¿Qué nos impulsa a adentrarnos en un personaje desconocido? A veces el interés proviene del atractivo de un libro. En esta autobiografía Lillian Hellman (1905-1984) hace un repaso de su infancia y agitada juventud; de su radical ansia de libertad y participación en actividades políticas; de su recorrido como dramaturga y guionista de cine; de su amor y tormentosa relación con Dashiel Hammet.
Lillian Hellman estuvo en España durante la guerra civil donde coincidió con Ernest Hemingway. En Madrid en pleno bombardeo realizó arriesgadas retransmisiones, y recorrió parte de la geografía española como documentalista. Visitó también en varias ocasiones la Rusia estalinista, y allí estuvo en contacto con el mundo literario: adaptaron y representaron algunas de sus obras de teatro.
Lillian Hellman sufrió en carne propia la inquina del Comité de Actividades Anti-americanas ante el que se negó a testificar, y vio como Dashiel Hammet era encarcelado en 1951 en la más intensa época del macartismo.
“Yo no puedo y no recortaré mi conciencia para adaptarla a la moda de este año.”
(“I cannot and will not cut my conscience to fit this year’s fashions“)
Confesiones y memorias, Heinrich Heine, Editorial Alba
Al formato de confesiones y memorias se han acogido muchos escritores y filósofos. Personalmente me resulta más atractivo que una autobiografía porque suelen ser textos más cercanos, menos exhaustivos, sin ánimo de imparcialidad. Están en muchos casos escritos para sus coetáneos, y por eso repasan y detallan las relaciones del autor con personas e ideologías emblemáticas de la época, con sus afecciones y desavenencias
El libro que nos ocupa recoge dos textos. En las Confesiones, Heine nos refiere su visión de los alemanes como contrapunto del expresado por madame de Staël, de la que desgrana de manera hilarante la causa y curso de su animadversión por Napoleón, y su posterior acercamiento al mundo germánico como reacción. En este texto Heine refiere la evolución de su pensamiento desde una visión socialista y atea, hacia un enfoque más espiritual; vivió de primera mano las revoluciones de 1830 y 1848.
En estas sus confesiones, Heine llega en cierto modo a abjurar del contenido de su libro De L’allemagne (homónimo del de madame de Staël); viendo que no podía evitar su re-edición decide escribir un prólogo indicando los cambios acaecidos en sus puntos de vista.
En este primer texto también se declara discípulo y a un tiempo detractor de Hegel, al que acusa de oscurecer deliberadamente su pensamiento: “En lo que concierne a la filosofía alemana, yo había divulgado sin rodeos el secreto de escuela, que, envuelto en formas escolásticas, tan sólo conocían los iniciados de primera clase”.
Las memorias son en cambio un recorrido desde su infancia, pasando por diversas instituciones educativas, entre las que destaca el colegio de jesuitas. Su periplo vital fue amplio y se desplazó a diversas universidades para complacer a su madre, a sabiendas de que era un subterfugio para poder desarrollar su vocación literaria. Resulta también entrañable el relato de su matrimonio, relato no exento de amable cinismo.
En ambos textos se deja constancia de su mala salud; en la actualidad hubiera sido con seguridad diagnosticado con esclerosis múltiple.
Heine se declara el último romántico alemán, con su poesía como fiel testimonio.
Como yo los veía: Margaret Mead y Gregory Bateson recordados por su hija
Mary Catherine Bateson
Ed. Gedisa
Como yo los veía es un libro autobiográfico. Siendo los padres de la autora dos antropólogos renombrados y muy activos, el libro resulta un atribulado confín de idas y venidas e interacciones sociales con científicos de la época.
Comienza con los primeros trabajos de campo de ambos en los pueblos remotos de Nueva Guinea, sociedades que en los años 20 del siglo XX apenas habían tenido interacción con las sociedades occidentales. En aquel momento la antropología era más un arte que una ciencia, y ambos sentaron las bases de la antropología experimental desde una formación previa complementaria: psicología en el caso de Margaret Mead y Biología por parte de Gregory Bateson.
Cuando comienza la segunda guerra mundial, una parte del trabajo de George Bateson (a instancias de la CIA) se enfocó al desarrollo de mensajes capaces de desalentar a los militares japoneses analizando el efecto del contexto en la decodificación de la información.
Margaret Mead aportó su visión en el análisis de las cuestiones de género al campo de la antropología. Impresiona el impacto que alcanzó en los medios de comunicación de masas. Ambos se convirtieron en leyendas en vida.
