El taoísmo en Japón se identifica con el término Onmyōdō o la “Vía del Yin-Yang”.
Lo primero que debemos destacar es que el taoísmo en este país, nunca se llegó a desarrollar como una religión organizada en cuanto a disponer de una red de templos, un cuerpo textual propio, ordenación de monjes, etc. Es más, existen registros en los que se dice que en el año 753, la corte japonesa rechazó la oferta del emperador chino Xuanzong, de la dinastía Tang, de enviar maestros taoístas a Japón.
La introducción y el desarrollo
de las prácticas asociadas al taoísmo en Japón fue liderada principalmente por
monjes budistas y académicos, y se constituyó en verdad, como una realidad
conformada por una mezcla de elementos culturales tradicionales y de folklore
religioso popular chinos, taoísmo, confucionismo y budismo esotérico (mikkyō).
A la hora de abordar el estudio
de la asimilación de las tradiciones taoístas chinas en Japón existen
importantes dificultades. Por ejemplo, Livia Kohn (1995) nos recuerda que la
palabra taoísmo es en sí una realidad compleja que abarca muchas dimensiones
(taoísmo filosófico, taoísmo médico, taoísmo mágico, taoísmo religioso, taoísmo
“científico”, etc.) y prácticas (adivinación, meditación, dietética, prácticas
de salud corporal, técnicas de inmortalidad, exorcismos, talismanes, etc.).
Anna Seidel (1989) y Livia Kohn
(1995) también advierten que muchas de las prácticas y conocimientos que se
asocian en el Onmyōdō al taoísmo (p.e. teorías cosmológicas del Yin-Yang
y los Cinco Agentes; astronomía, geomancia, calendario, I Ching, predicción
de la fortuna, fórmulas terapéuticas, prácticas corporales de salud y
longevidad, etc.), en realidad, más que ser taoístas, pertenecían simplemente a
actividades que estaban integradas en la cultura popular china y en las
funciones administrativas de su gobierno, y que no habría que identificarlas
como tal con el taoísmo.
Para ambas investigadoras, los elementos genuinamente taoístas que se importaron en los primeros tiempos a Japón fueron más bien puntuales, y apuntan en particular a varios rituales específicosy a las prácticas ligadas a la cultura de la inmortalidad que se difundieron en el archipiélago japonés a través de la literatura médica.
Fauer (2012) también resalta que es necesario distinguir entre el “Onmyōdō Oficial-Estatal”, que estaría representado principalmente por las funciones oficiales ejercidas por la Oficina del Yin-Yang (Onmyōryō) para el gobierno japonés desde el periodo Nara; del “Onmyōdō Religioso”, que se desarrolló en paralelo a la dimensión oficial bajo la influencia del budismo esotérico; y el “Onmyōdō Folklórico”, representado por las prácticas populares que se desarrollaban entre la población japonesa.
Según Livia Kohn (1995), la
investigación de la presencia del taoísmo en Japón, se ha realizado desde tres
enfoques básicos: tradicional, iconoclásico y neutral.
El enfoque tradicional centra su análisis en aspectos ligados a la transmisión del proto-taoísmo en Japón, es decir, la introducción entre la aristocracia japonesa del antiguo Japón de las obras filosóficas de Lao Zi y Zhuang Zi y la cultura de la longevidad y la inmortalidad que son previas a la creación del taoísmo religioso en China.
Esta línea, enmarcada y afín al
movimiento Kokugaku (Escuela de Estudios Nacionales), mantiene una
posición “nacionalista” e intenta identificar la “pureza” y la “genuinidad” de
la cultura japonesa y la verdad del mito imperial.
Con estos objetivos, esta corriente afirma que muchos de los elementos que se asocian a la cultura china y al taoísmo, ya existían previamente en Japón. Entre las figuras que Kohn asocia a esta corriente figuran Hirata Atsutane, Naba Toshishida, Matsuda Chihiro, Shimode Sekiyo y Nakamura Shōhachi.
El enfoque iconoclásico
adopta un punto de vista opuesto al anterior y centra sus estudios en mostrar
cómo el taoísmo ha sido una influencia clave en la creación de gran parte de
los elementos claves que definen la identidad japonesa (incluido el mito
imperial).
Esta corriente, apoyándose en
la arqueología, la antropología y la historia, cuestiona la “genuinidad” de la
cultura japonesa al mostrar que en verdad sus orígenes se ubican en muchos
elementos extranjeros.
Entre las personas que figuran en esta corriente están según Livia Kohn: Fukunaga Mitsuji, Maeda Ryōchi, Wada Atsumu, Takahashi Tōru, Senda Minoru o Kiyota Keiichi.
Por último, la postura
neutral corresponde a aquellos investigadores que simplemente aceptan la
existencia de elementos taoístas en la religión y la cultura japonesa y tratan
de analizar y describir esos elementos.
Aquí se incluyen todos los
trabajos que se centran en elementos culturales o religiosos específicos como
el ritual Kōshin (una tradición de orígenes claramente taoístas que
alcanzó cierta relevancia en el periodo Heian), el análisis del culto a
las deidades de la Estrella Polar o del MonteTai, etc.
En esta corriente Livia Kohn
incluye los trabajos de Kubo Noritada, Yoshioka Yoshitoyo, Sakade Yoshinobu,
Hirohata Sukeo, Yanagisawa Taka e Iwasa Kanzō.
Referencias Bibliográficas
Faure, B. (2012). A Religion in Search of a Founder?, Cahiers
d’Extrême-Asie, 21, 1-19.
Kohn, L. (1995). Taoism in Japan: Positions and Evaluations, Cahiers
d’Extrême-Asie, 8, 389-412.
Seidel A. (1989). Chronicle of Taoist Studies in the West 1950-1990, Cahiers
d’Extrême-Asie, 5, 223-347.
Xiaoling, M. (2011). Daoism without Dao in ancient Japan, The 1st
Asian Conference on Ethics, Religion and Philosophy, International Academic
Forum, (pp. 111-122), Osaka.
Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.
Muchos linajes de la tradición del budismo
zen japonés han introducido en su práctica el uso de métodos asociados a
las tradiciones energéticas chinas. Uno de los casos más destacados e
interesantes corresponde al maestro Hakuin Ekaku (1686–1769).
Hakuin
perteneció a la EscuelaRinzai y se caracterizó en su vida por
mantener una gran preocupación por intentar acercar las enseñanzas del Zen
al público en general.
A este personaje se le atribuye el famoso koan
“¿cómo es el sonido de la palmada con una sola mano?”, y una
personalidad fuerte, que no dudó en utilizar la agresividad y la frustración para
ayudar a sus alumnos a elevar su nivel de comprensión.
En su vida, revitalizó el uso del koan
e ideó un sistema de “progresión” con ellos en función del nivel de comprensión
alcanzado por el alumno en cada momento, llegando incluso a poner a esta
práctica por encima de la meditación sentado. De hecho, Hakuin, con el
fin de generar técnicas que se adecuasen a la vida de cualquier persona, animó
a utilizar esta herramienta en cualquier momento del día sin necesidad del zazen.
Para hacer más accesibles las enseñanzas y
evitar la retórica más compleja del Zen, también defendió el aprendizaje
a través de la caligrafía, la pintura, la poesía, etc. Para Hakuin, la
iluminación podía llegar también escuchando un poema o admirando una pintura.
Pero lo que nos interesa aquí es que este
maestro también fue una persona muy interesada en las prácticas “alquímicas
internas” chinas (neidan) según aparece reflejado en sus escritos,
además de un gran conocedor de la literatura médica china.
En su obra Yasenkanna (1746), Hakuin
no sólo mostró su postura afín hacia la alquimia interna, introduciendo un comentario
de un poema del legendario Hanshan de la dinastía Tang con
relación a la inmortalidad; también citó a Bai Yuchan (ca.
1194–1229), un renombrado maestro alquimista taoísta; y mostró una analogía
entre el proceso de transmutación interno “Jing (esencia), qi
(energía vital), shen (espíritu)” de la tradición china con la relación
entre el príncipe, los ministros y su pueblo.
En esta obra, y a lo largo de su vida, Hakuin
defendió constantemente dos ideas: la importancia de almacenar la energía vital
(ki) en el “campo de cinabrio” (tanden) ubicado debajo del
ombligo; y la importancia de moverse o hacer trabajo físico para evitar el
estancamiento de la energía vital.
Para entender mejor sus teorías sobre la
práctica interna, es importante resaltar que uno de los sucesos que más condicionó
la vida de este personaje fue un conjunto de reacciones adversas que surgieron
en su práctica meditativa y que identificó con el nombre de “enfermedad de zen”
(zenbyō).
Según su propio testimonio, en su progresión
meditativa, Hakuin llegó a un punto en el que empezó a padecer síntomas
físicos y psicológicos severos que describió como fuego en la parte alta del
cuerpo, pies fríos, constantes zumbidos en los oídos, sudoración abundante, miedo,
fatiga, depresión y extrañas visiones tanto en el sueño como en la vigilia.
Según cuenta este maestro, tras buscar a
muchas personas para intentar curarse, contactó finalmente con un ermitaño a
las afueras de Kyoto, llamado Hakuyū, que le pudo ayudar y
enseñar cómo sobrellevar mejor su práctica.
En particular, este ermitaño fue el que le hizo tomar conciencia de los peligros del “estancamiento” de la energía en la meditación y el que le recomendó como solución a su problema un ejercicio llamado “Inundarse con energía vital” (kōzen no ki) en el que había que descender la energía hasta el punto del océano de la energía en el “campo de cinabrio”, situado debajo el ombligo (Sairin Kikai Tanden).
Este maestro también le transmitió que el
secreto del “cultivo interno” consiste en guardar la energía vital (ki) en
esa zona con determinación y nutrir el proceso inquebrantablemente durante años
para llegar a conseguir crear una “píldora” interna (gentan) capaz de
evitar que la persona padezca ningún tipo de enfermedad.
También le explicó que la mente es como un “fuego”
que tiende a encender, y con ello, a robar la energía vital de la persona y que,
por eso, y con el objetivo de no dejarse arrastrar por los deseos y emociones, había
que recluir la energía vital en las “aguas tranquilas” del bajo abdomen asociado
a la energía del riñón.
Según los escritos de Hakuin, el
problema de los efectos secundarios por la meditación en su época debía ser
bastante frecuente, ya que afirmó que había visto sus mismos síntomas en otros
monjes de su templo (Shōinji), y además, en su vida, intercambió
numerosa correspondencia con muchos otros monjes a los que les ofrecía consejo
sobre cómo proceder para superar sus problemas.
Hakuin
recomendó esencialmente dos métodos de trabajo para evitar el estancamiento de
la energía vital (ki): 1.- Imaginar una bola de mantequilla del tamaño
del huevo de un pato, que se derrite y cae desde la coronilla hasta los pies,
repitiendo el proceso varias veces; y 2.- meditación haciendo ejercicio o trabajo
físico. El maestro afirmó que el primer método lo había enseñado el propio Buda,
y también, que había sido descrito por Zhiyi (538–597), el famoso monje
de la secta Tiantai, en su tratado “Enfermedades serias por agotamiento”.
Pero Hakuin no sólo recomendó estas
dos técnicas, también advirtió del error que supone el obsesionarse por hacer muchas
horas de meditación sentado (zazen), y en la concentración de la energía
en el tanden advirtió: “Si controlo la mente y la fijo en un único
lugar, ¿no habrá estancamiento de la energía y la sangre?”.
