Archivo por meses: noviembre 2020

Orígenes: Mudrā en la Tradición Esotérica

El mudrā experimentó un desarrollo sin precedentes con el florecimiento y la expansión de la tradición tántrica en el siglo VII en la India, en el siglo VIII en China y Tíbet y en el siglo IX en Japón.

Dentro de la tradición tántrica india, se puede afirmar que, aunque existen referencias sobre el uso de gestos con las manos desde el siglo IV, en verdad, el mudrā no maduró como sistema hasta los siglos VI y VII, apoyado principalmente por dos tradiciones diferenciadas: shivaistas y saktas.

Respecto a la primera, hay que indicar que, el shivaísmo tántrico no ortodoxo, tuvo un desarrolló paralelo a la tradición védica en la India en base a dos importantes interpretaciones: a) atimārga (vía externa o suprema), que acogió a las escuelas Pāsupata y Lākulīsa; y b) mantramārga (vía de los mantras), que albergó las escuelas Siddhanta y Kāpālika, interesadas particularmente en el desarrollo de poderes “sobrenaturales” (siddhis).

Dentro de los primeros textos tántricos de la tradición Mantramārga, Shiva fue adorado en sus formas de Sadāśiva o Bhairava y el mudrā era utilizado, junto al mantra, en complejas visualizaciones cuyo objetivo era convertirse en “sirviente” de la divinidad tras la muerte, alcanzar la liberación para estar al lado de Shiva, o bien, cómo fórmula de “posesión” para encarnar a la divinidad.

En la obra Niśvāsatattvasaṃhitā (siglos IV-VI) de la escuela Siddhānta, el mudrā es presentado como un mediador entre el mantra de la divinidad y el cuerpo del practicante, y sirve para favorecer una especie de “posesión” que ayuda a encarnar a la divinidad.

En este documento se mencionan al menos 10 mudrās, y entre ellos, destaca particularmente el ksurikāmudrā ̣ o kartarimudrā (cuchillo), un gesto de manos que se aconseja realizar al fallecer para abandonar voluntariamente el cuerpo y unirse a Shiva.

Sin embargo, en el Svacchandatantra (siglos IV-VI), un texto devocional dedicado a Bhaivara en el que aparecen hasta 20 mudrās, estos son presentados ya dentro de un contexto de transmisión por iniciación y aparecen dotados de un nuevo sentido: el mudrā como medio para alcanzar estados mentales particulares y para adquirir cualidades o poderes asociados a la deidad adorada.

En cuanto a la escuela Kāpālika, representada por personajes oscuros que adornaban su cuerpo con huesos humanos y cuya vida estuvo ligada a la vida en los cementerios y crematorios, matizar que el mudrā fue utilizado en rituales de magia negra y con el fin de adquirir ciertos poderes sobrenaturales. En particular, los textos mencionan el uso de cinco y seis mudrās transmitidos a través de un ritual de iniciación por parte de un gurú.

En la tradición tántrica sakta, asociada al culto a la yogini y al ritual Vidyāpītha, los mudrās adquirieron un gran protagonismo. En la obra Brahmayāmala se llegan a enumerar hasta 50 mudrās, y en el Jayadrathayāmala, hasta 270.

En ambos documentos el mudrā se utiliza tanto para representar objetos que portan las deidades tántricas (caracola, disco, flor, etc.), como para experimentar estados de “posesión-comunión” con deidades femeninas (yoginis y dakinis).

Si cambiamos el marco de referencia para mirar a la tradición tántrica desarrollada en Cachemira en los siglos X-XI, encontramos que dentro de la Escuela Trika, que englobó las tres ramas: Kaula, Trika y Krama, la última cita el mudrā como un medio específico para alcanzar diferentes estados de conciencia internos, desligándose por completo del trabajo con el mudrā hacia el mundo exterior.

En esta tradición se habla del mudrā como una fórmula para desarrollar prácticas mágico-esotéricas como “salirse del cuerpo”, “entrar dentro del cuerpo de otro ser” o alcanzar la “comunión con la conciencia absoluta”, y se presenta al mismo como en un estado de conciencia y no sólo como en un gesto de manos como ocurría en el resto de las tradiciones.

En la escuela Krama se nombra en especial, una secuencia estable de cinco mudrās: karaṅkinīmudrā, krodhinīmudrā, khecarīmudrā, lelihanāmudrā y bhairavīmudrā, que se asocian con la totalidad del universo, los chakras, los cinco siddhas y los estados de conciencia asociados a ellos, y se enaltece un mudrā en particular, el vismayamudrā o dhāmamudrā o kramamudrā, por representar para esta escuela el estado de conciencia más elevado.

Entre las figuras más importantes que desarrollaron los primeros textos tántricos de la escuela Krama destaca Abhinavagupta (975-1025). Para este pensador el mudrā guarda cierta simbología sexual y es un gesto capaz de provocar estados alterados de conciencia, síntomas ligados al despertar del Kuṇḍalinī yestados de posesión.

Dentro de la tradición budista tántrica se considera que los primeros sutras en los que apareció la descripción del uso ritual de gestos con las manos fueron el Murimandarajukyo (siglo VI), en el que se nombran 16 mudrās, y el Daranjikko (siglo VII), en dónde se mencionan más de 300.

Sin embargo, dentro de esta misma tradición, tambiénse considera que el término mudrā como tal, no comenzó a aparecer en los textos esotéricos hasta la dinastía Pala (siglos VIII-XII), momento en el que, además, empezó a ampliarse poco a poco su número y complejidad.

