Cine clásico en la UPM: “Centauros del desierto” (“The searchers”). John Ford

Cartel de Centauros del desiertoCentauros del desierto

Título original: The searchers. Director: John Ford. Año: 1956. Reparto: John Wayne, Jeffrey Hunter, Vera Miles, Natalie Wood y Ward Bond. Música: Max Steiner. Productora: Warner Bros. Pictures

Hablar de John Ford es hablar de uno de los mejores directores de la historia del cine americano.

“Me llamo John Ford y hago películas del Oeste

Así se presentaba a sí mismo John Ford y es que de sus manos han salido algunos de los mejores western,  un género injustamente menospreciado y que nos ha regalado auténticas joyas, como la que ahora nos ocupa.

Estamos en Texas, en 1868, tres años después de acabar la Guerra de Secesión. La película se inicia con una escena feliz. La familia Edwards recibiendo al tío Ethan, un ex-militar confederado interpretado magníficamente por John Wayne. Es un hombre tosco, un nómada solitario, un perdedor sin hogar (perdió la guerra, perdió a su gran amor, que al final se casó con su hermano) y con un odio exarcerbado hacia los indios.

Luego viene una gran escena, el ataque de los indios al rancho. Secuencia que en realidad no se ve pero que está resuelta perfectamente. La familia será asesinada al completo por los indios excepto la hija pequeña, Debbie, que consigue huir con su muñeca pero que  será raptada por los indios. Durante cinco largos años Ethan persigue a los comanches, acompañado de su sobrino Martin (Jeffrey Hunter) para recuperar a su sobrina. Al final estos hombres se convertirán en “centauros” del desierto, hombres-caballo de tanto galopar (por una vez me gusta la traducción del título original que se hizo al castellano).

John Wayne con John Ford en el rodaje de The Searchers

Centauros del desierto está basada en un hecho real, el de una chica de nueve años, Cynthia Ann Parker, raptada por los indios en 1836 y rescatada 25 años después.  La historia se convirtió primero en un relato publicado por entregas en los periódicos y luego en una novela de Alan Le May.

Qué se puede decir de John Ford. Hay muchísima información en Internet, bibliografías, etc.  Me conformaré con recordar algunos de sus títulos más emblemáticos: Fort Apache, La legión invencible, El delator (Oscar mejor director, 1935) La diligencia, El hombre que mató a Liberty Valance. Si bien, Ford cuenta en otros géneros con auténticas joyas: Las uvas de la ira (Oscar mejor director, 1940), Mogambo, ¡Qué verde era mi valle! (Oscar mejor director y mejor película, 1941) y El hombre tranquilo (Oscar mejor director, 1952), reseñada también en NST. En muchas de ellas Ford dirigió a John Wayne, uno de sus actores fetiche.

John Wayne es John Wayne. Borda los papeles de vaquero duro y curtido en mil batallas aunque no es su único registro. Ganó un Oscar en 1949 al mejor actor por Arenas Sangrientas. En1979, ya gravemente enfermo, le pudimos ver en la entrega de los Oscar recibiendo una enorme ovación. Fué su última aparición en público. Aquí podéis ver un vídeo de esa noche.

La escena final de la película es magnífica. Absténganse de verla aquellos que todavía no conozcan esta película y disfruténla de nuevo los que ya la conocen. Un John Wayne solitario, la puerta de la casa que se cierra y él alejándose, con sus andares característicos, una vez cumplido su deber, sin un claro destino y sin que los demás adviertan  su silenciosa marcha. La canción que acompaña esta escena te pone los pelos de punta.

John Ford en las Bibliotecas de la UPM.

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“1864” (la serie)

 

Cartel de la serie 1864

 "1864" (serie de televisión)

 

Esta vez mi recomendación es para una serie de televisión, una serie histórica danesa: “1864” que narra la “Guerra de los Ducados”. Escrita y dirigida por Ole Bornedal, está inspirada en la novela de Tom Buk-Swientys, Slagtebænk Dybbøl y en el testimonio de cientos de cartas de soldados reales. Es una serie de ocho capítulos y es la producción de televisión más cara de la historia de Dinamarca. Se estrenó el 12 de octubre de 2014 en la cadena pública Danmarks Radio, el 150º aniversario de esta guerra.

Pero ¿qué fue “la Guerra de los Ducados”? Fue un cruento conflicto militar en el que Dinamarca luchó contra la Confederación Germánica (Prusia y el Imperio austríaco). Una guerra que duró casi nueve meses y que perdió Dinamarca, obligándola a ceder el control del ducado de Schleswig que quedaría anexionado al de Holstein. Los daneses, pese a sus esperanzas de victoria y un ambiente generalizado de euforia bélica, fueron masacrados sin piedad. Aquella guerra dejó una profunda huella en la memoria histórica del país. Tras ella, Dinamarca adoptó una política de neutralidad que mantuvo durante la Primera Guerra Mundial.

