El canon occidental, de Harold Bloom


The Western Canon : the Books and School of the Ages.

New York: Harcourt Brace, 1994.

El canon occidental : la escuela y los libros de todas las épocas.

Barcelona: Anagrama, 1995.

Probablemente sólo Hamlet da pie a tan variadas interpretaciones como Don Quijote. Nadie de entre nosotros puede purgar a Hamlet de sus intérpretes románticos, y don Quijote ha inspirado escuelas de crítica romántica tan numerosas como contumaces, y también libros y ensayos que se oponen a una supuesta idealización del protagonista de Cervantes. Los románticos (yo incluido) ven a don Quijote como un héroe, no como un loco; se niegan a leer el libro principalmente como una sátira; y encuentran en el libro una actitud metafísica o visionaria en relación con el afán aventurero de don Quijote que hace que la influencia cervantina en Moby Dick parezca completamente natural. (p. 141)

 

En 2014 se cumple el vigésimo aniversario de la primera publicación de este polémico libro. Harold Bloom constató algo muy simple: la insuficiencia del tiempo de una vida humana individual para leer todos los buenos libros producidos. Hace falta, pues, seleccionar. Para ello el eminente crítico se propuso componer una lista -con Shakespeare como eje- que contrarrestara la perniciosa influencia de criterios ajenos a la pura estética que según él dominaban la crítica académica norteamericana en los años 90: el multiculturalismo y las políticas de discriminación positiva llevados a recomendaciones de lectura y planes de estudio. El caso es que Bloom ataca con tanta saña a cierta izquierda cultural papanatas que su mismo calibre grueso le acaba rebotando a la vista de cualquier lector perspicaz. Él ironiza sobre quienes diagnostican una intensa lucha de clases en la Norteamérica finisecular, pero si le creyéramos a pies juntillas habría también que imaginar a los Estados Unidos en plena revolución impulsada por una coalición mayoritaria de gramscianos, foucaultianos, afrocentristas y feministas montaraces.

Curiosamente, el canon de Bloom es generoso desde el punto de vista geográfico pues incluye parte del mundo cristiano ortodoxo oriental (Rusia) y también América Latina. Sin embargo, en cuanto a cronología este “Occidente” bloomiano arranca con Dante, o sea en la Baja Edad Media y el Renacimiento italiano. Por consiguiente ignora la gran cesura anterior acaecida con la restauración imperial carolingia así como las determinantes influencias árabes y bizantinas. ¿Rechazo deliberado de los manidos condicionamientos sociales? Puede ser, pero eso no explicaría entonces el uso de una periodización definida por lo social e inspirada en Vico:  “Edad aristocrática”, “Edad democrática”, etc. También es llamativo que el culto de Bloom por la pura estética espontánea no le impida salpimentar el libro de exabruptos e incluso de algún comentario xenófobo, en particular dirigido contra los franceses.

W. H. Auden creía que Kafka era el espíritu concreto de nuestra época. Ciertamente “kafkiano” ha adquirido un significado siniestro para muchos de entre nosotros, quizás se ha convertido en un término universal para lo que Freud denominaba “lo siniestro”, algo que nos es al mismo tiempo familiar y extraño. Desde una perspectiva puramente literaria, ésta es la época de Kafka, más incluso que la de Freud. Freud, siguiendo furtivamente a Shakespeare, nos ofreció el mapa de nuestra mente; Kafka nos insinuó que no esperáramos utilizarlo para salvarnos, ni siquiera de nosotros mismos. (p. 457)

Bueno, y después de todas estas objeciones: ¿vale la pena zamparse El canon occidental? Absolutamente sí. Su autor ofrece una erudición desbordante, una asombrosa capacidad de síntesis y un implacable instinto para separar el grano de la paja, o mejor aún: para detectar, explicar y relacionar entre sí  las obras más nutritivas, exentas de broza, geniales en suma. Tan solo el gran maestro hubiera mejorado en humildad y precisión titulando su libro “mi canon literario occidental”, que no sería poco ni mucho menos. Además, en los apéndices traspasa los propios límites de ese “Occidente” moderno ampliado, y añade un listado exhaustivo de autores y obras merecedores de atención desde la Antigüedad hasta el siglo XX excluyendo, eso sí, las literaturas en lenguas indígenas y las de Extremo Oriente.

