La buena Tierra: (Quizás somos hermanos… esperamos verlo)

 

Pearl S. BuckLa buena tierra

Pearl S. Buck

 

Según la filosofía oriental la tierra lo es todo. Este es el hilo conductor de los textos que se han aglutinado en esta reseña y que hacen referencia a filosofías de vida anteriores a la industrialización y a las grandes revoluciones de principios del siglo XX: La buena tierra (Pearl S. Buck), El corazón de piedra verde (La buena tierra, Pearl S. BuckSalvador de Madariaga) y el Discurso del Gran Jefe Seattle.

La buena tierra de Pearl S. Buck, recibió el premio Pullitzer en 1932, y su autora el Nobel en 1938; sólo en 2007 se encontró su manuscrito. La buena tierra es una novela ambientada en la China pre-revolucionaria, país en el que Pearl S. Buck vivió gran parte de su vida. Esta novela forma parte de una trilogía que se completa con Los hijos de Wang Lung y La familia dispersa. Yo lo leí en la adolescencia a instancias de mi madre y de mi abuela, y me causó una profunda impresión.

De esa misma época recuerdo El Corazón de piedra verde de Salvador de Madariaga que narra el profundo choque cultural que se produjo entre la América precolombina y una España en expansión, y tiene el encanto y la zozobra de la descripción detallada de un mundo en extinción.

 

El corazón de piedra verde, Salvador de MadariagaMenos conocido era en aquella época de mi adolescencia (1977) el discurso del Gran Jefe Seattle (1780-1866) que leí ya en la universidad; a día de hoy es un clásico en algunos textos de primera enseñanza por su delicadeza y sensibilidad. Merece la pena escuchar alguno de sus memorables párrafos:

THE GREAT CHIEF in Washington sends word that he wishes to buy our land. The Great Chief also sends us words of friendship and good will. This is kind of him, since we know he has little need of our friendship in return

One thing we know that the white man may one day discover. Our God is the same God. You may think that you own him as you wish to own our land, but you cannot. He is the Body of man, and his compassion is equal for the redman and the white. This earth is precious to him, and to harm the earth is to heap contempt on its Creator. The whites, too, shall pass – perhaps sooner than other tribes. Continue to contaminate your bed, and you will one night suffocate in your own waste. When the buffalo are all slaughtered, the wild horses all tamed, the secret corners of the forest heavy with the scent of many men, and the view of the ripe hills blotted by the talking wires, where is the thicket? Gone. Where is the eagle? Gone. And what is it to say goodbye to the swift and the hunt?

The end of living and the beginning of survival.

Mis palabras son como estrellas: mensajes de tres grandes jefes indios

No puedo imaginar cuál sería la sonoridad en la lengua de la tribu Suquamish a la que pertenecía su autor.

 

Pearl S. Buck en la Biblioteca UPM

Salvador de Madariaga en la Biblioteca UPM

 

 

Una temporada para silbar. Ivan Doig

Cubierta de Una temporada para silbar. Ivan DoigUna temporada para silbar
Ivan Doig
Barcelona: Libros del Asteroide, 2013
Traducción: Juan Tafur

The whistling season (2006)

El color de la portada ya es una buena pista de lo que vamos a encontrar en este libro: una historia luminosa, llena de ternura y de humor, con personajes y peripecias que son entrañables desde el comienzo.

Una temporada para silbar está ambientada en el Oeste americano a principios del siglo XX. Comienza con el anuncio en el periódico (No cocina pero tampoco muerde) de Rose Llewellyn, una viuda dispuesta a dejar la ciudad para trabajar como ama de llaves en Marias Coulee, un pueblecito de Montana. Allí será empleada por la familia Milliron, un padre viudo y sus tres hijos, aún muy sensibilizados por la reciente pérdida de su madre. Desde el punto de vista de Paul, el hijo mayor, y bastantes años después -de vuelta al pueblo de su infancia convertido en superintendente escolar- nos cuenta cómo fue para ellos el año siguiente a 1909, la temporada que pasaron bajo el dulce influjo de Rose y lo que aprendieron de su hermano Morris, un sabelotodo genial, que ocupó el puesto de maestro de la escuela después de que la titular se fugara con un predicador. En definitiva, el día a día de estos hijos de colonos que un día llegaron con lo imprescindible y se hicieron hijos de la tierra.