La serie nos cuenta la historia de dos hermanos nacidos en una gran hacienda, Laust y Peter Jensen, que terminan sirviendo como soldados en esta guerra y de Inge, la hija del administrador de la granja, cuyo destino está unido al de los dos hermanos. Ellos representan a los daneses de a pie de la época, irresponsablemente conducidos a una carnicería frente a uno de los ejércitos más poderosos de Europa. También aparecen los aristócratas, fervientes defensores de la guerra y del honor danés, como el barón, propietario de la hacienda y su hijo, Didrich, que también irá a la guerra aunque en calidad de oficial, uno de los personajes más complejos e interesantes de la historia.

Fra forposterne 1864, de Vilhelm Rosenstand, cuadro que aparece en la introducción de la serie.

Fra forposterne 1864, de Vilhelm Rosenstand, cuadro que aparece en la serie.

¿Por qué recomendar una serie sobre un hecho que nos pilla tan lejos y de un asunto que nos es tan ajeno? Porque es una serie histórica muy bien contada y hace una recreación histórica impecable del ambiente político del momento, de la sociedad y sus conflictos.  También porque está muy bien hecha, manufacturada con un cuidado propio de producciones cinematográficas. 1864 no es una sólo una serie bélica. La primera secuencia de batalla no aparece hasta el cuarto episodio, si bien es cierto que en los siguientes capítulos la guerra empieza a acaparar mucho metraje (sobre todo el quinto, sexto y séptimo). La recreación de la batalla de Dybbol es estremecedora, realista y tremenda (igualable en impacto a la escena del desembarco de Normandía de otra excelente película de guerra “Salvar al soldado Ryan”).

De manera muy breve, tenemos representados a conocidos personajes como el implacable Otto von Bismarck y su emperador Guillermo I, la sinuosa reina Victoria de Inglaterra (gran secuencia la suya), el ministro británico Lord Palmerston, e incluso el famoso escritor de cuentos Hans Christian Andersen.

Un acierto el tema musical principal de la serie, de Marco Beltrami.

Otro detalle importante. Hay que verla en versión original (subtitulada) porque un mérito de esta serie es que se respetan los idiomas de los personajes: los prusianos hablan alemán, los gitanos hablan romaní, los ingleses hablan inglés y los daneses usan el danés; reflejando una realidad, como cualquier otra, de la época histórica en la que nos encontramos.

 

 

El jilguero de Donna Tartt

650_H422439.jpgDonna Tartt, El jilguero. Ed. Lumen, 2014

“Me encontraba aún en Amsterdam cuando soñé con mi madre por primera vez en mucho tiempo. Llevaba más de una semana encerrado en el hotel, temeroso de telefonear a alguien o de salir de la habitación, y el corazón se me desbocaba al oír hasta el ruido más inocente…”

Así comienza “El jilguero” de Donna Tartt. El que nos lo cuenta es Theo Decker, un hombre joven pero con una larga historia. En la cuarta página ya se explica al lector el acontecimiento que marcó su vida: siendo un adolescente de 13 años sufrió, junto con su madre, un atentado terrorista con bomba en el Museo Metropolitan de Nueva York. Su madre murió y él salió ileso, horrorizado y con un cuadro, El jilguero, una tabla holandesa del siglo XVII en sus manos.  A partir de ese momento su vida estará ligada a ese cuadro de forma obsesiva.

Este cuadro será su talismán y su agarradero en el largo y tortuoso recorrido de su vida. Sin saber qué hacer con él, sabiendo que hace mal guardándolo pero sin ser capaz de desprenderse de él.  El cuadro es un vínculo con su madre a la vez que un horrible recuerdo del atentado que marcó su vida.

Para los curiosos decir que el  cuadro de la novela existe realmente. Fue pintado en 1654 por el artista holandés Carel Fabritius, discípulo de Rembrandt y maestro de Vermeer. Un óleo sobre tabla de pequeño formato ( 33 x 22 cm) que actualmente se conserva en la Galería Mauritshuis de La Haya. También es interesante saber que el artista murió a los 32 años en el estallido del almacén de pólvora que casi destruyó la ciudad de Delf.

