Religión en el Periodo Heian (794-1185)

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FOTO DEL AUTOR: Shimogamo (Kyoto)

Podemos definir el contexto religioso Heian como una etapa de coexistencia de múltiples creencias religiosas que abarcaron tanto el budismo esotérico-exotérico y el culto a los dioses (kami), como las tradiciones taoístas y los cultos religiosos locales asociados con el chamanismo.

Aunque el periodo Heian abarca nada menos que 391 años de la historia de Japón, sin embargo, ha quedado resumido en el contexto histórico como la etapa que simplemente vio nacer dos nuevas escuelas budistas esotéricas: la secta Tendai, fundada por Saicho o Dengyo Daihi (767-822); y la secta Shingon, fundada por el monje Kukai o Kōbō Daishi (774-835).

En particular, este periodo ha quedado sintetizado de forma simplista como un momento histórico en el que el emperador Kanmu decidió trasladar la capital desde Nara a la actual Kyoto como parte de una decisión estratégica para huir de la corrupción y la influencia que tenía el budismo en la política del Estado.

Una acción que supondría el reemplazo del protagonismo que ejercían las seis escuelas del budismo Nara (Hosso, Jojitsu, Kegon, Kusha, Sanron y Ritsu) por el budismo esotérico de las escuelas Shingon y Tendai, dejando a las primeras como un reducto del pasado ligado al nombre del “viejo” budismo.

BUDISMO

Si comenzamos explicando cómo evolucionó el budismo en el periodo Heian, esta interpretación simplista no sólo puede crear la errónea creencia de que pueden existir “etapas aisladas” en el estudio del budismo japonés, también hace perder de vista la realidad de que, con el tiempo, simplemente fueron estableciéndose nuevas “categorías” dentro de la clasificación de las escuelas que componen el budismo japonés, y que todas ellas convivieron y evolucionaron paralelamente en el tiempo.

Si bien es verdad que durante el periodo Heian la corte mantuvo una política de cautela para evitar la interferencia del budismo en los asuntos de estado, también siguió patrocinando y apoyando a los principales templos budistas establecidos en Nara, a sus actividades académicas y a las funciones rituales que desempeñaban para el Estado.

Es más, algunos autores defienden, no sólo que el budismo Nara alcanzó el cénit de su desarrollo en el periodo Heian gracias a que supo integrar en su formación al budismo esotérico Shingon, también que el budismo esotérico Shingon y Tendai ocupó en verdad, un lugar marginal dentro de la comunidad budista japonesa hasta finales de este periodo, como queda patente en el reducido número de monasterios que poseyeron estas escuelas (el monasterio Tōji y los monasterios en los montes Takao, Kōya y Hiei) y la posición de inferioridad que tuvieron tanto a nivel económico como político frente a las fuertes instituciones monásticas de Nara.

Con esta información debemos defender que las figuras de Kukai y Saicho no deberían monopolizar la tradición religiosa de este periodo y que es necesario profundizar más en la evolución y desarrollo del resto de tradiciones religiosas del país.

Uno de los investigadores que más han influido en la forma de interpretar la realidad del budismo en el periodo Heian ha sido Kuroda Toshio y sus Teorías Kenmitsu Taisei y Kenmon Taisei.

La primera postula que el budismo japonés de esta época estuvo caracterizado principalmente por el establecimiento de una formación combinada “exotérico-esotérica” en las estructuras monásticas budistas del país, mientras que la segunda alude a que durante el periodo Heian se desarrolló un sistema feudal de poder monástico que rivalizó con el gobierno. Una posición de poder en la que los monasterios empezaron a controlar vastos territorios y a establecer facciones de monjes-guerreros en defensa de sus intereses religiosos y políticos.

Según esta visión, las escuelas budistas del periodo Heian no fueron excluyentes entre sí sino más bien al contrario. Al compartir un terreno común establecieron lazos y asociaciones y así las escuelas Nara integraron el budismo esotérico Shingon en sus rituales para dar más eficacia a sus ceremonias de protección del Estado acordes a las nuevas exigencias del gobierno.

