Cristianismo en el Japón Azuchi-Momoyama

El periodo Azuchi-Momoyama corresponde al periodo de reunificación nacional que se estableció en Japón bajo las figuras de Oda Nobunaga (1534-1582) y Toyotomi Hideyoshi (1537-1598), y representa el comienzo de una nueva fase en la evangelización de Japón bajo el liderazgo de los jesuitas Francisco Cabral (1529-1609), Gaspar Coelho (1529-1590) y Alexandro Valignano (1539-1606).

En el año 1568 el guerrero Oda Nobunaga dio un primer paso esencial para la reunificación del país al entrar en la capital (Kioto) y elevar en el poder al shogun Ashikaga Yoshikai (1537-1597). Sin embargo, la estabilidad nacional no llegó hasta 1573 cuando Nobunaga pudo poner fin a las facciones guerreras de los monjes budistas ligadas a las sectas Tendai, Ikko y Negoro y las de los daimios de otras regiones; expulsó a Yoshikai del poder; y se proclamó el mismo shogun.

Nobunaga desarrolló una relación amistosa con los cristianos movido por el interés hacia las armas (hay que recordar que venció al clan Takeda en la batalla de Nagashino en 1575 gracias a los arcabuces portugueses) y la necesidad de control de las sectas budistas con las que estaba en conflicto. Los misioneros jesuitas por su parte siempre tuvieron la esperanza de que Nobunaga y su familia se harían cristianos e identificaron su lucha política contra el budismo como una señal de apoyo a la verdad del cristianismo.

Tras la muerte de Nobunaga en 1582 debido a la traición de su vasallo Akechi Mitsushide (1528-1582), la unidad nacional fue continuada por Toyotomi Hideyoshi. La postura de este nuevo shogun hacia el cristianismo se puede definir como ambivalente ya que pasó del apoyo a la persecución y el martirio de los misioneros. La razón hay que ubicarla en la sospecha que tuvo este shogun de que los misioneros eran en verdad una “quinta columna” que utilizaba el rey de España para preparar la conquista del país.

Podemos afirmar que el cristianismo en esta época estuvo principalmente impulsado por una clase samurai condicionada por la incertidumbre política de la época y sobre todo resaltar que el proceso de evangelización de Japón estuvo promovido por tan sólo 143 jesuitas, 14 franciscanos, 9 dominicos y 4 agustinos.

LUIS FROIS, FRANCISCO CABRAL Y GASPAR COELHO

El primer monje cristiano que consiguió audiencia con el guerrero Oda Nobunaga fue Luis Frois (1532-1597). La entrevista fue tan bien que este no sólo consiguió la protección del cristianismo, también la posibilidad de permanecer en su residencia personal en Gifu donde escribió algunos libros.

Luis Frois nació en Lisboa y en su juventud había trabajado en la corte portuguesa como notario. Con 16 años ingresó en la Compañía de Jesús y fue el encargado de custodiar las cartas enviadas desde los países del este asiático. En 1563 partió para Japón vía Yokoseura y en 1564 se dirigió junto a Luis de Almeida (1525-1583) a Kioto para unirse a Gaspar Vilela (1526-1572).

Tras un viaje accidentado (en el que incluso vivió un incendio en Osaka que arrasó su castillo, su templo principal y 900 casas), nada más llegar a la capital acompañó a Gaspar Vilela a la audiencia con el shogun Ashikaga Yoshiteru en la visita de Año Nuevo. Ese mismo año Frois se quedó sólo en Kioto porque Vilela tuvo que partir a otras tierras para ampliar la evangelización.

Lo que parecía que empezaba con buen rumbo en la capital cambió al año siguiente tras la muerte repentina del shogun y los enfrentamientos armados que asolaron Kioto. Frois tuvo que huir a Osaka y permaneció allí cuatro años antes de poder regresar a la capital. Su regreso fue posible gracias a que Nobunaga logró entrar en Kioto para imponer a Ashikaga Yoshikai como nuevo shogun en 1568, pero sobre todo, porque nombró a Wada Koremasa (1536-1571) como nuevo gobernador de la ciudad.

Koremasa era un conocido de los misioneros gracias a que unos de sus más fieles vasallos (Takayama Darío) era cristiano. Este gobernador actuó como contacto para conseguir que Luis Frois fuese el primer misionero en disponer de una audiencia con Nobunaga en 1569.

