Feliz Navidad 2015

El equipo de nosólotécnica os desea Feliz Navidad y próspero año 2016 con un poema del Siglo de Oro firmado por José de Valdivielso (Toledo 1565 – Madrid 1638) al que puso música Gaspar Fernandes, un compositor portugués que llegó a ser organista en la Catedral de Guatemala y maestro de capilla en Puebla de los Ángeles (México).

 

Viva la gala de la zagala,
viva la gala.

De la graciosa morena,
viva la gala,
de gracia y de gracias llena,
viva la gala,
que en aquella Nochebuena,
viva la gala,
libró al mundo de la mala.

Viva la gala de la zagala,
viva la gala.

 

 


 

El arte de la fuga. Vicente Valero.

Vicente Valero, El arte de la fugaVicente Valero
El arte de la fuga
Cáceres: Periférica, 2015

Grata sorpresa de reciente cuño (Periférica, 2015), escrito con encanto y serenidad al mejor estilo Joubert. El autor, Vicente Valero, demuestra una fuerte personalidad literaria y un estilo propio, que te envuelve y embelesa desde el primer momento.

El poeta cuando se expresa en prosa lo hace de manera liviana, casi de puntillas; esto ya lo hemos comentado en alguna otra ocasión (véase mañana no será lo que dios quiera). En este caso, Vicente Valero nos muestra un íntimo recorrido por sus reflexiones, sin aturdir; es una suave brisa de aire fresco estival. Personalmente me recuerda un poco a Paul Valery por su capacidad de hilar anécdotas con pensamientos circunstanciales, y metafísica cotidiana.

“Nadie sabe cómo serán sus últimos días, si hará frío o calor, si lloverá y los ríos inundarán las calles o sembrados, …, o si la luz del sol acariciará uno a una todas las palabras de la despedida”

Ahora bien, cuando se habla de “Arte de…”, ¿Qué quiere decir? El Arte por contraposición a la Ciencia podría referir a un ejercicio de maestría, a un conocimiento implícito y heurístico, adquirido mediante la experiencia, con un fuerte componente individual, propio del artesano que lo ha generado. Si nos atenemos a esta acepción, en este libro asistiremos a la versión personal y difícilmente comunicable de la fuga (evasión, muerte) de tres grandes poetas: Juan de la Cruz (s. SVI), Friedrich Hölderlin (s. XIX) y Fernando Pessoa (s. XX).

Imagen de los poetas

“Al hermano Bernardo de la Virgen le dictaba el moribundo las últimas cartas y en sus palabras había consejos piadosos para sus discípulos, invocaciones al Amado, versículos bíblicos y liras propias, saludos y adioses alegres, pocos lamentos”

Tres relatos de ficción; Ven hermana mía esposa; Parece que vivimos en una edad de plomo; No sé quién soy ni qué alma tengo, tejidos de realidades y anécdotas, sazonados de pensamientos lúcidos. Si tuviera que resumir, diría que son apenas 3 vidas, algo más de 30 conceptos (véase nube de palabras) y probablemente 3000 anécdotas, y un hilo conductor: la amistad, el amigo que acompaña compresivo en el tránsito.

“Vio aquel mar alejado,…, aquel océano magnífico y a campesinos atléticos y pobres… vio una versión atlántica de Grecia, una armonía antigua como la que había cantado en sus poemas”

“Fernando piensa en dos lenguas muy distintas y no sabe quién es, se busca entre las sombras de la literatura, copia y emula, reniega y deshace, proclama nuevos tiempos con párrafos espasmódicos, desconfía y aprende, discute con los muertos”

“Aquel orfebre órfico que era Fernando, engastador de girasoles abstractos y acentos circunflejos, parecía tener el don de vislumbrar, parecía conocer ya bien el oficio que se aprende a oscuras”

Uno puede tener vocación de poeta y errar, y sin embargo encontrar su mejor tono, y melodía, en la prosa. No digo que este sea el caso de Vicente Valero que ya ha publicado seis libros de poesía, aunque personalmente me identifico más con su segunda faceta que con la primera.

Vicente Valero en NST

En la desnudez de la luz / Sophia de Mello Breyner Andresen

Sophia de Mello Breyner Andresen: En la desnudez de la luz

Universidad de Salamanca, 2003

En la desnudez de la luz (cub.)

