Eugene Gendlin (1926-2017) nació en el seno de una familia judía en Viena. Con tan solo 12 años, y por culpa de la ocupación nazi, tuvo que huir con sus padres de Austria emigrando primero a Holanda y finalmente a Estados Unidos.
En esta etapa de su biografía es interesante hacer mención a la experiencia que tuvo Gendlin con su padre cuando este decidió rechazar, durante la huida, la ayuda de una persona por percibir una “mala sensación”. Si en aquel momento esta decisión le pareció incomprensible a Gendlin por la situación en la que se encontraban, luego se convirtió en una importante reflexión vital para su persona a través de la pregunta: ¿qué tipo de sensaciones eran esas que le pueden “comunicar a uno algo así”? En ese suceso se puede intuir quizás la chispa que le llevó después a crear su método de trabajo.
En Nueva York su familia decidió cambiar su apellido a Gendlin y nuestro personaje se alistó en la Marina pudiendo convertirse en ciudadano norteamericano.
En el año 1958 Gendlin se doctoró en filosofía por la Universidad de Chicago, donde después ejerció como profesor desde el Departamento de Ciencias de la Conducta entre 1964-1995. Fue en esta misma Universidad donde conoció al eminente psicólogo humanista Carl Rogers, con el que llegaría a establecer una estrecha colaboración durante 11 años.
Su dominio del alemán le permitió profundizar en los trabajos existencialistas y fenomenológicos de Martin Heiddeger, Edmund Husserl, Martin Buber, Wilheim Dilthey, Wittgenstein, Jean-Paul Sartre, Merleau-Ponty o John Dewey. Trabajos que influyeron profundamente en la elaboración de sus teorías sobre la importancia de la creación del significado a través de la experiencia y en el armado de los cimientos de su técnica corporal: el focusing.
En el año 1969, Gendlin introdujo por primera vez la palabra focusing en un artículo. Sin embargo, no fue hasta el año 1978 cuando se publicó por primera vez en EE.UU. su libro “Focusing”.
Gendlin no sólo fue un prolífico escritor con más de 230 artículos y monografías publicadas (85 de los cuales se centran en el focusing, la psicoterapia o la psicología) y 7 libros. En el año 1985 también fundó el Instituto Focusing al que luego renombró como Instituto Internacional de Focusing en el año 2016, igual que fue fundador y editor de la revista Psychotherapy: Theory Research and Practice durante 13 años.
Entre sus reconocimientos más importantes destacan además tres premios que le otorgó la Asociación Americana de Psicología (APA) por su labor como psicoterapeuta (1970, 2000 y 2001) y el premio Viktor Frankl concedido en 2008.
BASES DEL MÉTODO
Se podría describir el focusing como una técnica corporal que busca el cambio en las personas a partir del encuentro con sus sensaciones internas.
Esta técnica concede todo el protagonismo a la dimensión corporal porque considera que el cuerpo es “sabio” para alcanzar su equilibrio y encontrar sus caminos de curación de manera natural. Igual que el cuerpo sabe autorregularse por sí sólo para mantener su temperatura dentro de unos límites estables sea verano o invierno, hagas ejercicio o estés durmiendo, el cuerpo sabe la dirección que más le conviene para vivir con equilibrio. El cuerpo puede ser una buena “brújula” para mejorar la calidad de nuestras vidas si se le escucha.
Desde un punto de vista terapéutico, Gendlin nos dice que si el cuerpo nos envía mensajes de malestar es porqué “sabe” cómo está la persona y cómo podría encontrarse mejor. Sin embargo, también nos advierte del error que podría suponer el adoptar la sensación corporal como el único referente real para guiarnos en la vida (sobrevalorando con ello la “sabiduría corporal”).
Las bases teóricas que fundamentan el focusing hay que ponerlas en tres pilares: la terapia centrada en la persona y las teorías existencialistas y experienciales.
Según el propio Gendlin esta técnica debe enmarcarse en la línea terapéutica de no-directividad que creó Carl Rogers. De hecho y como muy bien indica Gimeno-Bayón (2013) su método de trabajo podría definirse como una especie de “escucha rogeriana de experiencia corporal”.
