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Bellur Krishnamachar Sundararaja Iyengar (1918-2014)

B.K.S. Iyengar representa una figura sin precedentes en el mundo del yoga postural moderno. No sólo como ejemplo de resiliencia por haber sido capaz de superar las duras pruebas que le impuso la vida, también como luminaria del yoga postural moderno al ser capaz de elevar la práctica del asana y el pranayama a un nivel sin precedentes en los clásicos del yoga.

Entre las múltiples aportaciones de esta figura se pueden desatacar:

– Establecer las bases precisas para una práctica no lesiva y correcta que ha ganado el respeto mundial y que sirve de fuente de inspiración para el resto de estilos de yoga.

– Afianzar la dimensión terapéutica del yoga no sólo en la prevención de patologías, también en su tratamiento, convirtiendo a esta práctica en una “medicina complementaria” al tratamiento biomédico moderno.

– Introducir en la práctica diferentes “recursos” o “ayudas” (cuerdas, bolsters, cinturones, tacos, sillas, etc.,) que han conseguido acercar los asanas a toda persona independientemente de su edad, condición física o estado de salud.

– Posicionar por “derecho propio” al yoga postural dentro del árbol del yoga.

Nacido en el pueblo de Bellur, en el estado de Karnataka, en el seno de una familia de13 hermanos, con cinco años tuvo que mudarse con toda la familia a Bangalore cuando su padre decidió jubilarse como maestro de primaria. Cuatro años más tarde su padre moriría de apendicitis.

B.K.S. Iyengar se caracterizó de joven por padecer una constitución débil y enfermiza. Su suerte “cambió” en 1934 cuando Krishnamacharya (1888-1989), el profesor de yoga del Palacio de Mysore que se había casado con su hermana mayor Namagiriamma en 1925, le pidió que cuidase de ella mientras realizaba un viaje a Lonavla y Bombay para ver los trabajos sobre el yoga que estaba realizando Swami Kuvalayanda.

Tras su regreso, Krishnamacharya en vez de pedirle que volviese a Bangalore le ofreció quedarse con él aprendiendo yoga para mejorar su salud. El aceptó y con ello y sin ser consciente asumió la disciplina dura y abusiva que le impondría el maestro.

Desde un inicio, la rigidez y el método de enseñanza de Krishnamacharya le llevaron a sufrir mucho dolor y lesiones en los asanas, además de mucho sufrimiento psicológico. En 1935, la cosa se complicó más cuando el alumno favorito de su maestro le abandonó repentina y misteriosamente y la responsabilidad de hacer exhibiciones con asanas de gran dificultad que organizaba Krishnamacharya en el Palacio de Mysore y otras regiones de la India recayó en Iyengar.

La pasión por la enseñanza de Iyengar se despertó en 1936 cuando tuvo que impartir clases de yoga durante un tour de demostraciones en Dharwar. En esta ciudad había muchas mujeres que querían aprender yoga y Krishnamacharya le encomendó a él que les diese las clases como discípulo joven más apropiado para estar con las mujeres, pero sobre todo, porque no era partidario de que hombres y mujeres tuviesen clases conjuntas.

La vida de Iyengar tuvo un punto de inflexión cuando en 1937 Krishnamacharya le envió a Pune a enseñar yoga. Allí encontró su “hogar” para el resto de su vida. Parece ser que un cirujano de esta ciudad V.B. Gokhale, que había asistido a las demostraciones de yoga que organizaba Krishnamacharya, le solicitó que enviase a Pune un profesor. Cómo allí se hablaba un dialecto que no conocían y sólo Iyengar tenía una base de inglés, se le ofreció a él el puesto.

Según Smith y White (2014) Iyengar definió Pune como una ciudad de la lucha libre y mallakhamb, un tipo de ejercicio físico nativo surgido de la lucha libre que se hacía usando postes y cuerdas colgantes.

La relación de Iyengar con Krishnamacharya queda resumida en el dato que aporta Goldberg (2016) de que cuando se terminó el contrato de enseñanza con Gokhale, Iyengar prefirió quedarse en Pune aun viviendo en la pobreza antes que volver con su maestro. Sin embargo, también es cierto que Iyengar siguió manteniendo correspondencia escrita con él durante mucho tiempo e incluso le siguió acompañando en algunas de sus demostraciones.

En Pune, Iyengar comenzó a construir su propio estilo de yoga. Animado por Gokhale y aprovechando los conocimientos de anatomía y fisiología que había recibido de él aplicados a los asanas empezó a utilizar el yoga para tratar patologías comunes: debilidad, dolor de cabeza, asma, dolor lumbar, fatiga, flatulencia, etc.

En esta época, también empezó a utilizar para su práctica privada aparatos (cuerdas, cinturones, piedras, tambores, etc.) que le ayudaban a conseguir los asanas. Estos aparatos los introduciría después en sus clases en los años 70.

Su fama fue creciendo y en 1939, Bhavanarao Pant Pratinidhi, (1868-1951) la persona que contribuyó al resurgir del “saludo al sol” en la India visitó a Iyengar para que le hiciese una demostración. Parece ser que el rajá quedó impresionado y afirmó que Iyengar era la persona que realizaba los asanas de la forma más bella que había visto.

En 1943, cuando tenía 24 años y regresó unos días a Bangalore, Krishnamacharya insistió en que debía casarse. En julio de ese mismo año adoptó matrimonio con Ramamani de 16 años con la que fundó una familia con 6 hijos.

Su vida era pobre y tuvo que pedir dinero prestado a sus alumnos para cubrir los gastos de la boda. Pero ese mismo año su suerte cambió cuando F.P. Pocha, un mercader adinerado, le contrató para recibir clases con su hija en su hogar. Con los ingresos Iyengar pudo elaborar un álbum de fotos donde mostraba 150 asanas, su nueva tarjeta para promocionar su estilo.

A partir de 1948 su fama adoptó una línea ascendente que le posicionó en el contexto mundial. Ese año conoció al famoso filósofo Jiddu Krishnamurti (1895-1986) con el que estableció una relación personal para perfeccionar sus asanas que se prolongó durante 20 años, y a Mehra Jal Vakil que además de convertirse en su alumna con toda su familia le presentó a una persona que se tornaría clave en su vida: el violinista Yehudi Menuhin (1916-1999).

Menuhin introdujo a Iyengar en Gran Bretaña en 1954 donde alcanzó un gran renombre y trabajó con muchos artistas y músicos amigos del violinista. En 1956, fruto de esos contactos, viajó a Estados Unidos con la compositora y escultora Rebekah Harkness (1915-1982). Después de esto y hasta su fallecimiento su estilo se ha implantado en el resto del mundo.

Pero la fecha clave para el mundo del yoga fue 1966 cuando Iyengar editó su libro Luz del Yoga que llegó a ser conocida como “la biblia del yoga” y vendió más de tres millones de copias. Su impacto en los practicantes fue total porque hasta ese momento el yoga que había llegado a Occidente se basaba en pocas posturas (además “fáciles” para acercarlo a la población) y con correcciones básicas.

En su libro Iyengar explicaba sistemática y detalladamente 200 posturas (incluidas variantes) como no se habían explicado antes en ningún clásico del yoga ni libro moderno. Como resalta Goldberg (2016), ni los profesores occidentales más avanzados en la práctica del yoga se imaginaban que pudiese haber tantas maneras de trabajar con su cuerpo. La escuela de Iyengar se diferenciaba del vinyasa fluido de su maestro y compañeros de práctica por su filosofía analítica y la meticulosidad en las posturas.

Goldberg (2016) afirma que Iyengar reveló que muchas de esas posturas (las más difíciles) no procedían de los textos tradicionales sino que las había aprendido con Krishnamacharya. Según los historiadores modernos del yoga postural (Goldberg, 2016; Singleton 2018) su maestro a su vez las había recopilado del mundo “circense”.

El respeto por el estilo de Iyengar en Inglaterra fue tal que en 1969 se introdujo oficialmente su yoga en el currículum educativo de adultos de Londres. Dos últimas fechas clave son 1975 cuando Iyengar pudo abrir su propio centro llamado Ramamani Iyengar Memorial Yoga Institute en Pune y 1977 cunado creó la B.K.S. lyengar Yoga Teachers’ Association.

Entre las variables que caracterizan su estilo quizás la más importante es la correcta alineación postural. Según Goldberg (2016) a partir del año 1975, Iyengar empezó a desarrollar un estudio anatómico-biomecánico de las posturas de otros practicantes analizando sus fotos mediante el trazado de líneas para ver la diferencia con sus posturas.

La “línea central”, el “eje longitudinal” corporal era un buen criterio para Iyengar porque en esa alineación el músculo trabaja menos, el sistema interno no sufre y se puede mantener la postura más relajado. La postura de pie (Tadasana) se convirtió en la referencia para la corrección postural, así como el uso de figuras geométricas en las posturas (triángulos, cuadrados, líneas paralelas).

La “alineación corporal” en los años 80 incluso se elevó para Iyengar en motor espiritual del asana. En esos años surgió la necesidad de conciliar el yoga postural con el yoga meditativo. Si en la tradición las posturas eran un trabajo “preparatorio” para meditar sentado en busca de la “unión”, Iyengar no sólo defendió que la propia postura ya era de por sí espiritual, también y apoyándose en los Yogasutras de Patañjali que la postura era un pétalo más de las ocho vías esenciales del yoga con el mismo nivel de importancia que el resto.

En estas fechas, Iyengar ensalzó la dimensión espiritual del asana y lanzó una importante reflexión: si estar con los ojos cerrados y en silencio es meditación, eso lo hacemos 8 horas seguidas todos los días cuando dormimos. Para él, el “yoga sentado” solía convertirse en la mente de la persona “dormida” mientras que el mindfulness estaba presente constantemente en el asana.

La obra cumbre en la que posicionó al yoga postural dentro del yoga clásico y en su dimensión más espiritual fue El árbol del yoga publicado en 1988.

Iyengar falleció con 95 años en Pune. Entre las obras más importantes que ha legado este maestro figuran además de las referenciadas anteriormente: Luz sobre el Pranayama editado en 1981, El Arte del Yoga editado en 1985, Luz sobre los Yogasutras de Patañjali editado en 1996, Luz sobre la Vida editado en 2005 y los 8 volúmenes de La Esencia del Yoga, Astadala Yogamala editados entre los años 2000-2008.

Referencias Bibliográficas

Bartos, H.K. (2021). Modern transnational yoga: the transmission of posture practice, London and New York: Routledge.

De Michelis, E. (2008). A History of Modern Yoga, London y New York: Continuum.

Goldberg, E. (2016). The Path of Modern Yoga. The history of an embodied spiritual practice, Rochester, Vermont (USA): Inner Traditions.

Newcombe, S. (2014). The Institutionalization of the Yoga Tradition: “Gurus” B. K. S. Iyengar and Yogini Sunita in Britain, En: Singleton, Mark y Goldberg, Ellen (Eds.) Gurus of Modern Yoga, (pp. 147-170 pp), New York: Oxford University.

Singleton, M. (2018). El Cuerpo del Yoga. Los orígenes de la práctica postural moderna. Barcelona: Kairós.

Singleton, M. & Byrne, J. (2008). Yoga in the Modern World. Contemporary Perspectives. London & New York: Routledge Hindu Studies.

Smith F.M & White, J. (2014). Becoming an Icon: B. K. S. Iyengar as a Yoga Teacher and a Yoga Guru. En: Singleton, Mark y Goldberg, Ellen (Eds.) Gurus of Modern Yoga, Chapter 6, (pp. 122-146pp), New York: Oxford University.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Kolar Venkatesha Iyer (1898-1980)

La figura de K.V. Iyer es controvertida dentro de la historia del yoga moderno porque para muchas personas simplemente representa la apropiación por parte de un fisio-culturista de ciertos contenidos del yoga para crear un sistema de acondicionamiento físico. Sin embargo, investigadores como Goldberg (2016) o Singleton (2018) han querido “rescatar” sus aportaciones al yoga postural moderno conscientes del gran poder de influencia que llegó a tener su sistema en la sociedad india, pero sobre todo, por ser una figura que estuvo ligada al Palacio de Mysore donde impartió clase en paralelo con uno de los padres del yoga moderno: Tirumalai Krishnamacharya (1888-1989)

Entre las aportaciones más importantes que se puede atribuir a Iyer estarían:

1.- Ser la primera persona que integró el trabajo de fuerza-acondicionamiento físico con el yoga postural en la misma sesión, algo que en su tiempo se consideraba incompatible.

