Haragei

Una de las características distintivas de la comunicación japonesa es su aprecio por la comunicación no-verbal y el silencio. Uno de los conceptos clave que se utiliza para referirse a esta actitud es “haragei” (腹芸), que viene a significar “comunicación con el bajo vientre”, una destreza que permite a la persona conocer las intenciones, significados y pensamientos de los demás si necesidad de palabras.

El uso de la palabra haragei como término ligado a la comunicación japonesa se debe inscribir en dos movimientos sociales que hubo en Japón: el nihonjinron (日本人論) y la cultura de hara (肚) o tanden (丹田).

El nihonjinron o “discurso sobre la persona japonesa”, básicamente se asocia con un movimiento nacionalista en defensa de la cultura autóctona, que surgió entre la élite académica, cultural y social japonesa después de la II Guerra Mundial y que buscó identificar los parámetros que definían la exclusividad del pueblo japonés y les diferenciaban radicalmente del resto del mundo.

Un movimiento que se encuadra dentro del determinismo cultural, en el que se considera que la cultura es innata a unas condiciones raciales, climáticas e históricas y que ayudó a justificar ideas como que si no habías nacido japonés no podías entender su cultura. Un discurso que enfrentaba el “nosotros” frente a “ellos” para afirmar la identidad japonesa.

Uno de los pilares que se utilizó para justificar esa exclusividad japonesa fue su forma de comunicación. La dificultad para entender a un japonés es la peculiaridad de su lengua y su modo particular de conversar ya que su comunicación es ambigua, no-lógica y situacional, alejada de las dicotomías bueno-malo.

Dos términos que se ensalzaron para definir esta exclusividad comunicativa fueron I Shin den Shin (以心伝心), la comprensión por comunión casi telepática y haragei.

En cuanto a la “cultura del hara” este fue un movimiento que se estableció en Japón en torno a los años 1900. En estas fechas, las prácticas de meditación sentada (zazen 坐禅) y la respiración abdominal (hara) adquirieron un gran protagonismo en el país gracias a tres importantes figuras: Futaki Kenzō (二木健三1873-1966), Fujita Reisai (藤田霊斎1868-1957) y Okada Torajirō (岡田虎二郎1872-1920).

En aquella época, muchos intelectuales japoneses vieron en las técnicas de estos personajes un “poderoso” recurso para hacer frente al proceso de influencia cultural y pérdida de valores nativos al que se estaba enfrentado Japón por la influencia Occidental, de modo que ofrecieron su apoyo para crear lo que se llegó a conocer como la cultura de “hara”. Una ideología que defendía que lo auténtico y lo genuino de su tradición, lo que les hacía “especiales” como nación, era su cultura abdominal.

Su influencia fue tal que, en estos años, el vientre pasó a ser una zona anatómica de referencia en el país. El órgano esencial para la circulación sanguínea (el corazón abdominal) y el núcleo del sistema nervioso (cerebro abdominal), y la sede de las emociones, la intuición y la voluntad.

Lo que antes había sido en realidad una práctica (meditación y ejercicios respiratorios) realizada por colectivos específicos, reducidos y asilados pasó a formar parte de la vida cotidiana de toda la población, y lo que había representado intereses esotéricos, espirituales y religiosos particulares pasó a convertirse en un símbolo para retomar los valores y el estilo de vida tradicional genuinamente japonés.

Aunque aquella tradición no llegó a alcanzar una gran popularidad internacional si lo comparamos por ejemplo con el Yoga, sí que fue capaz de captar la atención de algunas figuras importantes de Occidente como la del diplomático alemán Kartfried Graf Durckheim (1896-1988).

CEREBRO ABDOMINAL

Para entender mejor esto de la “comunicación con el bajo vientre” es importante saber que en la cultura del “hara” se consideró que el abdomen es la sede de un “segundo cerebro” instintivo e intuitivo capaz de informarnos-avisarnos de muchas cosas con sus sensaciones.

Hoy en día, podemos encontrar en Occidente algunos autores que secundan estas ideas, como Peter A. Levine (2013), el creador de la técnica terapéutica de trabajo corporal denominado Experiencia Somática.

