Historias Naturales. Un proyecto de Miguel Angel Blanco

Águila Real, MNCN – CSIC Foto: Pedro Albornoz/Museo Nacional del Prado

Historias Naturales

Un proyecto de Miguel Angel Blanco

Museo del Prado
Edificio Villanueva, plantas  0, 1 y 2
19 noviembre de 2013-27 abril 2014

En el Museo del Prado hasta el 27 de abril se puede vivir una experiencia artística diferente, y emocionante,  gracias al proyecto que ha llevado a cabo el artista contemporáneo Miguel Angel Blanco.

Descubrí su trabajo en 2006 en una exposición titulada Visiones del Guadarrama en la Casa  Encendida de Madrid. Imposible olvidarle.

Se exponía su Biblioteca del Bosque dedicada a la Sierra de Guadarrama. Se trata de una colección de cajas de madera, ya tiene más de mil, en las que ha metido, textualmente, los bosques españoles empezando por la Sierra de Guadarrama. Blanco ha encapsulado los musgos, las semillas caídas en el suelo, el perfil delicado de las hojas y hasta el rocío;  por meter ha metido el perfume del bosque, o lo que es más difícil,  ha logrado que los aromas los ponga el espectador ya conquistado por su magia.

Estas cajas, no se las pierdan, son, directamente, poesía.

Mi obra nace en el corazón del valle de la Fuenfría, en la sierra madrileña.

En el proyecto actual,  Historias Naturales, su trabajo es el de un creador de emociones poéticas, a veces muy fuertes,  que logra relacionando una obra del Museo del Prado con su propia sensibilidad a través de objetos de la naturaleza.

Se exponen 150 piezas, 22 instalaciones, procedentes del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), el Museo de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de  Minas y Energía (UPM) y  del Museo de la Farmacia Hispana (UCM)

Aparecen  por las salas del Museo aminales, minerales y vegetales que adquieren diferentes significados dependiendo de las obras con las que las relaciona Blanco.

Un leviatán engulle a una Diosa (Sala 74), Taller romano, Venus del delfín

El Museo del Prado se creó para albergar el Real Gabinete de Historia Natural y este trabajo contemporáneo  es también un guiño a esa idea de Carlos III que pudo haber sido y no fue.

El director del Museo del Prado, Miguel Zugaza, recordaba estos días  como en las Cámaras de las Maravillas estaban juntas las pinturas, los objetos científicos y los animales exóticos  “el prestigio compartido por el arte y la naturaleza, cuando el arte no estaba aislado de la vida, como ahora se nos presenta”.

Frontispicio de Musei Wormiani Historia mostrando el cuarto de maravillas de Worm

Miguel Angel Blanco no escribe ni pinta, se expresa con otro lenguaje. Su universo es el mundo de la naturaleza, utiliza desde  un águila o un esqueleto de delfín hasta gotas de lluvia fosilizadas.

Mete la vida en el Museo. Trasforma los lienzos, los agiganta, nos los redescubre.

Su sensibilidad nos despierta el cuadro, desvela la intención del pintor, la dimensión del retratado o el verdadero significado de una escultura.

En cada caso el trabajo, la intención y el resultado es diferente.

Esta es una exposición muy seria, en la que nunca he buscado ni una gracia, ni una tontería, y con el lujo de seleccionar desde la excelencia.

Posiblemente todo esto suena extraño pero se sorpenderán si se dejan arrastrar por este interesante acercamiento al espíritu de las obras de arte que nos regalan Miguel Angel Blanco y el Museo del Prado.

Folleto de la exposición.

Francesc Català-Roca. Obras maestras

Publicidad. Barcelona. 1953.Francesc Catalá-Roca
Obras maestras

Círculo de Bellas Artes
Madrid
Hasta el 12 de enero de 2014

En los últimos meses han desfilado por las salas de exposiciones de Madrid grandes fotógrafos españoles del siglo XX. Un conjuro contra estos tiempos ácidos y heladores. Y una suerte poderlos ver así, seguidos, sin que nos hayamos enfriado del uno cuando nos llega el siguiente, y se suman completándose tres universos llenos de emoción, extraordinarios, tres obras que son monumentos fundamentales y trascendentes de nuestra memoria.

Virxilio Vieitez y sus desconcertantes retratos, Rafael Sanz Lobato y sus graves fiestas populares, aquellos caballeros de Atienza, y ahora nos visita ni más ni menos que Francesc Català-Roca (Valls, Tarragona 1922 – Barcelona 1998).

