Trenes rigurosamente vigilados, Bohumil Hrabal

Cubierta de Trenes rigurosamente vigilados_Bohumil HrabalTrenes rigurosamente vigilados
Bohumil Hrabal
Barcelona: El Aleph, 2006
Traducción: Fernando de Valenzuela

Ostře sledované vlaky (Československý spisovatel, 1964)

Segunda Guerra Mundial. Un pequeño pueblo checo. Por la estación pasan los trenes invasores, cargados de armas, de heridos, rigurosamente vigilados, hacia el frente, de vuelta.

Y en la estación unos empleados de los que Hrabal va refiriendo anécdotas, divertidas y tristes, ridículas, heroicas. El ser humano de Hrabal. La ingenuidad del abuelo que quiso parar el avance de los tanques del Reich con la fuerza hipnótica de su pensamiento y los detuvo, cinco minutos, antes de que le pasaran por encima.

Unos gritaban que nuestro abuelo era un loco, los otros, que no del todo, que si todos se hubieran enfrentado con los alemanes como nuestro abuelo, con las armas en la mano, quién sabe cómo hubieran terminado los alemanes.

Fotografía de Bohumil HrabalY el jefe de estación, que cuando los alemanes atacaron Polonia abandonó la cría de esa raza de palomas badget de Nuremberg, las dejó morir, y trajo esas otras polacas, de preciosa cola azul. Pequeñas resistencias. Hombres que no se resisten a la vida. Al factor Hubicka que había estado estampando sellos, fecha incluida, en las posaderas de la telegrafista Zdenicka, ahora se le van los ojos tras la condesa Kinsky.

El jefe de estación, los hombros cubiertos de palomas polacas que le tocaban la cara con el pico amorosamente, para el día más inapropiado mancharle el uniforme con sus heces, en presencia del jefe de movimiento, truncando un ascenso que acariciaba. Pobres gentes. La realidad es lo ridículo y también el orgullo, elaborar planes de rebelión, Milos Hrma, aprendiz de factor, volar un tren de municiones, rigurosamente vigilado y verse reflejado en el soldado alemán que acaba de matar.

Tampoco tenía condecoraciones, ni rango, y sin embargo nos habíamos disparado y nos habíamos matado el uno al otro, aunque seguro que si nos hubiésemos encontrado de civil es probable que nos hubiésemos caído bien y hubiésemos charlado.

Las novelas de Bohumil Hrabal, provocan risa y ternura, compasión. Dan en el clavo, en la esencia de lo humano.

Cierto rey persa, a quien el poeta de su corte en un poema elogioso comparó con el sol, comentó: “Mi lasanoforos lo desmiente”. Y lasanoforos en persa significa “orinal”. Es decir, que los antiguos sabían muy bien que la imagen de un hombre está dialécticamente compuesta de su gloria y su difamación. Nosotros, en el siglo XX, tendemos a ver en nosotros sólo las alabanzas y en los demás los defectos. Eso es el inicio del caos.

En Leyendas y romances de ciego, Bohumil Hrabal.

Bohumil Hrabal en la Biblioteca UPM

Marcovaldo, Italo Calvino

Marcovaldo, Italo CalvinoMarcovaldo
Italo Calvino
Barcelona: Libros del zorro rojo, 2013
Traducción: Juan Ramón Masoliver

Ilustrado por Alejandro Sanna

Marcovaldo ovvero Le stagioni in cittá (Giulio Einaudi, 1963) 

Marcovaldo, obrero en una fábrica tan difusa como la ciudad en la que vive, es en realidad un soñador. Y como todos los soñadores es al mismo tiempo encantador y torpe, villano y poeta, adorable y pobre diablo. Busca, desde el corazón del cemento y las fábricas que ensucian el río, estar en contacto con la naturaleza. Marcovaldo se vuelve loco de contento si mientras espera en la cola del autobús divisa asomando entre dos adoquines el sombrero de una seta. Y será feliz sintiéndose el único en haberla descubierto, y recolectará más, y hará fiesta en casa con la familia y… olvidará preguntarse si eran comestibles. Marcovaldo, un adulto niño aún con la ilusión intacta, sin miedo a tropezarse, que mira alrededor de otra manera, descubriendo posibilidades contra pronóstico. Y leer sus aventuras divierte, sí, te traslada a una época de la vida en la que nada parecía imposible. Pero al mismo tiempo hace sentir compasión y contagia una melancolía que, como la niebla del invierno, va dulcemente cubriéndolo todo.