Los labios de savia hinchados como fruto

Dicen tu amor de la vida extasiado y grave

Y bajo las pestañas de bronce en los ojos de esmalte y de ónice

Nos mira fijamente tu tranquila pasión

Tu designio

De celebrar en ti mismo la orden natural de lo divino

El número inmanente

 

(Délfica. V, El Auriga)

En este comienzo de verano boreal os propongo un rito de iniciación: cantos al mundo clásico, en particular a la Grecia antigua a la que Sophia acudía con el apasionamiento virginal de los Grands Tours estudiantiles de antaño.  La lectura de estos poemas deslumbrará por sí misma pero sin duda se aprovechará mejor si uno se arma de algunas generalidades básicas de cultura grecolatina. El Minotauro, Adriano y Antínoo, las Sibilas, Ariadna y muchos otros se pasean constantemente por los versos de Sophia, pero el soberbio poder y fecundidad de las imágenes, metáforas y emociones hacen que los temas no cansen, sino que se desee más y más. Una experiencia que gustará a amantes de la poesía romántica de tema clásico y casi seguro a los seguidores de Konstantinos Kavafis.

La proximidad del portugués al castellano invita a la lectura en lengua original, una práctica facilitada con suficiente nivel de seguridad por esta edición bilingüe en paralelo. Se añade una muy bien documentada  introducción a la autora, realizada por el propio traductor Jacobo Sanz Hermida. Falta hace, pues es llamativo el retraso en la traducción de las obras de Sophia: por ejemplo, resulta sorprendente que un libro tan estupendo como Histórias da terra e do mar aún no esté disponible para el público en lengua castellana.

Sophia de Mello Breyner Andresen (1919-2004) nació en Oporto, ciudad de cliché norteño, y además su familia era de ascendencia danesa. Pero desde joven ella se sintió atraída por el mundo clásico mediterráneo. Fue sobre todo poeta, aunque también narradora y autora de literatura infantil. Seguidle la pista, vale la pena, en la web a ella consagrada por la Biblioteca Nacional de Portugal.

El verso es denso, tenso como un arco, exactamente dicho, porque los días fueron densos, tensos como arcos, exactamente vividos. El equilibrio de las palabras entre sí es el equilibrio de los momentos entre sí.

(Arte poética II)

 

El Canto y la Ceniza de Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva

El canto y la ceniza. Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva.

Traducción y selección: Monika Zgustova y Olvido García Valdés

Galaxia Gutenberg / Circulo de Lectores

No me ampara ningún cielo extranjero,
no, alas extranjeras no me protegían.
Estaba entonces entre mi pueblo
y con él compartía su desgracia.

 

La desgracia de vivir tiempos de sufrimiento y amargura. Tiempos en los que “sonreían sólo los muertos. Bajo el yugo de un régimen criminal, millones de personas sintieron en su piel, en su alma, la miseria no solo material sino también moral del totalitarismo, la opresión, la irracionalidad, la amargura.

 

Diecisiete meses pasé haciendo cola a las puestas de la cárcel, en Leningrado, en los terribles años del terror de Yezhov. Un día alguien me reconoció. Detrás de mí, una mujer –los labios morados de frío- que nunca había oído mi nombre, salió del acorchamiento en que todos estábamos y me preguntó al oído (allí se hablaba sólo en susurros):
-¿y usted puede dar cuenta de esto?
Yo le dije:
-Puedo.
Y entonces algo como una sonrisa asomó a lo que había sido su rostro.

Pero en ese mundo desolado, en el que la felicidad se escabullía del corazón de muchos de aquellos que lo habitaban, existieron seres llenos de sensibilidad  que dieron cuenta de todo ello. Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva estaban entre ellos. Utilizaron un arma poderosa e imbatible; la poesía. Dieron testimonio de esos grises días. Y sufrieron por ello. Anna Ajmatova cayó en el ostracismo y el silencio oficial y solo después de la muerte de Stalin fue rehabilitada. Su Requiem sin embargo, no vio la luz en Rusia hasta 1989. Aún así, conservó la dignidad y resistió. Marina Tsvetáieva no. Ella no lo soportó. Su marido fue fusilado, su hija enviada a los campos de trabajo. Otra de sus hijas murió de hambre. Fue deportada con su hijo a un remoto pueblo tártaro. Allí se suicido.
De ambas nos quedan sus versos, eternos. Cada vez que los leemos, sentimos un escalofrío. No es nuestra mente, nuestra razón quien lee. Es nuestro corazón el que lo hace, el que los siente.

El agua es de la fortuna,
¿qué más podría desear?
Si tus ojos son diamantes
Que se vierten en mis palmas,

ya no pierdo
nada. Fin del fin.
Caricias, caricias
-acaricio tus mejillas.

El canto y la ceniza es una antología seleccionada por Mónika Zgustova y Olvido García Valdés para Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores que recoge sus obras principales, Requiem y Poemas sin héroe de Ajmátova y Poema del fin de Tsvetáieva.

Con las olas vago y me oculto en el bosque,
en el puro esmalte del cielo aparezco,
la separación podré soportarla,
pero el encuentro contigo, apenas.

 

 

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