Seda, Alessandro Baricco
Seda
Alessandro Baricco
Anagrama
Ambientada en el siglo XIX, la historia sigue a Hervé Joncour, un comerciante francés de seda que viaja a Japón en busca de gusanos de seda para salvar la industria de su pueblo.
Ese viaje a un Japón con apenas contacto con el exterior se convierte no solo en una aventura incierta a un mundo tan lejano sino también sino también en una profunda experiencia emocional y existencial.
Hervé Joncour, queda atrapado entre dos mundos muy diferentes. Por un lado, un mundo conocido, una vida tangible, establecida en Francia con unas obligaciones para con su mujer, con su negocio, con sus clientes, amigos. Es un mundo material, marcado con unas rutinas que hacen de esa vida, una existencia placida. Por otro lado, ese mundo tan lejano y diferente que no es solo físico sino fundamentalmente emocional. En Japón queda fascinado por una mujer inalcanzable que se apodera de su mente y de su corazón. Se convierte en un amor idealizado que le cambiará para siempre.
Es la mujer de Hará Kei, el señor feudal con el que toma contacto en Japón para sus negocios de la seda. Nunca habla con ella, solo hay silencio entre ellos. Pero hay algo intangible, algo casi irreal que les atrae, que les seduce y que cambiará la vida de Hervé Joncour.
Seda invita a la lectura reposada, tranquila, en las que la belleza, la melancolia, el amor, como a Hervé Jancour nos seduce y nos atrapa.
La habitación parecía ahora haber caído en una inmovilidad sin retorno cuando de improviso, y de forma absolutamente silenciosa, la joven sacó una mano de debajo del vestido, deslizándola sobre la estera ante ella. Hervé Joncour vio aparecer aquella mancha pálida en los límites de su campo visual, la vio rozar la taza de té de Hara Kei y después, absurdamente, continuar deslizándose hasta asir sin titubeos la otra taza, que era inexorablemente la taza en que él había bebido, alzarla ligeramente y llevarla hacia ella. Hara Kei no había dejado ni un instante de mirar inexpresivamente los labios de Hervé Joncour. La muchacha levantó ligeramente la cabeza. Por primera vez apartó los ojos de Hervé Joncour y los posó sobre la taza. Lentamente, le dio la vuelta hasta tener sobre sus labios el punto exacto en el que él había bebido. Entrecerrando los ojos, bebió un sorbo de té. Alejó la taza de los labios. La deslizó hasta el lugar de donde la había cogido. Hizo desaparecer la mano bajo el vestido. Volvió a apoyar la cabeza en el regazo de Hara Kei. Los ojos abiertos, fijos en los de Hervé Joncour