La Maestra de Piano. Janice Y. K. Lee

La Maestra de Piano
Janice Y. K. Lee
Barcelona : Salamandra, 2009

carátula del libro

Esta es una novela a caballo entre dos épocas y dos culturas. Entrelaza el Hong Kong de la segunda guerra mundial, anterior al ataque de Pearl Harbor, con el periodo de posguerra. En un ambiente netamente británico colonial, perfila una plétora de personajes de diverso poso étnico y cultural. Son personajes complejos lejos de maniqueísmos ramplones; me retrotrae al ambiente recreado en la película El velo pintado pero tiene más carácter y es menos optimista. Tiene un estilo muy suave, delicado incluso, aun cuando narra la invasión japonesa que supuso un terrible desvarío de violencia y destrucción. Sorprende la capacidad de recrear ambientes con la economía y precisión propia de los anglosajones.

La autora Janice Y. K. Lee nació en Hong Kong en 1972 de padres coreanos. Estudió en Harvard; podemos suponer que ahí nace el deseo de describir el crisol de culturas; a su primera novela La Maestra de Piano (2009) dedicó 5 años y comienza así:

 “Todo empezó como un accidente. El conejo de porcelana Herend cayó dentro del bolso de Claire…”

Janice Y.K. Lee

Janice Y. K. Lee ha sido editora de varias revistas en Nueva York, donde reside dedicada íntegramente a la escritura.

En castellano La Maestra de Piano fue editado por la editorial Salamandra, el mismo año de su escritura; un gran éxito que se propagó de improviso como la pólvora en 24 lenguas.

La segunda novela de Janice Y. K. Lee: Los Expatriados (2016), también transcurre en Hong Kong; ha sido adaptada en 2019 como serie televisiva y está pendiente de emisión en AMAZON Prime, producida y protagonizada por Nicole Kidman.

Janice Y. K. Lee en la Biblioteca UPM

Mujeres Matemáticas

Mujeres matemáticas

Joaquín Navarro

RBA 2011

Esta es una recopilación de notas biográficas de un total de trece mujeres que destacaron en el arcano mundo de las matemáticas. Como compendio resulta muy ameno, informativo y anecdotario, aunque realiza un salto en el vacío entre el siglo III antes de Cristo y el XVII que nos deja aturdidos.

caractula del lbro

La tónica general nos indica que estas mujeres tuvieron que decidir entre su profesión y su vida privada, sólo en el siglo XX parece superarse esta tendencia. Como caso curioso, ahí tenemos a la ilustrada marquesa de Chatêlet que solicita en aras de la ciencia y el disfrute intelectual, ser liberada de todos sus deberes conyugales por haberlos ejercido suficientemente; venia que recibió de su liberal marido.

retratos de mujeres matemáticas

Una característica común a estas mujeres matemáticas es su adicional facilidad para las lenguas clásicas y modernas. Todas ellas parecen transitar con igual facilidad entre lo concreto y lo abstracto.

Las mujeres matemáticas aludidas son además grandes divulgadoras, tradujeron en muchos casos textos imprescindibles de sus contemporáneos desde Newton a Laplace para hacerlos accesibles a un público más general; plantearon cuestiones y dudas, incluyeron comentarios en dichos textos, y se cartearon asiduamente con científicos afamados, que las valoraron como gemas extrañas.

Cráteres y valles de planetas y satélites, asteroides y algunas estrellas reciben su nombre, y en ocasiones están curiosamente situados en la cara oculta de la luna.

Imagen del Blog Matemáticas femenino plural

Joaquín Navarro, autor de este libro, es licenciado en Ciencias Exactas y ameno divulgador, ha escrito entre otros títulos: La magia de las matemáticas; Ideas fugaces, teoremas eternos; Al otro lado del espejo; o Los secretos del número pi.

Joaquín Navarro en la Biblioteca UPM

La torre Vigía, Ana María Matute

La torre vigía, Ana María Matute, 1971

La torre vigía (1971) es con seguridad una novela menor de Ana María Matute. La primera de una trilogía centrada en un ambiente medieval. No es ni por asomo una novela de caballerías al uso, tampoco sería propia de la autora. La segunda novela de la trilogía, Olvidado Rey Gudú, en cambio está considerada una de sus mejoras obras.

fotografía de Ana Maria Matute de Joven

En La torre vigía, el ambiente resulta realista y difícil.  El lenguaje, atractivo, retrotrae a un contexto antiguo de manera sugerente. El protagonista sobrevive desde niño en una nobleza decadente y crece enfrentado a fieles y detractores; transita de un hogar austero a una corte retorcida. Pocas mujeres prevalecen en ese ambiente.

Confieso que, a ratos, he perdido el hilo o la intencionalidad de la autora. Aun así, en momentos de confinamiento se deglute con gusto; lástima que no he dispuesto de las siguientes entregas.

Cubierta de La torre vigía, Ana María Matute

Ana María Matute (1926-2014) es una escritora muy querida y cercana. Académica de la lengua (1996), muy galardonada en el ámbito de las letras hispánicas, estuvo también nominada al Nobel de literatura. Entre 1963 y 1966 ejerció la docencia en los Estados Unidos. Allí residió con su hijo después de una incomprendida separación en una España difícil. Su hijo, con el que también compartió en familia los últimos años, nos la describe rebelde, caótica, cercana, con grandes amigos y sin enemistades.

Ana María Matute en la Biblioteca UPM

De Sofía Tolstaia a Ruth Verlau: entre el eclipse solar y la cara oculta de la luna

¿De quién es la culpa? Sofia Tolstaia. Editorial Xórdica, 2019.

Recuerdos de Ruth Verlau. Hans Bunge (editor). Editorial Trotta, 1995.

