Una de las figuras históricas japonesas más emblemáticas del periodo Asuka (552-710 d.C.) con relación a las prácticas ascéticas en las montañas fue En no Gyōja, el legendario fundador del Shūgendō.
La biografía de este personaje entra dentro de la leyenda y presenta muchísimos paralelismos con la figura de los inmortales taoístas de la antigua tradición china.
Los primeros documentos en los que se hablan de la vida de este personaje son el Shoku Nihongi (797) y el Nihon Ryoiki (823) redactados a principios del periodo Heian, es decir, unos 100 años después de cuando habría vivido este personaje. En ellos, En no Gyōja es presentado bajo los nombres de En no Ozunu y E no Obusoko.
El Shoku Nihongi cuenta que, en el año 699, En no Ozunu vivió una existencia dedicada a las prácticas mágicas en el monte Katsugi, en la región de Yamato, y que fue exiliado por orden del emperador Monmu (r. 697-707) a Ōshima, en la isla de Izu.
También se apunta que Hirotari, un oficial de la corte de bajo rango y de orígene coreanos, decidió aprender con él, pero que después, movido por la envidia hacia los poderes de su maestro, lo calumnió en la corte alegando que estaba llevando a la gente por el mal camino.
Además, añade que la gente murmuraba que Ozunu era capaz de esclavizar a dioses y demonios para que le llevasen el agua y le recogiesen su leña, y que si no le hacían caso tenía el poder de atarlos con sus hechizos.
La segunda obra que habla de este personaje es la colección budista Nihonkoku Genpo Zen’aku Nihon Ryoiki o Historias milagrosas de retribución kármica del bien y del mal de Japón.
Este registro dice que E no Ubasoko fue un asceta budista no ordenado que vivió en la aldea de Chihara, en el distrito de Katsuragi-no-kami, y que había sido el líder del clan Kamo que luego pasaría a ser conocido como el clan Takakamo.
Además, añade que era un hombre sabio y la persona más erudita de su zona; que veneraba a los Tres Tesoros en idea y práctica; y que constantemente deseaba poder volar en una nube de cinco colores más allá de los límites del cielo, hasta el palacio de los Inmortales, para poder deleitarse allí de su compañía en el Jardín Eterno y participar de la niebla nutritiva.
Después, continúa exponiendo que con el paso del tiempo y cuando ya tenía 40 años, decidió seguir viviendo en una cueva de montaña, vestirse con plantas y comer agujas de pino, purificar sus emociones y su cuerpo en los manantiales de agua pura y ampliar sus poderes a través de encantamientos ligados al sutra del pavo real.
Así mismo, dice que podía dar órdenes a dioses y demonios para obtener de ellos lo que quisiera, e incluso que les mandó construir un puente que uniese Katsuragi no Take (el monte Katsuragi) con Kane no Take (el monte Kinpusen, que en aquella época englobaba también a la región de Ōmine y Yoshino).
Según prosigue describiendo, las deidades de la zona no estuvieron muy contentas con esto, por lo que finalmente el dios Hito-kotonushi del monte Katsuragi, enfurecido decidió calumniarle advirtiendo al emperador Monmu que E no Ubasoko le quería derrocar.
Alarmado con esta información el emperador mandó hombres para capturarlo, pero estos, al ver lo difícil que era cumplir esta misión debido a los poderes mágicos del asceta, optaron por apresar a su madre, y con ello, finalmente consiguieron que Ubasoko se dejase arrestar para que la liberasen.
El texto sigue matizando que En no Gyoya fue exiliado a la isla de Izu y que, en aquel lugar, fue capaz de correr sobre la superficie del mar como si fuese tierra seca y de volar por el cielo como si fuese un fénix. Por el día, obedecía las órdenes imperiales y realizaba sus prácticas ascéticas en la isla, pero por la noche se escapaba al monte Fuji para realizarlas allí.
Trascuatro años de exilio en aquella isla, fue indultado en el año 701, y así, pudo regresar a su región natal donde se convirtió en un inmortal y voló hacia los cielos.
