Stalker. Pícnic extraterrestre. Arkadi y Borís Strugatski

Cubierta de Stalker. Pícnic extraterrestre, Arkadi y Boris StrugatskiStalker. Pícnic extraterrestre
Arkadi y Borís Strugatski
Barcelona : Gigamesh, 2015
Presentación: Ursula K. Le Guin

Traducción del ruso: Raquel Marqués
Пикник на обочине (1971)

Digamos que el espectáculo se ha terminado cuando abrimos el libro: las naves extraterrestres hace tiempo que se marcharon. Ahora, de los visitantes solo queda el rastro que dejaron en las cinco zonas de aterrizaje, los objetos que desecharon en las Zonas de Visitación. Como quien elige una mañana de primavera para salir de pícnic, los extraterrestres llegaron a la Tierra, hicieron lo que sea que hicieron, nadie sabe, evitaron el contacto con los habitantes del planeta, que no despertaban su interés, dejaron sus restos, sus basuras esparcidas alrededor, como hacen los turistas maleducados al tirar latas y plásticos incomprensibles para las hormigas, y reanudaron su camino más allá de las estrellas.

Redrick Schuhart se juega el pellejo por esa basura. Trabaja en el Instituto Internacional de Culturas Extraterrestres de Harmont haciendo, en favor de la ciencia, incursiones en la Zona fuertemente vigilada. Los objetos que hay allí no se entienden, pertenecen a una tecnología que le saca mucha ventaja a la Cubierta película Stalker, Andrei Tarkovskihumana, son peligrosos. También prometedores. Un paso en falso en la Zona, un roce con una trampa invisible, significa la muerte. Pero extraer alguno de esos objetos, cambiarlo por un puñado de dólares en el mercado negro, te deja ganarte la vida. Redrick Schuhart se juega el pellejo por esa basura del infierno también de noche, agazapado en las sombras, jugándoselo todo por una vida mejor. Es un stalker. Experto en la Zona y en esquivar a la policía. Tal vez sea también experto en escapar de su propio destino, porque sabe de la existencia de un objeto, de algo único y dorado, que podría ofrecer todas las respuestas a quien lo encuentre.

Esta novela de los hermanos Arkadi y Borís Strugatski (uno filólogo, otro astrónomo), que ofrece varios niveles de lectura (es disfrutable como novela de aventuras, como novela negra, como reflexión sobre nuestro lugar en el Universo, como metáfora de una realidad social y política) y que se enfrentó a años de rechazo por la censura soviética, fue llevada al cine de la mano de Andrei Tarkovski en 1979, en una versión que muy poco tiene que ver con la novela, pero que es igualmente inquietante y satisfactoria.

Desempolvad el traje de protección. Meted unas tuercas en los bolsillos y adentraos en la Zona. En sus fauces aún quedan tesoros envenenados.

La estampida, Zane Grey

Zane Grey. La estampida

Editorial Juventud.

Duros, indomables y resistentes, aquellos primeros hombres blancos que penetraron en las grandes llanuras, desérticas del Sur y del Oeste, registraron en la historia una parte de sus maravillosas aventuras, sus terribles experiencias y las extrañas cosas que vieron.

Recorrieron muchos centenares de leguas, según dice su historiador Castañeda, a través de enormes llanuras de arena, desnudas, tan desprovistas de árboles y piedras, que se veían obligados a amontonar el estiércol, a fin de reconocer, al regreso, el camino que siguieron a la ida.

Aquellos primeros hombres blancos que recorrieron esas inhóspitas tierras en busca de aventuras y fortuna fueron exploradores españoles. Al igual que otros aventureros que recorrieron las tierras más al sur de río Grande y que también mencionamos en Nosolotécnica, las penalidades a las que se enfrentaron les llevo prácticamente a la muerte y  el descubrimiento de un animal desconocido para ellos, el bisonte, lo que los salvó.

En todo su camino, a través de aquellas grandes llanuras de hierba y arena, los españoles encontraron rebaños de bueyes jorobados, en tanto número como las ovejas de España…Los fatigados y extraviados viajeros estaban casi muertos de hambre y, gracias a los búfalos, encontraron la comida que tanto necesitaban.

Muchos años más tarde, la llamada a la región inexplorada, la llamada a la frontera sigue intacta. Tomas Doan, nuestro protagonista, la ha recibido y no puede resistirse.

Qué sentirían aquellos hombres y mujeres cuando se adentraron en esos territorios desconocidos, cuando vieran por primera vez aquellos inmensos rebaños de bisontes, la naturaleza más salvaje y virginal.