Si en su primer encuentro Nobunaga no le dedicó mucha atención, en el segundo estuvo hablando con Frois más de dos horas y se estableció un lazo de amistad que favoreció que el propio Nobunaga le invitase a un tour para enseñarle sus castillos y residencias. Frois llegaría a estar 10 años en Kioto.

Aunque el cristianismo había conseguido así el apoyo del shogun, lo cierto es que los monjes budistas siguieron luchando y confabulando por expulsar a los misioneros de la capital. La suerte con la que se encontró el cristianismo fue que entre los planes de Nobunaga estaba acabar con el poder del clero budista y el cristianismo y el comercio de las armas con los portugueses eran para él una pieza clave.

Los problemas de salud de Luis Frois y los planes de reorganización de la misión jesuita de Francisco Cabral (como nuevo líder del proyecto evangelizador de Japón tras la muerte de Cosme de Torres en 1570), pronto condujeron a que el padre Organtino Soldo Gnecchi (1533-1609) asumiese el liderazgo de la misión en Kioto en 1570. Frois fue enviado a expandir el evangelio a la isla de Kyūshū, y solo, en 1581, tras la llegada de Alexandro Valignano, pudo volver a visitar Kioto para hacer de intérprete entre Valignano y Nobunaga.

En 1590 Frois se trasladó finalmente a Nagasaki donde vivió hasta su muerte en 1597. Allí fue testigo de la muerte de los 26 mártires crucificados por orden de Hideyoshi.

En cuanto a Organtino añadir que llegó a Japón en 1570 junto a Francisco Cabral, dejando su puesto de director del St. Paul´s College en Goa. Organtino fue una pieza clave en la fundación de la primera iglesia en la capital en 1574 igual que asumió la figura de Rector del seminario cristiano que creó Nobunaga en Azuchi en 1580 para la formación de jóvenes de la nobleza japonesa.

En 1583, tras la muerte de Nobunaga, Hideyoshi le pidió crear una iglesia en Osaka dónde bautizó a numerosos daimios y estableció con él un lazo de amistad que continuó incluso después del edicto de prohibición del cristianismo en 1587. Organtino hizo de intérprete en las audiencias de Valignano con Nobunaga en 1581 y de Cabral con Hideyoshi en 1586.

Francisco Cabral nació en Lisboa y viajo a la India inicialmente como soldado. Sin embargo, en 1554, decidió entrar en la Compañía de Jesús donde llegó a ganar la posición de catedrático de teología en Goa. Allí mostró desde un primer momento una gran intolerancia religiosa al prohibir la exhibición de deidades locales, arrestar a brahmanes y ordenar que los huérfanos fuesen convertidos cristianos.

En 1570 Cabral partió hacia Japón con el padre Organtino para sustituir a Cosme de Torres en la dirección de la evangelización jesuita de Japón. Parece ser que en ese viaje mantuvo una acalorada discusión con Organtino que hizo que este llegase a escribir a Europa rogando que no se pusiera a Cabral al mando de la misión jesuita en Japón.

La política de Cabral se manifestó nada más llegar a Kyūshū. Organizó un encuentro con todos los jesuitas para explicar cuáles eran sus nuevos planes de evangelización en Japón, en una visión totalmente contraria a lo que se había venido realizado hasta el momento: 1) se prohibía a los jesuitas vestirse con ropa japonesa y adoptar sus costumbres y hábitos; 2) se prohibía el desarrollo de negocios e intercambio comercial (los jesuitas se habían introducido como intermediarios en la venta de hilo de seda en Nagasaki ganando con ello mucho dinero); y 3) se cerraba la formación de sacerdotes japoneses bajo la excusa de que podrían llegar a despreciar a los europeos.

Cabral incluso creó un colegio para acoger temporalmente a aquellos jesuitas que se habían “mal acostumbrado” en el proceso de evangelización con el fin de devolverles a la disciplina religiosa. Además, y a diferencia de Francisco Xavier, definió al pueblo japonés como egoísta, avaricioso e hipócrita y como el peor pueblo descubierto hasta entonces.

Alexandro Valignano y Organtino pronto se convirtieron en sus opositores y en la defensa de volver a la estrategia evangelizadora utilizada hasta el momento de adoptar los modos y costumbres de la sociedad japonesa.

