Saivismo. Culto a Shiva

Una de las tradiciones indias que más nos puede interesar investigar a la hora de analizar las prácticas corporales ascéticas de carácter esotérico de la India es el Shivaismo y más en particular, el Shivaísmo Tántrico.

El shivaismo hace referencia a la tradición india que rinde culto a Shiva como divinidad suprema y que considera que los textos religiosos asociados a esta deidad (shivasāsana) son la primera autoridad revelada.

Shiva es reconocido en esta tradición como el “Señor del Yoga” y de los “Renunciantes”, es decir, ascetas iniciadas a nivel esotérico que prefirieron vivir al margen de la sociedad y de la moral convencional.

La iconografía de esta deidad es muy diversa. Por un lado, se le representa como un asceta que medita sobre la piel de un tigre en el Monte Kailash (Himalaya), Aquí, su cuerpo aparece impregnado de las cenizas de los campos de cremación, con largos cabellos greñudos enroscados en la coronilla (en cuya cúspide aparece una luna creciente de la que mana el sagrado río Ganges), con un tercer ojo en medio de su frente (que simboliza la sabiduría penetrante) y serpientes enrolladas en su cuello y en sus brazos, además de portar un tridente y un tambor con el que crea el mundo a través del sonido.

Por otro lado, Shiva también es representado como un personaje mitad hombre (lado derecho) y mitad mujer (lado izquierdo) (ardhanarīvara), para mostrar que en su interior se unifican los contrarios. Según la tradición, Shiva se dividió en ambos aspectos para satisfacer la petición de Brahma de crear el sexo femenino para poder poblar la tierra. Bajo este simbolismo el Shivaismo también se asocia al culto de la Gran Diosa (Sakti).

Otra representación muy famosa es bajo el aspecto de Natarāja o el “Señor de la Danza” que crea el Universo. En esta iconografía aparece como una figura danzando en medio de un círculo de fuego, en equilibrio sobre una sola pierna (la quietud en medio del movimiento) pisando con sus pies a Apasmara, el demonio de la ignorancia. También aparece con cuatro brazos en cuyas manos lleva un tambor con el que crea el sonido; una lengua de fuego; el mudra de la protección y la forma de la trompa de Ghanesa que libera de los obstáculos.

Shiva también es representado como el esposo fiel y cabeza de familia, marido de Pārvatī (la hija de la montaña) con sus dos hijos Ghanesa y Skanda, pero también como un lingam (falo) que se asocia a los cultos a la fertilidad de una tradición religiosa “pre-aria” en el valle del Indo.

Shiva representa la dualidad asceta-padre de familia, castidad-padre de familia, asceta-seductor de mujeres, creador-destructor, liberación-esclavitud.

Antes de la aparición de los textos védicos, la figura de Shiva es recogida en Pasupati, el yogui y señor de los animales que aparece representado en un sello encontrado en el valle del Indo.

Después en el Rg Veda asimilará el culto local de Shiva asociando esta figura a Rudra, un personaje feroz y destructivo que dirige a los dioses de las tormentas, pero también a un personaje con poder sanador que con sus hierbas medicinales aleja la enfermedad.

En el siglo IV y V a.C., el Svetāsvatara Upanisad mostrará a Rudra-Shiva como el Absoluto Supremo, la Causa Eficiente y Material del mundo, al que puede accederse tanto por el ascetismo como por la devoción.

ESCUELAS SHIVAISTAS

Dentro del Shivaismo podemos diferenciar dos corrientes:

1) La tradición Shivaista Ortodoxa, conformada por aquellas escuelas que aceptaron la tradición védica y que son identificadas bajo el nombre de Shivaismo Puránico o Mahesvara.

Esta corriente se distanció del Tantra y criticó a la corriente no ortodoxa. Sus textos de referencia fueron Satarudriya y el Atharvasiras Upanisad y su meta se centraba en conseguir que al fallecer el practicante fuese elevado al cielo de Shiva.

2) La tradición Shivaísta Tántrica no ortodoxa, que se desarrolló en paralelo a la tradición védica, y que se subdivide en: a) atimārga (vía externa o suprema) las escuelas enfocadas en la búsqueda de la liberación. Aquí estarían ubicadas las escuelas Pāsupata y Lākulīsa; y b) mantramārgas (vía de los mantras) las escuelas que además de buscar la liberación buscan el poder (siddhis) y el gozo (bhoga) en los mundos superiores sobre los que meditan. Aquí estarían las escuelas Siddhanta y Kāpālika.

– Shivaismo Pāsupata. Corresponde a la escuela más antigua (siglo II a.C.) y su nombre haría alusión a Pāsupati, el “Señor de los animales”. Pāsu hace referencia a los seres esclavizados, las almas individuales que el Señor (Pati) encadena al mundo mediante la cuerda de la ignorancia, el karma… pero a las que también puede liberar a través de su gracia.

El único texto que se conserva de esta escuela es el Pāsupata Sūtra, un texto que se supone que fue revelado por Rudra cuando se encarnó en la figura del sabio Lakulīsa, después de revivir el cadáver de un brahamán en un campo de cremación. Este personaje fue considerado como la última de las encarnaciones de Shiva.

