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Biografía de Kukai

Kukai (774-835) es conocido formalmente bajo el nombre de Kōbō Daishi (Kōbō “la expansión amplia de las enseñanzas budistas”; Daishi “gran maestro”), y como el fundador en Japón del budismo esotérico Shingon en el siglo VIII d.C., una escuela ligada al vajrayana o mantrayana y asociada a las enseñanzas secretas (mikkyo).

Este personaje, también es considerado como un “Leonardo Da Vinci” oriental y el padre de la cultura japonesa ya que fue un gran calígrafo y poeta e incluso se le atribuye la creación del alfabeto kana japonés, inspirado en la escritura sánscrita.

Se puede decir que Kukai desarrolló una doble vida a lo largo de su trayectoria vital: la práctica ascética solitaria en la montaña y la participación en la cultura artística y literaria de la corte Heian.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

En no Gyōja

Foto del Autor: Templo Kimpunsen (Yoshino)

Una de las figuras históricas japonesas más emblemáticas del periodo Asuka (552-710 d.C.) con relación a las prácticas ascéticas en las montañas fue En no Gyōja, el legendario fundador del Shūgendō.

La biografía de este personaje entra dentro de la leyenda y presenta muchísimos paralelismos con la figura de los inmortales taoístas de la antigua tradición china.

Los primeros documentos en los que se hablan de la vida de este personaje son el Shoku Nihongi (797) y el Nihon Ryoiki (823) redactados a principios del periodo Heian, es decir, unos 100 años después de cuando habría vivido este personaje. En ellos, En no Gyōja es presentado bajo los nombres de En no Ozunu y E no Obusoko.

El Shoku Nihongi cuenta que, en el año 699, En no Ozunu vivió una existencia dedicada a las prácticas mágicas en el monte Katsugi, en la región de Yamato, y que fue exiliado por orden del emperador Monmu (r. 697-707) a Ōshima, en la isla de Izu.

También se apunta que Hirotari, un oficial de la corte de bajo rango y de orígene coreanos, decidió aprender con él, pero que después, movido por la envidia hacia los poderes de su maestro, lo calumnió en la corte alegando que estaba llevando a la gente por el mal camino.

Además, añade que la gente murmuraba que Ozunu era capaz de esclavizar a dioses y demonios para que le llevasen el agua y le recogiesen su leña, y que si no le hacían caso tenía el poder de atarlos con sus hechizos.

La segunda obra que habla de este personaje es la colección budista Nihonkoku Genpo Zen’aku Nihon Ryoiki o Historias milagrosas de retribución kármica del bien y del mal de Japón.

Este registro dice que E no Ubasoko fue un asceta budista no ordenado que vivió en la aldea de Chihara, en el distrito de Katsuragi-no-kami, y que había sido el líder del clan Kamo que luego pasaría a ser conocido como el clan Takakamo.

Además, añade que era un hombre sabio y la persona más erudita de su zona; que veneraba a los Tres Tesoros en idea y práctica; y que constantemente deseaba poder volar en una nube de cinco colores más allá de los límites del cielo, hasta el palacio de los Inmortales, para poder deleitarse allí de su compañía en el Jardín Eterno y participar de la niebla nutritiva.

Después, continúa exponiendo que con el paso del tiempo y cuando ya tenía 40 años, decidió seguir viviendo en una cueva de montaña, vestirse con plantas y comer agujas de pino, purificar sus emociones y su cuerpo en los manantiales de agua pura y ampliar sus poderes a través de encantamientos ligados al sutra del pavo real.

Así mismo, dice que podía dar órdenes a dioses y demonios para obtener de ellos lo que quisiera, e incluso que les mandó construir un puente que uniese Katsuragi no Take (el monte Katsuragi) con Kane no Take (el monte Kinpusen, que en aquella época englobaba también a la región de Ōmine y Yoshino).

Según prosigue describiendo, las deidades de la zona no estuvieron muy contentas con esto, por lo que finalmente el dios Hito-kotonushi del monte Katsuragi, enfurecido decidió calumniarle advirtiendo al emperador Monmu que E no Ubasoko le quería derrocar.

Alarmado con esta información el emperador mandó hombres para capturarlo, pero estos, al ver lo difícil que era cumplir esta misión debido a los poderes mágicos del asceta, optaron por apresar a su madre, y con ello, finalmente consiguieron que Ubasoko se dejase arrestar para que la liberasen.  

El texto sigue matizando que En no Gyoya fue exiliado a la isla de Izu y que, en aquel lugar, fue capaz de correr sobre la superficie del mar como si fuese tierra seca y de volar por el cielo como si fuese un fénix. Por el día, obedecía las órdenes imperiales y realizaba sus prácticas ascéticas en la isla, pero por la noche se escapaba al monte Fuji para realizarlas allí.

Trascuatro años de exilio en aquella isla, fue indultado en el año 701, y así, pudo regresar a su región natal donde se convirtió en un inmortal y voló hacia los cielos.

La obra termina añadiendo que cuando el maestro budista Dosho se desplazó por una invitación al reino de Silla en Corea, escuchó a un hombre que le hacía una pregunta en japonés. El maestro le pregunto quién era y la persona le respondió E no Ubasoko. El monje, pensando que era el hombre santo del que se hablaba en Japón, decidió bajar de la tribuna para buscarlo, pero no lo encontró.

Desde un punto de vista histórico, esta leyenda cobra cierto sentido cuando se analiza bajo el contexto político, cultural y religioso de aquel momento. En el periodo Asuka ya habían penetrado en Japón la cultura china y sus conocimientos taoístas (Onmyōdō), y en particular, las prácticas mágicas y exorcistas ligadas a los fangshu (ch. fangshi) o “señores de las recetas”. Es más, la región en la que supuestamente vivió En no Gyoja era idealizada en la poesía y la literatura de la época como el reino de los inmortales (shinsen).

En aquellos tiempos, el gobierno quiso controlar todos estos conocimientos y prácticas como estrategia de poder y control sobre sus rivales de la corte. La fórmula oficial para conseguirlo fue crear la Oficina de la Medicina (Ten’yakuryō), la Oficina del Yin-Yang (Onmyōryō), así como establecer una ley por la que monjes y monjas no podían aprender ni practicar este tipo de conocimientos. Con esta política de control, es fácil entender que personajes como En no Gyōja no fuesen bien vistos.

Por otro lado, existen datos que indican que Hirotari fue una persona ligada a la Oficia de Medicina y que incluso llegó a ser su director en el año 732. Allí se acogía una técnica llamada jugon que consistía en curar la enfermedad alejando los malos espíritus a través de exorcismos y encantamientos. Como este personaje habría ejercido esta profesión, tendría sentido que hubiese querido aprender los métodos de una figura tan prestigiosa como En no Gyoya, pero también, que le considerase como una persona que podía hacer sombra a su fama en sus funciones oficiales.

Respecto al asunto del exilio, las leyes en aquella época imponían este tipo de castigo a las personas que volvían a su país de origen, que prescribían una medicina errónea al emperador o que hacían compuestos médicos sin tener autorización.

El asceta con su fama podría haber incurrido fácilmente en algunas de estas acciones. Hay que tener en cuenta que la región en la que supuestamente residió En no Gyōja era un destino preferido para las visitas imperiales desde tiempo atrás, y que incluso algunos de los primeros emperadores habían dispuesto palacios en esas montañas. Si el asceta era una persona popular en la zona sería normal que figuras de la corte hubiesen reclamado sus servicios.

Respecto a las prácticas y poderes que se asocian a En no Gyoja, se puede destacar que estas presentan un fuerte parecido con las que se describen en la literatura china antigua con relación a los sabios inmortales Pengzu, Chisongzi, Wang Ziqiao o Ning Fengzi, chamanes legendarios que se consideran en el taoísmo religioso como los precursores de sus prácticas energéticas, esotéricas y meditativas.

EVOLUCIÓN DE LA LEYENDA

Posteriormente a la redacción de los dos documentos que hemos citado anteriormente, fueron apareciendo a lo largo del periodo Heian (794-1185 d.C.) más obras con relación a la biografía de este personaje que, además, ampliaron su contenido.

Por ejemplo, se añadió la idea de que cuando En no Gyōja fue sentenciado a muerte, su verdugo, al pasar su espada por el cuerpo del asceta, comprobó cómo se habían inscrito en su hoja palabras mágicas confirmándose así que era un santo y le perdonaron.

Pero quizás lo más importante en este periodo es la asociación de En no Gyōja con la deidad Kongo Zao Gongen o Zao Bosatsu. Según el Konjaku Monogatari (1120), esta deidad se aparecido ante el asceta en la región de Kinpusen en respuesta a sus austeridades religiosas. Zao Gogen junto a Fudō Myō pasarían así a representar en Japón las principales deidades protectoras de las personas que realizan prácticas ascéticas en las montañas.

En el periodo Kamakura (1185 – 1333), En no Gyōja pasó a ser identificado como el patrón de las prácticas ascéticas en las montañas y su figura pasó a ser incorporada en el culto religioso de muchas montañas en el país.

La obra quizá más importante de este periodo es el Shozan Engi, una colección que recopiló las leyendas de las prácticas ascéticas de En no Gyōja en las regiones de Omine, el monte Katsuragi y el monte Minoo.

En particular, los capítulos Kinpunsen Hon-Engi y En no Gyōja Kumano-san Sankei no Nikki recopilaron las leyendas más antiguas de la biografía del asceta en la región de Kumano.

En ellas se aportan nuevos datos a la biografía del asceta como, por ejemplo, que En no Gyōja realizó sus prácticas ascéticas en un primer lugar en el monte Nijo cerca de Katsuragi (en la actual localización del tempo Taima-dera) a la edad de 19 años.

También, que una vez allí, y tras divisar signos auspiciosos desde la cima en dirección al monte Minoo, decidió trasladarse a ese nuevo lugar para realizar un retiro de 1000 días junto a las cascadas de las montañas. Además, se anota que durante su meditación en Minoo recibió las enseñanzas esotéricas de Nagarjuna.

Por último, se añade que tras este retiro decidió trasladarse otra vez a Ōmine en la región de Kumano y que allí erigió 1000 estupas de piedra en ofrenda a sus padres. Incluso se indica que en el curso de las siete vidas que práctico en esta región creó la gruta Jinzen y los mandalas de Amida, Taizokai y Kongokai.

En el periodo Muromachi (1333–1603) En no Gyōja pasó a ser identificado oficialmente como el fundador de la secta religiosa shugendō. En estas fechas los yamabushi (guerreros de la montaña) se organizaron formalmente en grupos para realizar sus prácticas ascéticas y empezaron a redactar las biografías oficiales de su fundador para sus seguidores: En no Gyōja Ryaku Engi y En no Gyōja Hongi.

En ellas se ligó el pensamiento, los rituales, las prácticas y los espacios sagrados del Shugendō con las claves de la vida religiosa del asceta, y la figura de En no Gyōja quedó consagrada como una persona santa que tuvo una concepción milagrosa, reencarnaciones previas en India y China, y que práctico austeridades en las montañas más sagradas del país.

Este momento histórico también es importante porque llevó a una bifurcación entre las tradiciones religiosa y secular respecto al acercamiento a la figura de En no Gyōja, y así, en el ámbito cultural, surgió el Shinmeikyo, un documento histórico que recopilaba los relatos y poesías antiguos en los que se hablaba sobre el asceta, igual que en el género teatral del se escribieron obras específicas sobre la vida de En no Gyōja como Kazuraki o Kazuraki Tengu, y otras en las que simplemente se evoca su figura, como Aoi no Ue, Taniko o Funabashi.

En el periodo Edo (1603-1868), los textos del shugendō empezaron a acercarse a una línea más académica y se promovieron estudios comparativos con otras leyendas antiguas con el fin de reconciliar las incongruencias en la vida de En no Gyōja y poder disponer de una biografía mejor fundamentada.

Desde un punto de vista secular, la afición por el entretenimiento de la sociedad edo amplió el género teatral que abordaba la vida del asceta al jōruri (escenificación con música y marionetas) y dio lugar a nuevas piezas teatrales como En no Gyōja, Ōmine no Honji, En no Gyōja Denki y En no Gyōja Ōmine – Zakura.

Aquí, y bajo la justificación de la distracción del público, se empezó a introducir elementos cada vez más fantásticos en la vida de nuestro personaje que terminaron por oscurecer el relato original.

El último dato que se puede aportar con relación a la figura de En no Gyōja corresponde al dramaturgo Tsubouchi Shoyo (1859-1935), un importante reformador literario japonés que se sintió tan fuertemente atraído por la vida de este asceta que llegó a escribir tres dramas teatrales (Onna Majin, 1916; En no Gyoja, 1917; Gyoja to Joma, 1922), una novela (Jinpen Dai- bosatsu-Den, 1932) y diferentes artículos.

Referencias Bibliográficas

Keenan, Linda K. (1989). En no Gyoja: The legend of a holy man in twelve centuries of Japanese literature, Doctoral Thesis, University of Wisconsin – Madison.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Taoísmo – Onmyōdō

Según Shin’ichirō (2013), la introducción oficial en Japón de las diferentes vertientes del saber y de las técnicas asociadas al Onmyōdō ocurrió en los periodos Asuka (552-710) y Nara (710-794), y a través de Corea principalmente.