En 1576, Cabral pidió regresar a Europa si bien esto no se hizo efectivo hasta 1581, fecha en que Gaspar Coelho pasó a tomar el mando de la congregación jesuita. Si en los 10 años que duró la estancia de Cabral en Japón creció el número de convertidos, llegando a cifrarse en unos 150.000 fieles, lo cierto es que estos responden a “conversiones forzosas” que se realizaron cuando se lograba bautizar al daimio de un territorio.

ALEXANDRO VALIGNANO

Alexandro Valignano representa, junto a Francisco Xavier, una de las figuras más emblemáticas en el impulso de la misión cristiana en Japón. Valignano nació en Chieti (Nápoles) en 1539, estudió derecho en la Universidad de Padua y con 26 años entró en la Compañía de Jesús y cursó filosofía en la Universidad de Roma. En 1573 fue nombrado padre visitador del distrito de Goa que abarcaba desde la India a Japón.

Valignano visitó Japón en tres ocasiones: 1579-1582, 1590-1592 y 1598-1603.  Parece ser que lo primero que sorprendió a Valignano tras su llegada en la Nao de Trato al puerto de Arima, fue la falta de correspondencia existente entre la situación de la evangelización que encontró en Japón y lo que había leído en las cartas que se enviaban a la India y Europa, por lo que llegó a insistir en la necesidad de no ser tan optimistas y contar la verdad.

La primera visita de Valignano se enfocó en organizar la misión de Japón y unificar la estrategia evangelizadora (en estas fechas ya había 130.000 japoneses cristianos en el archipiélago y más de 200 iglesias).

En 1580 reordenó la iglesia jesuita estableciendo una estructura de tres parroquias: Kioto, Bungo y Shimo, y consiguió el apoyo de los daimios de esas tierras y del shogun para que cada una de ellas pudiese disponer de un colegio, un seminario y un noviciado. También implantó las normas de funcionamiento que debían regir cada una de estas instituciones.

Además, celebró en Bungo lo que se conoció como la “consulta de Usuki”, es decir, un encuentro con los jesuitas para unificar la política a seguir en la evangelización de Japón, que básicamente retomó la filosofía de Francisco Xavier de los primeros tiempos:

– Disculpar una especie de “iglesia primitiva” adaptada a la idiosincrasia japonesa, permitiendo adoptar términos japoneses para explicar el cristianismo, las costumbres locales y valorar los buenos ejemplos de las prácticas religiosas del país (como respetar a los bonzos zen como modelo de buen comportamiento).

Potenciar un clero nativo y movilizar una campaña para que los hijos de los daimios asistiesen a los colegios y seminarios de formación cristiana. En ellos, además de recibir formación en música, pintura, astronomía, latín, portugués, filosofía y teología, también se impartía cultura y literatura japonesa.

Valignano consideró que la iglesia en Japón debía quedar en manos de sacerdotes y posibles obispos autóctonos debido a la falta de presupuesto para poder llevar más personal europeo al país. Esta propuesta rápidamente se convirtió en motivo de críticas siendo el principal argumento de sus detractores la ignorancia que tenían los japoneses sobre cómo era el mundo cristiano fuera de Japón. Para superar este obstáculo Valignano decidió que los seminaristas fuesen a Macao durante un tiempo como parte de su formación (al final sólo dieciocho japoneses pasaron por él).

En 1580 Valignano también aceptó que Omura Sumitada cediese la ciudad de Nagasaki y las tierras de Mogi a los cristianos para ser administrada por la Compañía de Jesús. Cuatro años más tarde Arima Harunobu también cedería las tierras de Urakami.

Valignano justificó la aceptación de Nagasaki aludiendo a que serviría de: refugio para los cristianos expulsados de otras regiones; zona de asilo y haciendas para la Compañía; base para desarrollar los acuerdos comerciales que mantenían económicamente a la Compañía; y villa para el fututo obispo de Japón.

Un último detalle importante de esta primera estancia fue la organización del envío de la primera delegación japonesa a Roma en 1582 en lo que se conoce como la delegación Tenshō, que explicaremos en otro apartado más adelante.

La segunda visita de Valignano se enfocó en intentar convencer a Toyotomi Hideyoshi de que retirase la prohibición del cristianismo en Japón y el despliegue de una estrategia de divulgación del cristianismo masivo a través de la imprenta.

