Buenos propósitos para Año Nuevo… y Reyes (Ghiblioteca, Thomas Savage y más)
A nuevo año, nuevas lecturas. El equipo de Nosólotécnica comparte con vosotros algunos de sus propósitos y corazonadas para los próximos meses. Esperamos que os sirvan de inspiración y, si queréis, os invitamos a dejar vuestras personales propuestas e intuiciones en comentarios. ¡Feliz Año!
Propósitos y corazonadas de José Alejandro Martínez

En 2022 se cumple el centenario de la marcha sobre Roma y la consiguiente toma del poder por Benito Mussolini en Italia: arranque del ciclo de los fascismos europeos. Buena ocasión para adentrarse en M., el hijo del siglo, monumental y aclamada novela histórica de Antonio Scurati, publicada en español por Alfaguara.
Vamos a algo sabiamente colorido. Si os chifla la animación japonesa, Jake Cunningham y Michael Leader firman este sugestivo volumen: Ghiblioteca, la guía no oficial de las películas de Studio Ghibli (Ed. Minotauro).
También cumple cien años una cumbre de la narrativa del siglo XX: Ulises, de James Joyce. Lumen nos ofrece una reedición especial conmemorativa, con la solvente traducción castellana de José María Valverde y nuevos extras. Para echarle buenas sentadas y ¿por qué no? preparar un destino que nunca necesita justificación: Dublín.
Propósitos y corazonadas de Pedro Peinado

Corren como la pólvora reseñas elogiosas de lo nuevo de Laura Fernández por internet, La señora Potter no es exactamente Santa Claus, se habla de su portentosa imaginación y será una de las lecturas que seguro disfrutaré los primeros días del año que está a punto de comenzar. Lo de Pepe Cuenca y el Divis, ¿Quién dice que el ajedrez es aburrido? ¡Que me lo cargo!, dos ajedrecistas que tan buenos momentos me hacen pasar con sus retransmisiones dicharacheras de torneos, tiene que ser divertido a la fuerza. Los Territorios improbables de Pedro Torrijos, tan llenos de historias curiosas sobre arquitectura y con un humor tan particular, los conozco un poco por sus hilos en Twitter, ahora los leeré todos juntos en papel. Y después de haber disfrutado la película El poder del perro, me resulta inevitable acudir a la novela de Thomas Savage en que está inspirada, seguro mucho más rica en detalles y respuestas. Con todo esto espero empezar el año con buen pie. ¡Feliz año y buenas lecturas a todos!





Quizás la verdad oculta que ahora pretende asomar ante la catarata de nuestra ceguera sea ésta: los siete pecados mortales son en realidad ocho. No ver el horror, o verlo y ahí sí, pasar de agache. Dejarse llevar por lo más liviano, ¿puede ser ése el octavo pecado, el que no tiene nombre?
No se sabe quién va más extraviado, si el que persigue bosques rojos de canela o el que busca desnudas amazonas de guerra, si el que sueña ciudades de oro o el que rastrea la fuente de la eterna juventud: nacimos, capitán, en una edad extraña en la que sólo nos es dado creer en lo imposible, pero buscando esas riquezas fantásticas, todos terminamos convertidos en pobres fantasmas.
A ti te parecerá extraño que yo pueda contarte en detalle y con tanta precisión los acontecimientos de esa época tan lejana. Yo pienso como tú, que un niño de cinco años que lleva una vida normal no podría reproducir con esa fidelidad su infancia. Nosotras, tanto Helena como yo, la recordamos como si fuera hoy y la razón no te la puedo explicar. Nada se nos escapaba, ni los gestos, ni las palabras, ni los ruidos, ni los colores, todo era ya claro para nosotras.
ROBINSON CRUSOE
Día libre
Uno de los más llamativos aspectos del habla colombiana –o de la diversificación del español en Colombia- es el de su impecable prestigio genealógico. El despliegue del caudal léxico, la vitalidad expresiva, la calidad sintáctica, el uso de voces que a nosotros, los peninsulares, pueden parecernos arcaísmos y no son sino activas persistencias del fondo genital del idioma, constituyen a no dudarlo un acabado ejemplo de preservación y a la vez de readaptación de las herencias lingüísticas comunes, una operación natural donde los respetos no excluyen las desobediencias. Lo mismo podría aplicarse al temple de no pocos prosistas colombianos, dotados con elocuente frecuencia de unas calidades léxicas y sintácticas especialmente brillantes.
Estados de la materia.
¿Qué hace alguien que crece sin madre? ¿Lo cuida el viento, una profesora, la señora de la tienda de la esquina? ¿Quién le enseña a rezar, a temer, a dejar de crear? ¿Quién le dice: “¡Niño, eso no se hace!” ¿Quién le corta las alas y quién se las cose? ¿Quién le pone los pies en la tierra? No tenerla, a veces, es lo mismo que tenerla. Una madre es algo que duele. Es herida y cicatriz. Para un niño, una mamá es la persona que pregunta si quiere leche en el chocolate, la que regaña cuando camina descalzo por la casa, la que prueba la sopa primero, se quema la lengua y espera a que enfríe un poco. Una mamá es la persona que está.
Mi papá siempre pensó, y yo le creo y lo imito, que mimar a los hijos es el mejor sistema educativo. En un cuaderno de apuntes (que yo recogí después de su muerte bajo el título de Manual de tolerancia) escribió lo siguiente: “Si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad”. Es posible que nadie, ni los padres, puedan hacer completamente felices a sus hijos. Lo que sí es cierto y seguro es que los pueden hacer muy infelices.