2.- Desarrollar un vocabulario “moderno” de corte “occidental” para describir las acciones en los asanas.

3.- Instaurar en la práctica conceptos como la importancia de concentrarse en la parte del cuerpo que hace la acción en las posturas; la precisión en las acciones; el alineamiento; la búsqueda de la “gracia” en el movimiento de las extremidades; y la aceptación del disconfort y el dolor en el ejercicio intenso manteniendo una expresión serena en el rostro.

4.- Promocionar el yoga y el “saludo al sol” (en su versión modificada) por toda la India y Occidente.

5.- Ensalzar su sistema de acondicionamiento físico y yoga como recurso ideal para combatir el sedentarismo de las sociedades modernas, fortalecer el cuerpo de los ciudadanos y mantener una buena genética contra la visión negativa del cuerpo indio que tenían los británicos.

K.V. Iyer nació en la pequeña aldea de Devarayasamudram en Karnataka. Tras la muerte de su madre cuando tenía 8 años se mudó con su padre a la ciudad de Bangalore donde emprendieron un negocio de restauración. Allí estuvo ayudando en el negocio familiar hasta que en el año 1920 decidió involucrarse seriamente en el fisio-culturismo emulando las ideas de Eugen Sandow (1867-1925) (Goldberg, 2016).

En 1922 su implicación en este ámbito llegó a ser tal que fundó con tan sólo 24 años de edad el Gimnasio Hércules, el primer gimnasio de estilo Occidental de la India con un fin: esculpir un cuerpo musculado bello, fuerte y sano.

Iyer fue un admirador tanto del ideal del cuerpo musculado de las estatuas griegas como de los cánones corporales ligados a la “divinidad” en la antigua india dictados por los manuales Shilpa Shastra o Vastu Shastra para modelar esculturas, pinturas, o tallas de madera sacras.

Por otro lado, no fue nada afín al cuerpo que proporcionaba la preparación física de la lucha libre india ni al “exceso” muscular del fisio-culturista, debido a su entender, a que olvidaban los conocimientos científicos sobre la fisiología del cuerpo y el entrenamiento. Lo importante es que su ideal de belleza corporal masculina se popularizó en la India en los años 1920-30.

Su acercamiento hacia el yoga surgió por dos vías: 1) su interés en desarrollar un sistema de entrenamiento “completo” que potenciase condición física y salud. Iyer vio en el yoga esa fórmula de salud que faltaba en la tradición culturista occidental de modo que introdujo asanas, pranayama, kriyas, bandhas, dieta y “saludo al sol” en sus sesiones, fundiendo por primera vez acondicionamiento físico y yoga en un mismo sistema; y 2) una visión nacionalista de apoyo a la cultura física autóctona.

Su contribución a la construcción del yoga moderno debe estudiarse en tres vertientes. Por un lado, en la capacidad que mostró para promocionar y divulgar su sistema por toda la India y Occidente a través de exhibiciones, ediciones de libros y artículos en las revistas más prestigiosas de cultura física del mundo e incluso el diseño en 1930 de un curso por correspondencia de tres meses para realizar práctica en casa que se acompañaba del manual Muscle Cult. A Pro-em to My System, (reemplazado en 1936 por la nueva edición Perfect Physique -A Proem to My System). Sus seguidores encontraron condición física y yoga postural fusionados en su sistema de entrenamiento.

Esta propuesta impactó sobre los “padres” del yoga postural moderno al poner sobre la mesa el dilema de la compatibilidad trabajo de fuerza y asana, de modo que si él los fusionó en la misma sesión, Swami Kuvalayananda (1883-1966) y Seetharamam Sundaram (1901-1994) consideraron que si bien no existía incompatibilidad entre ambos sí que debían espaciarse, es decir, que debían realizarse en distintos momentos del día o distanciarse con tiempo suficiente, debiendo hacerse las asanas después de haber realizado el trabajo de fuerza y no al contrario.

Por otro lado, Iyer también ejerció cierto grado influencia sobre otro de los padres del yoga postural moderno: Krishnamacharya y sus alumnos. En 1933 el maharajá de Mysore, Shri Nalvadi Krishnaraja Wadiyar, apasionado con el ejercicio físico le contrató para recibir clases personales de acondicionamiento físico y en 1935 le invitó a crear en su Palacio Jagan Mohan una rama de su gimnasio Hércules que Iyer puso bajo la dirección de su alumno H. Anantha Rao. Este gimnasio se ubicó justo bajo la sala de yoga de Krishnamacharya (Goldberg, 2016).

Según Goldberg (2016) la proximidad entre ambos no sólo generó convivencia y experiencia compartida, también estableció cierta “competencia” porque el gimnasio de Iyer, repleto de maquinaria de entrenamiento y fotos de estatuas griegas y famosos fisio-culturistas, se asoció con lo “moderno” y a la “moda” de los nuevos tiempos en el trabajo corporal, mientras que el yoga continuaba viéndose como algo del pasado ligado a los renunciantes. Esta dicotomía fue experimentada por muchos alumnos de Krishnamacharya que también acudieron al gimnasio de Iyer.

Además, si Krishnamacharya hizo exhibiciones por el país y en el Palacio de Mysore para deleitar a los invitados del maharajá, en verdad fue Iyer el que con su personalidad carismática popularizó y promocionó más el yoga en el país.

La tercera aportación de nuestro personaje fue la creación de su propia versión del “saludo al sol” (surya namaskar). Iyer introdujo esta secuencia de posturas en sus sesiones como recurso para calentar y como trabajo independiente de resistencia. Parece ser que Iyer creó su versión después de estudiar el manual de Bhavanarao S. Pant Pratinidhi (1868-1951) y lo dejó inscrita en su obra Surya Namaskar en 1937, reeditado en 1942- 1945 y 1949 y en diagramas en 1934 y 1936.

Aunque Iyer estuvo de acuerdo en los efectos positivos de este ejercicio sobre el sistema musculo-esquelético y el sistema nervioso añadió sus conocimientos anatómicos para perfeccionar las posturas, igual que introdujo el cierre de la garganta en varias posiciones bajo el pretexto de que mejoraba el sistema endocrino (especialmente la glándula tiroides), e incluso añadió un nuevo ejercicio: al empezar llevar los brazos extendidos hacia detrás en hiperextensión de columna defendiendo todas sus virtudes terapéuticas pero sin investigarlas en laboratorio.

En el año 1937, tras un accidente del maharajá de Mysore, Iyer contribuyó a su recuperación aprovechando sus conocimientos fisioterapéuticos. En 1940 pudo construir el gimnasio de sus sueños con el mecenazgo del maharajá como agradecimiento por su ayuda: el gimnasio Vyayam, donde luego realizó muchas exhibiciones que encantaron al maharajá.

Entre los escritos más importantes de este personaje figuran Muscle Cult. A Pro-em to My System de 1930, Chemical Changes in Physical Exercise de 1943.

Referencias Bibliográficas

Goldberg, E. (2016). The Path of Modern Yoga. The history of an embodied spiritual practice, Rochester, Vermont (USA): Inner Traditions.

Ramachandran, A. y Heffernan, C. (2021). Building the Transnational “Body Beautiful”—K.V. Iyer and the Circulation of Bodybuilding Practices between India and the United States, Sport History Review, 52(2), 1-19 pp.

Ramachandran, A. y Heffernan, C. (2019) A Distinctly Indian Body? K.V. Iyer and Physical Culture in 1930s India, The International Journal of the History of Sport, 36(12), 1-5 pp.

Singleton, M. (2018). El Cuerpo del Yoga. Los orígenes de la práctica postural moderna. Barcelona: Kairos.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Bhavanarao S. Pant Pratinidhi (1868-1951)

B.S.P. Pratinidhi fue rajá en Aundh en el actual estado de Maharashtra. Aunque se le conoce dentro del Yoga por haber sido la persona que hizo resurgir en la India el “saludo al sol” (surya namaskar) también fue artista (obtuvo un grado en arte) y un político implicado a nivel social en fomentar la democracia y la educación obligatoria gratuita en su Estado. La educación física, el deporte, la lucha libre, y como no, el saludo al sol, formaron parte del currículum educativo.

Entre las contribuciones más importantes que realizó Pratinidhi para el mundo del yoga destacan:

1.- Transformar la práctica ritual-religiosa tradicional del “saludo al sol” en un ejercicio terapéutico y de acondicionamiento físico “moderno”.

2.- Revitalizar un “ejercicio corporal autóctono” que influenció de manera decisiva en la transformación del concepto tradicional de práctica estática del yoga a las modalidades de yoga “dinámico” que conocemos.

3.- Asociar por primera vez el uso de los mantras con la curación de la enfermedad. Si anteriormente los mantras se consideraban un recurso para despertar deidades o estados de conciencia en los chakras del cuerpo, ahora los “bija” mantras eran fórmulas terapéuticas para curar enfermedades.

Aunque Pratinidhi conocía esta batería de ejercicios desde niño porque su padre se lo había enseñado (al parecer lo había practicado durante 55 años), no fue hasta el año 1908 cuando, animado por su amigo Gangadharrao Patwardhan II, el rajah de Miraj, decidió profundizar y “modernizar” su estructura.

El “saludo al sol” no procede como se podría creer de la tradición textual clásica del yoga y en su tiempo sus posturas no fueron consideradas asanas como tal. Su origen en realidad tiene que ver con un ritual de adoración al sol que hundía sus raíces en los tiempos védicos y que seguían realizando los sacerdotes brahmanes de su época arrodillándose y postrándose hasta 108 veces al amanecer en dirección al sol, recitando el mantra gayatri para pedir que el astro siguiese aportando su influencia benéfica y para agradecer su función vital como fuente de vida.

Parece ser que con el tiempo este ejercicio también se incorporó a la preparación física de la lucha libre india y que finalmente nuestro protagonista lo modificó, reconvirtió y actualizó en la secuencia “vigorosa y fluida” de posturas que conocemos, acompañada de una respiración rítmica y la recitación de mantras. Entre las transformaciones más importantes que introdujo figuran el extender las rodillas al inclinarse hacia delante, poner el pie adelantado en línea con las manos o coordinar respiración con movimiento.

Según Goldberg (2016), una de las fuentes principales que influyeron en la nueva interpretación que hizo Pratinidhi de este ejercicio se encuentra en la figura de uno de los padres del fisio-culturismo: Eugen Sandow (1867-1925), del cual se sabe que fue su ferviente seguidor durante 10 años de todas sus publicaciones, aparatos y métodos de entrenamiento.

Aunque según su biografía las propuestas de Sandow se le “quedaron cortas” y esto le llevó a investigar las fórmulas de ejercicio física nativas y a enfocarse en el “saludo al sol”, Goldberg (2016) alude a que de él pudo recibir la influencia de proponer una actividad de “acondicionamiento físico” para poder realizar en casa y la importancia de respetar las nociones de selección de actividades para trabajar músculos diana y los principios de progresión y regulación de la intensidad en el esfuerzo para conseguir mejoras de entrenamiento.

El nuevo “saludo al sol” de Pratinidhi se hizo público en 1928 a través de la edición de un manual ilustrado que tituló Surya Namaskars for Health, Efficiency and Longevity. Con esta obra el “saludo al sol” dejó de ser un acto ritual para convertirse en un ejercicio físico saludable capaz de combatir los hábitos sedentarios de la población y favorecer un crecimiento sano y armónico en los niños.

Es interesante citar que el punto de partida de su libro resaltaba la importancia de realizar ejercicio físico para mantener la salud y una buena calidad de vida (ejercicio entendido como algo dinámico), pero también que se ensalzaba el “saludo al sol” como un tipo de ejercicio ideal al no necesitar de compañero/s ni instalaciones específicas. Además, resaltó en sus contenidos la importancia de unir dieta y alimentación sana al ejercicio y consejos específicos que deberían seguir las mujeres en su realización.

Por otro lado, y sin realizar ningún tipo de investigación para confirmarlo, afirmó que este ejercicio ayudaba a prevenir multitud de patologías e incluso curarlas así como que era capaz de influir positivamente en los órganos internos y el sistema nervioso. Lo que sí hizo fue aludir a diferentes estudios “científicos” realizados en Occidente con relación a los beneficios del sonido para justificar el uso de mantras durante la ejecución del “saludo al sol”.