En particular, se considera que fue en el Guhyasamāja Tantra (siglo VIII), donde se empezó a utilizar plenamente la palabra mudrā para indicar las posiciones de las manos de las deidades tántricas budistas a visualizar, y dónde se comenzaron a asociar los mudrās clásicos de la iconografía budista de tocar el suelo (bhumisparsa), ofrecimiento (varada), protección (abhaya), enseñanza (vyakhyana) y meditación (dhyana), con los cinco budas del budismo esotérico.

Después, en la obra Mañjuśrīmūlakalpa, traducida al chino en el siglo X y en donde se listan 108 mudrās combinados con sus mantras, quedó finalmente establecido que los mudrā representan un código ritual específico basado en las diferentes formas de entrelazar los dedos para venerar a las deidades.

Con el tiempo, la tradición del budismo esotérico fue ampliando su panteón de deidades, creándose diferentes familias de budas, bodhisattvas y consortes. Una realidad que supuso, entre otras cosas, que en obras como el Sādhanamālā y el Nipannayogāvalī (siglos XI-XII) apareciesen nombradas hasta 600 deidades, muchas de las cuales tenían asociadas sus propios mudrās complejos y particulares.

Por ejemplo, en el Sādhanamālā, se describe el siguiente mudrā:  las palmas de las manos unidas, los dedos corazón extendidos formando una aguja y los dedos índices curvados hasta tocar la tercera falange con sus puntas, los dedos anulares ocultos en la palma y los meñiques extendidos. Es el utpala mudrā, la flor que Tara porta en su mano izquierda.

En el budismo esotérico chino y japonés, el mudrā pasó a formar parte de la doctrina de los tres misterios (sanmitsu): pensamiento, palabra y acción, y en particular, el mudrā se convirtió en la acción corporal física que debían unirse al mantra y al pensamiento para activar el poder de los rituales.

Dentro de la tradición taoísta en China, también existen referencias al uso de la mano en rituales de exorcismo y sanación desde muy antiguo y como una tradición propia e inicialmente independiente al uso de los gestos de la mano de la tradición india y budista.

En las investigaciones realizadas por Cho (2013) se manifiesta la existencia de referencias al uso de la mano con fines curativos en China desde los siglos I-II a.C. En particular, se alude al ritual zhuyou, un método que aparece nombrado en el Canon de Medicina Interna del Emperador Amarillo (Huangdi neijing), una obra que trató en su momento de unificar y estructurar los diferentes métodos curativos existentes en el país.

En este texto se alude a que este ritual servía para revelar y expulsar las causas ocultas e imperceptibles de la enfermedad y para ayudar a eliminar los bloqueos en la circulación de la energía (qi), exorcizar espíritus malévolos, devolver el equilibrio emocional y recuperar la virtud perdida.

Lo importante de este ritual es que no sólo englobó técnicas como el rezo, los talismanes, los encantamientos y los medicamentos, también el uso de gestos con las manos.

En cuanto a qué se hacía específicamente con las manos, no está claro. Hay que esperar a la primera parte de la dinastía Tang (618-907), para encontrar dos obras en las que se hizo una mención explícita a diferentes técnicas de exorcismo y sanación. 

En la obra “Formulario de Recetas por valor de Mil” (Qianjing Yifang), redacta por Sun Simiao (581-682), se incluye un capítulo específico titulado “Canon de exorcismos” en el que se describen gestos de manos para realizar exorcismos; y en la obra “Palabras-Dhāranī de Jāngulī, la Mujer Venenosa” (Changjuli dunu tuoluoni zhoujing), supuestamente redactada por el monje chino Gupta en los años 650, aparece explicada una técnica terapéutica que consistía en presionar sobre diferentes partes de los dedos de la mano para curar diferentes patologías y subyugar a los espíritus.

Jāngulī es una deidad femenina asociada a las serpientes que era invocaba a través de encantamientos, talismanes de protección, sellos de madera con dibujos y gestos con las manos para hacer frente a dragones y serpientes. Es curioso descubrir que, en la intervención, los encantamientos debían ser recitadas sobre agua que luego era vertida sobre la persona aquejada del problema.

En particular, el tratamiento indicaba entre otras fórmulas, la presión sobre la yema del pulgar de la mano derecha para neutralizar los conflictos, la ira y el odio, la presión sobre la base del dedo meñique de la mano derecha para tratar enfermedades heteropáticas, la presión sobre la base del pulgar y sobre la yema del dedo anular de la mano izquierda para tratar las mordeduras de serpientes, la presión sobre la parte media del dedo índice de la mano izquierda para tratar el qi caliente y la ansiedad o la presión sobre la base del dedo meñique para tratar los ojos rojos; y la presión sobre la raíz del pulgar, la yema del índice, la yema del corazón, la raíz del dedo corazón, la zona media del dedo anular de la mano derecha para invocar, subyugar y perseguir a las “sombras”, la presión sobre la yema del dedo índice de la mano izquierda para ver la verdadera forma de una sombras que ha tomado la forma de un cuerpo humano.

Se debe apuntar que esta obra fue recogida y traducida después en el siglo VIII por Amoghavraja, uno de los patriarcas del budismo tántrico en China, y que, en su traducción, este monje aludió a que la mano actuaba como un sello que se coloca sobre diferentes partes del cuerpo para potenciarlas (hombros, corazón, garganta y frente) y que finalmente se debía “romper” el gesto de manos encima de la cabeza para visualizarse como Jāngulī.

En otro texto taoísta de la época, ligado a la figura de T´ao Hang-Ching y titulado “Escritura roja de los tres registros divinos” (año 632 aprox.), aparecen asociadas las diferentes partes de la mano con los cincos planetas y los cinco agentes, y se describe el uso de sellos realizados con los dedos de la mano o con sellos de madera o papel, que debían ser aplicados o impresos sobre diferentes partes del cuerpo acompañado de conjuros, y que otorgaban la capacidad de levitar, andar sobre el agua, etc.

