La evolución de las técnicas y conocimientos asociadas al taoísmo en el periodo Heian estuvo muy relacionada con la nueva demanda privada de las funciones adivinatorias, mágicas y exorcistas de los onmyōji por parte de la aristocracia cortesana.
Si en el periodo Nara estos personajes y sus técnicas habían quedado restringidos a la Oficina del Yin-Yang (Onmyōryō) como parte de una estrategia de control gubernamental de sus conocimientos, en esta fase histórica pasaron a formar parte de la realidad cotidiana de la sociedad Heian.
En el periodo Heian se hizo normal que la aristocracia cortesana contratase los servicios de los onmyōji cuando: deseaba interpretar cualquier signo anormal que aparecía en sus vidas, quería protegerse de espíritus negativos, caía enferma o veía peligrar su salud por alguna epidemia o catástrofe, requería construir una vivienda o regresaba a una casa después de un tiempo abandonada, ansiaba obtener consejos para la salud y la longevidad o para mejorar su fortuna, o tenía que celebrar un viaje o una ceremonia.
Con estas nuevas ocupaciones, los funcionarios oficiales de la Oficina del Yin-Yang no sólo convirtieron su oficio en un nuevo tipo de negocio, también crearon una nueva cultura popular identificada bajo el nombre de onmyōdō, que algunos autores han llegado a identificar como una religión popular.
Sin embargo, hay que admitir que no existen registros en los que se muestre que los onmyōji llegasen a predicar en este periodo un modelo de vida espiritual basado en las nociones del Yin-Yang o los Cinco Agentes, ni que tuviesen templos taoístas. Todo apunta más bien a que simplemente utilizaron sus técnicas como una fórmula laboral más para ganarse la vida y que, por tanto, más que una religión fueron prácticas mágicas y esotéricas que estuvieron de moda entre la población.
SUPERSTICIÓN Y EXORCISMO
La cultura del onmyōdō, reforzada por todo un conjunto de epidemias, hambrunas, inundaciones, plagas y demás calamidades que asediaron el país en esta época, llegó a crear una sociedad sumamente supersticiosa y mágica.
En este periodo cobraron especial protagonismo los espíritus vengativos, los fantasmas y las entidades sobrenaturales como ha quedado reflejado en las obras literarias más importantes de la época: el Kagerō nikki, Makura no sōshi, Murasaki Shikibu nikki, Izumi Shikibu nikki, Sarashina nikki y Midō kampaku ki o en el Reiiki, el Konjaku monogatari shū, el Ōkagami o el Eiga Monogatari.
En el caso particular de la aristocracia cortesana, el fortalecimiento de este pensamiento supersticioso se vio favorecido aún más por las maniobras políticas que utilizaron los Fujiwara para afianzarse en el poder.
Los Fujiwara, que habían sufrido la defunción de muchos de sus miembros poderosos debido a las grandes pandemias de viruela que se produjeron en el país entre los años 735-737, no dudaron en urdir todo tipo de complots, maquinaciones y acusaciones sobre el uso de la magia negra y la brujería, contra sus rivales.
La unión de todas estas catástrofes naturales, junto a la defunción de muchos de los personajes implicados en estos complots, potenció en la aristocracia cortesana la creencia de que los espíritus de los rivales políticos que habían sido injustamente condenados y difamados se convertían tras su muerte en espíritus “vengativos” (goryō, onryō) capaces de traer la enfermedad y el infortunio a los vivos.
Entre los espíritus vengativos más famosos en la corte japonesa en los periodos Nara y Heian estuvieron Monobe no Moriya (asesinado en el año 587); el Príncipe Nagaya (obligado a suicidarse en el año 729); Fujiwara no Hirotosugu (decapitado en el año 740); la Princesa Inoue (muerta repentinamente en el año 775); el Príncipe Sawara (muerto en el exilio en el año 784), el Príncipe Iyō (ejecutado en el año 807), Fujiwara no Nakanari (ejecutado en el año 810), Tachibana no Hayanari (ejecutado en el año 842), Bunya no Miyatamaro (ejecutado en el año 843) y Sugawara no Michizane (muerto en el exilio en el año 903).