No es una novela ligera, ni por su extensión (unas 1.100 páginas) ni por su contenido pero su lectura te engancha desde la primera página siguiendo la peripecia vital de su protagonista, el  joven Theo, primero en Nueva York, luego en Las Vegas , vuelta a Nueva York y finalmente en Amsterdam. Una adolescencia dura, errante, con las drogas y el alcohol muy presentes como vía de escape de una realidad poco atrayente. Es una historia en la que la culpa está muy presente. En algunos momentos Theo Decker  recuerda a otro “famoso” adolescente, Holden Caulfield, el protagonista de “El guardián entre el centeno” de Salinger.

Una de las cosas que más me ha gustado de la novela es la relación que Theo mantiene con su madre, los recuerdos vividos con ella hasta su muerte y su presencia/ausencia a lo largo de toda  su vida:

“Su muerte marcó la línea divisoria. El antes y el después. Y si bien es triste admitirlo al cabo de tantos años aún no he conocido a nadie que haga que me sienta tan querido como lo hizo ella”.

Hay otros personajes que también marcarán la vida del protagonista. Sin duda Hobie, un restaurador de muebles que devuelve cierta estabilidad a la vida del chico; Andy, el amigo de la infancia; Boris, el otro amigo, fiel y complicado; Pippa, su amor platónico…

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Donna Tartt nació en 1963 en Greenwood, Misisipí, y se crió rodeada de libros. Irrumpió en el mundo literario hace 20 años con la novela El secreto, publicada en 1992, una obra que atrapó la atención de público y crítica. Tras 11 años de silencio publica en 2003 Un juego de niños. En 2014,  al cabo de otros once años, aparece El jilguero, con el que Donna Tartt ha ganado el premio Pulitzer de novela de ficción y se ha colocado en la cima de la lista de libros más vendidos.

“Escribo como un miniaturista que pintara un mural con un pincel del tamaño de una pestaña; haciendo un trabajo muy detallado, pero sobre un gran espacio y durante un largo periodo. Por eso tardo tanto”.

Tartt asegura que nunca lee las críticas y que se siente muy influida por Dickens, Virginia Woolf, Dostoievski o Stevenson.

Los estudios Warner Bros. han adquirido los derechos para llevar al cine la novela aunque todavía se desconoce la fecha de estreno. Habrá que estar atentos.

Donna Tartt en las bibliotecas UPM

Philippe Claudel, Aromas

Cubierta del libro Aromas_p. ClaudelPhilippe Claudel, Aromas.

Ed. Salamandra, 2013

¿A qué huelen los recuerdos de nuestra vida?

“Humareda de fragua. Picor de ojos. La cocina de la pequeña casa del número 18 de la Rue des Champs Fleury desaparece en una nube. Salivo.   Olor a ajo, mantequilla que hierve y carne, cuya sangre y cuyos jugos se transforman en delicioso caldo….”

Una nueva joya de P. Claudel, al que tanto apreciamos en NST.  Esta vez nos encontramos una colección de textos breves, 63 capítulos y 63 olores. Capítulos cortos, una o dos hojas a los sumo, cuya  lectura no requiere continuidad como una novela al uso. Se puede leer de tirón o a ratos sueltos porque lo que hace Claudel en este libro es un recorrido por su vida a través de los aromas que van cosidos a cada recuerdo, cara, persona, casa … que han pasado por su vida.

Es un libro de emociones y evocaciones porque no recurre a la parte racional de nuestra memoria sino a la parte emotiva de nuestros recuerdos (muy a lo Proust y su famosa magdalena).

“Tras agitar el frasco, mi padre vierte unos chorritos de ese líquido verde en la despilfarradora palma de su mano izquierda…De pronto, nos envuelve un agresivo aroma a mentol y cítricos, todavía más intenso debido a la presencia del alcohol, que flota en el aire y nos irrita la nariz… Mi padre me ofrece las ardientes mejillas, que yo beso. Gracias al afeitado y al líquido verde, mi padre, un hombre maduro, vuelve a ser un bebe”.  Afteshave”.

Retazos de olores que rememoran retazos de vida.  Buenos y malos recuerdos, importantes e intrascendentes, infancia, adolescencia, juventud y madurez. Y lo escribe tan bien que cualquier cosa que relata te llega, te hace sonreír, te hace llorar….. y con un gran poder evocador consigue que el  lector también perciba ese “aroma” descrito.

“La casita que comparte con la tía Jeanine conserva día y noche la acre y tenaz huella del tabaco negro: muebles, moqueta, ropa, pelo, aliento, piel, todo se impregna del olor de los Gauloises. Un olor que me gusta, porque me gustan quienes lo desprenden”. Gauloises y Gitanes”.