Una temporada para disfrutar del paisaje de Montana, de la sencilla y amena prosa de Ivan Doig, del encanto de los personajes, del ritmo ancho, salvaje y luminoso que tiene la vida un poco antes del fin de la infancia.

Cubierta de The Whistling Season, Ivan DoigCuando vuelvo a visitar los rincones de mi vida, las cosas más nimias me asaltan. El mantel de hule con cuadros blancos y molinos de viento azules, las manchas descoloridas en nuestros cuatro gastados lugares en la mesa. Ese café acre de papá, tan cargado que casi andaba, y que él bebía a sorbos después de la cena para dormir después, sereno como una esfinge. El fastidio inexcusable del viento que soplaba en Marias Coulee, silbando por una rendija, como si lo hubieran invitado a entrar.

Ivan Doig en las Bibliotecas UPM

Carta a mi madre, de Georges Simenon

Carta a mi madre. Georges Simenon

Barcelona: Tusquets Editores, 1993

Miramos la ilustración de la cubierta y qué es lo que vemos…una madre y su hijo. Son Georges Simenon y su madre Henriette. Es una foto de alrededor de 1908. Nuestro protagonista tiene cinco años, es el comienzo de la historia.

“Hoy hace tres años y medio, aproximadamente, que moriste, a la edad de noventa y un años, y tal vez hasta ahora no haya empezado yo a conocerte. Viví mi infancia y mi adolescencia en la misma casa que tú, contigo, y, cuando me separe de ti para trasladarme a París a la edad de diecinueve años, seguías siendo una extraña para mí.”

Esto escribía Simenon a su madre más de sesenta años después de la instantánea. Hace tres años que su madre ha muerto y el escritor está lleno de preguntas que necesitan respuesta. Por qué ese océano de indiferencia, de distancia, de desamor  se creó entre ambos.

“Mientras viviste nunca nos quisimos, bien lo sabes. Los dos fingimos.”

Durante una semana, Simenon asistió a la agonía de  su madre. De repente, en la soledad del hospital, madre e hijo, frente a frente. ¿Son los mismos de la foto? si, claro, pero los acontecimientos, en estos años, los han cambiado hasta hacerlos casi desconocidos e indiferentes. Simenon  mira a su madre y los recuerdos, los rencores,  sentimientos llenos de contradicción aparecen, busca respuestas.

“Pero lo que yo buscaba en tus ojos y en tu sereno rostro no era la idea que tenías de mí. Era la idea verdadera de ti que yo empezaba a percibir.”

Carta a mi madre es una búsqueda en si mismo, en sus recuerdos, en su pasado, preparándose quizá para lo que vendrá, para él también.

Georges Simenon nació en Lieja en 1903 y murió en la ciudad de Laussana en 1989.

Simenon en la Biblioteca UPM

“Todas estas imágenes me asaltan, madre, mientras intento comprenderte antes de que te vayas definitivamente. Dentro de uno o dos días, dentro de tres días, habrás dejado de existir. La gente, inmóvil en su silla, en tu cuartito, ya no se ocupará sino de sus asuntos. Yo mismo volveré a mi casa con mis propios hijos.

¿Se harán preguntas algún día sobre mí, como yo me las hago sobre ti? Lo dudo. Y, de todos modos, no me enteraré.”

Carlos Fuentes (1928-2012)

Carlos Fuentes

El pasado 15 de mayo falleció el escritor mexicano Carlos Fuentes.  Considerado como el impulsor de la moderna novela mexicana, es autor tambien de numerosos ensayos.

Conocidos títulos suyos son: Aurora, La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz y Terra Nostra.

Recibió numerosos premios , entre otros, el Premio Rómulo Gallegos en 1977, el Cervantes en 1987, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1994.