De todos ellos, el espíritu vengativo más famoso del periodo Nara fue el príncipe Nagaya, mientras que en la sociedad Heian destacaron el del príncipe Sawara y el de Sugara Michizane.
El Príncipe Nagaya (684-729) fue hijo del príncipe Takechi (654-696) y de la princesa Minabe, hija del emperador Tenchi (626-772). En el año 718, este príncipe fue nombrado gran consejero de la corte (dainagon) y en el año 721, tras la muerte de Fujiwara no Fuhito (659-720), ministro de la derecha (sadaijin) lo que le otorgó el control del ministerio de los Asuntos Supremos.
Como sucesor del linaje del emperador Tenmu, Nagaya entró en conflicto con los intereses de poder de la familia Fujiwara. Fujiwara no Fuhito (659-720) se había casado con la hija del emperador Monmu (683-707) y con ello había ganado también el derecho a que sus hijos también estuviesen destinados a reinar.
Las raíces del conflicto. que culminaría con la muerte del príncipe Nagaya, se empezaron a gestar en el año 724 cuando este se opuso a la petición del emperador Shōmu (699-756) de que se concediese a su madre (Fujiwara no Miyako) un título, por ir en contra de las leyes.
Todo evolucionó después, en el año 729, en un complot en el que un oficial de rango menor y Nakatomi Azumahito, denunciaron ante el emperador Shōmu que el príncipe Nagaya estaba planeando una rebelión contra el poder y que además, él y su círculo se habían apoyado en el uso de la magia negra para hacer que falleciese, al año de nacer, el infante y heredero imperial, el Príncipe Motoi.
Ese día, Fujiwara no Umakai, ministro del Departamento de Ceremonias e hijo de Fujiwara no Fuhito, cercó el palacio de Nagaya, y al día siguiente, rodeó la casa de dos de sus tíos y la de los hijos del emperador Tenmu: el príncipe Toneri y Niitabe.
Un día más tarde, Nagaya fue forzado a cometer suicidio acusado de alta traición, y su mujer y cuatro de sus hijos decidieron acompañarlo voluntariamente en su muerte.
El incidente no conllevó más fallecidos y el gobierno se encargó de que el suceso pasase a la historia de la manera más rápida y silenciosa posible. Un mes después de la muerte del príncipe Nagaya emitió un edicto en el que se establecía que todas aquellas personas que tuviesen material heterodoxo, aprendiesen técnicas para hacer daño a los demás o magia negra, serían penalizadas con la pena de muerte y el exilio.
La orden también dictó que todos los que viviesen en las montañas y bosques sin respetar los preceptos de buda, actuando en contra de ellos, fabricando amuletos y talismanes, generando miedo entre las personas y elaborando pócimas venenosas, también serían castigados de acuerdo a su grado de culpa.
Respecto a qué ocurrió con el cadáver de Nagaya y su familia existen dos versiones. Por un lado, se afirma que fueron enterrados cerca de Nara, pero por otro, se dice que se hizo un trato indecoroso sobre el mismo.
Según la segunda versión, se afirma que el emperador ordenó que el cuerpo de Nagaya fuese expulsado del palacio, quemado hasta quedar reducido a cenizas y que estas fuesen después arrojadas a las aguas y sus huesos exiliados a la provincia de Tosa.
Parece ser que en Tosa se produjo en poco tiempo una epidemia que hizo fallecer de repente a mucha gente, y que después, en el año 737, perecieron por viruela, los cuatro hijos de Fujiwara no Fuhito.