Más adelante, en la obra Shengji Zonglu del siglo XII, una colección que recopilaba el conocimiento médico de la época promovido por el emperador chino Huizong (r. 1100-1125), se incluye la descripción de una técnica curativa basada en el uso de las manos.

En particular, se cita el término mu, las diferentes secciones de los dedos y de las palmas de las manos que se ligaban al tratamiento de determinadas enfermedades. Presionando sobre ellas mediante gestos especiales realizados con las manos y recitando encantamientos se podía expulsar la enfermedad y los espíritus negativos.

SIMBOLOGÍA APLICADA A LA MANO

Una de las claves que facilitó la evolución del mudrā en la tradición tántrica fue la existencia de un marco simbólico con relación a las diferentes partes de la palma de la mano y los dedos.

Este hecho se puede rastrear en la tradición taoísta y budista. Existen múltiples diagramas que muestran códigos en la mano para recordar-memorizar y trabajar con diferentes conceptos y conocimientos.

Por ejemplo, entres los seguidores de la astrología china existía un diagrama que utilizaba los dedos de la mano para memorizar la combinación de las doce ramas terrestres y los diez tallos celestes con relación a los doce animales del zodiaco chino, igual que en la tradición de la adivinación había un diagrama para trabajar con los diferentes hexagramas del I Ching, o para representar los nueve palacios del cuadrado mágico.

En la tradición médica china también había diagramas para recordar conceptos médicos complejos como las seis calidades climáticas, horas del día, los cinco agentes, los etc.

Con respecto al budismo, en la cueva de los mil budas (Mogao) de Dunhuang (China), se encontró uno de los primeros diagramas palmares en el que se relacionan conceptos budistas con los dedos de la mano.

En particular, en este dibujo, fechado en la mitad final de la dinastía Tang (618-907), cada dedo de las manos aparece asociado a uno de los cinco elementos: fuego, agua, tierra, aire y vacío, y a una de las 10 virtudes budistas: meditación, esfuerzo, paciencia, preceptos, caridad, sabiduría, significado, votos, poder y conocimiento.

Este tipo de representaciones gráficas continuó en el tiempo, y así, encontramos el diagrama “Nombres misteriosos de los Diez Dedos” (Shizi yiming), del siglo XII, una representación budista que sigue el modelo de significados de las manos de la cueva de Dunhuang, y el diagrama “Diagrama de Mudrā para memorizar los 18 caminos” (Shiba Daosi ji yintu), del siglo XVIII, con la misma tendencia.

Dentro de la tradición budista tántrica, también existe un texto del siglo XI atribuido a Sasvatavajra en el que la mano aparece descrita como un mandala dentro del ritual hastapūjāvidhi. En particular, la mano aparece dividida en tres zonas:

a) Un círculo externo conformado por los dedos, en dónde el devoto evoca los cinco elementos en su manifestación femenina: el pulgar representa la tierra y a la deidad Pātanī; el índice el elemento agua y Māranī, el corazón el Fuego y Akarsanī, el anular el aire y Narttesvarī y el dedo meñique el vacío y Padmajālinī.

b) Un círculo medio ligado a las uñas en el que se evocan a los cinco budas espirituales, sus colores y sus respectivas sílabas sagradas: La uña del pulgar se asocia a Amoghasiddhi, al color blanco y al mantra om hah namah; la del índice a Vairocana, el amarillo y hi svaha; el corazón a Amitāba, el rojo y hum vausat; el anular a Aksobhya, el negro y he hum hoh; el meñique a Ratnasambhava, el verde y phat ham.

c) Un círculo interno o central que correspondería a la palma de la mano y que acogería un loto de cinco pétalos en dónde aparecerían representados cinco diosas con sus colores y mantras: Yāminī, el color negro y el mantra ham yom; Mōhanī, blanco, hrim mon; Sañcālinī, amarillo, hrem hrim; Santrāsinī, verde, ngam; Chandikā, gray, phat, y en el centro de la mano vajravārāhī, rojo, om vam.

En la obra publicada por Saunders (1985), se explica que, en el budismo tántrico, la mano se convirtió en un universo en miniatura para representar una cosmología compleja con su propio vocabulario.

De hecho, la mano derecha pasó a simbolizar el sol, la inteligencia, el mandala del diamante (kongōkai), el reino de lo divino, mientras que la mano izquierda simbolizaba la luna, la meditación, el mandala matriz (taizokai) y el reino de lo humano, y los dedos los diez preceptos, los cinco elementos, los cinco budas y bodhisattvas, etc.

Mano izquierda

PulgarÍndiceCorazónAnularMeñiqueDedos
DiscernimientoAcciónPercepciónSensaciónForma5 Agregados
KonrinByakusanKojuShajoSho5 Bosatsu
SabiduríaMeditaciónMemoriaEnergía5 Raíces
ConocimientoPoderVotoMétodoÉtica10 Virtudes
VacíoAireFuegoAguaTierra5 Elementos
DainichiAshukuHoshoAmidaShaka5 Budas
HumanosAsurasAnimalesPretaInfierno10 Mundos

Mano Derecha

PulgarÍndiceCorazónAnularMeñiqueDedos
DiscernimientoAcciónPercepciónSensaciónForma5 Agregados
KonrinByakusanKojuShajoSho5 Bosatsu
SabiduríaMeditaciónMemoriaEnergía5 Raíces
MeditaciónEsfuerzoPacienciaDisciplinaCaridad10 Virtudes
VacíoAireFuegoAguaTierra5 Elementos
DainichiAshukuHoshoAmidaShaka5 Budas
BudasBosatsuPratyekaSravakaDioses10 Mundos

Nota: 5 Agregados= los elementos constituyentes de un ser inteligente; Bosatsu= cinco formas de conocimiento; Sho= el victorioso, el que porta la espada de la sabiduría; Shajo= el que elimina los obstáculos y las ilusiones; Koju= el que aporta el fuego, el brillo y lo inmaculado; Byakusan= la compasión; Konrin= la docTrina; 5 Raíces= cinco órganos de los sentidos.

