Cuaderno de faros. Jazmina Barrera

Cubierta de Cuaderno de faros, Jazmina BarreraCuaderno de faros
Jazmina Barrera
Logroño : Pepitas de calabaza, 2019

En su Cuaderno de faros Jazmina Barrera plasma la fascinación y el atractivo que los faros ejercen sobre su sensibilidad. Y consigue trasladarlo muy pronto al lector, como no puede ser de otra manera a poco que éste empieza a reflexionar de su mano acerca de esas construcciones levantadas al límite de la tierra firme y que vigilan el océano indescifrable.

El libro está dividido en seis viajes a faros situados en lugares del mundo muy lejanos entre sí. En cada capítulo, la autora, valiéndose de pequeños ensayos o breves artículos, va juntando una colección de detalles, de experiencias, de emociones y de pensamientos, pero también de historias y de mitologías, valiéndose de una extensa documentación y de múltiples referencias literarias.

Si de entre todo lo que reúne Jazmina Barrera tuviera que elegir dos o tres elementos, me quedaría sin dudarlo con la tierna historia del faro de Jeffrey’s Hook en Manhattan (The Little Red Lighthouse), pero también con las variadas referencias literarias que recoge (que van nada menos que desde Virginia Woolf hasta uno de los relatos fantásticos de Ray Bradbury). Y, sin duda, me quedaría con el capítulo que define a los faros como seres a medio camino entre la civilización y la naturaleza (entre la utilidad y la necesidad de darles un nombre), que me traslada feliz –y libremente– a uno de los poemas que Andrés García Cerdán recoge en su último libro “Defensa de las excepciones”, en el que los guerreros comanches son de algún modo también los prados, su caballo y la flecha.

El faro mira y busca, como mira el humano, como un humano de piedra. La primera vez que estuve frente a un faro sentí como Michelet, que “la posición de guardián de los mares, de velador constante, hace del faro una persona.”

Formar una colección como esta, tan honda y llena de reflexión puede llevar a su autor demasiado lejos en el viaje al centro de uno mismo. Para Jasmina Barrera ciertas colecciones deben permanecer inconclusas (porque cuando se colecciona hay que acotar, si no se quiere recolectar el mundo entero). Así queda, pues, esta bella, inspiradora y fragmentaria colección de faros.

Microcosmos / Claudio Magris

Claudio Magris: Microcosmos.

Ed. Anagrama, 1999- (trad. castellana de J. A. González Sainz)

Título original: Microcosmi. Garzanti, 1997-

 Sobre los islotes se asoman las barracas, la secular construcción lagunar que hacía las veces de casa y de almacén para la pesca, hecha de madera y de mimbres, con la puerta hacia poniente, el suelo de barro, el hogar, fughèr, en el centro y el jergón relleno de algas secas. Todavía queda alguna barraca, incluso bastantes; de algunas sobresalen las antenas de la televisión, otras están rehechas o transformadas. En Porto Buso, donde termina la laguna de Grado, ya no quedan, porque en la época de la guerra de Abisinia un jerifalte, de paso por aquí, observó que era indigno ir a civilizar África y tolerar chozas abisinias en nuestra propia casa y las mandó derribar, sustituyéndolas por pequeñas casas de piedra.  (p. 70)

Claudio Magris es un escritor erudito con un instinto especial para los grandes ámbitos culturales como la cuenca danubiana o el Mar Adriático, escenarios sobre los que el fin de la Guerra Fría le ha permitido lanzar una mirada renovada. Su atalaya de observación es privilegiada: su Trieste natal y la región de Friuli de sus orígenes familiares, punto de contacto y transición entre Centroeuropa y el Mediterráneo, entre Italia y la península balcánica.