Para este autor, el nervio neumo-gástrico del abdomen, no sólo reviste toda la pared gastro intestinal del abdomen y facilita los procesos de asimilación, digestión y eliminación del cuerpo, además, este nervio es en un 90% sensorial, es decir, informa sobre el estado de las vísceras al cerebro a través de las sensaciones internas.

Este sistema funciona prioritariamente desde las “tripas” hacia el cerebro, desde nuestro cerebro más primitivo hacia el consciente. Con estos datos, Levine defiende que este nervio actúa como un “segundo cerebro corporal”, capaz de condicionar nuestras decisiones, gustos, aversiones, atracción y repugnancias, miedos… además de mantener que la sensación interna que genera es una especie de brújula que puede guiar nuestra actuación en la vida.

RAICES CULTURALES

Al margen del interés que pueden evocar estas ideas, es importante conocer que las raíces del haragei también han sido identificadas en otros ámbitos como en la influencia de la cultura china sobre la cultura japonesa, en la tradición del budismo zen, en el ideal japonés de “wa” (和) o la necesidad de mantener la armonía en todas las situaciones, e incluso en la relación madre-hijo japonesa .

INFLUENCIA CHINA

Respecto a los contextos de influencia de la cultura china sobre la japonesa que ensalzan la importancia de la “comunicación sin palabras” hay que señalar tanto el confucionismo y el taoísmo, como la medicina tradicional o las artes militares.

Confucio desde un primer momento expresó su anhelo de “no tener que hablar para decir”. En particular, es famosa su frase “¿Habla el cielo? Las estaciones siguen su curso, todos los seres prosperan ¿qué necesidad tiene el cielo de hablar?”. Con ellas expresó el ideal del silencio como fórmula de comunicación por “evidencia”.

En el taoísmo, el I Ching, o Libro de las Mutaciones, ya contenía la frase “escarcha sobre la hierba, se aproxima el invierno”, además de representar un libro de “adivinación” capaz de leer las transformaciones y evoluciones de las situaciones desde sus propios inicios.

El contexto de la medicina tradicional china también era rico en este tipo de ideas. Por ejemplo, desde la dinastía Han (221 a.C.-220 d.C.) obras como el Nanjing declaraban que observar y conocer la enfermedad era divino, conocer escuchando y oliendo era sabio, preguntar y conocer era astuto y tocar y conocer era simplemente habilidad. El Shang Han Lun (tratado sobre las enfermedades producidas por enfriamiento) también afirmaba que el médico que conocía mediante la observación era el que pertenecía a la clase más lata, el que conocía preguntando, a la clase media y el que conocía por el tacto, a la clase inferior.

Existe incluso una historia en el Shiji (Memorias históricas) en dónde se ilustra de forma admirable cómo Bian Que fue un médico célebre por su sofisticada capacidad de diagnóstico para poder determinar mediante signos sutiles qué tipo de enfermedad aquejaba a la gente y en qué estado de desarrollo se encontraba la misma. Todo mediante la simple observación del paciente.

En el arte militar también existió toda una tradición enfocada en pronosticar los momentos propicios para las contiendas y sus resultados en función del estudio de las nubes, el humo, los animales o sucesos que ocurrían en la naturaleza.

El pueblo chino transmitió al pueblo japonés la importancia de la observación, del estudio de las “transformaciones silenciosas”, de escudriñar para revelar aquello que estaba oculto y ver lo que estaba escondido a la vista, pero no con el simple objetivo de conocer, sino como la capacidad de anticipación para poder actuar a tiempo.

El sabio era el que tenía la habilidad para predecir los acontecimientos antes de que tuviesen lugar y de ofrecer una respuesta oportuna a los mismos. El sabio era el que percibía lo que aún estaba en su germen, lo que está en estado embrionario.

BUDISMO ZEN

Respecto a la tradición del budismo zen (禅) hay que destacar como dentro del mismo se alabó, desde el momento de su fundación, la experiencia directa sin necesidad de palabras (comunión) y como después se elaboró todo un discurso de que la comprensión, la verdad, está más allá de las palabras.

La tradición del zen pone su punto de nacimiento en una historia budista en la que se relata que el sabio indio Kashyapa obtuvo la iluminación-comprensión de las enseñanzas de Buda simplemente observando una flor blanca que mostró este en su discurso. Parece ser que Buda le alabó después diciendo que la puerta sutil de las enseñanzas no se basa en palabras o letras sino en una transmisión especial fuera de las escrituras.

