Madres paralelas. Pedro Almódovar

Cartel Madres paralelas, Pedro AlmodóvarMadres paralelas (2021)
Penélope Cruz, Milena Smit
Guión y dirección de Pedro Almodóvar

La película, con un reparto encabezado por Penélope Cruz, Milena Smit y Aitana Sánchez-Gijón cuenta cómo dos mujeres que coinciden dando a luz en un hospital acaban irremediablemente uniendo sus destinos aun siendo de edades y condiciones muy dispares.

Todo transcurre en un contexto donde la Ley de Memoria Histórica cobra protagonismo, algo que en principio parecía “paralelo” a la trama principal y que acaba adueñándose de la película.

Del cine que conocemos de Almodóvar destaca el amor y la muerte como ejes principales de la trama, el color como pieza clave para enfatizar emociones y una trabajada banda sonora.

Siendo esta cinta muy aclamada por la crítica, a mí, como simple espectador no me parece ni tan valiente, ni tan bien engranada la trama, ni tan sublime.

Para ser una película que habla de la Ley de Memoria Histórica no profundiza mucho en el tema, hay una mención a Rajoy que puede ser lo más “valiente”, pero poco más.

El tema de la maternidad tampoco lo trata con el desgarro de otras películas suyas, muy difícil de entender la frialdad de Penélope Cruz en la decisión que toma al final de la cinta.

En cuanto a las relaciones “bizarras” de otras veces que tanto me han divertido, aquí mete con calzador una relación fruto del desarraigo y la soledad de un personaje, y del sentido de culpa del otro, que no se resuelve con solvencia.

En definitiva, si no eres crítico de cine, y has disfrutado de películas anteriores de Almodóvar, como la estupenda “Dolor y Gloria”, ésta te va a parecer un poco “floja”.

Pedro Almodóvar en la Biblioteca UPM

NHG

Eshkol Nevo. Tres pisos.

Eshkol Nevo. Tres pisos. Duomo ediciones, 2019.

¿Qué sabemos realmente de nuestros vecinos? Detrás de cada puerta la vida no es tan sencilla ni tranquila. Todos los vecinos tienen algo que contar. Al menos los de la novela “Tres pisos” del autor israelí Eshkol Nevo. La historia transcurre en un edificio de tres plantas en un barrio acomodado de las afueras de Tel Aviv .

En el primero piso vive Ayelet, abogada y su marido Arnon, un exsoldado un tanto paranoico. Tienen dos hijas pequeñas, Yaeli y Ofri. En el mismo descansillo vive una pareja de jubilados alemanes, Ruth y Hermann, que hacen de canguro de las niñas ya que sus nietos están esparcidos por el mundo y están encantados de tenerlas.

En el segundo se encuentra Hani. Sus vecinos la apodan “la viuda” pero Hani tiene marido y se llama Asaf. No lo ve nunca porque está constantemente viajando por motivos profesionales. Está criando a sus dos hijos sola y eso le está pasando factura. De hecho teme estar volviéndose loca. Enfrente suyo viven los Katz que están de viaje en Creta.

En el tercero vive Débora, “la jueza” como la conocen en el edificio, que está jubilada y que acaba de quedarse viuda. Quiere salir de su vida acomodada y volverse a implicar en la realidad de su país. Por ello decide ir a Tel Aviv para participar en las protestas por el precio de la vivienda. Su hijo Adar  aparece mucho en el relato aunque esté ausente. Ella vive con la culpabilidad de no haber sabido ser una “buena madre”. En frente viven la familia Raziel, los morosos de la comunidad, que los sábados organizan partida de póquer en su casa.

La novela está construida en torno a las confesiones de tres de estos vecinos. Los tres sienten una necesidad de hablar con alguien, de descargar lo que les ha pasado y lo que sienten. Arnon, el del primero, se lo cuenta a su amigo escritor. Hani, la del segundo, a su amiga de la infancia y la jueza a su marido fallecido, dejándole mensajes en el viejo contestador automático de casa.

Están alterados por el miedo, la culpabilidad, la incertidumbre y buscan la redención a través del diálogo con el otro.

Un libro muy interesante que bucea en los sentimientos de las personas y en los conflictos que todos podemos sentir frente a los deseos, las esperanzas y la realidad.

Me quedo con la reivindicación que el personaje de la “jueza” hace sobre la comunicación entre las personas que al fin y al cabo es lo que nos convierte en “animales sociales”:

¡Los tres pisos del alma (haciendo alusión a los tres niveles de conciencia de Freud) no existen en nuestro interior! ¡no y no! Existen en el espacio entre nosotros y el otro, en el espacio entre nuestra boca y el oído de quien escucha nuestra historia. Y si no hay nadie que escuche, entonces ni siquiera hay historia. Si no hay nadie a quien revelar secretos, contarle recuerdos y con quien consolarse, entonces estamos hablando con un contestador automático. Lo importante es hablar con alguien. De otro modo, solo, el ser humano ni sabe en qué piso se encuentra y está condenado a tantear desesperadamente en la oscuridad, en el vestíbulo, buscando el interruptor de la luz.

La novela ha sido llevada al cine por el director italiano Nani Moretti y se presentó en el último Festival de Cannes.

Más allá hay monstruos. Margaret Millar

Más allá hay monstruos.

Margaret Millar

Bruguera

¿Por qué lo están buscando ahí?

Tienen que buscar en todas partes, señora Osborne

Pero el agua está sucia y Robert es una persona muy pulcra.