Como se verá después en la descripción de cómo se trabaja con esta técnica, en la intervención se demanda una aceptación incondicional del cuerpo y el respeto a sus procesos y ritmos; una búsqueda de la autenticidad y de escucha empática hacia las sensaciones internas; una apertura plena a los mensajes o respuestas que envía el cuerpo y una dinámica de comunicación con el plano corporal a través de la pregunta.
En cuanto al existencialismo, esta corriente identifica a los seres humanos como seres “en el mundo” y postula que nuestras sensaciones, nuestra personalidad, nuestros pensamientos, etc. brotan de nuestra interacción con el entorno. Para esta corriente de pensamiento no existe una barrera “sujeto interno-mundo”, que los convierta en dos realidades separadas. La persona es el producto de la interacción entre ambos.
Bajo esta perspectiva se entiende que todo lo que experimentamos como seres en un entorno siempre está en relación a algo, es decir, nuestra experiencia no es un proceso interno exclusivamente sino, más bien, una realidad interactiva que abarca toda la multitud de variables que configuran la situación que se vivencia. Esta visión ofrece así una descripción de la personalidad como el patrón que adopta cada persona para abrirse a la vida, a la experiencia y a las relaciones interpersonales.
En el tratamiento terapéutico esto se traduce en la necesidad de atender a cómo vive la persona sus experiencias, a cómo siente las cosas, y la enfermedad se interpreta como la pérdida de contacto con la vida que fluye dentro de cada persona. Con las sensaciones internas que le avisan dónde fluimos y dónde estamos bloqueados.
Con relación a la teoría experiencial, Gendlin mostró un especial interés por la existencia preconceptual, es decir, la experiencia que precede a la definición, a las palabras y a los conceptos. La experiencia de estar vivos aquí y ahora que proporciona el cuerpo.
Esta experiencia es un proceso muy amplio que supera el alcance de nuestros conceptos por la simple razón de que el concepto, la definición, la palabra surgen de la experiencia y delimitan solo algunas facetas de la misma. Es evidente que no somos sólo palabras y pensamientos.
Además, la experiencia es algo muy personal. Todas las situaciones y sensaciones experimentadas son únicas para cada persona. Esta noción está muy presente en el focusing, y así en la intervención, cada persona tiene que trabajar con sus sensaciones personales y el sentido que cobran para ella según la interpretación que ha hecho de su experiencia.
La técnica del focusing reivindica el trabajo corporal por tres razones principales:
– El cambio se tiene que dar en el presente de la persona, en su aquí y ahora. Se puede recordar y profundizar en el pasado, pero la sensación interna que nos envía el cuerpo pertenece al presente porque el cuerpo vive aquí y ahora. Hay que buscar la liberación del malestar del cuerpo en el presente.
– El cambio tiene que darse tanto en el cuerpo como en la mente. Podemos trabajar sobre una emoción dolorosa y revivirla una y otra vez quedando atrapados allí sin avanzar. El objetivo no es ponerse en contacto con el sentimiento o la sensación sino ayudar a cambiarlos. Cambiar un problema tampoco es entenderlo. Podemos reflexionar y crear nuevas perspectivas cognitivas, pero si el cuerpo sigue sintiendo que hay algo erróneo, el problema seguirá sin resolverse.
– El cuerpo aporta más información en el proceso del cambio que la mente. La mente consciente es incapaz de almacenar toda la información que implica una experiencia. Es el cuerpo el que almacena las sensaciones y las recuerda. Todos hemos experimentado como nuestro cuerpo no reacciona igual cuando está frente a un amigo o a una persona que nos incomoda y cómo lo hace al instante. La mente tardaría meses en explicar el porqué de esas sensaciones, e incluso, aunque intentase justificar que no se debería sentir lo que se siente cuando estás con esas personas que no “tragas”, tu cuerpo manda. El cuerpo no engaña, te dice si realmente has solucionado tu problema con la otra persona o no.
Como se puede ver, este método está totalmente alineado con la enacción y sus ideas de que conocemos, aprendemos y razonamos con y desde nuestros cuerpos.
