El taoísmo en Japón se identifica con el término Onmyōdō o la “Vía del Yin-Yang”.
Lo primero que debemos destacar es que el taoísmo en este país, nunca se llegó a desarrollar como una religión organizada en cuanto a disponer de una red de templos, un cuerpo textual propio, ordenación de monjes, etc. Es más, existen registros en los que se dice que en el año 753, la corte japonesa rechazó la oferta del emperador chino Xuanzong, de la dinastía Tang, de enviar maestros taoístas a Japón.
La introducción y el desarrollo de las prácticas asociadas al taoísmo en Japón fue liderada principalmente por monjes budistas y académicos, y se constituyó en verdad, como una realidad conformada por una mezcla de elementos culturales tradicionales y de folklore religioso popular chinos, taoísmo, confucionismo y budismo esotérico (mikkyō).
A la hora de abordar el estudio de la asimilación de las tradiciones taoístas chinas en Japón existen importantes dificultades. Por ejemplo, Livia Kohn (1995) nos recuerda que la palabra taoísmo es en sí una realidad compleja que abarca muchas dimensiones (taoísmo filosófico, taoísmo médico, taoísmo mágico, taoísmo religioso, taoísmo “científico”, etc.) y prácticas (adivinación, meditación, dietética, prácticas de salud corporal, técnicas de inmortalidad, exorcismos, talismanes, etc.).
Anna Seidel (1989) y Livia Kohn (1995) también advierten que muchas de las prácticas y conocimientos que se asocian en el Onmyōdō al taoísmo (p.e. teorías cosmológicas del Yin-Yang y los Cinco Agentes; astronomía, geomancia, calendario, I Ching, predicción de la fortuna, fórmulas terapéuticas, prácticas corporales de salud y longevidad, etc.), en realidad, más que ser taoístas, pertenecían simplemente a actividades que estaban integradas en la cultura popular china y en las funciones administrativas de su gobierno, y que no habría que identificarlas como tal con el taoísmo.
Para ambas investigadoras, los elementos genuinamente taoístas que se importaron en los primeros tiempos a Japón fueron más bien puntuales, y apuntan en particular a varios rituales específicosy a las prácticas ligadas a la cultura de la inmortalidad que se difundieron en el archipiélago japonés a través de la literatura médica.
Fauer (2012) también resalta que es necesario distinguir entre el “Onmyōdō Oficial-Estatal”, que estaría representado principalmente por las funciones oficiales ejercidas por la Oficina del Yin-Yang (Onmyōryō) para el gobierno japonés desde el periodo Nara; del “Onmyōdō Religioso”, que se desarrolló en paralelo a la dimensión oficial bajo la influencia del budismo esotérico; y el “Onmyōdō Folklórico”, representado por las prácticas populares que se desarrollaban entre la población japonesa.
Según Livia Kohn (1995), la investigación de la presencia del taoísmo en Japón, se ha realizado desde tres enfoques básicos: tradicional, iconoclásico y neutral.
El enfoque tradicional centra su análisis en aspectos ligados a la transmisión del proto-taoísmo en Japón, es decir, la introducción entre la aristocracia japonesa del antiguo Japón de las obras filosóficas de Lao Zi y Zhuang Zi y la cultura de la longevidad y la inmortalidad que son previas a la creación del taoísmo religioso en China.
Esta línea, enmarcada y afín al movimiento Kokugaku (Escuela de Estudios Nacionales), mantiene una posición “nacionalista” e intenta identificar la “pureza” y la “genuinidad” de la cultura japonesa y la verdad del mito imperial.
Con estos objetivos, esta corriente afirma que muchos de los elementos que se asocian a la cultura china y al taoísmo, ya existían previamente en Japón. Entre las figuras que Kohn asocia a esta corriente figuran Hirata Atsutane, Naba Toshishida, Matsuda Chihiro, Shimode Sekiyo y Nakamura Shōhachi.
El enfoque iconoclásico adopta un punto de vista opuesto al anterior y centra sus estudios en mostrar cómo el taoísmo ha sido una influencia clave en la creación de gran parte de los elementos claves que definen la identidad japonesa (incluido el mito imperial).
Esta corriente, apoyándose en la arqueología, la antropología y la historia, cuestiona la “genuinidad” de la cultura japonesa al mostrar que en verdad sus orígenes se ubican en muchos elementos extranjeros.
Entre las personas que figuran en esta corriente están según Livia Kohn: Fukunaga Mitsuji, Maeda Ryōchi, Wada Atsumu, Takahashi Tōru, Senda Minoru o Kiyota Keiichi.
Por último, la postura neutral corresponde a aquellos investigadores que simplemente aceptan la existencia de elementos taoístas en la religión y la cultura japonesa y tratan de analizar y describir esos elementos.
Aquí se incluyen todos los trabajos que se centran en elementos culturales o religiosos específicos como el ritual Kōshin (una tradición de orígenes claramente taoístas que alcanzó cierta relevancia en el periodo Heian), el análisis del culto a las deidades de la Estrella Polar o del Monte Tai, etc.
En esta corriente Livia Kohn incluye los trabajos de Kubo Noritada, Yoshioka Yoshitoyo, Sakade Yoshinobu, Hirohata Sukeo, Yanagisawa Taka e Iwasa Kanzō.
Referencias Bibliográficas
Faure, B. (2012). A Religion in Search of a Founder?, Cahiers d’Extrême-Asie, 21, 1-19.
Kohn, L. (1995). Taoism in Japan: Positions and Evaluations, Cahiers d’Extrême-Asie, 8, 389-412.
Seidel A. (1989). Chronicle of Taoist Studies in the West 1950-1990, Cahiers d’Extrême-Asie, 5, 223-347.
Xiaoling, M. (2011). Daoism without Dao in ancient Japan, The 1st Asian Conference on Ethics, Religion and Philosophy, International Academic Forum, (pp. 111-122), Osaka.
About Pedro Jesús Jiménez Martín
Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.