Cristianismo en el Japón Muromachi

El periodo Muromachi comprende la llegada del cristianismo por primera vez a Japón y el desarrollo de una primera etapa de evangelización que tuvo como protagonistas a las figuras del jesuita navarro Francisco Xavier (Francisco de Laso y Azpilicueta, 1506-1552) y el jesuita valenciano Cosme de Torres (1510-1570).

La primera llegada de los europeos a Japón tuvo lugar en 1543 cuando una tripulación portuguesa se vio obligada a desembarcar en Tanegashima (Kyūshū) por culpa de un tifón. Pronto siguió a este accidentado encuentro un intercambio comercial con los portugueses que facilitaría la llegada de los jesuitas al país en el año 1549.

Debemos apuntar que la llegada del cristianismo a Japón coincidió con un momento conflictivo en el país dado que este se encontraba en el periodo de los Estados en Guerra (Sengoku jidai), es decir, unos tiempos de guerra civil interna en que los diferentes señores feudales luchaban entre sí por ampliar sus territorios.

¿Por qué prosperó el cristianismo aun así en Japón? Por la prohibición de los gobernantes Ming chinos de todo tipo de intercambio con Japón, por la curiosidad natural de los japoneses hacia una nueva cultura y conocimientos distintos a los conocidos hasta la época, pero sobre todo por la posibilidad que vieron los señores de la guerra de conseguir armas portuguesas para obtener ventaja en el campo de batalla o defender sus feudos.

FRANCISCO XAVIER

La Compañía de Jesús, conocida como la orden jesuita, fue fundada en Francia por Ignacio de Loyola y reconocida por el Papa Paulo III como una orden religiosa dentro de la Iglesia Católica en el año 1540. Uno de los colaboradores más cercanos de Loyola en aquella época fue precisamente Francisco Xavier.

Francisco Xavier había ido a Paris en 1525 para cursar estudios universitarios en el Colegio de Santa Bárbara. Allí se convirtió en compañero de habitación de Ignacio de Loyola. Si en un principio no sintió atracción por el sacerdocio finalmente en 1534 Loyola le convenció para hacer voto privado en la iglesia de Saint Denis en Montmartre (Paris) de pobreza, castidad y visitar Tierra Santa además de animarle a cursar estudios de teología.

En 1537 Francisco Xavier fue ordenado sacerdote en Roma por el Papa pero no pudo cumplir su promesa de ir a Tierra Santa por la amenaza de guerra que surgió entre Italia y Turquía. Javier se trasladó entonces a la ciudad de Bolonia y después a Roma.

Cuando el papa pidió a Ignacio de Loyola que le ayudase a cumplir la petición que le había hecho el rey Juan III de Portugal de enviar dos sacerdotes a la nueva colonia de la India, este eligió a Simón Rodríguez y Nicolás de Bobadilla, pero como Nicolás se puso enfermo finalmente decidió sustituirlo por Francisco Xavier.

Simón Rodríguez y Francisco Xavier llegaron a Lisboa en 1540, pero como el barco que se dirigía a las indias ya había zarpado tuvieron que esperar al año siguiente para poder partir. En ese tiempo, el rey de Portugal decidió que Simón Rodríguez se quedase en Lisboa para fundar un colegio religioso, por lo que al final, sólo salío hacia la India Francisco Xavier convirtiéndose en el primer jesuita misionero en viajar a Asia.

En las indias y tras su estancia en diferentes territorios Francisco Xavier pronto se sintió atraído por otros países asiáticos. En particular, su interés por Japón parece que despertó en 1543 cuando empezó a recabar información sobre el país entrevistando a los comerciantes portugueses que iban a estas tierras e incluso instó al capitán Jorge Alvares a que recogiese datos de los modos de vida e ideas de los japoneses durante sus viajes a Japón.

Su interés aumentó en 1547 cuando conoció a Anjiro (o Yajirō) en Malaca, un comerciante japonés de familia samurai de la provincia de Satsuma (Kyūshū) que había sido desterrado de Japón por homicidio y del que pudo obtener mucha información.

Parece ser que cuando Anjirō se metió en problemas pidió a Álvaro Vaz que le ayudase a salir en su barco de Japón, pero este, al no poder acceder a su petición le dio una carta para que se dirigiese a Fernando de Meneses que tenía otro barco en Yamagawa.