Hay que señalar que Hakuin estuvo
entre los pioneros que animaron a introducir la idea de la “meditación en movimiento”
en las artes marciales y en las artes tradicionales japonesas.
Pero ¿hasta qué punto estas ideas eran originales
de Hakuin? Juhn Y. Ahn (2008) muestra como la mayor parte de las ideas
expresadas por este maestro coincidían con las teorías ligadas a la cultura del
cuidado de la salud (j. Yōjō; ch. Yangsheng), que circulaban por Japón
en esas fechas. En particular, este autor hace referencia a la figura de Kaibara Ekken
(1630–1714) y su obra Yōjōkun (1713).
Lo
primero que señalaba Ekken era que la gente de su época (incluso los samurai)
consideraba que las prácticas del cuidado de la salud (Yōjō) era algo
anticuado e incluso negativo porque invitaban a la persona a permanecer ociosa
sin hacer nada, a renunciar al desarrollo de sus destrezas y habilidades, y al
final, hacían del practicante una persona débil física y mentalmente.
Ekken
defendía que esto respondía a la ignorancia y aclaraba que en verdad estas
prácticas eran un medio para aprender a mantener en “silencio” la mente y dinamizar
el cuerpo.
¿Dónde
están las coincidencias con Hakuin? La primera y más importante es que este
personaje también advertía de que sentarse mucho tiempo a meditar estanca la
energía y produce enfermedad. Para justificar su afirmación aludía al Jingshu,
un capítulo del Lishi Chunqiu en el que se decía que el agua que no
circula se pudre o la puerta que no se utiliza se oxida.
Otras
ideas compartidas eran que Ekken: 1) definía las mismas teorías tradicionales
del cultivo de la energía en el tanden; 2) también comparaba a la mente
con el “señor” del cuerpo, y decía que debía ser calmada con la quietud,
manteniendo los deseos a raya, para evitar el agotamiento de la energía vital, 3)
aconsejaba respecto al cuerpo, el sirviente de la mente, cuidarlo a través del movimiento
para evitar el estancamiento de la energía y evitar la enfermedad (recomendaba
caminar después de comer, recibir masaje, y hacer ejercicios corporales (dōin)
o simple ejercicio físico; 4) consideraba que los males asociados a la meditación
deben tratarse primeramente con un cambió en los hábitos de vida de la persona,
y como segunda opción si no había otras, con medicina; y 5) animó a los
guerreros a concentrar también su energía en el tantien.
Referencias Bibliográficas
Ahn
J.Y. (2008). Zen and the Art of Nourishing Life Labor, Exhaustion, and the
Malady of Meditation, Japanese Journal of Religious Studies, 35(2);
177–229.
Harwood,
BJ (2015). The tools of one-handed zen: Hakuin Ekaku´s technological and
artistic charisma, Kentucky: University of Louisville.
Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.
Este periodo recibe este nombre debido a la expansión de las ciudades-castillo que tiene lugar en esta época y, en particular, a dos de ellos: el castillo de Oda Nobunaga (1534-1582) construido en Azuchi y el palacio de Toyotomi Hideyoshi (1537-1598) en Momoyama (Fushimi), ambos próximos a Kyoto. Sin embargo, esta época también recibe el nombre “Shokujo” tomando el primer ideograma del nombre de Nobunaga y del nombre de Hideyoshi, los dos regentes de este periodo
Se asocia el inicio de este periodo con dos eventos: la entrada de Oda Nobunaga en Kyoto para imponer como nuevo emperador a Ashikaga Yoshikai en 1568, o con la expulsión de Yoshikai y la proclamación de Nobunaga como señor del país, en 1573.
CONTEXTO POLITICO, ECONÓMICO Y SOCIAL
En medio de la lucha de intereses por ampliar territorios entre los sengoku-daimyo que se establece a finales del periodo Muromachi surgieron tres grandes personajes que llevarían a Japón a la unidad nacional: Oda Nobunaga; Toyotomi Hideyoshi y Tokugawa Ieyasu (1542-1616).
Nobunaga salto al panorama militar japonés cuando derrotó al clan Imagawa
en su intento de conquistar Kyoto. Poco después, en 1568, Nobunaga
decidió entrar en la capital para proclamarse protector de Ashikaga
Yoshikai, si bien le obligó a aceptar que todas las decisiones políticas las
adoptaría él.
En el
proceso de unificación nacional, Nobunaga tuvo que superar a muchos
adversarios: 1) los monjes budistas armados, de las sectas Tendai, Ikko
y Negoro; 2) los mercaderes de Sakai; y 3) los daimyo de
otras regiones como: Takeda, Uesugi, Hojo, Mori y Shimazu.
En 1573,
tras vencer a los monjes budistas armados, expulsó de Kyoto a Yoshikai
por haber conspirado contra él, y se alzó como el verdadero dueño del país.
Además, decidió establecer una política de control sobre el clero budista
y sintoísta confiscando parte de sus tierras; colocando al mando de las
instituciones religiosas a gente de su confianza; y apoyando al cristianismo.
En el
contexto político, Nobunaga creó un organismo central administrativo
compuesto por Cuatro Consejeros Administradores (otona) que
controlaron a dos grupos de vasallos: los vasallos fieles desde su origen (hudai-daimyo)
y los nuevos vasallos recién sometidos (shinki-daimyo).
Para controlar
a los vasallos nuevos obligó a cada señor a: 1) conservar un solo
castillo-residencia en su territorio y transformar sus armas en útiles de labranza;
2) participar en la primera línea del frente bélico; y 3) estableció una política
de movilidad y traslado de territorio (kuni-wari y Kuni-gae) ubicando
a sus vasallos más files en los lugares estratégicos.
La política de Nobunaga desde
un punto de vista económico se puede resumir en que: 1) buscó el control
catastral de la propiedad de la tierra en los territorios conquistados y generó
un nuevo modelo de medición de la tierra que se convertirá después en el “koku”
de su sucesor Hideyoshi; 2) separó a la clase militar de la tierra y
cortó la posibilidad de que personas de “rango inferior” pudiese ascender a una
posición de poder; 3) unificó pesos y medidas y potenció la homogenización monetaria
para dar prioridad a las moneda de oro y plata en la transacción comercial;
4) fomentó el desarrollo del comercio asegurando la libre circulación de mercancías,
quitando los impuestos aduaneros y poniendo bajo el control de la institución
militar a los gremios artesanos y a los comerciantes; y 5) potenció el intercambio
comercial con los portugueses, concediendo la autorización a los misioneros
para residir en Japón, erigir iglesias y predicar la fe cristiana.
En el contexto
marcial, hay que señalar que la introducción de las armas de fuego en Japón
cambió el formato de la guerra. La batalla pasó a implicar grandes masas de
soldados a caballo y luchas masivas con artillería y los castillos pasaron a
construirse estratégicamente en anillos concéntricos para poder hacer frente a
las armas de fuego. En
este periodo se construyeron los castillos de Himeji,
Osaka, Kanagawa, Wakayama, Kochi, Hiroshima, Edo, Okayama, Kofu, Fushimi,
Sendai, Kumamoto, Hikone, Yonezawa, Shizuoka y Nagoya.
Nobunaga y su hijo mayor morirían en 1582, traicionados por el general Akechi
Mitsushide. A su muerte, Nobunaga había dejado conquistado un tercio
del territorio japonés que después supo ampliar su sucesor Toyotomi Hideyoshi.
Una persona de origen humilde que supo llegar a lo
más alto.
Hideyoshi había sido un general que ayudó a Nobunaga en sus batallas. Cuando
Nobunaba fue traicionado y asesinado decidió regresar a la capital para dar
muerte al traidor.
En la sucesión
de gobierno el heredero natural de Nobunaga era su nieto, pero como
todavía era menor de edad se estableció un Consejo de Cuatro Regentes con
funciones tutelares.
Hideyoshi entre ellos, aprovechó su responsabilidad de proteger la capital para
eliminar a los otros tres tutores, establecer alianzas con los antiguos
vasallos de Nobunaga (incluido Ieyasu Tokugawa) y finalmente, en
1585 se hizo con el poder bajo el título de Regente Imperial (Kampaku) ubicando
su residencia en el castillo de Osaka. Hideyoshi conseguiría unificar
finalmente el país.
En el contextopolítico,Hideyoshi reivindicó en su persona los máximos poderes civiles y
militares, aunque presentó su apoyo al emperador Go-Yozei del que recibió
el apellido Toyotomi y el título de Gran Ministro.
Su fórmula de gobierno fue de
unificación en un país descentralizado. El equilibrio lo encontró en una astuta
política de equilibrio entre poder, lealtad y disposición estratégica entre los
diferentes grupos de daimyo que controlaba.
Por un lado, estableció un sistema de
rangos cortesanos para diferenciar entre los grandes daimyo “independientes”,
los vasallos fieles de Nobunaga y los daimyo de su propio clan; y
por otro, asumió una astutas estrategias para controlar
a los daimyo “externos”: trasladó geográfico de los señores feudales
para alejarlos de sus zonas de influencia y puso en su lugar a sus allegados;
estableció juramentos de fidelidad y entrega de rehenes (esposas y herederos); y
obligó la construcción
de residencias próximas a su palacio junto a alianzas matrimoniales.
En su
política exterior Hideyoshi fue muy ambicioso y no se conformó con establecer
lazos comerciales con el extranjero, ni con convertir a Osaka en el
puerto más importante de Japón central, también quiso conquistar China.
En su proyecto, primero se lanzó en
1592 a conquistar Corea. Sin embargo, el ejército japonés pronto tuvo que
gestionar allí una victoria “negocia” con China cuando vieron sus grandes ejércitos.
Hideyoshi pidió una
princesa china como consorte del emperador japonés, la división equitativa de
Corea en sectores chino y japonés, el establecimiento de un gobernador general
japonés en Corea y el libre comercio entre China y Japón. Pero ante la falta de
respuesta desde China, mandó una segunda invasión 1597 que se disolvería con la
muerte de Hideyoshi en 1598.
Próximo a
su muerte, Hideyoshi creó el Consejo de Cinco Regentes (Go-Tairo)
compuesto por los daimyo externos más poderosos a los que obligó por juramento
mantener la paz: Tokugawa Ieyasu, Maeda Toshiie, Uesugi Kagekatsu, Mori
Terumoto y Ukita Hideie.
En el contexto económicoHideyoshi
creó un nuevo sistema de medición de la tierra basado en el “koku” de
arroz (180 litros), de modo que un daimyo era el señor que poseía un mínimo
de 10.000 kokus; mejoró el sistema catastral de Nobunaga con la Reforma
Taiko-Kenchi (1582-1588) de modo que la tributación anual se estableció en
función del grado de fertilidad de la tierra; estableció la unidad administrativa
de la aldea (mura) para el control del pago de impuestos; favoreció el libre
movimiento de los comerciantes, eliminó aduanas y acuñó monedas de fabricación
nacional de oro y de plata.
A nivel social mantuvo la separación entre la clase campesina y la guerrera, y continuó la política de control sobre las armas imponiendo, en 1588, una ley nacional para requisar espadas, armas de fuego y demás instrumentos de lucha a todos los rangos sociales que no fueran militares. También prohibió el cambio de clase social en 1590, fijando finalmente cuatro clases sociales: militares, agricultores, artesanos y comerciantes. En estas fechas aparece la figura del guerrero sin amo (ronin).
CONTEXTO RELIGIOSO
El elemento más destacado desde un punto de vista religioso en esta época fue la expansión y el declive del cristianismo.
