la deidad que le es afín, y en un segundo ritual, esta vez con los ojos abiertos, repetir el mismo proceso para descubrir los poderes que a través del culto a esta deidad podía desarrollar.

Este ritual exigía previamente la purificación del practicante y la pernoctación en el recinto sagrado con su gurú para incubar un sueño que era interpretado como auspicioso o no (en cuyo caso el gurú mostraba al discípulo las prácticas que debía realizar para espiar las malas acciones cometidas); y posteriormente implicaba que el iniciado, tras quitarse la venda (y con ello la ignorancia para abrirse al conocimiento), pasaba a aprender los rituales y mantras asociados a su deidad protectora.

La obra también cita secundariamente otros rituales dedicados a los “guardianes del mundo” y a las “siete madres” (a las que relaciona específicamente con los fonemas) en lo que parece ser que es una recopilación de otros rituales tántricos que existían en su época.

El segundo aspecto importante a destacar de esta obra es la descripción que ofrece de una práctica de meditación-visualización interna para elevarse por los 36 reinos ascendentes y jerárquicos que componían la cosmología Kāpālika (agrupados en nueve bloques, cada uno con un mantra respectivo que permitía al iniciado operar en ellos) y cuyo fin era “identificarse” o ser “poseído” por la deidad que custodiaba cada reino y finalmente por Bhairava (identificado como la luz suprema) para alcanzar la liberación o recibir sus poderes. Indicamos uno u otro porque el iniciado tenía que elegir en un momento dado el camino que quería seguir. La obra incluye también rituales mágicos para subyugar a los enemigos o subyugar la voluntad de otra persona.

La filosofía de esta obra transmite que en esta tradición ya se realizaba una equiparación entre el microcosmos (nuestro organismo interno) y el macrocosmos (reinos del cosmos, fenómenos astronómicos) en una resonancia que los mantiene unidos, si bien la importancia del trabajo externo y el interno aparecen equilibrados en un 50% cada uno.

En particular, es interesante la alusión que hace a que la conexión microcosmos-macrocosmos está estrechamente relacionada con 10 canales internos (nāḍis) y sus alientos porque es a través de ellos por dónde se manifiesta el poder de las deidades de los reinos del cosmos (de hecho en la iniciación aparece como clave un ritual de fusión de los nāḍis que denomina nāḍisaṃdhānam), y también, la importancia del mantra (fonema, fórmula o palabra) como medio para ubicar en las diferentes partes anatómicas del cuerpo las deidades que conforman el universo o realizar todo acto ritual (81 fonemas ligados a la respiración).

TRADICIÓN VIDYĀPĪṬHA

La siguiente evolución que afloró dentro la tradición tántrica mantramārga fue el culto Vidyāpīṭha (asiento de los mantras femeninos) que ensalzó y dispuso en el centro del ritual a la divinidad-energía femenina.

Parece ser que esta nueva orientación se estableció progresivamente, es decir, primero brotó como un ritual en el que se veneraba tanto a la deidad masculina Bhairava/ Kapālīśa Bhairava como a su consorte femenina feroz Caņḍā/Cāmuņḍā/CaņḍāKapālīnī (diosa de la calavera), ambos rodeados en el maņḍala por deidades femeninas pero todavía con un rol “secundario” (esta tradición se liga con los textos Tantras Yāmala o Tantras de la Unión), y después maduró en un culto donde la divinidad femenina pasó a ocupar la posición central del maņḍala, representada principalmente por la escuela Trika que veneraba a la trinidad femenina Parā, Parāparā y Aparā y la escuela Kālī, enfocada en su culto a esta deidad sanguinaria (esta tradición se liga con los textos Tantras Śakti o Tantras de la Vibración Energética).

Aunque el culto a la divinidad femenina representa una de las tradiciones más antiguas en la tradición espiritual India, parece ser que en los siglos V-VI e.c. empezó a ocupar un lugar destacado en la tradición saiva la idea de que todo el Universo estaba animado por Shakti, el poder ilimitado femenino.

Según Ramos (2020), el primer texto no tántrico encontrado en el que se describe esta idea es el Devī Mahātaya (Gloria de la Diosa), un documento que pertenece a la obra Mārkaṇḍeyapurāṇa fechada en los años 400-600 e.c. En él se identifica a Shakti con Devī o Durgā, la Diosa Suprema de la que dependen el resto de las diosas.

En la obra, Devī/Durgā aparece ya descrita como una mujer que rompe con el modelo tradicional de mujer que luego asimilará la tradición tántrica: una mujer guerrera que porta armas y cabalga a lomos de un tigre para luchar heroicamente contra muchos demonios que amenazan la estabilidad del Universo, pero también una mujer que tiene como copa un cráneo humano donde consume alcohol antes aniquilar a sus enemigos y rodeada de un gran erotismo.