Aunque en su obra se alineó con las ideas del movimiento helio-terapéutico (curación por baños de sol) iniciado por Auguste Rollier en los años 1900, la importancia de ponerse delante del sol no pudo ser en verdad muy importante para él dado que Pratinidhi realizaba este ejercicio entre las 3 y las 4 de la madrugada en el interior de su casa.

El mensaje principal con el que promocionó su secuencia de ejercicios fue en realidad su capacidad para mejorar la condición física (fuerza, flexibilidad, resistencia) y recibir múltiples beneficios saludables.

Una de las claves que defendió para asegurar esos beneficios saludables fue la necesidad de desarrollar una gran fuerza de voluntad (practicar con plena conciencia y no distraídamente), así como enfocar la atención en la parte o dolencia que se quisiera mejorar. Según Goldberg (2016) estas ideas fueron adoptadas de Occidente, y en particular, de la noción de la capacidad de la mente para curar el cuerpo o conseguir éxito promulgadas a finales de 1890 por Phineas Parkhurst Quimby (1802-1866) y su continuador Frank Channing Haddock (1853-1915) en lo que se conoce como la corriente norteamericana del Nuevo Pensamiento.

Durante los años 20-30 se produjo una auténtica fiebre por el “saludo al sol” en los gimnasios de toda la India y curiosamente una de las reacciones que surgieron en su “contra” la protagonizó uno de los padres del yoga moderno: Swami Kuvalayananda (1883-1966). En 1926 este publicó un artículo en su revista Yoga Mimansa donde no sólo indicaba que el saludo al sol era una práctica que había nacido desde el ámbito religioso y no para ser un ejercicio físico, también que era una práctica de rango “inferior” al yogasana. Lo que no sabía este personaje es que después este ejercicio se convirtió en una fuente de inspiración para otros padres de yoga moderno.

Pero el fomento del “saludo al sol” no sólo tuvo estos objetivos, también se tiño de tintes nacionalistas y se vendió como un recurso ideal para fomentar la salud nacional. Una fórmula para crear ciudadanos fuertes y responsables capaces de potenciar finalmente el bienestar económico de la clase política, igual que se lanzó el mensaje de que Occidente simplemente había redescubierto ideas que estaban presentes en la antigua India.

La continuidad del linaje de Pratinidhi se mantuvo a través de su hijo Apa Pant (1912-1992). Iniciado en el “saludo al sol” desde su más tierna infancia su interpretación de este ejercicio evolucionó poco a poco hacia una visión más espiritual del mismo quizás condicionado por sus episodios depresivos y la “ola hippie” que envolvía el mundo en esos momentos. Para él, esta secuencia de movimientos no sólo representaba la “salvación” para el mundo, también era una puerta a la meditación, la autorrealización y la disolución del ego.

Por último, resaltar que aunque el “saludo al sol” fue para Pratinidhi un ejercicio de acondicionamiento físico y de mejora de la salud, se convirtió en fuente de inspiración para algunos precursores del yoga moderno: Tirumalai Krishnamacharya (1888-1989), Swami Sivananda (1887-1963) y Kolar Venkatesha Iyer (1898-1980).

Para el primero sirvió como referencia a la hora de crear las secuencias dinámicas de asanas “enlazadas” que caracterizaron su Vinyasa Yoga; para el segundo como recurso para calentar antes de practicar las posturas estáticas; y para el tercero como ejercicio para trabajar la flexibilidad, la fuerza-resistencia y complementar el trabajo de fuerza en la sala.

La persona que relanzó a Pratinidhi y su “saludo al sol” en Europa fue la periodista Louise Morgan (1886-1964). Famosa por haber entrevistado a personalidades como Walt Disney, George Bernad Shaw, Bernard Montgomery o Field Marshal, después de entrevistar a Pratinidhi en su visita a Londres en 1936 editó sus charlas en inglés bajo el título The Ten-Point Way to Health en 1938.

Pratinidhi falleció en Bombay en 1951, poco después de la declaración de independencia de la India, y como narra Goldberg (2016), fue incinerado al amanecer con la salida del sol. Entre sus escritos más importantes como se ha citado anteriormente figuran Surya Namaskar for Health, Efficiency and Longevity editado en 1924 y reeditado en 1928 y The Ten-Point Way to Health, editado en 1938.

Referencias Bibliográficas

Goldberg, Elliott. (2016). The Path of Modern Yoga. The history of an embodied spiritual practice, Rochester, Vermont (USA): Inner Traditions.

Pratinidhi, Bhavanarao S.P. (1940). Surya Namaskars for Health, Efficiency and Longevity, 5th Edition, India: Aundh State Press.

Pratinidhi, Bhavanarao S.P. (1956). The Ten-Point Way to Health, 1st Edition 1938, London: J.M.Dent and Sons LTD.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Indra Devi (1899-2002)

Eugenie Peterson, reconvertida oficialmente en la figura de Indra Devi a partir de 1957, destaca en la historia del yoga “moderno” como la primera mujer occidental que recibió clases de yoga en la India de los precursores en la creación del yoga postural moderno Swami Kuvalayananda y Krishnamacharya a finales de los años 30 y por:

1) Actuar como “embajadora” internacional del yoga en América gracias a su proyección mediática.

2) Enraizar esta práctica en la población americana y dar protagonismo a la mujer en una práctica que había sido básicamente de “hombres” gracias a sus libros y conseguir como reclamo que grandes estrellas del Hollywood y la industria cinematográfica norteamericana fueran parte de su alumnado.

3) Mostrar al mundo occidental cómo el yoga era un buen antídoto para combatir la ansiedad y el estrés que oprimían a la población de las sociedades modernas y para las mujeres como un recurso saludable para potenciar la juventud y la belleza.

4) Ayudar a difuminar en Estados Unidos la asociación que había hasta el momento del yoga con los faquires, el ocultismo, el mesmerismo y la magia, así como advertir que las posturas avanzadas podían producir lesiones en algunas personas igual que la meditación.

Eugenie nació en Riga, en la rusa zarista, dentro de una familia acomodada. Su vida pronto se encaminó al mundo de la escenografía al decidir estudiar arte dramático en Moscú. Sin embargo, con la guerra civil que se produjo después de la Revolución Bolchevique de 1917 tuvo que huir con su madre del país. Instalada en Berlín pudo entrar en una compañía de teatro rusa con la que estuvo de gira por toda Europa durante seis años.

En 1926 se produjo un momento importante en su vida al asistir a un congreso de la Sociedad Teosófica en Holanda en 1926. Allí no sólo pudo conocer en persona a Krishnamurti que luego le ofrecería consejo sobre cómo enfrentar su cambio de vida a China cuando tuvo que abandonar las clases de Krishnamacharya en la India para ir a Shanghái con su marido, también estableció importantes amistades que luego contribuirían a facilitar distintas situaciones clave de su vida.

El primer contacto de nuestra protagonista con la India se produjo en 1927 cuando Hermann Bolm, un próspero banquero y admirador suyo de Berlín, le propuso matrimonio y ella puso como condición que le dejase hacer un viaje a la India antes de la boda. Allí estuvo cuatro meses y encontró un nuevo “hogar”, pero también una experiencia que le afectó lo suficiente como para que a la vuelta decidiese romper con el enlace matrimonial.

Dos años más tarde regresó de nuevo a la India del sur con el fin de estudiar el idioma y danza clásica, pero tan sólo tres meses después de llegar se desplazó a Bombay porque le habían ofrecido interpretar un papel principal en una película que tuvo un gran éxito y que la proyectó al público como “Indra Devi”, la nueva estrella de las pantallas indias. Ese mismo año se casó con Jan Strakaty, un agregado comercial al consulado de Checoslovaquia.

En 1931 se produjo otro momento importante en su vida cuando una amiga europea le propuso ir a ver el Kumbh Mela, la peregrinación más sagrada de la India, que se celebraba cerca de Bombay. Allí vivenció de primera mano la cultura espiritual india y observó a un practicante de yoga haciendo la postura invertida sobre la cabeza (sirsasana) que captó poderosamente su atención dado que en aquel momento creía que el yoga consistía en otro tipo de práctica más esotérico.

Su determinación por aprender yoga explosionó sin embargo de otra experiencia. Tras curar a un amigo que casi quedó inconsciente durante una cena utilizando unas “técnicas de yoga” que había aprendido cuando vivía en Moscú del libro de Yogi Ramacharaka (el alias del norteamericano William Walker Atkinson, ligado al mesmerismo y el ocultismo), ella misma se puso enferma y padeció dolencias cardiacas durante cuatro años como si “hubiese absorbido” la enfermedad de su amigo. Todo paró cuando una persona en Praga, utilizando la misma técnica, la sanó. Según su biografía, esto la llevó a querer volver a la India para aprender yoga.

En su regreso a Bombay en 1937 empezó a interrogar a todo el mundo sobre dónde podría aprender este arte. Después de ser introducida a algunas posturas por el hermano de su amiga la princesa Bhuban de Nepal decidió seguir su consejo de visitar el ashram Kaivalyadhama de Swami Kuvalayananda en Lonavla. Allí apenas pudo practicar en la clase para mujeres porque tuvo que volver con su marido rápidamente a Praga.

La suerte la acompañó sin embargo porque en menos de un año recibió una invitación para asistir a la boda del príncipe de Mysore. Rápidamente se animó a asistir porque un amigo suyo médico le había hablado de las clases y demostraciones de yoga que hacía Krishnamacharya en el Palacio de Mysore.

Krishnamacharya en un inicio se negó a darle enseñanzas porque no tenía clases para mujeres, y quizás, porque también desconfiaba de su interés real en aprender. Sin embargo, y bajo la orden del maharajá de Mysore Shri Nalvadi Krishnaraja Wadiyar, finalmente la aceptó. Eugeine pronto demostró a Krishnamacharya su determinación por aprender yoga asumiendo la disciplina y la vida austera de la escuela. Finalmente, impresionado, decidió ofrecerle instrucción personal.

Según cuenta en sus libros, con Krishnamacharya (aunque sabía poco inglés) aprendió el valor terapéutico del yoga. Sin embargo, el contacto terminó relativamente pronto porque en pocos meses Eugenie tuvo que abandonar Mysore para acompañar a su marido a Shanghái. Su sorpresa fue que Krishnamacharya le animó a enseñar lo aprendido con él en China.

Eugenie se convirtió en la primera profesora en abrir clases de yoga postural en China y en divulgar esta práctica en el país. Enseñó durante siete años y medio en diferentes instalaciones incluida la casa de la mujer de Chiang Kai-Shek. Allí mostró y divulgó en los medios de prensa los poderes terapéuticos de esta práctica.

En 1946, al finalizar la II Guerra Mundial, se trasladó con su marido a Checoslovaquia y más tarde regresó de nuevo a la India donde se convirtió en la primera mujer occidental en enseñar yoga en la India. Parece ser que en este viaje prefirió estar como invitada en el palacio de maharajá Tehri Gartwal en Narendra Nagar, cerca del Himalaya, y que allí no sólo decidió estudiar yoga con Swami Somnathasbram, también escribió su primer libro Yoga: La técnica de salud y felicidad.

En tan sólo un año Eugenie emigró a Norteamérica para vivir en Los Ángeles donde abrió un estudio de yoga en Sunstet Boulevard cerca de Hollywood. Su fama y su ubicación consiguió poder tener entre su alumnado a numerosos actores y actrices famosos de Hollywood como Gloria Swamson, Greta Garbo, Jennifer Jones, Linda Christian, Ruth St. Denis o Robert Ryan, que contribuyeron en gran medida a divulgar sus libros y su trabajo en el Occidente.

Su marido murió en Checoslovaquia en 1953 y ese mismo año se casó con Sigfird Knauer, un reconocido médico que consejero de grandes personalidades en la industria cinematográfica norteamericana. Con él abrió un ashram en Bajo Méjico llamado Rancho Cuchuma donde impartió cursos de formación de yoga para gente de todo el mundo. Fue allí, en 1957, cuando decidió cambiarse allí el nombre oficialmente a Indra Devi.

Es curioso saber que el hijo de Bernarr Macfadden, uno de los padres de la cultura física occidental cuyas obras se convirtieron en referencia para la construcción del yoga moderno, alabó las enseñanzas de Indra Devi. Esto demuestra que en aquella época no se había tenido conciencia de la importante influencia que había tenido la cultura física occidental en la construcción del yoga que había llegado a Estados Unidos.