Como Anjirō fue a buscar a este capitán por la noche para no ser identificado se equivocó de persona y topó por casualidad con Jorge Alvares, capitán de otro navío. Álvarez lo llevó a Malaca y quiso presentarle a Francisco Xavier, pero al no estar allí Anjirō decidió volver a Japón con la mala suerte de ser devuelto por un tifón a China. Allí coincidió de nuevo con Álvaro Vaz que otra vez le recomendó ir a Malaca. En Malaca contactó de nuevo con Jorge Alvares y esta vez sí, le presentó a Francisco Xavier. En 1547 Anjirō fue bautizado con el nombre de Paulo de Santa Fe en el Colegio de San Paulo de Goa, convirtiéndose en el primer japonés cristiano.

Con la ayuda de Anjiro y embarcado en el navío de un pirata chino, Francisco Xavier logró entrar en Japón el 15 de agosto de 1549 a través de la isla de Kagoshima (en el extremo sur de Kyūshū), y acompañado de los hermanos jesuitas españoles Cosme de Torres (1510-1570) y Juan Fernández de Oviedo (1526-1567) y dos japoneses convertidos al cristianismo (Juan y Antonio).

En 1542 decidió participar en la expedición a Extremo Oriente organizada por Ruy López de Villalobos. Una expedición que fracasó por las tormentas y cuya tripulación recibió la orden de volver a España. Sin embargo, Cosme de Torres conoce a Francisco Xavier en Ambonio en 1547 y se siente tan atraído por su personalidad que decide finalmente entrar en la Compañía de Jesús y acompañarle en su aventura.

Juan Fernández de Oviedo (1526-1567) nacido en Córdoba, se dedicó inicialmente al comercio en Lisboa pero en 1547 decidió entrar en la Compañía de Jesús. En 1548 llegó a la India y en 1549 a Malaca donde Francisco Xavier le unió a su misión.

El mismo año en que llegó a Japón, Francisco Xavier y sus compañeros se entrevistaron en Satsuma (la ciudad de Anjirō) con Shimazu Takahisa, dueño feudal de esos territoriosen Kyūshū, y este les otorgó el permiso para residir en su feudo y predicar el evangelio. Francisco Xavier llegó a estar un año en Kagoshima predicando el cristianismo frente al templo de Fukushō e incluso llegó a convertir allí a unas 100 personas.

Pero en 1559 Francisco Xavier decidió abandonó Satsuma cuando su líder feudal, al ver que no iba a conseguir un trato comercial con los barcos portugueses, decidió prohibir la conversión al cristianismo en sus tierras. Desde allí todos se trasladaron a Hirado, un puerto comercial frecuentado por los portugueses donde fueron bien recibidos por su gobernador Matsura Takanobu.

Al conocer Francisco Xavier el modelo de sociedad vertical japonesa, pronto llegó a la conclusión de que la mejor manera para poder avanzar en su causa en el país era conseguir el permiso (y si fuese posible la conversión al cristianismo) del propio emperador y mostrar la verdad de la religión cristiana en los centros de educación superior que hubiese en el país (en aquellos tiempos estas eran el Enryakuji, asociado a la secta de budismo esotérico Tendai y los templos principales del Gozan asociados a la tradición budista Zen).

Con este objetivo, Francisco Xavier partió a finales de 1550 hacia la capital (Kioto) vía Yamaguchi, donde el señor feudal Ōuchi Yoshitaka no le acogió favorablemente. En este periplo Francisco Xavier decidió además que Anjirō volviese a Kagoshima como misionero evangelizador en su tierra, y que su nuevo traductor fuese el joven español Juan Fernández, una persona que había mostrado una gran capacidad para dominar el idioma.

Juan Fernández no sólo inventó un método para que los nuevos misioneros europeos pudiesen aprender más rápido el japonés (hablándoles sólo en el idioma fuese cual fuese el contexto) y escribió un libro de vocabulario y gramática japonesa titulado Arte, también investigó las religiones locales para buscar los puntos débiles de sus doctrinas y poder así desacreditarlas frente al cristianismo y sirvió de traductor y apoyo a muchos de los misioneros jesuitas que llegarían después al archipiélago a seguir la labor evangelizadora iniciada por Francisco Xavier.

