En este apartado se va a presentar un resumen de las investigaciones que ha realizado Ng Wai-Ming con relación a la presencia del I Ching en Japón. Aunque su trabajo es tan extenso que ha sido criticado por algunos revisores de padecer cierta “superficialidad”, así como de querer asociar erróneamente cualquier mención al yin-yang y la Teoría de los cinco agentes (wu hsing) en Japón con el I Ching, lo cierto es que, su trabajo, representa un importante punto de partida para animarse a profundizar en la importancia de esta obra dentro de la cultura japonesa.
El I Ching, conocido como Ekikyō en japonés, fue introducido en Japón desde Corea en el siglo VI. En un inicio, durante los periodos Nara (712-793) y Heian (794-1186), su uso como libro de sabiduría y adivinación quedó reservado a los funcionarios de la Oficina de Educación y la Oficina del Yin-Yang. Fue más tarde, durante el periodo medieval japonés (1186-1603), cuando la obra se expandió entre la aristocracia, los monjes zen y la clase guerrera japonesa, y durante el periodo Tokugawa (1603-1868) cuando alcanzó su cenit de popularidad.
PERIODOS ASUKA, NARA Y HEIAN (552-1184)
Según la obra “Crónicas de Japón” (Nihon Soki), editada en el año 720, el I Ching fue introducido en Japón desde Corea en el siglo VI. En particular, Wai-Ming (1996) señala que en este documento se dice que los monjes coreanos Dan Yangmi y Wang Dolyang llegaron a Japón en los años 516 y 554 respectivamente, y que el primero trajo consigo los cinco clásicos chinos, mientras que el segundo es presentado directamente en la obra como experto en eI I Ching.
El I Ching es referenciado más tarde en el Código de 17 Artículos que elaboró el Príncipe Shotoku (574-622) en el periodo Asuka, y después, en el año 632, hay registros en los que se cita que el monje Min hizo una disertación sobre la obra a Nakatomi no Kamatari y otros cortesanos.
El estudio del I Ching fue institucionalizado en los periodos Nara–Heian como texto clásico confucionista en la Oficina de Educación (Daigakuryō), donde se estudió en su dimensión ética y filosófica, y como obra de adivinación en la Oficina del Yin-Yang (Onmyōryō), donde se estudió como libro para la adivinación, la astrología, la medicina y el ritual a través de su simbología y numerología.
Los comentarios al I Ching de Cheng Hsian (127-200) y Wang Pi (226-249), y algunos comentarios elaborados en la dinastía Tang, fueron la principal referencia en el contexto más académico. Sin embargo, y aunque es evidente que hubo interés por esta obra, se puede considerar que, en esta época, el I Ching no fue un texto popular entre la élite educada como lo confirma el hecho de que no se han conservado comentarios a la misma.
Según la obra “Bibliografía de los libros chinos en mi país” (Honchō kenzaisho mokuroku) de Fujiwara no Sukeyo, la biblioteca estatal tenía 31 libros (177 rollos) sobre el I Ching a finales del siglo IX, que correspondían a comentarios de las dinastías Han y Tang, y que estaban clasificados bajo las temáticas de los cinco agentes (wu-hsing), medicina, matemáticas y calendario; y el bibliófilo Fujiwara no Michinori (1106-1159) tenía 9 obras (29 rollos) sobre el I Ching en su colección personal.
Existen datos que informan que el Emperador Uda (867-931) estudio el I Ching con Zen´en, un funcionario de la Oficina de Educación en el año 888, y que realizó lo que han sido considerados como los primeros comentarios a la obra por un japonés.
Fujiwara no Yorinaga (1120-1156), ministro de la izquierda (sadaijin) también lo estudió en el año 1143 bajo la dirección de Fujiwara no Michinori, un personaje conocido por el uso de los 64 hexagramas en el estudio de las matemáticas. Gracias a este ministro sabemos que esta obra en Japón, no se podía abordar si se tenía menos de 50 años.
Según los datos actuales disponibles, se puede afirmar que entre los años 539-1186, el I Ching quedó en manos de un limitado número de personas.
