Cuerda de presos, de Tomás Salvador

  Cuerda de presos. Tomás Salvador

  Luis de Caralt. Barcelona

No tardará en ser de día. Mañana estarán por la carretera. Disponen sus cosas: Serapio Pedroso Buján y Silvestre Abuín Corvino… Recogen sus mantas, sus morrales; preparan sus documentos; engrasan sus fusiles. Juan Díaz de Garayo y Argandaña por mal nombre “El Zurrumbón” y “El Sacamantecas”, también se prepara. Llevará un mísero zurrón y las manos esposadas. Al final del camino le aguarda un extraño asiento: un banco de madera al pie de un poste vertical; una argolla de hierro a la altura de su garganta…La gente llama a este aparato: “garrote vil”

Un largo camino les espera. Desde Muria de Paredes, en la provincia de León, hasta Vitoria en la provincia de Alava. Un juez de esa ciudad reclama al llamado “El Sacamantecas”. Tres hombres recorriendo los caminos de una España profunda, áspera, dura. El guardia veterano y el novel, el que está de vuelta de todo y al que nada sorprende, y el que tiene todo que aprender. En medio, un tercero, un criminal. No es nada pero lo es todo. Él es la razón de ser de esa conducción, de ese viaje sin vuelta. Once dias, en los que pensar, indagar, observar, conocer a tus compañeros de viaje, siempre juntos, siempre alerta.

Garayo le intrigaba. Ninguna reacción…Un hombre que ha teñido sus manos de sangre dista mucho de ser una blanca paloma. Durante la noche le había estado observando. Acurrucado en su manta parecía un infeliz pordiosero, buscando en los sueños la compensación de la puñetera realidad de la vida. No se había movido… Pero era un asesino…

Jornada tras jornada, van dejando atrás distintos pueblos y aldeas y descubriendo nuevas tierras, nuevos paisajes. El preso delante, abriendo el camino; los guardias detrás, tranquilos pero siempre atentos, expectantes ante lo que puede venir. Y en esos caminos, distintos personajes les salen al paso, confiados algunos, recelosos la mayoría. No pueden pasar desapercibidos. Dos guardias y un preso. ¿Quiénes son?, ¿Por qué lo llevan ?, será inocente o quizás es culpable de horrendos crímenes.

Era fácil seguir su rastro, el de los tres, por la estela de murmuraciones que sus pasos desataban. Por allí.., por allí.., ¡Por allí! Aunque no quisieran mirar, ellos los mirarían, aunque quisieran no podían esconderse, aunque lo pretendieran no podían olvidar porque ellos no eran olvidados. Conducir un preso era enfrentarse a un mundo hostil, o, cuando menos, indiferente pero observador. Su andar por los senderos de la montaña y el llano lo recogían la mujer asomada a la ventana, el cura que paseaba, el viejo que tomaba el sol, el mendigo ambulante, los chiquillos señalando con el dedo. Todos ellos eran como los hitos, siempre cambiantes, de su incesante caminar. Y allí empezaba el agobio. Un agobio por no ser nunca olvidados por aquellos que él y su compañero olvidaban en seguida, por sentir las miradas distraídas cuando pasaban de frente y clavada en sus nucas cuando volvían las espaldas. Todo se cargaba en sus hombros, la responsabilidad del preso y la responsabilidad a enfrentarse, como dianas sensibles y vivas, a la curiosidad, el capricho o el humor de una sociedad en carne viva.

En 1956, Pedro Lazaga llevó a la gran pantalla la novela de Tomás Salvador, con Antonio Prieto y Germán Cobos como la pareja de guardias y Fernando Sancho como “el Sacamantecas”.

Tomás Salvador nació en Villada, provincia de Palencia en 1921. Murió en la ciudad de Barcelona en 1984.

Ganador con Cuerda de presos del Premio Nacional de Literatura de 1954 es autor entre otras de División 250, El atentado, Los atracadores, La nave etc.

Tomás Salvador en la Biblioteca UPM.