La excepción si acaso estuvo en la escuela Tendai, ya que Saicho fue muy crítico con el budismo Nara desde el primer momento y prácticamente decidió aislarse de este con su confinamiento en el monte Hiei.

Pero hay que matizar que la facilidad con que las escuelas del budismo Nara incorporaron las enseñanzas y rituales del budismo esotérico no fue igual para todas ellas.

La escuela Sanron lo tuvo fácil gracias a las afinidades que ya existían en su doctrina, mientras que la escuela Hossō lo tuvo mucho más complicado dado que postulaba la noción de estadios para alcanzar la iluminación.  

Entre las figuras más importantes que contribuyeron a la introducción de las enseñanzas secretas (mikkyo) en la escuela Sanron estuvieron los maestros Enmyō (¿?-851), Dōshō (798-875) y Shōbō (832-909); mientras que en la escuela Hossō fue Shinkō (934-1004) ligado al templo Kōfuku y Kojimadera.

Respecto a la segunda teoría de Kuroda con relación al desarrollo de un importante poder monacal, hay que decir que este se gestó, entre otras razones, por: 1) la decisión que tomaron muchos aristócratas y nobles de enviar a sus hijos a los principales monasterios budistas para que dominasen las enseñanzas y los rituales protección que prometía el budismo esotérico con vistas potenciar intereses particulares, junto a 2) la política eclesiástica de promocionar además a estas personas dentro de la jerarquía monacal para recibir y asegurar el apoyo económico y político de los clanes y la familia imperial.

Esta realidad, potenció un sistema de patrocinio hacia los principales monasterios que los llevó a convertirse en auténticas estructuras de autoridad y poder, dueñas de vastos territorios, gestoras de facciones de monjes-soldados para defender sus intereses, y privilegiados en la exención de ciertos controles estatales.

El último aspecto que también se debe destacar con relación al budismo Heian es la revisión crítica que se está realizando actualmente a la hora de explicar cómo se debe interpretar la noción de escuelas (shu) en esta época.

Desde esta perspectiva, por ejemplo, se aclara que Kukai en verdad fue considerado en su época como un eminente maestro más entre los que había y nunca como el líder de una escuela budista que fuese capaz de eclipsar con sus enseñanzas la realidad de la comunidad monástica budista tradicional.

En aquellos tiempos, el budismo Shingon correspondió más bien a una afiliación de un número reducido de monasterios en donde las enseñanzas esotéricas correspondían a una disciplina más de las aprendidas o practicadas y donde la noción de escuela correspondía en verdad a una conexión de linajes maestro-discípulo, basadas en el estudio doctrinal, en el entrenamiento ritual o en la transmisión de prácticas meditativas.

La construcción de la existencia de una escuela Shingon establecida con fuerza en el periodo Heian surgió en realidad en el siglo XIII como reacción a las biografías que se escribieron sobre Hōnen, Shinran, Nichiren y otros fundadores de las nuevas escuelas del budismo Kamakura, con el fin de dar peso y posicionar a la escuela. Una visión que después fue reforzada, a finales del siglo XVII, por el monje Kaiei (1642-1727) inspector del complejo Kōyasan.

Kaiei escribió la obra “Anales de Primavera y Otoño del Monte Kōya” justo en el momento en que el gobierno Tokugawa quiso terminar con el conflicto que existía en este monasterio entre los monjes académicos y los practicantes de la meditación. El conflicto se resolvió a favor de los monjes académicos al que pertenecía Kaiei, y con ello, se consolidaron sus ideas de que Kukai quiso crear el complejo de monasterios de Kōyasan como un cuartel general de una escuela Shingon que junto a sus templos ramales conservaron la pureza del linaje esta escuela.

TAOÍSMO – ONMYŌDŌ

En cuanto al taoísmo, hay que resaltar que el periodo Heian estuvo marcado, con el mismo nivel de protagonismo que el budismo, por la figura de los onmyōji y sus prácticas supersticiosas.