Estas ideas quedaron codificadas en la noción de I Shin den Shin, o la transmisión de corazón a corazón que se produce entre maestro y discípulos más allá de las palabras.

Haragei tiene mucho en común con estas ideas ya que supone la capacidad de “leer entre líneas”. Una “meta-cognición” sobre lo que está pasando en la situación para poder detectar lo que realmente está sucediendo.

WA- ARMONÍA

Desde una visión más antropológica, otra explicación que se ha ofrecido para entender el Haragei es la gran necesidad que expresa el japonés por mantener la armonía en las situaciones, una dinámica que se conoce con el término “wa”.

Esta demanda ha llevado a identificar diferentes conceptos clave que explican las peculiaridades de la comunicación japonesa: Honne (本音) y Tatemae (建前); Uchi (内) y Soto (外); Ura (裏) y Omote (表).

Honne hace referencia al verdadero yo, a los verdaderos sentimientos y pensamientos que tiene la persona y que muestra cuando no tiene que cumplir su “rol social” o está con sus personas cercanas, mientras que Tatemae corresponde a la fachada, a lo que se supone que es correcto y apropiado mostrar al exterior, a las palabras que coinciden con el interés público, la meta o el deseo común.

La noción de honne y tatemae, unido a esa necesidad de intentar mantener en todo momento la armonía en las situaciones, condicionan la comunicación de la persona japonesa en aspectos clave como que muchas veces se tiene que ocultar el verdadero sentimiento u opinión (honne) para mantener la armonía social, o que en la comunicación se tenga que leer la “atmósfera” de la situación, la “metacomunicación”, para entender mejor lo que realmente está pasando.

Al mismo tiempo, estos conceptos se relacionan con los términos uchi y soto, definidos aquí como el grupo cercano o próximo a la persona y el grupo externo. Tatemae es la fachada que se utiliza frente a personas externas al grupo personal o conocido del individuo (soto), y Honne, la apertura comunicativa y naturalidad que se expresa con las personas allegadas (uchi).

Los términos Omote (表) y Ura (裏), aparecen con el mismo sentido, el primero para referirse a la fachada que hay que mostrar en situaciones formales, y el segundo, lo que hay detrás de esa fachada, lo que oculta la persona por educación o contexto.

Es interesante apuntar que esta distancia social comunicativa también se expresa en otros aspectos de la cultura japonesa como en la posición-ubicación espacial que adoptar la persona en casa, en el trabajo, en el templo, en el dojo, etc., en el tipo de regalos que ofrece, en los saludos, en la forma de vestirse, etc.

La noción de haragei tiene que ver más con tatemae, soto y ura, es decir, con la necesidad de leer entre líneas lo que está pasando en los espacios de comunicación formales, dado que es el lugar en el que se tiene que mantener una fachada y se han “ocultado” los verdaderos sentimientos, pensamientos o intenciones.

Por último, es importante señalar que, el haragei en la comunicación, está condicionado por las reglas de comunicación no-verbal que predominan entre los japoneses, ya que se ha comprobado que cuando estos interactúan con Occidentales esta destreza se ve dificultada.

AMAE

Por último, y desde una dimensión más psicológica, otra de las justificaciones que se han dado para explicar cómo ha surgido la noción de haragei en la cultura japonesa es la noción de amae (甘え) o la “dependencia afectiva” que tiene la persona japonesa y que crea una predisposición interna a querer agradar a los demás.

Según Doi Takeo (土居健郎) (1989) este rasgo psicológico surge en el sentimiento de dependencia que se establece entre la madre y el hijo y que está caracterizado por el deseo de ser amado y el miedo a perder el cariño y el calor de la madre. Un rasgo que, aunque es común en todas las culturas, este psiquiatra dijo que se prolonga hasta la edad adulta en Japón y condiciona a la persona japonesa hacia la dependencia emocional en las relaciones sociales y a la necesidad de buscar el consenso y evitar el conflicto entre las personas.

Este autor identificó además, un conjunto de conceptos que contiene la cultura japonesa en dónde se expresa la fuerza de amae:

1) Giri (義理)y Ninjo (人情). La primera hace referencia a una obligación social, a un sentimiento social de deber hacia el otro, y la segunda, al sentimiento de dependencia humano que surge espontáneamente hacia los familiares.

