Uno de los neurocientíficos más destacados en la actualidad, en la defensa de la unidad cuerpo-mente y en el estudio de la relación entre el cuerpo y la emoción, es Antonio Damasio.
Para este investigador sin cuerpo no hay mente, y lo considera así, porque en su opinión, la mente se ha construido desde lo corporal a través del largo proceso del desarrollo evolutivo de nuestro organismo.
¿Qué pasaría si pusiéramos un cerebro en un baño de nutrientes que lo mantuviese con vida y se extirpasen todos los nervios que le cuelgan? ¿seguiría el cerebro teniendo experiencias mentales normales?.
Este científico no sólo nos dice que la mente depende de los circuitos neuronales que se han moldeado en el proceso evolutivo del organismo, también que la mente necesita para su normal funcionamiento ser supervisada por el cuerpo en acción.
Antonio Damasio ofrece tres importantes argumentos para apoyar sus hipótesis:
1) Nuestros cerebros se han hecho cada vez más complejos como respuesta a las necesidades de adaptación del organismo al entorno y su supervivencia.
2) Si supervivencia y adaptación son el condicionante evolutivo, es lógico pensar que las representaciones mentales primordiales del cerebro estén asociadas al cuerpo, en términos de su estructura y sus estados funcionales. No habría sido posible regular y proteger el organismo sin representar su anatomía y su fisiología en detalle.
3) La adaptación del organismo a su entorno habría empezado con la construcción de imágenes del cuerpo en funcionamiento, es decir, en un plano externo, de nuestra estructura anatómica, y en un plano interno, en la regulación del estado visceral.
La dependencia corporal no es sólo para la mente, también lo es para el sentimiento y la emoción. Para este científico, cuerpo y cerebro son inseparables y necesarios para poder experimentar los sentimientos. Algo que ha podido constatar al observar que aquellas personas que presentan lesiones cerebrales en las zonas que “representan” el cuerpo, pierden su capacidad para sentir sus sentimientos.
Damasio nos recuerda que la asociación entre los sentimientos y la corporalidad también ha sido mostrada por Ekman, al descubrir que cuando las personas simplemente adoptan expresiones faciales asociadas a los sentimientos son capaces de experimentarlos, con la única diferencia de que al ser una situación “simulada” la persona no es arrastrada por el sentimiento, sino que lo “observa” como un espectador.
Las emociones universales son la felicidad, la tristeza, la ira, el miedo y el asco. El resto son variantes de estas cinco emociones principales: euforia y éxtasis de la felicidad, melancolía y nostalgia de la tristeza, pánico y timidez del miedo, etc.
Antonio Damasio ha desarrollado la teoría de que los sentimientos y emociones no sólo van ligados a “perfiles corporales”, también que estos perfiles saltan a un primer plano cuando se experimenta cada sentimiento en particular.
Bajo esta perspectiva, considera que dentro de nuestro organismo existe una tonicidad corporal de “fondo” predominante, que define nuestros estados emocionales de “fondo”.
Esta tonicidad corporal, que corresponde principalmente a la tonicidad visceral, constituye para él la base de los sentimientos que nos caracterizan, sin embargo, también dice que cuando somos asaltados por una emoción, ese “sentimiento de fondo” es reemplazado por un sentimiento emocional temporalmente.
Esta perspectiva nos anima a considerar que los sentimientos pueden ofrecernos información del estado visceral y muscular de nuestro cuerpo y viceversa.
Damasio también demuestra que cuerpo y sentimiento, además de la razón, condicionan aspectos mentales tan importantes como la toma de decisiones.
Lo explica afirmando que todas nuestras decisiones van acompañadas de un sentimiento agradable o desagradable en las “entrañas”. El proceso funcionaría como si tuviésemos un cerebro abdominal que nos avisa de que determinadas opciones pueden tener penosas consecuencias.
Los marcadores somáticos asociados a los sentimientos ayudarían a aumentar así la precisión y la eficacia en el proceso de toma de decisiones.
El cuerpo tendría una especie de “memoria corporal” que ayudaría a tomar decisiones rápidamente. Unos “marcadores somáticos” que producirían una serie de tensiones internas que nos harían aceptar o descartar una elección por considerarla peligrosa. “Predictores corporales” que predispondrían la toma de decisión y cuyo origen habría que rastrearlos en la infancia con relación a los castigos y recompensas.
Referencias Bibliográficas
Damasio, A. (2011). El Error de Descartes. La emoción, la razón y el cerebro humano, Barcelona: Destino.
About Pedro Jesús Jiménez Martín
Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.