España, compañero. Víctor de la Serna.

Cubierta de España, compañero, Víctor de la SernaEspaña, compañero
Víctor de la Serna

Edición y prólogo de Alfonso de la Serna
1976

Este libro recoge una antología de artículos periodísticos escritos por Víctor de la Serna seleccionados por su hijo, van desde 1919 hasta finales de los años 50 del siglo pasado, y ocupan 40 años de la vida de España.

Don José Ortega y Gasset habla severamente, sobriamente, con una belleza más que dialéctica, didáctica. Habla y enseña. Empuja conceptos claros, simples, cuadriculados, como ladrillos, para levantar una sólida estructura. Los conceptos de soberanía y autonomía salen estilizados y concretos, reducidos a una línea eléctrica, irrevocable, dura y recta.

Los españoles, viene a decir, quieren una cosa: vivir no sobre los catalanes ni bajo los catalanes, sino con los catalanes.

Los temas que le llaman la atención son de la más variada índole, desde bailaoras como la Argentinita, hasta pintores como Gutiérrez Solana o Vázquez Díaz, pero también se interesa por la historia de Madrid y nos lleva de viaje por ciudades españolas. La lectura sorprende por el espíritu del autor, está a favor de las cosas no en contra. Esa postura nos impulsa a seguir leyendo un artículo y otro, entrando y saliendo de estas puntadas luminosas que recogen a veces la actualidad, el instante. Notas tomadas en directo, durante los paseos a pie por un Madrid solitario y poético, rincones ensimismados con farola que dibuja en esta edición Juan Esplandiú, que fue Premio Nacional de Pintura en 1958 y que tiene todo el perfume y la elegancia de los dibujantes de los años 50 hoy olvidados como Serny o como Ramón Gaya.

Juan Esplandiú

Esplandiú ha dado de Madrid una versión pictórica entrañable, humana, profunda, llena de ternura; una versión como en voz baja, confidencial e íntima.

Juan EsplandiúVíctor de la Serna colaboró con muchos diarios durante su vida y hasta los años 60 se le pudo leer haciendo crítica gastronómica en El País. Pertenece a una familia de escritores y periodistas, su madre era Concha Espina y su nieto es Víctor de la Serna Arenillas, tres veces Premio Nacional de Gastronomía, al que podemos leer ahora bajo el pseudónimo de Fernando Point.

Todo el libro desprende un mundo ya difuminado. Personajes que pocos sabrán quienes son, pintores que no están de moda, dibujantes hoy desconocidos, pueblos donde nadie para el coche  y vistas de Madrid que no reconocemos ni los que llevamos en esta ciudad toda la vida.

Escribe estupendamente, trata temas hoy desaparecidos de los periódicos,y lo hace desde una elegancia y una buen talante que convierten a este libro, conformado por artículos breves sobre temas tan dispares, en una expericia más que recomendable.

Este y otros libros de Víctor de la Serna en la Biblioteca UPM

Libros ilustrados por Juan Esplandiú en la Biblioteca UPM

Madrid, 1921. Un dietario. Josep Pla

Cubierta de Madrid, 1921. Un dietario, Josep PlaJosep Pla
Madrid, 1921. Un dietario
Libros del K.O.
2013

 

 
 

Hablando en general los catalanes tenemos en Madrid fama de antipáticos.

 

 

Por fin se ha reeditado este delicioso libro de Josep Pla sobre sus andanzas por  Madrid en 1921 donde era cronista de Las Cortes. Misión imposible comprarlo durante años, estaba agotado desde 1986.

Esta obra es un perfecto aperitivo al universo de Pla para los que no conocen sus libros y después adentrarse con  más familiaridad en su célebre Cuaderno gris.

Sus páginas recogen las colaboraciones que mandaba a La Publicidad, el periódico del que era corresponsal,  y en las que explica a los catalanes sus impresiones sobre las costumbres madrileñas y algunas excursiones que hizo por los alrededores.

El estilo de Josep Pla, en el que mezcla la realidad y la invención,  añadiendo su gracia y su impagable ironía, depararán al lector de este pequeño libro momentos memorables.