El canon occidental en: Bibliotecas de la UPM.

Mito y realidad de la Escuela de Vallecas, de Raúl Chávarri (con su secuela)

 

“El acto más enfático y al mismo tiempo más representativo de aquellas etapas lo constituyó la erección de un rudimentario monolito de ladrillos en lo alto de un monte denominado Cerro Artesa, al que los artistas dieron nombre de Cerro Testigo, por entender que desde él iban a ver alborear un mundo nuevo para el arte español y en el que mediante un montón de ladrillos elevado en honor de diversas figuras de la cultura y la pintura dieron en cierto modo acta de fe al nacimiento de este grupo de Vallecas como una actitud de escuela, como un intento colectivo de renovación del arte español o simplemente como un acto individual de afirmación estética. (Chávarri: Mito y realidad…, p. 19)”

 

Chávarri, Raúl: Mito y realidad de la Escuela de Vallecas. Madrid: Ibérico Europea de Ediciones, 1975.

La Escuela de Vallecas : mito y realidad : una poética de la emoción y lo telúrico. Madrid: Ayuntamiento de Madrid, 2013.

 

Vallecas -Villa- y su itinerario desde el centro de Madrid -Puente- bien merecen una reseña de NoSóloTécnica, aunque solo sea porque la primera ha sido sede de la Universidad Politécnica de Madrid casi desde sus inicios como institución, allá por los años 70 del siglo pasado.

Benjamín Palencia – La perdiz (1927) – MNCARS

Para ello recuperamos un librito pionero publicado precisamente en 1975. No es el único texto, pero sí de las poquísimas obras originales que tratan en conjunto sobre esta esquiva Escuela artística vallecana a la que se ha considerado precedente de la más notoria y definida Escuela de Madrid. Uno va atando cabos y comprobando que algunos nombres del actual callejero local cayeron que ni pintados: Palencia, Alberti, Lorca, Miguel Hernández entre otros, anduvieron realmente por estos parajes que entonces eran puro campo castellano, a la zaga de la inspiración de la tierra y del pueblo. Raúl Chávarri se esfuerza por desvelar aquel empeño peripatético desarrollado por Alberto Sánchez y sus compinches a lo largo de la carretera de Valencia desde finales de los años 20. Y nos cuenta también el intento de reactivación del grupo en la inmediata postguerra, con su mezcolanza de misticismo impostado, extrema precariedad material y confusionismo social, rasgos típicos de cierta baja bohemia de la época.

El volumen, pequeño pero esmeradamente editado, incluye no solo valiosas ilustraciones de las obras de los artistas implicados sino también fotografías antiguas de la zona que invitan al trazado de un itinerario de interpretación de estos intrigantes episodios de la historia de las artes plásticas españolas. En 1984 la Comunidad de Madrid ya realizó una exposición con catálogo sobre la Escuela de Vallecas. Pero es en 2013 cuando la fórmula y el título propiamente dicho del libro de Chávarri son reaprovechados en el montaje de una nueva muestra presentada -esta vez por el Ayuntamiento- en el Centro Cultural Lope de Vega. Su libro-catálogo correspondiente añade más material gráfico y una magnífica recopilación de textos de los propios protagonistas de la aventura, inestimable para la comprensión de sus inquietudes estéticas.

Casi cuarenta años antes, Raúl Chávarri había acabado su modesto ensayo con un testimonio propio y directo: la imagen un tanto escurridiza de quien fue hilo conductor entre las distintas fases de la Escuela: Benjamín Palencia. En homenaje a este artista recomiendo la visita del estupendo Museo de Albacete que alberga una sustanciosa donación de obras suyas entre otros muchos tesoros antiguos y modernos.

“Se entabla la conversación y esa misma tarde del otoño de 1939 quedan citados en la Puerta de Atocha y caminan hacia Vallecas. Repitiendo, sin saberlo los jóvenes, y sin que Palencia lo diga, el itinerario que Alberto y Palencia habían recorrido años antes. Una primera sensación de la iglesia vacía de Vallecas, en donde suena el órgano y canta el sacristán, fundamenta la amistad y sedimenta el impulso inicial que aglutina al grupo (Chávarri, págs. 111-112).

En Bibliotecas de la UPM también encontraréis a Raúl Chávarri y podréis saber más sobre Vallecas.