(Fuente: Saunders 1985).

TAXONOMÍA DE LOS MUDRĀS ESOTÉRICOS

Según Saunders (1985) los mudrās del budismo esotérico japonés se clasifican de forma general en dos categorías: “con forma” (ugyō), es decir, posiciones de manos en donde se sostienen objetos de meditación (una espada, un vajra, un loto, una rueda, etc.) y “sin forma” (mugyō) posiciones de manos que ayudan a materializar ideas, conceptos abstractos o intenciones del practicante.

Dentro de los mudrās sin forma, la obra Kongōchōkyō distingue cuatro tipos de mudrās:

– Mudrās Mayores (dai-in o mahā jñāna mudrā), mudrās que se utilizan en los rituales junto a mantras semilla (bija), intenciones-emociones ligados a los atributos de las deidades y estatuas o visualización de deidades, para alcanzar los cinco estados de conciencia asociados al buda central Vairocana, con el fin de fusionarse con la divinidad en la meditación.

Mudrās Convencionales (sammayagyō-in o sammaya jñāna mudrā), gestos que representan objetos ligados a las diferentes deidades esotéricas de los mandalas (espada, loto, diamante, concha, campana, etc.).

Mudrās Karma (Komma-in o karma jñāna mudrā) que sirven para expresar comportamientos que inspiran respeto y las acciones o palabras de Buda y tienen fines funcionales.

Mudrās Esencia (hō-in o dharma jñāna mudrā) que sirven simplemente para acompañar los mantras.

Como en la tradición esotérica se entiende que los mudrās son efectos y no causas, se considera que los Mudrās Mayores habrían nacido de las dinámicas internas que experimentó Buda en su camino hacia la iluminación, mientras que los Mudrās Convencionales, Karma y Esencia habrían nacido del conocimiento y la investigación del practicante, y en una dimensión mística, de la transmisión de los mismos por parte de las deidades.

Otra forma de clasificar la extensa variedad de mudrās que existen en el budismo esotérico japonés, es diferenciarlos en mudrās “madre”, o posiciones de las manos de las que habrían surgido familias de mudrās.

En este sentido se pueden diferenciar mudrās que se realizan con una mano o con las dos manos; mudrās que nacen del puño cerrado o de la mano abierta; y mudrās que nacen de la unión de manos individuales que se unen o de las dos manos entrelazadas por sus dedos.

Bajo esta perspectiva, los mudrās más importantes son:

1.- Puño de Loto (Renge ken-in o tai-ken), que simboliza un capullo de loto por florecer. Según Saunders (1985), es el gesto del que nacen todos los mudrās del mandala matriz (taizokai).

2.- Puño Diamante (Kongō ken-in) que simboliza la indestructibilidad del diamante. Según Saunders (185) es el puño del que nace todos los mudrās del mandala diamante (kongōkai) y los mudrās ligados a los Karma mudrā (Komma-in).

3.- Mano que Ofrece (Segan-in) que simboliza la compasión de Buda hacia todos los seres ofreciendo todo lo aprendido al mundo para superar el sufrimiento.

4.- Mano de Protección (Semui-in) que simboliza el poder alcanzado por la práctica de Buda para neutralizar a los demonios.

5.- Manos de Veneración (Kenjisshin gasshō-in), que simboliza la devoción que nace de un corazón sincero hacia la divinidad.

6.- Manos de Veneración Diamante (Kongō gasshō-in), que simboliza la devoción que nace de una intención sincera e indestructible hacia a la divinidad.

7.- Puño de los Lazos Exteriores (Gebaku ken-in). Según Saunders (1985) de este gesto nacen todos los gestos ligados a los sammaya mudrā (sammaya-in).

8.- Puño de los Lazos Interiores (Naibaku ken-in). Según Saunders (1985) de este gesto nacen todos los gestos ligados a los mudrā esencia (hō-in).

  

Referencias Bibliográficas

Benge, A. (2016). Transformation of the Udayana Buddha: From Mortal to God, Thesis, Institute of Fine Arts, New York University.

Cho, P.S. (2013). Healing and Ritual Imagination in Chinese Medicine: The Multiple Interpretations of Zhuyou, EASTM, 38, 71-113.

Eliade, M. (2002). El Yoga. Inmortalidad y Libertad. México: Fondo de Cultura Económica.

Flood, G. (2008). El Hinduismo. 1ª Edición 1996. Madrid: Akal.

Hanson, M.E. (2017). The Mysterious Names of the Hands and Fingers, Healing Hand Mnemonics in Medieval Chinese Buddhism, En: Salgero C.P. (Ed.), Buddhism and Medicine. An Anthology of Premodern Sources, (pp. 478-485), New York: Columbia University Press,

Hanson, M.E. (2016). The Earliest Hand Mnemonics in Medieval Chinese Buddhism: Practicing Embodiment as Historical Method, En: Myeongsan-gwa, C. (Ed.) Meditation and Healing, (pp 105-132), South Korea: The institute of Mind Humanities, Wonkwang University.

