Zuleijá abre los ojos. Guzel Yájina
Título original: Zuleykha otkryvayet glaza (Зулейха открывает глаза), 2015
Traductor: Jorge Ferrer
Barcelona : Acantilado, 2019
El debut de la escritora rusa Yájina Guzel en 2019 supuso el descubrimiento de una novelista que aparentemente continúa con éxito la gran tradición de novelistas rusos del siglo XIX como pueden ser Turgueniev o Chejov. Pero además de eso constituye un alegato feminista en el que una mujer decide tomar las riendas de su vida tras años de sometimiento y maltrato.
La acción se desarrolla inicialmente durante los años treinta del siglo pasado en la pequeña aldea de Tartaria en la antigua Unión Soviética donde viven Zuleijá (casi una niña) que lleva años casada con un marido, Murtazá, treinta años mayor que ella , y su suegra, que la maltratan física y psicológicamente de forma continuada por no darles descendencia después de haber sufrido varios partos en los que los hijos no sobrevivieron.
Es curioso observar como el hecho de que Zuleijá haya recibido una educación determinada impide que ella sea consciente de la situación que sufre y ni siquiera se plantee otro tipo de vida.
Pero la vida de la protagonista cambia radicalmente cuando aparecen los soldados de la “Horda Roja” pretendiendo sustraerles todas sus pertenencias y alimentos. Murtazá se niega a ello pues estos soldados le consideran lo que ellos llaman un kulak (campesino rico). Decide matar a su vaca y esconder la carne el grano que guarda, antes que entregarlo. En un duro enfrentamiento con el soldado al mando Ignatov, Murtazá muere y el grupo de soldados se lleva a Zuleijá junto a todos los kulaks que van a trasladar a un campo de prisioneros.
A partir de ese momento comienza una segunda parte que narra el terrible viaje en tren hasta el destino y donde Zuleijá conoce a los que serán sus compañeros de vida durante los próximos años.
En la tercera parte la escritora nos cuenta la vida en ese lugar en el donde instalan el campamento en medio de la taiga cómo logran sobrevivir en penosas circunstancias
Ignatov será el responsable y fundan un poblado cuyo devenir iremos conociendo en el resto de la novela. Para Zuleijá el cambio parece incluso gustarle y de hecho parece mucho más feliz y libre que en su vida de casada en la aldea. Además, descubre que está embarazada y la llegada de su hijo supondrá un aliciente para seguir viviendo.
En la cuarta y última parte la vida de los refugiados cambia radicalmente con la entrada de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial.
En definitiva, una novela, ¿por qué no?, de aventuras, pero también con un trasfondo histórico y social muy potente.
Por añadidura, los personajes están maravillosamente descritos y al parecer la escritora se inspiró en la vida de su abuela para la composición de la historia de Zuleijá.
Seguiremos la pista a esta estupenda escritora rusa.
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Guzel Yájina:
Nació en la capital de Tatarstán en 1977, de padre ingeniero y madre médica. Su idioma materno es el tártaro, pues era el que hablaban en casa; el ruso lo aprendió cuando comenzó ir a la guardería¹.
Estudió en el Departamento de Lenguas Extranjeras de la Universidad Estatal Tártara de Humanidades y Educación. En 1999, se mudó a Moscú y en 2015 se graduó de la Escuela de Cine con un título en escritura de guiones.
Yájina trabajó en relaciones públicas y publicidad. Comenzó su carrera de escritora con publicaciones en las revistas Nevá y Oktiabr. Fragmentos de Zuleijá abre los ojos, su primera novela, aparecieron en la revista Sibírskiye Ogní (Luces siberianas).
La novela debut se basa en las experiencias de su abuela que sufrió en la década de 1930, como parte del programa de deskulakización, la deportación forzosa a Siberia de muchos tártaros. La abuela de Yájina fue desterrada a una edad temprana y pudo regresar a casa solo dieciséis años más tarde, después de la guerra. La novela describe las experiencias de Zuleijá, una mujer tártara campesina, cuyo esposo, que se había resistido a la deskulakización, fue asesinado. Junto con cientos de coterráneos fue abandonada en un lugar remoto a orillas del río Angará con pocos medios de supervivencia. Tuvo que superar las duras condiciones, construir relaciones con otros represaliados y forjar una nueva identidad y razones para vivir². La narración incluye un plano simbólico basado en la criatura mítica voladora Simurg, que significa «treinta pájaros» en persa y que sirve como metáfora de los treinta prisioneros que sobrevivieron el primer invierno en medio de la taiga siberiana.
Ana Domingo Preciado