Una piedad infinita le sacudió de pies a cabeza. Hasta le dolía el corazón mirando al infeliz. Podía ser un asesino, un loco, un pecador; pero era un hombre vencido, arruinado, destrozado. Le empezaron a temblar las manos mientras Pedroso, en silencio, le quitaba las esposas, y no le dejaron de temblar hasta que no salieron de la celda. Antes de salir, Pedroso le dio al preso todo el tabaco que tenían y la comida, toda la comida. El dinero había quedado con la documentación. Se cuadraron en la celda.

– Adiós Garayo…

Después de un minuto interminable Garayo levantó la cabeza:

– Adiós, señores guardias.

Invasiones, Ismael Martínez Biurrun

Cubierta de Invasiones, Ismael M. BiurrunInvasiones
Ismael Martínez Biurrun
Madrid : Valdemar, 2017

Ismael Martínez Biurrun reúne en este volumen tres novelas cortas que juegan con el tema de la invasión en diferentes formas y sustancias, y con ello crea tres historias de naturaleza agobiante, obsesiva, claustrofóbica. Los personajes, que ya viven atrapados en vidas mezquinas, al borde del fracaso de sus relaciones sentimentales, a un paso del precipicio existencial, se ven acorralados por una amenaza nueva, una situación límite que viene a dinamitar sus rutinas de una vez por todas, provocando que en el tránsito aflore lo peor de su condición humana.

Personajes cuyo ejemplo es poco edificante (pero que son a pesar o a causa de ello cotidianamente humanos) han de afrontar un punto de inflexión en medio del desastre, de la invasión que arrebata un espacio vital que hasta ese momento creían inviolable: un apartamento en la Torre de Valencia de Madrid en Coronación, una urbanización de vacaciones en El color de la Tierra, la propia mente en Nebulosa. La suspensión de la racionalidad ante un cataclismo de proporciones cósmicas dinamita los planes, las estrategias, precipita la verdad oculta, las malas decisiones, acorrala a los personajes y los deja sin defensa a merced de eso que viene de no se sabe dónde ni por qué, eso al margen de cualquier medida, eso ciego, ni animal ni cosa, que envuelve, engulle imperante.

Ismael Martínez Biurrun (Pamplona, 1972) ha publicado además de Invasiones cinco novelas: Infierno Nevado (Equipo Sirius, 2006), Rojo alma, negro sombra (451 editores, 2008), Mujer abrazada a un cuervo (Salto de Página, 2010), El escondite de Grisha (Salto de Página, 2011) y Un minuto antes de la oscuridad (Fantascy, 2014). También ha participado en antologías de relatos y cuenta con dos Premios Celsius de la Semana Negra de Gijón y el Premio Nocte a la mejor novela de terror.

Sudeste, de Haroldo Conti

Haroldo Conti:

Sudeste.

Velilla de San Antonio (Madrid): Bartleby, 2009.

Se sentía respirar y moverse levemente con mil movimientos y crujidos de sus ropas húmedas y mugrientas; se olía y se sentía de cien formas, en toda la extensión de su cuerpo. Y su propia presencia pesaba sobre él, como algo latente, cálido y muy solitario. Él era, en este momento, el centro de ese mundo anegado por las aguas. Un sobreviviente. El silencio y la noche, y las aguas desbordadas y la soledad de aquel río semejante al mar venían a morir alrededor de él. El sentimiento de esto, no la idea, le provocaba una extraña alegría u una especie de rara seguridad. No tenía que marchar hacia nada. Ahora todo convergía hacia él. (p. 68)

A un paso de Buenos Aires, Capital Federal, se extiende una de las áreas más singulares y a la vez menos tópicas de la Argentina: el Delta del Paraná, alimentado por la cuenca homónima que junto con el río Uruguay termina formando a su vez el inmenso estuario del Río de la Plata. El Delta es un tesoro ecológico y cultural, y la cuenca en su conjunto la segunda de Sudamérica tras la del Amazonas. Este es el escenario bienamado de Haroldo Conti, donde situó su Sudeste. Nombre de viento importante para la navegación y demás tareas fluviales; novela de río, más propiamente que novela-río. Sudeste comparte marco cronológico con El río que nos lleva de José Luis Sampedro: los años de la segunda postguerra mundial; también un cierto toque de elegía por un mundo que se desvanece, paleoindustrial como diría Pasolini. Aunque la estructura de ambas historias difiere en correspondencia con la configuración particular de cada río: más lineal y consecutivo en el caso del Tajo; más oceánico, archipelágico y atemporal en el caso del Paraná.

