Hedor de ángel. Carmen Sancho Guinda en la Feria del Libro de Madrid

Carmen Sancho Guinda es profesora titular del Departamento de Lingüística Aplicada a la Ciencia y la Tecnología de la Universidad Politécnica de Madrid, donde enseña inglés para la comunicación académica y profesional. Aunque lleva más de treinta años escribiendo poesía y en su época de estudiante en los Estados Unidos tuvo como profesor al gran poeta norteamericano Conrad Hilberry, no cuenta con una biografía literaria, sino académica: todas sus publicaciones hasta ahora se han centrado en la lingüística y en la docencia y el aprendizaje de lenguas para fines específicos. Este es su primer poemario publicado.

*

Tu soledad es pasto de derrota,
quizás ya lo sabías.
Las almas que persigues son fangales,
nauseabundas charcas hondas y estancadas
nutridas de su cieno
que amurallan sus contornos derruidos
blindándose al amor,
a tu relato hambriento de clemencia,
con un agua tan podrida que carcome.
¿En qué regazo posarás la espiga,
el cordero inocente, los racimos?
¿Adónde encaminar tu mutilado vuelo,
si solamente lodo se vislumbra?

CAMPUS SUR LEE: Alan Turing, Nieves Concostrina

Alan Turing en la  Biblioteca UPM

Nieves Concostrina en la Biblioteca UPM

En 2023 se cumplieron diez años desde que la reina de Inglaterra, esa mujer de estricta moral victoriana que yace en su tumba con sombrerito y bolso a juego, indultara, perdonara a Alan Turing, aquel hombre de cerebro prodigioso, padre de la informática, precursor de la inteligencia artificial, el que rompió los códigos nazis, el que descifró las máquinas que utilizaban los alemanes para enviar órdenes codificadas a sus submarinos que operaban en el Atlántico·· ·Y a este hombre tan genial, que recibió la Orden del Imperio Británico en 1945 tras finalizar la Segunda Guerra Mundial … ¿por qué tuvo que perdonarle una señora que no alcanzaría ni en diez vidas que viviera la mitad de dignidad y sabiduría que atesoró Turing?.

Porque fue homosexual.

Por ser gay fue juzgado, condenado, encarcelado, castrado químicamente y tratado con hormonas para «curarle» la homosexualidad; le jodieron la salud, quedó impotente, cayó en depresión, Y un día de 1954 mordió una manzana con cianuro y se largó.

Acontece que no es poco. Nieves Concostrina.

Cuentos Escogidos. Shirley Jackson

Shirley Jackson (1916-1965) saltó a la fama con un relato breve llamado La Lotería. A lo largo de sus trece páginas, de una manera aséptica, describe un sorteo que poco a poco va generando en el lector bastante inquietud, al mismo tiempo que lo van experimentando los habitantes del pequeño pueblo. Y esto lo consigue sin adornos y sin dar explicaciones, sólo haciendo una eficaz distribución de las pistas y llegando a un desenlace estremecedor. Sólo con “esto” consiguió desatar una oleada de críticas asombrosas e interpelaciones a nivel mundial. Las cartas, en las que le preguntaban, por ejemplo, en qué pueblo de EEUU sucedían estos hechos, inundaron la redacción de The New Yorker, revista en la que se publicó el cuento en 1948.

A pesar de que una parte sustancial de su obra ha sido llevada al cine y al teatro, su nombre ha permanecido en la sombra muchos años, quizá por los géneros que cultivó: el misterio y el terror, además de la poesía, el cuento infantil y el artículo periodístico. Han sido otros autores de renombre como Stephen King, Richard Matheson, Jonathan Lethem o Donna Tartt quienes la han catapultado al olimpo de las musas literarias al reconocerla como una de las autoras que más les ha influido.

Si hay algo que podemos destacar de esta escritora es su habilidad para trasformar un hecho cotidiano en algo excepcional, diferente. En el libro “Cuentos escogidos” podemos leer un relato en el que una noche de gripe familiar se convierte en un auténtico sketch, que termina convirtiéndose en una adivinanza. Este volumen incluye también una conferencia, en la que Shirley Jackson nos da las pautas para escribir una buena historia.

Jackson se había licenciado en periodismo en la Universidad de Siracusa pero, tras su matrimonio con el profesor universitario Stanley Edgar Hyman, se dedicó, por imposición familiar, a cuidar de la casa y de los niños. No obstante, y pese a su muerte prematura, la autora estadounidense nos dejó cientos de relatos cortos, como The possibility of evil», con el que obtuvo el Premio Edgar Allan Poe en 1966, y novelas como La maldición de Hill House (1959) o Siempre hemos vivido en el castillo (1962), escogida por la revista Time como uno de los 10 mejores libros de ese año.