Si en el periodo Nara los conocimientos ligados al taoísmo habían quedado restringidos a la Oficina del Yin-Yang (Onmyōryō) como parte de una estrategia de control gubernamental de sus conocimientos, en esta fase histórica pasaron a formar parte de la realidad cotidiana de la sociedad Heian gracias a la figura de los onmyōji.

Podemos afirmar que el periodo Heian se caracterizó realmente, gracias a estas figuras y el refuerzo de todo un conjunto de epidemias y desastres naturales que asolaron el país en esta época, por una sociedad sumamente supersticiosa en la que cobraron especial protagonismo los espíritus vengativos, los fantasmas y las entidades sobrenaturales, las nociones del yin-yang y los cinco elementos, y la dependencia respecto a los días y las direcciones favorables y desfavorables para tomar decisiones y realizar cualquier tipo de construcción, ritual o desplazamiento.

La expansión de funciones de los onmyōji al servicio de la aristocracia cortesana conllevó un aumento considerable en el número de rituales oficiales en los que participaban estos personajes. Estos rituales abarcaron cuatro ámbitos principalmente: la adivinación, la astrología, el exorcismo y la salud.

Respecto a la adivinación, los onmyōji empezaron a asumir en el periodo Heian un especial protagonismo en la interpretación de los fenómenos extraños (mokke). Fenómenos que eran vistos como mensajes emitidos por entidades energéticas-espirituales identificadas de manera general como “mono-no-ke” y que era necesario saber interpretar bien porque vaticinaban todo tipo de catástrofes naturales, maleficios, enfermedades y conflictos armados o rebeliones (tatari).

En la astrología se añadieron funciones rituales con relación a las deidades planetarias y las constelaciones, así como numerosas ceremonias para neutralizar las energías negativas asociadas a cada año.

En cuanto al exorcismo y la magia, surgieron todo tipo de ceremonias con relación a la purificación(harae) y la protección frente a epidemias, plagas, incendios, inundaciones, terremotos y espíritus pestilentes

Por último, y con respecto a la salud y la longevidad, se idearon hasta más de 40 ceremonias muchas de los cuales estaban basados en obras de corte taoísta como el Baopuzi Neipian de Ge Hong y en el culto a deidades de origen chino asociadas al cómputo de la esperanza de vida de las personas como Shiming, Tenshō o Taizan Fukun.

Los dos clanes que ganaron mayor protagonismo entre los onmyōji en este periodo fueron las familias Abe y Kamo, y en ellas, las dos figuras que alcanzaron mayor popularidad fueron Abe no Seimei (921-1005) y Kamo no Michiyo (917-977).

El estudio de la biografía de estos personajes confirma dos datos muy importantes: 1) que los onmyōji desempeñaron un rol muy importante en la corte y la casa imperial y 2) que actuaron como auténticos fangshi (señores de las recetas) de la tradición proto-taoísta china.

Por último, hay que señalar que el onmyōdō también mantuvo una estrecha relación con el budismo esotérico de la época y que incluso este fue realmente clave en su expansión y desarrollo. Fueron los monjes budistas los que importaron en sus expediciones desde el continente muchos de los libros que actualizaron y ampliaron los conocimientos de los onmyōji.

El motivo de esta convergencia hay buscarla en los numerosos puntos comunes que compartían ambas tradiciones, debido a que los fundadores del budismo esotérico en China (Yixing o Amoghavajra) introdujeron no sólo la astrología en sus rituales sino también todo tipo de ceremonias para evitar calamidades, neutralizar las reacciones negativas kármicas, obtener fama y honor, potenciar la longevidad y la fortuna, y subyugar a todo tipo de demonios y energías malignas. Kukai importó todos estos conocimientos y rituales a Japón, igual que Ennin y Enchin lo harían un poco más tarde.

Esto favoreció rápidamente que tanto desde el gobierno como desde la aristocracia cortesana se solicitase la intervención conjunta de ambas tradiciones para asegurar aún más la eficacia de los rituales, y fruto de esta interacción, ambas tradiciones empezaron no sólo a compartir muchas ideas y conceptos, también instrumentos de adivinación e incluso laborares profesionales.