Esperando el Gordo. Puerta del Sol. Madrid-1952

A la primera foto te das cuenta de que ha visto cine, ha viajado y conoce la obra de sus colegas franceses, se reconoce un cierto perfume francés. Viajó mucho con su máquina por dentro, qué suerte, y por fuera de España, pero a donde nos lleva es a paisajes urbanos reconocibles como la Puerta del Sol y la Gran Vía, a los perfiles de edificios que forman parte de nuestra vida, a personas que nos interesan por formar parte de un conjunto, de una escena sin importar muchas veces  la expresión que tengan.Gran Vía. Madrid. 1953

Fue el primer fotógrafo que recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas (1983) y un maestro indiscutible hasta hoy para sus colegas. A nosotros, los que hemos venido detrás, nos ha dejado una imagen muy elegante de nosotros mismos, alegre casi todas las veces, cosa rara, y sin contenido político alguno, que se agradece. Muchas chicas de arriba para abajo, paseando con amigas, saliendo del metro…

Un fotógrafo jamás puede dudar en el momento del disparo.

Los encuadres perfectos, la precisión con la que las figuras ocupan suavemente su lugar, los juegos de luz, -le gusta que se reconozca donde está capturada la imagen- hacen difícil creer que el proceso de hacer la foto fuera rápido, que encontrara esas imágenes en un golpe de suerte. Pero…… ahí están y son extraordinarias.

No he tenido problemas con la gente que fotografiaba, he tenido la intuición, sabía cuándo pedirlo y cuándo no.

La fotografía tiene mucho de magia y de modo inconsciente intento, con cada artista, descubrir dónde está el truco. Pero mejor no hacerse preguntas, da lo mismo cuales fueron los procesos previos a estas preciosas imágenes. Mejor dejarse invadir, degustar sin preguntas este plato fuerte, y a la vez exquisito, de la fotografia española pleno de vitalidad y de elegancia.

Más información aquí.

Las confesiones de un pequeño filósofo. Azorín.

Cubierta de Las confesiones de un pequeño filósofo, AzorínLas confesiones de un pequeño filósofo
Azorín
Pozuelo de Alarcón (Madrid) : Austral, 2014
Primera edición 1904

Azorín, José Martínez Ruiz, (1873-1967) es uno de esos escritores que si dices que te gustan hay, a continuación, que dar algunas explicaciones.

Por eso había pensado incluir, en las primeras líneas de esta recomendación, una lista con los nombres de escritores actuales y personas con prestigio social que han reconocido su pasión azoriniana, pero he decidido que no, que a este libro maravilloso no le hacen falta avales.

Yo amo las cosas… ¿Tienen alma las cosas? ¿tienen alma los viejos muebles,  los muros, los jardines, las ventanas, las puertas?

AzorínSospechaba que sí, pero después de leer a Azorín no hay duda, las cosas, hasta la más diminutas, tienen alma. El pequeño filósofo del título de este libro es Azorín de niño, cuando estudiaba bachillerato en el Colegio de los Escolapios de Yecla (Murcia), allí estuvo interno toda su infancia, desde los siete hasta los quince años. No le gustaba el colegio, no le gustaba Yecla, que era el pueblo de su padre, ni los frailes escolapios que le daban clase, a excepción de su admirado padre Lasalde.

Escribió aquellos ¿recuerdos? cuando ya tenía 31 años, en 1904 y era periodista en Madrid.

Este es un libro diferente, poético, delicado, íntimo, pleno de sensiblidad.  Asombra su capacidad de contemplación, la delicada ironía, y la  recuperación intacta, sea recuerdo o no, de la temperatura de su yo infantil.

Azorín: ¿sabe usted el tema de hoy?

Yo no sé qué contestar; además no me sé el tema de hoy.

El padre Peña me lo pregunta dos o tres veces; yo vacilo. Luego abro este libro sobado y comienzo a leer: “Le lit de fiancée.” Esto creo que significa la cama de la desposada, y así lo hago constar con voz clara… mientras yo hago esta extraordinaria revelación, los demás sonreían…

Era un niño ensimismado, lector apasionado y sensible que se siente arrollado muchas veces por el mundo real del colegio.

Este minuto en que está ausente el maestro, (la diversión) consiste en subirnos a los bancos, en golpear los pupitres, en correr desaforadamente de una parte a otra.

Sin embargo, yo no corro, ni grito, ni golpeo, yo tengo una preocupación terrible. Esta preocupación consiste en ver lo que dice un pequeño libro que guardo en el bolsillo.