En el texto son muy significativas sus gestas contra el demonio búfalo Mahiṣha que encarna la ignorancia, porque ella lo aniquila cuando el resto de los dioses no habían sido capaces de vencerle, así como su lucha contra los hermanos demonio Shumba y Nishumba y sus ejércitos porque los dioses tienen que intervenir en un momento dado generando su contraparte femenina (shakti) para apoyar a la Diosa Suprema en la batalla. Diosas que serán conocidas como las siete grandes madres o saptamātṛkā

Estas mātṛkā son Brāhmī, Māheśvarī, Kaumārī, Vaiṣṇavī, Vārāhī (o Yāmī), Aindrī, (contrapartes femeninas, shaktis pero no mujeres, respectivamente de Brahmā, Śiva, Skanda, Viṣṇu, Varāha (o Yama) e Indra) y Cāmuņḍā, la diosa esqueleto terrorífica que las lidera y que emana de la propia Durgā en pleno fragor de la batalla. Cada una de ellas acompañada de sus vehículos (un cisne, un toro, un pavo real, garuḍa, un búfalo, un elefante, y en el caso de Cāmuņḍā aparece elevada sobre un cadáver humano) celebran sus victorias bebiendo la sangre de sus víctimas y bailando frenéticamente, para finalmente introducirse todas en el cuerpo de Durgā tras cumplir su misión.

En la tradición tántrica śaiva se añadirá a estas madres la figura de otra diosa: Mahālakṣmī o Bhairavī, contraparte de Bhairava, que también adoptaba el nombre de Yogeśī (sinónimo de yoginī) para generar un culto hacia las “ocho” grandes madres.

Parece ser que estas madres, como distintivo posterior de la filosofía tántrica, aglutinaban-resumían en verdad a una multitud de madres-deidades femeninas que se veneraban en la antigua India, muchas de las cuales por cierto habían quedado asociadas en el tiempo a las deidades Skanda, y en algún caso Kubera, ambas relacionadas con Śiva.

De las siete madres hubo dos que cobraron especial relevancia en los siglos V-VI e.c., y a las cuales se las empezó a construir templos en su honor: Vārāhī y Cāmuņḍā. Ambas diosas son muy significativas para la tradición tántrica: la primera, una diosa con cabeza de cerdo y cuatro brazos ligada al comienzo y el fin de las epidemias, porque va montada encima de un búfalo, el animal asociado a Yamā, el dios de la muerte y porque en su iconografía 1) aparece con una gran barriga capaz de contener todo el Universo, 2) se dice que posee una fuerza descomunal capaz de levantar a la Tierra, 3) posee además un apetito insaciable, 4) porta en sus manos un bebé, una campana y una copa de cráneo humano para beber la sangre, y 5) entre sus dientes muestra un pescado (alimento considerado impuro); mientras que Cāmuņḍā (que tenía el nombre de Kālī (Negra) antes de ganar una batalla contra los dos generales Cāņḍā y Muņḍā lo que le otorgó su nuevo nombre), por mostrarse como una diosa cadavérica, feroz e irascible y con un hambre feroz que también podía devorar el Universo.

En el siglo VI e.c. estas madres se mostrarán acompañadas por dos deidades guardianes: Gaṇeśa/Vināyaka y Vīrabhadra/Vīṇādhara, ambos seguidores de Śiva (Hatley, 2012) y en el siglo VII e.c. aparecerán ya como líderes de clanes (kula) que incluían a multitud de seductoras y peligrosas Yoginīs (“mujeres yogi”) o Yogeśvarī (“mujeres maestras del yoga”).  Deidades parecidas a brujas con poderes capaces de transformarse en aves, serpientes, tigres, chacales, caracterizadas por su capacidad para volar y en caso de ser llamadas sin cumplir perfectamente el ritual por devorar a sus seguidores.

La primera obra tántrica en la que aparecerá la primera referencia al panteón de las 64 Yoginīs fue el Tantrasadbhāva. En particular se hace referencia a un maṇḍala de 64 bhairavas distribuidos en ocho lotos alrededor de un loto central sobre los que se configuran, de forma paralela, el Panteón de las Madres (mātṛyāga) donde las siete madres comandadas por la suprema diosa Aghorī lideran a 64 yoginīs cuyos nombres son un espejo de los bhairavas dando a entender que todavía mantenían un papel secundario. La deidad femenina todavía estaba subordinada al poder de la deidad masculina que ocupaba el centro de los maņḍalas y controlaba sus poderes con fines mágico-rituales.

A) Tantras Yāmala

Para Hatley (2015) el texto tántrico más antiguo de la tradición śaiva desde el que se puede estudiar el progreso en el posicionamiento de la deidad femenina hasta ocupar la posición central en el mandala es el Niśvāsatattvasaṃhitā.

Para este investigador esto se puede observar en la posición que ocupan algunas deidades femeninas en la cosmología esotérica de la obra como expresión del poder (śakti) de Śiva. En particular resalta el culto de la gran diosa Mahādevī que se cita en la obra, a la que se presenta como: 1) deidad que rige la dimensión Prakṛti de la cosmología Sāṃkhya (si bien todavía no aparece su identificación con las dimensiones śakti ni māyā); 2) encarnación de las diferentes diosas del culto popular que destacaban en la época (Umā, Kātyāyanī, Durgā, Subhadrikā, Kālarātri, Mahāgaurī, Revatī, Bhūtanāyikā, Āryā) y 3) elemento clave por la que el iniciado reciba la gracia de Śiva y la iniciación.