De entrada, atención al plural del título original italiano: Microcosmi, o sea múltiples Microcosmos.  Este libro solo de refilón puede ser considerado “de viajes” sin más. Magris va de un escenario a otro, pero para penetrar en la intrahistoria de lugares y personajes tan recónditos como imprescindibles. De tal modo que el desplazamiento parece en realidad el vehículo de la reflexión concentrada. En la receta de Microcosmos caben también el ensayo, la crítica e historia literarias, y la historia social. Su aguda inteligencia y su dominio absoluto del lenguaje permiten a Magris desplegar toda una poética humanista de la Historia, bien emparentada con aquellas otras, respectivamente espacial y geográfica, que nos enseñan Bachelard y Onfray. Elegía del Adriático, ese brazo del Mediterráneo con pinceladas norteñas y orientales, teatro de la magnética cultura veneciana. Testimonio de otros rincones fronterizos: Piamonte, Tirol. Observaciones recatadas pero precisas de pequeños territorios de los que Magris extrae matices y descifra significados trascendentes que les confieren –y a él mismo como creador- un alcance cuando menos continental. Un libro lleno de buenas pistas literarias, incesantemente hipertextual en su esencia. Confieso que Microcosmos me parece un Magris en estado de gracia: aunque había leído algunos otros textos suyos, ninguno me conquistó como este; nuevo reconocimiento a nuestra compañera María José Rodulfo que me sugirió su lectura.

Un último aviso: en la traducción que manejamos –muy buena por lo demás-, muchos topónimos se mantienen en su forma italiana y no en la eslava como son comúnmente usados por los hispanohablantes hoy día; así Cattaro es Kotor, Fiume es Rijeka, Spalato es Split, etc. No hay indicaciones sobre esto más allá de las muy ocasionales del autor, debidas al contenido de la obra propiamente dicho.

La corrección lingüística es la premisa de la claridad moral y de la honestidad. Muchas fullerías y graves prevaricaciones nacen cuando se hacen chapuzas con la gramática y la sintaxis y se pone el sujeto en acusativo o el complemento directo en nominativo, enredándolo todo y confundiendo los papeles de las víctimas y los culpables, alterando el orden de las cosas y atribuyendo eventos a causas o a promotores distintos de los reales, aboliendo distinciones y jerarquías en una engañosa montonera de conceptos y sentimientos, deformando la verdad. (p. 131).

Claudio Magris en: Biblioteca UPM.

Jardines en tiempos de guerra. Teodor Cerić

Cubierta de Jardines en tiempo de guerra, Teodor CericJardines en tiempos de guerra
Teodor Cerić
Barcelona: Elba Editorial, 2018
Traducido del francés por Ignacio Vidal-Folch
Ilustradora: Mercedes Echevarría
Título original: Jardins en temps de guerre (2014), traducido del serbocroata y editado por Marco Martella

Marco Martella, editor y director de la revista Jardins, cuenta en un breve prólogo (Una poesía con las uñas sucias de tierra) que convencer al poeta Teodor Cerić (Sarajevo, 1972) de publicar los textos que componen este libro no fue tarea fácil, pero que después de un largo intercambio de correos electrónicos acabó por permitírselo siempre que no los reuniese bajo un título sensiblero, tal y como se hace con otros libros sobre jardines, y que lo llamara sencillamente Jardines en tiempos de guerra.

En 2014, el poeta vivía en una casa de campo en los alrededores de Sarajevo, ajeno ya a la escritura y dedicado a la jardinería, pero entre 1992, año en que escapó de la ofensiva serbia sobre su ciudad, y 1997 estuvo viajando por Europa, de aquí para allá dando tumbos, sobreviviendo. En ese período conoció los jardines de los que habla en estos textos.

Un jardín (el jardín propio), viene a decir, es el último refugio cuando todo alrededor se desmorona. Cuando el individuo se ve cercado por el horror de una guerra, los dones de la locura o los muros que acorralan la ciudad el cuidado de un jardín se revela como una vía para la resistencia, tan pequeña como encender una vela en medio de la noche del universo, tan suficiente como para alumbrar un mínimo mundo habitable.

Aparte de por su propio jardín, al que el autor alude brevemente al final del libro, la mirada sensible de Teodor Cerić se pasea por otros siete, famosos o íntimos, convencionales o por los pelos merecedores del concepto jardín, ¡incluso por el jardín de Samuel Beckett en Ussy-sur-Marne! Cada uno con su propia poética y multiplicidad de significados. Ve y transmite lo que esos jardines dicen, lee en la elección y disposición de sus rosales, helechos y caléndulas como quien lee entre los versos de un poema autobiográfico. Encuentra en ellos su casa. Y de paso cuenta su propia historia.

Un libro delicioso, un lugar en medio de la guerra que no es guerra.