En particular, este mismo autor establece como primer suceso que marca la entrada de estos conocimientos desde el continente, la llegada del erudito confucionista Dan Yangi en el año 513 desde el reino de Paekche (Corea).

Para Como (2003) esta visita representa un acontecimiento de gran relevancia e incluso con el mismo nivel de importancia que la entrada del budismo en el país, ya que marca la entrada oficial de la tradición cultural china en Japón que tanto ha marcado a este país.

Sin embargo, existen referentes previos a esta fecha que también podrían tenerse en cuenta. Drott (2015) informa que en el año 414 a.C. se produjo la visita de un médico coreano a Japón procedente del reino de Silla, y Davis y Nakaseko (1937) comunican la visita, en torno al año 210 a.C. de uno de los fangshu (ch. fangshi) más importantes asociados al culto chino de la “inmortalidad” (ch. xian).

En particular, estos últimos investigadores retoman los registros aportados por el famoso historiador chino Sima Qian (145-87 a.C.) para decir que un personaje llamado Johuku (ch. Xufu) habría desembarcado en las costas de la actual Kumano en Japón buscando las islas de los inmortales (ch. Penglai) y sus plantas de la longevidad, por orden directa del primer emperador de China Qin Shi Huang Di (259-210 a.C.).

Después de estas fechas, el siguiente registro más importante que recoge el Nihon Shoki (720) con relación al Onmyōdō corresponde al año 553. Fecha en la que llegó a Japón una embajada procedente del reino de Paekche (Corea) y que integró a diferentes eruditos ligados a los estudios de la medicina, el calendario y el I Ching adivinatorio.

Parece ser que esta visita despertó tal necesidad de recibir más conocimientos sobre sobre estas materias que al año siguiente se instalaron en Japón Wang Ryugwi, erudito confucionista, Wang Doryang erudito del I Ching, Wang Boson, erudito del calendario, Wang Yuryeonta erudito en medicina y Ban Yangpung y Jeong Yuta eruditos en plantas medicinales.

según Shin’ichirō (2013), lo más importante a resaltar de este hecho es que todos estos eruditos no sólo estaban formados como académicos en el estudio de los cinco clásicos chinos (I Ching, Shujing, Shijing, Chunqiu y Liji), también dominaban las teorías cosmológicas del Yin-Yang y las Cinco Fases, la cultura del calendario y la adivinación.

El año 602 marca el momento en que la corte japonesa sintió la necesidad de empezar establecer un control sobre todas estas ciencias y técnicas procedentes de Corea.

Según Ooms (2012), la razón que llevó a ello fue el interés particular que sintieron tanto la emperatriz Suiko (r. 593-628) como el clan Soga de aprovechar estos conocimientos y técnicas en su lucha de poder contra las facciones rivales de la corte.

Ese año, llegó de China el monje budista coreano Gwalleuk (jp. Kanroku) con libros de geomancia, astronomía, calendario, adivinación, recetas fangshu (ch. fangshi) e incluso el arte de la invisibilidad (tonkō), que después, el propio emperador Tenmu afirmó haber dominado.

El clan Soga acogió a este monje en su propio templo Asuka-dera, y desde el gobierno se decidió que alumnos japoneses “escogidos” estudiasen bajo su tutela. Yako no Fuhito Tamafuru se especializó en el calendario, Ōtomo no Suguri Kōzō en la astronomía y la técnica adivinatoria dunjia (método adivinatorio con fines militares) y Yamashiro no Omi Hitate en las artes ·ocultistas” fangshi que incluían tratamientos médicos, técnicas de longevidad y adivinación (Shin’ichirō, 2013).

Gwalleuk sería después ascendido a la posición de Sōjō en el año 624 y pasó a vivir en el templo Gangō en Asuka, donde siguió impartiendo enseñanzas durante los 20 años que le restó de vida.

Con el ascenso al trono del emperador Jōmei (r. 629-641), el siguiente monje budista más importante en el que se apoyó el gobierno japonés, experto en los conocimientos del Onmyōdō, fue Min.

Parece ser que este monje había recibido el apoyo de Jōmei (antes de ser regente) para poder ir a formarse en la corte Tang. Después de 24 años en China, a su regreso a Japón en el año 632 se sintió lo suficientemente agradecido con el emperador que no sólo le ayudó a controlar a sus rivales en la corte quitando el protagonismo al clan Soga, también formó en prácticas adivinatorias a personas de la élite (llegó a tener como alumnos a Nakatomi no Kamatari, Soga no Iruka y Naka no Ôe) y llegó a formar parte del grupo de intelectuales que ayudarían a redactar posteriormente la Reforma Taika que ayudó a implantar las nuevas figuras administrativas en el país.

Durante la regencia del emperador Tenmu (r. 672-686) se incrementó drásticamente la afluencia de los conocimientos del continente debido a la llegada de numerosos eruditos, monjes budistas, técnicos y libros desde Corea.

Las causas para Ooms (2012) hay que buscarlas en la situación de caos e inestabilidad que se vivió en estas fechas en la china Tang y en el reino coreano de Paekche. Sin embargo, Como (2012) indica que existieron otras variables que también facilitaron la implantación de los conocimientos asociados al Onmyôdô en Japón en el periodo Nara.

Variables que muchas veces pasan desapercibidas pero que no por ello dejan de ser muy importantes, comoel desarrollo urbano que supuso la construcción de las nuevas capitales japonesas y las epidemias y hambrunas que se propagaron en estas fechas por el país.

La construcción de cada nueva capital según el modelo de referencia chino supuso, por un lado, la necesidad de expertos en geomancia, pero por otro, un proceso de desforestación muy importante, dado que la madera era el principal material de construcción de templos y casas.

El talado de árboles no sólo supuso una profunda transformación del paisaje, también creó cierta preocupación a un pueblo cuya cultura consideraba que la naturaleza acogía a sus deidades (kami).

Este aspecto es muy importante, porque si a esto se suma la gran cantidad de muertos que hubo por las epidemias y hambrunas que se sufrieron en los periodos Nara y Heian, y que quedaron abandonados en los caminos y ciudades (llegando incluso a obstruir el rio Kamo en Kyoto), se entiende que la población sintiera cierta necesidad de disponer de recursos y métodos para poder apaciguar a los posibles espíritus enfadados.

Bajo esta perspectiva se entiende que los conocimientos cosmológicos asociados al Onmyôdô, respecto al Yin-Yang y los Cinco Agentes se convirtiesen en un recurso muy atractivo para armonizar a la naturaleza en sus ciclos; los conocimientos astronómicos y del calendario chino, para predecir acontecimientos fatales y establecer días propicios o nefastos; la adivinación, para intentar entender por qué estaban ocurriendo esas calamidades y pedir consejo sobre cómo actuar; y las técnicas y rituales mágicos, como método para poder apaciguar y exorcizar a los espíritus vengativos o malignos.

Tenmu siguió la misma estrategia adoptada por la emperatriz Suiko y el clan Soga 40 años antes, y quiso controlar estos conocimientos con fines políticos. Por un lado, se apoyó en ellos para crear su nuevo modelo de administración centralizada de gobierno, y por otro, le sirvieron para controlar a las facciones rivales de la corte.

Para monopolizar el control del conocimiento Tenmu creó la Oficina Yin-Yang (Onmyōryō). La primera referencia que existe sobre la existencia de esta oficina data del año 675. Según el Nihon Shoki, en el primer mes de ese año, varios estudiantes del Onmyōryō, el Daigakuryō (Oficina de Educación) y el Geyakuryō (renombrado después como Ten’yakuryō u Oficina de la Medicina) pagaron tributos a la corte, junto a otras personas procedentes de la India, Bactria, Paekche y Silla.

Ooms (2012) considera que la creación de esta Oficina debió ocurrir entre el primer o en el segundo año de la regencia de Tenmu y con cierto carácter de urgencia, ante el temor de un posible ataque por parte del ejército Tang al país.

La creación de esta oficina habría ocurrido a la par que todo el proceso de fortificación de las costas japonesas para prevenir el posible ataque ya que era necesario apoyarse en los conocimientos del arte de la predicción estratégica que poseían los expertos del Yin-Yang a la hora de interpretar las posibles maniobras del enemigo.

Esta institución, a finales del periodo Asuka, pasó a ser reconocida en el Código Taihō (701), como el organismo oficial encargado de administrar los rituales e impartir la formación en los conocimientos ligados al Onmyōdō, es decir: astronomía, calendario, geomancia y adivinación.

La Oficina del Yin-Yang rindió órdenes del Ministerio de Asunto Centrales y en su organigrama figuró un director (onmyō no kami) encargado de la astrología, la elaboración del calendario y la impartición de augurios; un subdirector (onmyō no suke); un secretario (onmyō no jō); un empleado (onmyō no daizoku); y un empleado asistente (onmyō no shōzoku).

Además, también acogió a un profesor yin-yang (onmyō hakase) que enseñaba a 10 estudiantes (onmyōshō); 10 maestros Yin-Yang (onmyōji) que ejecutaban ritos de adivinación y elegían los lugares sagrados para los rituales; un experto en calendario (reki hakase) que enseñaba a otros 10 estudiantes (rekishō); un experto en astrología (tenmon hakase) que enseñaba a otros 10 estudiantes (tenmonshō); 2 expertos académicos que controlaban las horas del día (rōkoku hakase); 20 pajes (tsukaibe) y 3 sirvientes (jikitei).

Uno de los linajes más importantes durante la regencia de Tenmu, que controló el uso ritual de las predicciones con fines gubernamentales fue la familia Abe. Esta familia, con orígenes en el reino coreano de Silla, había jugado un papel muy importante en el ascenso al poder del emperador Tenmu, y después supo aprovechar este hecho para acaparar rápidamente poder. Abe no Uchimaro llegó a convertirse en el ministro de la Derecha, el puesto oficinal más importante des después del emperador.

La influencia del Onmyōdō en el reinado del Tenmu se puede rastrear además, en la adopción del término Tennō para designar al emperador, en la redacción del Kojiki (702) o “Crónicas de antiguos hechos” y en el ritual Chinkon-sai que se realizó en el año 685 para restaurar la vitalidad del emperador.

Según Naumann (1995) el origen del término Tennō se debe buscar en la tradición china Han, y en particular, en la visión cosmológica de T´ai-i, la “Gran Unidad” ligada a la estrella polar y el origen de todo lo que existe en el universo.

En China, este término se había escogido para designar al Emperador Celestial (ch. T’ien-ti o T’ien-huang ta-ti) englobando los mismos significados de estrella polar y Gran Unidad. En Japón el término T´ien-ti se habría transcrito como Tennō, y la figura del emperador pasó a convertirse en un dios viviente (kami).

Las nociones cosmológicas chinas también se asimilaron en el Kojiki. Un libro que mandó redactar Tenmu para consolidar su linaje en el poder. Por ejemplo, las tres deidades asociadas a los principios de la creación, Ame no mi-naka-nushi, Taka-mimusubi y Kami-musubi representaron, la primera, las nociones de la estrella polar, la gran Unidad y la encarnación del Emperador Celestial, y las siguientes, las nociones del Yin y el Yang.

A nivel ritual, estos conocimientos también se integraron en la ceremonia que realizó Tenmu en ocasión del ritual mi-tama-furi (sacudir el alma), destinado a revitalizar su fuerza vital. Un rito que después pasó a ser conocido como chinkon-sai o ceremonia de pacificación de la fuerza vital.

En aquella ceremonia se recrearon tanto elementos de la mitología japonesa como del Onmyōdō. La ceremonia mimetizaba el relato en el que la diosa del sol (Amateratsu) fue animada a salir de la cueva donde se había escondido para simbolizar la restitución de la vida y la luz en la tierra después de un periodo de oscuridad, pero dentro de un marco de horas, fechas y momentos de la tradición china como la celebración en la hora del tigre (ligada al oeste) y el 25 de diciembre (solsticio de invierno).

Tenmu no sólo mandó construir además una plataforma astronómica (senseidai) y revitalizó el culto del santuario de Ise introduciendo elementos cosmológicos chinos, también debió tener un gran interés personal por todos conocimientos ya que existen referencias de que en el año 672, justo antes del comienzo de la guerra Jinshin, el mismo utilizó la técnica Dunjia para interpretar las nubes negras que había divisado sobre el río Yokogawa.

Sin embargo, y como muy bien indica Ooms (2012) todas estas acciones no deben interpretarse como un interés personal de Tenmu hacia el taoísmo como religión, sino más bien como un fin instrumental en el juego de las estrategias políticas de este regente.

En el contexto religioso Tenmu apoyó el budismo y en su regencia fue conocido por pedir la transcripción del Tripitaka (canon pali de las enseñanzas de Buda) en varias ocasiones tanto para ganar méritos, como para pedir por su salud, evitar crisis políticas o nacionales y asegurarse un paso armonioso al más allá.

Con el paso al periodo Nara (710-794 d.C.), la problemática gubernamental se centró en cómo establecer medidas para salvaguardar que los conocimientos y técnicas asociados al Onmyōdō sólo los pudiese seguir disfrutando el gobierno y asegurar la continuidad de la Oficina Yin-Yang.