Por otro lado, también destaca las citas a otras deidades femeninas importantes como: 1) Suṣumnā, deidad cósmica (si bien todavía no asociada al canal energético central yóguico) y Vāgīśvarī, diosa de la palabra y del conocimiento puro; 2) la triada de diosas Vāmā, Jyeṣṭhā y Raudrī que ayudan a liberar el alma del iniciado y que se ubican en el nivel cosmológico de Īśvara (tres deidades que luego se asociarán con los tres ņadis centrales del cuerpo yóguico) y la extensión de esta triada en nueve aspectos ligados a diosas; así como 3) a las madres diosas (mātṛ) que luego serán claves para la fundación de diferentes cultos tántricos basados en la devoción a la divinidad femenina, si bien todavía se presentan simplemente como cultos populares y no como divinidades tántricas con podres mántricos.

Por último, Hatley (2015) también subraya cómo en la obra se alude a aspectos rituales que formarán parte del culto femenino tántrico como la existencia de prácticas orientadas a alcanzar poderes (siddhis), prácticas mortuorias, sexuales y de consumo de sustancias mágicas preparadas en un cráneo humano, tres rituales de fuego a realizar sobre la boca de un cadáver, etc.

La transformación completa que ubicó a la deidad femenina como figura de devoción central en el tantra śaiva quedará descrita en la obra Brahmayāmala, datada en los siglos VII-VIII e.c. donde ya figuran multitud de śaktis presidiendo la jerarquía de los reinos cosmológicos śaiva (tattvas).

El Brahmayāmala es una obra que expresa su contenido a través de las preguntas que hace la gran diosa Mahādevī o la Suprema Sakti (que también aparece en el texto bajo los nombres de Bhairavī, Aghorī o Caņḍa Kāpālinī) a Kapālīśa Bhairava.

Para ser más exactos, Bhairava aparece nombrado bajo muchos nombres diferentes: Kapālīśa Bhairava, Vijaya Bhairava, Manthāna Bhairava, Ruru Bhairava, Mahākāla, Kaṅkāla Bhairava, Phetkāra Bhairava, Picu Bhairava, Garttā Bhairava, Yāmala Bhairava, Hairambha Bhairava, Mahāmardaka Bhairava, Utphullaka Bhairava, Jhaṅkāra/Ekapāda Bhairava.

En la obra se revelan las nueve sílabas Vidyā-mantra (navākṣarā vidyā) que encarnan a la Gran Diosa (navākṣarā vidyā) (de aquí el nombre que recibe esta tradición) y el panteón de divinidades-mantra femeninas que las representan y se presenta una clasificación en familias (kula) de las yoginīs. Pero sobre todo a lo que alude esta obra es a los aspectos rituales: se describe el maṇḍala específico de la Gran diosa para la iniciación, se describen multitud de mudras (ligados a las 8 madres), técnicas meditativas, se explica cómo se imprimen los mantras-deidades en el cuerpo e incluso cómo realizar los rituales con el fuego (homa).

Las nueve sílabas Vidyā-mantra son:[OṂ ] HŪṂ CAṂḌE KĀPĀLINI SVĀHĀ , donde las nueve sílabas: hūṃ-caṃ-ḍe-kā-pā-li-ni-svā-hā, dan vibración a las deidades Raktā (caṃ), Karālī(ḍe), Caṇḍākṣī (kā) y Mahocchuṣmā (pā) (las cuatro diosas o Devīs) y Kārāla (li), Danturā (ni), Bhīmavaktrā (svā) y Mahābalā (hā) (las cuatro consortes o Dūtīs); así como a las seis yoginīs:  Kroṣṭukī (hūṃ-caṃ-ḍe-kā-pā-li-ni-svā-hā), Vijayā (oṃ svāhā) Gajakarņā (oṃ hūṃ), Mahāmukhī (oṃ vauṣaṭ), Cakravegā (oṃ vaṣaṭ) y Mahānāsā (oṃ phaṭ) y a las ocho madres: Māheśvarī (AṂ) Brāhmī (E), Kaumārī (A), Vaiṣṇavī (Ā), Vārāhī (Ī), Aindrī (I), Cāmuņḍā (SVĀ) y Aghori (HĀ) (Hatley, 2007).

En esta obra se cita también la iniciación a seis caminos (ṣaḍadhvan) que conducen elevan al practicante hasta Śiva unido a las seis purificaciones que se realizan en cada uno de ellos y que abarcan: la purificación de los reinos del Universo (bhuvanadīkśā) liderados por divinidades femeninas; las palabras (padadīkśā); los fonemas (bīja o varņadīkśā); los poderes creativos primarios (kalādīkśā); los mantras (mantradīkśā) usados para eliminar la impureza; y los principios de la realidad (tattvadīkśā. La obra también describe el rito de iniciación de soltar el pétalo de una flor sobre el maṇḍala para descubrir la deidad tutelar, e incluso la incubación de sueños para determinar la deidad, igual que hay un capítulo del movimiento de la suprema deidad por los nadīs.

Por otro lado, se exponen también mantras en paralelo a los de la Gran Diosa y sus deidades, destacando dos en particular: el khecarīcakra del que se extraen el kulavidyā, el samayavidyā y el pāśupatāstra (El Arma Mantra Pāśupati); y el kūrmaprastāra (gráfico de la tortuga); se describen mudras asociados con mantras particulares (mudrāmantroddhāra o la extracción de los mantras de los mudras) o los Mudrāpīṭhādhikāra o Mahākālamata, los mantras de los mudras asociados a los ocho madres.

B) Tantra Śakti

La última evolución dentro de la tradición Vidyāpīṭha, considera además como la base para la aparición del sistema Kulamārga o Vía de la Escuelas, la tercera vía del śaivismo tántrico, fue el culto Trika y el culto Kālī.