Según Goldberg (2016), los años 60 supusieron una importante evolución en sus enseñanzas del yoga hacia la espiritualidad. En 1966 se hizo una fiel seguidora del gurú Sai Baba, una persona que cuando tenía 14 años había proclamado que era la reencarnación de Sai Baba de Shirdi, una famoso santo indio de finales del siglo XIX y principios del XX. Según Goldberg (2016) fue a partir de esta relación cuando desarrolló una visión espiritual del yoga más allá del simple trabajo físico postural.

En 1984 murió su marido Sigfrid Knauer y al año siguiente Indra Devi se fue a vivir a Argentina donde creó en 1988 la Fundación Indra Devi. Allí murió de un ataque al corazón en el año 2002. Entre sus obras más destacadas podemos citar: Yoga: la técnica de la salud y la felicidad (1946), Por siempre joven por siempre saludable (1953), Yoga para americanos (1959), Renueva tu vida a través del yoga (1963) y Sai Baba y Sai Yoga (1975).

Referencias Bibliográficas

Batts, C. y Cooley, R. (2019). “The Benares of the West”: The Evolution of Yoga in Los Angeles, Journal of Sport History, 46(1), 82-97.

Goldberg, E. (2016). The Path of Modern Yoga. The history of an embodied spiritual practice, Rochester, Vermont (USA): Inner Traditions.

Goldberg, M. (2015). The Goodness Pose: The Audacious Life of Indra Devi, the woman who helped bring yoga to the West, New York: Alfred A. Knopf

Syman, S. (2010). Hatha Yoga on Sunset Boulevard, In: The Subtle Body: The story of yoga in America, Chapter 9, (pp 179-197), New York: Macmillan.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Tirumalai Krishnamacharya (1888-1989)

Este personaje representa una de las figuras emblemáticas en la creación del yoga postural moderno que conocemos hoy en día. Krishnamacharya enseñó durante 60 años y fue un profesor que supo estar a caballo entre las fórmulas de enseñanza del yoga tradicional y la visión moderna del yoga que se estaba gestando en sus tiempos bajo la influencia de la cultura física occidental. Entre las aportaciones más importantes que hizo se podrían destacar entre otros aspectos:

1) Crear un nuevo sistema de yoga dinámico (e incluso aeróbico) llamado Vinyasa Yoga que englobaba secuencias de asanas realizadas en una progresión fluida-continua a través de movimientos intermedios e incluso saltos y que combinaba asanas tradicionales y contorsionismo junto a la introducción de nuevas posturas no descritas en la tradición textual yóguica.

2) Instruir entre su alumnado a varias figuras claves en la expansión de esta práctica en Occidente y en la construcción del “yoga postural moderno”: Krishna Pattabhi Jois (1915-2009), Bellur Krishnamachar Sundararaja Iyengar (1918-2014), Indra Devi (1899-2002) y su hijo Tirumali Krishnamacharya Venkata Desikachat (1938-2016).

La biografía de este profesor presenta importantes lagunas porque el mismo fue reticente a contar mucho de ella. Muchos investigadores la consideran una creación entre el mito y la leyenda.

Krishnamacharya nació en Muchukundapuram, en la región de Karnataka, en el seno de una distinguida familia Brahmin de tradición vaisnava. Desde muy joven recibió una buena educación además de introducirse en la práctica yoga. Tras el fallecimiento de su padre, cuando tenía sólo 10 años, su madre decidió trasladarse con toda la familia a la ciudad de Mysore donde su abuelo había sido el director del Śrī Parakālamaţha, una institución monástica hindú de carácter vaisnava. En Mysore, Krishnamacharya continuó su formación en diferentes Universidades para profundizar en el sánscrito y la filosofía tradicional india.

Según su hijo (aunque puesto en duda por algunos investigadores), en 1915, cuando tenía 27 años, decidió peregrinar al Himalaya para encontrar un maestro que le ayudase a profundizar en sus estudios de yoga. Parecer ser que viajó hasta el lago Manasarovar, a los pies del monte Kailash, donde encontró en una cueva al que sería su maestro Rāmmohan Brahmacāri que vivía con su mujer y tres niños. Con él estudió siete años y medio y tras su formación le aconsejó regresar a su casa, formar una familia y enseñar yoga. Hoy en día se considera que quizás este maestro estuvo en realidad en la India del sur.

En 1924 regresó a Mysore y al año siguiente comenzó a impartir discursos religiosos en la región de Bangalore. Ese año conoció a su esposa de 17 años, Namagiriamma, la hermana del que luego sería su discípulo B.K.S. Iyengar.

Parece ser que al principio vivieron en la pobreza y que al final encontró un trabajo en una plantación de café en el distrito de Hassan en Karnataka, que compaginó con exhibiciones de yoga donde mostraba su capacidad para detener su pulso, parar coches con sus manos, retorcer su cuerpo en asanas imposibles y levantar objetos muy pesados con sus dientes.

En 1931 empezó a dar conferencias sobre filosofía hindú, y parece ser que su interpretación de los Upanishad llamó tanto la atención de la élite intelectual de Mysore que el propio Maharajá de la ciudad, Shri Nalvadi Krishnaraja Wadiyar (1884-1940), le pidió que impartiese clase de filosofía y yoga en el Colegio de Sánscrito (Pāţhaśālā) de su palacio. Sólo duró dos años en este puesto porque según Goldberg (2016), la estricta disciplina y su “arrogancia” le enfrentaron con su alumnado.

El Maharajá de Mysore era un apasionado de la cultura física y un activo defensor de revivir las prácticas tradicionales de ejercicio físico autóctono. Si entre 1919 y 1930 fomentó en su palacio, a través del profesor M.V. Krhisna Rao, una combinación de ejercicio físico tradicional y gimnástica (paralelas, trapecio, culturismo, lucha india y uso de armas), en 1933 decidió incluir el yoga y reconvirtió el gimnasio del Palacio Jagan Mohan en una sala de práctica recolocando a Krishnamacharya al frente hasta 1950, porque después de la Declaración de Independencia cerró para siempre. En 1952 Krishnamacharya se trasladó a Chenai para impartir clases de yoga en el Colegio Vivekananda de esta ciudad donde permanecería hasta su muerte en 1989.

Como se ha indicado antes Krishnamacharya enseñó durante 60 años, tiempo suficiente para que se produjese una importante evolución en sus enseñanzas que podemos resumir en dos importantes etapas: entre 1933-1950, cuando impartió clase en el Palacio Jagan Mohan para el Maharajá de Mysore y entre 1950-1989, cuando se trasladó al Colegio Vivekananda en Chenai.

La primera etapa de su enseñanza se caracterizó porque en sus clases sus discípulos eran sometidos a una vida austera, a una práctica intensa y a una disciplina diaria severa alejada de las posturas “accesibles” y las “sesiones cortas” desarrolladas por Shri Yogendra y Swami Kuvalayananda.

Se considera que en este periodo Krishnamacharya creó un sistema novedoso y original de yoga que se conoce como Vinyasa Yoga caracterizado por una gran dificultad técnica e incluir una secuenciación de asanas (dividas en iniciación, media y avanzada) en progresión ininterrumpida, supuestamente fundamentado en los escritos de una obra escrita en hojas de palma desaparecida llamada Yoga Kurunta.

Sin embargo, esta “originalidad” ha sido puesta en duda por investigadores como Goldberg (2016) y Singleton (2018) que consideran que en realidad su sistema fue una síntesis o evolución de diferentes corrientes que se estaban desarrollando en su época y la respuesta a la necesidad de tener que adaptar sus clases a la realidad evolutiva de sus alumnos (principalmente niños) y hacer frente a la competencia de las clases de acondicionamiento físico y lucha libre que se impartían también en el Palacio de Mysore.

Goldberg (2016) en particular, alude a que su sistema coincidía con el modelo de práctica que se había extendido en las clases de educación física en los centros educativos indios a partir de la política impulsada por Kuvalayananda de mezclar posturas tradicionales con ejercicios gimnásticos de instrucción militar, igual que cita la influencia del yoga “contorsionista” que estaba en las calles y en el circo como fórmula para captar la atención de los invitados en las exhibiciones que se realizaban en el Palacio de Mysore a interés del Maharajá, e incluso al “saludo al sol” (surya namaskar) en la noción de fluir de manera continua entre posturas.

Este investigador apoya su tesis citando que el propio Kuvalayananda después de una exhibición que realizó Krishnamacharya en Kaivalyadhama, su ashram de yoga en Lonavla, escribió al Maharajá de Mysore para expresar su desacuerdo con la dificultad técnica que implicaba su nuevo sistema así como se adulterase el yoga con posturas que estaban fuera de la tradición del yoga.

Singleton (2018) por otra parte, aunque también menciona algunos de estos aspectos otorga un papel central a la influencia de la Gimnasia Básica Danesa de Dane Niels Buhk (1880-1950) que estaba en la base de la educación física india. Esta gimnástica daba prioridad a la continuidad escalonada de ejercicios, en series de movimiento de naturaleza aeróbica con respiraciones profundas, y al estiramiento intensivo, y en particular, este investigador señala que 28 ejercicios descritos en una obra editada en 1925 por D.N. Bukh son idénticos o muy similares a los que aparecen en el Ashtanga Vinyasa de Pattabhi Jois.

Además, Singleton (2018) también resalta que le llamó la atención saber que Krishnamacharya incluyó más posturas de pie en los años 30 y que esto ocurrió justo después de observar el sistema de instrucción del regimiento de infantería británico.

En cuanto a la segunda etapa de sus enseñanzas en Chenai, se puede destacar que Krishnamacharya maduró y se “relajó” en su enseñanza y se enfocó hacia la dimensión más terapéutica del yoga adaptando sus clases a las limitaciones y capacidades de su alumnado e incluso a las personas discapacitadas.

Aunque no desarrolló un enfoque “científico” de los efectos terapéuticos del yoga como si hicieron Sri Yogendra y Swami Kuvalayananda, en sus escritos queda reflejada su preocupación por la correcta ejecución de las técnicas y la importancia de respetar una progresión por pasos adecuada (vinyasa krama), y lo más importante, el uso de posturas “contrarias” (pratikriyasana) que se realizaban después de las posturas estáticas con menos intensidad con el fin de contrarrestar los posibles efectos negativos y disfrutar de los beneficios que aporta la postura estática.

En esta etapa su sistema se caracterizó por incluir posturas estáticas y secuencias dinámicas de posturas que se realizaban sin interrupción; secuencias de ejercicios destinados a preparar las posturas estáticas; realización de ejercicios respiratorios unidos a las posturas desde un inicio; introducción de música y canto; el uso del mantra junto al pranayama; y la dimensión espiritual de la práctica.

Entre los alumnos más destacados que se formaron con él  y que representan hoy en día los creadores-impulsores del yoga postural moderno en el mundo estuvieron: K. Pattabhi Jois (1915-2009) creador del famoso Ashtanga Yoga; B.K.S. Iyengar (1918-2014) creador del Yoga Iyengar; Indra Devi (1899-2002) expansora del yoga en América gracias a sus alumnas de Hollywood Greta Garbo y Gloria Swanson; y su hijo T.K.V. Desikachat (1938-2016), que estudió con su padre 28 años y fundó el Krishnamacharya Yoga Mandiram y la Fundación Krishnamacharya Yoga and Healing en honor a sus enseñanzas.

Entre las obras más importantes de Krishnamacharya se pueden destacar Yoga Makaranda editado en 1935, que viene a recoger según Singleton (2018) el desarrollo experimental e innovativo que estaba realizando este profesor bajo la supervisión del Maharajá de Mysore, en una primera etapa donde no le daba excesiva importancia a seguir un orden en las posturas y Yogāsanagalu editado en 1941, en dónde ya aparecen un sistema más maduro con tablas de asanas y sus enlaces.

Goldberg, Elliott. (2016). The Path of Modern Yoga. The history of an embodied spiritual practice, Rochester, Vermont (USA): Inner Traditions.

Pagés, Fernando (2001). Krishnamacharya´s Legacy: Modern Yoga´s Inventor, Yoga Journal, 96-101, 161-168 pp.

Singleton, Mark. (2018). El Cuerpo del Yoga. Los orígenes de la práctica postural moderna. Barcelona: Kairós.

Singleton, Mark. y Byrne, Jean. (2008). Yoga in the Modern World. Contemporary Perspectives. London & New York: Routledge Hindu Studies.