Con este objetivo, en la ampliación del Código Ritsuryō que tuvo lugar en el año 718 bajo la regencia de la emperatriz Genshō (r. 715-724), se promulgó en la ley Sōniryō que tanto monjes como monjas no pudiesen estudiar ninguna técnica asociada a las artes del Onmyōdō, ni poseer instrumentos astronómicos, ni  mapas celestes, ni manuales de adivinación, ni usar talismanes o escritura mágica.

Del mismo modo, se prohibió que las personas que se formaban en el Onmyōryō, divulgasen sus conocimientos y se suprimió la posibilidad de que los estudiantes de astronomía aprendiesen nada con relación a los pronósticos o la adivinación.

Según Ooms (2012), esta obsesión del gobierno por el control tenía sus raíces en el ejemplo de lo que había ocurrido en el gobierno Tang. Allí, la astronomía había sido separada de la adivinación, e incluso se habían quemado libros de esta última temática como consecuencia de presuntas “conspiraciones” que surgieron contra el gobierno justificadas en las “predicciones” o “designios” del cielo.

Pero estas medidas que adoptó el gobierno también tuvieron sus consecuencias. En el año 720 el gobierno tuvo que lanzar una campaña para buscar talentos en diferentes materias incluidas la medicina y la legislación, y en el año 730, tuvo que lidiar con el problema del cómo asegurar la transmisión de los conocimientos ligados al Onmyōryō debido a la edad avanzada de los expertos y su falta de sucesores.

Ese año, el gobierno tuvo que solicitar a los maestros Onmyōdō Kichida no Muraji Yoroshi, Ōtsu no Muraji Obito Mitachi no Muraji Kiyomichi, Naniwa no Muraji Yoshinari, Yamaguchi no Imiki Tanushi, Kisakibe no Obito Iwamura y Shibi no Muraji Mitasuki que formasen a un mínimo de siete alumnos para asegurar que se pudiesen seguir realizando las funciones estatales.

Pero los problemas para atraer alumnos hacia esta profesión fueron muchos. Por un lado, existía la barrera del idioma ya que el chino era la lengua de referencia utilizada en los textos. Por otro lado, la adivinación era una profesión de “riesgo”. Sobre todo, cuando el afectado era el emperador o un personaje de la alta aristocracia. Por último, estaban todas las presiones que debieron de padecer estos especialistas antes los intereses y rivalidades existentes en la corte.

En paralelo a estas medidas oficiales, y en un momento en que además se habían interrumpido las relaciones con la corte Tang, el gobierno también optó porque los monjes budistas especialistas en estas artes se hicieran laicos, voluntaria u obligatoriamente, y así se les pudiese nombrar funcionarios de la Oficina Yin Yang.

Las laicalizaciones se concentraron sobre todo entre los años 692 y 714 y conllevó además la creación de un nuevo sistema de rangos para acoger de la forma debida a estos nuevos personajes entre la sociedad japonesa.

Es importante apuntas que en el periodo Nara se produjo una evolución en las funciones asociadas al Onmyōryō. Según Ooms (2012), de las trece ceremonias anuales que se realizaban en la corte en este periodo había tres que asumía directamente esta Oficina: la protección de la capital contra los malos espíritus, contra el fuego y contra la aparición de epidemias.

Según los registros, en el año 735 se celebró una ceremonia para apaciguar a los espíritus que traían las enfermedades contagiosas, desde el norte de Kyushu hasta Nara, ya que parece ser que fue esa ruta la que supuestamente siguió la viruela ese mismo año.

Este tipo de rituales se regularizó, y así, en el Engishiki (927), se comenta que esta misma ceremonia pasó a realizarse dos veces al año (en el sexto y el doceavo mes) de manera regular en las cuatro esquinas de la capital Heian.

Este tipo de ceremonias guardaba ya una estrecha conexión con la tradición del taoísmo religioso chino. Según Ooms (2012) sus raíces pueden relacionarse con la entrada en Japón, a finales del siglo VII, de la obra alquímica china Baopuzi Neipian.

Este texto aconsejaba tanto el uso de amuletos y conjuros para controlar a los fantasmas y espíritus y protegerse contras las epidemias, como poner amuletos en los caminos de las casas y en sus cuatro esquinas.

El último aspecto que se puede destacar con relación a la Oficina del Yin Yang, a finales del periodo Nara, fueron las funciones que desempeñó con relación a las ritos que se realizaban en el recinto sagrado del santuario de Ise.

Allí, una rama de expertos Onmyōji  colaboraron con sus artes adivinatorios en el proceso de ayudar a elegir a la joven “virgen” (saiō) emparentada con la familia imperial, a su personal asistente, y a realizar pronósticos de adivinación mensuales para decidir qué ayudantes tenían que realizar qué funciones, qué visitas oficiales podía recibir esta joven en su residencia, así como cuáles eran los lugares y fechas propicios para participar en sus actividades rituales, hacer sus viajes, seleccionar su residencia, etc.

En resumen, se puede afirmar que los primeros pasos que tuvo el Onmyōdō en Japón tuvo que ver más con aspectos ligados a la cultura tradicional china que a las funciones rituales que caracterizan al taoísmo religioso chino.

En esta época, las personas asociadas a este conocimiento lo ejercieron como profesión y no como representantes de una religión. Sus funciones se centraron en la astronomía, el calendario, la geomancia y la adivinación para el Estado.

Como indica Xiaoling (2011) la introducción del taoísmo en Japón tuvo que ver más con la introducción de sus métodos y técnicas que con su “Tao”, es decir, sin la visión espiritual que acompañaba al taoísmo religioso.

Sin embargo, aunque la entrada de los conocimientos asociados Onmyōdō debe asociarse con el budismo coreano y no con monjes taoístas, y aunque no existen referencias del desarrollo del taoísmo como religión en Japón en los periodos Asuka y Nara, también es verdad que Livia Kohn (1995) cita que en el Nihon Shoki existe una referencia a la existencia de un lugar cerca de Asuka llamado Futatsuki no Miya que aparece transcrito con el ideograma “guan”. El ideograma técnico que se utilizaba en esta época para designar un monasterio taoísta, y cuya función y papel todavía está por investigar.

Referencias Bibliográficas

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Drott E.R. (2015). To Tread on High Clouds” Dreams of Eternal Youth in Early Japan, Japanese Journal of Religious Studies, 42(2), 275–317.

Faure, B. (2012). A Religion in Search of a Founder?, Cahiers d’Extrême-Asie, 21, 1-19.

Kohn, L. (1995). Taoism in Japan: Positions and Evaluations, Cahiers d’Extrême-Asie, 8, 389-412.

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Xiaoling, M. (2011). Daoism without Dao in ancient Japan, The 1st Asian Conference on Ethics, Religion and Philosophy, International Academic Forum, Osaka (Japan), 111-122 pp.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Taoísmo en el Japón Asuka/Nara

El taoísmo en Japón se identifica con el término Onmyōdō o la “Vía del Yin-Yang”.

Lo primero que debemos destacar es que el taoísmo en este país, nunca se llegó a desarrollar como una religión organizada en cuanto a disponer de una red de templos, un cuerpo textual propio, ordenación de monjes, etc. Es más, existen registros en los que se dice que en el año 753, la corte japonesa rechazó la oferta del emperador chino Xuanzong, de la dinastía Tang, de enviar maestros taoístas a Japón.

La introducción y el desarrollo de las prácticas asociadas al taoísmo en Japón fue liderada principalmente por monjes budistas y académicos, y se constituyó en verdad, como una realidad conformada por una mezcla de elementos culturales tradicionales y de folklore religioso popular chinos, taoísmo, confucionismo y budismo esotérico (mikkyō).

A la hora de abordar el estudio de la asimilación de las tradiciones taoístas chinas en Japón existen importantes dificultades. Por ejemplo, Livia Kohn (1995) nos recuerda que la palabra taoísmo es en sí una realidad compleja que abarca muchas dimensiones (taoísmo filosófico, taoísmo médico, taoísmo mágico, taoísmo religioso, taoísmo “científico”, etc.) y prácticas (adivinación, meditación, dietética, prácticas de salud corporal, técnicas de inmortalidad, exorcismos, talismanes, etc.).

Anna Seidel (1989) y Livia Kohn (1995) también advierten que muchas de las prácticas y conocimientos que se asocian en el Onmyōdō al taoísmo (p.e. teorías cosmológicas del Yin-Yang y los Cinco Agentes; astronomía, geomancia, calendario, I Ching, predicción de la fortuna, fórmulas terapéuticas, prácticas corporales de salud y longevidad, etc.), en realidad, más que ser taoístas, pertenecían simplemente a actividades que estaban integradas en la cultura popular china y en las funciones administrativas de su gobierno, y que no habría que identificarlas como tal con el taoísmo.

Para ambas investigadoras, los elementos genuinamente taoístas que se importaron en los primeros tiempos a Japón fueron más bien puntuales, y apuntan en particular a varios rituales específicosy a las prácticas ligadas a la cultura de la inmortalidad que se difundieron en el archipiélago japonés a través de la literatura médica.

Fauer (2012) también resalta que es necesario distinguir entre el “Onmyōdō Oficial-Estatal”, que estaría representado principalmente por las funciones oficiales ejercidas por la Oficina del Yin-Yang (Onmyōryō) para el gobierno japonés desde el periodo Nara; del “Onmyōdō Religioso”, que se desarrolló en paralelo a la dimensión oficial bajo la influencia del budismo esotérico; y el “Onmyōdō Folklórico”, representado por las prácticas populares que se desarrollaban entre la población japonesa.

Según Livia Kohn (1995), la investigación de la presencia del taoísmo en Japón, se ha realizado desde tres enfoques básicos: tradicional, iconoclásico y neutral.

El enfoque tradicional centra su análisis en aspectos ligados a la transmisión del proto-taoísmo en Japón, es decir, la introducción entre la aristocracia japonesa del antiguo Japón de las obras filosóficas de Lao Zi y Zhuang Zi y la cultura de la longevidad y la inmortalidad que son previas a la creación del taoísmo religioso en China.

Esta línea, enmarcada y afín al movimiento Kokugaku (Escuela de Estudios Nacionales), mantiene una posición “nacionalista” e intenta identificar la “pureza” y la “genuinidad” de la cultura japonesa y la verdad del mito imperial.

Con estos objetivos, esta corriente afirma que muchos de los elementos que se asocian a la cultura china y al taoísmo, ya existían previamente en Japón. Entre las figuras que Kohn asocia a esta corriente figuran Hirata Atsutane, Naba Toshishida, Matsuda Chihiro, Shimode Sekiyo y Nakamura Shōhachi.

El enfoque iconoclásico adopta un punto de vista opuesto al anterior y centra sus estudios en mostrar cómo el taoísmo ha sido una influencia clave en la creación de gran parte de los elementos claves que definen la identidad japonesa (incluido el mito imperial).

Esta corriente, apoyándose en la arqueología, la antropología y la historia, cuestiona la “genuinidad” de la cultura japonesa al mostrar que en verdad sus orígenes se ubican en muchos elementos extranjeros.

Entre las personas que figuran en esta corriente están según Livia Kohn: Fukunaga Mitsuji, Maeda Ryōchi, Wada Atsumu, Takahashi Tōru, Senda Minoru o Kiyota Keiichi.

Por último, la postura neutral corresponde a aquellos investigadores que simplemente aceptan la existencia de elementos taoístas en la religión y la cultura japonesa y tratan de analizar y describir esos elementos.

Aquí se incluyen todos los trabajos que se centran en elementos culturales o religiosos específicos como el ritual Kōshin (una tradición de orígenes claramente taoístas que alcanzó cierta relevancia en el periodo Heian), el análisis del culto a las deidades de la Estrella Polar o del Monte Tai, etc.

En esta corriente Livia Kohn incluye los trabajos de Kubo Noritada, Yoshioka Yoshitoyo, Sakade Yoshinobu, Hirohata Sukeo, Yanagisawa Taka e Iwasa Kanzō.

Referencias Bibliográficas

Faure, B. (2012). A Religion in Search of a Founder?, Cahiers d’Extrême-Asie, 21, 1-19.

Kohn, L. (1995). Taoism in Japan: Positions and Evaluations, Cahiers d’Extrême-Asie, 8, 389-412.

Seidel A. (1989). Chronicle of Taoist Studies in the West 1950-1990, Cahiers d’Extrême-Asie, 5, 223-347.

Xiaoling, M. (2011). Daoism without Dao in ancient Japan, The 1st Asian Conference on Ethics, Religion and Philosophy, International Academic Forum, (pp. 111-122), Osaka.

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Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Zen y Prácticas Energéticas Chinas

Muchos linajes de la tradición del budismo zen japonés han introducido en su práctica el uso de métodos asociados a las tradiciones energéticas chinas. Uno de los casos más destacados e interesantes corresponde al maestro Hakuin Ekaku (1686–1769).

Hakuin perteneció a la Escuela Rinzai y se caracterizó en su vida por mantener una gran preocupación por intentar acercar las enseñanzas del Zen al público en general.

A este personaje se le atribuye el famoso koan¿cómo es el sonido de la palmada con una sola mano?”, y una personalidad fuerte, que no dudó en utilizar la agresividad y la frustración para ayudar a sus alumnos a elevar su nivel de comprensión.