La primera referencia que tenemos la Escuela Trika data del año 830 e.c. en el texto Caṇḍīstotra de la obra Haravijaya. Se considera que el fundador de esta escuela fue la hija del sabio Tryambaka, un personaje asociado al antiguo templo de Tryambakeśvar en Mahārāṣṭra y que sus raíces se hunden en el siglo VII e.c. en la obra Tantra Siddhayogeśvarī-mata enfocada en el culto a la deidad Parādevī.

La tradición Trika se caracterizó por desarrollar una jerarquía cósmica liderada por yoginīs desde la materia más grosera hasta la energía sutil de la diosa que el practicante debía ascender hasta culminar en tres grandes diosas: Parā, Parāparā y Aparā, adoradas por sí solas o con Bhairavas subordinados.

Parā era su deidad central, de color blanco, bella, apacible y benevolente, representada con una sola cara, un libro y el mudra cinmūdra o de la auto-realización, también es adorada como Mātṛsadbhāva (esencia de las madres) y se le asocian los mantras SAUḤ (Creación) y KHPREṂ (disolución); y sus compañeras subordinadas con el aspecto feroz de Kālī ubicadas a su lado izquierdo y derecho, Parāparā representada de color rojo, y Aparā representada de color negro (otras diosas secundarias fueron Mātṛsadbhāva y Mālinī).

Estas tres deidades simbolizaban tres aspectos complementarios: conocedor, conocimiento y lo conocido / Voluntad, Conocimiento y Acción / Unidad, Unidad en la Diversidad y Diversidad, y eran visualizadas en lotos ubicados en la punta de un tridente (triśūla) cuyo palo correspondía analógicamente a la columna vertebral del practicante (Sanderson, 1998; Wallis, 2014).

El tridente simbolizaba los 36 reinos cosmológicos (tattva) de esta escuela en el cuerpo del practicante de modo que el ensanche en la base del tridente representaba los cinco elementos (pañca-mahābhūtas) y se ubica a la altura del ombligo del practicante; el palo como la columna vertebral del practicante simboliza los reinos hasta Māyā; el nudo antes del tridente era el reino de Māyā; el siguiente pedestal previo al tridente era el reino Śuddhavidyā; el loto era el reino de Īśvara; y descansando en el loto en śavāsana estaba Sadāśiva. Las puntas del tridente como tal salían de la fontanela del practicante expresando los tres aspectos de Śiva-Śakti: vyāpinī, samanā y unmanā, y luego en su punta aparecían tres lotos que acogen a las tres diosas fuera del tiempo y del espacio (icchā, jñāna, kriyā).

Respecto de la Escuela Kālī destacar que asumió los ritos más extremos y disruptivos del tantra śaiva, venerando en el centro de su ritual a la terrorífica diosa Kālī. Sanderson (1998) tomando como referente la obra Tantra Jayadrathayāmala o el Rey de los Tantras (Tantrarājabhaṭṭāraka) resalta tres Kālīs que expresan la evolución de este culto:

Kālī como diosa Kālasaṃkarṣiņī o destructora del tiempo, una deidad representada como veinte brazos dorados y cinco rostros (con la cara negra en la zona central mirando al practicante). Una deidad que todavía se representaba bella pero adornada con los emblemas Kāpālipa: el bastón coronado por la calavera, vestida con una piel de tigre ensangrentada, pisando con sus pies a Kālā (dios del tiempo) y sosteniendo a un Bhairava en trance en un maņḍala protegido por sirvientes masculinos.

Esta deidad evolucionó después hacia una Kālī sin presencia de Bhairava y en su visión más radical, con Bhairava pisoteado por la diosa como él había pisado a Sadāśiva en la tradición Mantraphīta o desmembrado para adornar su cuerpo. Una diosa que pasó a representar el plano más elevado del cosmos, el Absoluto (anuttaram) como último “Ser” donde el “Yo” no tenía entrada ni supervivencia. Un insaciable vacío en el corazón de la conciencia.

En esta línea evolutiva Sanderson (1998) destaca a Vīrya Kālī o la Kālī de los cinco poderes, una deidad de color negro, con seis rostros y aspecto terrorífico portando numerosas armas en muchos brazos y emancipada de Bhairava. Una diosa representada emitiendo luz para significar la parte más interna de la vibración de la conciencia (spanda) y la expansión y reabsorción de la pulsación de la conciencia.

Por último, destaca a la Kālī suprema o Mahākālī venerada en un circulo negro con límites  bermellón rodeada de un anillo de veinte círculos que contienen a Kālīs con diferentes nombres pero exactamente iguales a la figura central.

Ahora los Kāpālipas para poder ascender al poder de las diosas, vestidos con todo tipo de accesorios de huesos humanos, cubiertos de cenizas, intoxicados en alcohol y durmiendo e invocando a las deidades en los cementerios, se apoyan de una compañera para generar en el acto sexual los fluidos para ofrecerlos a estas nuevas y poderosas deidades femeninas y compartir con ellas sus poderes milagrosos y conocimientos secretos.

Referencias Bibliográficas

Arraj, W.J. (1988). The Svacchandatantram: History and Structure of a Saiva Scripture, PhD dissertation, USA: University of Chicago.