SINTOÍSMO – JINDŌ

Respecto al sintoísmo hay que señalar que en esta época todavía no existía como una religión diferenciada tal y como la conocemos hoy en día, sino más bien, bajo el formato de un culto tradicional a deidades locales y familiares envuelta en un proceso de fusión con el budismo, en el que los dioses locales (kami) eran considerados manifestaciones de deidades budistas.

De hecho, todavía no existía la palabra shinto para referirse a una religión popular sino la palabra jindō, un término budista que significaba “el reino de las deidades (no budistas)”, es decir, de los kami.

Sin embargo, fue en esta etapa de la historia japonesa cuando se produjo el primer proceso de ordenación “oficial” de los cultos que asociamos al sintoísmo, si bien, es verdad que marcado por los intereses políticos del Estado en dos ámbitos: la reglamentación de las ceremonias a los dioses (kami) y la jerarquizaron los templos sintoístas bajo la influencia del poder Fujiwara.

En cuanto al primero, debemos resaltar que e jingiryō englobó un conjunto de leyes dentro de los códigos Taihō y Yōrō que regularon básicamente los siguientes aspectos: 1) el título, el contenido y la estación de las ceremonias oficiales anuales; 2) las ceremonias de sucesión imperial; 3) la supervisión y administración de estas ceremonias; 4) las ceremonias de exorcismo; y 5) la administración gubernamental de los santuarios.

Más tarde, el Jōgan gishiki (859) y el Engishiki (917) sistematizaron legalmente la unificación del “culto a los kami del cielo y la tierra” en los santuarios, si bien siempre asociados a los principales templos budistas.

Aunque toda esta legislación fue específica y diferente al reglamento que normalizaba la vida de los monjes y monjas budistas, no debe dar a entender que el sintoísmo ganó una posición independiente en el gobierno Heian. Como ya se ha señado, en estos tiempos el jindō todavía guardaba una estrecha relación de dependencia con la comunidad budista.

En cuanto a la jerarquización de los santuarios sintoístas hay que resaltar que en el periodo Heian su número fue más bien reducido, que estaban “emparentados” a templos budistas, y que se encontraban en constante interacción con las tradiciones taoístas y confucionistas importadas de China absorbiendo muchos de sus contenidos.

Por ejemplo, algunos autores han señalado que la noción de protección del Estado que se asocia al sintoísmo fue tomada en verdad de la tradición taoísta y confucionista que todavía era muy fuerte en esta época, igual que está documentado que los onmyōji de la Oficina del Yin-Yang (Onmyōryō) actuaban como exorcistas en los ritos realizados por la Oficina de Asuntos de los Kami (Jingikan) para asegurar los objetivos de purificación.

En la primera mitad del periodo Heian se constituyó por primera vez un sistema jerarquizado que reconocía oficialmente 22 santuarios (nijūnisha) patrocinados por el linaje imperial y aristocrático.

Un sistema que promovió la ideología imperial y que ayudó inicialmente a formalizar la función ritual otorgada al sintoísmo en la protección del linaje imperial (chingo kokka), y que poco a poco ampliaría sus funciones a otras ceremonias oficiales como la prevención de epidemias, invasiones, enfermedades, petición de lluvia, etc.

Para ser un poco más exactos, podemos señalar que en el año 996 apareció un primer listado de 16 santuarios jerarquizados en tres niveles: un grupo superior con 7 santuarios (Ise, Iwashimizu Kamo, Matsuno´o, Hirano, Inari y Kasuga), otro medio con otros 7 santuarios (Oharano, Omiwa, Isonokami, Yamato, Hirose, Tatsuta Sumiyoshi) y un grupo inferior con 2 santuarios inicialmente, al que luego se añadieron tres más en el año 991, otro en el año 994 y dos más en el año 1039 (Hie, Umenomiya, Yoshida, Hirota, Gion, Kitano, Nibunokawakami y Kubune).