Valignano volvió a Japón en 1590 bajo la figura de embajador del Virrey de las Indias para poder negociar con Hideyoshi la anulación del edicto de expulsión del cristianismo. Su estrategia fue aprovechar el regreso, después de 8 años, de la delegación Tenshō y mostrar a través de las palabras de sus embajadores las grandezas de Europa y la religión cristiana.

La audiencia tuvo lugar en 1591, pero sólo sirvió para convencer temporalmente a Hideyoshi de que no aplicase estrictamente el decreto y permitiese que los jesuitas siguiesen en Japón de forma oculta.

Por otro lado, y de cara a propagar de manera más rápida la palabra cristiana en el país nipón, introdujo la imprenta de la mano de Constantino Dorado. Dorado fue enviado en su momento como acompañante de la expedición Tenshō con el objetivo de formarse en el funcionamiento y el uso de la imprenta en Lisboa.

La tercera y última visita de Valignano, ocurrió en la transición del gobierno entre Toyotomi Hideyoshi y Tokugawa Ieyasu y se centró en impedir sin éxito la entrada de las nuevas órdenes religiosas españolas en Japón.

Valignano, se apresuró en escribir una carta de queja a Roma tras la entrada de la primera embajada oficial española liderada por franciscanos en 1593. En ella advertía que la presencia de otras órdenes no podía hacer otra cosa más que confundir a los japoneses al hacerles creer que había distintas sectas y por tanto, dando a entender que la enseñanza cristiana no era uniforme, so pena de que pedir limosna estaba mal visto y que la mejor estrategia en su opinión en ese momento era establecer una iglesia nativa en vez de hacer llegar a más extranjeros.

Para algunos historiadores los errores de Valignano fueron: 1) querer seguir manteniendo el monopolio jesuita de la iglesia en Japón en vez de buscar una estrategia coordinada; 2) mantener una postura elitista de admitir en la Compañía de Jesús sólo a los hijos de la nobleza japonesa; 3) no luchar contra la trata de esclavos japoneses por parte de los comerciantes portugueses; e 4) introducir a los jesuitas en el comercio de la seda a través de Macao para recibir ayuda económica.

DELEGACIÓN TENSHŌ

En 1582 los daimios cristianos de las regiones de Arima, Omura y Bungo animados por Alexandro Valignano decidieron enviar una embajada a Europa para entablar relaciones diplomáticas y comerciales con Felipe II (1527-1598) Rey de España y Portugal y el Papa Gregorio XIII. Una embajada que representó la primera delegación japonesa en visitar Europa (habrá que esperar al año 1613 para ver el envío de una segunda expedición a Roma y España con 150 japoneses).

Los representantes elegidos fueron cuatro jóvenes nativos que se habían formado durante un año en el seminario de la iglesia de Arima: Sukemasu Itō  o Mancio Itō (1569-1612), el delegado principal de la embajada que representaba los intereses del daimio Ōtomo Yoshishige, señor de Bungo; Chijiwa Norikazu Seizaemon o Miguel Chijiwa (1569-1633), representante de los intereses de los daimios Arima Haronobu, señor de Arima, y Ōmura Sumitada, señor de Ōmura; y los acompañantes Julián Nakaura (1568-1633) y Martino Hara (1569-1629).

Como sólo tenían 15 años (porque Valignano consideró que era mejor enviar personas jóvenes para aguantar mejor las exigencias del viaje), se resolvió que fuesen acompañados por el fraile Jorge de Loyola, el portugués Diogo de Mesquita y dos sirvientes japoneses.

Aunque Valignano también quiso ir con la delegación, al llegar a la India le ordenaron quedarse allí.  Su figura fue entonces sustituida por el padre Nuño Rodrigues al que le encargó que los jóvenes no tuviesen contacto con el protestantismo y se alojasen sólo en las mejores casas jesuitas para evitar malas influencias.

Valignano vio en este viaje la oportunidad para reforzar la imagen jesuita en Europa al poder mostrar de primera mano lo que durante tiempo habían descrito sobre la evangelización en Japón: nativos japoneses de origen noble y buenos modales convertidos al cristianismo, capaces de hablar en latín y portugués y tocar el órgano y cantar música sacra. Al mismo tiempo podía mostrar a la nobleza japonesas a través de estos embajadores las riquezas y el esplendor de los reyes y la grandeza del cristianismo en Europa, ya que sólo habían conocido a los misioneros desde la pobreza.

