Archivo de la categoría: Libro antiguo

Librería versus Biblioteca

En nuestro idioma no solemos confundir una librería con una biblioteca, aunque la biblioteca tiene librerías, que según la RAE es un mueble con estantes para colocar libros, además de la tienda donde se venden libros. Pero en inglés ¿quién no ha confundido alguna vez library con librería?

La cuestión es que librería y biblioteca son primas hermanas porque las dos llevan el libro en su interior, una en latín y otra en griego (liber y biblíon); porque las dos adquieren, conservan, ordenan, exponen y difunden libros, cada una con su finalidad: la una por dar a conocer las novedades para vender, la otra por difundir su colección para ponerla al servicio de las personas usuarias de la biblioteca.

Porque tenemos mucho en común, hoy 8 de noviembre, felicitamos a las librerías en su día, el Día de las Librerías, y lo hacemos con lo que nos une, con un libro de nuestra colección de la biblioteca que reposa ordenadito en la balda de una librería.

“Catálogo de la Librería General de Victoriano Suárez”

El ejemplar de 1915 es un catálogo de 147 páginas donde encontramos los libros disponibles para la venta de materias relacionadas con la ciencia en la Librería General de Victoriano Suárez que estaba en la calle de Preciados número 48 de Madrid.

Libros ordenados alfabéticamente por autores y por categorías de la Ciencia, entre ellas: Matemáticas y sus aplicaciones, Mecánica, Física, Química, Electricidad, Automovilismo y Aviación, Artes e Industrias, etc. Categorías que en muchos casos son también materias de ordenación en una biblioteca.

En un catálogo de biblioteca encontramos la ubicación del libro pero un catálogo de librería nos dice el precio, en este caso, en pesetas si los comprabas en Madrid porque si los pedías desde provincias o desde el extranjero, servían a Europa y a los Estados Unidos de América, tenían sus lógicos gastos de envío.

Las librerías hoy, 8 de noviembre, te hacen un 5% de descuento y te ofrecen muchas actividades y muchos libros. Date una vuelta entre librerías.

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Entre páginas

Nos hemos encontrado varias papeletas que son testimonio de cómo funcionaba antes la biblioteca, en la época de la Escuela Técnica de Peritos Industriales, ya en Ronda de Valencia, y de qué libros se prestaron algún día de 1959, 1960 y 1971.

Nada de códigos de barras ni de buscar el libro en las estanterías. Había que rellenar una papeleta troquelada en dos partes, una parte para el lector y otra para la biblioteca. El personal de la biblioteca iba a buscar el libro al depósito y se lo entregaba al lector. El carnet quedaba junto a una parte de la papeleta, donde aparecían los datos del libro prestado, en poder de la biblioteca hasta la devolución del ejemplar prestado: un “Manual de geología” de Maximino San Miguel de la Cámara , el “Tratado moderno de termodinámica” de Hans D. Baehr , “Oleicultura práctica” de José Pérez de Gracia , “Química analítica y fisiológica de los aceites y grasas” de Daniel Mangrané  o “Problèmes d’électricité” de Edmond Gabriel .

Hoy es mucho más fácil y, si quieres, autónomo. Puedes retirar un libro en préstamo acudiendo al mostrador de la biblioteca donde presentando tu carnet y con la rápida y ágil lectura de los códigos de barras todo queda registrado en nuestro sistema de bibliotecas. O puedes optar por el autoservicio con la máquina de autopréstamo que está situada junto al mostrador de la biblioteca. También ágil y eficaz mediante lectura de los códigos de barras de carnet y de libro, pero además y por seguridad, tienes que introducir tu PIN o NIP, ese numerito mágico que no debes compartir con nadie, que puedes consultar en Politécnica Virtual (Utilidades/Informática/Solicitudes/CambiarPIN) y que por seguridad deberías cambiar, teniendo en cuenta que el cambio se hace efectivo al día siguiente.

Hemos mejorado, hemos avanzado, ya no hace falta rellenar papeletas de préstamo pero lo que aparece en el reverso de estas papeletas de los años 50, 60, y 70 sigue vigente.

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Exposición: “La Tabla Periódica en los libros de la UPM”

Desde el 14 al 29 de octubre se puede visitar en el Rectorado  de la Universidad Politécnica de Madrid la exposición “La tabla periódica en los libros de la UPM”, organizada por Biblioteca Universitaria UPM, para recordarnos que 2019 es el Año Internacional de la Tabla Periódica de los Elementos Químicos.

La Biblioteca de la ETSIDI ha prestado para esta exposición un libro de su fondo antiguo:

“Compendio de los metheoros del principe de los filosofos griegos y latinos Aristoteles: en los quales se tratan curiosas, y varias questiones… sacadas a luz por el licenciado Murcia de la Llana”. Ejemplar impreso por Juan de la Cuesta en Madrid en 1615 y que se puede ver a texto completo en Colección Digital Politécnica.