Singleton, Mark y Fraser, Tara. (2014). T. Krishnamacharya, Father of Modern Yoga. In: Singleton, M. and Goldberg, E. (Eds). Gurus of Modern Yoga, Chapter 4 (83-106), New York: Oxford University.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Swami Kuvalayananda (1883-1966)

Jagannath Ganesh Gune, reconvertido en 1924 en Swami Kuvalayananda, destaca como pionero en la construcción de lo que hoy se denomina el “Yoga Moderno” por contribuir entre muchos aspectos a:

1) Introducir muchos estudios en laboratorio sobre el yoga. Kuvalayananda dirigió numerosas investigaciones para determinar los efectos fisiológicos de esta práctica con el fin de exponer claramente los efectos terapéuticos asociados a cada asana, y definir la dosificación, el tiempo de práctica a mantener en cada postura y la progresión de enseñanza para recibir sus mejores efectos fisiológicos.

2) Realizar una gran campaña de divulgación a nivel nacional e internacional de sus descubrimientos a través de la revista Yoga Mimamsa y sus libros, acercando esta práctica a los médicos y la clase media y alta india que antes la rechazaban por su oscurantismo.

3) Crear secuencias cortas y ordenadas de asanas y distinguir en el yoga postural entre posturas meditativas con fines de trascendencia, posturas terapéuticas con fines de tratamiento de la enfermedad y posturas de “cultura física” con fines de corrección postural, salud de la columna vertebral y mejora de las funciones fisiológicas (endocrinas y nerviosas). Kuvalayananda creó en 1925 una secuencia de 11 asanas, 1 bandha, 1 mudra, 2 kriyas y 2 pranayamas; en 1930 otra secuencia de 8 asanas y 1 pranayama y en 1931 una última secuencia de 7 asanas y 1 pranayama.

4) Introducir la práctica del yoga dentro de la educación física del sistema educativo indio y fundar una institución específica para formar y certificar a los profesores encargados de impartirla.

Jagannath Ganesh Gune nació en una familia de clase media en Dabhoi, en Gujarat, pero a los 14 años quedó huérfano de modo que su juventud se caracterizó por la carencia material y afectiva. Sus familiares eran tan pobres que sólo pudieron contribuir en su ayuda enviándole a un centro de Educación Secundaria en Pune donde subsistió con el alimento que aportaban las familias bhramin.

Desde muy joven sintió un gran interés por las artes marciales, y en particular, por el uso de las armas (shastar vidya) de modo que, en el año 1907, a la vez que estaba en la Universidad, se hizo alumno del profesor Rajratna Rajpriya, conocido como el profesor Manikrao. Con él aprendió que el ejercicio físico era el camino ideal para desarrollar un cuerpo fuerte y masculino, a la vez que fue influenciado en los ideales anticolonialistas.

Este profesor no sólo marcó su vida durante los tres años que estuvo con él al convertirse en una auténtica figura “paterna”, también marcó, según Goldberg (2016), su desarrollo profesional posterior en el mundo del yoga al infundir en Kuvalayananda un amor de por vida por el estudio y la investigación de las prácticas corporales y ofrecerle un referente de gestión para su ashram de yoga.

En 1910, tras graduarse en la Universidad de Baroda se separó de Manikrao para incorporarse como profesor en varios centros de Educación Secundaria. Influenciado durante su etapa universitaria por los ideales nacionalistas de Aurobindo Ghose y Lokmanya Tilak divulgó la causa nacionalista y el activismo social entre su alumnado igual que potenció el ejercicio físico con tintes militares en sus clases.

En esos mismos años también decidió ampliar sus conocimientos de yoga adquiridos en el gimnasio del profesor Manikrao. De hecho, decidió vivir como un yogin en una cabaña con un pequeño jardín y un ciervo y un pavo real como mascotas. Allí recibió a los entusiastas del yoga, incluidos los estudiantes del Instituto Indio de Filosofía. Uno de sus invitados, que después jugó un papel clave como mecenas para su proyecto, fue Pratap Seth, un industrial rico nombrado presidente del Instituto.

En 1918, sus ganas de profundizar la práctica le llevaron a buscar un guía formal y así, se convirtió en alumno de Paramhamsa Madhavadasji Maharaj, el mismo maestro que tuvo Shri Yogendra. Su relación con él durante dos años no fue como alumno interno del ashram sino como persona que compaginaba su vida en el exterior con visitas al maestro.

Según Alter (2007) la experiencia con este maestro le llevó a reformular en su cabeza sus ideas sobre la cultura física y a tomar conciencia de que el yoga debía formar parte de la educación física del país.

Alter (2009) y Goldberg (2016) citan que su interés por la investigación del yoga nació cuando empezó a realizar experimentos para determinar las bases científicas de los poderes “anormales” ligados al yoga que descubrió cuando estaba estudiando con Paramhamsa Madhavadasji Maharaj, con el fin de verificar si esas experiencias eran fenómenos puramente fisiológicos o psicológicos o mixtos.

Si su labor comenzó revisando la literatura del yoga, la fisiología y la psicología y haciendo entrevistas a yoguis, médicos e investigadores para encontrar la explicación a estos fenómenos, no encontró respuesta. Movido por una gran curiosidad decidió así empezar a realizar experimentos en el Hospital de Baroda encontrando su pasión en la vida: la posibilidad de investigar dos campos vírgenes en el estudio científico del yoga: las bases que explican los poderes del yoga y el alcance terapéutico del mismo.

En el Hospital de Baroda hizo experimentos fisiológicos para determinar las bases de técnicas tradicionales como la respiración (uddijana) y de limpieza (nauli) y los descubrimientos conseguidos rápidamente los compartió con Rabindranath Tagore, Jagadis Chandra Bose o el Doctor Nagir.

Si J.G. Gune llegó a ser nombrado Rector de la Universidad Nacional en 1920, el cierre posterior de esta institución por su activismo nacionalista contra los intereses colonialistas británicos, le permitió poder centrarse finalmente en su proyecto: fundar su propio centro de investigación para estudiar las bases científicas de los efectos terapéuticos del yoga y poder ofrecer tratamiento a las personas interesadas.

El centro se fundó en octubre de 1924 bajo el mecenazgo de Pratap Seht y recibió el nombre de Ashram Kaivalyadhama Yoga. Un centro que se ubicó en Valvan, junto a Lonavla, una ciudad de montaña ubicada entre Pune y Bombay, en el estado de Mahrashtra, que era frecuentada por la gente pudiente como centro vacacional para escapar del calor. Este mismo año cambió su nombre a Swami Kuvalayanda.

El ashram fue reforzado con el Laboratorio Patológico Rana Natwarsingh equipado con todo tipo de instrumentos de medición modernos para poder realizar investigaciones en materia de bioquímica, radiología, electrofisiología, psicología y educación fisiológica/física.

El mismo día de la inauguración salió a la luz la revista Yoga Mimamsa en la que se editaron los estudios que había realizado hasta el momento. Esta revista se estructuró en cuatro apartados: artículos científicos, semi-científicos, populares y miscelánea.

La revista trimestral Yoga-Mimamsa puede considerarse según Goldberg (2016) como una versión restringida de la revista Cultura Física de Bernarr Macfadden (1868-1955), el norteamericano autoproclamado padre de la cultura física de Occidente que ensalzó la importancia del ejercicio físico en la fisiología interna del cuerpo.

Kuvalayananda sabía que tenía que cambiar la visión que tenían la clase media y la élite india del yoga como teatro callejero y práctica oscurantista, y como estrategia introdujo en sus publicaciones dos mensajes claves para conseguirlo:

1) El yoga era una tradición física autóctona que mostraba la gloria precolonial intelectual del país y que demostraba la superioridad y grandeza de la antigua India (mensaje que encajaba con el fervor nacionalista que reinaba en el país) y

2) El yoga podía ser estudiado por la ciencia incluyendo en sus escritos con fotos, cada postura con su nombre, su descripción técnica, los puntos de estudio y sus efectos terapéuticos sobre músculos, vasos sanguíneos, sistema nervioso y órganos internos alejando al yoga de toda referencia mística y tántrica que no le interesaba a la clase media y alta india.

La suerte le acompañó porque no sólo las revistas y periódicos más importantes del país apoyaron su iniciativa y alabaron su trabajo, el propio Primer Ministro del país Moti Lal Nehru confesó públicamente que quedó impresionado con su visita a su laboratorio porque observó cómo el Yoga Terapéutico era capaz de superar las pruebas de la ciencia moderna e incluso que esta práctica se mostraba muy por delante de lo que se ha descubierto en Occidente.

Todas sus publicaciones tuvieron un gran impacto en la sociedad india y sus publicaciones se consideraron los textos más autorizados en materia de yoga. Hasta ese momento el yoga había sido asociado de forma genérica a obtener una buena salud sin especificar en ningún momento una relación entre tal asana con tal patología. De hecho, el yoga era una práctica en cierto modo “secreta” y reservada a los ascetas y renunciantes. Ahora era algo del dominio público.

Su proyecto alcanzó tal grado de éxito que en 1927 tuvo que crear una clínica paralela al ashram donde se reubicaron todas las actividades de investigación y tratamiento. Allí, llegaron a tratar a más de 1300 pacientes gratuitamente en tres años, y entre ellos estuvo nada menos que Mahatma Gandhi. Su fama fue tal que incluso los médicos empezaron también a prescribir la práctica del yoga en base a los experimentos y estudios publicados por Kuvalayananda.

El proyecto se expandió con éxito y así en 1932-36 se abrió un segundo ramal llamado Centro de Salud Iswardas Chunilal que cambió de sede varias veces; en 1944 se formó la sociedad Shreeman Madhava Yoga Mandira Samiti para coordinar el gran volumen de investigaciones científicas y publicaciones que había obtenido; y en 1955 nació la Seth Gordhandas Seksaria College of Yoga and Cultural Synthesis para formar profesores de yoga y certificar a los profesores de yoga de educación física.

Sus trabajos atrajeron también el interés de la comunidad internacional recibiendo la visita de Josephine Rathbone de la Universidad de Columbia, K.T. Behanan de la Universidad de Yale, los doctores Wegner de la Universidad de California, Bagchi de la Universidad de Michigan y Alberston de la Universidad de Colorado, así como estudiantes de la Academia de las Ciencias de Checoslovaquia y de la Universidad Médica de Budapest.

Al igual que Shri Yogendra, las ideas de Kuvalayananda estuvieron marcadas por las doctrinas de la cultura física occidental imperantes en el momento. Goldberg (2016) ha mostrado, por un lado, que su obra Asanas, una especie de manual médico que editó en 1931, copiaba específicamente muchos elementos (dosificación de las posturas en cuanto al número de repeticiones o tiempo de ejecución) de los trabajos que ya había publicado en Estados Unidos Bernarr Macfadden (1868-1955), y por otro, también ofrece muchos datos para mostrar la profunda influencia que tuvo la osteopatía y la quiropraxia en su sistema y en su defensa de que el yoga era una práctica privilegiada para la corrección postural y el rejuvenecimiento de la columna vertebral.

Respecto a su forma de entender el yoga destacar que adoptó la idea de una práctica grupal como Shri Yogendra, si bien se diferenció en que favoreció la participación en sus sesiones sin el pago de una cuota, posicionó en el centro de su sistema la postura de sarvangāsana (posición invertida sobre los hombros) por la multitud de beneficios que aportaba, enfocó la práctica al trabajo interno que era capaz de movilizar cada postura, respetó el formato tradicional de seguir una progresión lenta según las capacidades del practicante sin adoptar forzar las posturas ni introducir ejercicios dinámicos ni expansivos.

La influencia de Kuvalayananda en su momento fue tal que el propio Maharajah del Palacio de Mysore en su labor de promocionar y ensalzar la cultura física del yoga, envió a Tirumalai Krishnamacharya (1888-1966), una de las figuras clave en el desarrollo del “yoga postural moderno” que conocemos hoy en día, a sus centros de investigación para que estudiase que hacía allí y Singleton (2018) considera que este después adoptó elementos en su sistema.

