Los surcos del azar. Paco Roca
– Hay una película que me gusta mucho, “Los violentos de Kelly”. Pensaba hacer algo así, pero con los republicanos españoles. ¿Conoce la película?
– No soporto las películas americanas de guerra. Parece que ellos solos la ganaran. ¡Eso es mentira! (p. 118)
Es muy probable que mi primer contacto visual y mental con La Nueve se remonte a algunos fotogramas de ¿Arde París? (René Clément, 1966), una adaptación cinematográfica de la novela homónima de Larry Collins y Dominique Lapierre, que debió estrenarse en España a finales del franquismo o como muy tarde principios de la Transición, y en cualquier caso cuando la oleada de cine bélico aliadófilo era ya imparable frente a la menguante retórica falangista sobre la Segunda Guerra Mundial. Siquiera unas pocas imágenes de blindados con nombres españoles enseñoreándose de los grandes escenarios urbanos de París y a la zaga de unas fuerzas nazis puestas en fuga, no pueden dejar indiferente a nadie con un mínimo sentido de la Historia. Aquello no podía ser un acontecimiento cualquiera de modo que ¿cómo no estaba más presente en el imaginario público español de mediados de siglo?
Buena pregunta para seguir alimentando el eterno debate sobre qué prevalece como causa de la Historia: si los condicionamientos previos o el peso de la suerte. Entra en escena don Antonio Machado, causante parcial de un cómic del siglo XXI, con sus Proverbios y Cantares (Campos de Castilla, 1912):
¿Para qué llamar caminos
a los surcos del azar?…
todo el que camina anda,
como Jesús, sobre el mar.
Los surcos de 2013 –fecha de su primera edición- arrancan con un personaje aún joven en búsqueda de una realidad velada –públicamente ninguneada-, pero atesorada por un anciano. Un esquema habitual para la Historia oral contemporánea, y que no es nuevo en ficción: recordemos Soldados de Salamina, de Javier Cercas llevada al cine por David Trueba y tan emparentada con Los surcos. No importa, cada uno aporta lo suyo para un asunto inagotable al que la evolución social, cultural y política española de los últimos ochenta años no ha dejado muchas otras vías de abordaje -investigación académica aparte- que la memoria de individuos anónimos y dispersos.
Sin embargo, no se encontrará en Los surcos una épica facilona y complaciente. Uno de sus grandes logros es mostrar a todas luces la complejidad política interna del conflicto mundial -muy evidente en el caso francés- más allá de los clichés sobre potencias de ideología homogénea, popularizados por la propaganda y buena parte del cine postbélico. A pequeña escala, los personajes se ven zarandeados por las circunstancias, separaciones, casualidades, convivencias sobrevenidas y desgarros interiores, en un contexto de violencia descomunal. De hecho los alineamientos iniciales de los protagonistas, fraguados en la pasada contienda española y cada uno con sus peculiaridades, van matizándose a medida que avanza su experiencia en el nuevo conflicto y bajo el peso aplastante de la incertidumbre sobre su futuro.
El libro desborda intensidad, con un guion depurado, muy buena documentación y escenografía seductora viñeta a viñeta. En su desarrollo se cruzan tres elementos frecuentes en la trayectoria de Paco Roca: la vejez; el interés por la Historia contemporánea y su incidencia efectiva en la vida de la gente corriente; y su propia presencia como personaje un tanto antiheroico. Una sutil pero terminante dimensión ética recorre el relato: conciencia, reflexión y expiación personal y colectiva, de y por los personajes de aquel entonces y quienes contemplamos desde nuestro presente unos hechos tan terribles como trascendentes.