Rectorado A de la UPM / Avenida Ramiro de Maeztu, 7

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El verano es tiempo de viajes, mapas y cielos nocturnos

Como los que vemos en estos grabados del libro de 1811 “Introduction à la géographie mathématique et critique et a la géograhpie physique” del matemático francés Sylvestre François Lacroix (1765-1843).

Como el propio autor nos dice en el prefacio de la obra, su objetivo es “exponer los principios de la geografía matemática y física obteniendo una idea general de los accidentes geográficos y de los fenómenos meteorológicos desde un punto de vista único para todo el Globo”. Como la variedad de unidades de medida era una fuente constante de errores y diferencias en los relatos de viajeros y en los tratados de geografía, todos los resultados que ofrece se basan en un sistema uniforme de medidas para facilitar las conversiones de unidades de la circunferencia del globo terráqueo para lo que utiliza la legua marina, la milla geográfica y la vara para medidas más pequeñas. También reconoce que su obra debe mucho “a los trabajos de Monsieur de Humboldt —geógrafo alemán (1769-1859)—  y a los consejos que me ha dado”.

Los dos mapas “proyectados sobre el horizonte de París” fueron realizados por el cartógrafo y grabador Pierre Lapie (1777-1850). Muestran todas las regiones terrestres y en especial las grandes islas y los principales archipiélagos que no son adyacentes a uno u otro continente. Entre los dos mapas se ve toda la superficie terrestre en los dos hemisferios.

Texto completo de la obra

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Verano entre páginas

¿Te suenan las academias para prepararte asignaturas? Entre páginas nos hemos encontrado con hojas publicitarias de dos academias de hace unos cuantos años.

La academia Duffuer-Zubillaga que estaba en la calle Cruz, 8, muy cerquita de la Puerta del Sol. ¿De qué año será esta publicidad de peritos industriales? Teniendo en cuenta que la denominación de peritos fue de 1942 a 1966 podríamos fecharla en ese amplio periodo de casi 25 años. Anunciaban el comienzo el 1º de julio de sus cursos intensivos de verano para la convocatoria de septiembre. El verano también era duro para los peritos de antes.

Posterior sería la publicidad de la academia Uriol y Sebastián de la calle Atocha, 83 que anunciaba sus cursos con horarios de mañana, tarde y noche para reforzar la química orgánica, formulación y nomenclatura con chuleta incluida en el reverso, una publicidad muy práctica. Los cursos son ya para ingenieros técnicos. Desde 1966 la denominación de la escuela es de Ingeniería Técnica Industrial y como figura el código postal, 12 de la calle Atocha, todo apunta a que sea posterior al año 1981, momento en el que aparecen los códigos postales coincidiendo con la puesta en marcha de los procedimientos automatizados de clasificación de correspondencia.

Lo curioso es donde hemos encontrado la primera hoja publicitaria: en un libro de 1805 “Demostración histórica del verdadero valor de todas las monedas que corrían en Castilla durante el reynado del señor Don Enrique IV y de su correspondencia con las del señor D. Carlos IV” . Un libro que perteneció a la Biblioteca Nacional donde se procedió a su expurgo, los sellos lo atestiguan, y que llegó hasta la Escuela Central de Artes e Industrias que fue la denominación predominante de los estudios de ingeniería industrial en la primera mitad del siglo XX. Parece poco probable que este libro lo consultara un futuro ingeniero o a lo mejor sí, si pensamos en una mente curiosa con interés por otras disciplinas al estilo renacentista. O quizás algún bibliotecario lo dejó allí olvidado mientras realizaba alguna tarea propia de su oficio.

Curioso es también que actualmente tanto en la calle Cruz, 8 como en la calle Atocha, 83 haya hoteles en vez de academias. En fin, como siempre, dejemos volar la imaginación y construyamos historias.

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Entre páginas

Si tuviéramos que hacer una estadística diríamos que las personas que han usado la biblioteca de la escuela hasta 1981 preferían el metro para trasladarse. Nos lo dicen los billetes de transporte que nos hemos encontrado en algunos libros de nuestro fondo. Porque ¿quién no ha utilizado alguna vez un billete de metro o de autobús como marca páginas?

Entre los lectores de libros de la biblioteca hay quien hizo el recorrido en tranvía entre Carabanchel Bajo y la Glorieta de Atocha por 35 céntimos; otros que cogieron el metro en Lista o Manuel Becerra. Dos de esos lectores viajaron con su libro en 1972 desde la estación de Quevedo y en 1981 desde algún lugar de Metro, porque ese año Metro implanta el taco de diez billetes sencillos a precio reducido y desaparece en el billete la información sobre la estación.

Algunos de estos billetes se sacaron de su entorno libresco y no podemos saber qué iban leyendo esos viajeros. Pero con dos de ellos, que quedaron entre páginas, podemos viajar…en libro.

“Tintorero y quitamanchas: teñidos, lavados, blanqueos y aprestos de toda clase de tejidos nuevos y usados completado con Novísimas fórmulas para el teñido de artículos de lona, caucho y piel” viajó con uno de los primeros billetes sencillos de metro el 6 de mayo de 1981, no sabemos a dónde pero seguro que lavado, teñido y con apresto.