En
el periodo Muromachi el cristianismo portugués había sido el primero en
llegar a Japón. Los jesuitas portugueses llegaron a través de Kagoshima (extremo
sur de Kyushu) en el año 1549.
En
esas fechas las figuras más importantes fueron Francisco Xavier, Cosme de
Torres, Juan Fernández y el intérprete japonés Anjiro. El problema
que se encontraron fue el inicio del periodo Sengoku que llevó a una
instabilidad tan grande al país que no pudieron realmente hacer nada.
En
1579, cuando ya se ha establecido una cierta unidad nacional bajo la figura de Nobunaga,
llegó a Japón Alexandro Valignano, el verdadero impulsor de la misión
cristiana en el país. Prueba de ello es que tan sólo tres años después de su
llegada se calcula que ya había 150.000 fieles y más de 200 iglesias por todo
el país.
Valignano utilizó como principales estrategias “evangelizadoras”
la adopción de términos japoneses para explicar el cristianismo; potenció un clero
nativo;creó escuelas que sólo admitían a los hijos de los daimyo;
divulgó los conocimientos europeos (música, pintura, astronomía, filosofía,
teología); y facilitó el comercio de la seda con del continente.
Valignano consiguió además organizar el envío de la primera
delegación japonesa a Roma en 1582. Delegación que fue recibida por el Papa Gregorio
XIII en 1585 (No será después, hasta el año 1613 cuando se envíe una
segunda embajada a Roma de 150 japoneses).
En1584, dos años después de la muerte de Nobunaga, llegó a Japón el cristianismo
españolcon dos franciscanos, Antonio Cayado y Juan Pobre de
Sanlúcar y dos agustinos, Francisco Manrique y Pablo Rodríguez.
Sin embargo,
llegó en peor época. Si Nobunaga
fue tolerante con el cristianismo, Hideyoshi lo persiguió al ver el poder
que estaban amasando en Nagasaki y desconfiar de que el cristianismo fuese
una “avanzadilla” europea para conquistar Japón.
Se
calcula que en 1582 había unas 200 iglesias y 150.000 conversos, todo por obra
de 75 sacerdotes. En 1587, Hideyoshi
manifestó que Japón era la tierra de los kami y declaró herética la
religión cristiana prohibiendo su difusión y confiscando las propiedades de la
iglesia en Nagasaki.
En
1596, el barco español San Felipe encalló en Shikoku y expandió
el rumor de que el rey de España primero quería someter a los japoneses con el
cristianismo para después conquistarlo por las armas.
Ese
año Hideyoshi mandó crucificar a 26 cristianos, entre ellos algunos
misioneros, en Nagasaki y confiscar las tierras de los daimyo cristianos.
Empezaron así las primeras persecuciones cristianas. Dos años más tarde muere Hideyoshi.
Se puede establecer el final de periodo Momoyama en tres fechas: la victoria de Tokugawa Ieyasu en la batalla de Sekigahara en 1600; la proclamación de Ieyasu como Shogun en 1603; o la conquista el castillo de Osaka y el exterminio del linaje Toyotomi en 1615.
Referencias Bibliográficas
Kondo, A. (1999). Japón. Evolución histórica de un pueblo
(hasta 1650), Guipúzcoa: Nerea.
Whitney, J. (1993). El Imperio Japonés, Madrid: Siglo XXI.
Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.
Este
periodo abarca el gobierno del clan Ashikaga en Kyoto durante 230
años, empezando con Ashikaga Takauji (1305-1358) para extenderse durante
15 generaciones.
El
mandato no fue sencillo al inicio. La rivalidad con el exemperador Godaigo
y sus seguidores cortesanos fortificados en Yoshino, supuso un periodo
que se llamó las “Dinastías del Norte y del Sur” que no se resolvió
hasta el año 1392.
A
nivel político, el objetivo del clan Ashikaga fue resucitar el poder
militar en todo el ámbito nacional. Algo que se consiguió ya que el Shogun
se convirtió en el único poder efectivo de la nación (pudiendo dictar órdenes
en nombre del emperador), y los cortesanos pasaron a depender económicamente de
los gobernadores militares a la hora de poder recibir cualquier tipo de ingreso
desde las provincias.
Sin
embargo, el Bakufu Muromachi mantuvo muchos elementos del sistema administrativo
Kamakura. Se mantuvo el sistema de una administración centralizada, si bien
se basó en una Junta Suprema gestionada por un sistema tripartito (san-han-rei)
de tres clanes familiares.
La
administración provincial siguió en manos de la clase militar, si bien el poder
quedó exclusivamente en la figura del gobernador militar, y acogió un “sub gobierno”
autónomo en Kamakura, cuyos miembros fueron elegidos por la familia Ashikaga,
para vigilar las 8 provincias de la región de Kanto.
Esta
fórmula administrativa abrió la puerta a que los gobernadores militares se
convirtiesen en señores feudales de varias provincias. De hecho, fue aquí donde
nacieron los grandes terratenientes militares (Shugo-Daimyo) que
caracterizó a la época Muromachi.
Estos
señores llegaron a acumular tal fuerza económico-militar que empezaron a distanciarse
del Shogunado e incluso a competir con él. Tanto es así que finalmente
estalló la Guerra de Onin (1467-1477). Un conflicto que terminó debilitando
de tal manera el gobierno centralizado Ashikaga que finalmente el país
se sumió en una época oscura de grandes enfrentamientos entre señores “feudales”,
conocido como Sengoku-Jidai Y que duraría 100 años. Hasta la entrada de Oda
Nobunaga en Kyoto en 1568.
CONTEXTO ECONÓMICO
Durante
el periodo Muromachi el país experimentó un importante desarrollo
económico favorecido por la mejora en la agricultura, gracias a la mejora en
las herramientas de trabajo y en los métodos de irrigación de los campos; un
mayor uso de animales de tiro; y la introducción de nuevos productos como como
la soja y el té.
Además,
también se empezó a desarrollar una especialización laboral que dio lugar a
gremios de artesanos, carpinteros, herreros, tejedores, constructores de
tejados, etc. bajo la protección de algún templo o familia aristocrática.
Comerciantes que ganaron el derecho al monopolio de determinados productos.
Un
indicador significativo del crecimiento económico fue el mayor empleo en el uso
de la moneda como sistema de valor e intercambio. Moneda que, por cierto, era
importado de China.
Con
la moneda aparecieron grupos de prestamistas y cambistas y cartas de crédito
para manejar grandes sumas de dinero. Pero también, ciudades basadas en el comercio,
interesadas en abrir rutas comerciales con el continente. Un interés que pronto
se tuvo que enfrentar con la piratería, y con ella, a importantes tensiones con
China.
Los
últimos años del periodo Muromachi trajeron además los primeros
contactos comerciales con Occidente. Portugal desde Macao y España desde
Filipinas, se habían abierto a conquistar el Nuevo Mundo.
El
primer encuentro directo con Occidente tuvo lugar en 1543, cuando el portugués Antonio
Damoa encalló en Tanegashima con un barco de bandera china. En este
contacto, los portugueses dieron a conocer a los japoneses las armas de fuego,
la pólvora y los métodos para su fabricación.
Más
tarde, en 1546, llegarían tres barcos mercantes portugueses a las costas de
Kyushu, dando el monopolio comercial de Japón a los portugueses hasta el año 1587,
en que llegarían los primeros barcos españoles.
CONTEXTO CULTURAL
El
periodo Muromachi representó un momento de notable florecimiento
cultural y económico en el país. Los argumentos que explican esto, según Whitney
(1993) son:
1) La integración de la
clase militar en la cultura de la aristocracia. Esto facilitó el interés entre
los bushi por la etiqueta, la poesía, la música y la literatura,
2) La expansión de relaciones
entre Japón y el continente chino. Gracias a la construcción de barcos que se
produjo para hacer frente al frustrado ataque mongol, Japón pudo desarrollar continuas
relaciones con la corte Ming. Relaciones que esta vez estuvieron enfocadas
en las artes, la técnica y la religión.
3)
El rol de difusión de la cultura y las artes de los monasterios Zen. En
el periodo Muromachi, la élite social tomó a muchos monjes zen
como sus consejeros y compañeros de inquietudes estéticas. Un ejemplo fue monje
zen Muso Soseki (1275-1351) consejero espiritual del ShogunAshikaga
Takauji, y principal benefactor en la construcción del monasterio Tenryu
de Arashiyama en 1345.
Este
florecimiento cultural y artístico alcanzó su cénit con las figuras de Ashikaga
Yoshimitsu (1358-1408), el tercer Shogun del linaje, y Ashikaga Yoshimasa
(1435-1490), el octavo Shogun Ashikaga. Con el primero se construyó,
en el año 1397, el Pabellón de Oro (Kinkakuji), y con el segundo, en el
año 1489, el Pabellón de Plata (Ginkakuji).
Durante
el reinado de Yoshimasa en particular, surgió la cultura Higashiyama
(1483-1490) en la que floreció la ceremonia del té (Chadō) y su cerámica,
el arreglo floral (Ikebana), el teatro japonés (Nō y Kyogen),
la pintura china (Sumi-e) y los conceptos de estética sabi, wabi
y shibumi.
En
la arquitectura se introdujeron nuevas ideas como el empleo de maderas
naturales, la fusión con el paisaje, el uso de pilares oscurecidos sin pintar.
las paredes blancas, el uso del tatami para recubrir todo el suelo, el tokonoma
como sala para mostrar objetos artísticos, y la creación de jardines de musgo y
de roca para la contemplación, elementos que se asocian hoy a la arquitectura
genuinamente japonesa.
El
periodo Muromachi ganó las aportaciones de grandes personajes en la historia
de Japón como Zeami Motokiyo (1363-1443) en el mundo del teatro Nō;
Sesshu Tōyō (1420-1506) en el mundo de la pintura china; o Kanō Masanobu
(1434-1520) creador de la escuela de pintura Kanō caracteriza por el uso
de láminas de oro en los fondos con escenas costumbristas y paisajes.
CONTEXTO RELIGIOSO
En
1386, Ashikaga Yoshimitsu decidió organizar oficialmente a las escuelas
del budismo Zen. El sistema consistió en poner en la cima al templo Nanzen
como cabeza principal, seguido en planos descendentes por los cinco templos de Kyoto
(Gozan, Cinco Montañas): Tenryu, Shokoku, Kennin, Tofuku y Manju;
los cinco templos (Gozan) de Kamakura: Kenchi, Engaku, Jufuku,
Jochi y Jomyo, y finalmente, los “Diez Filiales” (Jissatsu) que
abarcaban 70 templos provinciales y unos 200 templos locales.
Lo
más destacado del Zen en esta época es que se desarrolló un importante
debate entre los monjes “urbanos” (shukke), recluidos dentro de los
monasterios de las ciudades y con una vida implicada con la Corte, y los monjes
“puros”, recluidos en la soledad de las montañas (tonseisha).
Para
los monjes recluidos, el asilamiento representaba un ideal religioso (de
influencia taoísta) en el camino hacia la trascendencia y la iluminación,
de modo que rechazaban a los monjes urbanos presos de aspectos burocráticos.
Sin
embargo, muchos de los monjes de los templos urbanos rechazaron esta idea como
algo simplista, y aludieron a que la verdadera reclusión no tiene nada que ver
con el lugar en el que se habita sino con la mente. Para ellos, cuando una
persona ha conseguido la paz mental puede mantenerse recluido a nivel mental
incluso rodeado por las escenas bulliciosas de la capital.