La embajada llegó a Lisboa en 1584 y pronto se dirigió hacia España. Aquí estuvieron en Villaviciosa para conocer al Duque de Braganza y doña Catalina prima de Felipe II (a estos le regalaron un vestido y una espada japonesa). Después continuaron hacia nuestra Señora de Guadalupe, Talavera y Toledo donde tuvieron que hacer un alto por las altas fiebres que contrajo Nakaura Julián. Finalmente pudieron tener audiencia con Felipe II en Madrid. De allí continuaron por Alcalá de Henares, Murcia, Orihuela, Elche y Alicante donde cogieron un barco rumbo a Italia para ser recibidos por el papa Gregorio XIII en 1585.

Poco después del encuentro el papa falleció recogiendo el liderazgo de la iglesia el papa Sixto V que también recibió a la audiencia japonesa (allí se le pidió al célebre pintor Tintoretto (1518-1594) que hiciese un retrato de los cuatro jóvenes, pero por falta de tiempo sólo pudo terminar el de Mancio).

Pocos meses después de la entrevista emprendieron el camino de regreso a Japón pasando otra vez por España (Barcelona, Zaragoza, Daroca, Alcalá y Oropesa) para llegar finalmente a Lisboa de donde partieron hacia la India en 1586 para llegar a su destino en 1587, justo cuando Toyotomi Hideyoshi había ordenado la expulsión de los misioneros de Japón.

Alexandro Valignano aprovechando este hecho decidió que era un buen momento para pedir una audiencia a Hideyoshi y convencerle de que retirase el orden de expulsión de los cristianos. Esta audiencia no tuvo lugar hasta 1591 y Valigano contó como intérprete de la ayuda de Joao Rodrigues (1561-1632), otro jesuita que desde ese momento sería el intérprete oficial para entrevistarse con Hideyoshi y después con Tokugawa Ieyasu.

Ante la falta de éxito de la empresa, los cuatro jóvenes de la delegación Tenshō después de volver a Kyūshū para mostrar sus respetos a los daimios cristianos que habían sufragado la expedición, ingresaron en el seminario de Amakua y luego en la Compañía de Jesús. Con el tiempo Itō Manso y Nakaura Julián fueron enviados a Macao, si bien finalmente terminaron por regresar a Japón. El primero evangelizó en Kyūshū y murió en 1612 en Nagasaki, y el segundo aunque también predicó el cristianismo fue detenido en 1632 y en 1633 martirizado en Nishizaka, Nagasaki. Por otro lado, Hara Martino evangelizó en Japón pero en 1614 fue desterrado del país para terminar sus días en Macao y Chichiwa Miguel, renunció al cristianismo en 1601.

NUEVAS ÓRDENES MISIONERAS EN JAPÓN

Durante el mandato de Toyotomi Hideyoshi se iniciaron las relaciones oficiales entre Japón y la corona española a través de Manila y gracias a ello, se abrió la puerta a la de entrada de nuevas órdenes cristianas (franciscanos, dominicos y agustinos) en el país, rompiéndose el monopolio que habían disfrutado los jesuitas. A España le interesaba de Japón entre otras cosas su plata, sus minerales, sus armas (katanas) y sus textiles.

Todo comenzó en 1584 con el naufragio de un barco que se dirigía a Macao en el puerto de Hirado y que transportaba a los franciscanos Antonio Cayado y Juan Pobre de Sanlúcar y los agustinos Francisco Manrique y Pablo Rodríguez. Aunque todavía no estaba permitida la estancia de estas órdenes en tierras niponas, aprovechando que ya habían llegado hasta allí decidieron quedarse a evangelizar más de dos meses.

La persona que les amparó fue Matsura Shigenobu (1549-1614), hijo de Matsura Takanobu, el daimio que acogió inicialmente a Francisco de Xabier cuando llegaron los jesuitas por primera vez al país pero que después expulsó de sus tierras. Parece ser que la razón estuvo en que en 1580, con la cesión perpetua de la ciudad de Nagasaki a los jesuitas, el puerto de Hirado perdió todo el protagonismo del comercio portugués, siendo estos nuevos frailes la oportunidad para volver a hacerse con un nuevo comercio.