Hanson, M.E. (2008). Hand Mnemonics in Classical Chinese Medicine: Texts, Earliest Images, and Arts of Memory, Asia Mayor, 21(1), 325-357

Linot, L. (1934). Manuscrits Sanskrits de Sadhana´s retrouves en Chine, Journal Asiatique, juillet-septembre, 1-86.

Maspero, H. (2013). El Pensamiento Chino. Madrid: Trotta

Saunders, D. (1985). Mudrā. A study of symbolic gestures in Japanese buddhist sculpture, New York: Princeton University.

Saunders, D. (1958). Simbolic Gestures in Buddhism, Artibus Asiae, 21(1), 47-63.

Strickmann, M. (1995). Brief Note: The Seal of the Jungle Woman, Asian Mayor, 7(2), 147-153.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.

Orígenes: Mudrā en la Iconografía

En el estudio realizado por Richard Smith (2015) sobre la aparición del mudrā en la tradición escultórica india temprana, se explica cómo, en las primeras esculturas que todavía se conservan de la dinastía Maurya (322-185 a.C.), estas no muestran todavía mudrās en sus manos. En ellas, las manos aparecen portando objetos, apoyadas en la cintura o simplemente suspendidas y vacías.

Será en el siglo I a.C. cuando empiecen a aparecer dos gestos de manos característicos en la representación escultórica: 1) las manos unidas a la altura del pecho como símbolo de veneración y 2) una mano alzada con la palma hacia el frente, de la que no hay registros de la época sobre su significado.

En el contexto de la numismática, también se ha conservado una moneda de esta época en donde aparece una deidad femenina que igualmente muestra una mano levantada con la palma dirigida al frente.

Si avanzamos hasta la dinastía Kushana (siglos I-II d.C.), momento en que floreció el arte escultórico en Gandhāra y Mathura, se observa que continuaron predominando en la escultura india las dos posiciones de manos descritas anteriormente, si bien, y a consecuencia de que en esta época comenzó a representarse a Buda antropomórficamente, aumentó el número de gestos.

Antes del siglo II, la personificación de Buda estaba prohibida en numerosos pasajes del canon budista, si bien, algún autor también apunta que no hubo una necesidad de ello porque Buda era considerado un “maestro” y no una deidad. Por eso, antes de esta fecha, Buda era representado a través de símbolos como un pilar, una rueda, una estupa, un trono o un árbol, pero nunca como una persona.

Con el desarrollo de escuela Gandhāra al noroeste de la India, se empezó a representar a Buda en la piedra bajo un ideal que fusionó el modelo antropomórfico ideal griego y romano con la tradición estética india.

En aquellas obras artísticas, el mudrā se empezó a utilizar como un recurso para simbolizar determinados episodios históricos de la vida de Buda, si bien, en un inicio, no hubo una codificación clara de la significación de los mismos y su número fue más bien muy reducido. Esto contribuyó, por ejemplo, a que un mismo gesto pudiese ser utilizado para expresar diversos significados.

Dentro de la iconografía budista aparecieron en particular tres nuevas posturas de manos: 1) el gesto de la meditación, en dónde una mano está encima de la otra con los dedos pulgares descansando sobre ellas (sin tocarse); 2) el gesto de la enseñanza, en donde una mano aparece cerrada en forma de puño, y la otra, con la punta de todos los dedos juntos, situada en la parte baja del puño, parece que coge algo de dentro; y 3) la posición del testigo con la mano apuntando al suelo apoyada en la rodilla.

En la numismática de esta época, también se han conservado monedas en las que se muestra a Buda con la mano abierta elevada hacia el frente o a Shiva con tres palmas de la mano de sus múltiples brazos en la misma posición, confirmando el predominio de este gesto en la iconografía india.

Con esta información, se puede afirmar que los principales gestos de manos que recogía la tradición escultórica india hasta el siglo II d.C. fueron las posiciones de manos que hoy día se identifican bajo el nombre de añjali, abhaya, dhyana, gandhāra dharmacakra y bhumisparsa mudrās.

Sin embargo, en este periodo apareció un documento que se convirtió en un texto de referencia para la codificación e identificación de los gestos de la mano que se utilizaban en la representación escénica india: el Nātyasāstra, un tratado ligado a la figura de Bharatamuni y redactado en algún momento entre los siglos I y II d.C.

En esta obra aparecen por primera vez los nombres y la simbología de múltiples gestos realizados con las manos, si bien, es verdad que la terminología que se utiliza para nombrar dichos gestos es “hastas” y no “mudrās”.

En este punto es interesante tener en cuenta la puntualización que hace Smith (2015) sobre la importancia de analizar el significado que se otorgó en el Nātyasāstra a las posiciones de las manos que eran características de la iconografía escultórica hasta el siglo II d.C.

Cuando se hace, se observa que la posición de ambas manos unidas a la altura del pecho (añjali) es identificada como un símbolo de veneración y saludo, pero la mano abierta al frente (patāka o ardhana-candra) no guarda ningún significado de “protección”, “ausencia de miedo” ni de “enseñanza”. En cuanto a la posición de manos para la meditación (dhyana) simplemente no se cita.

La asociación del gesto patāka como la idea de “ausencia de miedo” apareció más tarde en la escenografía teatral india. En particular, lo hizo en la obra Abhinaya Darpana, redactada en entre los siglos X-XIII, si bien, es verdad que en ella, se indica que la idea fue recogida de otro texto.

Dentro de este último texto también se puede destacar que el gesto ardhana-candra aparece ligado a la luna como un adorno que quiso tener Shiva (quizás esa deba ser la interpretación que hay que darle a este gesto cuando aparece en esta deidad), igual que el gesto hamsasya (cara de cisne) aparece asociado a la noción de “enseñanzas” y “meditación”, coincidiendo con el significado que recibe este gesto en la iconografía bajo el nombre de vyakhyana mudrā.

