Aunque no se conozca mucho, el I Ching ha jugado un importante papel dentro del desarrollo del sintoísmo japonés. De hecho, se podría decir que esta obra es uno de los libros que más ha influido en esta tradición religiosa junto al Kojiki y el Nihon Shoki.
Aunque en el Japón antiguo existieron tanto cultos animistas y templos dedicados a ello, como rituales de veneración a los ancestros familiares y las deidades locales que hoy en día se asocian al sintoísmo, lo cierto es que, esta religión, como tal, no fue reconocida como culto independiente y autóctono japonés hasta el periodo Tokugawa. Antes de esta época, las tradiciones que se ligan al sintoísmo fueron en verdad prácticas ligadas al onmyōdō, al budismo, a las creencias folklóricas autóctonas y al confucionismo.
Si nos retrotraemos a relación del proto-sintoísmo de los periodos Nara y Heian con el I Ching, esta debería rastrearse a través de la familia Kamo, uno de los linajes protagonistas en la Oficina del Yin-Yang (Onmyōryō) que tuvo como referencia a esta obra en sus funciones adivinatorias, astrológicas, médicas y militares.
Otro referente importante a analizar son las obras “Crónicas de los Tiempos Antiguos” (Kojiki, 712) o “Crónicas de Japón” (Nihon Shoki, 720) (libros de referencia en la tradición sintoísta), en dónde se pueden rastrear ideas procedentes del I Ching.
Durante el medievo japonés, diferentes académicos, como Kitabatake Chikafusa (1293-1354), lchijō Kanera (1402-1481) y Yoshida Kanetomo (1435-1511), utilizaron conceptos del I Ching para desarrollar el pensamiento sintoísta.
El primero, escribió la obra “Crónica del descenso directo de dioses y soberanos” (Jimmō Shōtōki). Una obra que, apoyándose en el I Ching y en dos comentarios al mismo, “Explicación del diagrama de la Realidad Suprema” (T’ai- chi-t’u shuo) y “Explicación General del I Ching” (I t´ung shu), intentó explicar el origen de las primeras divinidades sintoístas.
lchijō Kanera, por su lado, utilizó el I Ching para defender en su obra “Comentario sobre el Nihon Shoki” (Nihon Shoki Sanso) la unidad del sintoísmo, confucionismo y budismo, mientras que Yoshida Kanetomo, fundador de la escuela sintoísta Yoshida y persona ligada al linaje familiar Urabe (protagonistas en las prácticas exorcistas en la Oficina de Adivinación desde el periodo Heian), se sirvió del I Ching para explicar qué significa el concepto de dioses y revelar qué hubo antes de la creación del Universo. Yoshida escribió además la obra “Rituales de adivinación con el I Ching” (Shūeki Zeigi)
El cenit de la influencia del I Ching sobre el sintoísmo tuvo lugar en el periodo Tokugawa (1603-1868). En la primera parte de este periodo, los académicos neo-confucionistas se apoyaron en el sintoísmo para restar poder al budismo, y los monjes sintoístas se acercaron al neo-confucionismo para enriquecer sus ideas. Ambos actores encontraron en el I Ching un recurso clave en sus objetivos.
Hayashi Razan (1583-1657) fue uno de los primeros académicos que utilizó el hexagrama Kuan (la contemplación) del I Ching, para justificar la unidad entre el confucionismo y el sintoísmo. Para él, el sintoísmo estaba contenido dentro del confucionismo porque sus preceptos seguían las enseñanzas del I Ching, y este era uno de los cinco textos clásicos del confucionismo.
Este académico, entre otras cosas, también: defendió que el I Ching y el Nihon Shoki eran dos libros clave que ayudaban a desvelar los misterios del sintoísmo; identificó a las deidades sintoístas Kuni-tototachi-no-mikoto, Izanagi e Izanami con el t’ai chi (el principio supremo), el yin y el yang, el Cielo y la Tierra respectivamente; y comparó a las cinco deidades principales del sintoísmo con los 5 Agentes (wu-hsing).
Yamazaki Ansai (1618-1682), académico neo-confucionista y fundador de la escuela sintoísta Suika, siguió este mismo discurso y llegó a afirmar que el Nihon Shoki era el I Ching japonés.
Además, este personaje apoyándose en las ideas de Ranzan: afirmó que la genealogía de los dioses sintoístas era paralela al I Ching (primero surgieron los dioses del Cielo y la Tierra, luego los dioses de los cinco elementos agua, fuego, tierra, metal y madera, después los dioses del yin y del yang, etc.); determinó que el objetivo del confucionismo y el sintoísmo era cultivar el carácter moral de la persona y que la purificación del cuerpo era el camino de la ética sintoísta; y defendió que el sintoísmo era una religión superior al resto de creencias.
Kumazawa Banzan (1619-1691), desarrolló la noción del shinto “del Cielo y la Tierra” (Tenchi no Shintō) afín al I Ching del Cielo y la Tierra, y asoció ambas dimensiones con las virtudes de la justicia y la benevolencia. Además, comparó los tres tesoros sintoístas (espejo, espada y joya) con las tres líneas que forman los trigramas y destacó la importancia del número 8 en ambas tradiciones.
Yamaga Sōkō (1622-1685), se mostró contrario como Banzan, a la forma en que se estaba desarrollando el sintoísmo en su época, sobre todo por que seguía albergando prácticas mágicas y chamánicas, pero adoptó una posición más neutral al afirmar que el sintoísmo era una fórmula más en el camino de los sabios que podía encontrarse en cualquier nación.
