Mansión Kongō / Diamante

Situada a la derecha de la Mansión Central respecto al observador del Mandala , representa la sección del vajra, las enseñanzas y prácticas del camino de la gran sabiduría (Daichi/Maha-jñana).

Esta mansión está constituida por 21 deidades, organizadas en tres columnas de 7 deidades, más 12 asistentes, si bien, en un inicio, el Sutra de Mahāvairocana sólo cita 5 deidades: Jikongōesha (Vajrapāni), Momokei (Māmaki), Kongōshin (Vajrasūci), Kongōshokyara (Vajrasinkahlala) y Funnu-hosshō (krodha-candara-tilaka). Fue más tarde cuando se añadieron 2 deidades principales más: Kongōkōnyo (Vajrankusi) y Kongōbu- hosshō (Vajrakulodbhava) y 14 bosatsu (bodhisattvas).

Jikongōesha (Vajrapani), en el centro, divide la mansión en dos secciones: una superior gobernada por Kongōbu- hosshō (Vajrakulodbhava), que es la que da nacimiento a la Sección del Diamante; y otra inferior gobernada por Funnu-hosshō (Krodha-candara-tilaka), que muestra los bosatsu (bodhisattvas) con las formas horribles de esta sección.

Las deidades que definen realmente el contenido central de esta mansión son las siete principales ubicadas en la fila interior, cercana a la flor central, el resto son manifestaciones que amplían el significado de estas deidades.

Esta sección aborda cuál es el camino de progreso en la conciencia, es decir, la toma de conciencia que se irá despertando en el camino hacia la iluminación para que la mente quede pura como un diamante. Esta idea está simbolizada en las imágenes de un vajra.

La mansión es complementaria con la Mansión de Kannon, la Sección del Loto, que ocupa exactamente la misma posición simétrica a la izquierda de la Mansión Central y con el mismo número de deidades. Con esta representación en el mandala se muestra que compasión y conocimiento deben estar en perfecto equilibrio.

KONGŌ-SHO (金剛杵, Vajra)

Para entender esta sección hay que investigar el propio nombre que la designa: kongō-sho, un objeto ritual que procede del término sánscrito vajra.

La primera referencia que tenemos de esta palabra aparece en el Rig Veda y, en esta obra, se describe como el arma que portaba el dios Indra, el dios del relámpago, para combatir a los ignorantes y pecadores.

Según la leyenda, el vajra surgió del enfrentamiento de Indra con un asura que tenía forma de serpiente llamado Vritra. Parece ser que este asura, en un momento dado, decidió parar las aguas produciendo una gran sequía. Vritra, contaba con la bendición de no poder ser herido por ningún arma conocida de su época, fuese de metal o de madera, por lo que parecía difícil poderse hacer nada contra la situación.

La solución la aportó Visnú: sólo un arma fabricada con los huesos del sabio Dadhici derrotaría a la serpiente. Indra habló con el sabio y este aceptó renunciar a su vida con la condición de poder hacer antes una peregrinación por todos los ríos sagrados. Tras cumplir su deseo, Dadhici ofreció su cuerpo e Indra y este creó el vajra de su columna vertebral.

Indra, es el rey de los deva (los dioses del cielo), y es descrito en el Rg Veda como el dios de las tormentas (las nubes oscuras de tormenta que traen consigo las lluvias de las que depende la agricultura); un guerrero aficionado a la bebida sagrada Soma (una substancia con poderes psicotrópicos); el creador del fuego, el sol y la aurora; el dios de la inteligencia y la verdad, que vence la mentira, la oscuridad y la división con sus relámpagos; y el benefactor de los hombres, que les otorga una visión más elevada y afila su intelecto para despertar al conocimiento.

En realidad, el vajra es un símbolo que aparece en muchas culturas: es el rayo del dios Júpiter, el tridente que representa los relámpagos en Oriente Próximo e incluso en el doble tridente de Shiva en la India.

En el budismo esotérico el vajra simboliza el relámpago (citado antes) y el diamante. Como diamante, y por su dureza, simboliza lo indestructible, inquebrantable y eterno. Por su pureza lo incorruptible, ya que permanece siempre puro y sin manchas debajo de millones de capas de tierra.

Con estas dos imágenes, el vajra se ha asociado con la “verdad mística” que no puede ser destruida; con el conocimiento puro que supera la ilusión, la ignorancia y las pasiones que ciegan a los humanos; con la iluminación que nos ayuda a tomar conciencia de una verdad que está dentro de todos nosotros y que no puede ser destruida; y con el vacío que está en el núcleo de todas las cosas y que no puede ser afectado ni eliminado.