La república federal en España, de C. A. M. Hennessy

 

"¿Quiénes fueron los hombres que determinaron la política republicana y en qué presuposiciones se basaba? Los dirigentes republicanos federales procedían de aquellos que deseaban un cambio político total y, en raros casos, un cambio social. Eran hombres de profesiones liberales, abogados, médicos, catedráticos universitarios, periodistas, escritores, maestros de escuela y muy escasos pequeños negociantes. Procedían principalmente de la clase media, mediana y baja y los dos grupos más numerosos eran los  abogados y los periodistas. Los estudios de Derecho siempre habían sido un adiestramiento para la políitica, y la abogacía podía combinarse fácilmente con la carrera políitica. Pi y Margall, Figueras, Palanca, Sorní, Maisonnave, Carvajal, por citar sólo algunos, tenían bufete a la vez que actuaban como políticos."

C. A. M. Hennessy:

The Federal Republic in Spain: Pi y Margall and the Federal Republican Movement, 1868-74. Oxford: The Clarendon Press, 1962.

La república federal en España: Pi y Margall y el movimiento republicano federal, 1868-1874.  Madrid: Los Libros de la Catarata, 2010.

 

Hoy toca comentar un ensayo de historia política pura y dura: un clásico recuperado, sobre el XIX español. Hace ciento cuarenta años España era una república. No sé si la cifra resulta muy redonda pero se puede comprobar que la efeméride merece un recordatorio digno. Para la memoria colectiva española aquella primera república decimonónica permanece en una cierta penumbra, incluso para la propia identidad y tradición republicana actual que asume más bien el régimen de 1931 como referente por antonomasia. Situación que tiene su correlato en la historiografía disponible: hay pocos libros que traten sobre el período 1873-1874 como motivo principal, y lo más corriente es que el tema aparezca englobado dentro del llamado Sexenio Democrático o Revolucionario (1868-1874).

Charles A. M. Hennessy, aún incluyendo antecedentes y contexto, se centró totalmente en el asunto aludido por el título, y enfocó además de manera frontal al político que personifica de manera más cabal el período estudiado: el presidente Pi y Margall. El ensayo, siendo fundamentalmente de historia política, no escatima una perspectiva social bastante apreciable teniendo en cuenta la época de su redacción, anterior a la expansión de la historiografía social del XIX español acaecida durante los años 70 del siglo XX. Precisamente el prólogo del profesor Pérez Garzón ilustra el carácter original y la trascendencia de esta obra en el contexto histórico de su aparición.

Aquella república fue efímera, inestable y hasta cierto punto accidental, debido a la renuncia del rey anterior. Pero en su corto desarrollo se plantearon en las altas esferas del poder por primera vez en España cuestiones tales como como la participación de las mujeres, el trabajo infantil, el debate sobre la pena de muerte y la abolición de la esclavitud. Si bien el tema principal al que se la asoció fue la articulación territorial mediante un modelo constitucional federal. Un momento de la historia española, pues, solo en apariencia remoto e intrascendente. Y un magnífico libro para desentrañarlo.

Obras de Francisco Pi y Margall en: Bibliotecas de la UPM.

Mañana no será lo que Dios quiera, Luis García Montero

Un poeta: Ángel González (1925-2008) visto por otro: Luis García Montero (1958). Retrato de un buen amigo a través de un amigo entrañable. Homenaje de una nueva generación a su precedente. Una curiosa y liviana exégesis de losCubierta de Mañana no será lo que Dios quiera, Luis García Montero poemas de Ángel González que se van trenzando de manera agradable con su biografía.

Ángel González, ovetense, cuarto hijo de una familia con amplia tradición pedagógica nace en una España convulsa y golpeada por la guerra civil. En Asturias a los hijos tardíos e inesperados se los denomina cariñosamente “caga nidos” y este parece un buen descriptor del poeta que a ratos se confiesa mal criado por las circunstancias.

Es un libro dulce y acogedor, a veces terrible, que a pesar de los sinsabores que describe resulta optimista y vital, incluso cuando al protagonista siendo aún muy joven le diagnostican una tuberculosis que en aquella época era el anuncio inequívoco de una corta vida. De esta enfermedad se deriva su estancia en Páramo del Sil, donde su hermana era maestra (castigada),  un remoto lugar leonés marcado por la minería y la desolación y al que a pesar de todo llegaba la primavera.