Ilustración de Alejandro Sanna

Tenía este Marcovaldo un ojo poco adecuado a la vida de la ciudad: carteles, semáforos, escaparates, rótulos luminosos, anuncios, por estudiados que estuvieran para atraer la atención, jamás detenían su mirada que parecía vagar por las arenas del desierto. En cambio, una hoja que amarilleara en una rama, una pluma que quedase enganchada en una teja, nunca se le pasaban por alto: no había tábano en el lomo de un caballo, taladro de carcoma en una mesa, pellejo de higo escachado en la acera que Marcovaldo no notase, y no hiciese objeto de cavilación, descubriendo las mudanzas de las estaciones, las apetencias de su ánimo y la miseria de su existencia.

Publicado por primera vez en 1963, el libro incluye veinte relatos, cada uno de ellos ambientado en una estación del año, cinco por cada una de ellas. Para saber más sobre esta edición de 2013 en la editorial Libros del Zorro Rojo se puede visitar aquí su web.

Italo Calvino en la Biblioteca de la UPM

Casa de muñecas, Patricia Esteban Erlés

Cubierta de Casa de muñecas, Patricia Esteban ErlésCasa de muñecas
Patricia Esteban Erlés
Ilustrado por Sara Morante
Madrid: Páginas de Espuma, 2012

Una colección de micorrelatos terroríficos donde los haya -en estas fechas de muertos y huesos de santo no le viene nada mal a la imaginación- es lo que propone Patricia Esteban Erlés en este libro/casa de muñecas que cuenta con una buena cantidad de ilustraciones de Sara Morante, sugerentemente perversas, en negros, grises y magenta (o como se dice en uno de los cuentos: rojo cicatriz).

Este libro/casa de muñecas está dividido en los capítulos/habitaciones que suele tener toda casa victoriana difuminada en nieblas y secretos antiguos que se precie, y en cada espacio, como si de los cajones de la cómoda de la abuela se tratasen, van los terrores correspondientes: muñecas fatales y killer barbies en el cuarto de juguetes, presencias en el armario del dormitorio, un monstruo en el desván de los monstruos, claro está, y fantasmas en… bueno, fantasmas por todas partes, como la vida misma.

Ilustración de Sara Morante

Microrrelatos bien ejecutados, terror sostenido o insostenible para caracteres sensibles, gusto por lo macabro, humor negro, niñas de porcelana y variedad de sorpresas que nos amargarán deliciosamente una tarde-noche de noviembre mientras una sopa saluda con sus dedos de humo y nos sorprende la cantidad de gente que está sentada ahora mismo en las sillas vacías junto a la mesa.

Dos entrevistas a las autoras, en El Mundo y en la revista Culturamas.

Patricia Esteban Erlés, por Sara MorantePatricia Esteban Erlés (Zaragoza, 1972) estudió Filología Hispánica. Obtuvo el Premio de Narración Breve de la Universidad de Zaragoza en 2007 con Manderley en venta y el XXII Premio de Narrativa Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal en 2008 con Abierto para fantoches.

Ha publicado libros de cuentos, Manderley en venta (2008), Abierto para fantoches (2008) y Azul ruso (2010). Y varios de sus cuentos han sido antologados en volúmenes temáticos  y diversas antologías.

Sara Morante, por Sara MoranteSara Morante (Torrelavega, 1976) estudió Artes Aplicadas en España y en Irlanda. Obtuvo el Premio Euskadi de ilustración 2012 por La flor roja de Vsévolod Garshín y el Premio Nacional de Arte Joven, categoría ilustración del Gobierno de Cantabria en el año 2008.

Además de Casa de muñecas, ha ilustrado los libros Diccionario de literatura para esnobs, de Fabrice Gaignault, Los zapatos rojos de H. C. Andersen, La flor roja de Vsévolod Garshín, Xingú de Edith Wharton, Señal de Raúl Vacas y Los Watson de Jane Austen.

El Ruletista, Mircea Cărtărescu

El Ruletista, Mircea CărtărescuEl Ruletista
Mircea Cărtărescu
Madrid: Impedimenta, 2010
Traducción: Marian Ochoa de Eribe

 

La ruleta rusa, esa apuesta que consiste en introducir una bala en el tambor de un revólver, hacerlo girar con determinación y pegarse un tiro en la cabeza. Si ésta no vuela hasta la pared y decora un desconchado, el jugador cobra el privilegio de sostener algo aún sobre los hombros (al menos hasta la próxima puja).