En Madrid hay una institución intrínsecamente ciudadana, que es el café con leche. Mitad y mitad, dicen los castizos. Y las personas de temperamento hogareño  suelen acompañar el potingue de color de tórtola con lo que aquí se llama media tostada, que se moja indecentemente en un líquido pálido y cortado.

 

Calle Alcalá, 1926

Ya no se toma media tostada en Madrid, si  en Andalucía, ni está bien visto mojar el pan en el brebaje  delante de la gente, pero sigue en activo la pasión del madrileño por el café con leche matinal que tan mediocre le parecía a Pla. Tan arraigado está el café con leche, que una se pregunta desconcertada  ¿y qué se desayunaba en Barcelona?

Al ampurdanés le gustaba la cerveza de la capital, que “es buena y muy fina, una de las mejores del Continente si se excluyen la alemana y la checoslovaca”. Nada se escapa de su ojo incisivo de una ciudad que empezaba a pasar de ser  un lugar  peculiar lleno de  costumbres típicas a una capital como eran las otras:  uniforme, monótona y gris.

Poder leer este libro es un regalo para los que vivimos aquí. El mejor comentarista de su tiempo nos retrata Madrid desde una perspectiva totalmente distinta. Le gusta la ciudad, pero tiene la sensación de estar muy lejos de casa. La vida social capitalina tiene mucha influencia andaluza y eso le distancia, no entiende muchas veces ni el acento ni la constante aplicación de expresiones e imágenes taurinas al lenguaje de todos los días. Le encantaba pasear por la Castellana y mirar a la gente.

 Madrid. Paseo de la Castellana. 1930.

 

Siempre que paseo por Madrid, por el centro se entiende, me sorprende la cara que tiene la gente de estar encantada de la vida. 

Hoy por la Castellana solo pasan coches y la cara que tiene la gente por la calle es… de no haberse tomado todavia el primer ¡café con leche! .

Josep Pla en la Biblioteca de la UPM

Escritos corsarios, de Pier Paolo Pasolini

"El retrato robot de este rostro aún blanco del nuevo Poder le atribuye vagamente rasgos "modernos", por la tolerancia y una ideología hedonista autosuficiente, pero también unos rasgos feroces y sustancialmente represivos. Es una tolerancia falsa, porque en realidad ningún hombre ha tenido que ser nunca tan normal y conformista como el consumidor; y en cuanto al hedonismo, oculta evidentemente una decisión de ordenarlo todo con una crueldad que la historia no ha conocido nunca." (p. 58)

  • Pier Paolo Pasolini: Escritos corsarios.
  • Guadarrama (Madrid) : Eds. del Oriente y del Mediterráneo, 2009.

(Scritti corsari. Milano : Garzanti, 2003.)

 

A comienzos de los años 70 del siglo XX, esperanzadoras perspectivas de cambio amanecían en la Europa mediterránea y en América Latina. Sin embargo la violencia política, los demonios interiores de cada país, la resaca de las revoluciones juveniles de los años 60, y no digamos las hipotecas estratégicas de la Guerra Fría pendían como espada de Damocles, en mayor o menor medida, sobre esos futuros posibles. A esos factores se unía la rapidez vertiginosa de las transformaciones en el seno de esas mismas sociedades, que actuaban como causa/efecto realimentando sin tregua los procesos sociales.

Este es el contexto en el que cabe situar, para el caso italiano, estos Escritos corsarios: una recopilación de artículos periodísticos y reseñas cuyo conjunto conforma una crónica ambiental de la Italia de los llamados Años de Plomo. Exige pues una mínima puesta al día sobre aquel período a la vez creativo y convulso, que tanta tinta y tanto celuloide ha hecho correr. A cambio Pasolini nos regala su incisiva visión sobre un país enfrascado en un gigantesco proceso de aculturación colectiva, que parte del mundo tradicional rural y paleoindustrial y se encamina a la sociedad urbana de masas. Él no oculta su angustia ante la agonía del humanismo popular ancestral, arrollado por el consumismo apabullante y homogeneizante. Y traza un diagnóstico sombrío sobre los incipientes mecanismos del poder social. Así sin descanso hasta poco tiempo antes de su horrible asesinato.