Con esta clasificación se marcó una esfera geopolítica de influencia en el shinto dominada por los intereses del clan Fujiwara. El grupo superior marcó el poder de influencia principal centrado en la capital, con la excepción de Ise y Kasuga (El primero dedicado a la diosa del sol (Amateratsu) como deidad principal del linaje imperial, y el segundo, al dios particular (ujigami) de la familia Fujiwara). El grupo del medio representaba un segundo poder de influencia en el viejo orden político establecido en Nara, mientras que el grupo inferior quedaba en la periferia.

Los tentáculos de la influencia Fujiwara se extendieron en los tres niveles a través del culto a su deidad familiar. El santuario de Oharano era una réplica del santuario de Kasuga pero ubicado en la antigua capital de Nagaoka y el santuario de Yoshida, la réplica de Kyoto. Además, muchos de estos santuarios fueron gestionados por figuras pertenecientes al clan Fujiwara que se habían ordenado monjes.

Hasta los siglos IX y X, el jindō no fue una religión diferenciada del budismo sino más bien una mezcla de creencias religiosas budistas y autóctonas. En los registros de la época se observa que las deidades sintoístas estaban ligadas a las budistas bajo las siguientes ideas: los kami son entidades que están atrapadas en el samsara y buscan la liberación a través del budismo; los kami son deidades benévolas que protegen al budismo; los kami son transformaciones de los budas que se han manifestado en Japón para ayudar a todos los seres vivientes; o los kami son el espíritu puro de los budas.

Sin embargo, en esta época se pueden investigar las causas que abrieron la vía para el desarrollo posterior de lo que se conoce hoy en día como la religión sintoístas, con relación a tres aspectos: la reacción que surgió entre miembros de la aristocracia cortesana de los clanes más influyentes frente al apoyo incondicional que estaba recibiendo el budismo por parte de algunos regentes y que había llevado a un posición crítica al orden político imperante; el uso del culto a las deidades familiares como fórmula tradicional para legitimar las posiciones de poder y el linaje imperial; y algo muy importante, la necesidad que se  despertó en esta época de empezar a definir una “personalidad” propia japonesa que permitiese al país irse desligando de la dependencia cultural que había tenido con China y Corea.

POLÍTICA RELIGIOSA HEIAN

A nivel político, el gobierno imperial Heian trató de fiscalizar y ordenar el sistema religioso del país a través de códigos (ritsuryō) que era controlados desde instituciones oficiales y mediante la celebración estipulada de eventos sociales.

Hasta el siglo X cuatro instituciones ejercieron un papel esencial en el control de la vida religiosa del país: El Consejo de los Asuntos Kami (Jingikan) encargado de ordenar el culto a las deidades en el culto local, imperial y de los clanes; la Oficina del Yin-Yang (Onmyōryō) responsable de monopolizar para el estado los conocimientos del calendario, la astronomía y la adivinación procedentes del continente; y la Oficina de Asuntos Monásticos (Sōgō) liderada por monjes eminentes de los monasterios más importantes, que trabaja en conjunto con la Oficina de Asuntos Extranjeros y Budistas (Genbaryō) facultados para controlar la vida monástica budista.

Estas Instituciones obligaban, por ejemplo, a los templos budistas a que enviasen resúmenes de sus doctrinas y listados de las obras que adquirían y traducían, además de emitir reglamentos en los que se establecía cómo debía ser la conducta de los monjes y prohibiciones. Del mismo modo, la Oficina Yin-Yang monopolizaba el conocimiento astronómico, calendárico y de la adivinación y la magia para evitar que cayese en manos de rivales que pudiesen hacer un uso en contra del Estado.

Además, y como estrategia de control, desde el gobierno se fomentaban importantes eventos como lecturas doctrinales en la corte imperial o en los monasterios que condicionaban la promoción de los monjes hacia puestos oficiales; se ordenaba todo un cuerpo ceremonial calendárico de rituales para la protección del Estado y la familia imperial; se buscó la ordenación de emperadores y sus hijos al budismo o el envío de las princesas imperiales a los santuarios de Ise y Kamo; reglamentaron la celebración de los festivales (matsuri) en los principales santuarios; y se enviaron embajadas imperiales e incluso la visita personal de los propios emperadores a santuarios y templos.

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About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

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