PERIODOS KAMAKURA, MUROMACHI Y MOMOYAMA (1186-1603)
Durante el periodo medieval japonés, la popularidad del I Ching se expandió entre la población intelectual japonesa. En esta época, penetraron en el país, las obras de importantes eruditos neo-confucionistas chinos del gobierno Song, como “Una explicación del diagrama del Tai Chi” (T’ai-chi- t’u shuo) de Chou Tun-i (1017-1073); “Comentario del I Ching” (I Chuan) de Ch’eng I (1033-1107); o “El significado original del I Ching” (Chou-i pen-i) y la “Introducción a los jóvenes al aprendizaje” (I-hsüeh ch’i-meng) de Chu Hsi (1130-1200).
Entre los protagonistas más importantes en el estudio del I Ching del periodo medieval japonés estuvieron los monasterios del budismo zen, la familia imperial y las familias aristocráticas y los señores de la guerra.
En esta época, los monjes zen se habían convertido en una fuerza intelectual muy importante, y estos no sólo mostraron un gran interés por estudiar el I Ching, también por realizar puntualizaciones, anotaciones y reimpresiones de algunos de los comentarios más importantes chinos sobre esta obra.
Los monjes zen utilizaron el I Ching para explicar parte de su doctrina espiritual y consideraron que esta obra podía servir como guía en el camino hacia la iluminación, de modo que la introdujeron en las etapas finales de su entrenamiento. De hecho, se establecieron linajes secretos ininterrumpidos de formación entre ellos.
Entre los monjes zen más importantes que se interesaron por el I Ching en el medievo japonés figuran Kōhō Kennichi (1241-1316), Issan Ichinnei (1247-1317) y Kokan Shiren (1278- 1346).
El primero lo utilizó, entre otras cosas, para dar respuestas al dilema zen sobre cuál es nuestra condición antes de nuestro nacimiento. En cuanto a los otros dos, hay que señalar que Kokan estudió el I Ching con: 1) Minamoto Arifusa, un personaje que había formado parte de una línea de transmisión de las enseñanzas de esta obra en su familia desde la figura de Kibi no Makibi (695-775); 2) Sugawara Arisuke, el instructor personal del I Ching del emperador Hanazono (1297-1348); 3) el monje zen Issan Ichinnei, con el que aprendió los comentarios simbólicos y numerológicos del I Ching del erudito de la dinastía Han, Yang Hsiung.
Kokan formó a su vez a dos destacados discípulos: Chūgan Engetsu (1300-1375) y Gidō Shūshin (1326-1389). El primero alcanzó un gran prestigio y fue afín a los comentarios del I Ching de Chu Hsi. El segundo tuvo un papel más activo en la popularización de la obra desde un punto de la adivinación y de recomendar que estuviese en la formación de los políticos.
Entre el público de Gidō Shūshin estuvo el Shogun Ashikaga Yoshimitsu (1358- 1408) y entre los alumnos más brillantes que formó destacan Kiyõ Hoshū, Daichin Shukõ, Shinka Gendai, Seito Myõrin o Tengan Bokuchū.
Kiyõ Hoshū (1363-1424), fue un fiel defensor de la idea de que esta obra era un mapa de carreteras privilegiado en la búsqueda de la iluminación. Para este erudito la clave estaba en los trigramas kan (el agua abismal), li (el fuego)y ken (la montaña).
El siguiente monje que hay que resaltar en el estudio del I Ching fue Unshō Ikkei (1386-1463). Este fue el hermano mayor del famoso académico de la corte y especialista en el I Ching, Ichijō Kanera (1402-1481) y su legado más importante fue el de popularizar el comentario al I Ching de Tung Kai “Chou-i Chuan-I”.
Su sucesor fue el discípulo Tōgen Zuisen (1403-1489), un monje que llegó a convertirse en el máximo referente en el domino del I Ching en su época gracias a la amplia formación que recibió, tanto por parte de otros eminentes monjes zen como Unshõ Ikkei, Shōchū Shōzui, Jikūn Tōren, Tengan Bokuchū, Zuikei Shūhō y Seitō Myōrin, como por parte de miembros de la familia aristocrática Kiyohara o la escuela Ashikaga.