Lógicamente los reaccionarios le atacaron denunciando el carácter transgresor de sus obras, pero también tuvo que lidiar con la inquina de una intelligentsia progresistia supuestament pragmática. Como el propio Pasolini, ahora Sciascia y Calvino, Berlinguer y los fantasmales dirigentes de la DC, esos personajes políticos e intelectuales con los que él polemizó, han desaparecido. Por desgracia la turbulenta evolución de la sociedad italiana -atención: con tantos aspectos similares a los de otros países de cultura afín- ha confirmado muchos de los pronósticos y orientaciones corsarias que él nos legó.

Desde el siglo XXI haríamos bien en tomar nota de su sabiduría, de su pensamiento deslumbrante por su alcance cultural y su espíritu humanista. Un ser profético, inclasificable, incómodo, maldito como ninguno, insoslayable para la cultura europea y universal, retratista de la buena nueva y del mal absoluto.

 

"La destrucción de valores actuales no implica una sustitución inmediata por otros valores con sus cosas buenas y malas, con una mejora del modo de vida unida a un progreso cultural real. Entre medias hay un momento de imponderabilidiad, y eso es precisamente lo que estamos viviendo, es ahí donde reside el grande, el trágico peligro. Pensad en lo que puede suponer en estas condiciones una recesión y sentiréis un escalofrío si hacéis una comparación -quizá arbitraria, quizá novelesca- con la Alemania de los años treinta." (p. 273, 274)

Obras de Pier Paolo Pasolini en Bibliotecas de la UPM

Lo que hemos comido. Josep Pla

Cubierta de Lo que hemos comido, Josep PlaJosep Pla
Lo que hemos comido
Destino
2006

Josep Pla no comía mucho, no sabía cocinar, no era un gastrónomo ni era un gourmet, pero tenía un paladar fino. Le gustaban las comidas con amigos y uno de ellos, el historiador Vicens Vives, le pidió que escribiera sobre el tema  para enseñar a la gente a comer.

No le interesaba la cocina trascendente y sofisticada pero sabía que una buena comida podía traspasar los límites del olfato y del gusto llegando al espíritu.

Era defensor acérrimo de las sopas y se lamentaba a menudo de que el repertorio español fuera, a diferencia de lo que ocurre en centroeuropa, tan corto en cremas y en purés. Sus opiniones eran rotundas y categóricas, mientras le parecían de categoría dos salsas muy utilizadas por la cocina española: la mayonesa y el alioli, decía con rotundidad que tanto la frecuente salsa de tomate como el mal uso y abuso del zumo del limón son capaces de estropearlo todo.

Josep Pla retratado por Joan Martí Aragonés

Por comer bien entendía: saber lo que se come, valorar en qué momento del año se come (productos de estación) y cómo está guisado.

Le gustaba la cocina con memoria, la tradición, base de cualquier evolución. Hoy que los cocineros españoles están considerados como los mejores del mundo, lo que prima como valor en los fogones es la innovación, la creatividad, que en su máximo extremo llega a la cocina espectáculo que pretende sorprender al comensal.

Seamos leales a algo por una vez en la vida. Que los guisantes sigan siendo guisantes.

Que Pla sabía lo que comía y cómo se tenía que comer, queda más que demostrado al comprobar que sus dos reglas de oro son hoy los pilares de la cocina de los grandes chefs con muchas estrellas Michelín. La lealtad y respeto por los productos de la tierra, cocina de proximidad y respetar el sentido del tiempo, de temporada.

Al regresar de un largo viaje y reencontrarse con una simple sopa de pescado desaparece su habitual cinismo y la emoción le hace llorar.

Nadie sabe qué será el futuro y nadie puede saberlo. Lo único que sabemos a ciencia cierta es que desde que todo el mundo se ocupa del futuro no se puede comer una tortilla decente.

Ojo, este no es un libro de recetas sino la recopilación de 56 artículos escritos por Josep Pla sobre diversos temas relacionados con la comida.

¿De postre? El flan de huevo. Casi siempre de dos en dos.

Josep Pla en la Biblioteca UPM