De entrada Sudeste es muy valiosa desde un punto de vista naturalista e histórico. En sus páginas encontramos múltiples referencias a cambios estacionales, a una minuciosa geografía de islas, canales, aguajes, bajos; asimismo a especies vegetales, de peces, de aves; términos náuticos y variada parafernalia de artefactos y herramientas, incluso marcas y modelos. De tal manera que ante tanta riqueza léxica y tanta ignorancia nuestra, volvemos a echar en falta mapa y glosario. Pero hay más: conmueve en esta novela su hondura lírica, el sentimiento de fusión con una naturaleza eternamente fluida, grandiosa e indomable, tanto como el propio destino humano contemplado de modo quizás existencialista. Una verdadera joya literaria cuyo autor forma parte de esa segunda línea de escritores latinoamericanos en penumbra tras las grandes figuras del Boom de los años 60. En el triste caso de Haroldo Conti contribuyó a ello su prematura desaparición a manos de agentes de la dictadura en 1976.

Terminó agosto. Los días se animan cada vez más. Suceden cositas, se acumulan y producen el cambio. Comenzaron a despuntar los sauces. La línea de las islas se oscurecía. Sintieron en sus cuerpos esa vaga inquietud que acompaña el cambio. Una especie de zozobra. Un desvelo. (p. 176)

Memoirs of the author of a vindication of the rights of woman (William Godwin)

Hoy puede ser un gran día :), planteémoslo así, es decir, cabe la posibilidad (oportunidad) de recuperar del doble filtro del olvido este pequeño texto de William Godwin: Memoirs of the author of a vindication of the rights of woman, que está disponible en el Proyecto Gutenberg.

Retrato de Mary Wollstonecraft y William Godwin

Cuando hablamos del doble filtro del olvido, pienso en primer lugar en el texto de Mary Wollstonecraft: a vindication of the rights of woman, e inmediatamente después en el pequeño gran homenaje, quizás panegírico, que le dedica su compañero de vida, esposo William Godwin (Memoirs of…) apenas un instante antes de morir ella. Veamos las razones que él aduce para estas memorias.

“It has always appeared to me, that to give to the public some account of the life of a person of eminent merit deceased is a duty incumbent on survivors. It seldom happens that such a person passes through life, without being the subject of thoughtless calumny, or malignant misrepresentation. It cannot happen that the public at large should be on a footing with their intimate acquaintance, and be the observer of those virtues which discover themselves principally in personal intercourse…”

(“Siempre me ha parecido que dar a conocer al público la vida de una persona de mérito eminente es un deber que incumbe a los sobrevivientes. Pocas veces sucede que una persona así pase por la vida, sin ser sujeto de una calumnia irreflexiva o una tergiversación maligna. No puede suceder que el público en general deba estar en pie con su conocimiento íntimo, y ser el observador de esas virtudes que se descubren principalmente en relaciones personales …”)

Mary ShelleySi la figura de Mary Wollstonecraft queda perfectamente delineada en el texto de la reseña (pincha aquí), la figura de William Godwin podría pasar desapercibida para aquellos que no provengan del ámbito de las ciencias sociales, o que no hayan tenido una cierta inquietud por los derechos civiles. Seguramente sí que es conocida la figura de Mary Shelley (hija de ambos) que se fuga a los 17 años para casarse (perdiendo su apellido paterno y materno en el más puro estilo anglosajón)  con el poeta y pupilo de William, que completamente decepcionado rompe la relación con ambos hasta la muerte trágica del poeta; la reconocida película Remando al Viento (1988) da cuenta de esos últimos momentos. Cuántos de nosotros vimos esa película sin un adecuado contexto, y qué magnífica y estúpida me resulta ahora viendo a los magníficos actores expresarse en un castellano totalmente impropio de las circunstancias. Yo quiero homenajear HOY a tantas power couples como tenemos disponibles a lo largo de la historia, y agradecer tantos antecedentes que nos han acompañado y acompañarán en la búsqueda de un universo generoso y en paz.