El vajra se ha materializado artísticamente con una forma que contiene: una esfera central, que representa la perfección y el universo y la Realidad que está más allá del pensamiento; dos lotos a cada lado de la esfera central, que expresan la dualidad el yin-yang de la que nace toda la manifestación; y los rayos, que pueden variar en número según las tradiciones. Dentro de la tradición japonesa, en particular, se pueden encontrar:

El Toko-sho o vajra de una sola punta. Una hoja con cuatro caras que termina en punta. Representa el eje-canal central de la Rueda del Dharma, del Universo, pero también, la verdad que hay detrás de todos los fenómenos, el monarca gobernado desde el centro de su reino y la presencia de Buda en toda la manifestación.

El Niko-sho o vajra de dos puntas. Representa el eje vertical del universo. El eje que une el cielo y la tierra y la armonía de los contrarios.

El Sanko-sho o vajra de tres puntas. El más común en el budismo esotérico japonés, se asocia con el poder de los Tres Misterios (acto, palabra y acción) unidos por la base y se utiliza en los rituales de identificación con la divinidad (Kaji).

El Shiko-sho o vajra de cuatro puntas. Parece un loto sin abrir y se asocia con las cuatro eras de las enseñanzas del budismo.

El Goko-sho o vajra de cinco puntas. Se asocia con los cinco elementos, los cinco budas y los cinco poderes que destruyen los obstáculos del camino: fe, que destruye la duda; celo, que destruye la negligencia; memoria, que supera el error; concentración, que supera los pensamientos errantes; y sabiduría, que supera la ilusión. Son herramientas que preparan para la iluminación, y representan el poder de las enseñanzas, el vigor y la determinación.

KONGŌSHŪ BOSATSU (VAJRAPĀNI BODHISATTVA)

Esta deidad es la que da nombre a esta sección del mandala y, por tanto, es la más importante. Conocida como “Mano de diamante” también adopta los nombres de “aquel que ha llegado a ser el diamante” (Shinnyo-kongō), “diamante del gran heroísmo” (Daiyū-kongō), “portador del diamante” (Shukongō), “portador de los secretos del diamante” (Kongōshu himitsu-shu), “poseedor de la sabiduría del diamante” (Jikongōguesha), “héroe del diamante de la gran mente” (Kongōyudaishin),diamante firme de los comienzos” (Fugen kongōsho) y “corona de diamante” (Kongōjōshu).

En este mandala lla deidad aparece representada de color carne y sentada en la posición de loto sobre un loto de color rojo (el flor que ha alcanzado la madurez). En la mano derecha sujeta horizontalmente un vajra de tres puntas a la altura del pecho, y con la mano izquierda, también a la altura del pecho, realiza el mudrā del puño del diamante (kongōken-in), con el dedo gordo escondido dentro del puño y la mano en rotación interna, de modo que la palma mira hacia el exterior y a la izquierda. Este puño representa el poder de sumisión de todos aquellos que siguen el camino esotérico-mágico de la “mano izquierda” y que han decidido tomar refugio en el “camino correcto”.

Sin embargo, el monje Subhakarasimha lo describió representado en color amarillo y del “color del cielo” para expresar el “vacío”, portando una corona y joyas en su vestimenta y un vajra de cinco puntas envuelto en llamas en su mano izquierda.

En la historia del budismo, Vajrapāni aparece en un inicio como un yaksa, un ser híbrido medio humano medio dios, pero también, como el guardián del cielo Trayastrimsa y el sirviente de Sakra, el Indra de los dioses.

Después, se le nombra junto al buda Sakyamuni, en importantes eventos de su vida como su protector. Por ejemplo, aparece en el momento de su concepción, cuando decide abandonar su palacio para hacerse un asceta y en su fallecimiento, pero también, y muy importante, como guardaespaldas de buda en diferentes situaciones conflictivas.

En las leyendas sobre buda se alude a como este tuvo que enfrentarse con seres maléficos que usaban poderes mágicos para hacer daño a los demás. En ellas, aparece Vajrapāni con su vajra para proteger a buda y subyugar a esos seres que, finalmente, eran reconvertidos al budismo. Estas acciones le han asociado con los “poderes” del buda.