Por último, Ogyū Sorai (1666-1728), siguió este mismo discurso y sugirió además que debía utilizarse el I Ching como referente para hacer política.
Si nos trasladamos al contexto de los monjes sintoístas, los personajes que más destacaron en esta época, por su interés hacia el I Ching, fueron Watarai Nobuyoshi (1615-1690) y Kikkawa Koretari (1616-1694).
Si en estas personas se pueden identificar la mayor parte de las ideas expuestas por los académicos neo-confucionistas, también es verdad que adoptaron posiciones particulares.
Watarai Nobuyoshi, fundador de la escuela Nuevo Sintoísmo Ise, defendió que el sintoísmo no procedía del I Ching aunque se pudiesen encontrar muchas referencias de esta obra en el Nihon Shoki. La evidencia para él estaba en que el sintoísmo había existido en Japón antes de que llegase el confucionismo.
En cuanto a Kikkawa Koretari, fundador de la escuela sintoísta Yoshida, defendió que todos los rituales de exorcismo, rezos y la virtud de la sinceridad (makoto) eran parte esencial del sintoísmo y no algo a eliminar.
Durante la mitad del periodo Tokugawa se produjo un distanciamiento entre los académicos neo-confucionistas y los monjes sintoístas. En verdad, desde la etapa anterior, no todos los académicos y monjes sintoístas estaban de acuerdo con la unidad de ambas tradiciones, y en este periodo, se escucharon sus voces.
Entre los académicos que lideraron esta crítica estuvo Muro Kyūsō (1658-1734). Este pensador desmintió algunas de las interpretaciones que se habían dado en la etapa anterior para justificar en los hexagramas del I Ching la doctrina sintoísta, además de puntualizar que en los textos sintoístas se trata poco la ética y más el misterio, y que el confucionismo tenía una dimensión universal y centrada en la política, mientras que el sintoísmo era algo local y religioso.
Otro intelectual que compartió esta visión fue Dazai Shundai (1680-1747). Aunque entendía la utilidad del sintoísmo como creencia, su visión era que los sabios no creían en él (Confucio nunca habló de los dioses), sino que fue una simple herramienta para educar a las personas primitivas.
En la última etapa de este periodo, el sintoísmo estuvo marcado por un discurso nacionalista elaborado desde las escuelas sintoístas Unden y Mito y la Escuela de Estudios Nacionales (Kokugaku), en el que se llegó a afirmar que el I Ching era en verdad un texto sintoísta y tenía un origen japonés.
Jiun Sonja (1718-1804), el fundador de la escuela Unden, era un monje de la tradición budista shingon que intentó fusionar el sintoísmo con las ideas budistas y confucionistas. Para este monje, el Shinto estaba en las raíces de la creación del I Ching porque Fu Shi, el creador de los hexagramas, los había descubierto, según la mitología, en un diagrama inspirado en el espejo, y el contenido del I Ching había surgido de un sistema adivinatorio existente en Japón en los tiempos de Izanami e Izanagi.
Respecto a la Escuela de los Estudios Nacionales, personajes como Mootori Norinaga (1730-1801) estuvieron alejados del I Ching. De hecho, para este pensador, el I Ching fue una creación china para engañar a la gente. Fue después, Hirata Atsutane (1776-1843) el que propagó el discurso nacionalista respecto al I Ching.
Hirata defendió que el I Ching había sido la creación de una deidad japonesa, y que después, fue modificado por Huang Di y Shen Nong, de los que afirmó que tenía un origen japonés. Además, criticó al rey Wen por modificar el orden de los hexagramas y al duque de Zhou, Confucio y sus discípulos, por distorsionado y convertirlo en un texto confucionista. Este monje también reordenó los hexagramas para decir que esa era la verdadera secuencia del antiguo I Ching.
Okuni Takamasa (1791-1871), alumno de Hirata, añadió más argumentos sobre los orígenes japoneses del I Ching, y dijo que sus hexagramas habían surgido de una lengua japonesa primigenia (shindai moji) que, en verdad, era el origen de todas las lenguas, y que la Teoría de los cinco agentes (wu-hsing) se podía rastrear en antiguos textos japoneses.
Aizawa Seishisai (1781-1863) de la escuela sintoísta Mito, criticó la postura de Mootori Norinaga y Hirata Atsutane y popularizó los orígenes japoneses del I Ching con su participación en la vida pública.
Para finalizar, simplemente añadir que, a finales de periodo Tokugawa, muchas de las “nuevas religiones” japonesas afiliadas al sintoísmo introdujeron el I Ching como oráculo en sus rituales.
Referencias Bibliográficas
Kuroda, T. (1981). Shinto in the History of Japanese Religion, Journal of Japanese Studies, 7, 1-21.
Wai-Ming, NG. (1998). The I Ching in Shinto Thought of Tokugawa Japan, Philosophy East & West, 48(4), 568-591.
Wai-Ming N. (1998). The History of I Ching in Medieval Japan, Journal of Asian History, 31(1), 25-46. Wai-Ming, NG. (1996). The Hollyhock and the Hexagrams The I Ching in Tokugawa Thought and Culture, Doctoral Thesis, Department of East Asian Studies, USA: Princeton University.
About Pedro Jesús Jiménez Martín
Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.