To Mary Wollstonecraft                                                             Dedicado a Mary Wollstonecraft

And her loyal companion                                                          y a su leal compañero

William Godwin.                                                                         William Godwin

To the future they weaved                                                        Al futuro que ellos tejieron

And we garner                                                                            y nosotros cosechamos

(PAV)

Mary Wollstonecraft en la Biblioteca UPM

Mary Shelley en la Biblioteca UPM

El último caso de Philip Trent de E.C. Bentley

 

  El último caso de Philip Trent

  E.C. Bentley

  Siruela. 2017

 

Sigsbee Manderson ha sido asesinado…Anoche se acostó hacia las once y media, como solía. Nadie sabe cuándo se levantó y salió de casa. Nadie lo ha echado de menos hasta esta mañana.  Hacia las diez, el jardinero ha encontrado el cadáver. Estaba en la finca, al lado del cobertizo. Le habían disparado en la cabeza, en el ojo izquierdo…

Sigsbee Manderson es un magnate americano que ha sido asesinado en su residencia inglesa. Es una noticia bomba, una noticia que puede hacer tambalear los mercados. Una noticia que los periódicos no pueden dejar pasar. James Molloy, director del Record lo sabe. Manda a Philip Trent, nuestro protagonista, a investigarlo. A primera vista pudiera pensarse que es un caso típico de robo con homicidio, sin embargo hay detalles muy extraños que hacen que su esclarecimiento se complique. Philip Trent y el inspector Murch mediante una sana competencia basada en principios de "deportividad detectivesca" tratan de resolver el misterio. Quién será el asesino…

Vamos Murch, esforcémonos; dispongamos nuestros espíritus a la sospecha generalizada. Para empezar, sospechemos de todo el mundo. Escuche: voy a decirle de quién sospecho yo. Sospecho de la señora Manderson, claro está. También sospecho de los dos secretarios. Tengo entendido que hay dos, y no sé cuál me parece más sospechoso. Sospecho del criado y de la criada de la señora. Sospecho del resto del servicio, especialmente del mozo. Por cierto, ¿qué servicio hay? Tengo sospecha de sobra haya el que haya; pero me gustaría saberlo, por pura curiosidad.

Quién puede ser el asesino. Manderson tenía muchos enemigos que estarían contentos con su muerte y que podrían "provocarla". Personas que han sufrido las dentelladas de un tiburón de los negocios como Manderson y que no olvidan. Una viuda que no se siente muy afectada por la muerte de un marido con el que mantenía unas frías relaciones y que pudiera  estar tentada de aliviar su soledad con los millones del mismo. O quizás un posible suicidio de un hombre de negocios lleno de tensión y al límite. Quizás…

Y ahora –dijo Trent, poniéndose de pie-, voy a dejarlo a solas con sus pensamientos y echar un vistazo a los dormitorios. Tal vez la solución se le ocurra de repente mientras ando husmeando arriba. Pero –concluyó Trent, con voz de súbita exasperación, volviéndose en el umbral- si es usted capaz de decirme cómo diablos un tipo que se pone toda la ropa se olvida de ponerse la dentadura, lléveme a patadas de aquí al manicomio más cercano y déjeme encerrado.

 

El último caso de Philip Trent fue llevado a la gran pantalla hasta en tres ocasiones. La primera adaptación apareció en 1920, en tiempos del cine  mudo, con una versión británica dirigida por Richard Garrick. Nueve años más tarde, con versión muda y sonora, Hollywood llevó la novela de Bentley a la pantalla con Howard Hawks como director. La última versión para el cinematógrafo fue en 1952, de nuevo en las islas y tuvo a Orson Welles, Michael Wilding y Margaret Lockwood como protagonistas y a Herbert Wilcox en la dirección.

 

Edmund Clerihew Bentley nació en Londres en 1875 y murió en la misma ciudad en 1956.

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