En 1587, y tras la reciente unión de la corona de Portugal y España en la figura de Felipe II, el franciscano español Martín Ignacio de Loyola y el agustino español Francisco Manrique que ya estaba en Japón, solicitaron al rey que sus órdenes tuviesen permiso para poder entrar oficialmente en Japón. Al año siguiente se vuelve a solicitar, y ese año, desoyendo la orden pontificia que vetaba esta solicitud, empezaron a enviarse monjes mendicantes a Japón.

Sin embargo, el motor que estableció formalmente la entrada de las nuevas órdenes religiosas a Japón hay que ubicarlo más tarde, en 1592, tras la llegada a Filipinas de una embajada de Hideyoshi liderada por Harada Magoshichirō en la que se exigía a la isla que debía rendir pleitesía y vasallaje al shogun o que en caso contrario sería conquistada (las acciones ambiciosas de Hideyoshi contra Corea fácilmente hicieron creer a los gobernantes de Filipinas que la cosa podía ir muy en serio).

Para dar respuesta a la demanda de Hideyoshi, se decidió organizar en Manila un consejo religioso en el que estuvieron presentes el obispo de Filipinas y Malaca. El problema al que se enfrentaban era cómo enviar una embajada con monjes franciscanos o agustinos a Japón sin contravenir la Bula dictada por el papa Gregorio XIII en 1585 del monopolio jesuita.

La solución se encontró en: 1) el vacío interpretativo que había dejado un breve apostólico dictado por el papa Sixto V (1521-1590), 2) la justificación de que los jesuitas estaban dando problemas en Japón y por eso la actitud negativa mostrada por Hideyoshi con el edicto de prohibición del cristianismo en 1587, y 3) la excusa de que estos religiosos irían sólo como embajadores.

La primera embajada que se envió estuvo liderada por el franciscano Juan Cobo y fue acogida por Hideyoshi en la ciudad de Nagoya donde estaba preparando la campaña contra Corea. Lo que pasó en aquella audiencia no se sabe porque su barco naufragó en el regreso a Filipinas en 1592 frente a las costas de Taiwán.

La segunda embajada fue liderada por la figura del franciscano español Pedro Bautista y tuvo audiencia con Hideyoshi en 1593. En ella se transmitió al shogun que Manila ofrecía su amistad pero que sólo podía reconocer la autoridad de Felipe II y la de Dios, pero que en señal de simpatía, se ofrecía él junto a sus tres compañeros franciscanos a permanecer en Japón como rehenes de buena voluntad. En verdad, esta era la estrategia de Pedro Bautista desde un principio: asentarse en Japón para abrir la puerta a que las órdenes misioneras españolas pudiesen empezar a echar raíces en Japón.

Hay que resaltar que Hideyoshi aceptó la propuesta y que incluso concedió a los franciscanos un terreno en Kioto donde pudieron construir una iglesia, un convento, un hospicio y un hospital para leprosos. La razón se explica en que Hideyoshi consideró que el comercio con los españoles era una buena oportunidad para establecer una competencia de precios con los portugueses y ahorrar así dinero en su campaña contra Corea.

Sin embargo, Hideyoshi solicitó también que se le enviase una embajada desde Castilla acompañada de alguien importante para mostrar los respetos. Parece ser que en la carta que envió el gobernador de Manila a Madrid para hacer esta petición, también se expresó el miedo que había a una posible invasión japonesa y se solicitó que se enviasen más barcos y hombres para su protección.

Con el fin de ganar tiempo, se envió desde Filipinas en 1594 otra embajada dirigida por el franciscano Jerónimo de Jesús junto a otros tres franciscanos que portaba una carta para informar a Hideyoshi que había sido sustituido al gobernador de Manila y que se había pedido la embajada a Castilla.

La tensión entre franciscanos y jesuitas no paró de crecer desde el mismo comienzo de la llegada de las nuevas órdenes religiosas. Los franciscanos por ver como los jesuitas había desarrollado una evangelizaban de arriba-abajo en la sociedad japonesa en lo que hacía parecer que habían dejado de lado a los pobres; y en los jesuitas, por la indignación ante falta de discreción mostrada por los franciscanos en su evangelización después de que Hideyoshi hubiese prohibido el cristianismo en su nación.

