El Cuento del Grial de Chrétien de Troyes

El Cuento del Grial.

Chrétien de Troyes.

Alianza Editorial

Era el tiempo en que los árboles florecen, echan hojas los bosques, reverdecen los prados, los pájaros en su latín con dulzura cantan al amanecer y todas las cosas de alegría se inflaman, el hijo de la Dama Viuda de la Yerma Floresta Solitaria se levantó un día, y poco le costó poner la silla a su caballo de caza y tomar tres jabalinas.

Él es Perceval. Vive, ingenuo y puro, con su madre apartado del mundo. Un día, conocerá a unos caballeros y emprenderá el camino hacia el mundo exterior del que nada conoce.  Es el mundo del Grial, del Rey Pescador, del Rey Arturo, del Caballero Rojo, de los Caballeros de la Tabla Redonda…un mundo lleno de misterio, de hechos fantásticos, de magia.

Mientras hablaban de una cosa y otra, un criado vino de una habitación sujetando una blanca lanza empuñada por el centro, pasa entre el fuego y los que estaban sentados en la cama, y todos los de allí vieron la lanza blanca y el hierro blanco, y desde la punta salía una gota de sangre que corría hasta la mano del criado… Entonces llegaron otros criados, con candelabros de oro puro en la mano, trabajado con nieles… una doncella que venía con los criados, bella agradable  y bien ataviada, sujetaba un grial entre las dos manos. Cuando entró allí con el grial que llevaba sobrevino tan gran claridad que todas las velas perdieron su luz como las estrellas y la luna cuando sale el sol. Detrás de ella venía otra que llevaba un plato de plata.

Antes de llegar a las tiendas, vio volar una bandada de gansos a los que la nieve había deslumbrado. Los ha visto y oído, que iban huyendo de un halcón veloz que los perseguía con rapidez, hasta que alcanzó a uno separado, alejado de los demás; lo ataca y golpea derribándolo al suelo, pero era demasiado tarde y el halcón se marchó, sin agarrarlo ni cogerlo.

Perceval empieza a aguijar hacia donde ha visto el vuelo. El ganso estaba herido en el cuello, y derramó tres gotas de sangre que se extendieron sobre el blanco,  y parecía color natural…

Se apoyó en la lanza para contemplar aquella visión, pues la sangre y la nieve juntas le recuerdan el fresco color que hay en el rostro de su amiga,  y piensa tanto que se queda ensimismado.

Dividido en dos partes, con Perceval y Galvan como protagonistas, el Cuento del Grial fue escrito a finales del siglo XII aunque inacabado debido a la muerte de su autor.

Chrétien de Troyes en la Biblioteca Universitaria

Señor, siento mucho vuestra muerte y me pesa gravemente, pues ningún caballero se sentó en esta cama sin morir, pues es el Lecho de las Maravillas, en el que nadie duerme, sueña, descansa o se sienta que se levante sano y vivo. Por vos es una gran pena, dejaréis aquí la cabeza como prenda, sin rescate y sin remisión. Ya que por amor ni discusión os puedo sacar de aquí, Dios tenga compasión de vuestra alma.

Diario de un niño tonto, de Tono

Diario de un niño tonto. Tono

Temas de Hoy

Hoy estoy bastante contento porque he nacido. Confieso que ya tenía bastantes ganas de nacer pues mientras no se nace, no se es nada, y yo soy una persona con muchas aspiraciones…

Una de las primeras reglas de educación consiste en lavarse. Un niño bien educado debe lavarse, por lo menos, la cara. Otra regla de educación consiste en llevar casi siempre pañuelo. Las manos son también bastantes necesarias para expresar nuestra educación y, por lo tanto, es muy necesario llevar siempre manos. Los pies son menos necesarios, y podemos prescindir de ellos, ya que con  los pies no hacemos más que tonterías.

-¡Eres un estúpido y un ignorante y, si no aprendes los verbos, nunca sabrás que en el verbo hay tres 55personas!

-¿Y qué importancia puede tener una cosa en la que hay sólo tres personas?  Si el verbo fuera más interesante estaría lleno de gente… ¿Quiénes son esas tres personas?

– Esas tres personas son: yo, tú y él.

-¿Yo?…

-Sí, tú eres la segunda persona.

– Claro, y usted la primera. ¡Siempre tan egoísta!