En su vida, revitalizó el uso del koan e ideó un sistema de “progresión” con ellos en función del nivel de comprensión alcanzado por el alumno en cada momento, llegando incluso a poner a esta práctica por encima de la meditación sentado. De hecho, Hakuin, con el fin de generar técnicas que se adecuasen a la vida de cualquier persona, animó a utilizar esta herramienta en cualquier momento del día sin necesidad del zazen.

Para hacer más accesibles las enseñanzas y evitar la retórica más compleja del Zen, también defendió el aprendizaje a través de la caligrafía, la pintura, la poesía, etc. Para Hakuin, la iluminación podía llegar también escuchando un poema o admirando una pintura.

Pero lo que nos interesa aquí es que este maestro también fue una persona muy interesada en las prácticas “alquímicas internas” chinas (neidan) según aparece reflejado en sus escritos, además de un gran conocedor de la literatura médica china.

En su obra Yasenkanna (1746), Hakuin no sólo mostró su postura afín hacia la alquimia interna, introduciendo un comentario de un poema del legendario Hanshan de la dinastía Tang con relación a la inmortalidad; también citó a Bai Yuchan (ca. 1194–1229), un renombrado maestro alquimista taoísta; y mostró una analogía entre el proceso de transmutación interno “Jing (esencia), qi (energía vital), shen (espíritu)” de la tradición china con la relación entre el príncipe, los ministros y su pueblo.

En esta obra, y a lo largo de su vida, Hakuin defendió constantemente dos ideas: la importancia de almacenar la energía vital (ki) en el “campo de cinabrio” (tanden) ubicado debajo del ombligo; y la importancia de moverse o hacer trabajo físico para evitar el estancamiento de la energía vital.

Para entender mejor sus teorías sobre la práctica interna, es importante resaltar que uno de los sucesos que más condicionó la vida de este personaje fue un conjunto de reacciones adversas que surgieron en su práctica meditativa y que identificó con el nombre de “enfermedad de zen” (zenbyō).

Según su propio testimonio, en su progresión meditativa, Hakuin llegó a un punto en el que empezó a padecer síntomas físicos y psicológicos severos que describió como fuego en la parte alta del cuerpo, pies fríos, constantes zumbidos en los oídos, sudoración abundante, miedo, fatiga, depresión y extrañas visiones tanto en el sueño como en la vigilia.

Según cuenta este maestro, tras buscar a muchas personas para intentar curarse, contactó finalmente con un ermitaño a las afueras de Kyoto, llamado Hakuyū, que le pudo ayudar y enseñar cómo sobrellevar mejor su práctica.

En particular, este ermitaño fue el que le hizo tomar conciencia de los peligros del “estancamiento” de la energía en la meditación y el que le recomendó como solución a su problema un ejercicio llamado “Inundarse con energía vital” (kōzen no ki) en el que había que descender la energía hasta el punto del océano de la energía en el “campo de cinabrio”, situado debajo el ombligo (Sairin Kikai Tanden).

Este maestro también le transmitió que el secreto del “cultivo interno” consiste en guardar la energía vital (ki) en esa zona con determinación y nutrir el proceso inquebrantablemente durante años para llegar a conseguir crear una “píldora” interna (gentan) capaz de evitar que la persona padezca ningún tipo de enfermedad.

También le explicó que la mente es como un “fuego” que tiende a encender, y con ello, a robar la energía vital de la persona y que, por eso, y con el objetivo de no dejarse arrastrar por los deseos y emociones, había que recluir la energía vital en las “aguas tranquilas” del bajo abdomen asociado a la energía del riñón.

Según los escritos de Hakuin, el problema de los efectos secundarios por la meditación en su época debía ser bastante frecuente, ya que afirmó que había visto sus mismos síntomas en otros monjes de su templo (Shōinji), y además, en su vida, intercambió numerosa correspondencia con muchos otros monjes a los que les ofrecía consejo sobre cómo proceder para superar sus problemas.

Hakuin recomendó esencialmente dos métodos de trabajo para evitar el estancamiento de la energía vital (ki): 1.- Imaginar una bola de mantequilla del tamaño del huevo de un pato, que se derrite y cae desde la coronilla hasta los pies, repitiendo el proceso varias veces; y 2.- meditación haciendo ejercicio o trabajo físico. El maestro afirmó que el primer método lo había enseñado el propio Buda, y también, que había sido descrito por Zhiyi (538–597), el famoso monje de la secta Tiantai, en su tratado “Enfermedades serias por agotamiento”.

Pero Hakuin no sólo recomendó estas dos técnicas, también advirtió del error que supone el obsesionarse por hacer muchas horas de meditación sentado (zazen), y en la concentración de la energía en el tanden advirtió: “Si controlo la mente y la fijo en un único lugar, ¿no habrá estancamiento de la energía y la sangre?”.

Hay que señalar que Hakuin estuvo entre los pioneros que animaron a introducir la idea de la “meditación en movimiento” en las artes marciales y en las artes tradicionales japonesas.

Pero ¿hasta qué punto estas ideas eran originales de Hakuin? Juhn Y. Ahn (2008) muestra como la mayor parte de las ideas expresadas por este maestro coincidían con las teorías ligadas a la cultura del cuidado de la salud (j. Yōjō; ch. Yangsheng), que circulaban por Japón en esas fechas. En particular, este autor hace referencia a la figura de Kaibara Ekken (1630–1714) y su obra Yōjōkun (1713).

Lo primero que señalaba Ekken era que la gente de su época (incluso los samurai) consideraba que las prácticas del cuidado de la salud (Yōjō) era algo anticuado e incluso negativo porque invitaban a la persona a permanecer ociosa sin hacer nada, a renunciar al desarrollo de sus destrezas y habilidades, y al final, hacían del practicante una persona débil física y mentalmente.

Ekken defendía que esto respondía a la ignorancia y aclaraba que en verdad estas prácticas eran un medio para aprender a mantener en “silencio” la mente y dinamizar el cuerpo.

¿Dónde están las coincidencias con Hakuin? La primera y más importante es que este personaje también advertía de que sentarse mucho tiempo a meditar estanca la energía y produce enfermedad. Para justificar su afirmación aludía al Jingshu, un capítulo del Lishi Chunqiu en el que se decía que el agua que no circula se pudre o la puerta que no se utiliza se oxida.

Otras ideas compartidas eran que Ekken: 1) definía las mismas teorías tradicionales del cultivo de la energía en el tanden; 2) también comparaba a la mente con el “señor” del cuerpo, y decía que debía ser calmada con la quietud, manteniendo los deseos a raya, para evitar el agotamiento de la energía vital, 3) aconsejaba respecto al cuerpo, el sirviente de la mente, cuidarlo a través del movimiento para evitar el estancamiento de la energía y evitar la enfermedad (recomendaba caminar después de comer, recibir masaje, y hacer ejercicios corporales (dōin) o simple ejercicio físico; 4) consideraba que los males asociados a la meditación deben tratarse primeramente con un cambió en los hábitos de vida de la persona, y como segunda opción si no había otras, con medicina; y 5) animó a los guerreros a concentrar también su energía en el tantien.

Referencias Bibliográficas

Ahn J.Y. (2008). Zen and the Art of Nourishing Life Labor, Exhaustion, and the Malady of Meditation, Japanese Journal of Religious Studies, 35(2); 177–229.

Harwood, BJ (2015). The tools of one-handed zen: Hakuin Ekaku´s technological and artistic charisma, Kentucky: University of Louisville.

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Periodo Azuchi-Momoyama (1568–1603)

Foto Autor: Castillo de Osaka

Este periodo recibe este nombre debido a la expansión de las ciudades-castillo que tiene lugar en esta época y, en particular, a dos de ellos: el castillo de Oda Nobunaga (1534-1582) construido en Azuchi y el palacio de Toyotomi Hideyoshi (1537-1598) en Momoyama (Fushimi), ambos próximos a Kyoto. Sin embargo, esta época también recibe el nombre “Shokujo” tomando el primer ideograma del nombre de Nobunaga y del nombre de Hideyoshi, los dos regentes de este periodo

Se asocia el inicio de este periodo con dos eventos: la entrada de Oda Nobunaga en Kyoto para imponer como nuevo emperador a Ashikaga Yoshikai en 1568, o con la expulsión de Yoshikai y la proclamación de Nobunaga como señor del país, en 1573.

CONTEXTO POLITICO, ECONÓMICO Y SOCIAL

En medio de la lucha de intereses por ampliar territorios entre los sengoku-daimyo que se establece a finales del periodo Muromachi surgieron tres grandes personajes que llevarían a Japón a la unidad nacional: Oda Nobunaga; Toyotomi Hideyoshi y Tokugawa Ieyasu (1542-1616).

Nobunaga salto al panorama militar japonés cuando derrotó al clan Imagawa en su intento de conquistar Kyoto. Poco después, en 1568, Nobunaga decidió entrar en la capital para proclamarse protector de Ashikaga Yoshikai, si bien le obligó a aceptar que todas las decisiones políticas las adoptaría él.

En el proceso de unificación nacional, Nobunaga tuvo que superar a muchos adversarios: 1) los monjes budistas armados, de las sectas Tendai, Ikko y Negoro; 2) los mercaderes de Sakai; y 3) los daimyo de otras regiones como: Takeda, Uesugi, Hojo, Mori y Shimazu.

En 1573, tras vencer a los monjes budistas armados, expulsó de Kyoto a Yoshikai por haber conspirado contra él, y se alzó como el verdadero dueño del país. Además, decidió establecer una política de control sobre el clero budista y sintoísta confiscando parte de sus tierras; colocando al mando de las instituciones religiosas a gente de su confianza; y apoyando al cristianismo.

En el contexto político, Nobunaga creó un organismo central administrativo compuesto por Cuatro Consejeros Administradores (otona) que controlaron a dos grupos de vasallos: los vasallos fieles desde su origen (hudai-daimyo) y los nuevos vasallos recién sometidos (shinki-daimyo).

Para controlar a los vasallos nuevos obligó a cada señor a: 1) conservar un solo castillo-residencia en su territorio y transformar sus armas en útiles de labranza; 2) participar en la primera línea del frente bélico; y 3) estableció una política de movilidad y traslado de territorio (kuni-wari y Kuni-gae) ubicando a sus vasallos más files en los lugares estratégicos.

La política de Nobunaga desde un punto de vista económico se puede resumir en que: 1) buscó el control catastral de la propiedad de la tierra en los territorios conquistados y generó un nuevo modelo de medición de la tierra que se convertirá después en el “koku” de su sucesor Hideyoshi; 2) separó a la clase militar de la tierra y cortó la posibilidad de que personas de “rango inferior” pudiese ascender a una posición de poder; 3) unificó pesos y medidas y potenció la homogenización monetaria para dar prioridad a las moneda de oro y plata en la transacción comercial; 4) fomentó el desarrollo del comercio asegurando la libre circulación de mercancías, quitando los impuestos aduaneros y poniendo bajo el control de la institución militar a los gremios artesanos y a los comerciantes; y 5) potenció el intercambio comercial con los portugueses, concediendo la autorización a los misioneros para residir en Japón, erigir iglesias y predicar la fe cristiana.

En el contexto marcial, hay que señalar que la introducción de las armas de fuego en Japón cambió el formato de la guerra. La batalla pasó a implicar grandes masas de soldados a caballo y luchas masivas con artillería y los castillos pasaron a construirse estratégicamente en anillos concéntricos para poder hacer frente a las armas de fuego. En este periodo se construyeron los castillos de Himeji, Osaka, Kanagawa, Wakayama, Kochi, Hiroshima, Edo, Okayama, Kofu, Fushimi, Sendai, Kumamoto, Hikone, Yonezawa, Shizuoka y Nagoya.

Nobunaga y su hijo mayor morirían en 1582, traicionados por el general Akechi Mitsushide. A su muerte, Nobunaga había dejado conquistado un tercio del territorio japonés que después supo ampliar su sucesor Toyotomi Hideyoshi. Una persona de origen humilde que supo llegar a lo más alto.

Hideyoshi había sido un general que ayudó a Nobunaga en sus batallas. Cuando Nobunaba fue traicionado y asesinado decidió regresar a la capital para dar muerte al traidor.

En la sucesión de gobierno el heredero natural de Nobunaga era su nieto, pero como todavía era menor de edad se estableció un Consejo de Cuatro Regentes con funciones tutelares.

Hideyoshi entre ellos, aprovechó su responsabilidad de proteger la capital para eliminar a los otros tres tutores, establecer alianzas con los antiguos vasallos de Nobunaga (incluido Ieyasu Tokugawa) y finalmente, en 1585 se hizo con el poder bajo el título de Regente Imperial (Kampaku) ubicando su residencia en el castillo de Osaka. Hideyoshi conseguiría unificar finalmente el país.

En el contexto político, Hideyoshi reivindicó en su persona los máximos poderes civiles y militares, aunque presentó su apoyo al emperador Go-Yozei del que recibió el apellido Toyotomi y el título de Gran Ministro.

Su fórmula de gobierno fue de unificación en un país descentralizado. El equilibrio lo encontró en una astuta política de equilibrio entre poder, lealtad y disposición estratégica entre los diferentes grupos de daimyo que controlaba.