La
visión del “Ermitaño en la Corte” que vive en la capital y participa
activamente en la sociedad y la política de la Corte, tuvo sus raíces en China,
donde se afirmaba que uno no tenía por qué apartarse a una cueva o vivir en la
naturaleza virgen para alcanzar la pureza; y se apoyó en el concepto de “no-dualidad”
Mahayana que mostraba que hablar de “sagrado” y “profano” era caer en un
dualismo contrario a las enseñanzas.
Tan
malo es detestar el mundo como regodearse en la liberación. Un maestro
iluminado considera que su iluminación siempre es compatible con el mundo ordinario.
Además
del florecimiento de la cultura Zen, los últimos años del periodo Muromachi
trajeron también el cristianismo de manos de portugueses y españoles.
El
Shogunato Ashikaga fue lo suficientemente tolerante con la nueva religión
como para que esta lograse finalmente expandirse por toda la zona occidental y
centro-occidental del país (desde Kyushu hasta la región de Kinki).
Pero
la expansión del cristianismo entre la población japonesa no fue exclusivamente
por motivos religiosos. También fue importante el gran interés que existió
entre los grandes daimyo por el beneficio potencial que tenía apoyar a
los misioneros para obtener beneficios comerciales, y sobre todo, para tener
acceso a las armas de fuego.
Referencias
Bibliográficas
Kondo, A. (1999). Japón. Evolución
histórica de un pueblo (hasta 1650), Guipúzcoa: Nerea.
Whitney, J. (1993). El Imperio Japonés, Madrid: Siglo XXI.
Parker,
J. (1995). The Hermit at
Court: Reclusion in Early Fifteenth-Century Japanese Zen Buddhism, Journal
of Japanese Studies, 21 (1): 103-120.
Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.
“Sentarse en zazen es el único gran asunto. Es
el auténtico sello que es recibido y transmitido de uno en uno”
CARACTERÍSTICAS IDENTIFICATIVAS DE LA ESCUELA SŌTŌ ZEN
Dōgen defendió que su enseñanza era la “auténtica”
y “original” compartida desde su importación de la India a China, y con él, a
Japón. De hecho, defendió que la esencia del zen nada tenía que ver con
el taoísmo, por la simple razón de que esta enseñanza surgió en la
India, no en China, y que allí la enseñanza se consideró desde su inicio
completa. El Zen no necesitaba de otras enseñanzas para alcanzar su
meta.
Bajo esta perspectiva Dōgen criticó a todos aquellos maestros que
afirmaban que las enseñanzas de Lao Zi, Zhuang Zi y Bodhidharma
eran lo mismo o que eran las tres patas de un trípode y, por tanto,
dependientes.
Para él, su época englobaba un periodo de
corrupción de las enseñanzas en el que muchos “supuestos” maestros simplemente
leían y hablaban sin verdadera comprensión y dificultaban la comprensión entre
los correcto y lo incorrecto.
Dōgen también se mostró contrario a todas aquellas
prácticas basadas en la simple lectura de sutras, la adoración de
estatuas, la quema de incienso, realizar postraciones, recitar el nombre de Buda,
etc., típicos en su época. Su razonamiento fue sencillo: ¿Qué tiene que ver
esto con el trabajo que tuvo que hacer Buda para llegar a la comprensión?
Dōgen fue crítico incluso con la noción de la
existencia de una secta Zen. Según lo que le habían transmitido, ningún
maestro del “auténtico” linaje había utilizado ese nombre y tampoco existía un
método “añadido” al transmitido por los budas y patriarcas, un método zen.
Para Dōgen
querer defender el nombre de una escuela respondía simplemente a la rivalidad
entre maestros que no han comprendido.
En este aspecto, Dōgen se consideró a sí mismo como un “elegido”.
De hecho, nombra en su obra como su maestro expulsó a mucha gente de su templo
porque buscaba personas genuinas y cómo él tuvo permiso para entrar a libre
voluntad en el santuario del maestro. Sin embargo, en su obra también afirmó que
la transmisión se realiza entre los elegidos sin que ellos mismos lo sepan.
Según Leighton (2006), el aspecto esencial
que caracterizó y diferenció el método de Dōgen de la escuela Rinzai,
fue su defensa de que el camino para alcanzar la Mente Original no
consistía en recorrer paso a paso diferentes fases o estadios. Para él el zazen
era la propia encarnación de la Conciencia Despierta, la expresión “aquí y
ahora” de estado iluminado, sin necesidad de pasos. Zazen era el
resultado final.
Dōgen
entendía que la iluminación no era algo que sucede en el futuro con la
práctica, algo a buscar. Para él, la Mente Original siempre ha estado
presente dentro de nosotros y era algo a reencontrar.
En este aspecto, el zen de Dōgen presenta
muchas similitudes con el budismo esotérico Tendai y Shingon, en
donde se defendía la posibilidad de convertirse en un Buda en esta vida
y con este cuerpo. De hecho, Dōgen también hablaba de llevar la “Mente
Búdica” a la vida cotidiana.
Por último, añadir que al pregonar que la esencia
de la práctica era “simplemente sentarse”, también se quiso alejar de todo el
trabajo intelectual que engloba la escuela Rinzai a través del koan
y la entrevista con el maestro.
ZAZEN
Como se ha desatacado antes, las enseñanzas
del maestro Dōgen se enfocaron en zazen, sentarse a meditar. La
primacía del trabajo del zazen sobre la comprensión intelectual la
fundamentó en varios razonamientos:
1) Bodhidharma enseñó zazen. Esto
lo demostró con los 9 años de meditación que pasó frente a un muro. Cuando lo
hizo no era porque estuviese aprendiendo meditación, era porque el camino, la
enseñanza, era zazen.
2) Su maestro en China afirmó que nunca había
escuchado que ningún patriarca de los que recibieron la auténtica transmisión
hubieran realizado prácticas adicionales al zazen.
3) La búsqueda de la verdad a través del
mental es insuficiente porque este sólo trabaja con el pensamiento y la
discriminación, y lo que se pretende alcanzar está más lejos del pensamiento y
la discriminación. De hecho, Dōgen declaró que no hay en nosotros una
mente que valga la pena.
El camino para experimentar la “Mente
Original” en Dōgen nace de la corporalidad, de la postura de zazen.
Para él, la postura es la clave que facilita todo el proceso. La postura y nada
más, porque para él la postura y la experiencia no son dos estadios.
Para aprender un auténtico zazen, o cómo
se clarifica la mente y se realiza la “Verdad”, Dōgen aconsejó:
1) Encontrar un
buen “consejero”. Un maestro que tenga la enseñanza genuina, y
no la artificial del ciego que trata de guiar a otro ciego. Dōgen creía
fundamental disponer de la guía de un maestro competente porque consideraba que
aunque los sutras y la “inteligencia innata” podían aportar la semilla
de la “Mente Original”, después es necesario cultivarla, entender sus
implicaciones, e investigar sin excepción la “Verdad”, y aquí, es necesaria la
ayuda de un maestro.
2) Estudiar los
sutras. Algo que consideraba evidente cuando se investiga
cómo en determinadas ocasiones los patriarcas budistas se apoyaron en ellos en
su camino. Además, Dōgen explica que los sutras se utilizaron
como un medio para llevar las enseñanzas a los practicantes más allá del tiempo
y del espacio geográfico que ocupen. (Un buen “consejero” debía ser también una
persona exhaustivamente versadas en los sutras).
MENTE ORIGINAL
¿Qué es la Mente
Original para Dōgen? Un estado introspectivo que asoció al vacío
(ku). Una palabra que alude a un estado de conciencia “desnudo, liso, desprovisto,
tal como es”.
Un estado en el que no hay ni forma, ni
sensación, ni percepción, ni volición, ni conciencia, ni ignorancia ni cese de
la ignorancia, ni vejez ni muerte, ni karma, ni felicidad, ni dolor, ni
sabiduría, ni iluminación, ni dualidad. Un estado más allá del pensamiento, la
voluntad, la conciencia, la atención plena o la reflexión.
Para Dōgen, esta “Mente Original” no
es algo a descubrir. Es algo a “reencontrar” en el interior porque siempre ha
estado ahí. La naturaleza búdica para Dōgen es algo que existe de manera
natural en la persona. Sin embargo, también advirtió que la Mente Original
no debe considerarse una posesión exclusiva del hombre. El estado del Buda
también puede ser compartido con cualquier ser vivo.
En cuanto a la relación de este Vacío Original
con la manifestación, Dōgen asumió una posición dualista. La Mente
Original y el mundo manifestado son diferentes. “Mientas experimentas un
lado estamos ciegos para el otro”. Si estás en el vacío estás en el vacío,
si estás en el mundo todo es real.
Bajo esta visión, sus enseñanzas no se
centraron en el trabajo exclusivo de investigación sobre la Mente Original,
también aportó pautas de conducta éticas para desenvolverse en el mundo de la
manifestación.
Por un lado, Identificó como actitudes
correctas: tener pocos deseos; conformarse con lo que se tiene; disfrutar de la
tranquilidad; apartarse de la vida social; practicar la diligencia; realizar
buenas acciones; no perder la atención plena; practicar zazen
regularmente; practicar la sabiduría; y, no participar en discusiones ociosas;
además de fomentar actitudes desprendidas como la generosidad, la cooperación,
la compasión, el discurso amable, que alejan del ego personal. Dōgen era
partidario de llevar una vida de retiro para “cultivar” y el estado de la “Mente
Original”.
En el lado complementario, también habló de
evitar la ira, la codicia, el deseo, la arrogancia, la ignorancia, la
indolencia, la negligencia, la desconfianza, el desprecio, el descaro, el deseo
de adulación, la hipocresía, la mezquindad, la envidia, la aflicción, la
hostilidad, la picardía, la duplicidad, la somnolencia, el remordimiento, etc. Evitarlos
porque estas actitudes instalan más a la persona en el ego y la alejan de la
actitud de desprendimiento que se necesita para acercarse a la Mente
Original. En esta misma línea, también fue defensor de la disciplina en la
higiene y a limpieza, como metáfora de querer purificarse de la pereza, la
desidia, la no implicación.
CONSEJOS EN LA
PRÁCTICA
1.- Investigar el
estado de la Mente Original. Para Dōgen la práctica no buscaba
simplemente “experimentar” el estado de la Mente Original. Animaba a trabajar
con ella, a investigar sobre las implicaciones de ese “Vacío Original”
como método para afianzar la frecuencia y la comprensión de ese estado
introspectivo.
Investigar lo que suponen las causas de la
ignorancia, la acción, la conciencia, el nombre y la forma, los sentidos, el
sentimiento, el deseo, el apego, la vergüenza, el tiempo, el nacimiento, la
muerte, etc. cuando se observan desde la Mente Original.
2.-No
buscar nada especial en la práctica. Si la Mente Original es vacío (ku),
entonces no corresponde a ningún estado de conciencia especial a alcanzar o a
custodiar. En cuanto uno se adentra en el vacío ya está en la verdad.
De esta manera, recordaba al practicante que
no tiene que esperar ninguna experiencia fuera de las que se tienen normalmente
en la práctica de zazen. La práctica es en sí misma el estado original
directamente accesible a la experiencia.
Bajo esta premisa Dōgen advirtió del
error de apegarse a palabras como “iluminación”, “iniciado”, “estado
búdico”, “devenir”, “no-hacer”, o a la promesa de conseguir poderes
místicos (siddhis).Estas nociones le encantan al ego, pero el
vacío está más allá de conceptos.