Dyezkowski, M. (2006). The Doctrine of Vibration. An analysis of the doctrines and practices of Casimir Shaivism, Delhi: Motilal Banarsidas. Fernández, R. (2001). El Śivaismo. Madrid: Orto.

Flood, G.  (2018). Reviewed Work: The Niśvāsatattvasaṃhitā: The Earliest Surviving Śaiva Tantra, vol. 1: A Critical and Annotated Translation of the Mūlasūtra, Uttarasūtra and Nayasūtra by Dominic Goodall, Alexis Sanderson, Harunaga Isaacson, Nirajan Kaflr and Diwakar Acharya, Journal of the American Oriental Society, 138(2), 409-411.

Goodall, D. (2020). Dressing for Power: On vrata, caryā, and vidyāvrata in the Early Mantramārga, and on the Structure of the Guhyasūtra of the Niśvāsatattvasaṃhitā, In: Goodall, D., Hatley, S., Isaacson, H., & Raman S. (Eds.) Śaivism and the Tantric Traditions. Essays in Honour of Alexis G.J.S. Sanderson, Leiden: Brill.

Hatley, S. (2015). Śakti in Early Tantric Śaivism: Historical observations on goddesses, cosmology, and ritual in the Niśvāsatattvasaṃhitā, In: Olesen B. (Ed.) Goddesses in Tantric Hinduism: History, Doctrine, and Practice, Routledge.

Hatley, S. (2012). “From Mātṛ to Yoginī: Continuity and Transformation in the South Asian Cults of the Mother Goddesses, En: Keun, I. (Ed.) Transformations and Transfer of Tantra in Asia and Beyond, pp. 99–129, Berlin: Walter de Gruyter.

Hatley, S. (2010). Tantric Śaivism in Early Medieval India: Recent Research and Future Directions, Religion Compass, 4/10, 615–628 pp.

Hatley, S. (2007). The Brahmayamalatantra and Early Saiva Cult of Yoginis, Doctoral Thesis, University of Pennsylvania.

Nirajan, K. (2015). The Niśvāsamukha, the introductory book of the Niśvāsatattvasaṃhitā: critical edition, with an introduction and annotated translation appended by Śivadharmasaṅgraha 5–9, Doctoral Thesis, Leiden: Leiden University.

Ramos, I. (2020). Tantra. Enlightenment to Revolution. London: Thames & Hudson.

Samuel, G. (2009). The Origins of Yoga and Tantra. Indic Religions to the Thirteenth Century. New Delhi: Cambridge University.

Sanderson, A. (Ed,) (2009). The Śaiva Age. En: Einoo, S. (Ed.). Genesis and Development of Tantrism, pp. 41–350. Institute of Oriental Culture, Tokyo: Institute of Oriental Culture, University of Tokyo.

Sanderson, A. (1988). Saivism and the Tantric Traditions, En: Sutherland, S. y Clarke, P. (Eds.), The World’s Religions, pp. 660–704. London: Routledge and Kegan Paul.

Törzsök, J. (2020). Why Are the Skull-Bearers (Kāpālikas) Called Soma? In: Goodall D., Hatley S., Issacson H, Raman, S. Śaivism and the Tantric Traditions. Essays in Honour of Alexis G.J.S. Sanderson, Leiden: Brill.

Törzsök J. (2011). Kāpālikas, In: Jacobsen KA, Basu H., Malinar A., Narayanan V. (Eds.) Brill´s Encyclopedia of Hinduism Online, Vol. III, pp, 355-361, Leiden: Brill.

Wallis, C.D. (2014). To Enter, to be entered, to merge: The role of religious experience in the traditions of Tantric Shaivism, Doctoral Thesis, Berkeley: University of California.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Mantramārga

El sistema Mantramārga o Āgama Śaiva se desarrolló en la India a partir del siglo VI e.c. y fue desde él dónde verdaderamente nació el tantra. Según Wallis (2014) podemos entender esta nueva corriente como una “domesticación” de los rituales extremos en los que derivó el culto Atimārga.

Las primeras escrituras diferenciaron cinco tipos de enseñanzas o tradiciones mantramārga que habrían sido reveladas para los seguidores śaiva por cada una de las cinco cabezas de Sadāśiva: la Siddhānta, revelada por Īśāna (la cabeza de arriba); la Vāma, revelada por Vāmadeva (la cabeza norte-izquierda); la Dakṣiṇa (que englobó a los cultos Bhairavas y su consorte), revelada por Aghora (la cabeza sur-derecha); la Gāruḍa revelada por Tatpuruṣa (la cabeza este-frontal); y la Bhūta, revelada por Sadyojāta (la cabeza oeste). En esta clasificación la tradición o enseñanza Siddhānta ocupaba la posición más elevada.

Posteriormente la tradición no-siddhānta estableció una clasificación alternativa que reducía estas cinco enseñanzas a tres: la Siddhānta, la Vāma y la Dakṣiṇa, donde cada una representaba de manera ascendente la manifestación de los tres poderes de Śiva siendo la última la que ocupaba la posición superior (Las enseñanzas Gāruḍa y Bhūta anteriores quedaron relevadas aquí a un papel secundario o inferior).

Finalmente la tradición no-siddhānta simplificó esta clasificación a dos enseñanzas: la tradición Śaiva Siddhānta y la tradición Bhairavasrota o no-siddhānta que asimiló dentro de la enseñanza Dakṣiṇa las enseñanzas Vāma cuando estas perdieron protagonismo.