Por un lado, estableció un sistema de rangos cortesanos para diferenciar entre los grandes daimyo “independientes”, los vasallos fieles de Nobunaga y los daimyo de su propio clan; y por otro, asumió una astutas estrategias para controlar a los daimyo “externos”: trasladó geográfico de los señores feudales para alejarlos de sus zonas de influencia y puso en su lugar a sus allegados; estableció juramentos de fidelidad y entrega de rehenes (esposas y herederos); y obligó la construcción de residencias próximas a su palacio junto a alianzas matrimoniales.

En su política exterior Hideyoshi fue muy ambicioso y no se conformó con establecer lazos comerciales con el extranjero, ni con convertir a Osaka en el puerto más importante de Japón central, también quiso conquistar China.

En su proyecto, primero se lanzó en 1592 a conquistar Corea. Sin embargo, el ejército japonés pronto tuvo que gestionar allí una victoria “negocia” con China cuando vieron sus grandes ejércitos.

Hideyoshi pidió una princesa china como consorte del emperador japonés, la división equitativa de Corea en sectores chino y japonés, el establecimiento de un gobernador general japonés en Corea y el libre comercio entre China y Japón. Pero ante la falta de respuesta desde China, mandó una segunda invasión 1597 que se disolvería con la muerte de Hideyoshi en 1598.

Próximo a su muerte, Hideyoshi creó el Consejo de Cinco Regentes (Go-Tairo) compuesto por los daimyo externos más poderosos a los que obligó por juramento mantener la paz: Tokugawa Ieyasu, Maeda Toshiie, Uesugi Kagekatsu, Mori Terumoto y Ukita Hideie.

En el contexto económico Hideyoshi creó un nuevo sistema de medición de la tierra basado en el “koku” de arroz (180 litros), de modo que un daimyo era el señor que poseía un mínimo de 10.000 kokus; mejoró el sistema catastral de Nobunaga con la Reforma Taiko-Kenchi (1582-1588) de modo que la tributación anual se estableció en función del grado de fertilidad de la tierra; estableció la unidad administrativa de la aldea (mura) para el control del pago de impuestos; favoreció el libre movimiento de los comerciantes, eliminó aduanas y acuñó monedas de fabricación nacional de oro y de plata.

A nivel social mantuvo la separación entre la clase campesina y la guerrera, y continuó la política de control sobre las armas imponiendo, en 1588, una ley nacional para requisar espadas, armas de fuego y demás instrumentos de lucha a todos los rangos sociales que no fueran militares. También prohibió el cambio de clase social en 1590, fijando finalmente cuatro clases sociales: militares, agricultores, artesanos y comerciantes. En estas fechas aparece la figura del guerrero sin amo (ronin).

CONTEXTO RELIGIOSO

El elemento más destacado desde un punto de vista religioso en esta época fue la expansión y el declive del cristianismo.

En el periodo Muromachi el cristianismo portugués había sido el primero en llegar a Japón. Los jesuitas portugueses llegaron a través de Kagoshima (extremo sur de Kyushu) en el año 1549.

En esas fechas las figuras más importantes fueron Francisco Xavier, Cosme de Torres, Juan Fernández y el intérprete japonés Anjiro. El problema que se encontraron fue el inicio del periodo Sengoku que llevó a una instabilidad tan grande al país que no pudieron realmente hacer nada.

En 1579, cuando ya se ha establecido una cierta unidad nacional bajo la figura de Nobunaga, llegó a Japón Alexandro Valignano, el verdadero impulsor de la misión cristiana en el país. Prueba de ello es que tan sólo tres años después de su llegada se calcula que ya había 150.000 fieles y más de 200 iglesias por todo el país.

Valignano utilizó como principales estrategias “evangelizadoras” la adopción de términos japoneses para explicar el cristianismo; potenció un clero nativo;creó escuelas que sólo admitían a los hijos de los daimyo; divulgó los conocimientos europeos (música, pintura, astronomía, filosofía, teología); y facilitó el comercio de la seda con del continente.

Valignano consiguió además organizar el envío de la primera delegación japonesa a Roma en 1582. Delegación que fue recibida por el Papa Gregorio XIII en 1585 (No será después, hasta el año 1613 cuando se envíe una segunda embajada a Roma de 150 japoneses).

En1584, dos años después de la muerte de Nobunaga, llegó a Japón el cristianismo españolcon dos franciscanos, Antonio Cayado y Juan Pobre de Sanlúcar y dos agustinos, Francisco Manrique y Pablo Rodríguez.

Sin embargo, llegó en peor época. Si Nobunaga fue tolerante con el cristianismo, Hideyoshi lo persiguió al ver el poder que estaban amasando en Nagasaki y desconfiar de que el cristianismo fuese una “avanzadilla” europea para conquistar Japón.

Se calcula que en 1582 había unas 200 iglesias y 150.000 conversos, todo por obra de 75 sacerdotes. En 1587, Hideyoshi manifestó que Japón era la tierra de los kami y declaró herética la religión cristiana prohibiendo su difusión y confiscando las propiedades de la iglesia en Nagasaki.

En 1596, el barco español San Felipe encalló en Shikoku y expandió el rumor de que el rey de España primero quería someter a los japoneses con el cristianismo para después conquistarlo por las armas.

Ese año Hideyoshi mandó crucificar a 26 cristianos, entre ellos algunos misioneros, en Nagasaki y confiscar las tierras de los daimyo cristianos. Empezaron así las primeras persecuciones cristianas. Dos años más tarde muere Hideyoshi.

Se puede establecer el final de periodo Momoyama en tres fechas: la victoria de Tokugawa Ieyasu en la batalla de Sekigahara en 1600; la proclamación de Ieyasu como Shogun en 1603; o la conquista el castillo de Osaka y el exterminio del linaje Toyotomi en 1615.

Referencias Bibliográficas

Kondo, A. (1999). Japón. Evolución histórica de un pueblo (hasta 1650), Guipúzcoa: Nerea.

Whitney, J. (1993). El Imperio Japonés, Madrid: Siglo XXI.

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Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Periodo Muromachi (1333-1573)

Foto Autor: Ginkakuji (Kyoto)

CONTEXTO POLÍTICO

Este periodo abarca el gobierno del clan Ashikaga en Kyoto durante 230 años, empezando con Ashikaga Takauji (1305-1358) para extenderse durante 15 generaciones.

El mandato no fue sencillo al inicio. La rivalidad con el exemperador Godaigo y sus seguidores cortesanos fortificados en Yoshino, supuso un periodo que se llamó las “Dinastías del Norte y del Sur” que no se resolvió hasta el año 1392.

A nivel político, el objetivo del clan Ashikaga fue resucitar el poder militar en todo el ámbito nacional. Algo que se consiguió ya que el Shogun se convirtió en el único poder efectivo de la nación (pudiendo dictar órdenes en nombre del emperador), y los cortesanos pasaron a depender económicamente de los gobernadores militares a la hora de poder recibir cualquier tipo de ingreso desde las provincias.

Sin embargo, el Bakufu Muromachi mantuvo muchos elementos del sistema administrativo Kamakura. Se mantuvo el sistema de una administración centralizada, si bien se basó en una Junta Suprema gestionada por un sistema tripartito (san-han-rei) de tres clanes familiares.

La administración provincial siguió en manos de la clase militar, si bien el poder quedó exclusivamente en la figura del gobernador militar, y acogió un “sub gobierno” autónomo en Kamakura, cuyos miembros fueron elegidos por la familia Ashikaga, para vigilar las 8 provincias de la región de Kanto.

Esta fórmula administrativa abrió la puerta a que los gobernadores militares se convirtiesen en señores feudales de varias provincias. De hecho, fue aquí donde nacieron los grandes terratenientes militares (Shugo-Daimyo) que caracterizó a la época Muromachi.

Estos señores llegaron a acumular tal fuerza económico-militar que empezaron a distanciarse del Shogunado e incluso a competir con él. Tanto es así que finalmente estalló la Guerra de Onin (1467-1477). Un conflicto que terminó debilitando de tal manera el gobierno centralizado Ashikaga que finalmente el país se sumió en una época oscura de grandes enfrentamientos entre señores “feudales”, conocido como Sengoku-Jidai Y que duraría 100 años. Hasta la entrada de Oda Nobunaga en Kyoto en 1568.

CONTEXTO ECONÓMICO

Durante el periodo Muromachi el país experimentó un importante desarrollo económico favorecido por la mejora en la agricultura, gracias a la mejora en las herramientas de trabajo y en los métodos de irrigación de los campos; un mayor uso de animales de tiro; y la introducción de nuevos productos como como la soja y el té.

Además, también se empezó a desarrollar una especialización laboral que dio lugar a gremios de artesanos, carpinteros, herreros, tejedores, constructores de tejados, etc. bajo la protección de algún templo o familia aristocrática. Comerciantes que ganaron el derecho al monopolio de determinados productos.

Un indicador significativo del crecimiento económico fue el mayor empleo en el uso de la moneda como sistema de valor e intercambio. Moneda que, por cierto, era importado de China.

Con la moneda aparecieron grupos de prestamistas y cambistas y cartas de crédito para manejar grandes sumas de dinero. Pero también, ciudades basadas en el comercio, interesadas en abrir rutas comerciales con el continente. Un interés que pronto se tuvo que enfrentar con la piratería, y con ella, a importantes tensiones con China.

Los últimos años del periodo Muromachi trajeron además los primeros contactos comerciales con Occidente. Portugal desde Macao y España desde Filipinas, se habían abierto a conquistar el Nuevo Mundo.

El primer encuentro directo con Occidente tuvo lugar en 1543, cuando el portugués Antonio Damoa encalló en Tanegashima con un barco de bandera china. En este contacto, los portugueses dieron a conocer a los japoneses las armas de fuego, la pólvora y los métodos para su fabricación.

Más tarde, en 1546, llegarían tres barcos mercantes portugueses a las costas de Kyushu, dando el monopolio comercial de Japón a los portugueses hasta el año 1587, en que llegarían los primeros barcos españoles.

CONTEXTO CULTURAL

El periodo Muromachi representó un momento de notable florecimiento cultural y económico en el país. Los argumentos que explican esto, según Whitney (1993) son:

1) La integración de la clase militar en la cultura de la aristocracia. Esto facilitó el interés entre los bushi por la etiqueta, la poesía, la música y la literatura,

2) La expansión de relaciones entre Japón y el continente chino. Gracias a la construcción de barcos que se produjo para hacer frente al frustrado ataque mongol, Japón pudo desarrollar continuas relaciones con la corte Ming. Relaciones que esta vez estuvieron enfocadas en las artes, la técnica y la religión.

3) El rol de difusión de la cultura y las artes de los monasterios Zen. En el periodo Muromachi, la élite social tomó a muchos monjes zen como sus consejeros y compañeros de inquietudes estéticas. Un ejemplo fue monje zen Muso Soseki (1275-1351) consejero espiritual del Shogun Ashikaga Takauji, y principal benefactor en la construcción del monasterio Tenryu de Arashiyama en 1345.

Este florecimiento cultural y artístico alcanzó su cénit con las figuras de Ashikaga Yoshimitsu (1358-1408), el tercer Shogun del linaje, y Ashikaga Yoshimasa (1435-1490), el octavo Shogun Ashikaga. Con el primero se construyó, en el año 1397, el Pabellón de Oro (Kinkakuji), y con el segundo, en el año 1489, el Pabellón de Plata (Ginkakuji).

Durante el reinado de Yoshimasa en particular, surgió la cultura Higashiyama (1483-1490) en la que floreció la ceremonia del té (Chadō) y su cerámica, el arreglo floral (Ikebana), el teatro japonés (y Kyogen), la pintura china (Sumi-e) y los conceptos de estética sabi, wabi y shibumi.

En la arquitectura se introdujeron nuevas ideas como el empleo de maderas naturales, la fusión con el paisaje, el uso de pilares oscurecidos sin pintar. las paredes blancas, el uso del tatami para recubrir todo el suelo, el tokonoma como sala para mostrar objetos artísticos, y la creación de jardines de musgo y de roca para la contemplación, elementos que se asocian hoy a la arquitectura genuinamente japonesa.

El periodo Muromachi ganó las aportaciones de grandes personajes en la historia de Japón como Zeami Motokiyo (1363-1443) en el mundo del teatro ; Sesshu Tōyō (1420-1506) en el mundo de la pintura china; o Kanō Masanobu (1434-1520) creador de la escuela de pintura Kanō caracteriza por el uso de láminas de oro en los fondos con escenas costumbristas y paisajes.

CONTEXTO RELIGIOSO

En 1386, Ashikaga Yoshimitsu decidió organizar oficialmente a las escuelas del budismo Zen. El sistema consistió en poner en la cima al templo Nanzen como cabeza principal, seguido en planos descendentes por los cinco templos de Kyoto (Gozan, Cinco Montañas): Tenryu, Shokoku, Kennin, Tofuku y Manju; los cinco templos (Gozan) de Kamakura: Kenchi, Engaku, Jufuku, Jochi y Jomyo, y finalmente, los “Diez Filiales” (Jissatsu) que abarcaban 70 templos provinciales y unos 200 templos locales.