Para finalizar este apartado se debe añadir que el propio Gendlin durante mucho tiempo defendió que su técnica no era una terapia en sí misma. De hecho, llegó a afirmar que como técnica el focusing es insuficiente para producir un crecimiento humano o espiritual en la persona. Gendlin fue humilde y propuso que su técnica es un complemento que puede mejorar la eficacia del trabajo de otras psicoterapias pero que no debe desestimarse porque apunta el plano donde realmente hay que buscar el cambio en la persona, en su corporalidad.
MÉTODOS DE TRABAJO
El focusing busca que la persona tome conciencia de las sensaciones corporales internas que le envía su cuerpo respecto a su situación vital o al problema o situación que quiera trabajar. En sí es un trabajo en el que no se trata de analizar ni interpretar nada mentalmente, sino de sentir y de escuchar hasta dar con la sensación auténtica que recoge la situación.
El método propone, como se ha indicado anteriormente, un trabajo muy personal ya que la persona es la única que sabe cómo siente su cuerpo los problemas y dónde están los puntos nucleares donde es necesario trabajar. La labor del terapeuta, si interviene, es ayudar a la persona a encontrar esas sensaciones y a configurarlas.
El método de intervención consta de seis pasos:
1º PASO. Crear un espacio interno. En un principio este primer paso sólo era un recurso preliminar y preparativo a las fases que vienen después, pero con el tiempo se convirtió en un estadio muy importante del método por el estado de tranquilidad y calma interior que era capaz de generar en la persona.
El objetivo en esta fase es favorecer un momento íntimo e introspectivo que lleve a la persona a dejar de lado y por un momento sus problemas. Generar un espacio interno de silencio y observación para poder dejar un hueco que facilite el que puedan surgir las sensaciones que hay dentro de su cuerpo.
Desde este estado la persona puede empezar a utilizar preguntas del tipo: ¿cómo va mi vida? ¿qué pienso de mi pareja? ¿me llena mi trabajo? ¿cómo me siento? ¿por qué no me siento estupendamente ahora mismo?, excepto por esto ¿estoy contento en lo demás con mi vida?, etc., y mantenerse en silencio para ver qué surge del interior.
La dinámica no busca establecer un diálogo racional con uno mismo (de “fuera a adentro”), ni establecer un proceso analítico elaborando hipótesis, haciendo suposiciones, aportando justificaciones, etc. a las sensaciones que puedan surgir, sino que hay que aguardar, saber estar en silencio y esperar para poder escuchar qué es lo que el cuerpo quiere comunicar (de “adentro a fuera”).
Si aparece algo, si viene alguna sensación interna, no hay que adentrarse mentalmente en ello, hay que mantenerse a distancia, crear un espacio entre la sensación sentida y la persona y preguntarse ¿hay algo más? ¿hay algún otro tipo de sensación interna? En esta etapa simplemente se ponen los problemas o temas delante para detectar cuál es el que más sensible.
2º PASO. Construir una sensación.En este estadio la persona debe centrarse en un sólo tema, el problema que desee trabajar. Para hacer la selección puede hacer la pregunta: ¿qué problema es el que duele más, el que se siente más pesado, más grande, más agudo, más espinoso?
Una vez elegido el tema de trabajo no hay que adentrarse en él reflexivamente y empezar a desmenuzar sus partes, conexiones, funcionamiento, buscando palabras, etc. El objetivo es simplemente preguntar al cuerpo para que te envíe una sensación corporal de cómo se siente el problema en su globalidad. Una sensación que abarque todo lo que implica esa situación y aceptar lo que aparece, sin discutir con ella, ni desafiarla, ni retarla para que se explique… Hay que acercarse a la sensación desde la aceptación.
Las sensaciones que hay que buscar no son algo físico sin más, sino aquellas que están cargadas de significado. La sensación sentida que busca el focusing es una sensación hecha de muchos hilos entretejidos aunque sea sentida como una unidad. Una sensación que engloba muchas vivencias y experiencias que se irán desvelando al progresar en el resto de fases.
La sensación a esperar no es algo que esté ahí, es algo que tiene que formarse. No es como una emoción o un sentimiento que los nombramos rápidamente. Es algo vago, difuso al principio. Algo que se percibe lleno de sentido, pero desconocido. Algo que no es fácil de etiquetar porque viene del cuerpo, no de las palabras. Una sensación cargada de sentido y significado.