¡Cuán dulce, hermoso y alegre fue el día de ayer!  Era el santo de mamá. Todos nos levantamos muy contentos y orondos y dimos saltos de más de un metro de altura para expresar nuestra alegría y nuestro regocijo. Papa corría como un loco por los pasillos y, subiéndose a las mesas, entonaba típicas canciones vascas y asturianas y sostenía fuentes y ensaladeras en sus típicas narices. Mama dijo que, por ser un día tan onomástico y tan señalado todos debíamos lavarnos la cara y las orejas y, al grito de ¡hurra!, corrimos como locos al cuarto de baño.

Antonio de Lara Gavilán, “Tono”, nació en Jaén en 1896. Murió en Madrid en 1978.

Autor teatral, colaborador en diversas revistas como Buen Humor, Mundo Gráfico y sobre todo La Ametralladora que fundó junto con Miguel Mihura. Engrosó las filas de la llamada la “Otra generación del 27” formada entre otros por Jardiel Poncela, Mihura y López Rubio.

Tono en la Biblioteca UPM

El vino de la soledad de Irène Némirovsky

El vino de la soledad.

Irène Némirovsky

Ediciones Salamandra

El silencio de aquella aletargada ciudad de provincias perdida en lo profundo de Rusia era pesado, hondo, de una tristeza aplastante, sólo roto ocasionalmente por algún coche que botaba por los resonantes adoquines del paseo…Nada. El silencio. Un roce de alas en los árboles. Una canción lejana en un camino campestre, interrumpida de golpe por una pelea, gritos, pisadas de botas de guardia, por alaridos de mujer borracha a la que arrastran a comisaría…De nuevo el silencio.

En esa asfixiante atmosfera de ciudad de provincias  viven los Karol. Vive Elena, la protagonista de esta historia. Su padre, Boris, es un hombre de negocios que está casi siempre fuera del hogar. Su madre, Bella, al que “ el cuidado de la casa y de su hija le horrorizaba” solo es feliz cuando está en Paris.  Es una mujer caprichosa que “nunca tuvo que trabajar y plegarse a las circunstancias”. Elena crece sola, sin cariño, sin amor, solo tiene el consuelo de su institutriz francesa, Mademoiselle Rose. En ella es donde únicamente encuentra lo que sus padres no le dan, amor; “no quería a nadie más en el mundo”.

La ausencia constante del padre y el desapego de su madre, su desprecio, convierten su vida en un sufrimiento, en una amargura; “a la hora de la cena le rodeaban rostros mentirosos”.

El odio a su madre empieza a germinar en su corazón.

Nunca había pronunciado claramente las dos sílabas de “mama”, que pasaban con dificultad entre sus labios apretados. Decia “mam”, con una especie de rápido gruñido que arrancaba a su alma con esfuerzo y un tenue y solapado dolor.

Elena va creciendo. La familia se traslada de ciudad en ciudad de acuerdo a los acontecimientos políticos, o de los éxitos económicos del padre. Y aparece Max. Entra en sus vidas. Se convierte en el amante de su madre. Ella lo adivina. Nada será igual.

Elena se marchó, preguntándose con angustia qué le traería aquel desconocido, si felicidad o desgracia, porque ya sabía que en adelante sería el verdadero dueño de su vida.

Decide vengarse de su madre a través de Max, enamorándolo, seduciéndolo y llegado el momento, despreciándolo. Y así conseguirá la libertad. Será dueña de su vida. La herida se cerrará.

Irene Nemirosky es la verdadera protagonista de esta novela. Ella es Elena Karol. El vino de la soledad es el reflejo de su propia vida. Su confesión. Hija de emigrantes rusos huidos de la revolución, Irene también creció con la desapego de su madre y la desatención de un padre ausente. La literatura fue su salvación.

El vino de la soledad fué publicada por primera vez en 1935.

Irene Nemirosky nació en Kiev en 1903 y murió en el campo de exterminio de Auschwitz en 1942.

Nemirosky en la Biblioteca UPM.

No temo a la vida -pensó-. No son más que años de aprendizaje. Han sido extraordinariamente duros, pero han templado mi valor y mi orgullo. Eso me pertenece, es mi inalienable riqueza.  Estoy sola, pero mi soledad es ávida y embriagadora….

…Se levantó y en ese instante, las nubes se abrieron. El cielo azul apareció entre las columnas del Arco del Triunfo e iluminó su camino.

