El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad

"Para mí él era sólo una palabra. Yo no veía a la persona en el nombre, no más de lo que vosotros podáis verlo. ¿Lo veis? ¿Veis el relato? ¿Veis algo? Tengo la sensación de estaros contando un sueño, pero inútilmente, porque ningún relato de un sueño puede transmitir la sensación del sueño, esa mezcla de absurdo, sorpresa y aturdimiento en un temblor de rebelión agónica, esa sensación de ser capturado por lo increíble, que constituye la esencia de los sueños…" (p. 81)

 

  • Heart of Darkness. New York : Tribeca Books, 2011.
  • El corazón de las tinieblas. Madrid : Alianza, 2006.

 

De entrada El corazón de las tinieblas parece una recomendación comprometida: uf, nunca se sabe en qué estado mental acabará el lector… Joseph Conrad aprovechó su propia experiencia vital en el llamado Estado Independiente del Congo (sic, vulgarmente "Congo belga") a finales del siglo XIX para cocinar este relato onírico e intemporal con todos los atributos de la tragedia clásica. Historia contemporánea hecha clásica, sí, pues es una obra muy ligada a la realidad más cruda de la época: el colonialismo imperialista en su fase arquetípica, entre la Conferencia de Berlín en 1884-85 y el estallido de la Primera Guerra Mundial. Los temas de la conquista y exploración de lo desconocido, las preguntas últimas sobre las relaciones entre naturaleza y moral, incluso la influencia del misticismo oriental son a menudo señas de identidad reconocibles en la cultura europea de aquellos años de incertidumbre.

La pesadilla colonial se revuelve en el filo de lo incomprensible, de lo inasible por el ser humano. El espanto se alimenta más y más a lo largo del viaje cuyo escenario selvático y amenazador resulta una metáfora de la tiniebla oculta en el espíritu de las personas, de la crueldad ostensible pero también de la maraña repulsiva de pequeñas mezquindades sociales, en suma de todo lo que hay de vanidad y de mentira en la experiencia humana. Y el carácter terrible de los hechos desencadenados por el proceso colonial certifica la impotencia del individuo ante las fuerzas desatadas de la Historia y en último término de la Naturaleza misma. En suma, una tremenda interrogación existencial arrojada al rostro de la humanidad.

Libro corto pero contundente, con un impresionante trabajo de imágenes que le proporciona un carácter de obra casi pictórica, ha tenido una enorme influencia posterior a su aparición. De hecho pienso en sus grandes posibilidades dramáticas: nada menos que inspiró a Francis Ford Coppola el guión de su película Apocalypse Now. En fin, echadle coraje y remontad río arriba, al fondo…

"Las extensiones de agua se abrían ante nosotros y se cerraban a nuestra espalda como si el bosque se hubiera adentrado tranquilamente en el agua para obstruir nuestro camino de regreso. Penetramos más y más en el corazón de la oscuridad." (p. 101)

 

Esta y otras obras de Joseph Conrad en Bibliotecas de la UPM.

La casa en el confín de la Tierra, William Hope Hodgson

Cubierta de La casa en el confín de la tierra, de William Hope HodgsonLa casa en el confín de la Tierra
William Hope Hodgson
Madrid: Valdemar, 2009
Traducción: Francisco Torres Oliver

The House on the Borderland (1908)

Dos excursionistas se topan con un viejo diario enterrado entre las ruinas de un caserón. En sus páginas el antiguo habitante describe una serie de hechos terribles e incomprensibles: los padecimientos que hubo de sufrir tras el descubrimiento de un portal que conectaba con otra dimensión; el acoso de unas horripilantes criaturas llegadas de otro mundo; el viaje de proporción cósmica en el que se le mostrará el fin y el principio del Universo.

Tales pesadillas habitando una realidad paralela, respirando ocultas, irracionalmente, más cerca de nosotros de lo que nos gustaría, fueron motivo de inspiración para otro autor de culto como H. P. Lovecraft, especialmente en su obra Los mitos de Cthulhu. Según sus propias palabras:

La casa en el confín de la tierra (1908) -quizá la mejor de todas las obras de Hodgson- trata de un caserón solitario y temido de Irlanda, que constituye el centro de espantosas fuerzas del trasmundo y soporta el asedio de híbridas y blasfemas anormalidades que surgen de secretos abismos inferiores. Los vagabundeos del espíritu del narrador durante ilimitados años-luz del espacio cósmico y kalpas* de eternidad y su asistencia a la destrucción final del sistema solar, son algo casi único en la literatura fantástica. Por lo demás, a lo largo de la historia se pone de manifiesto la capacidad del autor para sugerir horrores vagos y emboscados en un escenario natural.