Cómo sería ese primer contacto con los nativos, qué impresión recibirían al verlos por primera vez

Qué tenía el Oeste para atraer a tantos exploradores y aventureros. Qué fuerza mágica hace que una persona se adentre en un terreno desconocido, en una inmensidad plagada de peligros y de incertidumbres. Quizás conseguir una fortuna, dejar atrás un pasado, sentir que uno es dueño de su propio destino, de su libertad, de ser en definitiva un hombre libre.

En un tiempo actual en el que no podríamos tener esa sensación primigenia, disfrutar con la narración de las aventuras de aquellos hombres en el antiguo Texas siempre será un buen antídoto contra esta realidad presente no tan fascinante y no tan libre.

Zane Gray nació en Ohio en 1872 y murió en California en 1939.

Grey en la Biblioteca Universitaria UPM

En el café de la juventud perdida / Patrick Modiano

Patrick Modiano:

En el café de la juventud perdida (traducción de María Teresa Gallego Urrutia).

Anagrama, 2008-

Versión original en francés:

Dans le café de la jeunesse perdue. Gallimard (Folio), 2009-

Me saqué del bolsillo el sobre y estuve mirando mucho rato las dos fotos de carnet. ¿Dónde estaría ahora? ¿En un café, como yo, sentada sola a una mesa? Seguramente se me ocurría eso por la frase que había dicho él hacía un rato. “Uno intenta crear vínculos…” Encuentros en la calle, en una estación de metro en hora punta. En momentos de esos habría que sujetarse mutuamente con unas esposas. ¿Qué vínculo podría resistir a esa oleada que nos arrastra y nos lleva a la deriva? (p. 48)

¿Quién es capaz de resistirse a un título de resonancia tan panorámica y evocación tan proustiana? Una novela más bien corta sin embargo, para cuya fabricación se requieren la mirada curiosa, la ilusión y la audacia de un niño, y la perspectiva de un veterano.

Me ha parecido que la escritura de Modiano hereda algo de la morosidad y economía de medios expresivos de Queneau, con el que comparte también una especie de pequeña épica urbana: un París en el que se cruzan intelectualidad y snobismo, casticismo y cosmopolitismo de aluvión. Los protagonistas son esbozados con rapidez pero en seguida se nos vuelven familiares, operativos y tan cargados de significación como las escuetas figurillas del historietista Jean-Jacques Sempé, gran amigo de Patrick. Seres que deambulan entre la deriva y el encanto, entre el tedio y la oculta magia posible tras la rutina cotidiana.

Más allá de los clichés sobre la flânerie, el tratamiento del espacio urbano por Modiano me remitió asimismo a la Poética del espacio de Gaston Bachelard y a Los no-lugares de Marc Augé. Ignoro si estos autores han podido influirle consciente y directamente, pero en este Café de la juventud perdida él parece ingeniárselas para convertir esos no-lugares públicos de tránsito en verdaderos espacios configurados por el sentido que los personajes -desarraigados de sus propios domicilios privados y tal que pequeños dioses- les otorgan. La propia ciudad se convierte en un seno u hogar materno al que huir hacia afuera, frente a la desolación interior. Desde este punto de vista, Modiano, nacido justo en el emblemático 1945, puede ser considerado como un eficaz pintor literario del París postindustrial. Porque además, no es poco lo que esos personajes dejan traslucir de la percepción y vivencia de la ciudad por el propio autor. Por otro lado la novela ha sido etiquetada en alguna ocasión como “policíaca” pero me parece más bien existencial y filosófica que otra cosa, incluso admitiendo sus ingredientes detectivescos; y en cualquier caso es bastante onírica e híbrida: con elementos tanto realistas como surrealistas.

¿Alguna conclusión a la salida del café? Acaso más que París, siempre nos quedarán la lógica y el sentimiento.

Por las noches, al salir de la librería, me sorprendía encontrarme en el bulevar de Clichy. No me apetecía mucho bajar hasta Le Canter. Los pies me llevaban hacia arriba. Ahora me agradaba subir las cuestas o las escaleras. Contaba todos los peldaños. Al llegar al número 30 sabía que estaba salvada. Mucho después, Guy de Vere me hizo leer Horizontes perdidos, la historia de unas personas que suben por las montañas del Tibet, hacia el monasterio de Shangri-La, para descubrir los secretos de la vida y de la sabiduría. Pero no merece la pena ir tan lejos. Me acuerdo de mis paseos nocturnos. Para mí, Montmartre era el Tibet (p. 83)

Sigo aquí. Maggie O’Farrell

Cubierta de Sigo aquí, Maggie O'FarrellSigo aquí
Maggie O’Farrell
Barcelona : Libros del Asteroide, 2019
Título original: I am, i am, i am (2017)
Traductora: Concha Cardeñoso Saénz de Miera

Las experiencias cercanas a la muerte no son nada único ni excepcional. No son tan raras; me atrevería a afirmar que todo el mundo las ha tenido en algún momento, aunque no se diera cuenta […]. Pululamos todos por ahí como atontados, viviendo un tiempo prestado, hurtando los días, librándonos del destino, resbalando por los resquicios sin saber cuándo va a caernos el hacha encima […]. Percibir estos momentos te cambia.