En el budismo mahayana, Vajrapāni fue elevado de yaksa a bodhisattva en consideración por sus buenos actos pasados. Con esto, se le transformó en un ser benéfico dedicado a aportar felicidad y bienestar a los demás y en un personaje destinado a alcanzar algún día el supremo y perfecto estado de iluminación.

Pero con el tiempo, su figura se elevó un poco más y pasó a ser considerado como el personaje que habría compilado y protegido los textos mahayana, y alguien que era consultado por budas y bodhisattvas por su dominio de los 10 estados de iluminación de la conciencia. De este modo, Ananda, el servidor inicial de Sakyamuni, pasó a ser identificado como el representante del budismo Theravada y Vajrapāni del Mahayana.

La razón de este cambio quizás tuvo mucho que ver con que el origen de esta deidad se ubica en el noroeste de la India, en la zona actual de Cachemira y Afganistán, el lugar donde también se empezó a desarrollar la tradición del budismo Mahayana.

Con la aparición del budismo Vajrayana, Vajrapāni mejoró aún más su posición y alcanzó el rango de “Ser Supremo”. Esta nueva escuela budista propuso un nuevo método de “salvación” que identificó con el vajrasattva, el ser de diamante. Un nuevo cuerpo en el que se fundían la noción del “Vacío Universal” (sunyata) de la escuela Madhyamaka en su término “vajra” y la “Sabiduría Universal” (cittamatrata) de la escuela Yogacara, en su término “sattva”. Un ser que representaba así el sumun de las cualidades de budas y bodhisattvas.

Vajrapāni pasó a ser el líder de la familia del relámpago-diamante (vajrakula), junto a las familias de buda y del loto (abjakula), y a ser conocido como el “señor de los misterios” (el misterio de la purificación del cuerpo, la palabra y la mente).

En el budismo esotérico, Vajrapāni se asocia con la bodhicitta pura e innata en todos los budas y de todos los seres. La esencia del conocimiento adamantino de todos los budas.

Representa tanto el inicio como el final, es decir, el primer despertar de la bodhicitta que nos hace ver los engaños y la ignorancia en la que vivimos y que enciende el deseo y la firme resolución de querer obtener una mente iluminada, pero también, los pasos posteriores para llegar a la plena iluminación e incluso la propia iluminación.

La bodhicitta simboliza la decisión de Buda de abandonar su palacio para embarcarse en la evolución espiritual, pero también, el voto que manifestó de ayudar a todos los seres.

Citta se asocia con la intención, el origen de todo movimiento. En el devoto, la intención debe ser clara para que no perderse en el camino. Por eso, esa intención se investiga en dos planos: el de la compasión, el deseo del despertar para ayudar a todos los seres; y el de la sabiduría espiritual, la capacidad para reconocer que todo es impermanente y vacío. El reto está en pasar del querer ir al ir de verdad.

La Bodhicitta es el motor que activa al bosatsu hasta llegar a su meta. El referente que le ayuda a superar todos los obstáculos y a esforzarse. Si no hay deseo-intención no hay camino que recorrer. También es la lampara para aquellos que buscan en la oscuridad, el remedio universal, el mantra del éxito. Es un lugar desde el que se supera el miedo y se consigue la paz para la mente.

La relación de la bodhicitta con Indra aparece en la imagen del rayo de esperanza que surge en medio de las nubes oscuras que nos envuelven y que nos tienen presa de los deseos y de la ignorancia. Con Vajrapāni, se convierte además, en la decisión de llevar una buena conducta que nos aparte de los malos hábitos y purifique nuestras acciones. Por eso, se considera también que es la semilla de todas las cualidades de los budas, la fuente para que crezcan todas las buenas virtudes del mundo.

Lo que nos advierte este mandala es que, la bodhicitta, debe estar acompañada de la compasión, es decir, la búsqueda de una mente iluminada alejada del egoísmo personal y que piensa en ayudar a los demás y así abre el camino del Bosatsu (el equilibrio entre la mansión del loto y del diamante). Una actitud que instala en el practicante una nueva forma de actuar en el mundo, un camino de perfección ética y espiritual.

Pero también es un trabajo de conexión con el vacío original. Un trabajo que lleva a un estado de paz interior al reducir las actividades mentales, hasta llegar instalarse en ese vacío original. La bodhicitta debe verse como un néctar que va penetrando en la persona y calmando sus centros mentales. La progresión es del surgir de la bodhicitta, a la producción de la bodhicitta y el cultivo de la bodhicitta.

Referencias Bibliográficas

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About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

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