Después de esta embajada de Manila transcurrieron dos años de tranquilidad sin comunicación diplomática entre Hideyoshi y Filipinas. La tragedia llego en 1597 tras la llegada del galeón español San Felipe. Ese año y como se explicará después tuvo lugar la trágica crucifixión de 26 mártires en Nagasaki (6 franciscanos, 17 cristianos laicos japoneses y 3 jesuitas japoneses). Si no hubiese sido porque Hideyoshi falleció al año siguiente no se sabe cuál habría sido el futuro del cristianismo en el archipiélago.

PROHIBICIÓN Y PERSECUCIÓN DEL CRISTIANISMO EN JAPÓN

¿Por qué se prohibió y persiguió el cristianismo en Japón con Hideyoshi después de haber conseguido tantos conversos cristianos y el apoyo de importantes daimios locales e incluso buenas relaciones con los emperadores y el shogun Oda Nobunaga?

En un principio, Hideyoshi se sintió cercano a los cristianos gracias a que habían colaborado en advertir al daimio Takayama Ukon de no unir sus fuerzas al traidor Akechi, y con ello, ganar tiempo para que Hideyoshi pudiese llegar para vencerle y reunificar el país. Además en estos primeros años, los misioneros estuvieron muy ilusionados con el nuevo shogun porque este había expresado a Gaspar Coelho en 1586 que en sus planes de conquista de China también estaba convertir a este país al cristianismo.

Sin embargo, en el año 1587 Hideyoshi mostró un cambio radical en su discurso al lanzar un edicto de prohibición y persecución del cristianismo, confiscar la ciudad de Nagasaki y todas las tierras cedidas a los cristianos, forzar el destierro de Takayama Ukon por definirse como vasallo de Dios y no del shogun y promulgar que Japón era la tierra de los Kami.

Aunque se han ofrecido distintas razones para explicar este cambio de postura, lo cierto es que quizás todo pudo ser fruto de un conjunto de factores temporales. Sin embargo, para los jesuitas Valignano y Organtino, las fuentes del problema estuvieron en la actitud belicosa de Gaspar Coelho y su tendencia a unir religión con política.

Parece ser que en la audiencia que organizó Hideyoshi con Coelho en 1586 y en la que Organtino actuó como intérprete, este le ofreció la posibilidad de ayudarle en su lucha contra Corea proporcionarle barcos portugueses, e incluso se ofreció como intermediario para pactar con los daimios de Kyūshū y facilitar la conquista de este territorio con el objeto de establecer una base desde la que lanzar una ofensiva contra China.

Durante la campaña de conquista sobre Kyūshū que lanzó Hideyoshi, el shogun pudo comprobar de primera mano el gran poder de influencia alcanzado por el cristianismo sobre los señores de estas tierras: muchos de estos daimios no sólo se habían convertido al cristianismo, también habían cedido territorios a los misioneros (como Nagasaki); habían emprendido una política de quema de templos budistas y santuarios sintoísta; e incluso habían obligado a convertirse masivamente a la población. Todo movido por el interés hacia el comercio y las armas portuguesas.

En 1587, el año del edicto de prohibición, en otra audiencia que mantuvo Hideyoshi con Coelho en Hataka, el jesuita y nuevo líder de la misión evangelizadora en Japón, se presentó ante él a bordo de una fusta de guerra (un barco ligero propulsado a remo y vela) cargada de artillería. Aunque algunos daimios cristianos, incluido Takayama Ukon, le aconsejaron regalar ese barco al shogun para evitar que esa acción fuese interpretada como una exhibición de fuerza por parte del misionero, este no lo hizo.

Además, dio la casualidad de que en esas mismas fechas había llegado al puerto de Hirado la Nao do Trato, una embarcación intimidante de grandes dimensiones y que Hideyoshi quiso conocer, pero finalmente no fue posible porque como bien le informó el propio capitán de la Nao, el portugués Domingos Monteiro (?-1591), la falta de profundidad impedía el atraque.

La suma de todos estos hechos (y seguro que otros también), terminaron por confirmar las sospechas de Hideyoshi sobre el peligro potencial que representaban los misioneros y quizás por eso, ese mismo día, decidió enviar un mensaje a su vasallo y daimio Takayama Ukon en el que le ordenaba renunciar inmediatamente a su condición de cristiano y le advertía de que en caso de no obedecer perdería automáticamente su feudo y sería desterrado con toda su familia y vasallos.