La tradición Bhairavasrota se subdividió a su vez en dos importantes ramas bajo el término pīṭha: la tradición Mantrapīṭha o “asiento de los mantras” que enfatizó el culto a la deidad masculina Svacchanda Bhairava o Aghora y secundariamente a sus consortes Bhairavī y Aghorī; y la tradición Vidyāpīṭha o “asiento de vidyās” que puso en el centro de adoración a las divinidades femeninas, primero hacia las llamadas Mātṛkā o “Madres”: Brāhmī, Māheśvarī, Kaumārī, Vaiṣṇavī, Vārāhī, Aindrī, Cāmuņḍā y después a multitud yoginīs.

Si para las enseñanzas Śaiva Siddhānta las escrituras puramente śaivas eran la máxima revelación de Śiva, para los Bhairavasrota sus propias escrituras tenían el mismo nivel de importancia y defendían que habían sido reveladas por Śiva para el beneficio de la comunidad śaiva.

Wallis (2014) identificó ambas tradiciones bajo los términos: Sāmānya y Viśeṣa, o lo que es igual, la tradición tántrica ortodoxa (ajustada a los estándares brahmánicos, enclavada en la distinción de castas y la subordinación o relegación de la mujer en la práctica religiosa, protagonista en las instituciones públicas y de adoración a deidades benefactoras agradables); y la tradición tántrica no ortodoxa o revelada (conflictiva con los ideales brahmánicos, abierta a todas las personas, de culto privado e incluso secreto, devota de deidades de aspecto terrorífico, informal en su jerarquía y practicante de formas disruptivas rituales), en lo que se también define como la tradición tántrica de la “mano derecha” y de la “mano izquierda”.

EVOLUCIÓN DEL ATIMĀRGA AL MANTRAMĀRGA

La transición desde el sistema Atimārga al Mantramārga se puede dilucidar según Goodall (2020) a partir de una de las obras más antiguas del sistema Mantramārga: el Niśvāsatattvasaṃhitā, un texto compuesto por cinco libros separados (Niśvāsamukha, Mūlasūtra, Uttarasūtra, Nayasūtra y Guhyasūtra) y datado en los siglos V-VI e.c.

En este documento se presenta por primera vez a la tradición Mantramārga como una nueva “religión” en la India e incluso como una tradición con un carácter propio que la hacía incluso diferente de otras ramas del śaivismo, y lo más importante, se específica que esta nueva tradición instauró un nuevo objetivo en la práctica (además de la liberación) que distinguirá al sistema Mantramārga del Atimārga: la adquisición de poderes sobrenaturales (siddhis) para disfrutarlos en esta vida. Poderes como los que se describen en los Yogasūtra de Patañjali (siglos II-V e.c.): invisibilidad, velocidad para cubrir grandes distancias, subyugación del prójimo, bienestar material, destrucción de pueblos y ciudades y tener seres sobrenaturales como siervos.

Wallis (2014) considera que esta nueva meta surgió de manera natural en los practicantes śaiva desde el momento en que la iniciación al culto Mantramārga se abrió a toda persona que estuviese interesada en el mismo independientemente de su origen social o su género, sin requerir además del iniciado ni un cambio de vida, ni convertirse en asceta o mendicante. El interés de estos nuevos miembros por gestionar una vida cotidiana con éxito conllevó rápidamente un atractivo hacia la búsqueda de “poder mágico”, siendo este mismo contexto el que permitió que el culto Mantramārga se expandiese con fuerza por la India.

La nueva incorporación de estas personas también derivó para este investigador en una ampliación del enfoque espiritual: del formato de vida centrado en la muerte que caracterizó al asceta Atimārga cuyo fin era prepararse para abandonar su cuerpo para alcanzar la liberación, a un estilo de vida atraído por la dualidad vida-muerte que daría lugar al nacimiento del concepto tántrico de “liberación en esta vida y con este cuerpo” (De hecho, en el ritual de iniciación Mantramārga el practicante elegía si quería liberarse en esta vida o desarrollar poderes y liberarse en la siguiente).

Pero el elemento más notable que confirió la personalidad al culto Mantramārga e incluso su nombre fue el papel central que adoptó en el ritual la palabra (mantra, vidyā) como medio-vibración para alcanzar tanto la liberación con el desarrollo de esos poderes sobrenaturales.

En esta nueva corriente espiritual el mantra alcanzó su gran apoteosis final ya que las deidades pasaron a ser adoradas a partir de sus mantras. El mantra de la deidad se convirtió en su núcleo más esencial (atisūkṣma-rūpa) por encima de su maṇḍala (sūkṣma-rūpa) o su imagen icónica (sthūla-rūpa) de modo que ambos sólo adquirían su poder cuando se instalaba en ellos sus mantras. El mantra devine de la Onminiscencia y es capaz de terminar con la transmigración. El mantra es puro y está más allá del tiempo y el espacio. El mantra da lugar a los nāḍīs.