Algunas personas tienen menos sensibilidad que otras para trabajar con sensaciones internas. Gendlin propone distintos recursos para poder superar esta limitación:
– Empezar buscando palabras “descriptivas” que se puedan unir a las sensaciones internas. Palabras como pesado, tenso, quemado, incómodo, etc. que después deben confrontarse con la sensación sentida para confirmar si es la sensación correcta o si hay que seguir corrigiendo hasta dar con la que define mejor lo que se siente.
– Generar una imagen asociada a la sensación. Hay persona que trabajan mejor con una imagen: “una bola en el estómago”, “agujas en el pecho”, etc. Estas personas pueden empezar desde aquí para pasar después a preguntar cómo les hace sentir esa imagen, el significado que le atribuyen.
– Contrastar lo que se siente en el presente con sensaciones agradables anteriores, y preguntarse ¿qué paso tendría que dar para sentirme bien? ¿qué se interpone entre mi mismo y sentirme bien?
– Llevar la atención a zonas corporales que suelen ofrecer sensaciones como el estómago o el centro del pecho.
El silencio en esta fase es clave para dejar que salga algo. No hay que forzar. Si en la sesión no sale nada, habrá otras por delante para conseguirlo.
Gendlin nos advierte además de la importancia de no dejarse engañar por la sensación de fondo que hay dentro de todos nosotros. Ese sentimiento de “fondo” que siempre está ahí: “siempre preocupado”, “siempre corriendo por miedo” “siempre esforzándote mucho”, etc. Esta no es la sensación a buscar. Para superar esta sensación, nos anima a hacer la siguiente pregunta: si está sensación de fondo no estuviese aquí ¿hay alguna sensación interna que quiera transmitirme el cuerpo?
3º PASO. Dar una etiqueta a la sensación que se siente. Cuando por fin se tenga el tema de trabajo y surja una sensación hay que darle un término, una palabra, una frase (muerto de miedo, tener que actuar, como en una caja, etc.), o una imagen (una pesada bola de plomo, agujas pinchando, etc.), o una etiqueta provisional que se ajuste a la cualidad de lo sentido, y estar ahí hasta que esa palabra, imagen, frase se ajuste lo máximo posible a la sensación (frío, pegajoso, apretado, comprimido, bloqueado, paralizado…).
Una vez etiquetada la sensación hay que seguir haciendo preguntas y dejar que el cuerpo hable: ¿De qué se trata esta sensación? ¿qué hay en ella? ¿qué hay debajo de ella? ¿cuál es el núcleo, el meollo de esto? ¿qué es lo peor de esto? ¿qué se necesitaría para estar mejor? ¿cómo se sentiría mi cuerpo si lo dejase todo resuelto?
Gendlin avisa que una sabrá cuando ha encontrado las palabras exactas porque sentirá una relajación, una respiración profunda u otro tipo de cambio en su cuerpo.
4ª PASO. Resonar. No hay que conformarse con lo primero que tengamos. Hay que ir y venir, entrar y salir de la sensación corporal para ir afinando la palabra, la frase, la imagen, hasta que se ajuste al máximo al término que realmente define la sensación.
Investigar como resuenan mutuamente palabra y sensación y ver si hay alguna señal corporal que muestre que algo se ajusta. En este proceso pueden cambiar no sólo los términos utilizados, también la sensación sentida que se irá ajustando.
5ª PASO. Preguntar. En esta fase la persona empieza a preguntarse internamente por el porqué de esa sensación, por el papel que juega en el conjunto de la situación o del problema planteado: ¿qué es lo que hace en la situación que aparezca esa sensación?
Gendlin aconseja mantenerse ahí hasta que haya otro “movimiento” en el cuerpo, una respiración profunda, un suspiro, una sensación de relajación, etc. la señal del cambio.
Aquí no hay que dejarse llevar por las respuestas mentales que llegan rápidamente, ni por la frustración si no llega nada. No hay que tener prisa, es cuestión de esperar.
En todo caso se puede seguir haciendo preguntas del tipo: ¿Qué es lo peor de esto? ¿qué es lo que más “agujas” tiene todo esto? ¿qué necesitaría la sensación sentida para sentirse mejor? Si no sale nada, es mejor no continuar y volver en otro momento, no hay que forzar.