La hija de ambos, Mary Catherine Bateson, desde una trayectoria nada convencional, no se centra en legitimar las teorías de sus padres, sino que aporta un poco de luz al transcurso vital divergente de sus progenitores. Ella a su vez se acerca a la antropología desde una formación en la ciencia lingüística, y revela unos procesos de inmersión intercultural nada desdeñables.
“Tanto Gregory como Margaret combinaron sus esfuerzos para comprender los procesos biológicos y sociales con aquellos dirigidos a conocerse a sí mismos… Interesados en conocer la naturaleza del aprendizaje, aportaban un gran cuidado y elegancia al acto de enseñar“
La variable humana es un escueto libreto de suspense con un trasfondo matemático absurdo. Esto no impide que el suspense exista, ni que el deseo de lectura se mantenga intacto hasta el final.
El contexto: un departamento de matemáticas en alguna universidad de prestigio. El trasfondo: si la lógica es incontestable, el proceso y el resultado se determinan entre sí.
Este escueto relato recibió el premio de novela corta de la Fundación Monteleón en 2012, y ha sido editado por Gadir, una editorial que cuida primorosamente sus libros.
Lo he leído varias veces en estos años, y lo que siempre me captura es el ritmo y el tempo.
El osado autor, Rodrigo Martín Noriega, versado en humanidades, no tiene formación matemática. Es en cambio especialista en teoría y estética de la cinematografía y probablemente a ello debamos su sugerente capacidad, creadora de una ambientación dramática; posteriormente ha recibido en 2017 el premio de narrativa Miguel Delibes.
Como a él le gusta indicar: “los relatos permiten explorar las fisuras de la realidad”.
Camino de una merecida e indolente meditación estival se agradece, en general, un buen avituallamiento; una merienda sabrosa y ligera; un fresco refrigerio. Algo de eso hay en estos dos libros (concreto el primero, abstracto el segundo), rabiosamente actuales en su enfoque y con personajes de solera.
La biografía de Luis Vives(1493-1540) que nos ofrece José Luis Villacañas es extensa (más de 500 páginas, pincha aquí) pero nada pesada. El libro perfila, no sólo al filósofo, no sólo al ambicioso joven expatriado en busca de un modus vivendi en cortes europeas, no sólo al erudito preceptor con vocación de jurista, pero también al rebelde que desde la ausencia de una titulación académica está siempre preparado para combatir con su pluma las contra-ladinas denuncias en turbios momentos de guerras de religión; represión que sufrió en carne propia (su madre fue acusada y condenada por la inquisición), y supuso su exilio en París a los 17 años de edad.
Por tratarse de una época rica en conflictos, y dada la trayectoria personal del autor (catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid), el libro va más allá de la dimensión personal, y analiza el sistema universitario en la Europa medieval. La gran repercusión y el jolgorio de la Sorbona (París, Francia), frente a la inmensa repercusión intelectual de las universidades de Flandes (Bélgica), concretamente de la Leuven Universiteit (creada en 1425).
Para aquellos que tengan la oportunidad de recalar en Leuven, recomiendo visitar sus beaterios (Begijnhof), pequeños pueblos dentro de la ciudad, donde las mujeres solas, madres viudas se protegían de una agresión ubicua por parte de hombres embrutecidos en las guerras y arengas religiosas. Uno puede sentir en la piel el miedo a las brutales razias de la época; también puede uno viajar en el tiempo y vivirlo, en directo, través de los ojos de los grandes retablos flamencos que hay en el Museo del Prado. Es una época atribulada, emocionante y vergonzosa.
La Biografía del Silencio (pincha aquí) de Pablo D’Ors, comparada con la biografía de Luis Vives, es un bálsamo. Yo recomiendo transitar a ratos entre ambos dos, a modo de contrapeso anímico y acicate intelectual. Pablo D’Ors, que es sacerdote en una iglesia católica que quiere y necesita renovación es, además, por expreso deseo del Papa Francisco consejero cultural del Vaticano. En su libro, Pablo D’Ors nos abre a los secretos de la meditación: “tanto más se piensa, tanto más se debe meditar”, para alejarnos del drama del que solemos estar enamorados. Curiosamente, algunos de sus aforismos y pensamientos, parecen perfectamente alineados con aquellos de Luis Vives; aspecto supongo que controvertido, puesto que fue la iglesia católica la que estuvo continuamente al acecho de Luis Vives, en razón de su querencia con otros humanistas, entre ellos (como no) Erasmo de Rotterdam.
Yo puedo imaginar, placenteramente, una bien documentada serie de Netflix sobre esta época, y sobre estos personajes, hermanados con aquellos de el Hereje de Miguel Delibes (pincha aquí).
“Tú eres lo que queda cuando desaparecen tus pensamientos”
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