Respecto a la introducción del yoga en el sistema educativo simplemente añadir que Kuvalayananda tuvo una destacada trayectoria en el ámbito educativo que le permitió conseguirlo. Además de haber sido profesor en varios centros de secundaria, en el año 1916 creó la Sociedad Educativa Khadesh y en el año 1937 el gobierno de Bombay le nombró el director de un comité asesor educativo con el fin de elaborar un plan de implantación de la educación física en los centros educativos de la región. Desde esta posición pudo defender que el yoga era una parte de la tradición corporal autóctona que debía estar presente en los centros educativos. Kuvalayananda además contribuyó a la fundación del Instituto de Educación Física de Kandivali en 1937 y en 1957 del Instituto Nacional de Educación Física Lakshmibai en Gwalior.

Para concluir decir que Kuvalayandra no se casó y dedicó toda su vida a la investigación, la divulgación del yoga y la ayuda a los demás. Entre sus obras más importantes figuran Asanas y Pranayama editadas en 1931. Murió en 1966 después de un segundo ataque al corazón a la edad de 83 años, una buena media de edad comparado a la edad mortalidad en la India de su época.

Alter, J.S. (2009). Yoga in Modern India. The body between science and philosophy, Charper 3 (73-108 pp), New Delhi: New Age Books.

Alter, J.S. (2007). Yoga and Physical Education: Swami Kuvalayananda’s Nationalist Project, Asian Medicine 3, 20-36.

Goldberg, E. (2016). The Path of Modern Yoga. The history of an embodied spiritual practice, Rochester, Vermont (USA): Inner Traditions.

Singleton, M. (2018). El Cuerpo del Yoga. Los orígenes de la práctica postural moderna. Barcelona: Kairós.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Shri Yogendra (1897-1989)

Manibhai Haribhai Desai, reconvertido a partir de 1923 en la figura de Shri Yogendra, no sólo destaca como el pionero de una nueva visión del yoga ligada a la educación física de su tiempo y semilla de lo que hoy en día se denomina el “Yoga Moderno”, también por que fue una persona con el valor suficiente como para:

1) Renunciar a convertirse en el sucesor de su maestro y preferir convertirse en un “simple profesor” de yoga. Con ello, abrió un campo profesional del que todos podemos beneficiarnos hoy en día.

2) Romper con la tradición de tener que “renunciar” al mundo y convertirse en “asceta” para poder acceder a esta práctica. Abrió públicamente el yoga a la clase media india y a Occidente mediante el simple pago de una cuota y lo reconvirtió en un acto socio-grupal lejos de la privacidad y el aislamiento.

3) Redirigir el objetivo de esta práctica desde la búsqueda de la fusión con el Ser y/o la “Iluminación”, al cuidado de la salud y la mejora de la calidad de vida de sus practicantes; y desde el esoterismo y el secretismo de la dimensión tántrica-mágica que lo impregnaba, a la visión científica y divulgativa moderna.

Goldberg (2016) cita que Yogendra salvó el yoga de los bosques y los renunciantes y lo separó de la religión para ofrecer sus beneficios a todo el mundo independientemente de sus orígenes e ideas religiosas.

Pero empecemos por el principio. Yogendra tuvo la suerte de poder profundizar en la tradición del yoga gracias a que, en el año 1916, cuanto tenía 19 años, decidió hacerse discípulo del maestro Paramahamsa Madhavadasaji después de conocerle en un discurso que ofreció en Bombay.

Parece ser que, tras superar las resistencias familiares a que adoptase una vida ascética y se incorporase en el ashram de este maestro, no sólo logró ser iniciado en el yoga postural, también pudo observar de primera mano cómo Madhavadasaji utilizaba esta práctica (sus posturas corporales, técnicas respiratorias y de limpiezae incluso la dieta) como recursos para mejorar la salud de muchos “pacientes” que acudían a él en busca de consejo.

Cuánto llegó a aprender o profundizar en el conocimiento del yoga con su maestro es un interrogante sin resolver porque tan sólo un año y medio después de ingresar en el ashram no sólo decidió abandonar a Madhavadasaji, también renunció a la oferta de convertirse en su sucesor para regresar a la vida secular y crear una nueva profesión desconocida hasta el momento en la India: “profesor de yoga”.

¿Qué factores pudieron contribuir a que Yogendra adoptase esa decisión? En su biografía Goldberg (2016) cita el distanciamiento que tuvo de su maestro debido a incompatibilidad de caracteres (alejamiento que en verdad no fue total dado que Yogendra siguió manteniendo correspondencia postal con su maestro para contarle sus decisiones con respecto a la práctica y divulgación del yoga).

Singleton (2018) por otro lado, introduce en sus escritos episodios que pueden indicar un “distanciamiento” de base en su personalidad respecto de los “profetas” del yoga. Uno es que cuando era muy joven casi fue raptado por unos kanphatas, (personajes asociados a prácticas oscuras del yoga y el rapto de niños) y otro es el rechazó de la oferta de tres yoginis que aparecieron en su casa y que le ofrecieron que les acompañase para enseñarle los secretos más ocultos del yoga. Un encuentro, que añade este investigador, reafirmó en él la importancia de recuperar el yoga de la custodia de los ascetas y otros autoproclamados poseedores de la verdad absoluta.

Pero quizás el factor más importante a tener en cuenta según Goldberg (2016) y Singleton (2018) es su profunda inmersión en la cultura física moderna occidental. Yogendra tuvo, por un lado, una formación académica “occidental” durante la cual mostró una gran pasión por la gimnasia, la calistenia y la lucha libre, y por otro, a lo largo de su vida recibió de forma directa la influencia de las nuevas corrientes corporales que habían nacido en Europa – Estados Unidos centradas en la condición física y la salud.

Respecto al primer punto hay que añadir que Yogendra se formó en la Escuela Inglesa Amalsad en Degam y después en el Colegio San Xavier en Bombay. Durante esta etapa, experimentó tal interés por el ejercicio físico para fortalecer su débil cuerpo adolescente y por la lucha libre que llegó a abrir un gimnasio en su escuela, faltando muchas veces a clase para ir a entrenar en el mismo. Allí, de la mano de su mentor Gulababhai Desai, entró en contacto con los avances en cultura física occidental e incluso llegó a convertirse en un Míster Universo de la musculación.

Con respecto a las nuevas corrientes corporales occidentales que estaban llegando a la India, hay que mencionar por un lado los ideales y fórmulas del movimiento gimnástico iniciados por J.C.F. GuthMuths (1759-1839), F.L. Jahn (1778-1852) y desarrollados como gimnástica terapéutica por P.H. Ling (1776-1893), el Movimiento Muscular Cristiano de T.W. Higginson (1823-1911) y la calistenia de J.P. Műller (1866-1938) y E. Sandow (1868-1925), y por otro, las terapias naturales alternativas a la medicina moderna representadas por la  osteopatía de A.T. Still (1828-1917),  la quiropraxia de D.D. Palmer (1845-1913) o la Cura Natural de V. Priessnitx (1799-1851), L. Kuhne (1835-1901) y G. Stebbin (18587-1934).

Aunque Yogendra criticó explícitamente muchas ideas de la cultura física occidental en sus escritos y quiso erradicar toda relación entre el yoga y la cultura física occidental, lo cierto es que los investigadores actuales han mostrado las numerosas influencias e ideas que copió de estas corrientes para crear su yoga moderno y científico. La razón de esta incongruencia hay que buscarla en las corrientes nacionalistas en la que estaba inmerso el país en esta época y que le hicieron defender que el yoga era la terapia “genuinamente” India, más antigua y eficaz que las propuestas europeas.

En particular, Goldberg (2016) aporta datos para desvelar la gran influencia que tuvieron J.P. Műller y G. Stebbin en el modelo de yoga de Yogendra (e incluso en el modelo de trabajo del yoga moderno). Respecto del primero cita:

– La aparición de rutinas “cortas” de práctica postural y la simplificación de las posturas (asanas) para hacerlas más accesibles a todos. Yogendra en particular decidió adoptar una secuencia de 13 asanas de las 84 que se practicaban ya en su época.

– La introducción de ejercicios físicos dinámicos con fines de acondicionamiento físico y la inclusión de nuevas posturas de pie para preparar las posturas estáticas y prevenir lesiones. En este sentido introdujo estiramientos dinámicos y ejercicios balísticos tomados de la calistenia, la ejecución a derecha e izquierda de las posturas y tiempos de ejecución cortos codificados (dos minutos para las figuras dinámicas y un minuto para las estáticas).

– El trabajo conjunto y por primera vez de las técnicas respiratorias con las posturas (asanas) en línea con las propuestas de Műller de coordinar la inspiración-espiración con el movimiento y que denominó Ritmo Yogendra.

– La noción de que el ejercicio físico ayudaba a trabajar la fisiología interna del organismo, el sistema nervioso, los órganos, etc.

Con respecto a las corrientes de curación natural importadas de Occidente cita:

– La transformación de su Instituto de Yoga en una clínica para tratar la enfermedad y el reforzamiento de su visión de que el yoga postural era una terapia alternativa.

– La importancia de la relajación y la respiración natural en el yoga como medio para combatir el estrés y rejuvenecer el cuerpo. Yogendara introdujo la pauta de que al inicio de la sesión se realizase la postura Sukhasana (sentado con las piernas cruzadas por los tobillos con el tronco erguido y las manos reposando en las rodillas) para “observar” la respiración durante un minuto con el fin de reestablecer la armonía interna antes de comenzar; y al final de la sesión la postura Savasana (tumbado boca arriba en el suelo) como ejercicio final de relajación (no de desconexión) para aprovechar los frutos de la sesión.

– La ampliación de sus conocimientos sobre fisiología, higiene y salud corporal. Yogendra colaboró con el médico misionero John W. Fox ubicado en el Hospital Misionero Brethern de Bulsar y este influyó mucho en el contenido de su obra Yoga: Higiene Personal editada en 1930. Parecer ser que este médico le invitó a observar sus trabajos quirúrgicos en el hospital y le ayudó a profundizar en sus conocimientos de fisiología y salud.

– La definición del yoga como “tecnología” capaz de conseguir que las personas alcancen los estados más elevados a nivel físico, mental, psíquico y ético, superando el lento proceso de evolución; así como su defensa de que el yoga era una herramienta capaz de cambiar la genética humana, por influencia de las teorías eugenésicas.

La carrera de Yogendra como profesor de yoga arrancó sin quererlo gracias a la ayuda de su maestro Madhavadasaji. En 1917, cuando estuvo con él en su ashram, este le pidió que tradujese la obra Gitanjali del poeta Rabindranath Tagore. Parece ser que un año después, tras haber abandonado a su maestro, la traducción atrajo tanto la atención del Vicerrector de la Universidad de Bombay que le invitó a su casa para hablar con él. A partir de ese contacto pudo conocer a gente influyente de la sociedad india. Personas como el ingeniero Homi Dadina, yerno de Dadabhai Naoroji, un renombrado líder político nacionalista, al que le recomendó la práctica del yoga para superar todos los males que la medicina occidental no le había permitido solucionar.

Dadina encantado no sólo le invitó a dar clase a él y otros amigos en una casa que tenía en la playa en Versova (Bombay) y que pronto se convirtió en el primer centro público de yoga del mundo: el Instituto de Yoga, también le acompañó a Estados Unidos cuando Yogendra quiso divulgar las virtudes y beneficios de esta práctica más allá de las fronteras indias.

La buena estrella de Yogendra para expandir su visión del yoga aunque empezó bien, no terminó como él hubiese deseado. Yogendra arrancó su proyecto de expansión del yoga con un viaje a Estados Unidos en 1919. Allí, además de realizar exhibiciones de las técnicas del yoga y mostrar su capacidad para triplicar el tamaño de un pulmón respecto al otro, controlar su temperatura corporal, producir electricidad con sus manos e incluso parar su reloj a voluntad, también expuso el tratamiento terapéutico que había aplicado con muchos pacientes en su Instituto de Versova.

Aunque sus ideas pronto conquistaron el interés de los norteamericanos, que rápidamente le apoyaron para crear en 1920 la primera franquicia de su escuela: el Instituto de Yoga de América en las Montañas Bear, en el valle de Huston junto a Nueva York, igual que le animaron a dirigir diferentes estudios de laboratorio para investigar las virtudes del yoga con la ayuda de distintos médicos y naturópatas de vanguardia como Benedict Lust y John Harvey Kellogg, en 1922 decidió regresar a la India para ayudar a su padre enfermo.