– Pero el arte más importante que la ninfa me enseñó -proclamó un día Arquedamo de Tera, según cuenta Porfirio- es el de plantar árboles. Ése es el arte supremo, el que engloba todas las otras artes y que, al mismo tiempo, es menos que las otras artes, porque las obras que produce son efímeras y cambiantes, están sujetas a la buena voluntad del cielo, de las estaciones y de las cabras, y se hallan tan desvalidas que una simple tempestad puede hacerlas desaparecer. Y, sin embargo, reclama una devoción aún más profunda que la que se le exige al escultor, al músico o al poeta.

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Este artículo de Enrique Vila-Matas publicado en El País revela que Teodor Cerić es un heterónimo de Marco Martella. Ni me lo imaginé:

Marco Martella (Roma, 1962) dirige la revista Jardins desde 2010 y bajo los heterónimos de Jorn de Précy y Teodor Cerić, ha publicado El jardín perdido (2018) y Jardines en tiempo de guerra (2018), respectivamente.

El mesías de las plantas. Carlos Magdalena

Cubierta de El mesías de las plantas, Carlos MagdalenaEl mesías de las plantas : aventuras en busca de las especies más extraordinarias del mundo
Carlos Magdalena
Traducción: Belén Urrutia Domínguez
Barcelona : Debate, 2018
The plant Messiah : adventures in search of the world’s rarest species (London : Penguin Books, 2017)

Carlos Magdalena (Gijón, 1972) se toma un poco a lo Monty Python en La vida de Brian el apodo de mesías de las plantas que inventó el periodista Pablo Tuñón en 2010 y se hizo popular al mencionarlo David Attenborough en una entrevista para Kingdom of plants, la serie grabada en el Real Jardín Botánico de Kew, en Londres. Sin embargo, después de buscar en el diccionario la palabra mesías y no tener muy claro con cuál de las acepciones quedarse, resolvió ser todas ellas y centrar su misión en hacernos cobrar conciencia de la importancia que, para nuestro futuro y la supervivencia del planeta, tienen las plantas.

Un mesías no puede transformar las actitudes sin partidarios que difundan el evangelio. Cuando se trata de la conservación, necesitamos entusiasmo, motivación y acción. Ha llegado el momento de cambiar.

Quiero que este libro dé comienzo a ese cambio. Las personas necesitamos a las plantas y las plantas necesitan a las personas, y difundir ese mensaje comienza contigo y conmigo.

El paisaje de Asturias y las enseñanzas de su madre, que era florista, despertaron y nutrieron el interés de Carlos Magdalena por el mundo natural. Su gran oportunidad le llegó cuando trabajaba en Londres, una visita al Real Jardín Botánico de Kew le hizo sentir como en casa y desear quedarse allí. Un primer contrato como becario en el Tropical Nursery de Kew le abriría las puertas.

Dedicación, estudio, pasión, hicieron al importante botánico que es Carlos Magdalena hoy en día. Y es famoso por su labor como resucitador de plantas en peligro de extinción.

Todo empezó con la Ramosmania rodriguesii, el café marrón, una especie endémica de la isla Rodrigues, en el archipiélago de las Mascareñas. Había seis plantas en el Tropical Nursery, donde los expertos trabajaban en obtener semillas que aseguraran su reproducción. Muchos habían abandonado la esperanza de conseguirlo, pero Carlos creyó y acabó por conseguirlo.

La historia de la resurrección de la Ramosmania rodriguesii es solo una de las que podemos encontrar en este libro fascinante. Amor y dedicación traen a la vida, ante nuestros ojos de lectores asombrados, plantas de todo el mundo al borde de la desaparición. Son útiles, bellas e importantes para nuestra vida, la palabra del mesías nos llega clara y convincente.

Cada gen es una palabra; cada organismo, un libro. Cada especie de planta que se extingue contiene palabras que solo se han escrito en ese libro. Si se extingue una especie, se pierde un libro y, con él, las palabras y mensajes que portaba. Cada vez que destruimos una hectárea de hábitat prístino estamos quemando la biblioteca de Alejandría.

Crítica de la razón instrumental / Max Horkheimer

Max Horkheimer: Crítica de la razón instrumental.

Presentación de Juan José Sánchez; traducción de Jacobo Muñoz. Trotta, 2002.