Lo curioso de estas obras es que, si el Nātyasāstra describió 67 gestos de manos y el Abhinaya Darpana muchos más, no se transfirieron más gestos en la escultura india de la época.

Si pasamos a la dinastía Gupta (320-497) se sigue constatando el predominio del gesto de la mano levantada hacia el frente, si bien, empezaron a aparecer otras dos nuevas posiciones de manos: el gesto del ofrecimiento (en la figura de Avalokitesvara), en donde la palma de la mano mira hacia arriba,  en lo que hoy se identifica como varada mudrā, y el gesto de la transmisión del Dharma (en la figura de Buda), que conocemos actualmente como dharmacakra mudrā.

A partir del siglo VI, pero sobre todo en la dinastía Pala, que abarcó los siglos VII-XII, se registró una gran expansión de deidades hinduistas y budistas en la iconografía india fruto del desarrollo de la escuela tántrica, y una especial atención hacia los gestos de sus manos.

De hecho, fue en esta época cuando empezó realmente a utilizarse la palabra mudrā, se multiplicó exponencialmente su número y se empezó a dotar al mudrā de un significado mágico-religioso.

Los dos textos claves de estas fechas que los investigadores relacionan con la aparición de la palabra mudrā son el Brhat-Samhitā y el Visnudharmottara-Purāna.

El primero, escrito por Varahamihira en el siglo VI, es considerado como el primer texto de iconografía india. De él se ha dicho que cuando describe cómo deben dibujarse a las deidades, utiliza la palabra mudrā. Sin embargo, Smith (2015) repasando el texto original advierte que la palabra que se utiliza en verdad es santida y santikaro y no mudrā.

Respecto al Visnudharmottara, redactado un siglo más tarde, recoge en sus capítulos 17-31 los “hastas” o posiciones de las manos descritas en el Nātyasāstra, sin embargo, en el capítulo 32, introduce el término hasta-mudrā y enumera 57 rahasya-mudrā o gestos esotéricos, misteriosos y secretos, que dice que simbolizan a los dioses con sus insignias, sus silabas y sus escrituras.

MUDRĀS BÁSICOS DE LA ICONOGRAFÍA

Dentro de la iconografía budista se puede identificar un conjunto básico de mudrās que son comunes en un amplió número de pinturas o esculturas y que sirven para representar facetas de la vida o del despertar del Buda histórico Sakyamuni.

1.- Mudrā del cumplimiento del voto

Este mudrā se nombra en sánscrito “varamudrā” o “varadamudrā”, en chino “shih-yuan-yin” y en japonés “segan-in”.

En este gesto, los dedos de la mano, ligeramente flexionados, se dirigen hacia el suelo con la palma abierta hacia el frente como si sujetasen un objeto en un gesto de ofrecimiento.

En la tradición budista, este gesto expresa el regalo de las enseñanzas de Buda a la humanidad como fruto de su práctica y el cumplimiento de su voto de salvar a todos los seres vivientes. A nivel más mundano, es el gesto de “dispensar favores” y se asocia al poder de Buda de satisfacer los deseos y materializar las promesas.

Aunque este gesto aparece en otras deidades, está más presente en Kannon (Avalokitesvara) y sus diferentes manifestaciones (Nyo-i-rin Kannon, Shōkannon, Jūichimen Kannon), para expresar la gran compasión de esta divinidad.

Según el mito recogido en la obra Kāranda-vyūha, cuando Avalokitesvara se acercó a la ciudad de los muertos, esta, con una gran compasión, hizo fluir de sus dedos diez vaitarani (el agua de los ocho elementos), la verdadera agua de la vida, lo que permitió a los fallecidos reconstruir sus cuerpos. Una vez hecho esto, los transportó hasta el cielo Subhāvati.

En la tradición esotérica, lo que ofrece una deidad a sus devotos cuando aparece este gesto hay que observarlo en la otra mano. Por ejemplo, si la mano está en el pecho o sujeta un loto es que ofrece la sabiduría de la compasión; si adopta el mudrā de neutralizar el miedo (semui-in) ofrece un camino para superarlo, etc.

2.- Mudrā que concede la ausencia del miedo

Este mudrā se denomina en sánscrito “abhaya mudrā” o “abhayamadala mudrā“, en chino “shih-wu-wei-yin” y en japonés “semui-in“.

En este gesto los dedos de la mano extendidos apuntan al cielo con la palma abierta hacia el frente como si quisieran parar algo.

En la tradición budista representa un gesto del protector y se asocia a la leyenda en la que el malévolo Devadatha, con ganas de herir a Buda mientras meditaba bajo el árbol del bodhi, emborrachó a un elefante y le animó a que le envistiera. Cuando el elefante iba a alcanzar a Buda este levantó la mano derecha con este gesto, y con esta acción, no sólo paralizó al elefante, sino que lo sometió completamente.

Otra leyenda dice que, cuando Buda hizo este gesto, de su mano saltaron cinco leones que atacaron al elefante para salvarle la vida. Una leyenda que con el tiempo evolucionó a que de sus dedos emanaron cinco rayos de colores, lo que contribuyó a que a este gesto también se le concediese el nombre del “mudrā de los cinco rayos de colores”.

Estas leyendas aportan luz sobre dos significantes del gesto. El primero, más espiritual, aludiría a que Buda, gracias a su fuerza interna y su benevolencia, triunfó sobre el mal ilustrando la noción budista de “no herir”; y el segundo, unido a la actuación de los cinco leones o fuerzas externas, apuntaría a una acción de protección.