Todo esto creó la superstición de que todo era culpa del espíritu del príncipe Nagaya que buscaba venganza (tatari) por el trato injusto recibido, de modo que al final, el emperador, para apaciguar su espíritu y la opinión pública, decidió dar una sepultura digna a los huesos de Nagaya en la isla de Oki, en la provincia de Kii cercana a la capital.
En cuanto al Príncipe Sawara (750-785), este fue hijo del emperador Kōnin y de Takano no Niigasa y, por tanto, le correspondía el título de príncipe heredero bajo la regencia de Kanmu.
Sin embargo, esto nunca llegó a ocurrir, ya que en realidad nadie quería que tuviese ninguna posibilidad de acceso al trono porque su madre era una figura de rango inferior y además no pertenecía al círculo de interés de la familia Fujiwara.
El príncipese hizo monje budista en el año 761 residiendo en el Kensakuin del templo Todai y en el templo Daian en Nara. Sin embargo, en el año 781, cuando Kanmu ascendió al trono, decidió volver a la vida secular para poder ser investido como príncipe heredero.
Esto no sólo no ocurrió como hemos señalado antes, sino que al final terminó exiliado en la isla de Awaji, en el año 784, acusado de participar supuestamente, junto a los clanes Ōtomo y Sanuki, en el asesinato de Fujiwara Tanetsugu para evitar el traslado de la capital de Nara a Nagaoka.
Durante su viaje al exilio, y como protesta por su inocencia, el príncipe Sawara decidió dejar de comer y beber lo que le hizo fallecer finalmente en el barco que le transportaba camino al exilio.
La superstición se despertó rápidamente debido a que en los años posteriores a su muerte se produjo un conjunto de hambrunas, inundaciones y epidemias en la capital, que provocaron muchos muertos. Estos hechos rápidamente se asociaron a la venganza del espíritu de Sawara.
El maleficio no quedó ahí. Más tarde, en el año 795, un onmyōji también vaticinó que la muerte repentina de Fujiwara no Otomuro, una de las consortes del emperador Kanmu, y la inexplicable enfermedad del infante y príncipe heredero Ate (futuro emperador Heizei) eran consecuencia también de la venganza de este espíritu.
El emperador Kanmu tras intentar apaciguarlo por muchos medios (construyó diferentes templos en su honor e incluso trasladó la capital de Nagaoka a la actual Kyoto), decidió finalmente, en el año 800, otorgar al príncipe Sawara el título póstumo de emperador Sudō así como trasladar sus restos desde Awaji a una tumba con formato imperial en Yamato. El objetivo fue hacer entender al espíritu vengativo que su exilio había terminado.
Sin embargo, como esto no llegó a ser tampoco suficiente, también decidió restaurar el honor de todas las personas que había condenado por el atentado de Fujiwara no Tanetsugu. Kanmu murió un poco más tarde, en el año 806.
En cuanto a Sugawara Michizane (845-903) hay que saber que este fue el protegido del emperador Uda (r. 887-897), un personaje que al no estar emparentado con el clan Fujiwara quiso equilibrar su poder con el de otros clanes.
Uda, nombró a Sugawara ministro de la derecha (udaijin) por sus méritos y formación rompiendo la tradición que otorgaba el puesto por herencia. De este modo, Sugawara fue puesto en el punto de mira de los Fujiwara, y en particular, de su compañero y rival, el ministro de la izquierda Fujiwara no Tokihira, que pronto buscaría una fórmula para acabar con él.
El complot se gestó en el año 900, después de que el emperador Uda hubiese abdicado en favor del nuevo emperador Daigo. Los Fujiwara, aprovechando que el exemperador Uda se había ido de peregrinación al monte Kōya, consiguieron que Miyoshi no Kiyoyuki, un rival académico de Sugawara, le denunciase alegando que había planeado un complot contra el gobierno.
