Desde un punto de vista general se puede decir que estos periodos destacan como una etapa en la que Japón estuvo fuertemente influenciado por los modelos de gobierno y la cultura de Corea y China, además de ser un momento privilegiado para el budismo.
En este momento histórico el país envió diversas embajadas oficiales a China y potenció la llegada de numerosos eruditos y sacerdotes que trajeron los códigos administrativos y judiciales, el arte, la religión y la cultura chinos.
CONTEXTO POLÍTICO Y CULTURAL
Durante el periodo Asuka la persona más relevante a nivel político fue el príncipe Shotoku (574-622 d.C.). Este regente desarrolló una “Constitución de 17 artículos” en la que se resaltaban valores marcadamente confucionistas como la lealtad, la armonía o la fidelidad al gobierno y se promulgaba la protección oficial del budismo.
La estrategia de este dignatario se enfocó en establecer una política de centralización del poder con el fin de acabar con el sistema social señorial de clanes (uji) que dominaba el país. Para conseguirlo estableció un sistema de 12 rangos jerárquicos no hereditarios.
A la muerte del Príncipe Shotoku se produjo un golpe de Estado bajo el liderazgo de Naka-no-oe (Fujiwara Kamatari) del clan Nakatome (relacionado con el antiguo clan Mononobe derrotado) y se instaura, en el año 645, la Reforma Taika (“Gran Cambio”).
Esta reforma aunque tuvo como fin principal la restauración de la figura imperial en el poder (en este momento pasó a adoptar el título de “Hijo del Cielo” (Tenshi) o “Soberano Celeste” (Tenno) y se ligó de manera directa a la figura mitológica de la diosa Amateratsu), también mantuvo los códigos administrativos chinos impuesto por el Príncipe Shotoku.
El periodo Nara se inició en particular en el año 710 cuando la Emperatriz Genmei estableció la capital del país en el palacio de Heijō-kyō, en la actual ciudad de Nara.
En este periodo se continuaron implantando las reformas administrativas de corte chino iniciadas en el periodo Asuka. Entre los años 702-757 se desarrollan los Códigos Taiho y Yoro, que sentarían las bases de las instituciones legales en Japón hasta el siglo XV. Los Códigos Taiho estaban constituidos por dos partes: leyes penales (Ritsu) e instituciones administrativas (Ryo).
En estos códigos se estableció: 1) un nuevo sistema de clases sociales: Emperador (Tenno), hombres buenos/libres (Ryomin) y Plebeyos/hombres no libres (Senmin); 2) una nueva organización administrativa a nivel estatal y local que dio lugar a la creación de 58 provincias y 3 islas, junto a todo un nuevo sistema de comunicación de carreteras y alojamientos. Cada provincia se dividió a su vez en distritos (gun o kori) y cada distrito en aldeas (sato); 3) una nueva política de impuestos y de control sobre la tierra para aumentar los ingresos del Estado. Los campos se dividieron en espacios de igual extensión (kubunden) y se repartieron a partes iguales entre los agricultores (20 áreas para un hombre y 14 para las mujeres); 4) la imposición de un servicio militar obligatorio; y 5) el desarrollo de un censo de la población.
El problema de aquellas políticas fue que: 1) el ratio población-cultivos no estaba equilibrado y el número de tierras no era suficiente para alimentar a la población; y 2) se empezaron a promulgar leyes de propiedad privada (años 743 y 749) que comenzaron a resquebrajar la noción de propiedad pública y activaron una pugna entre nobles, terratenientes, religiosos y la misma casa imperial por ganar más territorio.
Desde un punto de vista cultural, en esta época Japón pasa a denominarse Nippon (País del Sol Naciente); se elaboraron las primeras fuentes literarias nacionales: Kojiki, el NihonShoki y el Manyoshu; y se construyó el Shosoin, que actualmente alberga en su interior una colección de tesoros de la ruta de la seda de incalculable valor.
CONTEXTO RELIGIOSO
En el contexto religioso, hay que señalar que el budismo fue introducido en Japón desde Corea en el año 552. El supuesto punto de partida fue el envío de una estatua de Buda y libros del Rey de Paekche al Emperador Kinmei para hacerle partícipe de esta nueva doctrina.
La expansión inicial del budismo en el país, sin embargo, pronto quedó paralizada por la rivalidad entre dos clanes: los Mononobe, defensores del culto sintoísta, y los Soga, defensores de la nueva religión por sus raíces coreanas.
El problema político era doble: por un lado el budismo podía dejar en un segundo plano las tradiciones sintoístas autóctonas, y por otro, planteaba un auténtico reto ante el régimen social vigente en Japón al ser una religión que predica la absoluta igualdad sin admitir distinciones de clase social, ni diferencia entre ricos y pobres.