2) Tanin (他人) y Enryo (遠慮), el primero es la relación que se establece con aquellas personas con las que no hay relación de sangre (si bien puede aparecer una situación que activa el giri, el deber hacia otra persona, pasando también a una relación tanin), y el segundo, significa “contenerse, reprimirse”, como la distancia que se pone hacia los demás para no abusar de su confianza o buena voluntad.

Con estos condicionantes relacionales, se entiende lo difícil que se hace la “libertad individual” del japonés en su relación social con los demás, y se entiende porque la población japonesa está enfocada hacia el valor grupal, y cómo se desarrollado todo un código de lenguaje vertical para mostrar respeto hacia las otras personas

Benedict (2003) añadió además que en la sociedad japonesa se ha desarrollado todo un sentimiento de “deuda” (on), y con ello, la obligación de devolver los favores y bondades que se han recibido en la vida. Deudas hacia los padres por todos los cuidados que nos han ofrecido, hacia los profesores y superiores que nos han encaminado en la vida, hacia los antepasados, etc. Una carga que el japonés debe llevar lo mejor que pueda ya que ese deber está por encima de sus preferencias personales.

HARAGEI EN LAS ARTES MARCIALES

En el mundo de las artes marciales el haragei adopta otro sentido y hace referencia, por un lado, a la capacidad del experto practicante de poder “intuir” y “anticiparse” a amenazas o ataques antes de que se produzcan (algo así como la capacidad para poder percibir en el “aire” las vibraciones agresivas del adversario), y por otro, a la capacidad de proyectar la “energía” desde el vientre, como técnica de uso del tanden.

Respecto a la primera interpretación, es famosa la escena de la película los “7 Samurais” dirigida por Akira Kurosawa, en la que el protagonista para reclutar a los guerreros para su causa los pone a prueba con una trampa. Se les invita a entrar en una casa donde una persona está escondida para atacarlas y en el proceso algunos guerreros demuestran su nivel decidiendo no entrar porque han intuido esa estratagema.

Dentro de la tradición de los cuentos zen existe uno en particular “El temple de la espada de Banzo”, que es muy interesante porque habla del entrenamiento de esta capacidad.

En ella se relata como una persona que quería aprender el arte de la espada (kenjutsu), se acerca a un maestro que en vez de enseñarle la disciplina le pone a realizar labores domésticas durante varios años, pero con la peculiaridad de que el maestro le empieza a atacar cuanto menos se lo espera el alumno.

Con el tiempo, el alumno se vuelve diestro en defenderse y en un momento dado es capaz de parar un ataque de su maestro a la cabeza que le venía por la espalda simplemente levantando la tapa de una cazuela en la que estaba cocinando y siguiendo con su rutina con total tranquilidad.

Respecto a la proyección de la energía, es necesario aclarar que en la cultura oriental el abdomen (hara) representa el motor-centro de referencia del movimiento en las artes marciales y el lugar en donde se acumula y trabaja con la energía interna (ki, 気). Desde esta perspectiva, el haragei se entiende como la técnica de aprovechar y canalizar esta energía para dominar al adversario.

En este sentido, otro cuento interesante es el del maestro de esgrima Shoken que nos presenta Durckheim (2003) en su obra “La gata prodigiosa y otros textos zen”. Según este, en la casa de este maestro había una invasión de ratas y, aunque pudo deshacerse de casi todas ellas, hubo una en especial a la que no podía eliminar y tuvo que pedir la ayuda de un amaestrador de gatos.

En un primer momento este le dejó un gato muy rápido y fuerte que no pudo cumplir su misión. Después un gato muy agresivo y con mucha energía que también fue derrotado. Luego un gato muy inteligente que tuvo la misma suerte. Y finalmente, un gato muy viejo, de apariencia tranquila y que dormía todo el día, pero que, en cuanto le vio la rata, esta salió huyendo, terminando con el problema.

El cuento nos deja ver como hay otras fórmulas de trabajo más interesantes que la simple fuerza física o el uso de la energía o la sabiduría que el practicante debe investigar.

Referencias Bibliográficas

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About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

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