A nivel más específico en la obra: 1) se explica que Śiva y Devī son la fuente de las consonantes y las vocales del alfabeto, y por tanto, el origen de todas las lenguas y del mismo universo; 2) se cita por primera vez el uso de 81 mantras no védicos (vyomavyāpin), aunque se conservan los cinco brahmamantras heredados de la tradición Pāśupata, y diez sílabas vidyā; 3) se especifica que el mantra no se debe recitar ni muy lento ni muy rápido, con la mente sin confusión, y siempre contando su repetición y conociendo su significado y vestido de blanco; y 4) se observa que la práctica yógica y ritual empezó a generar una compleja coreografía de transformación espiritual que acompaña al mantra del uso del mudrā y la visualización (dhyāna) con el fuego (homa) como elemento central.

En la obra además se especifica que se habían asentado cuatro dimensiones de práctica para alcanzar la liberación y la adquisición de los siddhis: el rito de iniciación (dīkṣā) liderado por el gurú (en particular se citan dos ritos: el vidyādīkṣā, que cualifica para la práctica del mantra y el nirvāṇadīkṣā que garantiza la liberación); la transmisión del conocimiento (jñāna) para entender el significado los mantras y para alcanzar la liberación sólo revelado al discípulo sincero; la práctica de la meditación yóguica (yogaḥ); y la observancia ascética de determinadas conductas disruptivas unidas al recitado de mantras (caryā).

Por último, es interesante aludir también a la idea que se expone sobre la práctica de “reconocer” la correlación existente entre la persona, los elementos (tierra, agua, viento, fuego, el éter, la luna, el sol) y los ocho aspectos de Śiva: Śarva/Sarva, Bhava, Rudra, Paśupati, Īśāna, Ugra, Mahādeva y Bhīma, y cómo recitando estos nombres el adepto conseguía la “comunión” con Śiva.

Sin embargo, en el Niśvāsatattvasaṃhitā no aparecen todavía referencias al dualismo filosófico yo-Śiva que aparecerá en la literatura tántrica śaiva posterior; ni a la impureza (mala) que impide el alma realizar su omnipotencia y omnipresencia innata; ni de los seis caminos de iniciación (ṣaḍadhvan) ni a los cinco kalās o poderes que mantienen la división del cosmos; y por otro lado se mantiene la visión cosmológica de 36 reinos (tattvas) establecida por la escuela ascética Lākula, adorando mediante maṇḍalas a las deidades que ocupan los diferentes niveles cosmos.

Pero si como se ha explicado hasta aquí se pueden identificar los factores que llevaron a la elaboración del culto Bhairavasrota en el Niśvāsatattvasaṃhitā, existe un hueco textual para entender cómo se pasó desde la tradición Mantrapīṭha a la tradición Vidyāpīṭha y con ello al ascenso de la deidad femenina al núcleo del ritual śaiva.

La obra cumbre Vidyāpīṭha es para Hatley (2007) el Brahmayāmala, un documento datado en los siglos VII-VIII e.c. En ella ya aparece completamente desarrollado el culto a la deidad femenina como figura central con multitud de śaktis presidiendo la jerarquía de reinos (tattvas) que componen el Universo.

Para este investigador la transición que pudo conducir a la aparición de esta obra debe buscarse en las referencias textuales fragmentarias que nos han llegado sobre el culto vāmasrota (las enseñanzas reveladas por la cara norte de Sadāśiva, la deidad femenina Vādameda) ligado a la veneración a las cuatro hermanas y Tumburu, la literatura exorcista contenida en los bhūtatantras y el culto a las dāḳinīs. Apoyando esta visión Wallis (2014) afirma que el linaje de los principales cultosVidyāpīṭha hay que buscarlo en las enseñanzas que quedaron relegadas a un plano secundario inicialmente: las enseñanzas Vāma, Gāruḍa y Bhūta animando a investigar más en este sentido.

Antes de finalizar este apartado simplemente añadir algunas de las diferencias más importantes que separaron al sistema Mantramārga del Atimārga: 1) Si en el Atimārga la práctica se basaba en el ascetismo extremo (tapas) y el yoga, en el Mantramārga se basó principalmente en el ritual y el conocimiento con necesidad de implementos rituales, si bien también incluyó las prácticas yóguicas; 2) si en la escuela Pāśupata no existió iniciación como tal en su texto principal en el Mantramārga pasó a ser el núcleo de su filosofía; y 3) si la tradición Atimārga adoró a un número reducido de deidades, con el sistema Mantramārga se amplió exponencialmente el panteón de deidades veneradas.

Referencias Bibliográficas

Dyezkowski, M. (2006). The Doctrine of Vibration. An analysis of the doctrines and practices of Casimir Shaivism, Delhi: Motilal Banarsidas.

Flood, G.  (2018). Reviewed Work: The Niśvāsatattvasaṃhitā: The Earliest Surviving Śaiva Tantra, vol. 1: A Critical and Annotated Translation of the Mūlasūtra, Uttarasūtra and Nayasūtra by Dominic Goodall, Alexis Sanderson, Harunaga Isaacson, Nirajan Kaflr and Diwakar Acharya, Journal of the American Oriental Society, 138(2), 409-411.

Flood, G. (2008). El Hinduismo. 1ª Edición 1996. Madrid: Akal.

Goodall, D. (2020). Dressing for Power: On vrata, caryā, and vidyāvrata in the Early Mantramārga, and on the Structure of the Guhyasūtra of the Niśvāsatattvasaṃhitā, In: Goodall, D., Hatley, S., Isaacson, H., & Raman S. (Eds.) Śaivism and the Tantric Traditions. Essays in Honour of Alexis G.J.S. Sanderson, Leiden: Brill.