Según Flood (2008), en esta escuela se considera que el asceta para conseguir la liberación, además de la ayuda de Rudra, debía que seguir cuatro etapas: 1) vivir en un templo shivaista cubierto de cenizas y venerar a Shiva por medio de la danza, el cántico, la risa, el mantra y la circunvalación del templo; 2)  abandonar el templo y esconder todos los signos externos de su ascetismo para vivir en sociedad llevando una vida antisocial cuyo objetivo era que la gente lo rechazase para crear así méritos espirituales; 3) retirarse a una cueva para recitar mantras y el sonido sagrado Om; y 4) tras alcanzar la conciencia de Rudra retirarse a vivir en un campo de cremaciones.

– Shivaismo Lākulisa, Esta escuela representa la rama más importante que se desarrolló dentro de la escuela Pāsupata descrita anteriormente. Representa una escuela extremista en sus prácticas ascéticas, en la que sus seguidores, buscando la imitación total de Rudra, se convertían en ascetas errantes cubiertos en cenizas y ornamentados con huesos humanos, y portaban un cráneo humano en su bastón que podía hacer las funciones de cuenco de limosna.

La justificación del uso de este cráneo se asociaría a una leyenda según la cual Shiva, bajo la forma del terrible Bhairava después de haber matado la quinta cabeza de Brāhma esta se le habría quedado pegada a la uña del pulgar. Después de peregrinar por varios templos al llegar a Benarés la cabeza se desprendió y quedó liberado del pecado del asesinato.

Otra rama que surgió de esta última escuela y que floreció entre los siglos XI y XIII en la región de Karnataka fue la escuela Shivaista kālāmukha.

Shivaismo Siddhanta. Esta escuela concedió una gran importancia al ritual como medio para liberarse de la ignorancia y de la impureza del alma, y con ello poder crear un cuerpo “puro” y “divino” desde el cual adorar a Shiva que es canalizado a través de un Lingam sobre el que se rinde culto. Su origen se asocia a la figura de Sadyojyoti en Cachemira, aunque su fuerza principal se desarrolló principalmente en India del Sur.

Esta escuela desarrolló un enfoque dualista en la que se consideró que Shiva y el alma son diferentes. En su cosmología el Señor (Sadāshiva) es un ser trascendente distinto del universo mental (Pasu) y material (Pāsa). El objetivo del yogui es liberarse mediante la purificación y no sólo mediante el conocimiento.

– Shivaismo Kāpālika. Esta tradición recibe su nombre de los ascetas que vivían y realizaban sus prácticas en los campos de cremación, los Kāpālikas, “hombres de la calavera”.

Representa una escuela radical que seguía los textos tántricos Bhairavas en los que se adora a Shiva y a la diosa Kālī en su aspecto encarnado más feroz. Sus rituales incluían el uso de substancias “prohibidas” (sangre, alcohol, carne y sexo) y el objetivo de sus prácticas era conseguir poderes (siddhis). En la actualidad, esta escuela está representada en los Aghoras.

Dentro de esta escuela, la rama que se enfocó en el culto a la Diosa (Sakti) se identificó como la Escuela Kaula. Aquí se englobaron todos los grupos de practicantes que rendían culto a las diferentes familias de diosas (yoginī) que aparecen en los tantras como divinidades y consortes (Kulesvarī, Guhyakālī, Kubjikā y Kāmesvarī).

La tradición Kaula en Cachemira dio lugar, en los siglos VIII y XI, al Shivaismo Cachemir conocido como la Escuela Trika que englobó tres líneas: Kaula, Krama y Trika.

Esta escuela era monista o no dualista, y consideraba que todo lo manifestado y no manifestado era una simple proyección de Shiva, en diferentes niveles vibratorios de conciencia, jerarquizados en una secuencia que va desde las formas más puras a las más contaminadas por el egocentrismo (ānava-mala), la ilusión (māyīya-mala) o el karma (karma-mala). El trabajo del practicante se centra así en “reunificar” la conciencia individual con la conciencia superior.

Dentro de esta tradición surgieron figuras tan importantes como Abhinavagupta (975-1025) y Ksemarāja (1000-1050), y las corrientes específicas Spanda (vibración) y Pratyabhikñā (reconocimiento).  

La primera postuló que todo es “vibración” de la Conciencia, es decir, que la Realidad Última es un principio activo de movimiento y energía, que todo surge y fluye al ritmo del latido universal de la conciencia; y la segunda pregonó la necesidad de reconocer que la identidad real de nuestro “yo interior” es el “Yo universal”, la conciencia absoluta.

Referencias Bibliográficas

Dyezkowski, M. (2006). The Doctrine o Vibration. An análisis of the doctrines and practices of Casimir Shaivism. 1ª Edición 2000. Delhi: Motilal Banarsidass Publishers, Delhi.

Flood, G. (2008). El Hinduísmo. 1ª Edición 1996. Madrid: Akal.

Fernández, R. (2001). El Śivaísmo. Madrid: Ediciones del Orto.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

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