Su obra más importante con relación al I Ching fue el Hyakunōbusuma, en la que imprimió en sus comentarios muchas ideas del budismo zen. Por ejemplo, explicó que en el estado mental ligado al T´ai Chi o Realidad Suprema no existen dualidades, ni buda o nirvana, porque es el estado anterior a la diferenciación de las cosas.
Tōgen reforzó el valor del I Ching en el contexto militar a la hora de predecir la estrategia y el resultado de los conflictos armados y popularizó esta obra como un libro de adivinación para la vida cotidiana.
Respecto a la familia imperial hay que señalar que sus miembros también tuvieron una importante formación en el I Ching durante el medievo japonés. Los emperadores japoneses de esta época recibieron formación en el I Ching y, en particular, tres de ellos: Hanazono (1297-1348), Godaigo (1288-1339)y Sūkōin (1334-1398), fueron grandes entusiastas de la misma.
El interés imperial por el I Ching facilitó que esta obra también formase parte de la vida cortesana, y que, en particular, cuatro familias aristocráticas: Sugawara, Kiyohara, Abe y Kamo se convirtiesen en importantes transmisores y formadores en el I Ching para la familia imperial, los monjes zen y los señores samurai.
Las familias Sugawara y Kiyohara fueron importantes referentes en la transmisión de la dimensión intelectual confucionista y política de esta obra. En la primera, Sugawara Arisuke enseñó el I Ching al emperador Hanazono, Sugawara Ariatsu al emperador Sūkōin y Sugawara Hidenaga al shogun Ashikaga Yoshimitsu. Por otro lado, Sugawara Ekinaga tuvo poder de influencia sobre el emperador Gohanazono (r. 1428-1464) y Sugawara Nagatsu (1502-1549) sobre el emperador Gonara (r. 1526-1557).
Respecto a la familia Kiyohara, la verdad fue que, aunque su linaje en el estudio del I Ching se remontaba a principios del periodo Heian, su posición estuvo eclipsada inicialmente por la familia Sugawara.
La primera persona que consiguió ubicar a esta familia en la esfera pública fue Kiyohara Naritada (1409-1467), y lo hizo porque transmitió sus enseñanzas del I Ching al emperador Hanazono y su obra influyó poderosamente en el monje zen Tōgen Zuisen. Su hijo Kiyohara Nobukata (1475-1550) también se convertiría en un importante erudito reconocido de la época.
Respecto a las familias Abe y Kamo, hay que destacar que estas tuvieron su protagonismo en la Oficina del Yin-Yang (Onmyōryō) y que fueron importantes referentes de transmisión en la dimensión más esotérica y adivinatoria del I Ching, al dar uso a esta obra como texto adivinatorio, astrológico, médico y militar.
La familia Abe fue famosa en el uso del I Ching en la predicción militar. Los guerreros Hōjō Yoshitoki (1163-1224) y Hōjō Masako (1157-1225) consultaron a miembros de esta familia en la guerra Jōkyū (1221) y el Shogun Ashikaga Yoshimitsu tuvo como consejero a Abe Ariyo en los asuntos bélicos.
Otros famosos aristócratas famosos que también se interesaron por el I Ching al margen de estas familias, y que contribuyeron a reforzar las ideas sintoístas, fueron Kitabatake Chikafusa (1293-1354), Ichijō Kanera, Yoshida Kanetomo (1435-1511) y Sanjõnishi Saneatsu y su hijo Sanjõnishi Sanetaka.
A mitad del medievo japonés, la Escuela Ashikaga adquirió el protagonismo en los estudios del I Ching. Esta escuela, con fuertes influencias del budismo esotérico Shingon, se desarrolló bajo dos perspectivas: la interpretación del libro con fuente de sabiduría y como recurso para la adivinación. En particular, su interés por la parte oracular del I Ching llevó a esta escuela a desarrollar hasta 14 métodos de adivinación.
La escuela Ashikaga asumió tanto los comentarios chinos antiguos como los modernos a la obra, y sus estudiantes ganaron gran prestigio sirviendo a los señores de la guerra (sengoku daimyō) como consejeros militares, chamanes, médicos, arquitectos y meteorólogos.