La base de la acusación se fundamentó en que Sugawara quería apoyar el ascenso al trono del Príncipe Tokiyo, hermano maternal del emperador Daigo, por estar casado con su hermana. El emperador Daigo temeroso, ordenó en el año 901, que Sugawara fuese exiliado a Dazaifu en la isla de Kyushu, y que sus hijos fuesen exiliados lejos de la capital y de su padre.
Sugawara falleció dos años después en ese lugar clamando por su inocencia y pronto comenzó la tragedia. El año de su muerte, un oráculo predijo que se había convertido en el dios del trueno, y en los años siguientes a su defunción, hubo eclipses solares y lunares y grandes tormentas eléctricas.
El mito se reforzó con el fallecimiento prematuro, entre los años 906 y 908, de los principales personajes Fujiwara que habían maquinado la farsa contra él: Fujiwara no Sadakuni, Fujiwara no Atsuko, Fujiwara no Sugane y el propio Fujiwara no Tokihira que murió con 39 años.
Más tarde, en el año 923, la venganza se dice que continuó con la muerte del príncipe Yasuakira, hijo de la hermanda de Fujiwara no Tokihira, con tan solo cinco años de edad.
Este suceso decantó finalmente que ese mismo año, se decidiese devolver póstumamente a Sugawara el título de ministro de la derecha, con el fin de aplacar su ira. Sin embargo, la medida fue insuficiente porque en el año 930, en una ceremonia para atraer la lluvia, cayó un rayo sobre el templo que provocó un incendio en el que murieron varios miembros de la corte, incluido Fujiwara no Kiyotsura. Parece ser que este suceso afectó tanto al emperador Daigo que cayó enfermo y murió poco después con 36 años.
La cosa no terminó aquí. La maldición sobre la familia de Tokihira continuó con la muerte prematura de su hijo primogénito Yasutada a los 47 años y de su tercer hijo Atsusada con 38.
En el año 947, se decidió construir el templo Kitano en honor de Sugawara en la capital. Sin embargo, la venganza de este espíritu no cesó hasta el ascenso de los herederos familiares de Sugawara en el corte Heian. En ese momento, un oráculo predijo que el espíritu de Sugawara ya no haría más daño y que trabajaría para proteger el Estado. Finalmente, y partir de año 986, Sugawara sería reconvertido en la deidad de la literatura y los estudios.
SHIKIGAMI
Además de la adivinación, el exorcismo o el uso de la magia negra, otra característica que definió a la figura de los onmyōji en el periodo Heian fue su relación con unos “espíritus ayudantes” llamados shikigami.
Según Pang (2009) la noción de shikigami es un tanto compleja y debe considerarse ligada a diferentes interpretaciones. Este investigador nos dice que, por un lado, esta palabra su usó en la literatura Heian como una forma metafórica para referirse al shikisen, un aparato sagrado diseñado para hacer predicciones basadas en cálculos matemáticos con relación a fechas y el movimiento de los astros. Parece ser que los onmyōji utilizaban estos artilugios para interpretar “signos extraños” y que esta noción quedo ligada al término shikigami.
Por otro lado, la palabra shikigami también se asoció en la literatura Heian a la noción de “poderes cognitivos” bajo la influencia del budismo. Parece ser que en estos tiempos este término también se utilizó para aludir a un determinado tipo de estado mental del monje budista.
El onmyōdō asimilaría esta noción del budismo para identificar shikigami como un estado mental o una “entidad” psicológica capaz de poseer o tener control sobre la conciencia de las personas (algo, por otro lado, fue muy normal en la sociedad japonesa de la época ya que se aceptaba con naturalidad el que una persona pudiese llegar a ser poseída, por ejemplo, por el espíritu de un zorro).
En otras obras, Pang (2009) recuerda que shikigami era interpretado como una forma de “energía” de la que el onmyōji podía disponer. Una energía existente en los objetos que aprovechaba a su favor mediante conjuros mágicos o que formaba parte de su energía interna para conseguir cosas.