Carátula del libro: Recuerdos de Ruth Verlau

Que tienen en común La Gioconda o Sofía Tolstaia: su marido. En ambos casos la identidad de estas mujeres se diluye en el apellido de unos maridos netamente mayores que ellas; en ambos casos son matrimonios de jóvenes que hoy diríamos adolescentes con maridos talludos por no decir cuasi vejestorios. Claro que ya nadie recuerda quién fue el Giocondo, una suerte de justicia universal que no alcanza a Sofía Tolstaia, mujer de Lev Tolstoi.

La familia Tolstoi

Ruth Verlau, en cambio, fue más iconoclasta, más radical, y por tanto, aún menos conocida. Como actriz, escritora, viajera y fotógrafa apenas ha transcendido. Tampoco es ampliamente reconocida como compañera vital de Brecht, que ni siquiera tuvo la decencia de reconocer su contribución a su inmensa obra (junto a otra gran cantidad de personas, mayoritariamente mujeres).

No pretendo restar valor a Bertolt Brecht, gran político-pensador-escritor, quizás sí disminuir la calidad de una figura histórica que gestionó con mano de hierro la economía de su “taller” sin preocuparse de salvaguardar mínimamente la vejez de sus incondicionales: Ruth Verlau muere en 1974 en la indigencia, en el hospital berlinés Charité, una residencia para perseguidos del régimen nazi. En palabras del libro editado por Hans Bunge:

“Ruth Verlau fue una mujer fuera de lo común. Yo llegué a odiarla y a admirarla al mismo tiempo. Sólo se movía entre los extremos. Sus exigencias respecto del entorno en que se movía eran por igual criminales y suicidas. En cuanto a sus amigos, se encontraba en un permanente caminar por el filo de la navaja. Se empleaba a fondo en todo lo que hacía, pero no era una aventurera, sino que luchaba por aquello que consideraba razonable. Incluso cuando perdía quedaba al final como la más fuerte, porque sabía pelear sin reservas. Su capacidad de perseverancia era sorprendente.”

Donde Sofia Tolstaia vence, Ruth Verlau fracasa; al menos la primera fue capaz de recuperar los derechos sobre las obras de Lev Tolsoi en las que había participado como copista, editora silenciosa y apoyo moral. Dicen que su novela: ¿De quién es la culpa? Contribuyó significativamente a ello.

En un precioso libro de Max Gorki: Recuerdos de Tolstoi, Chejov y Andréiev (editorial Nortesur, 2009), el autor glosa a Leopold Sulerzhitski, y en una suerte de dudosa operación transitiva refiero yo:

Leopold Sulerzhitski,

“Es presumible que la familia de Tolstoi no viera con buenos ojos que los campesinos se llevaran poco a poco los bienes de Yásnaia Poliana y que talaran el bosque de abedules que Tolstoi plantó con sus propias manos. Creo que él echaba de menos ese bosque. Esta tristeza, esta pena en general, aunque in-expresadas, forzaron, empujaron a Sofia Andréievna a un acto que, y ella lo sabía, le sería reprochado. Siendo una mujer inteligente no podía ignorarlo ni dejar de contar con las consecuencias. Y entonces, ¡ella se arriesgó! Y por eso yo la respeto. Uno de estos días iré a Yásnaia Poliana, y, en cuanto la vea, le diré ¡mis respetos señora! Pese a mi convicción (era profundamente anarquista), sigo creyendo que tácitamente la forzaron a actuar de ese modo. Por otra parte, todo esto no importa con tal que de que Tolstoi esté a salvo”.

Mujeres en la historia, sin historia. Bien valga esta reseña para resarcir este error.

Leer contra la nada, Antonio Basanta

Carátula del libro
Leer contra la nada, Antonio Basanta

Cuanto mejor es un libro más difícil es de glosar, eso dicen; es probable Ésta es la primera idea que me asalta, qué voy a decir yo que no haya quedado dicho en el título: LEER CONTRA la NADA.

A las personas que encontramos en la lectura, a ratos un refugio, un iluminado escondite, en ocasiones una isla de nunca jamás en buena compañía, o una cueva platónica desde la que observar el mundo entre murmullos, brumas y plumas, de repente escuchar en letra impresa tantas emociones resulta delicadamente desconcertante.

imagen de un faquir cautivando a una pitón

Antonio Basanta es doctor en literatura hispánica por la UCM, y escribe con clara vocación oral. Cuando un libro se ha escrito para ser escuchado más que para ser leído, de repente uno se sintiera en un ágora con algún tímido profesor de solera, embelesado ante el encanto de la flauta del faquir; ilustrados a nuestro pesar.

Para mí la principal ventaja de leer reflexiones tan suavemente mayúsculas tiene la ventaja de poder acallar al autor a la demanda, así cuando una de sus sugerentes ideas te atrapa, puedes dejarte llevar, sin ofender ni malograr la conferencia; es un libro amable, rumia-ble.

En esas ocasiones resulta hasta ofensivo hacer entresaca, para ahorrarse el esfuerzo inútil de dejar una impronta personal. En cambio el autor, demuestra una vez más su capacidad mayéutica trayendo aquí y allá otros conversadores de fama incalculable, sin el temible ridículo de las comillas, sino con la elegancia de las letras incunables (cual monje de monasterio).

La editorial Siruela ha hecho un trabajo magnifico en la elección del formato, el papel, la tipografía y las tintas modaf de dos colores, y si estas palabras no sirven al efecto de correr a una próxima biblioteca o a una librería de encanto para buscar el libro, la culpa es mía que el autor reproche no merece; a las claras queda cuando va por la tercera edición desde 2017.

Foto del autor en una charla

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