Algunas veces no es un olor lo que nos retrotae sino más bien su “ausencia” :

“El mismo frío avergonzado inunda todas las habitaciones, y por mucho que olfateo, no percibo ningún olor, ningún aroma. Nada, la casa ya no huele a nada. Mi padre se marchó llevándose consigo las que fueron las señas de identidad de este hogar. Murió, y con él el olor de la casa…. Es triste no sentir ya nada. Es triste estar aquí, en esta casa fría que ha perdido su olor, como Peter Schlemihl perdió su sombra”. La casa de la infancia”.

Una pena que sólo pueda poner aquí unos pocos fragmentos. Por éso hay que leerlo entero, para no perderse ningún aroma. Después de leer este libro, uno empieza a pensar en los “olores” de su vida….

Philippe Claudel en NST y en las bibliotecas de la UPM.

Pierre Lemaitre, Nos vemos allá arriba.

Portada de "Nos vemos allí arriba"Pierre Lemaitre. Nos vemos allá arriba. Ed. Salamandra, 2014.

Te doy cita en el cielo, donde espero que Dios nos reúna. Nos vemos allá arriba, mi querida esposa….” Últimas palabras escritas por el soldado Jean Blanchard, el 4 de diciembre de 1914.

Está a  punto de terminarse el 2014, año de conmemoraciones  y especiales sobre la 1ª Guerra Mundial, la Gran Guerra, así llamada porque no se concebía que pudiera haber otra igual por su especial crueldad y los millones de muertos con los que se saldó. Y  este año también se publica en castellano la novela de Pierre Lemaitre  “Nos vemos allí arriba”, una historia que nos lleva al 2 de noviembre de 1918, a diez días del final del conflicto. Los soldados viven con la esperanza de volver a sus casas y de poder salir con viva de ese horror pero como nos cuenta el narrador anónimo de la novela:

Todos los que pensaban que aquella guerra acabaría pronto habían muerto hacía mucho tiempo. Precisamente a causa de la guerra.

Con unos primeros capítulos trepidantes  que mantienen en vilo al lector conocemos a los dos protagonistas de esta historia, los soldados Albert Maillard y Edouard Péricourt.  También al teniente Pradelle, un oficial sin escrúpulos que quiere colgarse una medalla antes de que llegue el final de la guerra. Para ello provoca una absurda ofensiva contra los “boches”. Este ataque tendrá terribles consecuencias para Albert y Edouard, que acaban gravemente heridos, en un confuso y dramático incidente que ligará sus destinos.

Los dos juntos se enfrentarán  al armisticio y la interminable espera hasta la desmovilización de las tropas un año más tarde, y a su difícil readaptación a la vida civil (¿al olvido?) en el París de la postguerra. Son dos seres mutilados, uno psíquicamente y el otro físicamente. Junto a esta historia central se cuentan otras muchas historias paralelas. La del ambicioso Pradelle, la del padre y la hermana de Edouard, cada uno asimilando a su manera la ausencia del hijo/hermano, la de un funcionario muy concienzudo.

No faltan aventuras de estafadores y profanación de tumbas, falsas identidades, episodios de amor y lujo, ricos avaros que se benefician del negocio de la guerra, matrimonios por conveniencia, estrechos funcionarios, puñaladas traperas, inyecciones de morfina…

En esta novela se habla de compañerismo y de fidelidad, de los vínculos que surgen entre las personas y también del oportunismo y la indecencia de muchos que quieren aprovecharse del dolor y convertir la muerte en un negocio. Personajes desalmados enfrentados a otros que luchan por sobrevivir. Como dice su autor, no es una novela histórica:

Es una novela de género picaresco. ¿Y qué es la picaresca? Pues El lazarillo de Tormes, que fue mi modelo. La novela picaresca es la novela de la exclusión, es “elsálvese” quien pueda, es el relato de unos personajes que han de vivir en un mundo que no les quiere.

Fotografía Pierre Lemaitre

Pierre Lemaitre

Pierre Lemaitre era un escritor muy famoso en Francia y completamente desconocido entre nosotros hasta la aparición en español de ‘Nos vemos allá arriba’, novela con la que ganó el Goncourt de 2013. La literatura y Pierre Lemaitre se encontraron tarde. Debutó en 2006 (a los 56 años) con una novela negra. Es autor de cinco novelas policíacas, todas ellas profusamente premiadas. De hecho se acaba de publicar en la editorial Alfaguara uno de esos títulos anteriores, que muestra las razones de la fama previa de su autor: ‘Vestido de novia’, un ‘thriller’ agobiante.

Pinchando aquí podéis ver la entrevista que el programa Página2 hizo a Pierre Lemaitre en septiembre de 2014.

Pierre Lemaitre en la Biblioteca UPM

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