La sangre de los King, Jim Thompson
Jim Thompson
La sangre de los King
RBA
En los viejos tiempos, pensaba el viejo Ike King, cada hombre hacía lo que era capaz de hacer; y no había gran diferencia entre los hombres cuyos cuellos retorcía él y los que le retorcían el suyo. Fuera como fuese, nunca eran cuestiones personales sino simplemente enfrentamientos en los que uno robaba y el otro era robado, uno mataba y el otro moría. Había, ciertamente, tipos que se quejaban de aquella forma de actuar, pero otros que si les colgaban con una cuerda por estrenar eran capaces de llorar de alegría y emoción. Y, sin duda, uno siempre pensaba que lo mejor hubiera sido que las cosas no fuesen de aquella forma; pero eran como eran, y lo único que podía hacerse era resistir y mantener la esperanza.
De nuevo Jim Thompson viene a Nosolotécnica en esta ocasión con La sangre de los King publicada originalmente como King Blood en 1973.
Abandonamos territorios urbanos para adentrarnos en una suerte de western en la Oklahoma más salvaje, donde vive y gobierna con mano de hierro un poderoso ranchero Ike King. Su muerte está cerca y sus hijos Boz, Arlie y Critch lo saben. La lucha por la herencia se desencadena.
Criados en la brutalidad absoluta, en la creencia de que las normas se pueden cambiar a conveniencia, sin ningún tipo de empatía hacía el prójimo. La codicia los consume, recurren a la manipulación, el engaño y la violencia más cruda para asegurarse la herencia de su padre. Es un ambiente opresivo de desconfianza y peligro continuo. Los lazos familiares se vuelven frágiles ante la expectativa de una riqueza futura.
Todo es brutal, no hay concesiones al sentimentalismo. La maldad reina sin piedad. El final…previsible.
Tengo que haceros unas preguntas.
-¿Preguntas? -dijo Arlie tragando saliva ¿Sobre qué tiene que preguntarnos?
– Déjelo para otro momento – dijo Critch- Ahora pienso irme a desayunar y después a la cama. Señor alguacil, supongo que puede esperar, ¿no? Y si no, haga cualquier cosa, lo que mejor le parezca.
-¿Por ejemplo? Dijo Thompson
-¡Váyase a la mierda!
Critch se adelantó hacia la puerta pero de repente se detuvo y levantó las manos hasta los hombros con la mirada fija en el cañón negro azulado del cuarenta y cinco del alguacil.
-La frase que acabas de pronunciar se convirtió en el epitafio del último hombre que me la dio- dijo el alguacil- ¿quieres también que la ponga en tu tumba?
Critcxh negó con la cabeza y consiguió con esfuerzo dibujar una sonrisa:
-Prefiero aplazar lo del epitafio. Por tiempo indefinido como diría usted