A su primer director Kaigen (f. 1469) le interesó mucho la parte más esotérica del I Ching y entre sus estudiantes más famosos estuvieron Ippaku Genshin y Hakushū Sõjõ, dos personas que otorgaron a esta institución su prestigio como especialista en I Ching.
El cenit de esta escuela llegó con su séptimo director Kyūka (d. 1578) que en su época llegó a tener más de 3000 alumnos, incluido Kishun Ryūki (1511-1574) que después enseñaría a Bunshi Genshō (1555-1615), uno de los expertos más famoso en I Ching a principios del Japón moderno.
Kyūka también enseñó el uso del I Ching a los daimyo Hōjō Ujiyasu (1515-1571) y su hijo Hōjō Ujimasa (1538-1590), y escribió una obra sobre I Ching adivinatorio llamada Jurijohenketsu.
Su alumno Kanshitsu Genkitsu se convirtió en el noveno director de la escuela. Este monje destacó por su capacidad a la hora de aplicar el I Ching al mundo de la estrategia y la predicción militar (gunbai shisō). En particular, se sabe que Kanshitsu tuvo una estrecha relación con Takeda Shingen (1521-1573) y Tokugawa Ieyasu (1542-1616).
Según los registros, Takeda Shingen fue un gran entusiasta del I Ching y parece ser que sólo quiso tener como consejeros a alumnos de esta escuela. Del mismo modo, hay registros de que Kanshitsu también colaboró con Tokugawa Ieyasu en la batalla de Sekigahara (1600) y que uso el Feng-shui (geomancia) para la construcción del castillo Hagi de Mōri Terumoto (1552-1625).
Según Wai-Ming (1996), se puede resumir la etapa medieval japonesa con relación al I Ching como: 1) un periodo en el que se utilizó esta obra como recurso para profundizar o enriquecer los creencias y conocimientos de monjes budistas, sintoístas y cortesanos; 2) una etapa de evolución desde los comentarios antiguos chinos de la obra a los modernos; 3) un momento de asimilación de la obra a la tradición japonesa a través de puntualizaciones a los comentarios chinos antiguos y modernos de la obra, y la redacción de comentarios y textos por japoneses; 4) un estadio en el que todavía no se estaba preparado para empezar a hacer aportaciones autóctonas en la interpretación y el uso de la obra; y 5) un momento en dónde el I Ching se popularizó desde las élites intelectuales a todas las clases sociales.
PERIODO TOKUGAWA (1603-1868)
Los estudios del I Ching alcanzaron su cenit en Japón durante este periodo. En particular, se puede resaltar que el periodo Tokugawa corresponde a un momento histórico en el que los intelectuales neo-confucionistas quitaron el protagonismo a los monjes zen en el estudio de esta obra.
El I Ching se convirtió en el texto confucionista de referencia entre los intelectuales neo-confucionistas Tokugawa. Según Wai-Ming (1996), en este periodo se llegaron a escribir 1085 textos con relación a esta obra (teniendo en cuenta todos los ámbitos; académico, religioso, médico, adivinatorio, numerológico, político, militar, científico, etc.), por más de 416 autores.
En la primera parte de este periodo (siglos XVII y XVIII), las tres escuelas confucionistas (Chu Hsi, Wang Yang-Ming y Kogaku) adquirieron un gran protagonismo.
En particular, fue la escuela confucionista de Chu shi, la que editó la mayor parte de las obras que se redactaron en esta época con relación al I Ching y la que formó un mayor número de académicos.
Entre las personas más significativas de esta escuela que hicieron importantes anotaciones a los comentarios chinos del I Ching e incluso que aportaron sus propias reflexiones, estuvieron: Bushi Genshō (1555-1620), Fujiwara Seika (1561-1619), Hiyashi Ranzan (1583-1657), Yamazaki Ansai (1618-1682) y Matsunaga Sunun (1618-1680).