Lo más destacado del Zen en esta época es que se desarrolló un importante debate entre los monjes “urbanos” (shukke), recluidos dentro de los monasterios de las ciudades y con una vida implicada con la Corte, y los monjes “puros”, recluidos en la soledad de las montañas (tonseisha).

Para los monjes recluidos, el asilamiento representaba un ideal religioso (de influencia taoísta) en el camino hacia la trascendencia y la iluminación, de modo que rechazaban a los monjes urbanos presos de aspectos burocráticos.

Sin embargo, muchos de los monjes de los templos urbanos rechazaron esta idea como algo simplista, y aludieron a que la verdadera reclusión no tiene nada que ver con el lugar en el que se habita sino con la mente. Para ellos, cuando una persona ha conseguido la paz mental puede mantenerse recluido a nivel mental incluso rodeado por las escenas bulliciosas de la capital.

La visión del “Ermitaño en la Corte” que vive en la capital y participa activamente en la sociedad y la política de la Corte, tuvo sus raíces en China, donde se afirmaba que uno no tenía por qué apartarse a una cueva o vivir en la naturaleza virgen para alcanzar la pureza; y se apoyó en el concepto de “no-dualidad” Mahayana que mostraba que hablar de “sagrado” y “profano” era caer en un dualismo contrario a las enseñanzas.

Tan malo es detestar el mundo como regodearse en la liberación. Un maestro iluminado considera que su iluminación siempre es compatible con el mundo ordinario.

Además del florecimiento de la cultura Zen, los últimos años del periodo Muromachi trajeron también el cristianismo de manos de portugueses y españoles.

El Shogunato Ashikaga fue lo suficientemente tolerante con la nueva religión como para que esta lograse finalmente expandirse por toda la zona occidental y centro-occidental del país (desde Kyushu hasta la región de Kinki).

Pero la expansión del cristianismo entre la población japonesa no fue exclusivamente por motivos religiosos. También fue importante el gran interés que existió entre los grandes daimyo por el beneficio potencial que tenía apoyar a los misioneros para obtener beneficios comerciales, y sobre todo, para tener acceso a las armas de fuego.

Referencias Bibliográficas

Kondo, A. (1999). Japón. Evolución histórica de un pueblo (hasta 1650), Guipúzcoa: Nerea.

Whitney, J. (1993). El Imperio Japonés, Madrid: Siglo XXI.

Parker, J. (1995). The Hermit at Court: Reclusion in Early Fifteenth-Century Japanese Zen Buddhism, Journal of Japanese Studies, 21 (1): 103-120.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Zazen. Eihei Dogen

 “Sentarse en zazen es el único gran asunto. Es el auténtico sello que es recibido y transmitido de uno en uno”  

CARACTERÍSTICAS IDENTIFICATIVAS DE LA ESCUELA SŌTŌ ZEN

Dōgen defendió que su enseñanza era la “auténtica” y “original” compartida desde su importación de la India a China, y con él, a Japón. De hecho, defendió que la esencia del zen nada tenía que ver con el taoísmo, por la simple razón de que esta enseñanza surgió en la India, no en China, y que allí la enseñanza se consideró desde su inicio completa. El Zen no necesitaba de otras enseñanzas para alcanzar su meta.

Bajo esta perspectiva Dōgen criticó a todos aquellos maestros que afirmaban que las enseñanzas de Lao Zi, Zhuang Zi y Bodhidharma eran lo mismo o que eran las tres patas de un trípode y, por tanto, dependientes.

Para él, su época englobaba un periodo de corrupción de las enseñanzas en el que muchos “supuestos” maestros simplemente leían y hablaban sin verdadera comprensión y dificultaban la comprensión entre los correcto y lo incorrecto.

Dōgen también se mostró contrario a todas aquellas prácticas basadas en la simple lectura de sutras, la adoración de estatuas, la quema de incienso, realizar postraciones, recitar el nombre de Buda, etc., típicos en su época. Su razonamiento fue sencillo: ¿Qué tiene que ver esto con el trabajo que tuvo que hacer Buda para llegar a la comprensión?

Dōgen fue crítico incluso con la noción de la existencia de una secta Zen. Según lo que le habían transmitido, ningún maestro del “auténtico” linaje había utilizado ese nombre y tampoco existía un método “añadido” al transmitido por los budas y patriarcas, un método zen. Para Dōgen querer defender el nombre de una escuela respondía simplemente a la rivalidad entre maestros que no han comprendido.

En este aspecto, Dōgen se consideró a sí mismo como un “elegido”. De hecho, nombra en su obra como su maestro expulsó a mucha gente de su templo porque buscaba personas genuinas y cómo él tuvo permiso para entrar a libre voluntad en el santuario del maestro. Sin embargo, en su obra también afirmó que la transmisión se realiza entre los elegidos sin que ellos mismos lo sepan.

Según Leighton (2006), el aspecto esencial que caracterizó y diferenció el método de Dōgen de la escuela Rinzai, fue su defensa de que el camino para alcanzar la Mente Original no consistía en recorrer paso a paso diferentes fases o estadios. Para él el zazen era la propia encarnación de la Conciencia Despierta, la expresión “aquí y ahora” de estado iluminado, sin necesidad de pasos. Zazen era el resultado final.

Dōgen entendía que la iluminación no era algo que sucede en el futuro con la práctica, algo a buscar. Para él, la Mente Original siempre ha estado presente dentro de nosotros y era algo a reencontrar.

En este aspecto, el zen de Dōgen presenta muchas similitudes con el budismo esotérico Tendai y Shingon, en donde se defendía la posibilidad de convertirse en un Buda en esta vida y con este cuerpo. De hecho, Dōgen también hablaba de llevar la “Mente Búdica” a la vida cotidiana.

Por último, añadir que al pregonar que la esencia de la práctica era “simplemente sentarse”, también se quiso alejar de todo el trabajo intelectual que engloba la escuela Rinzai a través del koan y la entrevista con el maestro. 

ZAZEN

Como se ha desatacado antes, las enseñanzas del maestro Dōgen se enfocaron en zazen, sentarse a meditar. La primacía del trabajo del zazen sobre la comprensión intelectual la fundamentó en varios razonamientos:

1) Bodhidharma enseñó zazen. Esto lo demostró con los 9 años de meditación que pasó frente a un muro. Cuando lo hizo no era porque estuviese aprendiendo meditación, era porque el camino, la enseñanza, era zazen.

2) Su maestro en China afirmó que nunca había escuchado que ningún patriarca de los que recibieron la auténtica transmisión hubieran realizado prácticas adicionales al zazen.

3) La búsqueda de la verdad a través del mental es insuficiente porque este sólo trabaja con el pensamiento y la discriminación, y lo que se pretende alcanzar está más lejos del pensamiento y la discriminación. De hecho, Dōgen declaró que no hay en nosotros una mente que valga la pena.

El camino para experimentar la “Mente Original” en Dōgen nace de la corporalidad, de la postura de zazen. Para él, la postura es la clave que facilita todo el proceso. La postura y nada más, porque para él la postura y la experiencia no son dos estadios.

Para aprender un auténtico zazen, o cómo se clarifica la mente y se realiza la “Verdad”, Dōgen aconsejó:

1) Encontrar un buen “consejero”. Un maestro que tenga la enseñanza genuina, y no la artificial del ciego que trata de guiar a otro ciego. Dōgen creía fundamental disponer de la guía de un maestro competente porque consideraba que aunque los sutras y la “inteligencia innata” podían aportar la semilla de la “Mente Original”, después es necesario cultivarla, entender sus implicaciones, e investigar sin excepción la “Verdad”, y aquí, es necesaria la ayuda de un maestro.

2) Estudiar los sutras. Algo que consideraba evidente cuando se investiga cómo en determinadas ocasiones los patriarcas budistas se apoyaron en ellos en su camino. Además, Dōgen explica que los sutras se utilizaron como un medio para llevar las enseñanzas a los practicantes más allá del tiempo y del espacio geográfico que ocupen. (Un buen “consejero” debía ser también una persona exhaustivamente versadas en los sutras).

MENTE ORIGINAL

¿Qué es la Mente Original para Dōgen? Un estado introspectivo que asoció al vacío (ku). Una palabra que alude a un estado de conciencia “desnudo, liso, desprovisto, tal como es”.

Un estado en el que no hay ni forma, ni sensación, ni percepción, ni volición, ni conciencia, ni ignorancia ni cese de la ignorancia, ni vejez ni muerte, ni karma, ni felicidad, ni dolor, ni sabiduría, ni iluminación, ni dualidad. Un estado más allá del pensamiento, la voluntad, la conciencia, la atención plena o la reflexión.

Para Dōgen, esta “Mente Original” no es algo a descubrir. Es algo a “reencontrar” en el interior porque siempre ha estado ahí. La naturaleza búdica para Dōgen es algo que existe de manera natural en la persona. Sin embargo, también advirtió que la Mente Original no debe considerarse una posesión exclusiva del hombre. El estado del Buda también puede ser compartido con cualquier ser vivo.

En cuanto a la relación de este Vacío Original con la manifestación, Dōgen asumió una posición dualista. La Mente Original y el mundo manifestado son diferentes. “Mientas experimentas un lado estamos ciegos para el otro”. Si estás en el vacío estás en el vacío, si estás en el mundo todo es real.

Bajo esta visión, sus enseñanzas no se centraron en el trabajo exclusivo de investigación sobre la Mente Original, también aportó pautas de conducta éticas para desenvolverse en el mundo de la manifestación.

Por un lado, Identificó como actitudes correctas: tener pocos deseos; conformarse con lo que se tiene; disfrutar de la tranquilidad; apartarse de la vida social; practicar la diligencia; realizar buenas acciones; no perder la atención plena; practicar zazen regularmente; practicar la sabiduría; y, no participar en discusiones ociosas; además de fomentar actitudes desprendidas como la generosidad, la cooperación, la compasión, el discurso amable, que alejan del ego personal. Dōgen era partidario de llevar una vida de retiro para “cultivar” y el estado de la “Mente Original”.

En el lado complementario, también habló de evitar la ira, la codicia, el deseo, la arrogancia, la ignorancia, la indolencia, la negligencia, la desconfianza, el desprecio, el descaro, el deseo de adulación, la hipocresía, la mezquindad, la envidia, la aflicción, la hostilidad, la picardía, la duplicidad, la somnolencia, el remordimiento, etc. Evitarlos porque estas actitudes instalan más a la persona en el ego y la alejan de la actitud de desprendimiento que se necesita para acercarse a la Mente Original. En esta misma línea, también fue defensor de la disciplina en la higiene y a limpieza, como metáfora de querer purificarse de la pereza, la desidia, la no implicación.

CONSEJOS EN LA PRÁCTICA

1.- Investigar el estado de la Mente Original. Para Dōgen la práctica no buscaba simplemente “experimentar” el estado de la Mente Original. Animaba a trabajar con ella, a investigar sobre las implicaciones de ese “Vacío Original” como método para afianzar la frecuencia y la comprensión de ese estado introspectivo.

Investigar lo que suponen las causas de la ignorancia, la acción, la conciencia, el nombre y la forma, los sentidos, el sentimiento, el deseo, el apego, la vergüenza, el tiempo, el nacimiento, la muerte, etc. cuando se observan desde la Mente Original.

2.- No buscar nada especial en la práctica. Si la Mente Original es vacío (ku), entonces no corresponde a ningún estado de conciencia especial a alcanzar o a custodiar. En cuanto uno se adentra en el vacío ya está en la verdad.

De esta manera, recordaba al practicante que no tiene que esperar ninguna experiencia fuera de las que se tienen normalmente en la práctica de zazen. La práctica es en sí misma el estado original directamente accesible a la experiencia.

Bajo esta premisa Dōgen advirtió del error de apegarse a palabras como “iluminación”, “iniciado”, “estado búdico”, “devenir”, “no-hacer”, o a la promesa de conseguir poderes místicos (siddhis).Estas nociones le encantan al ego, pero el vacío está más allá de conceptos.

Del mismo modo, Dōgen también advirtió de no apegarse tampoco a sentarse a hacer zazen. Dōgen animaba a investigar tranquilamente, al sentarse, qué pretende uno al hacer zazen. Para él, aferrarse a la forma sentada era no haber realizado el principio de sentarse.

Cuando uno se instala en la Mente Original descubre que todos estos conceptos son ilusiones, que en realidad nunca ha habido nada como “escuchar enseñanzas” o “practicar zazen”. “Sin intención, la mente está correcta. Con intención la mente se vuelve equivocada”.

3.- No trabajar desde el mental.  Dōgen veía insuficiente el trabajo con la mente ordinaria al considerar que es imposible pensar sobre el estado del “no-pensar”. Pará él había que cultivar mejor la paz de la mente, el estado de quietud, el estado tranquilo-tranquilo. “Hay un estado en que las huellas de la realización se olvidan y se manifiestan las huellas de la realización olvidada por mucho, mucho tiempo”.

Si la Mente Original es un estado en el que no hay ni sensación, ni percepción, ni conciencia, ni sabiduría, ni iluminación, ni dualidad. Un estado más allá del pensamiento, la voluntad, la conciencia, la atención plena o la reflexión para adentrarse en ella hay que olvidarse de uno mismo, de nuestro cuerpo y de nuestra mente.