Y es el caso que yo comienzo a leer este pequeño libro en medio de la formidable batahola de los muchachos enardecidos; nunca he experimentado una delicia tan grande, tan honda, tan intensa como esta lectura… Y de pronto, en este embebecimiento mí­o, siento que una mano cae sobre el libro brutalmente, entonces levanto la vista y veo que el bullicio ha cesado y que el maestro me ha arrebatado mi tesoro…

Desde la fecha de este caso he andado mucho por el mundo, he leí­do infinitos libros; pero nunca se va de mi cerebro el ansia de esta lectura deliciosa y el amargor cruel de esta interrupción bárbara

Lo recuerda todo de aquellos días en el Colegio de los Escolapios: las luces del cielo, las más pequeñas peculiaridades de los frailes y, desde luego, lo mal que lo pasaba en otras ocasiones.

Todo contado con una ingenuidad y una eficacia poética que convierten a este libro en una joya exquisita dentro de la obra de Azorín.


Azorín en la Biblioteca de la UPM

Azorín en NST

Querido Salvador, Querido Lorquito. Epistolario

Cubierta de Querido Salvador, Querido Lorquito : Epistolario 1925-1936Querido Salvador, Querido Lorquito
Epistolario 1925-1936
2013

Este volumen reúne por primera vez las cartas que se cruzaron Salvador Dalí y Federico García Lorca. No son todas las que se escribieron, muchas de las escritas por Lorca las destruyó Gala, la esposa de Dalí, pero sí son las que han llegado hasta nosotros. De las cartas del pintor al poeta han sobrevivido cuarenta y de las de Lorca a Dalí solo siete.

Dalí y Lorca se habían conocido en la Residencia de Estudiantes de Madrid. En 1922 Salvador Dalí había ingresado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y vivía en la Residencia, allí se hizo amigo del poeta de Granada.

..Yo te recuerdo siempre. Te recuerdo demasiado. Me parece que tengo una cálida moneda de oro en la mano y no la puedo soltar. Pero tampoco quiero soltarla, hijito. Tengo que pensar que eres feísimo para quererte más.

F.G. Lorca

Son cartas frescas, jóvenes, iluminadas de luz de Cadaqués, donde Lorca pasó la Semana Santa de 1925 y a donde volvería durante más tiempo en 1927. Esas estancias les unirían extraordinariamente e influirían de modo evidente en la obra de ambos.

Tarjeta postal

Dalí me invita espléndidamente. He recibido una carta de su padre, notario de Figueras, y de su hermana (una muchacha de esas que ya es volverse loco de guapas) invitándome también, porque a mí me daba vergüenza presentarme de huésped en su casa.

Salvador Dali y su hermana Ana María.En las cartas, a veces solo dos palabras o una frase, parece que más que escribirse están hablando, son pura naturalidad. Leer cartas…. releerlas, es una goce que no se parece a ninguna otra lectura.

Escríbeme enseguida

Enseguida

Enseguida

Enseguidita.

La admiración de Dalí por la obra de García Lorca, por su capacidad y su brillantez como escritor es constante:

He estado toda la tarde de ayer, releyendo todas tus cartas. Fillet! Son algo extraordinario, en cada línea hay sugestiones para numerosos libros, obras teatrales, pinturas, etc.,etc.,etc.

Y en esta otra:

Yo no sé que decirte de las cosas que tú me dices de mis pinturas…, pero ten la seguridad de que te creo el único genio actual -ya lo sabes- ¡a pesar de lo burro que soy en literatura, lo poco que cojo de ti me deja muelto!

Durante cinco años, desde 1923 hasta 1928, los mundos artísticos de Dalí y de Federico se compenetraron hasta tal punto que Mario Hernández ha hablado de un período daliniano en la obra del poeta, y Santos Torroella, de una época lorquiana en la del pintor.

Trajeta postal de Cadaqués

Lorca le dedicó un poema en abril de 1926, no lo había hecho con nadie, la “Oda a Salvador Dalí”, que uniría sus nombres para siempre en la historia de la literatura.

Cuando murió su esposa Gala, en 1982, Dalí viajó mentalmente a su juventud en la Residencia de Estudiantes, al año 1923.

En los huesos, negándose a comer, con 34 kilos, una de las enfermeras que atendió a Dalí en ese final dijo que en todo ese tiempo sólo le entendió una frase: “Mi amigo Lorca”.

Lorca en la Biblioteca UPM

Dalí en la Biblioteca UPM

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