Tras su regreso, aunque movió los hilos para crear un centro internacional de yoga, la suerte no le acompañó. Según sus biógrafos Swami Kuvalayananda, otro seguidor del yoga que se había presentado a la sociedad india como discípulo y sucesor de su maestro Paramhamsa Madhavadasaji le hizo la competencia con tal tenacidad, que se vio obligado a cambiar varias veces la sede de su Instituto de Yoga en Bombay, de modo que no fue hasta el año 1948 cuando pudo hacer realidad su sueño gracias al mecenazgo del Rustom J. Irani.

Parece ser que Yogendra en verdad no pudo volver a Estados Unidos por la nueva ley de inmigración que se impuso en este país, la Ley de Exclusión Asiática, de carácter racista y eugenésica, lo que le obligó a centrar su trabajo en el Instituto del Yoga de Bombay.

Como últimos datos de interés a añadir decir que Yogendra se casó para demostrar que el yoga era una profesión que podría adoptar cualquier persona e incluso llegó a tener dos hijos: Jayadeva Yogendra y Vijayadev Yogendra; y en su legado figuran obras tan importantes como: Yoga Asanas Simplificado (1928) Yoga: Educación Física (1928), Yoga: Higiene Personal (1931), Hatha Yoga Simplificado (1931), Posturas Meditativas Simples (1934) o Métodos Respiratorios (1936).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Goldberg, E. (2016). The Path of Modern Yoga. The history of an embodied spiritual practice, Rochester, Vermont (USA): Inner Traditions.

Singleton, M. (2018). El Cuerpo del Yoga. Los orígenes de la práctica postural moderna. Barcelona: Kairós.

Singleton, M. y Byrne, J. (2008). Yoga in the Modern World. Contemporary Perspectives. London & New York: Routledge Hindu Studies.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Orígenes: Mudrā en la Tradición Esotérica

El mudrā experimentó un desarrollo sin precedentes con el florecimiento y la expansión de la tradición tántrica en el siglo VII en la India, en el siglo VIII en China y Tíbet y en el siglo IX en Japón.

Dentro de la tradición tántrica india, se puede afirmar que, aunque existen referencias sobre el uso de gestos con las manos desde el siglo IV, en verdad, el mudrā no maduró como sistema hasta los siglos VI y VII, apoyado principalmente por dos tradiciones diferenciadas: shivaistas y saktas.

Respecto a la primera, hay que indicar que, el shivaísmo tántrico no ortodoxo, tuvo un desarrolló paralelo a la tradición védica en la India en base a dos importantes interpretaciones: a) atimārga (vía externa o suprema), que acogió a las escuelas Pāsupata y Lākulīsa; y b) mantramārga (vía de los mantras), que albergó las escuelas Siddhanta y Kāpālika, interesadas particularmente en el desarrollo de poderes “sobrenaturales” (siddhis).

Dentro de los primeros textos tántricos de la tradición Mantramārga, Shiva fue adorado en sus formas de Sadāśiva o Bhairava y el mudrā era utilizado, junto al mantra, en complejas visualizaciones cuyo objetivo era convertirse en “sirviente” de la divinidad tras la muerte, alcanzar la liberación para estar al lado de Shiva, o bien, cómo fórmula de “posesión” para encarnar a la divinidad.

En la obra Niśvāsatattvasaṃhitā (siglos IV-VI) de la escuela Siddhānta, el mudrā es presentado como un mediador entre el mantra de la divinidad y el cuerpo del practicante, y sirve para favorecer una especie de “posesión” que ayuda a encarnar a la divinidad.

En este documento se mencionan al menos 10 mudrās, y entre ellos, destaca particularmente el ksurikāmudrā ̣ o kartarimudrā (cuchillo), un gesto de manos que se aconseja realizar al fallecer para abandonar voluntariamente el cuerpo y unirse a Shiva.

Sin embargo, en el Svacchandatantra (siglos IV-VI), un texto devocional dedicado a Bhaivara en el que aparecen hasta 20 mudrās, estos son presentados ya dentro de un contexto de transmisión por iniciación y aparecen dotados de un nuevo sentido: el mudrā como medio para alcanzar estados mentales particulares y para adquirir cualidades o poderes asociados a la deidad adorada.

En cuanto a la escuela Kāpālika, representada por personajes oscuros que adornaban su cuerpo con huesos humanos y cuya vida estuvo ligada a la vida en los cementerios y crematorios, matizar que el mudrā fue utilizado en rituales de magia negra y con el fin de adquirir ciertos poderes sobrenaturales. En particular, los textos mencionan el uso de cinco y seis mudrās transmitidos a través de un ritual de iniciación por parte de un gurú.

En la tradición tántrica sakta, asociada al culto a la yogini y al ritual Vidyāpītha, los mudrās adquirieron un gran protagonismo. En la obra Brahmayāmala se llegan a enumerar hasta 50 mudrās, y en el Jayadrathayāmala, hasta 270.

En ambos documentos el mudrā se utiliza tanto para representar objetos que portan las deidades tántricas (caracola, disco, flor, etc.), como para experimentar estados de “posesión-comunión” con deidades femeninas (yoginis y dakinis).

Si cambiamos el marco de referencia para mirar a la tradición tántrica desarrollada en Cachemira en los siglos X-XI, encontramos que dentro de la Escuela Trika, que englobó las tres ramas: Kaula, Trika y Krama, la última cita el mudrā como un medio específico para alcanzar diferentes estados de conciencia internos, desligándose por completo del trabajo con el mudrā hacia el mundo exterior.

En esta tradición se habla del mudrā como una fórmula para desarrollar prácticas mágico-esotéricas como “salirse del cuerpo”, “entrar dentro del cuerpo de otro ser” o alcanzar la “comunión con la conciencia absoluta”, y se presenta al mismo como en un estado de conciencia y no sólo como en un gesto de manos como ocurría en el resto de las tradiciones.

En la escuela Krama se nombra en especial, una secuencia estable de cinco mudrās: karaṅkinīmudrā, krodhinīmudrā, khecarīmudrā, lelihanāmudrā y bhairavīmudrā, que se asocian con la totalidad del universo, los chakras, los cinco siddhas y los estados de conciencia asociados a ellos, y se enaltece un mudrā en particular, el vismayamudrā o dhāmamudrā o kramamudrā, por representar para esta escuela el estado de conciencia más elevado.

Entre las figuras más importantes que desarrollaron los primeros textos tántricos de la escuela Krama destaca Abhinavagupta (975-1025). Para este pensador el mudrā guarda cierta simbología sexual y es un gesto capaz de provocar estados alterados de conciencia, síntomas ligados al despertar del Kuṇḍalinī yestados de posesión.

Dentro de la tradición budista tántrica se considera que los primeros sutras en los que apareció la descripción del uso ritual de gestos con las manos fueron el Murimandarajukyo (siglo VI), en el que se nombran 16 mudrās, y el Daranjikko (siglo VII), en dónde se mencionan más de 300.

Sin embargo, dentro de esta misma tradición, tambiénse considera que el término mudrā como tal, no comenzó a aparecer en los textos esotéricos hasta la dinastía Pala (siglos VIII-XII), momento en el que, además, empezó a ampliarse poco a poco su número y complejidad.

En particular, se considera que fue en el Guhyasamāja Tantra (siglo VIII), donde se empezó a utilizar plenamente la palabra mudrā para indicar las posiciones de las manos de las deidades tántricas budistas a visualizar, y dónde se comenzaron a asociar los mudrās clásicos de la iconografía budista de tocar el suelo (bhumisparsa), ofrecimiento (varada), protección (abhaya), enseñanza (vyakhyana) y meditación (dhyana), con los cinco budas del budismo esotérico.

Después, en la obra Mañjuśrīmūlakalpa, traducida al chino en el siglo X y en donde se listan 108 mudrās combinados con sus mantras, quedó finalmente establecido que los mudrā representan un código ritual específico basado en las diferentes formas de entrelazar los dedos para venerar a las deidades.

Con el tiempo, la tradición del budismo esotérico fue ampliando su panteón de deidades, creándose diferentes familias de budas, bodhisattvas y consortes. Una realidad que supuso, entre otras cosas, que en obras como el Sādhanamālā y el Nipannayogāvalī (siglos XI-XII) apareciesen nombradas hasta 600 deidades, muchas de las cuales tenían asociadas sus propios mudrās complejos y particulares.

Por ejemplo, en el Sādhanamālā, se describe el siguiente mudrā:  las palmas de las manos unidas, los dedos corazón extendidos formando una aguja y los dedos índices curvados hasta tocar la tercera falange con sus puntas, los dedos anulares ocultos en la palma y los meñiques extendidos. Es el utpala mudrā, la flor que Tara porta en su mano izquierda.

En el budismo esotérico chino y japonés, el mudrā pasó a formar parte de la doctrina de los tres misterios (sanmitsu): pensamiento, palabra y acción, y en particular, el mudrā se convirtió en la acción corporal física que debían unirse al mantra y al pensamiento para activar el poder de los rituales.

Dentro de la tradición taoísta en China, también existen referencias al uso de la mano en rituales de exorcismo y sanación desde muy antiguo y como una tradición propia e inicialmente independiente al uso de los gestos de la mano de la tradición india y budista.

En las investigaciones realizadas por Cho (2013) se manifiesta la existencia de referencias al uso de la mano con fines curativos en China desde los siglos I-II a.C. En particular, se alude al ritual zhuyou, un método que aparece nombrado en el Canon de Medicina Interna del Emperador Amarillo (Huangdi neijing), una obra que trató en su momento de unificar y estructurar los diferentes métodos curativos existentes en el país.

En este texto se alude a que este ritual servía para revelar y expulsar las causas ocultas e imperceptibles de la enfermedad y para ayudar a eliminar los bloqueos en la circulación de la energía (qi), exorcizar espíritus malévolos, devolver el equilibrio emocional y recuperar la virtud perdida.

Lo importante de este ritual es que no sólo englobó técnicas como el rezo, los talismanes, los encantamientos y los medicamentos, también el uso de gestos con las manos.

En cuanto a qué se hacía específicamente con las manos, no está claro. Hay que esperar a la primera parte de la dinastía Tang (618-907), para encontrar dos obras en las que se hizo una mención explícita a diferentes técnicas de exorcismo y sanación. 

En la obra “Formulario de Recetas por valor de Mil” (Qianjing Yifang), redacta por Sun Simiao (581-682), se incluye un capítulo específico titulado “Canon de exorcismos” en el que se describen gestos de manos para realizar exorcismos; y en la obra “Palabras-Dhāranī de Jāngulī, la Mujer Venenosa” (Changjuli dunu tuoluoni zhoujing), supuestamente redactada por el monje chino Gupta en los años 650, aparece explicada una técnica terapéutica que consistía en presionar sobre diferentes partes de los dedos de la mano para curar diferentes patologías y subyugar a los espíritus.

Jāngulī es una deidad femenina asociada a las serpientes que era invocaba a través de encantamientos, talismanes de protección, sellos de madera con dibujos y gestos con las manos para hacer frente a dragones y serpientes. Es curioso descubrir que, en la intervención, los encantamientos debían ser recitadas sobre agua que luego era vertida sobre la persona aquejada del problema.

En particular, el tratamiento indicaba entre otras fórmulas, la presión sobre la yema del pulgar de la mano derecha para neutralizar los conflictos, la ira y el odio, la presión sobre la base del dedo meñique de la mano derecha para tratar enfermedades heteropáticas, la presión sobre la base del pulgar y sobre la yema del dedo anular de la mano izquierda para tratar las mordeduras de serpientes, la presión sobre la parte media del dedo índice de la mano izquierda para tratar el qi caliente y la ansiedad o la presión sobre la base del dedo meñique para tratar los ojos rojos; y la presión sobre la raíz del pulgar, la yema del índice, la yema del corazón, la raíz del dedo corazón, la zona media del dedo anular de la mano derecha para invocar, subyugar y perseguir a las “sombras”, la presión sobre la yema del dedo índice de la mano izquierda para ver la verdadera forma de una sombras que ha tomado la forma de un cuerpo humano.

Se debe apuntar que esta obra fue recogida y traducida después en el siglo VIII por Amoghavraja, uno de los patriarcas del budismo tántrico en China, y que, en su traducción, este monje aludió a que la mano actuaba como un sello que se coloca sobre diferentes partes del cuerpo para potenciarlas (hombros, corazón, garganta y frente) y que finalmente se debía “romper” el gesto de manos encima de la cabeza para visualizarse como Jāngulī.