6ª PASO. Recibir. En esta fase la persona debe acoger de manera amistosa, positiva y sin juzgar ni evaluar, las sensaciones internas que lleguen de su cuerpo. Dejar que venga sea lo que sea y quedarse con eso ahí un rato.
Lo que llega es algo que la persona necesita saber o hacer. Una necesidad que llega de lo más profundo. En esta fase hay que proteger e incubar esa información que te ha ofrecido el cuerpo para reorientar tu vida.
Pueden surgir reacciones emocionales fuertes o ideas radicales como tener que dejar la pareja, el trabajo, etc. No hay que hacerlo, pero tampoco evitarlo. No engancharse a ello y dejar que las preguntas esperen. Hay que proteger el mensaje de todas las voces negativas que surjan. Puede que tengan razón pero deben esperar. La idea no es estar en ello sino junto a ello. Observar como un espectador para saber si es de verdad lo que te dice el cuerpo.
Gendlin aquí era partidario de que si se activa una reacción emocional (p.e. llorar) hay que dejar que salga completa pero controladamente. El cuerpo no había descargado toda la tensión interna en su momento y quedó pendiente. Hay que dejar que se libere del todo para poder avanzar.
7º PASO. Indagar si hay más capas en la cebolla. Una vez hecho el trabajo con la sensación hay que preguntar al cuerpo si eso es todo o hay algo más pendiente. En este trabajo uno continua hasta que su cuerpo le diga que quiere parar, sin embargo, puede ser conveniente dejar algún día para estar con la sensación encontrada antes de continuar.
Un recurso clave que debe acompañar este proceso y que ayuda a determinar la calidad de la sensación con la que se está trabajando es la Escala Experiencial. Esta escala posee 7 niveles:
Nivel 1.- El mensaje que emite la persona es impersonal, abstracto, general, superficial, un informe de acontecimientos o ideas sin referencias personales. La persona no revela así nada importante de sí misma, es como si hablase de un extraño o un objeto.
Nivel 2.- En el mensaje la persona se convierte en actor principal de la narración pero no se habla más allá de la situación. Describe la situación pero no incluye los sentimientos de la persona. Es una narración de eventos sin mencionar sus reacciones interiores. No se incluye su perspectiva interna de cómo vivió la situación.
Nivel 3.- Aquí aparecen los sentimientos personales o experiencias privadas en el discurso pero unidas a su rol o la situación. Sin embargo, se presentan sólo las reacciones en términos conductuales.
Nivel 4.- En este nivel los sentimientos o la experiencia del evento centran el discurso más que el propio evento. Los sentimientos se describen con gran detalle, todo se centra sobre aspectos internos y personales del que habla. Se habla todo desde un punto de vista muy personal pero el material presentado no es analizado o interrelacionado.
Nivel 5.- Aquí la persona identifica sentimientos, reacciones o procesos internos como lo problemático en sí (mi tristeza es el problema). Todas las explicaciones se hacen en base a referencias internas, pero se lanzan hipótesis acerca de lo que experimenta. La persona se muestra como si estuviese indagando.
Nivel 6.- La persona habla de las sensaciones como claves llenas de significado personal o como claves que le ayudan a resolver temas o sacar conclusiones. Aparece la decisión de empezar actuar de otra manera y se tiene la sensación de haberse encontrado la solución a algo.
Nivel 7.- En este último nivel se expande la capacidad de actuar de la persona con sus sensaciones a más situaciones internas y problemas que le afectan. La persona se mueve con mucha soltura en las sensaciones internas que experimenta y puede ir saltando de un tema a otro buscando la conexión entre problemas.
Referencias Bibliográficas
Alemany, C. (2006). Psicoterapia experiencial y focusing. La aportación experiencial de E.T. Gendli, Bilbao: Desclée de Brouwer.
Gendlin, E.T. (2008). Focusing. Proceso y técnica del enfoque corporal, Bilbao: Mensajero.
Gimeno-Bayón, A. (2013). Un modelo de integración de la dimensión corporal en psicoterapia, Lleida: Milenio.
Kycka, K.C. (2018). Memorial for Eugene T. Gendlin, Phenomenology & Practice, 12, 79-82.
About Pedro Jesús Jiménez Martín
Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.