Annamalai Suami (1906-1995) nació al sur de la India. En 1928 se convirtió en alumno y asistente personal del famoso maestro indio Ramana Maharshi (1879-1950), ligado ala tradición del Vedanta Advaita.
A mediados de los años 40, Maharshi le aconsejó que renunciara a sus responsabilidades en su ashram para dedicarse en exclusiva a meditar en la soledad de la Comunidad de saddhus llamada Palakottu, en el límite de los terrenos del ashram. Incluso le ordenó que no fuera más a verle dentro del ashram.
Annamalai se instaló en una cabaña y mantuvo contacto con su maestro cuando este le visitaba en su paseo diario. Allí estuvo poniendo en práctica las enseñanzas de su maestro, y después, transmitiendo su sabiduría, hasta su muerte a los 89 años.
Dentro de las enseñanzas de este maestro hay que destacar aquellas en las que aconseja no caer en técnicas “espirituales” que basen sus métodos en el trabajo con el mental. La razón es simple: para él la mente son sombras y, por tanto, querer controlar la mente no es más que caer en la ilusión de “las sombras que persiguen sombras”. Del mismo modo entendía que todas aquellas prácticas que intentan eliminar la mente tampoco tienen sentido porque en el fondo mantienen la creencia de que la mente es algo real.
Bajo esta visión, consideraba que los pensamientos no deberían robar la atención del practicante. Annamalai dice que el pensamiento son imágenes sin substancia, imágenes que van y vienen y cambian constantemente sin más. ¿Para qué controlar el pensamiento si el pensamiento es vacío? La actitud que propone respecto a la mente es dejarla estar. La mente siempre está con nosotros porque es parte de nuestro estar en el mundo.
¿Cuál es entonces su enfoque de trabajo? Dirigir la mirada hacia dentro e investigar e instalarse en el lugar en que se origina cada pensamiento. Ese lugar de “silencio”, de “quietud” que hay en nuestro interior y que permanece en paz y tranquilidad. Para él, esto es el “Ser”. Algo original alejado de las sombras del pensamiento.
Cuando uno se instala en el Silencio, experimenta como la mente es un proceso sin substancia. La mente deja de existir y lo que queda es la conciencia en ese “silencio” previo a la mente.
Para instalarse en ese silencio es maestro recomendó la “auto-indagación” sin cesar y el compromiso de establecerse en el Ser con un esfuerzo firme y determinado. El maestro decía que llevamos tantas vidas en la ignorancia que las creencias han arraigado y es necesario hacer un esfuerzo potente para poder liberarte de ella, enfrentándose una y otra vez a los hábitos y creencias que la sostienen.
Respecto al cuerpo lo consideró un vehículo que se debe cuidar, pero al que no hay que aferrarse.
Por último, es interesante destacar las indicaciones que ofreció sobre lo que para él son errores que se cometen la meditación. Por ejemplo, creer que el trabajo meditativo consiste en un horario y en sentarse en una postura y cerrar los ojos. Para este maestro la meditación debe convertirse en un proceso ininterrumpido y conectar con el Ser al comer, al andar, al hablar. Hay que meditar sin cesar.
Respecto a la postura meditativa también advirtió que si uno permanece mucho tiempo sentado, sin mover el cuerpo, la mente termina embotándose, y así recomendó meditar caminado, e incluso indicó el acierto de algunos practicantes de bailar y cantar.
About Pedro Jesús Jiménez Martín
Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.