La Lotería

La mañana del 27 de junio amaneció clara y soleada con el calor lozano de un día de pleno estío; las plantas mostraban profusión de flores y la hierba tenía un verdor intenso. La gente del pueblo empezó a congregarse en la plaza, entre la oficina de correos y el banco, alrededor de las diez; en algunos pueblos había tanta gente que la lotería duraba dos días y tenía que iniciarse el día 26, pero en aquel pueblecito, donde apenas había trescientas personas, todo el asunto ocupaba apenas un par de horas, de modo que podía iniciarse a las diez de la mañana y dar tiempo todavía a que los vecinos volvieran a sus casas a comer.

Los niños fueron los primeros en acercarse, por supuesto. La escuela acababa de cerrar para las vacaciones de verano y la sensación de libertad producía inquietud en la mayoría de los pequeños; tendían a formar grupos pacíficos durante un rato antes de romper a jugar con su habitual bullicio, y sus conversaciones seguían girando en torno a la clase y los profesores, los libros y las reprimendas. Bobby Martin ya se había llenado los bolsillos de piedras y los demás chicos no tardaron en seguir su ejemplo, seleccionando las piedras más lisas y redondeadas…

Campus Sur lee: Lo que los Reyes traían de Emilia Pardo Bazán

Lo que los Reyes traían en la  Biblioteca UPM

Emilia Pardo Bazán en la Biblioteca UPM

El gran establecimiento de juguetería ostentaba por muestra una placa donde de noche, en caracteres luminosos, leíase: “Los Reyes Magos”.

Desde que se acercaba la Navidad, los niños que transitaban por la populosa calle siempre querían detenerse ante el escaparate de Los Reyes Magos. En tal época lo presidían los propios Reyes, campeando en el sitio más visible y arrancando al público, y no sólo al infantil, exclamaciones de admiración. No era para menos.

Bien modeladas las caras y cabezas, tenían esa expresión de realidad que hace a los muñecos parecer personas. Sus cabelleras y sus barbas eran de pelo natural; sus ojos de vidrio, en lo cual seguían una vieja tradición de la vieja imaginería española. Y tan acabadamente estaban hechos esos ojos, que se notaban el brillo húmedo y la mirada fascinadora de las pupilas humanas. Positivamente, los Reyes miraban a los niños pegados al escaparate, y, al juego de las luces eléctricas, hasta diríase que les sonreían.

Estaban los Reyes fastuosa y orientalmente vestidos, con brocados de oro y plata, bordados de imitación de perlas y piedras preciosas, y detrás de los tres figurones, tres dromedarios erguían sus jorobas, sostén de una canasta llena de juguetes llamativos: arlequines, mamarrachillos guiñolescos, pierrots pálidos, muñecas pelirrubias, bebés llorantes y con su biberón al lado, perrillos cuyas lanas eran auténticas, y enfermeritas con sus tocas donde sangraba la roja cruz.

Para completar la lista de anacronismos, también asomaban por los bordes de la canasta las gomas de un automóvil y las aletas de un aeroplano.

Lo que los Reyes traían / Emilia Pardo Bazán
en Cuentos de Navidad / selección y prólogo de Marta Rivera de la Cruz. Madrid: Espasa-Calpe, 2003
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CAMPUS SUR LEE: La extracción de la piedra de locura. Otros poemas de Alejandra Pizarnik

Dentro de la iniciativa “Campus Sur lee, la Biblioteca de Campus Sur UPM nos comparte una nueva lectura. Podéis seguirles en su canal de YouTube “Campus Sur lee”.

La extracción de la piedra de la locura en la Biblioteca UPM

Alejandra Pizarnik  en la Biblioteca UPM

CAMINOS DEL ESPEJO

Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.

Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia.

Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste.

Y la sed, mi memoria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el pozo, yo bebía, recuerdo.

Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos, Me olvidé. Adentro el viento. Todo cerrado y el viento adentro.

Pero el silencio es cierto. Por eso escribo, Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Hay alguien aquí que tiembla.

Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden. ¿Y qué deseaba yo?

Deseaba un silencio perfecto.

Por eso hablo.

Delicia de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de quien soy.

Peregrina de mí he ido hacia la que duerme en un país al viento.

Mi caída sin fin a mi caída sin fin en donde nadie me aguardó pues al mirar quién me aguardaba no vi otra cosa que a mí misma.

Algo caía en el silencio. Mi última palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.

Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en la mañana. Una mano desata tinieblas, una mano arrastra la cabellera de una ahogada que no cesa de pasar por el espejo. Volver a la memoria del cuerpo, he de volver a mis huesos en dueño, he de comprender lo que dice mi voz. 

Alejandra Pizarnik: La extracción de la piedra de locura. Otros poemas. Madrid: Visor Libros, 1993.
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