Hatley, S. (2015). Śakti in Early Tantric Śaivism: Historical observations on goddesses, cosmology, and ritual in the Niśvāsatattvasaṃhitā, In: Olesen B. (Ed.) Goddesses in Tantric Hinduism: History, Doctrine, and Practice, Routledge.

Hatley, S. (2012). “From Mātṛ to Yoginī: Continuity and Transformation in the South Asian Cults of the Mother Goddesses, En: Keun, I. (Ed.) Transformations and Transfer of Tantra in Asia and Beyond, pp. 99–129, Berlin: Walter de Gruyter.

Hatley, S. (2010). Tantric Śaivism in Early Medieval India: Recent Research and Future Directions, Religion Compass, 4/10, 615–628 pp.

Hatley, S. (2007). The Brahmayamalatantra and Early Saiva Cult of Yoginis, Doctoral Thesis, University of Pennsylvania.

Nirajan, K. (2015). The Niśvāsamukha, the introductory book of the Niśvāsatattvasaṃhitā: critical edition, with an introduction and annotated translation appended by Śivadharmasaṅgraha 5–9, Doctoral Thesis, Leiden: Leiden University.

Ramos, I. (2020). Tantra. Enlightenment to Revolution. London: Thames & Hudson.

Samuel, G. (2009). The Origins of Yoga and Tantra. Indic Religions to the Thirteenth Century. New Delhi: Cambridge University.

Sanderson, A. (Ed,) (2009). The Śaiva Age. En: Einoo, S. (Ed.). Genesis and Development of Tantrism, pp. 41–350. Institute of Oriental Culture, Tokyo: Institute of Oriental Culture, University of Tokyo.

Sanderson, A. (1988). Saivism and the Tantric Traditions, En: Sutherland, S. y Clarke, P. (Eds.), The World’s Religions, pp. 660–704. London: Routledge and Kegan Paul.

Wallis, C.D. (2014). To Enter, to be entered, to merge: The role of religious experience in the traditions of Tantric Shaivism, Doctoral Thesis, Berkeley: University of California.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Meridianos Maravillosos y Temperamentos

Una de las aportaciones que aporta la fisiología energética de los Meridianos Maravillosos y que debemos investigar en el ámbito de las tipologías corporales es la llamada Teoría de los Temperamentos.

Según esta teoría se puede definir el temperamento como el conjunto de características físicas y psíquicas que marcan a la persona. La teoría médica china tradicional identifica ocho temperamentos básicos en las personas que se corresponden con los ocho meridianos maravillosos y las glándulas endocrinas que los rigen (ver tabla 1). Cada uno de esos temperamentos determinaría una tipo-morfología corporal y un comportamiento propio y diferente de los demás.

La tipo-morfología actuaría como el principio rector que regiría el temperamento de la persona al determinar su estructura física, es decir, lo que no cambia, lo más fijo, su Tierra. El comportamiento sería la expresión del temperamento y lo que le otorgaría su “individualidad” a esa tipo-morfología, su Cielo.

Aunque cada persona nace con una tipo-morfología fija (un cuerpo que condiciona su temperamento), la educación, las situaciones vitales y la experiencia hacen que la persona adopte los comportamientos de otros temperamentos, siempre teñido o canalizado desde el temperamento que domina su tipo-morfología. Esto sería así porque la vida conlleva cambios que muchas veces las personas necesitan compensar “poniéndose una máscara” y porque los ocho temperamentos están ligados al sistema endocrino y todos tenemos sistema endocrino.

La relación entre el temperamento que determina la tipo-morfología y el comportamiento que asume la persona estaría en mayor o menor armonía según se establece en las relaciones entre trigramas que determinan los diagramas del Cielo Anterior (Hou Tou) y del Cielo Posterior (Lou Tou) (ver Tabla 2). Según este sistema de pensamiento esta relación es la base que conduciría también al desarrollo de las patologías que se asocian a cada temperamento.

Según la Teoría de los Temperamentos toda persona debería vivir y actuar de acuerdo con su temperamento original determinado por su tipo-morfología. La razón es sencilla: cuando la persona vive y actúa desde un temperamento distinto al que la define “desgasta” mucha energía al impulsarse desde un lugar que no “le corresponde”. Desde otra perspectiva se diría que la persona ha dejado de reconocerse a sí misma y poco a poco la vida se le va haciendo más complicada.

Conocer nuestro temperamento significa tomar conciencia de nuestras posibilidades y limitaciones de acción en la vida. Cuanto más armonioso o mejor reconocido esté nuestro temperamento más equilibrio podemos alcanzar en nuestras elecciones porque hacemos las cosas partiendo de nuestro “terreno”.

La clave está en el grado de conciencia que ponemos en nuestras elecciones de vida, en la Atención. Estar “aquí y ahora” con vigilancia, consciente a cada instante y situación de lo que se nos está solicitando. No podemos depender de la experiencia de lo vivido para afrontar las situaciones porque en realidad lo vivido sólo tiene valor en el momento en que ocurrió o se vivió, perdiendo después su valor.

Referencias Bibliográficas

Pialoux, M.X. (1999). Le Souffle du Dragon. Du symbolisme corporel à l´ontocinergéthérapie, France: Marc Pialoux.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.