Una cuarta interpretación del shikigami fue el de una “maldición” mágica. En la literatura se hablaba de la emisión de maleficios y del uso del veneno de insectos, serpientes, etc. para controlar a las personas o producirlas unas enfermedades cuyos síntomas eran las de padecer la sensación de estar poseído por un espíritu.
El último significado y el más compartido entre la población fue que el shikigami era un ser sobrenatural que actuaba bajo las órdenes del onmyōji y que podía cambiar de forma, realizar recados, actuar como mensajero, espía o asesino, hacer predicciones o proteger frente a conjuros, etc., es decir, seres mágicos capaces de realizar actos positivos o negativos.
FAMILIAS ABE Y KAMO
Los dos clanes que ganaron mayor protagonismo entre los onmyōji del periodo Heian fueron las familias Abe y Kamo, y en ellas, las dos figuras que alcanzaron mayor popularidad fueron Abe no Seimei (921-1005) y Kamo no Michiyo (917-977).
El estudio de la biografía de estos personajes nos muestra dos datos muy importantes: 1) que los onmyōji desempeñaron un rol muy importante en la corte y la casa imperial y 2) que actuaron como auténticos fangshi (señores de las recetas) de la tradición proto-taoísta china.
Según los trabajos realizados por Shigeta (2013), Abe no Seimei fue un alumno aventajado de Kamo no Yasunori (917-977).Parece ser que Seimei pudo formarse con Yasunori porque este maestro no encontró a nadie en su clan que pudiera sucederle con competencia en el dominio de la astrología. Esta situación determinó que el clan Abe se convirtiese en una familia especialista en la astrología y que el clan Kamo quedase como experta en el diseño de calendarios.
Abe no Seimei fue un personaje muy activo durante la regencia del emperador Ichijō (r. 986-1011). De hecho, en el año 995, llegó a alcanzar el rango más elevado en la secretaria imperial Kudōro-dokoro, algo que le convirtió en el onmyōji personal del emperador (un puesto que también ocuparía después su hijo Abe no Yoshihara).
Según los registros, este personaje desarrolló numerosos y diferentes rituales para el beneficio personal de varios emperadores y de miembros de la familia Fujiwara como ceremonias de exorcismo y protección del palacio imperial, ritos de purificación para curar la enfermedad, predicciones sobre los días fastos y nefastos para realizar actos rituales, pronósticos sobre las orientaciones espaciales correctas de emplazamientos, vaticinios con relación a signos astrales, etc.
Respecto a Kamo no Mitsuyoshi, este también fue alumno de Kamo no Yasunori y también llegó a desempeñar importantes funciones rituales para el emperador Ichijō. Sin embargo, su figura quedó eclipsada por Abe no Seimei, y no sería hasta el fallecimiento de este, cuando Mitsuyoshi pasó a ser el onmyōji senior más importante en la corte.
En la literatura de la época se describe a Kamo no Mitsuyoshi como una persona capaz de pacificar a los espíritus o de ponerlos a su servicio, de predecir el futuro, de encontrar objetos perdidos o robados, de disponer de espíritus ayudantes (shikigami) como exploradores, mensajeros o ejecutores de sus conjuros o deseos e incluso de ser capaz de utilizar su energía (ki) para hacer que una hoja de yerba actuase como una espada capaz de matar una rana…
RITUALES ONMYŌDŌ
La expansión de funciones de los onmyōji al servicio de la aristocracia cortesana conllevó un aumento considerable en el número de rituales oficiales en los que participaban estos personajes. En particular, se han identificado más de sesenta tipo de ceremonias distintas.
Se pueden resumir estos rituales en cuatro ámbitos principales: la adivinación, la astronomía, el exorcismo y la salud.
Respecto a la adivinación, los onmyōji, además de continuar con las técnicas previas basadas en el uso del I Ching, la predicción del tiempo y la identificación de los espacios físicos favorables o maliciosos, empezaron a asumir un especial protagonismo en la interpretación de los fenómenos extraños (mokke).