La obra termina añadiendo que cuando el maestro budista Dosho se desplazó por una invitación al reino de Silla en Corea, escuchó a un hombre que le hacía una pregunta en japonés. El maestro le pregunto quién era y la persona le respondió E no Ubasoko. El monje, pensando que era el hombre santo del que se hablaba en Japón, decidió bajar de la tribuna para buscarlo, pero no lo encontró.
Desde un punto de vista histórico, esta leyenda cobra cierto sentido cuando se analiza bajo el contexto político, cultural y religioso de aquel momento. En el periodo Asuka ya habían penetrado en Japón la cultura china y sus conocimientos taoístas (Onmyōdō), y en particular, las prácticas mágicas y exorcistas ligadas a los fangshu (ch. fangshi) o “señores de las recetas”. Es más, la región en la que supuestamente vivió En no Gyoja era idealizada en la poesía y la literatura de la época como el reino de los inmortales (shinsen).
En aquellos tiempos, el gobierno quiso controlar todos estos conocimientos y prácticas como estrategia de poder y control sobre sus rivales de la corte. La fórmula oficial para conseguirlo fue crear la Oficina de la Medicina (Ten’yakuryō), la Oficina del Yin-Yang (Onmyōryō), así como establecer una ley por la que monjes y monjas no podían aprender ni practicar este tipo de conocimientos. Con esta política de control, es fácil entender que personajes como En no Gyōja no fuesen bien vistos.
Por otro lado, existen datos que indican que Hirotari fue una persona ligada a la Oficia de Medicina y que incluso llegó a ser su director en el año 732. Allí se acogía una técnica llamada jugon que consistía en curar la enfermedad alejando los malos espíritus a través de exorcismos y encantamientos. Como este personaje habría ejercido esta profesión, tendría sentido que hubiese querido aprender los métodos de una figura tan prestigiosa como En no Gyoya, pero también, que le considerase como una persona que podía hacer sombra a su fama en sus funciones oficiales.
Respecto al asunto del exilio, las leyes en aquella época imponían este tipo de castigo a las personas que volvían a su país de origen, que prescribían una medicina errónea al emperador o que hacían compuestos médicos sin tener autorización.
El asceta con su fama podría haber incurrido fácilmente en algunas de estas acciones. Hay que tener en cuenta que la región en la que supuestamente residió En no Gyōja era un destino preferido para las visitas imperiales desde tiempo atrás, y que incluso algunos de los primeros emperadores habían dispuesto palacios en esas montañas. Si el asceta era una persona popular en la zona sería normal que figuras de la corte hubiesen reclamado sus servicios.
Respecto a las prácticas y poderes que se asocian a En no Gyoja, se puede destacar que estas presentan un fuerte parecido con las que se describen en la literatura china antigua con relación a los sabios inmortales Pengzu, Chisongzi, Wang Ziqiao o Ning Fengzi, chamanes legendarios que se consideran en el taoísmo religioso como los precursores de sus prácticas energéticas, esotéricas y meditativas.
EVOLUCIÓN DE LA LEYENDA
Posteriormente a la redacción de los dos documentos que hemos citado anteriormente, fueron apareciendo a lo largo del periodo Heian (794-1185 d.C.) más obras con relación a la biografía de este personaje que, además, ampliaron su contenido.
Por ejemplo, se añadió la idea de que cuando En no Gyōja fue sentenciado a muerte, su verdugo, al pasar su espada por el cuerpo del asceta, comprobó cómo se habían inscrito en su hoja palabras mágicas confirmándose así que era un santo y le perdonaron.
Pero quizás lo más importante en este periodo es la asociación de En no Gyōja con la deidad Kongo Zao Gongen o Zao Bosatsu. Según el Konjaku Monogatari (1120), esta deidad se aparecido ante el asceta en la región de Kinpusen en respuesta a sus austeridades religiosas. Zao Gogen junto a Fudō Myō pasarían así a representar en Japón las principales deidades protectoras de las personas que realizan prácticas ascéticas en las montañas.
En el periodo Kamakura (1185 – 1333), En no Gyōja pasó a ser identificado como el patrón de las prácticas ascéticas en las montañas y su figura pasó a ser incorporada en el culto religioso de muchas montañas en el país.