En 1551, Francisco Xavier por fin llegó a la capital y lo que encontró fue una ciudad devastada por los enfrentamientos armados entre los señores feudales además de la imposibilidad de encontrarse con el emperador. Allí tomó conciencia de que la figura del emperador ya no controlaba el país ni podía ofrecerle protección, y lo más importante, que si quería proseguir con su meta debía acercarse a los señores feudales y ofrecer regalos y beneficios.

Con esto, Francisco Xavier decidió volver a la ciudad de Yamaguchi (cerca de Kyūshū) pero esta vez a caballo y vestido con ricas sedas. Allí ofreció al señor de esas tierras Ōuchi Yoshitaka (que en su visita previa le había rechazado), los regalos (relojes, cajas de música, espejos, tejidos) y documentos oficiales (cartas del Virrey y el Obispo de Goa) que quería haber entregado al emperador. Con ello, Ōuchi Yoshitaka se mostró muy favorable a su misión y Francisco Xavier no sólo logró convertir allí a más de 500 personas, también supo atraer la atención de las clases altas de la sociedad japonesa.

Cuando Francisco Xavier se enteró que un barco portugués había atracado en la ciudad de Funai en Bungo, decidió trasladarse allí dejando a Cosme de Torres a cargo de la labor evangelizadora en Yamaguchi. Pero previo a su traslado, se produjo una rebelión en Yamaguchi de manos de Sue Takafusa que obligó a Ōuchi Yoshitaka a cometer suicidio. Cosme de Torres por suerte salió ileso y aunque el nuevo gobierno también fue favorable hacia los cristianos, el apoyo a la nueva religión en su ciudad fue frágil y sólo duro hasta 1557.

En Funai, Francisco Xavier consiguió el apoyo de su líder señorial Ōtomo Yoshishige (1530–87) favorecido por el hecho de que los barcos portugueses habían estado en estas tierras desde 1544 y llevaba allí cinco años hospedado el mercader portugués Diego Vaz de Aragón.

Tras dos años y medio de evangelización en Japón, Francisco Xavier decidió ese mismo año volver a la India para desarrollar una nueva visión estratégica: la evangelización en China. Francisco Xavier era consciente de la gran influencia que tenía el continente sobre Japón y sabía que si China se convertía al cristianismo Japón aceptaría la nueva religión sin ningún impedimento.

Francisco Xavier partió en 1551 con las cartas que el propio Ōtomo Yoshishige redactó para el virrey de la India en Goa con el fin de afianzar sus relaciones e intereses comerciales. Sin embargo, el papel de este jesuita en Japón había finalizado porque murió un año más tarde en tierras chinas.

COSME DE TORRES Y GASPAR VILELA

Tras la partida de Francisco Xavier a la India, Cosme de Torres se convirtió en el nuevo líder de la actividad misionera en Japón hasta su muerte en 1570. Durante su liderazgo tuvo la suerte de poder contar con el apoyo de nuevos jesuitas portugueses que decidieron desplegar su labor evangelizadora en Japón: Baltasar Gago (1515-1583) que llegó a Funai en 1552 con Duarte da Silva; el cirujano Luis de Almeida (1525-1583) que aunque hizo una primera visita a Cosme de Torres en 1552 no residió en Japón hasta 1555; Gaspar Vilela (1526-1572) que llegó a Funai en 1556; y Luis Frois (1532-1597), amigo de Vilela, que llegó a Yokoseura en 1563.

Cosme de Torres decidió cambiar su residencia de Yamaguchi a Funai (Bungo) en 1556 cuando la situación en esa ciudad se hizo insostenible para los intereses cristianos. La ciudad de Funai fue una buena elección porque esta se había convertido en una de las bases más importantes para los jesuitas gracias al apoyo de su señor feudal Ōtomo Yoshishige.

En Funai se había fundado en 1555 una casa de acogida para niños abandonados con la ayuda del recién llegado Luis de Almeida; y tras la traslado de Cosme de Torres a esta ciudad se construyó además de un hospital en 1557 que sería dirigido por Almeida, su aprendiz Duarte da Silva y el monje budista converso Kyōzen Paulo (un centro que contó con una sala para leprosos y otra para enfermos de medicina interna), una casa para los pobres en 1558 que sería luego conocida como la Casa de la Misericordia.