Título original: Eclipse of Reason. Bloomsbury Academic, 2013.

Toda idea filosófica, ética y política tiene, cortado el nudo que la vinculaba a sus orígenes históricos, una tendencia a convertirse en el núcleo de una nueva mitología, y ésta es una de las razones por las que el avance progresivo de la Ilustración tiende, en determinados estadios, a recaer en la superstición y la locura. (p. 66)

Si piensas que se puede ser un profesional eficientísimo y al mismo tiempo un perfecto ceporro, incluso un desalmado; si tienes serias sospechas o empacho del consumo por decreto, del mainstream inacabable… este puede ser tu libro, o al menos uno que te va a interesar mucho. Pensamiento duro, eso sí: hay que muscular. No vendría mal un repaso de algunas corrientes contemporáneas en el punto de mira del maestro Max: empirismo, pragmatismo, neopositivismo, neotomismo. El premio: una obra mayor de la filosofía del siglo XX. Crecerás, ganarás soberanía personal.

La biografía de Max Horkheimer abarca las dos Guerras Mundiales, el surgimiento de la sociedad de masas, la crisis de 1929, su propio exilio personal de Alemania a los Estados Unidos, y la Guerra Fría. Para rematar, justo cuando el libro apareció las perspectivas de futuro no eran precisamente halagüeñas: el conflicto Este-Oeste enfilaba a toda máquina bajo la sombra de una amenaza nuclear ya materializada en Hiroshima y Nagasaki. Así que parece esperable que las grandes inteligencias de la época, desde los existencialistas a los filósofos críticos de la Escuela de Frankfurt –entre los que se encontraba Horkheimer- se preguntaran: ¿qué demonios está pasando aquí? Se dice que la obra, aún firmada por Horkheimer, tiene también la impronta de su otro gran compañero de Escuela: Theodor Adorno. Ambos influirían a su vez en otros filósofos posteriores como Marcuse o Habermas, incluso más remotamente en Zygmunt Bauman.

En su día el título original Eclipse of Reason perjudicó la recepción del libro, ya que permitió a otros mostrarlo –de modo más o menos manipulador- como una crítica de la razón, o sea justamente lo contrario de lo que es: un análisis y acta levantada sobre el declive de la razón crítica a manos de la dinámica desbocada del modo de desarrollo industrial bajo relaciones de producción capital-monopolistas. En esta acogida irregular no hay que descartar tampoco la influencia de la rigidez y esquematismos de la Guerra Fría. El título actual de la obra en español es conceptualmente muy preciso y es traducción casi literal de la primera edición alemana de 1967: Zur Kritik der Instrumentellen Vernunft. Crítica de la razón instrumental ya había sido publicada en los años 70 en Buenos Aires por la prestigiosa Editorial Sur. Ahora y con mucho gusto recomendamos la meritoria edición de Trotta.

En resumidas cuentas la sagacidad capital de Horkheimer y compañía consistió en ver y analizar el irracionalismo no como un fenómeno circunscrito a los totalitarismos políticos más notorios –por muy graves que estos fueran-, sino como un proceso civilizatorio –o más bien incivilizatorio- más largo, amplio y profundo. Un irracionalismo travestido de pura razón, o un descoyuntamiento de ella misma. Vieron claramente la Luna y no se quedaron mirando al dedo que la apuntaba. De ahí su absoluta vigencia en la sociedad hiperinformacional en crisis global de nuestros días. Disculpe la broma, señor Horkheimer, pero su libro es el mejor de los instrumentos.

Si la ciencia ha de ser la autoridad llamada a enfrentarse al oscurantismo –y al exigir tal los positivistas prosiguen la gran tradición del humanismo y de la Ilustración-, entonces los filósofos tienen que establecer un criterio para la verdadera naturaleza de la ciencia. La filosofía tiene que formular el concepto de la ciencia de un modo que exprese la resistencia contra la amenaza de recaída en la mitología y en el delirio y que conecte con las exigencias de la praxis existente. Para ser la autoridad absoluta la ciencia tiene que ser justificada como principio espiritual y no puede ser simplemente deducida a partir de métodos empíricos para luego pasar a verse absolutizada como verdad sobre la base de criterios dogmáticos orientados a tener éxito científico. (p. 104)

Max Horkheimer en: Biblioteca UPM.

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