Antes de entrar en una lectura que anuncia diecisiete episodios en los que asoma la muerte uno tiene que armarse de valor y pensarlo bien. Diecisiete son muchos. Todos los que la escritora irlandesa Maggie O´Farrell ha logrado esquivar a lo largo de su vida. Sigo aquí se trata de una obra autobiográfica dividida en diecisiete capítulos, cada uno dedicado a un encuentro con la muerte. Un atraco a punta de cuchillo, un avión a punto de estrellarse, una zambullida en el mar, una enfermedad padecida en la infancia son algunos ejemplos. Sin embargo, no se trata de un libro que hable sobre el fin; este libro nos habla, y mucho, de la vida.

Porque esos episodios van asociados con la superación de algo, con la determinación de seguir adelante. No cuentan como único valor el haber esquivado a la muerte, con la que todos en mayor o menos medida nos rozamos alguna vez, sino el de cumplir etapas vitales, cambiando, entendiendo qué es lo importante en cada momento, quiénes somos, qué podemos ofrecer, de qué manera crecemos personalmente.

Una lectura libre de sentimentalismos, conmovedora, delicada y llena de fuerza vital que nos recuerda que a pesar de todo lo que puede ponerse en contra, aún estamos aquí.

Richard Ford. Canadá.

Richard Ford. Canadá. Barcelona: Anagrama, 2014.

Primero contaré lo del atraco que cometieron nuestros padres. Y luego lo de los asesinatos, que vinieron después. El atraco es la parte más importante, ya que nos puso a mi hermana y a mí en las sendas que acabarían tomando nuestras vidas.

El libro comienza así y la historia nos la cuenta en primera persona Dell Parsons que, junto a su hermana melliza Berner,  ve como a sus 15 años la vida se desmorona. Ellos no tienen culpa de que sus padres robaran un banco pero es lo que ocurrió. A partir de ahí sus vidas cambian y cada uno tomará su camino.

El libro se divide en tres partes. En la primera conocemos a la familia Parsons, formada por Bev y Neeva, una pareja dispar y que probablemente nunca debió acabar en matrimonio y sus dos hijos. Estamos en 1960. No eran una familia perfecta pero se querían. Con un padre alto, guapo, encantador y muy chanchullero y una madre menuda, sensata pero cobarde. Unos hermanos muy distintos pero felices con su vida y queridos por sus padres aunque tomaran una malísima decisión, robar un banco para saldar unas deudas y cambiar así el rumbo de la vida de los cuatro, a peor.

Nuestros padres eran las personas de las que menos se podría pensar que atracarían un banco. No eran gente rara, ni evidentemente criminales. A nadie se le hubiera ocurrido pensar que estaban destinados a acabar como acabaron. Eran personas normales, aunque claro está, tal afirmación queda invalidada desde el momento mismo en que atracaron el banco.

En la segunda conocemos la vida de Dell después de la detención de sus padres y su huida a Canadá con una amiga de su madre, Mildred, que le dará un buen consejo:

Tu vida va a ser variada y emocionante antes de que te mueras. Así que procura centrarte en el presente. No te niegues a las cosas, y asegúrate de tener siempre algo que no te importe perder. Eso es importante.

Cuando llega a un pueblo perdido de la mano de Dios, Great Fall, empezará a trabajar para  Arthur Remlinger, hermano de Mildred, un americano enigmático que también acabó en Canadá huyendo de su pasado. Allí Dell sobrevive en una mísera caseta como chico para todo y acompañando a los cazadores en la época de la caza del ganso. Ahí también conocerá a Florence, se podría decir su ángel de la guarda, que le dará la oportunidad de volver a empezar.

En la tercera asistimos al reencuentro de los hermanos pasados 50 años de su separación.

Siempre he sentido que debería haber visto más a mi hermana…No sucedió así, eso es todo. Su vida resultó muy diferente a la mía.

Si hay algún sentimiento que define esta novela  es el de la pérdida de la inocencia y el de asumir la vida que te ha tocado vivir y salir victorioso.

Para mí la primera parte es la mejor. Vamos conociendo a los personajes y se va tejiendo las relaciones familiares que conducen a los Parsons hacia el desastre.

Novela dura y que te deja un regusto amargo pero que te engancha y te llega muy hondo.

Richard Ford (1944, Jackson, Mississippi) fue galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2016 y  es uno de los mejores escritores norteamericanos de su generación.

Richard Ford en las bibliotecas de la UPM.

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