La obra quizá más importante de este periodo es el Shozan Engi, una colección que recopiló las leyendas de las prácticas ascéticas de En no Gyōja en las regiones de Omine, el monte Katsuragi y el monte Minoo.
En particular, los capítulos Kinpunsen Hon-Engi y En no Gyōja Kumano-san Sankei no Nikki recopilaron las leyendas más antiguas de la biografía del asceta en la región de Kumano.
En ellas se aportan nuevos datos a la biografía del asceta como, por ejemplo, que En no Gyōja realizó sus prácticas ascéticas en un primer lugar en el monte Nijo cerca de Katsuragi (en la actual localización del tempo Taima-dera) a la edad de 19 años.
También, que una vez allí, y tras divisar signos auspiciosos desde la cima en dirección al monte Minoo, decidió trasladarse a ese nuevo lugar para realizar un retiro de 1000 días junto a las cascadas de las montañas. Además, se anota que durante su meditación en Minoo recibió las enseñanzas esotéricas de Nagarjuna.
Por último, se añade que tras este retiro decidió trasladarse otra vez a Ōmine en la región de Kumano y que allí erigió 1000 estupas de piedra en ofrenda a sus padres. Incluso se indica que en el curso de las siete vidas que práctico en esta región creó la gruta Jinzen y los mandalas de Amida, Taizokai y Kongokai.
En el periodo Muromachi (1333–1603) En no Gyōja pasó a ser identificado oficialmente como el fundador de la secta religiosa shugendō. En estas fechas los yamabushi (guerreros de la montaña) se organizaron formalmente en grupos para realizar sus prácticas ascéticas y empezaron a redactar las biografías oficiales de su fundador para sus seguidores: En no Gyōja Ryaku Engi y En no Gyōja Hongi.
En ellas se ligó el pensamiento, los rituales, las prácticas y los espacios sagrados del Shugendō con las claves de la vida religiosa del asceta, y la figura de En no Gyōja quedó consagrada como una persona santa que tuvo una concepción milagrosa, reencarnaciones previas en India y China, y que práctico austeridades en las montañas más sagradas del país.
Este momento histórico también es importante porque llevó a una bifurcación entre las tradiciones religiosa y secular respecto al acercamiento a la figura de En no Gyōja, y así, en el ámbito cultural, surgió el Shinmeikyo, un documento histórico que recopilaba los relatos y poesías antiguos en los que se hablaba sobre el asceta, igual que en el género teatral del Nō se escribieron obras específicas sobre la vida de En no Gyōja como Kazuraki o Kazuraki Tengu, y otras en las que simplemente se evoca su figura, como Aoi no Ue, Taniko o Funabashi.
En el periodo Edo (1603-1868), los textos del shugendō empezaron a acercarse a una línea más académica y se promovieron estudios comparativos con otras leyendas antiguas con el fin de reconciliar las incongruencias en la vida de En no Gyōja y poder disponer de una biografía mejor fundamentada.
Desde un punto de vista secular, la afición por el entretenimiento de la sociedad edo amplió el género teatral que abordaba la vida del asceta al jōruri (escenificación con música y marionetas) y dio lugar a nuevas piezas teatrales como En no Gyōja, Ōmine no Honji, En no Gyōja Denki y En no Gyōja Ōmine – Zakura.
Aquí, y bajo la justificación de la distracción del público, se empezó a introducir elementos cada vez más fantásticos en la vida de nuestro personaje que terminaron por oscurecer el relato original.
El último dato que se puede aportar con relación a la figura de En no Gyōja corresponde al dramaturgo Tsubouchi Shoyo (1859-1935), un importante reformador literario japonés que se sintió tan fuertemente atraído por la vida de este asceta que llegó a escribir tres dramas teatrales (Onna Majin, 1916; En no Gyoja, 1917; Gyoja to Joma, 1922), una novela (Jinpen Dai- bosatsu-Den, 1932) y diferentes artículos.
Referencias Bibliográficas
Keenan, Linda K. (1989). En no Gyoja: The legend of a holy man in twelve centuries of Japanese literature, Doctoral Thesis, University of Wisconsin – Madison.
About Pedro Jesús Jiménez Martín
Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.