La relación de este mudrā con la noción de eliminación del temor, también se ha interpretado como la protección que ofrecen las enseñanzas de Buda para ayudar a todos los que sienten miedo o está intimidados.

La doctrina budista constituiría así un camino para vivir sin miedo, una enseñanza que ayuda a trascender la dualidad (miedo/placer) para instalarse en la calma, una vía para el reposo mental que nos libera del dolor.

Si en su polaridad negativa representa “no tener miedo” en la positiva es “dar confianza”. La confianza ante el peligro es la ausencia del temor que calma y tranquiliza la mente. De hecho, este gesto realizado con dulzura se convierte en un gesto apaciguador y de otorgar tranquilidad y calma.  

3.- Mudrā de la argumentación

Este mudrā se denomina en sánscrito “vitarkamudrā” o “vyakhyanamudrā”, en chino “an-wei-yin” y en japonés “an-i-in” o “seppō-no-in”

En este gesto los dedos de la mano están extendidos con la palma abierta hacia el frente, a excepción del dedo pulgar que toca la punta del dedo índice haciendo un círculo.

Este mudrā representa el gesto de la argumentación y es un gesto tan natural y espontáneo que es común a muchas culturas. Esta posición con la mano aparece acompañando el discurso y con ello, expresa la idea de instrucción o enseñanza. Sin embargo, en el budismo fue perdiendo poco a poco la connotación del discurso para representar la divina autoridad de la Ley o Doctrina.

La unión del dedo índice y pulgar en un círculo también es una postura clásica de meditación y representa que el ego (índice) se inclina frente a lo divino (pulgar), para formar un círculo que no tiene ni principio ni fin: el símbolo de perfección. La Ley de Buda que es eterna y perfecta.

En las esculturas del buda Amida este gesto (seppō-in) aparece con las manos juntas en forma de meditación. Se considera que este fue el gesto que utilizó Sakyamuni después de alcanzar la iluminación para salir de su estado meditativo sin perderlo y predicar la doctrina budista. Primero adoptó esta postura de manos para salir del mudrā de la meditación (dhyanamudra) y luego al separar las manos quedaron con este gesto individualmente.

Este gesto se puede realizar uniendo el pulgar con los otros dedos y entonces sirve para simbolizar-enumerar diferentes aspectos de la doctrina budista: el índice el discernimiento correcto; el corazón la acción correcta, el anular la atención correcta…  

Si se hace con el dedo anular se denomina Kishijō-in o mudrā de la buena fortuna y se asocia con la deidad kichijō-ten. En sánscrito esta postura se llama Mahasri, donde Mahā es grande y sri es mérito o buena fortuna.

4.- Mudrā de la adoración

Este mudrā se denomina en sánscrito “vajra-anjalikarmamudrā” o “anjalimudrā”, en chino “chin-kang ko-chang” y en japonés “gasshō”.

En este gesto las dos palmas de las manos están unidas con los dedos extendidos tocándose entre ellos a la altura del pecho (kenji-gasshō), si bien hay variantes importantes como:

Kongō-gasshō, identificado en el budismo esotérico como la “madre de todos los mudrās” en donde todos los dedos están entrecruzados en sus puntas (después de recibir la ordenación (kanjo) el monje hace este gesto con los pulgares entrecruzados pero el resto de los dedos no).

Kimyō gasshō, en dónde todos los dedos siguen entrecruzados entre sus puntas excepto los pulgares, que simplemente se tocan y koshin- gasshō, en dónde las palmas de las manos no están unidas.

En la iconografía budista es el mudrā para rezar a la divinidad tomando refugio en ella. Es un gesto de adoración, de ofrenda y de saludo. Si se pone en la cerca de la boca es que ofrezco las palabras dichas o que se van a decir, si se pone en el pecho ofrezco un sentimiento del corazón, un corazón sincero y puro.

Como unión de las dos manos representa la unidad de los contrarios, de lo material y espiritual, lo dinámico y lo pasivo, el yin y el yang. Como es un símbolo que se expresa frente a una divinidad superior como súplica, es un gesto que nunca aparece en la iconografía de un Buda.

En el budismo esotérico, el mudrā kongō-gasshō representa la unión del reino del diamante (kongōkai) con el reino matriz (taizōkai), es decir, el mundo de la sabiduría profunda que confiere la iluminación y que es puro, duro e indestructible como el diamante (kenjishingasshō) y el mundo de la compasión ligado a la manifestación que es puro como un loto (hoshin gasshō).

5.- Mudrā de tocar el suelo

Este mudrā se denomina en sánscrito “bhumisparsamudrā”, en chino “ch´u-ti yin” y en japonés “sokuchi-in”.

En este gesto, la palma de la mano mira hacia dentro y los dedos se extienden juntos hacia el suelo como si lo tocasen o lo señalasen. Existen variantes importantes como: Anzan-in, el gesto que “subyuga la montaña”, en donde la mano, en la misma posición, está paralela al suelo con la muñeca flexionada; y otra en la que sólo el dedo índice es el que señala suelo.

Es un gesto que aparece sólo en las figuras sentadas y se asocia con la leyenda que alude al momento en el que el buda histórico estaba a punto de alcanzar la iluminación. Los dioses de la tierra le advirtieron que sería atacado por demonio, pero Buda les tranquilizó diciendo que les subyugaría con su sabiduría. En ese momento apareció el rey demonio y le reto a materializar sus palabras. Entonces Buda, señalando el suelo con su dedo llamó a los dioses de la tierra que eliminaron a los demonios.

