La idea de representar la comarca sobre el que cada grupo humano vive parece ser tan antigua como la Civilización; los intentos de conseguirlo figuran entro los primeros balbuceos de todas las culturas primitivas que han sido descubiertas en tiempos históricos y es lógico suponer que lo mismo ocurrió con los remotos antepasados prehistóricos de las civilizaciones más antiguas.
La forma de conseguir este propósito ha evolucionado no sólo con el conocimiento del Mundo, sino también con el de los medios técnicos que los avances de la tecnología nos han ido aportando.
Estudiando los pueblos primitivos se encuentra una gran diferencia entre las poblaciones nómadas y las sedentarias; y el conocimiento del territorio de los nómadas es muy extenso, pero su nivel cultural y sus medios técnicos son siempre menores que los de los sedentarios; en cambio estos llegan a reducir su conocimiento geográfico al límite de su horizonte, cuya apariencia circular se convierte para ellos intuitivamente en la figura del Mundo; estas condiciones se reflejan en su capacidad cartográfica. Unos y otros realizan intentos cartográficos muy valiosos, pero inevitablemente limitados.
Sólo en fases más avanzadas de la civilización, cuando se desarrolla y expande el comercio, comienza a haber grandes viajeros que unen a su conocimiento del Mundo una cultura lo bastante avanzada para interesarse por él y un interés concreto que justifique sus estudios.
Historia de la cartografía y de la topografía / José Martín López. Madrid: Centro Nacional de Información Geográfica, 2002
Terenci Moix, de nacimiento Ramón Moix Meseguer (1942-2003), dedicó esta novela histórica a uno de los romances más conmovedores y apasionados del antiguo Egipto, el protagonizado por Marco Antonio y Cleopatra. Su conocimiento y amor por la cultura de Alejandría queda plasmada en su título –tomado del poeta griego C. Kavafis (Alejandría, 1863-1933)- y en el contexto histórico en el que se desarrolla la obra, que recoge los últimos estertores del Egipto asediado por el Imperio Romano, siglo I a.C. Y, a contracorriente, reivindica la figura de Cleopatra como estadista, caracterizándola como una persona culta y no sólo como una ávida amante. Como diría el propio Terenci, refleja un mundo en ruinas.
Terenci Moix ha cosechado premios tan importantes como el Josep Pla (1969) o el Ramón Llull (1992), entre otros. Con No digas que fue un Sueño se alzó con el Premio Planeta (1986).
– ¡Tantas promesas de amor de boca de un romano, sólo podían acabar en luto! –siguió diciendo Epistemo.
– ¿De qué sirve hablar de Antonio y de su boca si todo queda reducido hoy a un abandono y pronto, muy pronto será olvido? Es lo único que entiendo de esta historia y de cuantas giran en torno al desamor. Sé que a la postre todos somos olvido colocado en manos de una voluntad más alta que los sueños del mundo.
De repente, un sobresalto sacudió a todos los tripulantes.
– ¡Silencio! –exclamó Epistemo-. Accede a presentarse ante nosotros la suprema majestad de Cleopatra.
No me digas que fue un sueño, de Terencia Moix, Premio Planeta, nos ofrece un viaje a la Alejandría de Cleopatra y Marco Antonio. Un apasionado romance que no te puedes perder. Música: Only LOVE can hurt like this, by Paloma Faith. #lecturasparacompartir#librosrecomendados#bookish#alejandria#cleopatra
Una novela de aventuras en tiempos de la Gran Guerra. Dos bailarines españoles, cuyo trabajo les lleva a deambular por la Rusia revolucionaria huyendo de la guerra mundial, sufren los rigores de la revolución que alli se produce y del régimen que le sigue. Una aventura trepidante llena de una pleyade de personajes pintorescos, grotescos y tristemente reales. Una aventura sobre una Europa que ya no existe, sobre acontecimientos que cambiarón para siempre la historia.