En otro texto taoísta de la época, ligado a la figura de T´ao Hang-Ching y titulado “Escritura roja de los tres registros divinos” (año 632 aprox.), aparecen asociadas las diferentes partes de la mano con los cincos planetas y los cinco agentes, y se describe el uso de sellos realizados con los dedos de la mano o con sellos de madera o papel, que debían ser aplicados o impresos sobre diferentes partes del cuerpo acompañado de conjuros, y que otorgaban la capacidad de levitar, andar sobre el agua, etc.

Más adelante, en la obra Shengji Zonglu del siglo XII, una colección que recopilaba el conocimiento médico de la época promovido por el emperador chino Huizong (r. 1100-1125), se incluye la descripción de una técnica curativa basada en el uso de las manos.

En particular, se cita el término mu, las diferentes secciones de los dedos y de las palmas de las manos que se ligaban al tratamiento de determinadas enfermedades. Presionando sobre ellas mediante gestos especiales realizados con las manos y recitando encantamientos se podía expulsar la enfermedad y los espíritus negativos.

SIMBOLOGÍA APLICADA A LA MANO

Una de las claves que facilitó la evolución del mudrā en la tradición tántrica fue la existencia de un marco simbólico con relación a las diferentes partes de la palma de la mano y los dedos.

Este hecho se puede rastrear en la tradición taoísta y budista. Existen múltiples diagramas que muestran códigos en la mano para recordar-memorizar y trabajar con diferentes conceptos y conocimientos.

Por ejemplo, entres los seguidores de la astrología china existía un diagrama que utilizaba los dedos de la mano para memorizar la combinación de las doce ramas terrestres y los diez tallos celestes con relación a los doce animales del zodiaco chino, igual que en la tradición de la adivinación había un diagrama para trabajar con los diferentes hexagramas del I Ching, o para representar los nueve palacios del cuadrado mágico.

En la tradición médica china también había diagramas para recordar conceptos médicos complejos como las seis calidades climáticas, horas del día, los cinco agentes, los etc.

Con respecto al budismo, en la cueva de los mil budas (Mogao) de Dunhuang (China), se encontró uno de los primeros diagramas palmares en el que se relacionan conceptos budistas con los dedos de la mano.

En particular, en este dibujo, fechado en la mitad final de la dinastía Tang (618-907), cada dedo de las manos aparece asociado a uno de los cinco elementos: fuego, agua, tierra, aire y vacío, y a una de las 10 virtudes budistas: meditación, esfuerzo, paciencia, preceptos, caridad, sabiduría, significado, votos, poder y conocimiento.

Este tipo de representaciones gráficas continuó en el tiempo, y así, encontramos el diagrama “Nombres misteriosos de los Diez Dedos” (Shizi yiming), del siglo XII, una representación budista que sigue el modelo de significados de las manos de la cueva de Dunhuang, y el diagrama “Diagrama de Mudrā para memorizar los 18 caminos” (Shiba Daosi ji yintu), del siglo XVIII, con la misma tendencia.

Dentro de la tradición budista tántrica, también existe un texto del siglo XI atribuido a Sasvatavajra en el que la mano aparece descrita como un mandala dentro del ritual hastapūjāvidhi. En particular, la mano aparece dividida en tres zonas:

a) Un círculo externo conformado por los dedos, en dónde el devoto evoca los cinco elementos en su manifestación femenina: el pulgar representa la tierra y a la deidad Pātanī; el índice el elemento agua y Māranī, el corazón el Fuego y Akarsanī, el anular el aire y Narttesvarī y el dedo meñique el vacío y Padmajālinī.

b) Un círculo medio ligado a las uñas en el que se evocan a los cinco budas espirituales, sus colores y sus respectivas sílabas sagradas: La uña del pulgar se asocia a Amoghasiddhi, al color blanco y al mantra om hah namah; la del índice a Vairocana, el amarillo y hi svaha; el corazón a Amitāba, el rojo y hum vausat; el anular a Aksobhya, el negro y he hum hoh; el meñique a Ratnasambhava, el verde y phat ham.

c) Un círculo interno o central que correspondería a la palma de la mano y que acogería un loto de cinco pétalos en dónde aparecerían representados cinco diosas con sus colores y mantras: Yāminī, el color negro y el mantra ham yom; Mōhanī, blanco, hrim mon; Sañcālinī, amarillo, hrem hrim; Santrāsinī, verde, ngam; Chandikā, gray, phat, y en el centro de la mano vajravārāhī, rojo, om vam.

En la obra publicada por Saunders (1985), se explica que, en el budismo tántrico, la mano se convirtió en un universo en miniatura para representar una cosmología compleja con su propio vocabulario.

De hecho, la mano derecha pasó a simbolizar el sol, la inteligencia, el mandala del diamante (kongōkai), el reino de lo divino, mientras que la mano izquierda simbolizaba la luna, la meditación, el mandala matriz (taizokai) y el reino de lo humano, y los dedos los diez preceptos, los cinco elementos, los cinco budas y bodhisattvas, etc.

Mano izquierda

PulgarÍndiceCorazónAnularMeñiqueDedos
DiscernimientoAcciónPercepciónSensaciónForma5 Agregados
KonrinByakusanKojuShajoSho5 Bosatsu
SabiduríaMeditaciónMemoriaEnergía5 Raíces
ConocimientoPoderVotoMétodoÉtica10 Virtudes
VacíoAireFuegoAguaTierra5 Elementos
DainichiAshukuHoshoAmidaShaka5 Budas
HumanosAsurasAnimalesPretaInfierno10 Mundos

Mano Derecha

PulgarÍndiceCorazónAnularMeñiqueDedos
DiscernimientoAcciónPercepciónSensaciónForma5 Agregados
KonrinByakusanKojuShajoSho5 Bosatsu
SabiduríaMeditaciónMemoriaEnergía5 Raíces
MeditaciónEsfuerzoPacienciaDisciplinaCaridad10 Virtudes
VacíoAireFuegoAguaTierra5 Elementos
DainichiAshukuHoshoAmidaShaka5 Budas
BudasBosatsuPratyekaSravakaDioses10 Mundos

Nota: 5 Agregados= los elementos constituyentes de un ser inteligente; Bosatsu= cinco formas de conocimiento; Sho= el victorioso, el que porta la espada de la sabiduría; Shajo= el que elimina los obstáculos y las ilusiones; Koju= el que aporta el fuego, el brillo y lo inmaculado; Byakusan= la compasión; Konrin= la docTrina; 5 Raíces= cinco órganos de los sentidos.

(Fuente: Saunders 1985).

TAXONOMÍA DE LOS MUDRĀS ESOTÉRICOS

Según Saunders (1985) los mudrās del budismo esotérico japonés se clasifican de forma general en dos categorías: “con forma” (ugyō), es decir, posiciones de manos en donde se sostienen objetos de meditación (una espada, un vajra, un loto, una rueda, etc.) y “sin forma” (mugyō) posiciones de manos que ayudan a materializar ideas, conceptos abstractos o intenciones del practicante.

Dentro de los mudrās sin forma, la obra Kongōchōkyō distingue cuatro tipos de mudrās:

– Mudrās Mayores (dai-in o mahā jñāna mudrā), mudrās que se utilizan en los rituales junto a mantras semilla (bija), intenciones-emociones ligados a los atributos de las deidades y estatuas o visualización de deidades, para alcanzar los cinco estados de conciencia asociados al buda central Vairocana, con el fin de fusionarse con la divinidad en la meditación.

Mudrās Convencionales (sammayagyō-in o sammaya jñāna mudrā), gestos que representan objetos ligados a las diferentes deidades esotéricas de los mandalas (espada, loto, diamante, concha, campana, etc.).

Mudrās Karma (Komma-in o karma jñāna mudrā) que sirven para expresar comportamientos que inspiran respeto y las acciones o palabras de Buda y tienen fines funcionales.

Mudrās Esencia (hō-in o dharma jñāna mudrā) que sirven simplemente para acompañar los mantras.

Como en la tradición esotérica se entiende que los mudrās son efectos y no causas, se considera que los Mudrās Mayores habrían nacido de las dinámicas internas que experimentó Buda en su camino hacia la iluminación, mientras que los Mudrās Convencionales, Karma y Esencia habrían nacido del conocimiento y la investigación del practicante, y en una dimensión mística, de la transmisión de los mismos por parte de las deidades.

Otra forma de clasificar la extensa variedad de mudrās que existen en el budismo esotérico japonés, es diferenciarlos en mudrās “madre”, o posiciones de las manos de las que habrían surgido familias de mudrās.

En este sentido se pueden diferenciar mudrās que se realizan con una mano o con las dos manos; mudrās que nacen del puño cerrado o de la mano abierta; y mudrās que nacen de la unión de manos individuales que se unen o de las dos manos entrelazadas por sus dedos.

Bajo esta perspectiva, los mudrās más importantes son:

1.- Puño de Loto (Renge ken-in o tai-ken), que simboliza un capullo de loto por florecer. Según Saunders (1985), es el gesto del que nacen todos los mudrās del mandala matriz (taizokai).

2.- Puño Diamante (Kongō ken-in) que simboliza la indestructibilidad del diamante. Según Saunders (185) es el puño del que nace todos los mudrās del mandala diamante (kongōkai) y los mudrās ligados a los Karma mudrā (Komma-in).

3.- Mano que Ofrece (Segan-in) que simboliza la compasión de Buda hacia todos los seres ofreciendo todo lo aprendido al mundo para superar el sufrimiento.

4.- Mano de Protección (Semui-in) que simboliza el poder alcanzado por la práctica de Buda para neutralizar a los demonios.

5.- Manos de Veneración (Kenjisshin gasshō-in), que simboliza la devoción que nace de un corazón sincero hacia la divinidad.

6.- Manos de Veneración Diamante (Kongō gasshō-in), que simboliza la devoción que nace de una intención sincera e indestructible hacia a la divinidad.

7.- Puño de los Lazos Exteriores (Gebaku ken-in). Según Saunders (1985) de este gesto nacen todos los gestos ligados a los sammaya mudrā (sammaya-in).

8.- Puño de los Lazos Interiores (Naibaku ken-in). Según Saunders (1985) de este gesto nacen todos los gestos ligados a los mudrā esencia (hō-in).

  

Referencias Bibliográficas

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About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Singleton, M. (2018). El Cuerpo del Yoga. Los orígenes de la práctica postural moderna, Barcelona: Kairos

Este libro tiene sus raíces en una tesis doctoral que realizó este autor en la Universidad de Cambridge y que después se publicó como libro en la editorial Oxford University en el año 2010.

La obra, que corresponde a unos de los escasos trabajos que se han publicado en castellano sobre la historia del yoga moderno, aporta una visión sumamente interesante a la hora de acercarse a esta práctica en un momento en el que el yoga está totalmente de moda en Occidente.

La obra nos recuerda que el nacimiento del yoga moderno surgió a finales del siglo XIX bajo el peso de un sentimiento nacionalista que quiso dar una posición de peso a la tradición corporal india dentro del pensamiento moderno mundial, y que surgió como respuesta a la presión en un país que veía como la actividad físico-deportiva Occidental se estaba imponiendo no sólo en India, sino en el resto de Asia, bajo las teorías eugenésicas de “mejora” de la razas.

Un proceso que, por cierto, guarda numerosos paralelismos con el establecimiento del Tai Chi Chuan y el Qigong como actividad física para representar la esencia de los principios de filosóficos y energéticos chinos en los años 1880 y 1950, como muy bien explican en sus trabajos Douglas Wile y David Palmer.

En ella se revela que la tradición original del yoga era más bien filosófica, que el trabajo postural era más bien secundario y que no estaba enfocado a una práctica de salud y de mejora de la condición física como la que domina hoy en día en la práctica de esta actividad.

En verdad, el desarrollo de esta visión saludable y científica del Yoga, e incluso su gran desarrollo postural y su metodología de enseñanza surgió bajo la influencia de los sistemas de gimnasia y el culturismo occidental que se introdujeron en la India en los años 20-30, igual que bajo la influencia de los movimientos espiritualizados de la gimnasia armónica femenina occidental de principios del siglo XX.

En ella también podremos conocer datos biográficos muy interesantes sobre las figuras de peso que contribuyeron al desarrollo del yoga moderno como T. Krishnamacharya, Vivekananda, K.V. Iyer, B.S.K. Iyengar o K. Ptthabhi Jois, entre otros.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.