Estos fenómenos (signos inusuales con relación al sol, la luna, las estrellas, las constelaciones y los planetas, los truenos, las alteraciones climáticas en las estaciones, la aparición de animales extraños, los vendavales, etc.) eran vistos como mensajes emitidos por entidades energéticas-espirituales identificadas de manera general como “mono-no-ke” y que incluían tanto a deidades (kami), como a fantasmas y demonios (kijin), como a dioses de origen taoísta como por ejemplo, el dios de la tierra (Dokō-jin) oel dios del hogar (Sōjin).
La interpretación de estos fenómenos era esencial porque vaticinaban todo tipo de catástrofes naturales, maleficios, enfermedades y conflictos armados o rebeliones (tatari).
Esta dimensión ayudó a instaurar toda una tradición con respecto a los días prohibidos (monoimi) en los cuales uno debía quedarse en casa para evitar el infortunio.
En la astronomía, además de seguir con la predicción de eclipses lunares y solares, los días y las direcciones espaciales afortunados y desafortunados (katatagae y harae) e indicar simplemente las horas del día, se sumó todo un conjunto de rituales ligados a las deidades planetarias y las constelaciones.
Uno de los documentos más importantes que reflejaban esta realidad en esta época son los calendarios guchūreki. Estos calendarios eran distribuidos entre los miembros de la familia imperial y los oficiales y gobernadores provinciales para determinar los días nefastos para realizar cualquier acto.
Entre las ceremonias que se celebraron para prevenir las energías negativas al comienzo del año estuvieron: el Chin dokō sai, Chin shingū jisai, Chin gozaisho sai, Chin sōmei sai, Gosō sai, Chin suijin sai, Gosei sai, Kyūjō shikū yakujin sai, y Kinaikai jūsho yakujin sai.
En cuanto al exorcismo y la magia, surgieron numerosas ceremonias de purificación como el Karin no harae o Nanase no harae en el que las impurezas o el infortunio eran transferidos a una figura (hitogata) que después era lanzada a un río para evitar la calamidad; el Henbai, que consistía en una danza unida al uso de conjuros para exorcizar los malos espíritus cuando se volvía a una residencia abandonada después de un tiempo; el Migatame, cuyo contenido era emitir conjuros para proteger el cuerpo; el Tenchi saihen sai, un ritual de purificación cuando había desastres naturales o eventos extraños; el Goryū sai o “ritual de los cinco dragones” asociado a la petición de lluvia; o el Shikaku Shiai sai, destinado a proteger las cuatro esquinas del Palacio Imperial y de la capital con el fin de que no entrases epidemias ni demonios pestilentes.
A estos rituales se añadió el Kōzan sai y el Goiki Shizume enfocados a purificar los maleficios que habían traído plagas de insectos con el fin de asegurar buenas cosechas; el Kiki sai, destinado a evitar la expansión de epidemias; el Kasai sai, enfocado en prevenir los incendios; el Daiyaku sai, orientado a prevenir enfermedades y calamidades asociados a los años desfavorables; el Dokō sai, centrado en aplacar al dios de la tierra mediante la construcción de templos o santuarios; o el Hyakkai sai, consignado a prevenir los cien sucesos extraños.
Por último, y con respecto a la salud y la longevidad, también hay registros de la existencia de numerosos rituales en el periodo Heian, muchos de los cuales además estaban relacionados con obras de corte taoísta como el Baopuzi Neipian de Ge Hong.
En esta obra, en particular, se hacía alusión a que en la última noche de cada mes, el dios del hogar retornaba al Cielo para informar de la conducta de las personas, restándose días de vida en caso de haber cometido malas acciones. Del mismo modo, se apuntaba la existencia de tres espíritus-gusanos (sanshi) dentro del cuerpo que también aceleraban la defunción de las personas al informar a la deidad Siming de sus malas acciones. Estas ideas (kōshin) se expandieron entre la población Heian de la mano de los onmyōji y los monjes esotéricos (mikkyō).