Vaya desde aquí nuestro homenaje: su obra en las Bibliotecas de la UPM.

Jim Botón y Lucas el maquinista, Michael Ende

Cubierta de Jim Botón y Lucas el maquinista, Michael Ende

Jim Botón y Lucas el maquinista
Michael Ende
Barcelona: Noguer, 2009
Traductora: Adriana Matons
Ilustraciones: J.F. Tripp

Jim Knopf und Lukas der Lokomotivführer (1960)

Es un truco que muchos no saben: si se saca toda el agua de la caldera, si se vacía el ténder y se calafatean las puertas, las locomotoras pueden cruzar el mar sin hundirse.

Puede alguien opinar lo contrario. Es normal, uno crece. Pero si hay quien piensa que estas cosas son posibles, entonces podemos ponernos en marcha.

Jim Botón y Lucas el maquinista emprenden un viaje que se convierte en una gran aventura llena de retos. Se proponen descubrir cuál es el verdadero origen de Jim, un niño negro que ha llegado en el interior de un paquete postal a la pequeñísima isla de Lummerland. Allí conoce a Lucas, a la señora Quée, al señor Manga y al rey Alfonso Doce-menos-cuarto. Cuando Jim empieza a crecer y es ya casi un medio súbdito, los dos amigos descubren que deben abandonar la isla por motivos de espacio: se enfrentarán entonces a numerosas aventuras; intentarán salvar a la princesa Li Si; conocerán tierras y seres de lo más variopinto: diminutos chinos, un gigante aparente, un desierto lleno de espejismos rarísimos, un eco que crece y crece y solo se borra cuando llueve, una tierra de volcanes, mediodragones, una ciudad de auténticos y malvados dragones…

Existen cosas tan sorprendentes y maravillosas en este libro, que una persona mayor difícilmente podría comprenderlas si un niño no se las explicara. Imaginad, por ejemplo, que lee la historia de esa locomotora llamada Emma que puede navegar igual que un barco, o que descubre el misterio del gigante aparente que vive en un desierto llamado “El fin del mundo” y que sólo parece grande si se contempla desde lejos; o que conoce al semidragón Nepomuk que carece de modales en la mesa, pero que tuvo, en cambio, a un hipopótamo por madre; o que se entera de las cosas tan divertidas que le ocurren a los chinos con sus hijos y los hijos de sus hijos que se van reduciendo de tamaño hasta que el último no abulta más que un guisante. De ciertas cosas, los niños saben mucho más que las personas mayores.

Cubierta de Jim Boton y los trece salvajes_Michael EndeLa historia de Jim Botón y Lucas el maquinista, publicada en 1960 e ilustrada por J. F. Tripp, está repleta de imaginación y fantasía. No podía tratarse de otra forma viniendo del autor de La historia interminable y Momo. Con este libro, Michael Ende obtuvo el Premio Nacional de Literatura Alemana como mejor libro alemán del año para público infantil y le valió una gran popularidad. La historia cuenta con una segunda parte publicada dos años más tarde, que tiene por título Jim Botón y los trece salvajes. Para Michael Ende formaba parte de la misma novela, pero se publicó separadamente porque al editor le pareció demasiado largo para tratarse de un libro infantil. Está recomendada para niños y niños grandes, tiene muchísimos detalles que harán las delicias de quienes gusten de la fantasía más desbordante: de entre todos ellos yo me quedo con la descripción, un tanto surrealista, de Ping, la capital de China:

En Ping había una enorme cantidad de personas y todas ellas eran chinas. Jim, que no había visto nunca a tanta gente de una vez, sintió una inquietud misteriosa. Todos eran de ojos rasgados, tenían trenza y llevaban grandes sombreros redondos.

Cada chino llevaba a otro chino más pequeño de la mano. Éste llevaba de la mano a otro más pequeño aún, y así sucesivamente hasta el más pequeño de todos que tenía el tamaño de un guisante. Si este último hubiese llevado a otro chino más pequeño, Jim no lo hubiera podido ver y hubiera necesitado una lupa.

Michael Ende en la Biblioteca de la UPM

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