El ruletista de Cărtărescu se hace de oro contra toda estimación probabilística, salta la banca de la fama, pues después de arriesgar su vida en repetidas ocasiones a una sola bala, comienza a aumentar sin inmutarse el número de proyectiles en el cargador, hasta provocar que lo que hasta ese momento sucedía en el contexto de lacónicas reuniones de inframundo se convierta en un espectáculo de salón, donde un público caprichoso de sangre, excitado ante la cada vez más inminente danza de la muerte, eleva sus apuestas en medio de una atmósfera de colectivo éxtasis.

El jugador, pese a ganar siempre por una extraña determinación del destino, es un ser desafortunado, un portador de inmensa tristeza. Igual que el narrador de la historia, un octogenario que asomado a su propio precipicio está buscando, por medio de la palabra escrita, algo semejante a la inmortalidad.

Relato, pues, de tintes existencialistas, oscuro, de algún modo sobrecogedor, breve y certero, donde la vida y la muerte se burlan de sus perseguidores.

El Ruletista, editado por Impedimenta tanto de forma independiente como integrando el volumen de cuentos Nostalgia, es obra del rumano Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956), poeta, narrador y crítico literario rumano.

Estas dos entrevistas, realizadas por El País y la revista Jot Down, sirven para conocer mejor al autor.

 

Foe. J.M. Coetzee

Cubierta de Foe. J.M. Coetzee

Foe
J.M. Coetzee
Barcelona: Mondadori, 2004
Traducción: Alejandro García Reyes

De un modo enigmático, agobiante, claustrofóbico incluso, con el punto de vista cambiado plantea J.M. Coetzee esta reescritura del mito de Robinson Crusoe de Daniel Defoe. No es Robinson el protagonista narrando su peripecia en el destierro, sino un nuevo personaje, Susan Barton, que arrojada de un barco portugués amotinado llega a la isla en la que ya Cruso y Viernes acumulan años de lucha por la supervivencia. Susan se acomoda a la soledad y al silencio (al humano, pues el ruido natural de la isla es ensordecedor) hasta que un año después se produce el rescate que acaba con la aventura.

Y aquí es donde comienza de verdad la novela de Coetzee. Una vez pormenorizada por escrito la peripecia en compañía de los otros náufragos, Susan se pone en contacto en Inglaterra con Foe, afamado escritor de la época, para hacerle llegar su manuscrito, con la determinación de convencerle para que narre la historia, la dote del cariz narrativo, del interés literario que ella no podría darle. Mientras, sin dejar de escribir cartas que al principio envía , luego escribe sin enviar, y finalmente piensa sin escribir, aportándole al escritor recuerdos, retazos, nuevas interpretaciones de lo ocurrido, debe convivir en una ciudad ajena a ambos con Viernes, el esclavo mudo que también ha sido rescatado de la isla, pues entre ellos se ha generado un vínculo imposible de cortar.

Foe, J.M. CoetzeePuede que la figura más enigmática de la novela (nunca sabremos con certeza si era un caníbal, ni si fueron los negreros o el propio Cruso quienes le cortaron la lengua), sea Viernes, con su silencio obligado, su conciencia abstraída, sus bailes que parecen sacarlo de la realidad y trasladarlo… ¿a dónde? Tal vez hacia la deriva como al resto de los personajes, pues dan estos siempre sensación de andar desorientados, perdidos, encaminados hacia la disolución, como si nunca hubieran sido rescatados de la isla.

Una novela bastante metaliteraria, pues, con sus personajes-náufragos en busca de un escritor que les dote de sentido. Pero que también explora otros asuntos interesantes como la esclavitud o el oficio de escribir.

Todos, absolutamente todos, sentimos en nuestros corazones la necesidad de ser libres; pero ¿quién de nosotros podría decir qué es la libertad exactamente?

J.M. Coetzee (1940, Ciudad del Cabo, Sudáfrica) recibió el Premio Nobel de Literatura en 2003. Se graduó en matemáticas e inglés en su ciudad natal antes de trasladarse a Londres. En 1965 se volvió a trasladar a Estados Unidos y en 2002 emigró a Australia, su actual residencia. Algunas de sus obras más conocidas son Esperando a los bárbaros (1980), Vida y época de Michael K (1983), El maestro de Petersburgo (1994) o Desgracia (1999).

J.M. Coetzee en la Biblioteca de la UPM

1 15 16 17 18 19 23