Otra versión dice que Māra, ante el miedo de perder su trono, envió a sus demonios contra Buda, pero que este, arropado por sus méritos, señaló a la tierra para que confirmarse que él era el iluminado y dueño del trono. En ese momento, la tierra tembló para proclamar que Buda era la persona que debía ocupar el trono.

Este gesto se asocia así con la idea de reprimir el mal o de tener un testigo para confirmar el trabajo personal.

6.- Mudrā de la concentración

Esta mudrā recibe en sánscrito el nombre de “dhyanamudrā”, en chino “ting-yin” y en japonés “jo-in”.

Este gesto va ligado a la posición sentada en la iconografía budista. Dentro de la tradición japonesa podemos diferenciar tres categorías con relación a este gesto:

A) Entre los siglos VIII y X este gesto era común realizarlo con una mano encima de la otra, las palmas hacia el cielo, los dedos extendidos y los pulgares relajados sobre la mano sin tocarse. Este gesto también aparece mucho en la India. Una variante que aparece raramente en Japón es con las palmas mirando hacia el abdomen como en las prácticas de qigong chino; y otra variante, con las manos abiertas hacia el exterior en 45º.

 B) Después del siglo X, empezó a ser más común este gesto con los pulgares tocándose encima de los otros dedos de la mano formando un triángulo. Este gesto es raro encontrarlo en la India, pero fue más común en la dinastía Wei china.

La posición triangular de los dedos se asocia simbólicamente con el yoni, o el útero del que surge toda la creación, pero también, con el fuego que destruye todas las impurezas devolviendo al mundo la pureza y la santidad.

C) La evolución más tardía de este mudrā corresponde a una variante del gesto anterior, en dónde los dedos índices, también levantados, tocan la punta de los pulgares mostrando dos círculos. Este gesto no se ve en la iconografía India, sólo en Japón, y se asocia a la figura del buda Amida. Además, puede realizarse con el dedo corazón o con el anular tocando la punta de los pulgares.

El mudrā de la meditación se asocia en la tradición hindú con la labor de absorber completamente el pensamiento en el objeto de la meditación, una acción que permite romper con los lazos que asocian la mente con los objetos para poder identificarse con la divinidad.

Se considera que el que se toquen los pulgares en esta postura de manos ayuda a mantener la concentración en un solo punto (el punto de unión entre los pulgares) y así a desligarse de las influencias del exterior. Del mismo modo, se considera que cuando las palmas de las manos están pegadas al abdomen ayuda a concentrar mejor la atención en el seika tanden.

Esta postura cobra su simbología de la postura de meditación que adoptó Sakyamuni cuando realizó su meditación final bajo el árbol de la iluminación. Es la postura de manos, según la leyenda, que tenía cuando fue atacado Māra y sus demonios, y que rompió para adoptar el mudra de tocar el suelo para vencerlos.

Simboliza así la suprema meditación del Buda, pero también el recogimiento hacia dentro, la serenidad, la impasividad, la superioridad, la “liberación de las sensaciones externas” y la acción de suprimir todas las inquietudes espirituales para llegar a la completa concentración sobre la verdad.

7.- Mudrā que hace rodar la rueda de la Ley

 Este mudrā recibe en sánscrito el nombre de “dharmachakarmudrā”, en chino “Chuan-fa-lun-yin” y en japonés “temborin-in”.

En general ambas manos hacen el mudrā de la argumentación juntado la unión de los dedos índice y pulgar como si cogiesen un objeto pequeño a la altura del pecho.

Este gesto, identificado también como la posición de hacer girar la “Rueda de la Ley”, guarda una estrecha relación con el sol, capaz de disipar las nubes, y con el fuego, capaz de iluminar en la oscuridad. Con ello se hace así una analogía de que las enseñanzas de Buda son capaces de eliminar toda ilusión y superstición.

Se considera que este gesto simboliza la leyenda en la que el Buda histórico transmitió a sus discípulos el diseño original de la rueda con granos de arroz mientras enseñaba en un arrozal, pero también, como el símbolo para identificar el primer sermón que dio Buda en el parque de los ciervos de Benarés después de su iluminación, ya que fue el momento en que puso en marcha el giro de la rueda o la enseñanza del budismo.

La rueda era el símbolo con el que se representaba a Buda en el budismo antes de que se empezase a realizar su personificación antropomórfica. Como tal, sólo aparece en las representaciones de Buda. Sin embargo, en Japón también aparece en la deidad solar Dainichi; en Miroku Bosatsu, como el bodhisattva que se convertirá en el buda del futuro para predicará la ley; y en Amida, que ya en meditación tiene los dedos de ambas manos en el mudrā de la meditación (jo-in) en esta posición.

Referencias Bibliográficas

Coomaraswamy, A. y Duggiral, G.K. (1917). The Mirror of Gesture Being The Abhinaya Darpana Of Nandikesvara, Cambridge: Harvard University.

Ghost, M. (Traduc.) (1951). The Nātyasāstra. A treatrise on hindu dramaturgy and histrionics, Vol. I, Calcuta: Asiatic Society of Bengal.

Jacobsen, K.A. (2013). Mudrās. En: J. Bronkhorst, J. y Malinar, A.(Eds.) Brill´s Encyclopedia of Hinduism, Vol V., (pp. 2-99), Leiden/Boston: Brill.

Richie, C. (2014). Symbolism in Asian Statues of the Buddha, Intermountain West Journal of Religious Studies, 5(1), 32-51.

Saunders, D. (1985). Mudrā. A study of symbolic gestures in Japanese buddhist sculpture, New York: Princenton University.

Smith, R. (2015). Questions Regarding the Word Mudra A Preliminary Survey of Gestures on Indian Icons and their Designation, https://asianart.com.

About Pedro Jesús Jiménez Martín

Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.