Del mismo modo, Dōgen también advirtió
de no apegarse tampoco a sentarse a hacer zazen. Dōgen animaba a investigar
tranquilamente, al sentarse, qué pretende uno al hacer zazen. Para él, aferrarse
a la forma sentada era no haber realizado el principio de sentarse.
Cuando uno se instala en la Mente Original
descubre que todos estos conceptos son ilusiones, que en realidad nunca ha
habido nada como “escuchar enseñanzas” o “practicar zazen”. “Sin
intención, la mente está correcta. Con intención la mente se vuelve
equivocada”.
3.- No trabajar
desde el mental.Dōgen
veía insuficiente el trabajo con la mente ordinaria al considerar que es
imposible pensar sobre el estado del “no-pensar”. Pará él había que cultivar
mejor la paz de la mente, el estado de quietud, el estado tranquilo-tranquilo. “Hay
un estado en que las huellas de la realización se olvidan y se manifiestan las
huellas de la realización olvidada por mucho, mucho tiempo”.
Si la Mente Original es un estado en
el que no hay ni sensación, ni percepción, ni conciencia, ni sabiduría, ni
iluminación, ni dualidad. Un estado más allá del pensamiento, la voluntad, la
conciencia, la atención plena o la reflexión para adentrarse en ella hay que olvidarse
de uno mismo, de nuestro cuerpo y de nuestra mente.
Referencias
Bibliográficas
Bowring, R. (2019). Dōgen. En: Silk,
J.(Coord.), Brill´s Encyclopedia of Buddhism, Volumen II, (940-933 pp).
Leiden/Boston: Brill.
Leighton T.D. (2006). Zazen as an Enactment
Ritual. En: Heine S. y Wright D. (Eds), Zen
Rituals: Studies of Zen Theory in Practice, London: Oxford University
Press.
Piquera, P. y Wafu, G. (2015). Shobogenzo.
(Tesoro del Verdadero Ojo del Dharma) Eihei Dogen. Volumenes I, II, III y
IV Málaga: Sirio.
Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.
El periodo Kamakura se podría definir en el contexto religioso como una etapa de transformación, renovación y enriquecimiento de las opciones religiosas de un país que se enfrentaba a una profunda crisis social debido a tres factores clave: 1) la transformación radical de las estructuras de gobierno que se conocían hasta el momento por el ascenso al poder de la clase guerrera; 2) la incertidumbre de creer que se estaba en el periodo final de la enseñanzas budistas; y 3) el miedo provocado por las devastadoras catástrofes naturales que hubo en esta época.
El periodo Kamakura impuso por primera vez en la historia del país que el poder quedase dividido entre la familia imperial y la aristocracia cortesana, instalada en Kyoto desde hacía 400 años, y la casta militar, recién llegada y que prefirió ejercer sus funciones desde la ciudad de Kamakura.
Esta realidad política se polarizó en el ámbito religioso en dos luchas de interés: 1) la familia imperial y la familia Fujiwara preocupadas por mantener el control eclesiástico a través del nombramiento de los monjes que ocupaban los altos cargos, y 2) la clase guerrera interesada en conseguir el respaldo religioso para legitimar su nueva posición de poder.
La polaridad política contribuyó a una relajación de las medidas de control que hubo hasta el momento sobre el clero. Si la familia imperial se había encargado hasta la fecha de controlar el sacerdocio imponiendo códigos oficiales que determinaban las conductas permitidas y prohibidas y exigiendo una ceremonia de ordenación estatal para entrar en la vida monástica, ahora y bajo la protección y el mecenazgo de la clase guerrera, se instauró un modelo monacal de monjes “solitarios” (tonseiso, 遁世僧) y sus seguidores. Monjes que actuaban al margen de las instituciones religiosas de Nara y de Kyoto, y que fundaban sus propias escuelas, elegían a sus discípulos, aceptaban a personas laicas (incluidas mujeres y personas “impuras” como los leprosos), enfocaban su enseñanza espiritual en sus fervientes seguidores (en vez de rezar por el bienestar de la familia imperial y la nación) y organizaban sus propias ceremonias de ordenación.
Por otro lado, y desde principios del periodo Kamakura, empezó a ganar peso entre la comunidad budista la idea de que estaban inmersos en la etapa del declive final de las enseñanzas budistas experimentando una gran incertidumbre sobre su supervivencia futura.
La fuente que contribuyó a fomentar esta inquietud fue la obra La luz del último Dharma (Mappō tomyoki, 末法燈明記) atribuida supuestamente a Saicho (el fundador de la escuela budista esotérica Tendai). Un texto se convirtió en motivo de referencia y discusión para los monjes que lideraron los nuevos movimientos religiosos budistas que caracterizaron a este periodo.
La sensación apocalíptica se vio además reforzada por los múltiples y numerosos desastres naturales que tuvieron lugar en esta época. Existen registros que narran que entre los años 1200-1300 hubo numerosos terremotos en Kamakura, alguno precedido de tsunami, siendo los más devastadores los que ocurrieron en los años 1241, 1257 y 1293 (este último llegó a matar a más de 23.000 personas).
También hay documentos que narran tres devastadoras hambrunas: Yōwa (1180-1182), Kangi (1229-1232) y Shōka (1257-1260), que diezmaron a la población japonesa como consecuencia de olas de frío extremas, tifones y lluvias que arrasaron cosechas y ciudades (parece ser que en este fue especialmente sensible el periodo entre 1225 y 1233), así como epidemias de viruela que afectaron gravemente a la natalidad infantil entre 1224 y 1243 (Farris, 2006).
Tampoco hay que olvidar que, estos años, Japón vio posible la invasión del país por parte de las fuerzas mongolas y que se consideró que fue un viento divino (kamikaze) el que supuestamente salvó a Japón del desastre.
A la hora de profundizar en el estudio de la religión durante el periodo Kamakura debemos superar un primer obstáculo: el eclipse que ejercen las nuevas corrientes budistas que florecieron en esta época sobre el resto de tradiciones religiosas existentes en ese momento en el país.
En muchos textos, este momento histórico aparece descrito exclusivamente en términos del nacimiento y desarrollo de los movimientos religiosos de la Tierra Pura (浄土, Jōdō) liderados por Hōnen (法然, 1133,-1212), Shinran (親鸞, 1173-1263) e Ippen (一遍, 1239-1289), el budismo zen de la tradición Rinzai y Sōtō de Eisai (栄西, 1141-1215)y Dōgen (道元, 1200–1253), y la Escuela del Loto (法華宗) de Nichiren (日蓮, 1222-1282). Sin embargo, lo cierto es que estos movimientos experimentaron en esta época las mismas limitaciones que tuvo que sufrir el budismo esotérico Tendai y Shingon cuando llegaron por primera vez a Japón en el periodo Heian: un protagonismo reducido que tendría que esperar a tiempos posteriores para poder llegar a convertirse en las auténticas escuelas con nombre propio que conocemos.
BUDISMO
Durante el periodo Kamakura el budismo tradicional Nara, Tendai y Shingon siguió manteniendo un gran poder de influencia y una posición central en la vida religiosa del país, además de experimentar un importante proceso de renovación interna mediante las aportaciones de diferentes personajes.
Eichō (1012-1095), Zōshu (1104-1180), Jōkei (1155-1213) y Ryōhen (1194-1252) de la escuela Hossō; Eizon (1201-1290) y Ninshō (1217-1303) de la escuela Ritsu; Myōhen y Chōzen (1217-1297) de la escuela Sanron; o Myōe (1173-1232), Shūshō (1202-1292) y Gyonen (1240-1321) de la escuela Kegon, fueron monjes que instauraron importantes reformas en la formación, prácticas y funciones de las escuelas budistas tradicionales de Nara.
Con ellos, el budismo Nara regresó a los preceptos budistas restableciendo una pureza espiritual que estaba en declive, pero también, se desarrolló todo un movimiento enciclopedista y de estudios históricos de las enseñanzas del budismo en Japón, que contribuyó a la sistematización y ordenación de las diferentes doctrinas budistas, y por primera vez en su historia, a la redacción de las biografías de los monjes más eminentes en el país.
Fue el budismo esotérico Tendai el quedó estancado en la corrupción monástica, el secretismo que imperaba entre las ramas internas de la escuela y la necesidad de mantener el patrimonio y estatus quo adquirido. Crisis que queda patente cuando se observa que los monjes que crearon los nuevos movimientos religiosos de la época empezaron su vida monástica en esta escuela pero pronto la abandonaron desencantados en busca de nuevas ideas.
Los monjes que aportaron nuevos aires a esta escuela fueron Kakuzen y Shocho (1205-82), con su labor enciclopédica de recopilacón de las ceremonias rituales de estas escuelas.
En cuanto al Shugendō (修験道), ligado a las prácticas ascéticas en las montañas, fue en estas fechas cuando consiguió organizarse estructuralmente y logró establecer las dos primeras agrupaciones shugenja llamadas Hōnzan y Tōzan. La primera, en la región de Kumano, estuvo ligada a la tradición esotérica Tendai con el temploShōgoin en Kyoto a la cabeza, y la segunda, en la región de Yoshino a la tradición esotérica Shingon con el templo Daigoji en Kyoto como cabeza.
NUEVAS INTERPRETACIONES BUDISTAS
El periodo Kamakura se define como una etapa de alejamiento por parte de los guerreros y la población de los complejos rituales del budismo esotérico Shingon y Tendai, para acercarse a nuevas interpretaciones religiosas más sencillas, prácticas y cercanas al pueblo.
También se interpreta como un momento en el que asumió el protagonismo la distinción entre dos vías de evolución espiritual: Jiriki o la salvación a través del esfuerzo personal canalizado a través de entrenamientos ascéticos y meditación que caracterizaba al budismo Nara y el budismo esotérico Tendai y Shingon, y Tariki o la salvación a través de la intervención de la gracia divina de un Buda, un Bodhisattva o un Sutra que caracterizó a los nuevos movimientos budistas.
En particular, los nuevos cultos religiosos que adquirieron el interés social en esta época fueron:
– El Budismo Zen. Aunque el zen ya había sido introducido en Japón dentro de la escuela esotérica Tendai en el Periodo Heian, en esta época esta tradición asumió cierto protagonismo gracias a dos monjes: Eisai (1141-1215), representante de una escuela Rinzai que se caracterizaba por el uso del koan (preguntas irracionales en el camino al despertar de la conciencia) y por el desarrollo en sus monasterios de la jardinería, la caligrafía y la pintura zen; y Dogen (1222-1282), representante de la escuela Sōtō que se enfocaba en la práctica del zazen como camino para alcanzar el despertar.
– Los cultos albuda Amida. Algunos monjes de la escuela Tendai, decepcionados por la corrupción, el estancamiento y la complejidad ritual de esta escuela decidieron abandonarla para buscar fórmulas de culto más sencillas y accesibles a toda la población. Figuras como Honen Shōnin (1133-1212) fundador de la escuela budista de la Tierra Pura (Jōdo Shū) cuya técnica de salvación era básicamente la recitación del nombre (nembutsu)y la devoción hacia el buda Amida; Shinran Shōnin (1173-1262), discípulo de Honen y fundador de la escuela budista de la Verdadera Tierra Pura (Shin Jōdo Shū) en la que también se consideraba que la salvación sólo podía darse por la gracia de Amida Buda y no el trabajo personal; o IppenChishin (1239-1289) que creó la escuela budista de la Oportunidad (Ji Shū) en línea con las escuelas anteriores.