Otros personajes relevantes fueron: Kaibara Ekken (1630-1714) y Muro Kyūsō (1658-1734). El primero estudió el I Ching con Yamazaki Ansai, y se dice que llegó a estar tan influenciado por la obra, que cambió su nombre a Ekken. Según Wai-Ming (1996), el I Ching no sólo produjo una gran influencia en sus ideas cosmológicas, éticas y médicas, también le animó a escribir una obra sobre el mismo (Ekigaku teiyō)que convirtió en libro de texto para sus discípulos.
En cuanto a Muro Kyūsō, sólo señalar que escribió varios textos sobre el I Ching, siendo el más importante el “Nuevo comentario sobre el I Ching” (Shueki shinso) en el que introdujo sus propios comentarios.
Respecto a la escuela Yang Wang-Ming, sólo indicar que su influencia fue más modesta y que entre sus académicos más destacados con relación al I Ching estuvieron Nakae Toju (1608-1648) y Kumazawa Banzan (1619-1691).
La escuela Kogaku, o de estudios antiguos, se caracterizó por rechazar los comentarios modernos que se habían realizado en China con respecto al I Ching; la vertiente adivinatoria de la misma; así como a muchas de las ideas que se habían “establecido” sobre la misma. Sin embargo, también es verdad que, dentro de esta escuela se editaron dos obras con relación a la dimensión adivinatoria del I Ching por parte de Ito Togai (1670-1736) y Dazai Shundai (1680-1747).
Entre los académicos más brillantes que se formaron en su seno y que tuvieron interés por el I Ching estuvieron Ito Jinsai (1627-1705), Yamaga Soko (1622-1685) y Ogyu Sōrai (1666-1728).
En paralelo a estas escuelas neo-confucionistas, los monjes zen y sintoístas, también continuaron acomodando sus doctrinas a las enseñanzas del I Ching, aunque habían perdido el protagonismo intelectual sobre ella.
Por ejemplo, la escuela budista Rinzai mantuvo un gran interés por la dimensión esotérica de la obra y estableció su centro de formación en la Escuela Ashikaga. Entre los monjes más importantes de esta escuela que se interesaron por el I Ching estuvieron Saisho Shotai (1533-1607) y Takuan Sōhō (1573-1645). La escuela Sōtō, por su parte, prefirió utilizar el I Ching para explicar las bases filosófico-espirituales de su doctrina.
Respecto al Shinto, las escuelas sintoístas Nuevo Ise, Yoshida y Suika, continuaron utilizando el I Ching para enriquecer sus ideas y para justificar la unidad entre sintoísmo y confucionismo.
Por ejemplo, Kikawa Koretari (1616-1694), fundador de la escuela Yoshida identificó a Kuni-tokotachi-no-mikoto con la noción de T´ai Chi, y a Izanagi e Izanami como los dioses del yin-yang. Yamazaki Ansai (1618-1682), fundador de la escuela sintoísta Suika, vio en el I Ching una fórmula para explicar la generalogía de los dioses y en el Nihon Shoki el I Ching japonés, justificando así la unidad entre sintoísmo y confucionismo.
Durante la mitad del periodo Tokugawa (siglos XVIII y XIX) las escuelas neo-confucionistas simplemente mantuvieron el discurso anterior, de modo que la escuela eclética (setsūha), la escuela de estudios nacionales (kokugaku) y la escuela oracular ganaron el protagonismo.
La escuela eclética se caracterizó por otorgar una gran importancia a los estudios filológicos e históricos con el fin de restaurar el significado antiguo del I Ching, además de por rechazar las ideas esotéricas ligadas a la obra.
Esta escuela tuvo tres sedes principales: Osaka, Edo y Kyoto. Entre las figuras más importantes en Osaka estuvieron Goi Ranshu (1696-1762) y sus discípulos Nakai Riken (1732-1817) y Nakai Chikuzan (1730-1804); en la escuela de Edo fueron Inoue Kinga (1732-1784), Ota Kinjo (1765-1825) y su alumno Kaiho Gyoson (1798-1866), una persona que destacó en sus esfuerzos por restaurar los métodos de adivinación antiguos y que plasmó en la obra “Adivinación con el I Ching en tiempos antiguos” (Shueki kosenshō); y en la escuela de Kyoto destacó Minakawa Kien.