A finales del periodo Heian había más de 40 rituales onmyōdō enfocados a la potenciar la salud y la longevidad, destacando entre ellos el Taizan Fukkun sai, zokushō sai, el rōjin seisai, el keikoku seisai, el genkū hokkyoku sai, el sangen sai o el honmyō genjin sai.
Sin embargo, los más populares fueron el Taizan Fukun sai, el Zokushō sai, el Honmyō sai y el Juso sai.
El primero estaba dedicado Taizan Fukun, la deidad tutelar de la montaña sagrada taoísta Taishan en China que en aquellos tiempos se consideraba que gobernaba sobre el espíritu de los muertos y era la encargada de otorgar una mayor o menor longevidad de las personas en función de sus acciones. Este ritual conllevaba la escritura de “cartas de súplica” a esta deidad para que intercediese en base a las buenas acciones del interesado para aumentar su longevidad.
El Zokushō sai fue un ritual asociado a la Osa Mayor para obtener longevidad y buena suerte. El Honmyō sai estaba dedicado al dios Tensō y se hacía el día del cumpleaños del interesado para pedir por su longevidad y la prevención de calamidades. En cuanto al Juso sai era una ceremonia para evitar maldiciones y curar de la enfermedad invocando a las deidades de las cinco direcciones espaciales.
ONMYŌDŌ Y BUDISMO ESOTÉRICO
Lo primero que hay que recordar es que el onmyōdō, desde un origen, estuvo ligado al budismo en Japón ya que fueron los monjes budistas coreanos los que importaron desde un inicio estos conocimientos al país. De hecho, muchos onmyōji fueron monjes budistas e incluso algunos de ellos llegaron a tener sus propios templos privados como es el caso de Koremune no Funitaka.
Durante el periodo Heian fue el budismo esotérico, en particular, el que más elementos comunes compartió con el onmyōdō y el que jugó un papel clave en su desarrollo gracias a que fueron sus monjes, los que en sus expediciones a China, importaron muchos de los libros que actualizaron y ampliaron los conocimientos de los onmyōji.
Aunque dentro de la tradición del budismo Shingon, la obra “Indicaciones sobre las metas de las tres enseñanzas” redactada por Kukai, el fundador de esta tradición esotérica, recogió su predilección por el budismo como enseñanza y le otorgó un estatus superior frente al taoísmo, lo cierto es que onmyōdō y el budismo esotérico compartieron y fusionaron muchas técnicas y conceptos durante este periodo.
El motivo de esta convergencia hay que buscarlo en China. En el siglo VIII el budismo esotérico se mezcló con la tradición taoísta de modo que muchos de sus textos sagrados fueron una construcción mixta de ambas escuelas de pensamiento.
Esto facilitó que en el budismo esotérico se empezasen a adorar, por ejemplo, a deidades como Shiming (jp. Shimei), asociada a la estrella polar y la osa mayor, o Taishan Fujun (jp. Taizan Fukun), el gobernador del reino de los difuntos.
Aquellos textos fueron después importados a Japón en el siglo IX a través de los monjes budistas de las escuelas Shingon y Tendai que visitaron China, de modo que los rituales onmyōdō y mikkyo empezaron a compartir muchos elementos comunes.
Una prueba que evidencia esta mezcla de ideas se puede ver en la obra Fatian Huluo Tu (jp. Boten Kara Zu) atribuida al Yixing (683-727), uno de los monjes asociados a la introducción del budismo esotérico en China. En ella aparecen mantras y dibujos con relación a la Osa Mayor y los nueve planetas y referencias al texto Ge Xian Gong Li Beidou Fa (jp. Kassenkō rei Hokuto Hō) del gran taoísta Ge Xuan (164-244).