– La Escuela del Loto (Hokke Shū) creada por Nichiren (1222-1282) desarrolló un acercamiento político de la religión bajo una visión muy intolerante, militarista y nacionalista que defendía que la única fuente de salvación estaba en el Sutra del Loto.
Este nuevo budismo no fue muy bien aceptado en esta época. En el año 1200 el gobierno Kamakura ordenó la expulsión de los seguidores de Honen; en el año 1204 la escuela Tendai se movilizó para que se aboliesen las enseñanzas de Honen; y en el año 1206, el templo Kōfuku de Nara también persiguió a Honen y sus seguidores con el resultado final de la sentencia a muerte de varios seguidores de este maestro y el exilio de Honen, Shinran y otros seguidores del nembutsu.
El budismo zen también tuvo sus detractores. En particular, hubo un movimiento de la escuela budista esotérica Tendai contra la escuela Daruma por sus ideas de rechazar el resto de prácticas y tradiciones, igual que también se enfrentó sin éxito contra Eisai u obligó a Dogen a establecerse lejos de Kyoto para evitar el enfrentamiento.
Nichiren también padeció el mismo trato debido a su fuerte personalidad y sus críticas al budismo tradicional, el nembutsu, el zen y al propio gobierno. Primero fue expulsado de la provincia de Izu, en la actual prefectura de Shizuoka en 1261, y después en 1271, fue exiliado a la isla de Sado, en la prefectura actual de Niigata.
SHINTŌ
En el periodo Kamakura apareció la primera referencia sobre cómo se pronunciaban los ideogramas que asociamos hoy al shintō. En la obra Konjaku Monogatari fechada en el siglo XII, queda explicito que la pronunciación utilizada en esta época era jindō. La palabra shintō como tal aparecerá más tarde, en el año 1419, cuando el monje Ryōen de la escuela budista Tendai especificó en un escrito que había que leer los ideogramas como shintō y no como jindō.
A nivel institucional, la división de poderes que se creó en este periodo entre la corte imperial y gobierno militar fracturó el sistema de administración centralizado de los santuarios que se había instaurado en el periodo Heian, de modo que el shogunato militar creó su propia red de santuarios alrededor del santuario principal de Tsurugaoka Hachiman (鶴岡八幡宮)
Otro suceso clave que contribuyó a potenciar el culto a los kami y la peregrinación a sus santuarios en el periodo Kamakura fue el intento de invasión del país por parte de las tropas mongolas en 1274 y 1281. Bajo esta amenaza los gobernantes patrocinaron todo tipo de rituales, ceremonias y peregrinaciones para asegurar la victoria de Japón, y tras el hundimiento de la flota mongola por un tifón enviado por los dioses (kamikaze), Japón pasó a considerarse una “tierra protegida por los dioses” (shinkoku).
En la dimensión filosófica, el suceso que marcó la evolución de esta tradición religiosa fue la transformación de la visión negativa que tenía el budismo del jindō como espíritus-deidades (kami) conflictivas que obstaculizaban la expansión del budismo en el país, a la interpretación de los kami como avatares o manifestaciones de las deidades budistas en lo que se conoce como la teoría Honji Suikaku (本地垂跡). La persona que popularizó por primera vez esta idea fue Oe no Masafusa (1041-1111).
En este momento, los kami empezaron a ser venerados como entidades capaces de obrar milagros, otorgar favores mundanos, proteger a las personas virtuosas, e incluso otorgar la salvación del devoto y bajo este referente los kami fueron diferenciados en tres niveles jerárquicos según el tipo de iluminación alcanzado: los kami conscientes de su iluminación original (hongakushin, 本覚神), los kami que estaban en el camino de conectar con su iluminación original (shikakushin, 始覚神) y los kami que eran ignorantes de su iluminación original (fukakushin, 不覚神).
Las tres corrientes principales que estuvieron en el núcleo de todas estas ideas fueron: el Sannō Shintō (山王神道) o Hie Shintō (日吉神道) de la escuela Tendai, el Ryōbu Shintō (両部神道) de la escuela Shingon, y el Ise Shintō (伊勢神道) del linaje Watarai (度会) responsable de cuidar el santuario externo de Ise.
A finales del periodo Kamakura el culto jindō se empoderó y pasó a considerar que los budas representaban una iluminación inferior y los kami una iluminación superior. La razón hay que buscarla en que en estas fechas se empezó a especular sobre los orígenes cosmológicos taoístas de la creación para determinar cuál era el estado primordial o anterior que precedió a la aparición de buda y la creación. Bajo este referente se empezó a defender que los kami eran esa energía primigenia, y que por tanto representaban la esencia original a la que había que regresar.
Referencias Bibliográficas
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Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.
Las prácticas tradicionales enfocadas al cuidado de la salud y la longevidad (conocidas en China como Yangsheng) fueron identificadas en la tradición japonesa bajo el término de Yōjō desde muy temprano.
En este apartado se hace una descripción resumida sobre la evolución histórica de estas prácticas en Japón hasta el periodo medieval japonés según el trabajo realizado por Drott (2010).
La
primera referencia escrita en la que se hace mención a la llegada de la
medicina continental a Japón aparece en las obras “Crónica de los Asuntos
Antiguos” (Kojiki. 712 d.C.) y “Crónicas de Japón” (Nihon Shoki.
720 d.C.). En ellas se menciona la llegada al país de un médico coreano
procedente del reino de Silla en el año 414 d.C.
Tras
la llegada de aquella persona, Japón pronto acogería a más médicos desde Corea (la
mayoría de los cuales pertenecieron al clero budista) e implantaría una
política de intercambios con China, en los cuales, los monjes budistas
japoneses pronto empezaron a jugar un papel importante en la transmisión de los
conocimientos médicos del continente.
Desde
un punto de vista estrictamente sanitario, se puede afirmar que, desde los
inicios del periodo Heian (794-1185), Japón creó instituciones oficiales
para incorporar el conocimiento médico del continente y apostó por establecer
la medicina china tradicional como el sistema médico oficial de la corte.
En
particular, el sistema legal Ritsuryō prestó especial atención a crear
la Oficina Farmacéutica Externa (Geyaku-ryō o Tono-Kusuri no
Tsukasa) junto a la Oficina Farmacéutica Interna (Naiyaku-shi
o Uchi no Kusuri no Tsukasa) dirigidas al cuidado de la salud imperial,
que después serían suplantadas por el Instituto de Medicina (Ten´yakuryō)
encargado de formar médicos y dar servicios a la capital.
Otra
de las instituciones que también jugó un papel importante en este sentido fue
la Oficina Yin-Yang (On´yōryō) en la que se incorporaban
conocimientos chinos de geomancia, cálculos astronómicos y predicciones.
Desde
el punto de vista la profesión médica, se puede resaltar que a mitad del
periodo Heian, la medicina oficial estuvo controlado por las familias Tanba
y Wake. Dos familias que guardaron celosamente sus conocimientos y que centraron
su atención en la corte imperial y sus aristócratas.
Sin
embargo, la medicina también fue ejercida con un importante papel por los
monjes budistas. Como se ha indicado antes, los monjes budistas habían sido la
primera puerta de entrada del conocimiento continental antes de que surgiese el
sistema médico oficial y siguieron guardando este mismo papel cuando se
clausuraron las misiones diplomáticas con China en el siglo IX.
Se
puede considerar que la asociación del budismo con la salud surgió en Japón desde
el primer momento en que se introdujo esta religión en el país en el año 552
d.C. dentro del periodo Asuka (552-710 d.C.).
Tras
la llegada de la primera estatua de Buda y de los primeros sutras envidados
por el rey de Paekche (Corea) pronto sobrevinieron una serie de
epidemias que se asociaron al maltrato a las imágenes budistas y la destrucción
de un templo de esta religión por parte de los defensores del culto local Shinto,
que veían amenazados sus intereses.
Introducido
el budismo, en el periodo Nara (710-794 d.C.), las diferentes
escuelas budistas pronto empezaron a desarrollar diferentes formulas de oración
(dharani) y encantamientos para ayudar a curar a los enfermos,
especialmente de la clase noble o la familia imperial.
En
la obra Shoku Nihongi se indica la existencia en este periodo de un
total de 126 “maestros meditadores sanadores” (kanbyō zenji) que se
reclutaron, por ejemplo, para devolver la salud al Emperadorretirado
Shomu. De todos ellos, uno de los más famosos por su papel histórico, fue
el monje Dōkyō. Un monje que supo ganarse la atención de la Princesa
Shōtoku con sus habilidades médicas y que llegó a acaparar tal grado de
poder e influencia que el Emperador tuvo que trasladar la capital del país desde
Nara a Heian-kyo (la actual Kyoto) para poder escapar de la
influencia del clero budista sobre la corte.
Con
la implantación del budismo tántrico en el país en el periodo Heian
(794-1185), los monjes de las escuelas Tendai y Shingon empezaron
a desarrollar numerosos rituales esotéricos en los que se utilizaba el sonido
de tambores, el fuego, los mantras y la imaginería para favorecer la curación y
longevidad de sus patrones aristocráticos, además de asegurar la protección del
Estado.
En
estos tiempos, los monjes que ejercían la medicina empezaron a conocerse como
“monjes-doctores” (sōí, isō, ishihōshi) y se caracterizaron por elaborar
conocimientos médicos que unían las fórmulas y teorías médicas del continente con
las ideas extraídas de las escrituras budistas. Monjes que utilizaban tanto las
plantas medicinales, como la moxibustión y la acupuntura, además de conjuros y
mantras.
En
este periodo, las obras médicas más importantes que nos han llegado en donde se
relatan como eran las prácticas de salud y longevidad (yangsheng) en
Japón son: el Ishinpō (984), Ton´ishō (1303), Fukudenhō
(1362-67), Chōseiryōyōhō (1184) o Kissayōjōki (1212).
El
contenido de estas obras no sólo coincide con los temas tratados en el
continente: ejercicio físico, ejercicio respiratorio, dietética, hierbas
medicinales, meditación, visualización, hábitos saludables de vida, también con
la filosofía subyacente que explicaba el proceso de envejecimiento en términos
de un “gasto” gradual del soplo vital o la “disipación” de las fuerzas que
animan el cuerpo, y que aconsejaba armonizar el yin y el yang dentro
del cuerpo; seguir los ciclos cosmológicos, llevar una vida tranquila; ser
moderado en las actividades, en el comer y en el beber, en el sexo; y descansar
con regularidad.
Ishinpō o Prescripciones Médicas Esenciales
Esta
obra, compilada por Tanba no Yasuyori, presta una gran atención a las
prácticas asociadas a la cultura Yōjō (yangsheng en chino) utilizando
varios capítulos para hablar sobre ejercicios de longevidad, consejos para regular
la conducta, o técnicas para preservar la “esencia vital” personal en la alcoba
(incluida la retención del semen).
En
ella se puede rastrear una fuerte influencia de la teoría médica y las
creencias religiosas chinas de la época y así, los órganos internos aparecen
asociados a conceptos taoístas como las almas celestes (hun en chino), las
almas terrestres (po en chino), el espíritu (shen en chino), o la
esencia (jing en chino).
Chōseiryōyōhō
Esta
obra se asocia a Rengi, un personaje cuya identidad todavía es un
misterio, si bien Drott (2010) afirma que pudo ser el nombre budista que adoptó
Tanba no Noritomo, un médico de la corte y hermano menor de Tanba no
Shigemoto, la cabeza del Instituto de Medicina.