El rechazo de Takayama a abandonar su fe no hizo más que terminar de confirmar las sospechas de Hideyoshi sobre el peligro que podía suponer la unión de fuerzas de los daimios cristianos contra él, teniendo en mente el paralelismo de lo que había vivido Oda Nobunaga contra las sectas Tendai, Ikko y Negoro.  

Nada más recibir la respuesta del daimio, Hideyoshi ordeno el destierro del daimio y envió un mensajero a la fusta de guerra donde se alojaba Gaspar Coelho con una carta que incluía cuatro preguntas: Por qué los cristianos convierten a mucha gente a la fuerza; por qué destruyen templos y santuarios; por qué comen caballos y vacas; y por qué compran los portugueses japoneses como esclavos y se los llevan cautivos a sus tierras.

Tras la respuesta de Coelho, Hideyoshi publicó el edicto contra el cristianismo y ordenó la confiscación de todos los terrenos cedidos a los misioneros para construir iglesias en Osaka, Sakai y Kioto, las ciudades cedidas a los misioneros de Nagasaki, Mogi y Urakami y la destrucción de las iglesias.

Es importante advertir que en un inicio Hideyoshi fue laxo en la aplicación del edicto debió a que su campaña de conquista contra Corea contaba con la ayuda de muchos daimios cristianos, pero sobre todo, porque el apoyo portugués-español podía ser importante para él ya que al declarar la guerra a Corea, China se había convertido en su enemigo.

El que tuvo peor reacción fue Gaspar Coelho. Primero intentó convencer a dos daimios cristianos para que se rebelasen contra Hideyoshi ofreciéndose el mismo para conseguirles armamento y financiación, después pidió ayuda a Manila y finalmente intentó convencer a Valignano en 1589 de que solicitase tropas a Madrid o Roma. Nadie le hizo caso.

La situación con Hideyoshi se tornó radical en 1596 cuando arribó en el puerto de Kochi (Shikoku) el galeón español San Felipe capitaneado por Don Matías Landecho. El barco iba en busca de refugio por varias tormentas que había sufrido cuando navegaba de Manila a Acapulco y contaba en su tripulación con 4 agustinos, 2 franciscanos y 1 dominico.  

En el barco se decidió ofrecer un regalo a Hideyoshi para solicitar que les ayudase a proseguir con su viaje. Se eligió a dos franciscanos para llevarlo: fray Juan Pobre de Zamora y fray Felipe de las Casas, a los que se les unió después el franciscano Pedro Bautista a su llegada a Osaka.

Sin embargo, Hideyoshi no sólo no quiso recibirlos, también envió una delegación para inspeccionar el barco liderada por Mashita Nagamori. En dicha inspección los soldados confiscaron todas las mercancías que transportaba el galeón San Felipe sin dar ninguna explicación. Esto hizo que el capitán Landecho, desesperado y temiendo por los franciscanos, pidiese permiso al señor de las tierras para poder ir a la capital a entrevistarse el mismo con Hideyoshi.

Al llegar a Osaka fueron retenidos y se les informó de que los franciscanos de su barco habían sido detenidos para ser crucificados. El 2 de enero de 1597 se les cortó parte de una oreja a los mártires y se les hizo peregrinar desde Kioto a Nagasaki para ir hasta sus cruces. Ese día fueron crucificados 26 mártires: 6 franciscanos, 17 cristianos laicos japoneses y 3 jesuitas japoneses.

Entre las razones que se han dado para explicar este suceso figura la idea de que durante la inspección del barco que ordenó realizar el shogun, su piloto Francisco de Landia, no sólo mostró a los inspectores japoneses un mapa del mundo con todos los territorios conquistados por la corona española, también explicó que la conquista había sido posible gracias a la estrategia era enviar primero una quinta columna de religiosos para convertir a la población y así ser más fácil luego la conquista por las armas como se había hecho en Perú y Nueva España.

Esta revelación sería la que finalmente activó a Hideyoshi a ordenar la crucifixión como escarmiento, centrando su ira en particular con los franciscanos que viajaban a bordo del San Felipe.

Todo parecía indicar que la misión japonesa, tanto la jesuita como franciscana, estaba condenada a desaparecer, pero entonces la situación dio un giro de 360º en 1598 cuando, dentro de la misma semana, moría en Madrid Felipe II y Toyotomi Hideyoshi en Kioto.

Referencias Bibliográficas

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About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

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