El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes. Tatiana Ţîbuleac
El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes
Tatiana Ţîbuleac
Madrid; Impedimenta, 2019
Título original: Vara în care mama a avut ochii verzi (2016)
Traductor: Marian Ochoa de Eribe
En El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes Tatiana Ţîbuleac aborda la compleja relación entre una madre y su hijo eligiendo para ello un camino sorprendente: de una forma brutal y hasta despiadada por una parte y delicada a más no poder por otra. El lector que se atreva a sumergirse en este torbellino de emociones debe saber que el choque al que se va a ver sometido en las primeras páginas (y más allá) no es poca cosa.
Porque Aleksey relata en un cuaderno que su psiquiatra le ha recomendado escribir, la relación no asimilada aún con una madre que le retiró su cariño tras la muerte demasiado temprana de su hermana y el abandono de su padre. El cuaderno comienza con un Aleksey enfermo de rabia y dolor saliendo de una institución psiquiátrica: su madre viene a recogerlo para pasar el verano. Casi a rastras logra llevárselo a una pequeña población francesa donde se instalan para pasar los meses de verano los dos a solas.
Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás. Yo la miraba desde la ventana mientras ella esperaba junto a la puerta de la escuela como una pordiosera. La habría matado con medio pensamiento.
Pero lo que cuenta Aleksey no es exactamente lo que siente. Naturalmente no hay palabras para ello. Sobre todo al principio. Es necesario leerle entre líneas, dejar que el fuego de su mente fulgure y se apague, apartar los árboles tronchados, las casas arrasadas por el vendaval, el humo y las cenizas, la sangre, para lograr ver con algo de claridad en el corazón de Aleksey, lo que en él crece de veras. Darle tiempo para que el proceso de elaboración vaya colocando en su mente las piezas. Y también, pues esta es una novela de poderoso lirismo, se hace necesario luchar contra el lenguaje en el que nos envuelve la autora, que bulle en oleadas bellísimas y afiladas, para deleitarnos y a la vez confundirnos.
Tal vez la novela sea una reflexión sobre cómo el dolor puede provocar el lado artístico en un ser humano. Yo me quedo con la batalla épica que alguien herido puede llegar a librar contra sus más terribles fantasmas, contra las pruebas más traicioneras a las que la vida te puede someter.