Referencias Bibliográficas

Bowring, R. (2019). Dōgen. En: Silk, J.(Coord.), Brill´s Encyclopedia of Buddhism, Volumen II, (940-933 pp). Leiden/Boston: Brill.

Leighton T.D. (2006). Zazen as an Enactment Ritual. En: Heine S. y Wright D. (Eds), Zen Rituals: Studies of Zen Theory in Practice, London: Oxford University Press.

Piquera, P. y Wafu, G. (2015). Shobogenzo. (Tesoro del Verdadero Ojo del Dharma) Eihei Dogen. Volumenes I, II, III y IV Málaga: Sirio.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Religión en el Periodo Kamakura (1185-1333)

Foto autor: Buda Amida (Kamakura)

El periodo Kamakura se podría definir en el contexto religioso como una etapa de transformación, renovación y enriquecimiento de las opciones religiosas de un país que se enfrentaba a una profunda crisis social debido a tres factores clave: 1) la transformación radical de las estructuras de gobierno que se conocían hasta el momento por el ascenso al poder de la clase guerrera; 2) la incertidumbre de creer que se estaba en el periodo final de la enseñanzas budistas; y 3) el miedo provocado por las devastadoras catástrofes naturales que hubo en esta época.

El periodo Kamakura impuso por primera vez en la historia del país que el poder quedase dividido entre la familia imperial y la aristocracia cortesana, instalada en Kyoto desde hacía 400 años, y la casta militar, recién llegada y que prefirió ejercer sus funciones desde la ciudad de Kamakura.

Esta realidad política se polarizó en el ámbito religioso en dos luchas de interés: 1) la familia imperial y la familia Fujiwara preocupadas por mantener el control eclesiástico a través del nombramiento de los monjes que ocupaban los altos cargos, y 2) la clase guerrera interesada en conseguir el respaldo religioso para legitimar su nueva posición de poder.

La polaridad política contribuyó a una relajación de las medidas de control que hubo hasta el momento sobre el clero. Si la familia imperial se había encargado hasta la fecha de controlar el sacerdocio imponiendo códigos oficiales que determinaban las conductas permitidas y prohibidas y exigiendo una ceremonia de ordenación estatal para entrar en la vida monástica, ahora y bajo la protección y el mecenazgo de la clase guerrera, se instauró un modelo monacal de monjes “solitarios” (tonseiso, 遁世僧) y sus seguidores. Monjes que actuaban al margen de las instituciones religiosas de Nara y de Kyoto, y que fundaban sus propias escuelas, elegían a sus discípulos, aceptaban a personas laicas (incluidas mujeres y personas “impuras” como los leprosos), enfocaban su enseñanza espiritual en sus fervientes seguidores (en vez de rezar por el bienestar de la familia imperial y la nación) y organizaban sus propias ceremonias de ordenación.

Por otro lado, y desde principios del periodo Kamakura, empezó a ganar peso entre la comunidad budista la idea de que estaban inmersos en la etapa del declive final de las enseñanzas budistas experimentando una gran incertidumbre sobre su supervivencia futura.

La fuente que contribuyó a fomentar esta inquietud fue la obra La luz del último Dharma (Mappō tomyoki, 末法燈明記) atribuida supuestamente a Saicho (el fundador de la escuela budista esotérica Tendai). Un texto se convirtió en motivo de referencia y discusión para los monjes que lideraron los nuevos movimientos religiosos budistas que caracterizaron a este periodo.

La sensación apocalíptica se vio además reforzada por los múltiples y numerosos desastres naturales que tuvieron lugar en esta época. Existen registros que narran que entre los años 1200-1300 hubo numerosos terremotos en Kamakura, alguno precedido de tsunami, siendo los más devastadores los que ocurrieron en los años 1241, 1257 y 1293 (este último llegó a matar a más de 23.000 personas).

También hay documentos que narran tres devastadoras hambrunas: Yōwa (1180-1182), Kangi (1229-1232) y Shōka (1257-1260), que diezmaron a la población japonesa como consecuencia de olas de frío extremas, tifones y lluvias que arrasaron cosechas y ciudades (parece ser que en este fue especialmente sensible el periodo entre 1225 y 1233), así como epidemias de viruela que afectaron gravemente a la natalidad infantil entre 1224 y 1243 (Farris, 2006).

Tampoco hay que olvidar que, estos años, Japón vio posible la invasión del país por parte de las fuerzas mongolas y que se consideró que fue un viento divino (kamikaze) el que supuestamente salvó a Japón del desastre.

A la hora de profundizar en el estudio de la religión durante el periodo Kamakura debemos superar un primer obstáculo: el eclipse que ejercen las nuevas corrientes budistas que florecieron en esta época sobre el resto de tradiciones religiosas existentes en ese momento en el país.

En muchos textos, este momento histórico aparece descrito exclusivamente en términos del nacimiento y desarrollo de los movimientos religiosos de la Tierra Pura (浄土, Jōdō) liderados por Hōnen (法然, 1133,-1212), Shinran (親鸞, 1173-1263) e Ippen (一遍, 1239-1289), el budismo zen de la tradición Rinzai y Sōtō de Eisai (栄西, 1141-1215) y Dōgen (道元, 1200–1253), y la Escuela del Loto (法華宗) de Nichiren (日蓮, 1222-1282). Sin embargo, lo cierto es que estos movimientos experimentaron en esta época las mismas limitaciones que tuvo que sufrir el budismo esotérico Tendai y Shingon cuando llegaron por primera vez a Japón en el periodo Heian: un protagonismo reducido que tendría que esperar a tiempos posteriores para poder llegar a convertirse en las auténticas escuelas con nombre propio que conocemos.

BUDISMO

Durante el periodo Kamakura el budismo tradicional Nara, Tendai y Shingon siguió manteniendo un gran poder de influencia y una posición central en la vida religiosa del país, además de experimentar un importante proceso de renovación interna mediante las aportaciones de diferentes personajes.

Eichō (1012-1095), Zōshu (1104-1180), Jōkei (1155-1213) y Ryōhen (1194-1252) de la escuela Hossō; Eizon (1201-1290) y Ninshō (1217-1303) de la escuela Ritsu; Myōhen y Chōzen (1217-1297) de la escuela Sanron; o Myōe (1173-1232), Shūshō (1202-1292) y Gyonen (1240-1321) de la escuela Kegon, fueron monjes que instauraron importantes reformas en la formación, prácticas y funciones de las escuelas budistas tradicionales de Nara.

Con ellos, el budismo Nara regresó a los preceptos budistas restableciendo una pureza espiritual que estaba en declive, pero también, se desarrolló todo un movimiento enciclopedista y de estudios históricos de las enseñanzas del budismo en Japón, que contribuyó a la sistematización y ordenación de las diferentes doctrinas budistas, y por primera vez en su historia, a la redacción de las biografías de los monjes más eminentes en el país.

Fue el budismo esotérico Tendai el quedó estancado en la corrupción monástica, el secretismo que imperaba entre las ramas internas de la escuela y la necesidad de mantener el patrimonio y estatus quo adquirido. Crisis que queda patente cuando se observa que los monjes que crearon los nuevos movimientos religiosos de la época empezaron su vida monástica en esta escuela pero pronto la abandonaron desencantados en busca de nuevas ideas.

Los monjes que aportaron nuevos aires a esta escuela fueron Kakuzen y Shocho (1205-82), con su labor enciclopédica de recopilacón de las ceremonias rituales de estas escuelas.

En cuanto al Shugendō (修験道), ligado a las prácticas ascéticas en las montañas, fue en estas fechas cuando consiguió organizarse estructuralmente y logró establecer las dos primeras agrupaciones shugenja llamadas Hōnzan y Tōzan. La primera, en la región de Kumano, estuvo ligada a la tradición esotérica Tendai con el temploShōgoin en Kyoto a la cabeza, y la segunda, en la región de Yoshino a la tradición esotérica Shingon con el templo Daigoji en Kyoto como cabeza.

NUEVAS INTERPRETACIONES BUDISTAS

El periodo Kamakura se define como una etapa de alejamiento por parte de los guerreros y la población de los complejos rituales del budismo esotérico Shingon y Tendai, para acercarse a nuevas interpretaciones religiosas más sencillas, prácticas y cercanas al pueblo.

También se interpreta como un momento en el que asumió el protagonismo la distinción entre dos vías de evolución espiritual: Jiriki o la salvación a través del esfuerzo personal canalizado a través de entrenamientos ascéticos y meditación que caracterizaba al budismo Nara y el budismo esotérico Tendai y Shingon, y Tariki o la salvación a través de la intervención de la gracia divina de un Buda, un Bodhisattva o un Sutra que caracterizó a los nuevos movimientos budistas.

En particular, los nuevos cultos religiosos que adquirieron el interés social en esta época fueron:

– El Budismo Zen. Aunque el zen ya había sido introducido en Japón dentro de la escuela esotérica Tendai en el Periodo Heian, en esta época esta tradición asumió cierto protagonismo gracias a dos monjes: Eisai (1141-1215), representante de una escuela Rinzai que se caracterizaba por el uso del koan (preguntas irracionales en el camino al despertar de la conciencia) y por el desarrollo en sus monasterios de la jardinería, la caligrafía y la pintura zen; y Dogen (1222-1282), representante de la escuela Sōtō que se enfocaba en la práctica del zazen como camino para alcanzar el despertar.

– Los cultos al buda Amida. Algunos monjes de la escuela Tendai, decepcionados por la corrupción, el estancamiento y la complejidad ritual de esta escuela decidieron abandonarla para buscar fórmulas de culto más sencillas y accesibles a toda la población. Figuras como Honen Shōnin (1133-1212) fundador de la escuela budista de la Tierra Pura (Jōdo Shū) cuya técnica de salvación era básicamente la recitación del nombre (nembutsu)y la devoción hacia el buda Amida; Shinran Shōnin (1173-1262), discípulo de Honen y fundador de la escuela budista de la Verdadera Tierra Pura (Shin Jōdo Shū) en la que también se consideraba que la salvación sólo podía darse por la gracia de Amida Buda y no el trabajo personal; o Ippen Chishin (1239-1289) que creó la escuela budista de la Oportunidad (Ji Shū) en línea con las escuelas anteriores.

– La Escuela del Loto (Hokke Shū) creada por Nichiren (1222-1282) desarrolló un acercamiento político de la religión bajo una visión muy intolerante, militarista y nacionalista que defendía que la única fuente de salvación estaba en el Sutra del Loto.

Este nuevo budismo no fue muy bien aceptado en esta época. En el año 1200 el gobierno Kamakura ordenó la expulsión de los seguidores de Honen; en el año 1204 la escuela Tendai se movilizó para que se aboliesen las enseñanzas de Honen; y en el año 1206, el templo Kōfuku de Nara también persiguió a Honen y sus seguidores con el resultado final de la sentencia a muerte de varios seguidores de este maestro y el exilio de Honen, Shinran y otros seguidores del nembutsu.

El budismo zen también tuvo sus detractores. En particular, hubo un movimiento de la escuela budista esotérica Tendai contra la escuela Daruma por sus ideas de rechazar el resto de prácticas y tradiciones, igual que también se enfrentó sin éxito contra Eisai u obligó a Dogen a establecerse lejos de Kyoto para evitar el enfrentamiento.

Nichiren también padeció el mismo trato debido a su fuerte personalidad y sus críticas al budismo tradicional, el nembutsu, el zen y al propio gobierno. Primero fue expulsado de la provincia de Izu, en la actual prefectura de Shizuoka en 1261, y después en 1271, fue exiliado a la isla de Sado, en la prefectura actual de Niigata.

SHINTŌ

En el periodo Kamakura apareció la primera referencia sobre cómo se pronunciaban los ideogramas que asociamos hoy al shintō. En la obra Konjaku Monogatari fechada en el siglo XII, queda explicito que la pronunciación utilizada en esta época era jindō. La palabra shintō como tal aparecerá más tarde, en el año 1419, cuando el monje Ryōen de la escuela budista Tendai especificó en un escrito que había que leer los ideogramas como shintō y no como jindō.

A nivel institucional, la división de poderes que se creó en este periodo entre la corte imperial y gobierno militar fracturó el sistema de administración centralizado de los santuarios que se había instaurado en el periodo Heian, de modo que el shogunato militar creó su propia red de santuarios alrededor del santuario principal de Tsurugaoka Hachiman (鶴岡八幡宮)

Otro suceso clave que contribuyó a potenciar el culto a los kami y la peregrinación a sus santuarios en el periodo Kamakura fue el intento de invasión del país por parte de las tropas mongolas en 1274 y 1281. Bajo esta amenaza los gobernantes patrocinaron todo tipo de rituales, ceremonias y peregrinaciones para asegurar la victoria de Japón, y tras el hundimiento de la flota mongola por un tifón enviado por los dioses (kamikaze), Japón pasó a considerarse una “tierra protegida por los dioses” (shinkoku).

En la dimensión filosófica, el suceso que marcó la evolución de esta tradición religiosa fue la transformación de la visión negativa que tenía el budismo del jindō como espíritus-deidades (kami) conflictivas que obstaculizaban la expansión del budismo en el país, a la interpretación de los kami como avatares o manifestaciones de las deidades budistas en lo que se conoce como la teoría Honji Suikaku (本地垂跡). La persona que popularizó por primera vez esta idea fue Oe no Masafusa (1041-1111).