La
obra originalmente comprendía 20 fascículos de los cuales actualmente quedan
dos y en los cuáles se habla sobre: técnicas para hacer circular el qi (doin
en japonés), cómo preservar los espíritus del cuerpo recitando sus nombres (shokushin); cómo incrementar
la inteligencia y potenciar los sentidos; métodos para eliminar los tres
agentes que traen la muerte; instrucciones sobre cómo perfumar la ropa y a uno
mismo; y consejos sobre cómo arreglar el hogar.
Este
documento hace referencia a la obra china Yanshou Chishu (Enjusekisho
en japonés) y su filosofía muestra grandes paralelismos con las prácticas
de visualización del movimiento taoísta de la Gran Claridad (Shanqing),
animando a recitar los nombres de los seres espirituales que residen en el
cuerpo a diferentes horas del día (medianoche y entre las 3 y las 5 de la
mañana particularmente) para convocarlos o impedir que abandonen el cuerpo, y
así curarse o evitar la enfermedad.
Kissayōjōki
Esta
obra se atribuye a Myōan Eisai, y en ella, su autor hace una
recopilación de todas las técnicas terapéuticas que recopiló en sus viajes a
China en 1168 y 1187. En ella se desarrollan prácticas de corte exclusivamente budistas
paralelas a las fórmulas clásicas de la medicina tradicional china.
Prácticas
supuestamente en línea con los textos esotéricos traducidos por Subhākārasimha
(Zenmui japonés) en los que se utilizan mantras y oraciones (dharani)
para purificar el karma y obtener poderes (siddhis en sánscrito, shijji
en japonés) que ayudaban supuestamente a evitar las calamidades, la enfermedad
y prolongar la vida.
Aunque
Eisai es conocido por introducir en el país las escuela Rinzai del
budismo Zen, su asociación con el budismo esotérico parte de que este
había sido primero ordenado monje Tendai y por tanto, había recibido
numerosas iniciaciones esotéricas, llegando incluso a crear su propio linaje
que llamó Yōjō Ryū.
El
trabajo contiene dos secciones. En ellas se ensalzan los poderes terapéuticos
del té y su supuesta capacidad para potenciar la longevidad (al nutrir al
corazón, el órgano más importante y hogar del espíritu); la eficacia de los
preparados con plantas medicinales, con especial mención al jengibre y la morera;
y se indican las correspondencias entre las cinco vísceras internas y elementos
de la cosmología budista esotérica como los cinco budas de la sabiduría, los bodhisattvas,
sus mudras y sus mantras semilla.
Es
interesante observar cómo:
Víscera
Dirección
Buda
Bodhisattva
Kongokai
Mudra
Mantra
Hígado
Este
Ashuku (Aksobhya)
Yakushi
Diamante
dōko
A
Corazón
Sur
Hōshō (Ratnasambhava)
Kyokūzō
Joya
hōgyō
Trāh
Pulmón
Oeste
Muryōju (Amida)
Kannon
Loto
hachiyō
Hrih
Riñón
Norte
Shakamuni
Miroku
Karma
katsuma
Ah
Bazo
Centro
Dainichi Nyorai
Hannaya
Buda
goko
Vam
Eisai
diferencia entre la técnica kaji, como un método esotérico de trabajo
interno para curar, en la que se utiliza cuerpo, mente y palabra para experimentar
la resonancia personal no dual de los órganos con las deidades del Mandala;
y el uso de los sabores de los alimentos (dulce, ácido, picante, salado) para
reestablecer el equilibrio en los órganos como una forma externa e inferior de
terapia.
Es
interesante anotar que con la técnica del Kaji ya no se busca convocar a
los budas o invitarles a continuar residiendo dentro del cuerpo, sino que
servía para revelar al practicante la unión entre el cuerpo y los budas y
permitir al practicante sentir la resonancia que existen entre ellos.
Gorinkuji Myō Himitsu Shaku
Aunque
el “Comentario Esotérico sobre la Sabiduría de los Sonidos de los Cinco
Mandalas y las Nueve Sílabas”, elaborado por Kakuban en el año 1142 dentro
de la tradición del budismo esotérico Shingon, no tiene carácter médico,
se debe hacer mención de él porque representa un texto clave en la descripción
del cuerpo “interno” de la época en dónde se explica cómo trabajaban los monjes
en sus prácticas.
En
la obra se pueden establecer coincidencias con las ideas de Eisai, en
cuanto a que se trabaja a nivel “interno” con la correlación entre las cinco
vísceras, los cinco budas, los cinco sentidos, colores, direcciones,
estaciones, elementos, etc., (si bien, con una ordenación diferente a la que
estable Eisai en algunos casos), si bien con un objetivo diferente al
terapéutico: “convertirse en un buda en esta vida y con este cuerpo”, según
las enseñanzas esotéricas del monje Amoghavajra (Fukūkongō en
japonés) y el fundador del budismo Shingon, Kukai.
Aquí
el cuerpo se convertía en un Mandala, en un microcosmos que resuena con
la sabiduría iluminadora de Dainichi Nyorai, sobre el que se trabajaba a
través de mantras y visualizaciones para alcanzar la iluminación en esta vida.
Referencias Bibliográficas
Drott
E.R. (2010). Gods, Buddhas, and Organs. Buddhist Physician and Therories of
Longevity in Early Medieval Japan, Japanese Journal of Religious Studies,
37/2. 247-273.
Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.
Según el maestro Kakuan Shien (1100-1200) de la Escuela Rinzai, la práctica del Zen pasa por 10 etapas.
1.- La Búsqueda. La persona llega al dojo con su mentalidad cotidiana (la mente dual, la mente del deseo, la mente “presa” de malos hábitos) a iniciarse en la meditación. Se ha maravillado con las “promesas” de la meditación (la paz, la armonía, la belleza), pero el objetivo parece muy lejano. La naturaleza de “Buda” siempre ha estado en su interior, pero se ha perdido alejándose de su naturaleza original. Su mente sigue con el hábito de querer “aferrar” y el miedo a “soltar”, con la distinción de “bueno” y “malo”.
2.- El Presentimiento. En el dojo, con la práctica y la guía del maestro, la persona empieza a tener las primeras experiencias de la mente original. Se empieza a acercar a la “puerta” que le adentrará en un nuevo estado mental. Aquí, la persona empieza a pensar en querer alcanzar la iluminación en vez de darse cuenta de que el trabajo parte de transformar su mente.
3.- El Descubrimiento. La persona ya “reconoce” perfectamente cuál es el estado de la “Mente Original” sin bien todavía no entiende todo lo que engloba esa Realidad. Escuchando los consejos de la vía ha llegado a “comprender”, ahora le falta poder morar en este estado.
4.- La Captura. Mantener este
estado en la vida cotidiana no es nada sencillo. El problema es el lugar desde
el que quiere trabajar con esta Mente Original, hasta que esto no se resuelva
no se podrá avanzar.
5.- La Doma. Hay que cambiar la actitud en la práctica. En vez de querer poner más esfuerzo, de luchar para instalarse en la Mente Original hay que relajarse. El camino está en no forzar nada, en seguir una práctica cada vez más relajada y desapegada. La intención es suficiente (coger al buey por la nariz), un punto mínimo del buey capaz de controlarlo.
6.- El Camino del Gran Retorno. Con la práctica y esa nueva actitud, todo se vuelve tranquilo y sencillo por dentro, estas alegre por dentro, te sientes con la pureza del niño. La vía se irá instalando progresivamente. Ya no eres presa del deseo, de la dualidad
7.- Sólo y sin Memoria. Poco a poco te olvidas incluso de tu nuevo estado mental y de tu práctica. El mundo deja de ser una realidad. Estás sólo y sereno en el aquí y ahora.
8.- Nada. Finalmente te instalas en la Vacuidad, todo desaparece como un espejismo. Pero justamente aquí está el peligro, en apegarse a la “vacuidad”.
9.- Algo más que Nada. Los fenómenos no
son diferentes de la vacuidad y la vacuidad no es diferente de los fenómenos
dice el Sutra Hannya Haramita Shingyo. Te olvidas de que el “Ser” ha
creado este mundo. La naturaleza sigue su curso aún siendo vacuidad.
10.- El Retorno a la Plaza del Mercado. Con el trabajo alcanzado finalmente vuelves al mundo “Real” a compartir tu práctica. Aunque te podrías fundir en el Origen, tu encarnación tiene un destino.
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Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.
“En la mente del principiante hay muchas posibilidades, pero en la mente del experto hay pocas” (Suzuki Shunryu)
Dentro de la línea Sōtō del budismo Zen, se considera que una correcta postura de meditación (zazen) es más que suficiente para alcanzar el estado mental “iluminado”. No hay que olvidar que en esta tradición mente y cuerpo son uno (y dos a la vez).
Como la postura es lo importante, a nivel mental sólo hay que concentrarse en la postura, no en la meta. Bajo esta perspectiva, el maestro zen Suzuki Shunryu indica una serie de errores a evitar:
– Estar obsesionado con la idea de la iluminación o con alcanzar algún estado de conciencia “especial”. En la meditación Zen se recomienda “matar” la idea de la “iluminación”, el deseo de “convertirse en Buda” si eso hace que el practicante “esté” en otra parte. Para esta escuela la meditación debe realizarse sin expectativas, sin ideas previas o preconcebidas. Practicar sin el deseo de obtener beneficio.
Es normal que la persona cuando se introduce en el Zen
se vuelva “idealista” y que se fije una meta en la práctica que se esfuerza por
alcanzar o completar. Que en su mente se establezca la idea de conseguir o
ganar algo.
Pero esta escuela recuerda que se puede escuchar la palabra “iluminación”, pero no hay que dejarse atrapar por ella. Cuando se practica zazen simplemente se hace zazen. Si viene la iluminación, simplemente viene. No te apegas al logro. La verdadera cualidad del zazen siempre está ahí, aunque uno no sea consciente de ella, de modo que hay que olvidar lo que uno piense que ha conseguido con ella. Simplemente hay que sentarse, la cualidad del zazen florecerá por sí misma. “El camino es más importante que la meta”.
– Estar obsesionado por la voluntad de practicar en cuanto a que se convierta en un esfuerzo o querer imponer algo. Simplemente hay que adoptar la postura correcta. El camino a seguir tiene que ser natural. Cualquier esfuerzo que se haga es malo para nuestra práctica.
En la práctica
hay que hacer el esfuerzo justo. El esfuerzo adecuado dirigido a la dirección
correcta. El esfuerzo hacia el logro del no-logro. Si crees que conseguirás
algo la práctica no es pura.
Suzuki Shunryu decía: El camino de practicar sin ninguna meta es limitar tu actividad al aquí-ahora. No hay budeidad más allá de la mente ordinaria. La gran mente es algo que se expresa, es algo que se tiene, no algo que se descifra. Cuando más se comprenda esta forma de practicar más difícil resultará hablar de ello.
– Estar obsesionado con querer adoptar una actitud de dar espacio y fluidez mental. Aquí recomienda trabajar desde el estado de “duerme vela” en el que luego no recuerdas lo que has estado pensado.
– Adoptar un estado de concentración “fuerte” o “serio”. Lo mejor es poner una atención suave y relajada simplemente.
– Obsesionarse por intentar detener los pensamientos. En el Zen se acepta que la mente es como un río que fluye por sí solo, por eso no hay que tratar de detenerlo. Simplemente hay que relajarse (centrarse en que la postura, el mental, la atención, la intención se relajen) y los pensamientos se irán por sí mismos.