Los onmyōji desarrollaron en esta época el ritual Honmyō sai y el budismo Tendai y Shingon los rituales Hokuto Hō y Honmyō ganjin inspirados tanto en el Boten Kara Zu como el Kassenkō rei Hokuto Hō citados anteriormente.
La segunda causa más importante hay que buscarla en Amoghavajra, el verdadero fundador de una escuela budista esotérica en China y uno de los patriarcas en el linaje de la tradición Shingon, ya que este monje contribuyó en su momento al desarrollo de la astrología budista en ese país y la convirtió en una pieza fundamental dentro del ritual esotérico.
Amoghavrajra compiló el manual astrológico Xiuyao Jing en el año 759. Esta obra llegó a Japón con Kukai en el año 806 bajo el título Sūtra de las enseñanzas del Bodhisattva Mañjuśrī y sabios de los días auspiciosos e inauspiciosos, y las constelaciones y planetas buenos y malos. Más tarde, Ennin y Enchin importarían copias de este mismo texto en los años 847 y 858 respectivamente.
La visión de Amoghavajra con respecto a la astrología fue determinista y lo expresó bajo la idea de que toda persona tenía una vida afortunada o desafortunada por culpa del karma pasado, y que esta realidad quedaba refleja bajo la forma de signos astrológicos favorables o desfavorables en su nacimiento.
Con el poder de influencia de Amoghavajra en la corte la aristocracia se empezó a desarrollar un gran interés sobre el uso de rituales y mantras para compensar los malos signos astronómicos. La astrología se convirtió así en un ámbito de moda para interpretar no solo los días favorables y desfavorables, también para estudiar el destino vital de cada persona.
El problema era que como la astrología se había desarrollado para cubrir los intereses del Estado y no para el uso personal, Amoghavajra tuvo que desarrollar este nuevo campo.
Amoghavarja dejó un legado dentro del budismo esotérico en el que la astrología pasó a jugar un papel esencial para identificar los días auspiciosos e inauspiciosos a la hora de celebrar las iniciaciones esotéricas (kanjo) y rituales; y en el que determinadas deidades de origen indio quedaron asociadas con las constelaciones, planetas, direcciones espaciales, días del año, etc. Elementos afines con las tradiciones astronómicas y calendáricas que englobaba en Japón el onmyōdō.
Otros puntos de enlace entre el budismo esotérico y el onmyōdō fueron los rituales que acogía el budismo shingon con relación a evitar calamidades, neutralizar las reacciones negativas kármicas, obtener fama y honor, potenciar la longevidad y la fortuna, y subyugar a todo tipo de demonios y energías malignas.
Esto favoreció rápidamente que tanto desde el gobierno como desde la aristocracia cortesana se solicitase la intervención conjunta de ambas tradiciones para asegurar aún más la eficacia de los rituales.
Fruto de esta interacción, ambas tradiciones empezaron no sólo a compartir muchas ideas y conceptos, también instrumentos de adivinación e incluso laborares profesionales.
Por ejemplo, en un trabajo presentado por Nishioka (2012) queda patente que uno de los rituales importantes que se desarrollaron dentro de la tradición esotérica (mikkyo) con relación a la astrología adivinatoria fue el banpō o shikihō. Un ritual en el que los monjes hacían uso del shikiban, un instrumento que había estado ligado a la tradición onmyōdō en sus inicios.
Dentro de la tradición budista esotérica, los monjes expertos en los conocimientos astrológicos fueron identificados con el nombre de sukuyōdō. Estas personas se encargaron de realizar cartas astrales que conjugaban las posición de los planetas y sus angulaciones en su movimiento por los doce palacios astrales, además de ofrecer servicios rituales para potenciar los aspectos favorables y neutralizar los malos aspectos de la carta astral de cara a incrementar en muchos casos la longevidad de los interesados.
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Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.