* kalpa es una palabra sánscrita que significa largo periodo temporal

La ilustración de cubierta en esta edición es obra del polaco Zdzisław Beksiński. No está de más, durante la lectura de la novela, echarle un vistazo a sus escenarios imaginados, pues sintonizan a la perfección con la angustiosa y terrorífica belleza de los ambientes creados en ella.

Cubierta del comic La casa en el confín de la tierra, de Richard CorbenAdemás, la historia tiene una versión en comic publicado por Norma Editorial en 2003, dibujado por Richard Corben y con guión de Simon Revelstroke.

William Hope Hodgson (1875-1918) es maestro del llamado terror materialista, ese terror compuesto de monstruos y criaturas corpóreas que deja atrás las clásicas historias de fantasmas y seres inmateriales.

William Hope Hodgson en la Biblioteca de la UPM

Juego de tronos, de George R. R. Martin

George R. R. Martin. Juego de tronos. Canción de Hielo y Fuego /1. Editorial Gigamesh: 1ª ed. 2002.

En este mundo, cuando juegas al juego de tronos, o ganas o mueres. El honor y la piedad no tienen cabida en el juego de tronos.

Cada cierto tiempo los críticos literarios, cinematográficos, musicales, artísticos y todos los etcéteras que se os ocurran, intentan sacar a la luz descubrimientos que pretenden ser personales pero que en realidad se encuentran en boca de  todos. "La nueva Marilyn, los herederos de los Beatles, el sucesor de Picasso…", suelen decir, amargando de paso la vida y las carreras de estos nuevos artistas que, en la mayoría de los casos, no pueden estar a la altura de  sus supuestos modelos ni quieren parecerse a ellos.

En el caso que nos ocupa, a  George R. R. Martin le ha tocado el sambenito de ser el nuevo J. R. R. Tolkien (¿será por las erres?) y, aunque es cierto que de no haber existido el sudafricano difícilmente podríamos disfrutar de una obra como Juego de tronos, la comparación no es del todo exacta. Podría tratarse de una mezcla de Tolkien, James Ellroy y Mario Puzo, todos juntos. Pero veo que caigo en el mismo error que antes criticaba. Así pues proclamemos en voz alta y de una vez por todas: Ellroy es Ellroy, Tolkien es Tolkien y Martin es Martin.

Puesto ahora de actualidad por una espectacular serie de televisión en la que cada euro invertido (y da la impresión que son muchos) ha servido parar a realzar la producción tanto desde el punto de vista técnico como artístico, Martin no es ni mucho menos un recién llegado ya que lleva escribiendo más de 30 años, aunque parte de este tiempo lo dedicara a realizar guiones para el cine y la televisión.

Tiene en su poder varios de los más prestigiosos premios concedidos a las creaciones de ciencia ficción y fantasía. Entre ellos destacan varios  premios Hugo (espectacular el relato Los Reyes de la arena ganador de la edición de 1980, con su protagonista jugando a ser Dios), Locus y Nebula, que ya de por si le hacían acreedor de un puesto en el Olimpo del género, incluso sin haber escrito esta saga que parece su obra cumbre por ambición y por la respuesta de sus lectores.

Ambientado en un mundo medieval que cree haber perdido la magia y en donde las estaciones duran décadas y los reyes y aspirantes a sus tronos pelean encarnizadamente en crueles y traicioneros juegos de alianzas, Juego de Reyes, el primero de los siete volúmenes de Canción de Hielo y Fuego, se configura como la más alta apuesta por una literatura fantástica de calidad. No es que sea recomendable, es que es imprescindible porque lo más probable es que nunca tengamos otro George R. R. Martin.

 

George R. R. Martin en la Biblioteca UPM

 

Antonio Amarilla

 

Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque

Sin novedad en el frente. Erich Maria Remarque.

Barcelona: Edhasa, 1994

“Soy joven, tengo veinte años, pero no conozco de la vida más que la desesperación, el miedo, la muerte y el tránsito de una existencia llena de la más absurda superficialidad a un abismo de dolor. Veo a los pueblos lanzarse unos contra otros y matarse sin rechistar ignorantes, enloquecidos, dóciles, inocentes. Veo a los más ilustres cerebros del mundo inventar armas y frases para hacer posible todo eso durante más tiempo y con mayor refinamiento.”

En el verano de 1914 estalla la I Guerra Mundial.

Paul Bäumer tiene veinte años y es soldado. Es nuestro protagonista. Como él, millones de jóvenes se lanzan a una lucha despiadada, brutal, cruel.  En ella dejarán su juventud, su vida, su inocencia.

Sin novedad en el frente nos cuenta la vida de Paul y sus compañeros, “la juventud de hierro” como les llamaba su maestro. Unas veces en las trincheras, otras en  la retaguardia. Riendo, llorando, sintiendo la amenaza de la muerte que como una negra sombra se cierne sobre ellos.  Y aprendiendo a sobrevivir. Todo lo que les enseñaron en la escuela, allí, no sirve de nada.