Es importante destacar la figura del señor de estas tierras Ōtomo Yoshishige por el papel fundamental que jugó en el acceso de los jesuitas la capital. Gracias a sus contactos en la corte, Gaspar Vilela pudo llegar a presentar sus respetos al shogun Ashikaga Yoshiteru en 1559 y convencerle para que dictase en 1560 una orden de protección hacia el cristianismo en todo el país.

Gaspar Vilela había llegado a Japón en 1556 y los dos años siguientes había estado predicando en Kutami y Hirado. Cuando en 1559 Cosme de Torres vio necesario acercar de nuevo el cristianismo a la capital, al ver que él ya estaba muy mayor y que Baltasar Gago estaba enfermo, eligió a Gaspar Vilela para realizar esta misión.

Al llegar a Kioto, Gaspar Vilela se dirigió primero al templo Enryaku en Hieizan porque representaba el lugar de referencia nacional en la formación superior en temas religiosos. Allí no sólo no fue bien recibido sino que también fue desacreditado por los monjes que empezaron a difamar que los cristianos comían carne humana y que eran fantasmas o zorros encarnados como humanos que traerían hambrunas, enfermedades y la guerra a Japón.

Aunque como ya hemos dicho Gaspar Vilela consiguió entrevistarse con el Emperador en 1560 y recibió su apoyo, las intrigas contra él no cesaron. Por ejemplo, ese mismo año una persona fue a comunicarle que el emperador había ordenado su expulsión y le animó a irse voluntariamente de la capital antes de que se hiciese publicó el edicto. Aunque Vilela aceptó marcharse, cuando escribió al shogun para pedirle que retirase la orden de expulsión se dio cuenta de que todo había sido una farsa. El shogun al enterarse de ello decidió ofrecerles mayor protección, sin embargo Vilela, consciente del enorme rechazo que manifestaba la comunidad budista y de las limitadas posibilidades que disponía para expandir el cristianismo en la capital decidió trasladarse a Sakai (Osaka) en 1561 dónde contaba con el apoyo de Hibiya Ryokei.

El regreso de Vilela a Kioto no fue posible hasta 1562, y justo al año siguiente de llegar sufrió un segundo complot. Matsunaga Hisashide (1510-1577), seguidor del budismo Nichiren y siervo de Miyoshi Nagayoshi (1522-1564) (un señor feudal que dominaba distintas regiones en la zona central de Japón) coaccionado por el samurai Takayama Zusho (1552-1615) y algunos monjes budistas apoyó convocar un tribunal para investigar las actividades cristianas y castigarlas.

Por suerte la situación se decantó a favor de los misioneros no sólo cuando los dos miembros del tribunal, el astrónomo Yūki Tadamasa y Kiyohara Ekata (el tutor de confucionismo del señor feudal Ōuchi Yoshikata)dieron por verdaderas las enseñanzas cristianas y pidieron bautizarse, sobre todo cuando el propio instigador del conflicto Takayama Zusho hizo la misma solicitud y decidió también bautizar a su hijo Takayama Ukon (1552-1615) (Takayama Ukon se convertiría después en uno de los pocos samurais que se mantendría fiel al cristianismo aún en tiempos de persecución).

A partir de 1563 Vilela estableció la tradición de invitar a comer a las familias nobles y del shogun el día de Año Nuevo en la misión. Pero con la muerte del emperador, el cristianismo en la capital volvió a estar en peligro. Los budistas consiguieron que se dictase un edicto de expulsión de los cristianos de la capital y aunque los nobles cristianos consiguieron anularlo en 1569, Vilela ya no volvería más a la capital.

Pero regresando a la figura de Cosme de Torres hay que añadir que 1561, con ganas de obtener más conversos, decidió enviar a Luis de Almeida en busca de posibles lugares de la costa que pudiesen servir de puertos para los barcos portugueses. Almeida descubrió la ciudad de Yokoseura (en la provincia de Nagasaki), regentada por el señor Ōmura Sumitada (1533-1587), y pronto consiguió el favor del daimyo gracias la llegada de varios barcos portugueses e incluso su bautizo en 1563 bajo el nombre de Bartolomé.

Cosme de Torres mudó su residencia a Yokoseura en 1562, Ōmura Sumitada encantado de esta decisión le donó un terreno y una casa que pasó a ser utilizada como residencia para los jesuitas. Allí también se estableció un cementerio cristiano (que ayudó a salvar el problema de que los monjes budistas se negaban a enterrar en sus templos a los japoneses convertidos al cristianismo) e incluso un nuevo hospital.