En este momento, los kami empezaron a ser venerados como entidades capaces de obrar milagros, otorgar favores mundanos, proteger a las personas virtuosas, e incluso otorgar la salvación del devoto y bajo este referente los kami fueron diferenciados en tres niveles jerárquicos según el tipo de iluminación alcanzado: los kami conscientes de su iluminación original (hongakushin, 本覚神), los kami que estaban en el camino de conectar con su iluminación original (shikakushin, 始覚神) y los kami que eran ignorantes de su iluminación original (fukakushin, 不覚神).

Las tres corrientes principales que estuvieron en el núcleo de todas estas ideas fueron: el Sannō Shintō (山王神道) o Hie Shintō (日吉神道) de la escuela Tendai, el Ryōbu Shintō (両部神道) de la escuela Shingon, y el Ise Shintō (伊勢神道) del linaje Watarai (度会) responsable de cuidar el santuario externo de Ise.

A finales del periodo Kamakura el culto jindō se empoderó y pasó a considerar que los budas representaban una iluminación inferior y los kami una iluminación superior. La razón hay que buscarla en que en estas fechas se empezó a especular sobre los orígenes cosmológicos taoístas de la creación para determinar cuál era el estado primordial o anterior que precedió a la aparición de buda y la creación. Bajo este referente se empezó a defender que los kami eran esa energía primigenia, y que por tanto representaban la esencia original a la que había que regresar.

Referencias Bibliográficas

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About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Prácticas de Cuidado de la Salud y Longevidad en Japón

Las prácticas tradicionales enfocadas al cuidado de la salud y la longevidad (conocidas en China como Yangsheng) fueron identificadas en la tradición japonesa bajo el término de Yōjō desde muy temprano.

En este apartado se hace una descripción resumida sobre la evolución histórica de estas prácticas en Japón hasta el periodo medieval japonés según el trabajo realizado por Drott (2010).

La primera referencia escrita en la que se hace mención a la llegada de la medicina continental a Japón aparece en las obras “Crónica de los Asuntos Antiguos” (Kojiki. 712 d.C.) y “Crónicas de Japón” (Nihon Shoki. 720 d.C.). En ellas se menciona la llegada al país de un médico coreano procedente del reino de Silla en el año 414 d.C.

Tras la llegada de aquella persona, Japón pronto acogería a más médicos desde Corea (la mayoría de los cuales pertenecieron al clero budista) e implantaría una política de intercambios con China, en los cuales, los monjes budistas japoneses pronto empezaron a jugar un papel importante en la transmisión de los conocimientos médicos del continente.

Desde un punto de vista estrictamente sanitario, se puede afirmar que, desde los inicios del periodo Heian (794-1185), Japón creó instituciones oficiales para incorporar el conocimiento médico del continente y apostó por establecer la medicina china tradicional como el sistema médico oficial de la corte.

En particular, el sistema legal Ritsuryō prestó especial atención a crear la Oficina Farmacéutica Externa (Geyaku-ryō o Tono-Kusuri no Tsukasa) junto a la Oficina Farmacéutica Interna (Naiyaku-shi o Uchi no Kusuri no Tsukasa) dirigidas al cuidado de la salud imperial, que después serían suplantadas por el Instituto de Medicina (Ten´yakuryō) encargado de formar médicos y dar servicios a la capital.

Otra de las instituciones que también jugó un papel importante en este sentido fue la Oficina Yin-Yang (On´yōryō) en la que se incorporaban conocimientos chinos de geomancia, cálculos astronómicos y predicciones.

Desde el punto de vista la profesión médica, se puede resaltar que a mitad del periodo Heian, la medicina oficial estuvo controlado por las familias Tanba y Wake. Dos familias que guardaron celosamente sus conocimientos y que centraron su atención en la corte imperial y sus aristócratas.

Sin embargo, la medicina también fue ejercida con un importante papel por los monjes budistas. Como se ha indicado antes, los monjes budistas habían sido la primera puerta de entrada del conocimiento continental antes de que surgiese el sistema médico oficial y siguieron guardando este mismo papel cuando se clausuraron las misiones diplomáticas con China en el siglo IX.

Se puede considerar que la asociación del budismo con la salud surgió en Japón desde el primer momento en que se introdujo esta religión en el país en el año 552 d.C. dentro del periodo Asuka (552-710 d.C.).

Tras la llegada de la primera estatua de Buda y de los primeros sutras envidados por el rey de Paekche (Corea) pronto sobrevinieron una serie de epidemias que se asociaron al maltrato a las imágenes budistas y la destrucción de un templo de esta religión por parte de los defensores del culto local Shinto, que veían amenazados sus intereses.

Introducido el budismo, en el periodo Nara (710-794 d.C.), las diferentes escuelas budistas pronto empezaron a desarrollar diferentes formulas de oración (dharani) y encantamientos para ayudar a curar a los enfermos, especialmente de la clase noble o la familia imperial.

En la obra Shoku Nihongi se indica la existencia en este periodo de un total de 126 “maestros meditadores sanadores” (kanbyō zenji) que se reclutaron, por ejemplo, para devolver la salud al Emperadorretirado Shomu. De todos ellos, uno de los más famosos por su papel histórico, fue el monje Dōkyō. Un monje que supo ganarse la atención de la Princesa Shōtoku con sus habilidades médicas y que llegó a acaparar tal grado de poder e influencia que el Emperador tuvo que trasladar la capital del país desde Nara a Heian-kyo (la actual Kyoto) para poder escapar de la influencia del clero budista sobre la corte.

Con la implantación del budismo tántrico en el país en el periodo Heian (794-1185), los monjes de las escuelas Tendai y Shingon empezaron a desarrollar numerosos rituales esotéricos en los que se utilizaba el sonido de tambores, el fuego, los mantras y la imaginería para favorecer la curación y longevidad de sus patrones aristocráticos, además de asegurar la protección del Estado.

En estos tiempos, los monjes que ejercían la medicina empezaron a conocerse como “monjes-doctores” (sōí, isō, ishihōshi) y se caracterizaron por elaborar conocimientos médicos que unían las fórmulas y teorías médicas del continente con las ideas extraídas de las escrituras budistas. Monjes que utilizaban tanto las plantas medicinales, como la moxibustión y la acupuntura, además de conjuros y mantras.

En este periodo, las obras médicas más importantes que nos han llegado en donde se relatan como eran las prácticas de salud y longevidad (yangsheng) en Japón son: el Ishinpō (984), Ton´ishō (1303), Fukudenhō (1362-67), Chōseiryōyōhō (1184) o Kissayōjōki (1212).

El contenido de estas obras no sólo coincide con los temas tratados en el continente: ejercicio físico, ejercicio respiratorio, dietética, hierbas medicinales, meditación, visualización, hábitos saludables de vida, también con la filosofía subyacente que explicaba el proceso de envejecimiento en términos de un “gasto” gradual del soplo vital o la “disipación” de las fuerzas que animan el cuerpo, y que aconsejaba armonizar el yin y el yang dentro del cuerpo; seguir los ciclos cosmológicos, llevar una vida tranquila; ser moderado en las actividades, en el comer y en el beber, en el sexo; y descansar con regularidad.

Ishinpō o Prescripciones Médicas Esenciales

Esta obra, compilada por Tanba no Yasuyori, presta una gran atención a las prácticas asociadas a la cultura Yōjō (yangsheng en chino) utilizando varios capítulos para hablar sobre ejercicios de longevidad, consejos para regular la conducta, o técnicas para preservar la “esencia vital” personal en la alcoba (incluida la retención del semen).

En ella se puede rastrear una fuerte influencia de la teoría médica y las creencias religiosas chinas de la época y así, los órganos internos aparecen asociados a conceptos taoístas como las almas celestes (hun en chino), las almas terrestres (po en chino), el espíritu (shen en chino), o la esencia (jing en chino).

Chōseiryōyōhō

Esta obra se asocia a Rengi, un personaje cuya identidad todavía es un misterio, si bien Drott (2010) afirma que pudo ser el nombre budista que adoptó Tanba no Noritomo, un médico de la corte y hermano menor de Tanba no Shigemoto, la cabeza del Instituto de Medicina.

La obra originalmente comprendía 20 fascículos de los cuales actualmente quedan dos y en los cuáles se habla sobre: técnicas para hacer circular el qi (doin en japonés), cómo preservar los espíritus del cuerpo recitando sus  nombres (shokushin); cómo incrementar la inteligencia y potenciar los sentidos; métodos para eliminar los tres agentes que traen la muerte; instrucciones sobre cómo perfumar la ropa y a uno mismo; y consejos sobre cómo arreglar el hogar.

Este documento hace referencia a la obra china Yanshou Chishu (Enjusekisho en japonés) y su filosofía muestra grandes paralelismos con las prácticas de visualización del movimiento taoísta de la Gran Claridad (Shanqing), animando a recitar los nombres de los seres espirituales que residen en el cuerpo a diferentes horas del día (medianoche y entre las 3 y las 5 de la mañana particularmente) para convocarlos o impedir que abandonen el cuerpo, y así curarse o evitar la enfermedad.

Kissayōjōki

Esta obra se atribuye a Myōan Eisai, y en ella, su autor hace una recopilación de todas las técnicas terapéuticas que recopiló en sus viajes a China en 1168 y 1187. En ella se desarrollan prácticas de corte exclusivamente budistas paralelas a las fórmulas clásicas de la medicina tradicional china.

Prácticas supuestamente en línea con los textos esotéricos traducidos por Subhākārasimha (Zenmui japonés) en los que se utilizan mantras y oraciones (dharani) para purificar el karma y obtener poderes (siddhis en sánscrito, shijji en japonés) que ayudaban supuestamente a evitar las calamidades, la enfermedad y prolongar la vida.

Aunque Eisai es conocido por introducir en el país las escuela Rinzai del budismo Zen, su asociación con el budismo esotérico parte de que este había sido primero ordenado monje Tendai y por tanto, había recibido numerosas iniciaciones esotéricas, llegando incluso a crear su propio linaje que llamó Yōjō Ryū.

El trabajo contiene dos secciones. En ellas se ensalzan los poderes terapéuticos del té y su supuesta capacidad para potenciar la longevidad (al nutrir al corazón, el órgano más importante y hogar del espíritu); la eficacia de los preparados con plantas medicinales, con especial mención al jengibre y la morera; y se indican las correspondencias entre las cinco vísceras internas y elementos de la cosmología budista esotérica como los cinco budas de la sabiduría, los bodhisattvas, sus mudras y sus mantras semilla.

Es interesante observar cómo:

Víscera Dirección Buda Bodhisattva Kongokai Mudra Mantra
Hígado Este Ashuku (Aksobhya) Yakushi Diamante dōko A
Corazón Sur Hōshō (Ratnasambhava) Kyokūzō Joya hōgyō Trāh
 Pulmón Oeste Muryōju (Amida) Kannon Loto hachiyō Hrih
Riñón Norte Shakamuni Miroku Karma katsuma Ah
Bazo Centro Dainichi Nyorai Hannaya Buda goko Vam

Eisai diferencia entre la técnica kaji, como un método esotérico de trabajo interno para curar, en la que se utiliza cuerpo, mente y palabra para experimentar la resonancia personal no dual de los órganos con las deidades del Mandala; y el uso de los sabores de los alimentos (dulce, ácido, picante, salado) para reestablecer el equilibrio en los órganos como una forma externa e inferior de terapia.

Es interesante anotar que con la técnica del Kaji ya no se busca convocar a los budas o invitarles a continuar residiendo dentro del cuerpo, sino que servía para revelar al practicante la unión entre el cuerpo y los budas y permitir al practicante sentir la resonancia que existen entre ellos.

Gorinkuji Myō Himitsu Shaku

Aunque el “Comentario Esotérico sobre la Sabiduría de los Sonidos de los Cinco Mandalas y las Nueve Sílabas”, elaborado por Kakuban en el año 1142 dentro de la tradición del budismo esotérico Shingon, no tiene carácter médico, se debe hacer mención de él porque representa un texto clave en la descripción del cuerpo “interno” de la época en dónde se explica cómo trabajaban los monjes en sus prácticas.

En la obra se pueden establecer coincidencias con las ideas de Eisai, en cuanto a que se trabaja a nivel “interno” con la correlación entre las cinco vísceras, los cinco budas, los cinco sentidos, colores, direcciones, estaciones, elementos, etc., (si bien, con una ordenación diferente a la que estable Eisai en algunos casos), si bien con un objetivo diferente al terapéutico: “convertirse en un buda en esta vida y con este cuerpo”, según las enseñanzas esotéricas del monje Amoghavajra (Fukūkongō en japonés) y el fundador del budismo Shingon, Kukai.

Aquí el cuerpo se convertía en un Mandala, en un microcosmos que resuena con la sabiduría iluminadora de Dainichi Nyorai, sobre el que se trabajaba a través de mantras y visualizaciones para alcanzar la iluminación en esta vida.

Referencias Bibliográficas

Drott E.R. (2010). Gods, Buddhas, and Organs. Buddhist Physician and Therories of Longevity in Early Medieval Japan, Japanese Journal of Religious Studies, 37/2. 247-273.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.