Sí, señora

Nunca se metería en esa agua tan sucia.

Tal vez no le dejaron dar su opinión

Robert Osborne es el rico propietario de un rancho al sur de California, en la frontera con México.

Inesperadamente y sin motivo aparente desaparece sin dejar rastro alguno. Una huida premeditada, quizás una desaparición violenta a manos de algún peón eventual del rancho. Nada se sabe, pero la investigación se hace inevitable. Muerto o desparecido, ese es el dilema difícil de resolver. No hay cadáver.

Más allá hay monstruos se desarrolla en su mayor parte en una sala del juzgado en la se dilucida que fue de Robert Osborne. Por ella desfilaran todos aquellos que le vieron por última vez. Darán testimonio de esos momentos, pero también nos permitirán conocer la existencia, la realidad de diferentes personajes en las que las mentiras y el amor se entremezclan de forma fatal. Nada es lo que parece, todo es apariencia. La verdad se abrirá paso y quizás permita saber que le pasó a Robert Osborne.

Margaret Millar nació en Canadá en 1915 y murió en California en 1996.

Nada / Carmen Laforet

Carmen Laforet: Nada 

Edición: Rosa Navarro Durán 

Austral, 2020 

Edición original: Destino, 1945. 

El mes de junio iba subiendo y el calor aumentaba. De los rincones llenos de polvo y del mugriento empapelado de las habitaciones empezó a salir un rebaño de chinches hambrientas. Empecé contra ellas una lucha feroz, que todas las mañanas agotaba mis fuerzas. Espantada veía que todos los demás habitantes de la casa no parecían advertir ninguna molestia. El primer día en que me metí a hacer limpieza en mi cuarto, a fondo, con desinfectante y agua caliente, la abuelita asomó la cabeza moviéndola con desagrado.  

  • ¡Niña! ¡Niña! ¡Que haga eso la muchacha! (cap. XVII) 

2021 es el centenario de Carmen Laforet, no podíamos pasarlo por alto. Se ha señalado que Nada ha venido eclipsando la atención prestada a sus otras obras. Así que probablemente somos muchos quienes una vez más pedimos disculpas por rendirnos al atractivo de esta narración que nos envuelve desde la primera página, en mi modesta opinión rasgo de maestría en la escritura. Los hechos se desarrollan en una Barcelona tétrica y desastrada de la primera postguerra, a cuya dolorida geografía urbana la novela rinde –a su modo sutil y discreto- un sentido homenaje.  

Ante un relato tan intenso y potente, con tanta profundidad psicológica, mirado en perspectiva se intuye que –aun contando la gran cantidad de autores muertos o exiliados a raíz de la Guerra Civil- el futuro de la narrativa española desde 1939 se jugaría contra viento y marea en el interior del país, en el cruce de la subjetividad personal con los condicionantes de la dinámica social en curso. Desde este punto de vista Nada es un hito con todo merecimiento, y la Historia se ha encargado de demostrarlo por si en el momento de su aparición cupo duda.  

Más allá de su encuadre doméstico, el argumento y estilo de Nada reflejan el espíritu de una época. Son los meses y años cruciales para el desenlace del conflicto mundial en los que -a pesar de la postración en que se vivía- parecía que podía ocurrir cualquier cosa, y también el tiempo en que ya se observaba que -aún bajo una opresiva atmósfera social y una implacable represión política- la sociedad española nunca volvería a ser la misma de antes de la experiencia republicana de los años 30. Carmen Laforet es en sí misma una joven de extraordinario talento que se asoma a una deriva existencial y a una derrota de género, que se hace efectiva incluso para aquellas mujeres cuyo sector social podría darse supuestamente por ganador. De modo que su novela, de una modernidad pasmosa, cobra sin duda un nuevo interés a la luz de los conflictos y debates sociales de nuestro siglo XXI. Quien todavía no la haya leído que se ponga a ello e irá atando cabos. Es quizás el momento de apuntar al fino criterio atribuible al colectivo de Destino cuando brujuleaba ante un movedizo escenario político-cultural en Europa: Nada se llevó la primera edición del flamante Premio Nadal de 1944 para publicarse en 1945. Poco después, en 1947, se rodó versión cinematográfica dirigida por Edgar Neville.   

Carmen Laforet en: Bibliotecas UPM.

La variable humana

La variable humana

Rodrigo Martín Noriega

Editorial Gadir

La variable humana es un escueto libreto de suspense con un trasfondo matemático absurdo. Esto no impide que el suspense exista, ni que el deseo de lectura se mantenga intacto hasta el final.

carátula del libro

El contexto: un departamento de matemáticas en alguna universidad de prestigio. El trasfondo: si la lógica es incontestable, el proceso y el resultado se determinan entre sí.

Este escueto relato recibió el premio de novela corta de la Fundación Monteleón en 2012, y ha sido editado por Gadir, una editorial que cuida primorosamente sus libros.

Lo he leído varias veces en estos años, y lo que siempre me captura es el ritmo y el tempo.

El osado autor, Rodrigo Martín Noriega, versado en humanidades, no tiene formación matemática. Es en cambio especialista en teoría y estética de la cinematografía y probablemente a ello debamos su sugerente capacidad, creadora de una ambientación dramática; posteriormente ha recibido en 2017 el premio de narrativa Miguel Delibes.

Como a él le gusta indicar: “los relatos permiten explorar las fisuras de la realidad”.

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