Los cañonazos zumbaban por encima de nosotros mientras pacíficamente sentados alrededor de una mesa nos jugábamos las pestañas al póquer. Hacíamos un juego muy alegrito. ¡Quién no se atrevía a echarse un farol, si en el tiempo que mediase entre el envido y el quiero uno de aquellos obuses que iban contra el Kremlin podía equivocarse y levantar la partida sin que se diesen las vueltas reglamentarias! El póquer es un gran juego. Les aseguro a ustedes que cuando uno está ligando se olvida hasta de que tiene enfrente disparando por elevación a unos bolcheviques que han aprendido a ser artilleros media hora antes.
Las redes humanas : una historia global del mundo.
Crítica, 2004, 2010.
Título original:
The Human Web : A Bird’s Eye View of Human History.
W. W. Norton, 2004.
Nuevo título relacionado:
J. R. McNeill: The Webs of Humankind : a World History.
W. W. Norton, 2020.
Durante la confección de una red mundial hubo perturbaciones y destrucciones, pero también transformaciones y creaciones. La implantación de una única red pareció acelerar la historia. Innovaciones e inventos, auges y declives, pestes y plagas se extendían por un sistema unificado y se propagaban dondequiera que las condiciones locales lo permitiesen. Las vidas humanas tomaban forma de modo creciente por mediación de acontecimientos y procesos que tenían su origen en lugares lejanos, actuaban en combinación con las realidades locales en evolución y contribuían a la aparición de fuerzas históricas que pocos contemporáneos comprendían. (p. 199, ed. 2004)
¿Quién dijo que la Historia acabaría pronto..? En fin, a 500 años del impulso globalizador de la primera circunnavegación de nuestro planeta, la secuencia no parece detenerse sino todo lo contrario: acelerarse y complicarse más y más. Así que ninguna ocasión mejor para acercarse a una visión de síntesis que nos ayude a encajar y comprender el torbellino del que formamos parte.
Dos características definen en principio este libro. Una se deriva directamente de su título: la intención de vincular la percepción de la evolución de la Historia humana con el prisma de nuestro presente informacional, de manera que los lectores actuales aprovechen sus parámetros vitales como instrumento de interpretación y se den cuenta de que las estructuras en red nacen con la comunicación humana elemental, y no son rasgo exclusivo de la tecnología hipermoderna. La otra característica es la voluntad deliberada de condensación llevada hasta el límite, de manera que es probable que muchos lectores imbuidos de estrechas perspectivas locales y nacionales –cuando no nacionalistas- y de una historiografía tradicional centrada en el menudeo político, se extrañen por la falta de atención a determinados acontecimientos tenidos por cruciales. Por ponerme como ejemplo, me ha chocado que se omita la restauración carolingia del Imperio de Occidente en comparación con la atención prestada a las sucesivas dinastías chinas (en consecuencia, ni rastro de cita a mi querido Henri Pirenne).
En cambio los factores ecológicos están constantemente presentes: animales domésticos y vegetales en un primer plano; etnocentrismo y antropocentrismo son evitados y nuestra especie es observada como elemento activo inserto en la biosfera; las conclusiones finales adquieren acentos casi cosmológicos. Todo esto conlleva que contemplemos fenómenos relativamente cercanos a nuestro tiempo como la ambivalente Ilustración, las revoluciones liberales, la industrialización o incluso el surgimiento y devenir del socialismo, desde una perspectiva nueva y esclarecedora. Los McNeill –padre e hijo- parecen enmarcarse en una brillante cohorte de historiadores norteamericanos como Alfred W. Crosby o Arno J. Mayer, autores de obras polémicas y provocadoras pero altamente estimulantes. Como ellos, indagan en el tiempo largo y las corrientes profundas, con perspicaz enfoque tecnológico y militar, y practican una narrativa ágil y dinámica que nos invita a avanzar sin cesar en la lectura para enterarnos de lo que viene después.