Los cuatro jinetes de la Apocalipsis de Vicente Blasco Ibáñez

Los cuatro jinetes de la Apocalipsis.

Vicente Blasco Ibáñez

Alianza Editorial

Cerca de Europa, una oleada de noticias salió al encuentro del buque. Los empleados del telégrafo sin hilos trabajaban incesantemente. Una noche, al entrar Desnoyers en el fumadero, vio a los notables germánicos manoteando y con los rostros animados. No bebían cerveza; habían hecho destapar botellas de champaña alemán, y la frau consejera impresionada, sin duda, por los acontecimientos, se abstenía de bajar a su camarote. El capitán Erckmann, al ver al joven argentino, le ofreció una copa.

-Es la guerra

-dijo con entusiasmo-

-la guerra que llega… ¡Ya era hora!

Una vez más el mundo se ve abocado al desastre. La guerra deseada por unos, como los Hartrott que ven en ella un modo de imponer su superioridad de pueblo elegido, el alemán, a todos aquellos pueblos decadentes, inferiores. “la guerra es un hecho necesario para la salud de la humanidad” pero también temida, incomprendida por otros como Julio Desnoyers… nuestro protagonista, un joven bohemio y vividor que ve como su mundo se derrumba, que se mantiene al principio al margen de esa pesadilla, no la entiende, no la comprende “el hombre refinado y de complicaciones espirituales se ha hundido, quién sabe por cuántos años…. ya no estamos de moda”, pero que al final le servirá de redención.

Es la guerra. Ya viene, ya se acerca. El jinete está preparado para cabalgar sobre las tierras de Europa. Pero no vendrá solo.

Y cuando dentro de unas horas salga el sol, el mundo verá correr por sus campos los cuatro jinetes enemigos de los hombres…Ya piafan sus caballos malignos por la impaciencia de la carrera; ya sus jinetes de desgracia se conciertan y cruzan las últimas palabras antes de saltar sobre la silla.

– ¿qué jinetes son esos? Preguntó Argensola.

– Los que proceden a la Bestia

Los cuatro jinetes de la Apocalipsis fué un encargo del presidente Poincaré a Blasco Ibáñez.

Quiero que vaya usted al frente, me dijo, pero no para escribir en los periódicos. Eso pueden hacerlo muchos. Vaya como novelista. Observe y tal vez de su viaje nazca un libro que sirva a nuestra causa.

Y así lo hizo, siendo testigo privilegiado de esos momentos históricos.. La incertidumbre de los primeros momentos, el ansia por conseguir las noticias más recientes, la alegría y el anímo exaltado. Pero también el pesimismo y la desolación  ante la realidad que se abre camino poco a poco, la esperanza por el triunfo. Es la guerra.

Los cuatro jinetes de la Apocalipsis se convirtió en un éxito de ventas en Estados Unidos y llevó a su autor a alcanzar la fama y la riqueza.

Hollywood compró los derechos para el cine y Rex Ingram la llevó a la pantalla por primera vez con Rodolfo Valentino y Wallace Beary entre otros como protagonistas.

En 1962 el gran Vincent Minelli adaptó de nuevo la novela de Blasco para el cine. Glenn Ford, Charles Boyer, Paul Henried, Ingrid Tullin encarnaron a sus protagonistas trasladando la acción a la segunda guerra mundial.

Vicente Blasco Ibáñez nació en Valencia en 1867. Murió en la ciudad de Menton, Francia, en 1928. Su temprana vocación literaría le hace colaborar desde su época de estudiante en diversas publicaciones algunas de las cuales dirige el mismo como La Revolución.  Su activismo político le lleva desde muy temprano a participar en la arena pública defendiendo el republicanismo federal. Ese activismo le llevará a la cárcel y el destierro.

Otras obras del autor, La araña negra, Sangre y arena,  Cañas y barro, Entre naranjos…

Blasco Ibañez en la Biblioteca UPM

Le pareció que resonaba a lo lejos el galope de los cuatro jinetes apocalípticos atropellando a los humanos. Vio un mocetón brutal membrudo con la espada de la guerra; el arquero de sonrisa repugnante con las flechas de la peste; al avaro calvo con las balanzas del hambre; al cadáver galopante con la hoz de la muerte.

Los reconoció como las únicas divinidades familiares y terribles que hacían sentir su presencia al hombre. Todo lo demás resultaba un ensueño. Los cuatro jinetes eran la realidad

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