En 1568 Oda Nobunaga logró la primera unificación del país que después sería afianzada por Toyotomi Hideyoshi. Con ellos comenzó el periodo Azuchi-Momoyama y una nueva fase para el cristianismo en Japón. En 1570 Vilela ofició el entierro de Cosme de Torres y en 1571 viajó a las indias (Goa) dónde pasó los últimos días de su vida. En 20 años los cristianos habían logrado la conversión de más de 70.000 japoneses.

ESTRATEGIA EVANGELIZADORA

Lo primero que debemos destacar es que ni Francisco Xavier ni sus dos hermanos españoles sabían japonés cuando llegaron al país. Por eso, el método de evangelización inicial se basó principalmente en mostrar pinturas religiosas (Francisco Xavier llevó consigo una pintura de la Virgen con el Niño y la Anunciación) y pedir a Anjirō que actuase como interprete y traductor de pasajes de la Biblia al japonés (Anjirō no fue sustituido por Juan Fernández como traductor hasta poco antes de 1551).

La confusión que se creó en los inicios tuvo que ver así con la traducción. Para intentar encontrar conceptos que hiciesen comprensible el cristianismo en Japón, Anjirō decidió utilizar términos budistas (la “tierra pura” del buda Amida por el paraíso; la deidad budista Dainichi Nyorai por “Dios”, etc.). Aunque esta confusión no era aceptable para el cristianismo, lo cierto es que facilitó que la enseñanza cristiana fuese aceptada entre los japoneses al ser confundida con otra forma de budismo procedente de la India igual que ayudó a que los misioneros no fuesen expulsados por su actitud crítica frente a las religiones locales. No fue hasta que Francisco Xavier pidió que se dejase de utilizar el nombre Dainichi para volver al término latino de Deus, cuando estos empezaron a enfrentarse rápidamente contra los misioneros.

Respecto a la estrategia evangelizadora de esta primera etapa hay que sintetizarla en cuatro vías: 1) aumentar el número de conversos lo más rápido posible y a pie de calle; 2) integrarse en los hábitos de la cultura japonesa; 3) atraer el favor de la clase alta japonesa; y 4) desprestigiar las religiones locales.

Siempre que Francisco Xavier u otro veía la oportunidad partía hacia nuevos territorios en busca nuevos conversos dejando a sus compañeros en las ciudades que ya eran afines. Además, la evangelización se realizaba de viva voz en las calles, frente a los templos y en las propias residencias jesuitas, manteniendo debates con todos los interesados el tiempo que fuese necesario.

Además, desde un inició se defendió todo el tiempo la recomendación de Francisco Xavier de que los misioneros aprendiesen japonés para predicar el evangelio, igual que se adoptó la estrategia de utilizar la vestimenta local (la túnica budista o el kimono) para las recepciones oficiales, a la vez que se asumían los hábitos cotidianos y de alimentación japoneses.

Del mismo modo se asumió una la política de ofrecer regalos (relojes, espejos, cajas de música, etc.) y cartas de referencia que tanto deleitaban a las clases altas y a los señores feudales y se aprovechó toda la información que se obtenía de las clases altas y de los monjes convertidos al cristianismo para descubrir los puntos débiles de las tradiciones locales de cara a poder desprestigiarlas.

Sin embargo, también es verdad que hubo algunas acciones más radicales como las que protagonizó Gaspar Vilela y que incluyó quemar estatuas, imágenes y libros budistas, que quizás no tuvieron drásticas consecuencias, por el miedo y el interés que se tenía hacia los barcos portugueses.

Por eso, para algunos historiadores la clave de la expansión del cristianismo en Japón hay que buscarla principalmente en el interés que tuvieron los señores feudales por mantener comercio con Portugal y conseguir no sólo sus productos sino algo más importante: el acceso a las armas de fuego por el periodo de conflicto armado en el que se encontraban.

Referencias Bibliográficas

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Villamor, E. (2019). Xavier´s sacrifice and vision for introducing Christianity to Japan. Dissensions and similitudes between religious philosophical interrelations in the early days of the Jesuits in Japan. Hispania Sacra, 71, 131-140.

Whitney, J. (2006). The Cambridge History of Japan, Vol 4, New York: Cambridge University.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

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