El viajero lector que cogió el metro en Manuel Becerra se entretenía con el libro “Matemáticas animadas: relatos de matemáticas y juegos de ingenio” de Yakov I. Perelman (sic) publicado en 1938 . Su billete del 8 de noviembre de algún año posterior a la publicación del libro quedó en el comienzo del capítulo “La correspondencia secreta de los conspiradores” donde pudo leer cómo mandar mensajes secretos basándose en el uso de cuadrículas. Como podemos leer en la página 103 de este libro: “Cuándo y dónde sucedió esta historia, no se sabe. Es posible que no haya sucedido, y casi lo más seguro. Pero sucediera o no, la historia es suficientemente interesante para escucharla”.

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Entre páginas

Este ejemplar de “Los Comentarios de Julio Cayo César a la guerra de Francia” de 1798 sirvió de apoyo a algún estudiante de latín que copió la misma frase varias veces para reforzar la traducción del castellano al latín. Ahora nos parecería una locura utilizar este ejemplar del siglo XVIII como libro de texto y de apoyo para el estudio y lo guardamos como oro en paño.

El libro tiene hasta tres sellos que determinan su pertenencia a nuestra Biblioteca en las etapas de Escuela Industrial de Madrid, Escuela del Trabajo de Madrid y Escuela de Ingeniería Técnica Industrial de Madrid. Es decir al menos desde 1910.

Repaso de declinaciones latinas también entre las páginas de este “Método de latín de primer curso” , obra de 1932 que tiene sello de los Talleres Mecánicos de la Escuela Industrial de Madrid allá por los primeros años de la década de los 40 del siglo XX.

Apuntes, chuletas, borradores que pudieron pertenecer a estudiantes que estaban preparando su examen de Estado. Hasta 1953 para adquirir el título de Bachiller universitario o bachiller superior y poder ingresar en la universidad había que hacer un examen de Estado que, con variantes según el devenir de las leyes, constaba de un ejercicio escrito con una traducción de un texto latino sencillo, una composición española sobre un tema general y la resolución de un problema elemental de matemáticas; y una parte oral sobre todas las materias cursadas. Conseguido el título de Bachiller cada universidad o centro universitario tenía sus propias condiciones de acceso y/o examen de ingreso.

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Entre páginas

Quien consultó este pequeño manual sobre el cuerpo humano, “El cuerpo humano: (anatomía de las formas)” se entretuvo copiando uno de los grabados que ilustran la obra, el conjunto del esqueleto del pie derecho, y no lo hacía nada mal. Para ello utilizó el reverso de una de las fichas que antes había que rellenar para sacar un libro en préstamo.

Ahora vienen las incógnitas. ¿Por qué este libro está en nuestra biblioteca si tiene un sello de la Biblioteca General del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes? ¿Cómo acabó aquí en la Biblioteca de la hoy ETSIDI? ¿De qué biblioteca o archivo es esa papeleta de petición de préstamo? ¿Quién se dejó olvidado ese boceto? ¿Fue un alumno de la Escuela de Artes e Industrias, de la Escuela Superior de Industria, de la Escuela Industrial, de la Escuela de Peritos Industriales? ¿Fue en 1900, en 1910, en 1924, en 1942? ¿Fue cuando se cursaban los estudios industriales en la calle San Mateo, en Alberto Aguilera, en la calle Flor Alta, o ya aquí en Ronda de Valencia?

Esta obra, sin fecha exacta en su portada —hasta eso es un enigma— se publicó con bastante seguridad en la década de 1890. De lo demás podemos hacer muchas cábalas, dar muchas posibles respuestas, quizás ninguna sea cierta o algunas se acerquen algo a la realidad, nunca lo sabremos probablemente. Lo cierto es que ese dibujo, esas papeletas se quedaron olvidadas entre las páginas del libro para formar parte de él, para pertenecer a él, para que nuestra imaginación vuele creando una historia sobre quién lo dejó ahí olvidado.

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¡Ay del Chiquirritín…!

Llegan las vacaciones de Navidad y con ella los Villancicos. La Biblioteca de la ETSIDI no sólo tiene libros de álgebra, cálculo, mecánica, química,… Los estudios de Ingeniería Industrial se remontan a la segunda mitad del siglo XIX. ¡Muy, muy lejos ya de este S. XXI! Pero los libros que guardamos en nuestro fondo nos recuerdan ese pasado que ya casi nos parece remoto. La escuela no siempre estuvo aquí, dio tumbos de un edificio a otro hasta 1956, en unos sitios estuvo más tiempo que en otros, en algunos compartiendo instalaciones con otros organismos que poco o nada tenían que ver con los peritos. Quizás por eso tenemos libros que nada tienen que ver con la ingeniería. Y algunos nos recuerdan la época en la que estamos como este “Cancionero español de Navidad” de 1944, donde podemos encontrar entre otros muchos villancicos este ¡Ay del Chiquirritín!, que seguro que todos conocemos. Es el único libro que tenemos sobre la Navidad. Quién sabe cómo llegó hasta nuestras estanterías.             

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