“Durante diez semanas recibimos instrucción militar, y en ese tiempo nos formamos de un modo más decisivo que en diez años de escuela. Aprendimos que un botón reluciente es más importante que cuatro volúmenes de Schopenhauer.”

Se alistaron voluntarios, convencidos con las consignas que habían recibido de sus mayores.

Han cambiado. Después de semanas en el frente, esos jóvenes inocentes han dejado de creer. La guerra ha borrado todo aquello que les habían inculcado.

“El primer bombardeo nos relevó nuestro error, y con él se derrumbó la visión del mundo que nos habían enseñado…

Nos endurecimos y nos volvimos desconfiados, despiadados, vengativos, groseros…, y nos fue bien; eran precisamente esas las cualidades las que nos faltaban”.

Pero dentro de esa espiral de destrucción, de horror, de sufrimiento se encuentra algo limpio, noble; los camaradas, ellos lo son todo. Ya no importa la familia o los amigos. Todo lo que dejaron atrás cuando  se embarcaron en aquel tren que les recogió en su ciudad,  felices y risueños, es pasado. No tiene sentido. Se han transformado, los han transformado, es la guerra.

En 1930, Lewis Milestone llevó a la gran pantalla la novela de Erich Maria Remarque.

“Cuando partimos hacia el frente somos soldados malhumorados o alegres; cuando llegamos al sector donde empieza el frente, nos hemos convertido ya en bestias humanas.”

Erich Maria Remarque en la Biblioteca UPM.

Fuerteventura, de Alberto Vázquez-Figueroa

"Canarias, Madeira y las Azores se encontraban enclavadas en el llamado Vacío Aéreo del Atlántico, una inmensa extensión de agua a la que ni los aviones ingleses de mayor radio de acción podían acudir a patrullar, por lo que los submarinos y los buques corsarios alemanes podían actuar a sus anchas, torpedeando impunemente a los desasistidos convoyes de abastecimiento." (p. 73)

 

Alberto Vázquez-Figueroa:

Fuerteventura.

Barcelona : Nuevas Ediciones de Bolsillo, 2000.

 

Alberto Vázquez-Figueroa pertenece a una hornada de reporteros, informadores y divulgadores españoles que a partir de los años 60 se vieron favorecidos por la expansión de la televisión, de la lectura de prensa ilustrada y de las ediciones populares. Personajes como él, Miguel de la Quadra-Salcedo, Rodríguez de la Fuente, Carcedo y otros contribuyeron a ensanchar los horizontes del gran público abarcando aspectos de la Naturaleza, paisajes desconocidos, pueblos exóticos, remotos conflictos y asuntos de política internacional. Para quienes crecíamos en aquellos años estos temas superaron así su rol de materia prima para colecciones de cromos e historietas gráficas. Después, como prolífico escritor de novelas de consumo popular Vázquez-Figueroa quedó algo encasillado y lejos del aprecio de los medios literarios considerados "cultos". Como se diría hoy, no daba el perfil -tan canónico en los 70- de intelectual supuesta o realmente comprometido y refinado.

Pero justamente esta situación ya es en sí misma un interesante fenómeno cultural. De hecho, la Fuerteventura que ahora presentamos tal vez no es grandísima literatura, ni siquiera uno de los títulos más famosos de un autor que ahora no está muy de moda, y probablemente es deudora de la tradición anglosajona en su género. Pero está escrita con maestría y sobre todo con un inmejorable conocimiento de sus escenarios. El relato se mueve en los márgenes geográficos y primeras etapas de la Segunda Guerra Mundial: en esos ámbitos que los clichés del cine bélico triunfalista surgido a partir de 1945 han contribuido tanto a desdibujar, pero que tanta importancia tienen para desentrañar las claves de aquel conflicto apocalíptico. El autor se mueve en terreno y pasado conocidos: la geografía descarnada de la isla se recorre con minuciosidad y exactitud al tiempo que se introducen en el argumento sugerentes pinceladas sobre los avatares históricos de la sociedad isleña de aquella época.

La misteriosa Villa Winter en el valle de Cofete (Fuerteventura)

Desde luego Fuerteventura real es un territorio novelesco que goza de esa condición paradójica de ciertos enclaves a la vez remotos y cosmopolitas. Esta tierra seca, la más cercana al Sahara de toda la España africana, merece que se la considere por muchos otros atributos que se añaden a su grandioso litoral playero. Y esta novelita se ofrece como un comienzo estupendo para su descubrimiento. Con un buen mapa a mano, eso sí.

 

 

Esta y otras obras de Alberto Vázquez-Figueroa en: Bibliotecas de la UPM

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