La escuela de los estudios nacionales (kokugaku) obtuvo su protagonismo respecto al I Ching a finales del periodo Tokugawa, dado que en esta etapa, pensadores como Motoori Norinaga (1730-1801) fueron más bien críticos con la obra.
Por último, y con respecto a la escuela oracular anotar que esta estuvo constituida por lo que se podrían denominar “adivinos profesionales” (sayauchi), personajes que dispusieron de pequeñas academias en la ciudad donde prestaban sus servicios. Entre las figuras más conocidas de la época estuvieron Arai Hakuga (1725-1792), Mase Chushu (1754-1817) y Matsui Rashu (1751- 1822).
La última etapa del periodo Tokugawa se caracterizó por el declive en los estudios académicos sobre el I Ching, si bien hubo notables excepciones como la escuela Hirata, ligada al Kokugaku, y las escuelas sintoístas Mito y Unden. Estos bajo un discurso radicalmente nacionalista llegaron a afirmar que el I Ching era de origen japonés y que en verdad la obra era un texto sintoísta.
Hirata Atsutane (1776-1843), y sus alumnos Ikuta Yorozu (1801-1837) y Okuni Takamasa (1791-1871), no sólo defendieron este discurso, también criticaron al duque Wen e incluso a Confucio, por contaminar la obra.
La escuela Mito, caracterizada por defender el culto al emperador y disponer de un espíritu reformista, se sirvió del I Ching con fines políticos para alentar una oposición al gobierno Tokugawa y ensalzar y legitimar la figura del emperador.
Algunas de las figuras más desatacadas fueron Kusumoto Tanzan (1828-1883) Ogasawara Keisai (1828-1863), Yoshida Shoin (1830-1859) y Takasugi Shinsaku (1837-1867).
Por último, Jiun Sonja (1718-1804), el fundador de la escuela sintoísta Unden, defendió entre otras cosas, que el sintoísmo japonés había influido en la creación del I Ching porque Fu Shi, el creador de los hexagramas, los había descubierto según la mitología en un diagrama inspirado en el espejo, uno de los tesoros nacionales del sintoísmo.
Si en la primera etapa, los académicos neo-confucionistas utilizaron el I Ching para reforzar la figura del shogunato y sus políticas, en esta última etapa, la obra sirvió para lo contrario, fomentar la Reforma Meiji y restaurar el protagonismo de la familia imperial.
Desde un punto de vista político, simplemente añadir que, durante el periodo Tokugawa, el Shogun Tokugawa Ieyasu reconoció el valor de esta obra utilizando a dos monjes zen, Kanshitsu Genkitsu y Saishō Shōtai como consejeros. A ambos, además, se les encargó redactar la versión Fushimi del I Ching.
Pero el líder Tokugawa más entusiasta del I Ching fue Tsunayoshi (r. 1680-1709). Según los registros organizó en un periodo de 7 años 240 seminarios sobre el mismo. Tsunayoshi se sirvió del I Ching para aplicar su sabiduría a la política, pero también, para prevenir desastres naturales.
Además, fue durante su gobierno, cuando el emperador Reigen (r. 1663-1683), bajo el beneplácito de Tsunayoshi, reinstauró la antigua Oficina del Yin-Yang renombrándola bajo el nombre de Omyōdō.
Por último, apuntar que el Shogun Tokugawa Ienobu (r. 1709-1712) también recibió lecturas diarias del I Ching.
Referencias Bibliográficas
Wai-Ming, NG. (1997). Study and Uses of the I Ching in Tokugawa Japan, Sino-japanese Studies, 9(2), 24-44.
Wai-Ming, NG. (1998). The I Ching in Shinto Thought of Tokugawa Japan, Philosophy East & West, 48(4), 568-591.
Wai-Ming, NG. (1997). The History of I Ching in Medieval Japan, Journal of Asian History, 31(1), 25-46.
Wai-Ming, NG. (1996). The Hollyhock and the Hexagrams the I Ching in Tokugawa Thought and Culture, Doctoral Thesis, Department of East Asian Studies, USA: Princeton University.
About Pedro Jesús Jiménez Martín
Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.