Cuando la práctica se hace sin esfuerzo la mente se para. Cuando se habla de “parar” la mente no hay que entenderlo como parar las actividades de la mente. La actitud debe ser simplemente seguir practicando “Lo más importante es expresar tu verdadera naturaleza de la manera más simple y adecuada”.
Pero aunque cualquier esfuerzo que se haga es malo para la práctica, es imposible alcanzar la calma mental absoluta sin esfuerzo. La actitud correcta es que hay que realizar cierto esfuerzo, tener una intención como motor, pero a la vez, olvidarse de uno mismo en el esfuerzo que se realice.
En la mente original no hay subjetividad ni objetividad. La mente simplemente está en calma, en silencio, sin conciencia alguna. En esta “inconsciencia” desaparece todo esfuerzo, todas idea o pensamiento. Luego hay que animarse a realizar un esfuerzo hasta el último momento, en el que todo esfuerzo desaparece.
Por último, también hay que destacar la importancia que concede Suzuki Shunryu a que la práctica meditativa hay que llevarla a la vida cotidiana: “Llamamos zazen a la vida cotidiana y a la vida cotidiana le llamamos zazen”. Para este maestro es un error pensar que has terminado zazen y después sigues con la vida cotidiana. En la actividad debería haber calma, en la calma debería haber actividad.
Referencias Bibliográficas
Suzuki, S. (2014). Mente Zen, Mente de Principiante. Charlas informales sobre meditación y la práctica Zen. Madrid: Gaia.
Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.
Desde un punto de vista general se puede decir que estos periodos destacan como una etapa en la que Japón estuvo fuertemente influenciado por los modelos de gobierno y la cultura de Corea y China, además de ser un momento privilegiado para el budismo.
En este momento
histórico el país envió diversas embajadas oficiales a China y potenció la
llegada de numerosos eruditos y sacerdotes que trajeron los códigos
administrativos y judiciales, el arte, la religión y la cultura chinos.
CONTEXTO POLÍTICO Y CULTURAL
Durante
el periodo Asuka la persona más relevante
a nivel político fue el príncipe Shotoku (574-622 d.C.). Este regente
desarrolló una “Constitución de 17 artículos” en la que se resaltaban
valores marcadamente confucionistas como la lealtad, la armonía o la fidelidad
al gobierno y se promulgaba la protección oficial del budismo.
La
estrategia de este dignatario se enfocó en establecer una política de
centralización del poder con el fin de acabar con el sistema social señorial de
clanes (uji) que dominaba el país.
Para conseguirlo estableció un sistema de 12 rangos jerárquicos no
hereditarios.
A
la muerte del Príncipe Shotoku se produjo un golpe de Estado bajo el
liderazgo de Naka-no-oe (Fujiwara Kamatari) del clan Nakatome
(relacionado con el antiguo clan Mononobe derrotado) y se instaura, en
el año 645, la Reforma Taika (“Gran Cambio”).
Esta
reforma aunque tuvo como fin principal la restauración de la figura imperial en
el poder (en este momento pasó a adoptar el título de “Hijo del Cielo” (Tenshi) o “Soberano Celeste” (Tenno) y se ligó de manera directa a la
figura mitológica de la diosa Amateratsu),
también mantuvo los códigos administrativos chinos impuesto por el Príncipe Shotoku.
El periodo
Nara se inició en particular en el año 710 cuando la Emperatriz Genmei estableció la capital del país en el palacio de Heijō-kyō, en la actual ciudad de Nara.
En este periodo se continuaron implantando las
reformas administrativas de corte chino iniciadas en el periodo Asuka.
Entre los años 702-757 se desarrollan los Códigos Taiho y Yoro,
que sentarían las bases de las instituciones legales en Japón hasta el siglo XV.
Los
Códigos Taiho estaban constituidos por dos partes: leyes penales (Ritsu) e instituciones administrativas (Ryo).
En
estos códigos se estableció: 1) un nuevo sistema de clases sociales: Emperador (Tenno), hombres buenos/libres (Ryomin) y Plebeyos/hombres no libres (Senmin);
2) una nueva organización
administrativa a nivel estatal y local
que dio lugar a la creación de 58 provincias y 3 islas, junto a todo un nuevo
sistema de comunicación de carreteras y alojamientos. Cada provincia se dividió
a su vez en distritos (gun o kori) y cada distrito en aldeas (sato); 3) una nueva política de
impuestos y de control sobre la tierra para aumentar los ingresos del Estado.
Los campos se dividieron en espacios de igual extensión (kubunden) y se repartieron a partes iguales entre los agricultores
(20 áreas para un hombre y 14 para las mujeres); 4) la imposición de un
servicio militar obligatorio; y 5) el desarrollo de un censo de la población.
El problema de aquellas políticas fue que: 1) el ratio población-cultivos no estaba equilibrado y el número de tierras no era suficiente para alimentar a la población; y 2) se empezaron a promulgar leyes de propiedad privada (años 743 y 749) que comenzaron a resquebrajar la noción de propiedad pública y activaron una pugna entre nobles, terratenientes, religiosos y la misma casa imperial por ganar más territorio.
Desde un
punto de vista cultural, en esta época Japón pasa a denominarse Nippon (País del Sol Naciente); se
elaboraron las primeras fuentes literarias nacionales: Kojiki, el NihonShoki y el Manyoshu; y se
construyó el Shosoin,
que actualmente alberga en su interior una colección de tesoros de la ruta de
la seda de incalculable valor.
CONTEXTO RELIGIOSO
En
el contexto religioso, hay que
señalar que el budismo fue introducido en Japón desde Corea en el año 552. El supuesto
punto de partida fue el envío de una estatua de Buda y libros del Rey dePaekche al Emperador Kinmei
para hacerle partícipe de esta nueva doctrina.
La
expansión inicial del budismo en el país, sin embargo, pronto quedó paralizada
por la rivalidad entre dos clanes: los Mononobe, defensores del culto
sintoísta, y los Soga, defensores de la nueva religión por sus raíces
coreanas.
El
problema político era doble: por un lado el budismo podía dejar en un segundo
plano las tradiciones sintoístas autóctonas, y por otro, planteaba un auténtico
reto ante el régimen social vigente en Japón al ser una religión que predica la
absoluta igualdad sin admitir distinciones de clase social, ni diferencia entre
ricos y pobres.
Tras
un periodo de inhabilitación del culto budista provocado por los movimientos
políticos efectuados por los defensores de la religión sintoísta, en el año 584, se volvió a escuchar al budismo entre la
aristocracia del país. Un miembro del clan Soga
pidió otras dos figuras de Buda a Corea y erigió un templo de adoración.
Aunque
la reacción del clan Monobe no se
hizo esperar, finalmente el Emperador permitió al clan Soga seguir su campaña en favor del budismo. (Para muchos
investigadores el año 584 representa el verdadero comienzo del budismo en el
país).
Con
el nuevo apoyo imperial empezaron a llegar monjes de Corea y China, que no sólo
trajeron imágenes, libros y rituales budistas, también la escritura, el arte,
la literatura, las matemáticas, el calendario astrológico, la geomancia y la
medicina chinas.
Entre
ellos, la figura más destacada fue el maestro chino Ganjin (Jianzhen).
Este llegó a Japón en el año 753 tras seis intentos frustrados y la pérdida de
la visión, y fundó el monasterio Toshodaiji, ejemplo de la arquitectura Tang.
Durante el
periodo Nara presidieron seis grandes
escuelas budistas: Hosso, Jojitsu, Kegon, Kusha, Sanron, Ritsu, cuyos
templos eran regentados por monjes venidos de China o Corea, y tuvieron la
prioridad tres sutras o escrituras
sagradas: El Sutra del Pasado y el Presente; el Sutra de la Luz Dorada; y el Sutra
de la Guirnalda de Flores.
¿Por
qué cuajó el Budismo en Japón? Aunque el budismo representaba una
sabiduría compleja para la mayor de la población, con nuevos conceptos
metafísicos difíciles de comprender, pronto adquirió un gran atractivo gracias
al esplendor de su arte y su arquitectura.
Además,
la nueva religión también contribuyó a rellenar huecos del sintoísmo, como: 1) el
ritual funerario y el apaciguamiento a los espíritus “malignos”; 2) la
aportación de recursos de oración para afrontar la enfermedad, el hambre, el
parto, etc.; y como no 3) la protección del Estado al convertir a los budas en
divinidades protectoras.
En
estas fechas el culto de la población se centró en el Buda de la Medicina (Yakushi), los Cuatro Soberanos
Celestiales (Shitenno) y el Buda de
la Misericordia (Kannon) por su
eficacia y protección; y se construyeron entre otros los famosos templos Yakushiji,
Shinyakushiji, Toshodaiji, Horyuji
o el Todaiji.
El
budismo de Nara acabó al final
generando serios problemas. Por un lado, con la construcción del Buda de bronce
Roshana (Vairocana) en el año 747 para el templo Todaiji, se agotaron las reservas nacionales de bronce y metales
preciosos; y por otro, el clero budista adquirió gran influencia y poder interfiriendo
en el gobierno.
La
crisis del budismo Nara culminó con
la relación entre la emperatriz Kogen y el sacerdote Dokyo. En el
año 770, Dokyo realizó un intento frustrado de hacerse con el poder que
conllevó una fuerte reacción por parte de la casa imperial y el traslado de la
capital de Nara a Heian (la actual Kyoto).
En el contexto religioso, además del budismo, Japón recibió el taoísmo. De hecho, en el periodo Nara llegó a existir la Oficina Yin-Yang (Onyoryo) (718-820) con funciones de adivinación.
Con el taoísmo, llegaron todas las artes mágicas y adivinatorias chinas,
además de la astrología y la geomancia, y la cultura japonesa asimiló las
nociones del yin-yang, la teoría de
los cinco agentes, los días fastos y nefastos, y la influencia de las
direcciones espaciales y los signos de zodiaco.
Uno de los personajes más importantes asociados al “culto a la inmortalidad” (xian) chino que supuestamente visitó Japón en estas fechas es Xufu (Jofuku en japonés). Actualmente existe un museo dedicado a su persona en la ciudad de Shingu en la zona actual de Kumano en la región de Kii (Wakayama, Japón)
Según el
historiador chino SimaQian de la dinastía Han (206 a.C.- 220 d.C.), este
señor habría sido un “alquimista” que habría ganado la confianza del primer
Emperador de China Qin Shi Huang Di
como gran conocedor de las técnicas de la inmortalidad.
Según la
leyenda este Emperador habría enviado a este personaje a Japón a buscar unas hierbas
para alcanzar la inmortalidad. Actualmente se está investigando la relación
entre este personaje y el desarrollo de las prácticas de Shugendo (ascetas de montaña) en la zona de Kumano.
Referencias Bibliográficas
Bary. T., Knee D., Tanabe, G. y Varley, P.
(2001). Source of Japanese Tradition.
From Earliest Times to 1600, New York: Columbia University Press.
Hall, J.W. (1973). El imperio
japonés. Madrid: Siglo XXI Editores.
Kondo, A.Y. (1999). Japón.
Evolución histórica de un pueblo (hasta 1650). Hondarribia:
Editorial Nerea.
Piggott, Joan. (1990). Mokkan. Wooden documents
from the Nara Period, Monumenta Nipponica, 45 (4): 449-470.
Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.
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