Por señalar algún aspecto mejorable, observamos algún uso anacrónico de topónimos como Suecia, Bolivia, etc. para referirse a los territorios antiguos en los que esos futuros estados aún no habían aparecido. Pero estamos ante una obra valiosísima para todo el mundo, y que agradará y aprovechará en especial a personas relacionadas o interesadas en las comunicaciones y los transportes. El libro ofrece además un estupendo apéndice bibliográfico, comentado y ordenado para ampliar conocimientos sobre cada capítulo. Lamentamos el fallecimiento de William H. McNeill en 2016. En 2020 apareció como nuevo título -por el momento sin traducción castellana- The Webs of Humankind: a World History, de J. R. McNeill en solitario.
Volumen dirigido por Guglielmo Cavallo y Roger Chartier
Madrid : Taurus, 1997, 2004, 2011
Edición original:
Storia della lettura nel mondo occidentale
Roma : Laterza, 1995
La transmisión electrónica de los textos y las maneras de leer que impone representan, en nuestros días, la tercera revolución sobrevenida desde la Edad Media. Porque, desde luego, leer en una pantalla no es lo mismo que leer en un códice. La nueva representación de lo escrito modifica, en primer lugar, la noción de contexto, sustituyendo la contigüidad física entre unos textos presentes en un mismo objeto (un libro, una revista, un periódico) por su posición y distribución en unas arquitecturas lógicas, las que gobiernan las bases de datos, los ficheros electrónicos, los repertorios y las palabras clave que posibilitan el acceso a la información. (G. Cavallo, R. Chartier: Introducción – Revoluciones)
¿Cómo hemos llegado a leer de las maneras en las que lo hacemos hoy en día? Hay bastantes historias del libro, también de las bibliotecas, también a veces obras que asocian ambos temas, incluso hay quien se ocupó de la historia del mobiliario librero como el agudo Henry Petroski. Sin embargo parecen abundar menos los estudios sobre la historia de la mera actividad de leer. Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, destacados investigadores en la materia, han colaborado a rellenar ese hueco mediante una monumental compilación de ensayos parciales firmados a su vez por autores de primer nivel. No se puede decir que sea en sentido estricto un libro coral sino más bien colectivo, en diversos sentidos: por un lado no es un tratado exhaustivo, cada ensayo tiene su propia tonalidad, su enfoque peculiar y su intensidad de aparato crítico; en el aspecto editorial fue publicado sucesivamente por Laterza en italiano y por Éditions du Seuil en francés; y por último fue vertido al castellano por cuatro traductores diferentes para la edición de Taurus.
Si la aparición de la escritura se considera el punto de arranque de la Historia frente a una Prehistoria ágrafa, se colige que el estudio de cómo los seres humanos leyeron es fundamental para comprender la evolución social. La lectura es otro de aquellos aspectos de la vida que se suelen dar por hechos como algo “natural” cuando en realidad son fruto de largos procesos de gestación. Por otra parte, la lectura está íntimamente ligada a la historia de la educación, de los modos de aprendizaje, de la enseñanza propiamente dicha: esto se ve muy claramente durante la Baja Edad Media europea cuando el nuevo tratamiento universitario del texto rompe con las rutinas monásticas anteriores. Después, a medida que nos acercamos al presente, sobre todo a partir del XVIII, se siente la emoción de asistir a los antecedentes directos de fenómenos tan actuales como el predominio de la narrativa o el sesgo de género en las prácticas lectoras.
Estamos por tanto ante un volumen provechoso y vigente, muy apetecible de saborear de manera reposada. Por criticar algo, solo se me ocurren un par de observaciones. En su práctica totalidad, el libro se autolimita a sí mismo en un occidentalismo convencional restringido, es decir arranca en la Grecia antigua sin hacer gran caso de sus determinantes precedentes afroasiáticos, para luego abandonar incluso ese mundo europeo más oriental tan pronto como se ha pasado el testigo helenístico a Roma y a su Cristiandad de estirpe latina. Por otra parte, faltan ilustraciones -de soportes, de tipografías, etc.- que facilitarían mucho la comprensión de los análisis de interacción persona-texto: menos mal que hoy podemos buscar y leer imágenes ad hoc en internet. Hagamos metahistoria de la lectura, pues.
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