Tras un periodo de inhabilitación del culto budista provocado por los movimientos políticos efectuados por los defensores de la religión sintoísta, en el año 584, se volvió a escuchar al budismo entre la aristocracia del país. Un miembro del clan Soga pidió otras dos figuras de Buda a Corea y erigió un templo de adoración.
Aunque la reacción del clan Monobe no se hizo esperar, finalmente el Emperador permitió al clan Soga seguir su campaña en favor del budismo. (Para muchos investigadores el año 584 representa el verdadero comienzo del budismo en el país).
Con el nuevo apoyo imperial empezaron a llegar monjes de Corea y China, que no sólo trajeron imágenes, libros y rituales budistas, también la escritura, el arte, la literatura, las matemáticas, el calendario astrológico, la geomancia y la medicina chinas.
Entre ellos, la figura más destacada fue el maestro chino Ganjin (Jianzhen). Este llegó a Japón en el año 753 tras seis intentos frustrados y la pérdida de la visión, y fundó el monasterio Toshodaiji, ejemplo de la arquitectura Tang.
Durante el periodo Nara presidieron seis grandes escuelas budistas: Hosso, Jojitsu, Kegon, Kusha, Sanron, Ritsu, cuyos templos eran regentados por monjes venidos de China o Corea, y tuvieron la prioridad tres sutras o escrituras sagradas: El Sutra del Pasado y el Presente; el Sutra de la Luz Dorada; y el Sutra de la Guirnalda de Flores.
¿Por qué cuajó el Budismo en Japón? Aunque el budismo representaba una sabiduría compleja para la mayor de la población, con nuevos conceptos metafísicos difíciles de comprender, pronto adquirió un gran atractivo gracias al esplendor de su arte y su arquitectura.
Además, la nueva religión también contribuyó a rellenar huecos del sintoísmo, como: 1) el ritual funerario y el apaciguamiento a los espíritus “malignos”; 2) la aportación de recursos de oración para afrontar la enfermedad, el hambre, el parto, etc.; y como no 3) la protección del Estado al convertir a los budas en divinidades protectoras.
En estas fechas el culto de la población se centró en el Buda de la Medicina (Yakushi), los Cuatro Soberanos Celestiales (Shitenno) y el Buda de la Misericordia (Kannon) por su eficacia y protección; y se construyeron entre otros los famosos templos Yakushiji, Shinyakushiji, Toshodaiji, Horyuji o el Todaiji.
El budismo de Nara acabó al final generando serios problemas. Por un lado, con la construcción del Buda de bronce Roshana (Vairocana) en el año 747 para el templo Todaiji, se agotaron las reservas nacionales de bronce y metales preciosos; y por otro, el clero budista adquirió gran influencia y poder interfiriendo en el gobierno.
La crisis del budismo Nara culminó con la relación entre la emperatriz Kogen y el sacerdote Dokyo. En el año 770, Dokyo realizó un intento frustrado de hacerse con el poder que conllevó una fuerte reacción por parte de la casa imperial y el traslado de la capital de Nara a Heian (la actual Kyoto).
En el contexto religioso, además del budismo, Japón recibió el taoísmo. De hecho, en el periodo Nara llegó a existir la Oficina Yin-Yang (Onyoryo) (718-820) con funciones de adivinación.
Con el taoísmo, llegaron todas las artes mágicas y adivinatorias chinas, además de la astrología y la geomancia, y la cultura japonesa asimiló las nociones del yin-yang, la teoría de los cinco agentes, los días fastos y nefastos, y la influencia de las direcciones espaciales y los signos de zodiaco.
Uno de los personajes más importantes asociados al “culto a la inmortalidad” (xian) chino que supuestamente visitó Japón en estas fechas es Xufu (Jofuku en japonés). Actualmente existe un museo dedicado a su persona en la ciudad de Shingu en la zona actual de Kumano en la región de Kii (Wakayama, Japón)
Según el historiador chino SimaQian de la dinastía Han (206 a.C.- 220 d.C.), este señor habría sido un “alquimista” que habría ganado la confianza del primer Emperador de China Qin Shi Huang Di como gran conocedor de las técnicas de la inmortalidad.
Según la leyenda este Emperador habría enviado a este personaje a Japón a buscar unas hierbas para alcanzar la inmortalidad. Actualmente se está investigando la relación entre este personaje y el desarrollo de las prácticas de Shugendo (ascetas de montaña) en la zona de Kumano.
Referencias Bibliográficas
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Hall, J.W. (1973). El imperio japonés. Madrid: Siglo XXI Editores.
Kondo, A.Y. (1999). Japón. Evolución histórica de un pueblo (hasta 1650). Hondarribia: Editorial Nerea.
Piggott, Joan. (1990). Mokkan. Wooden documents from the Nara Period, Monumenta Nipponica, 45 (4): 449-470.
About Pedro Jesús Jiménez Martín
Profesor Titular de Universidad. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF). Universidad Politécnica de Madrid. Director del Proyecto de Investigación Cultura Física Oriental.