Al hilo de esa situación nos deja una curiosa reflexión sobre el significado del porvenir y del futuro. Cómo se puede tener lo primero sin lo segundo y viceversa, aunque con diferencia es más dramática la segunda opción: ausencia de futuro.

Fotografía de Luis García MonteroLuis García Montero lo describe como: “una mezcla de filósofo clásico y de anciano del lugar, de superviviente estoico que lo vio y contó todo, mientras pedía una última copa para no dar por terminada la noche que de manera inevitable se perdía por la grieta rojiza del amanecer. Detrás de su barba larga escondía un mentón demasiado corto y una vida demasiado larga. Apenas conoció a su padre, porque murió cuando él no había llegado a cumplir los dos años. Un Ángel ferozmente humano creció sin las enseñanzas directas de uno de los mejores pedagogos asturianos de principios de siglo XX”.

La prosa de los poetas, éste es quizás otro de los aspectos interesantes del libro. Susan Sontag ya introdujo esta particularidad en un curioso y pequeño ensayo homónimo pues la prosa del poeta “en general adopta la forma de dos modalidades narrativas. Una es francamente autobiográfica. La otra, también en el molde de las memorias, es el retrato de otra persona, bien de un escritor o de un pariente querido… La prosa de los poetas suele ser elegiaca, retrospectiva…La prosa de un poeta es la autobiografía del ardor”.

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.Fotografía de Ángel González
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento…

-Ángel González-

Luis García Montero en la Biblioteca UPM

Ángel González en la Biblioteca UPM

Rafael Argullol y Vidya Nivas Mishra: Del Ganges al Mediterráneo, un diálogo entre las culturas de India y Europa.

"Vivimos en un mundo en el que el dominio de lo tecnológico, de lo comunicacional, lo que se ha llamado "globalidad planetaria", y la exigencia de una actualidad permanente se han convertido en una invitación universal a la amnesia. En ese sentido nuestro mundo está fuertemente marcado por un modelo de amnesia y de velocidad, de amnesia y de vértigo, aunque evidentemente muchas veces ese vértigo se manifiesta como en el mito de Sísifo, se manifiesta como un vértigo inmóvil que da vueltas sobre un mismo eje." (R. Argullol, p. 90)

Rafael Argullol, Vidya Nivas Mishra:

Del Ganges al Mediterráneo : un diálogo entre las culturas de India y Europa. Madrid : Siruela, 2004.

 

Rafael Argullol es un creador de poesía y ficción que también es filósofo. Su obra filosófica tiene una fuerte orientación estética y merodea en torno al fenómeno del arte, con especial predilección por el Renacimiento occidental. Sin embargo quien piense que este sesgo le resta proyección social se equivocará, pues en consecuencia Argullol se ha venido destacando en los últimos tiempos como un defensor a ultranza del papel de las ciencias humanas y de los estudios culturales en particular, que él considera en franco retroceso a causa del enfoque dominante, meramente instrumental y cortoplacista, en la educación secundaria y superior.

Del Ganges al Mediterráneo, independientemente de su valor como obra singular, puede servir como buen comienzo para adentrarse en la producción de Argullol. Este decidió en torno al cambio de siglo efectuar un diálogo directo con la tradición filosófica hindú, para lo cual escogió como interlocutor al erudito Vidya Nivas Mishra. Además esta conversación contó con la valiosa aportación del estudioso de la cultura india Óscar Pujol Riembau, que prologa y edita el volumen aquí comentado. Obsérvese el interés de un encuentro entre Occidente y un Oriente no personificado a la sazón por el mundo araboislámico -como ordenarían imperativamente los clichés mediáticos más banales- ni tampoco por el Extremo Oriente sino por la tradición hindú de la India, país que se prefigura como uno de los grandes actores históricos de los próximos decenios.

Los dos filósofos van tocando las grandes cuestiones de la existencia humana desde la óptica de ambas civilizaciones, con sus puntos comunes y sus divergencias que hunden sus raíces en procesos remotos en el tiempo. No faltan los argumentos polémicos, como cuando Argullol apunta al secularismo occidental como si la laicidad fuera una realidad completada en nuestro entorno, o cuando Mishra parece exculpar a la civilización hindú de toda experiencia colonial-imperialista, lo cual la realidad histórica desmiente tanto a nivel interior como exterior a ese subcontinente. Pero el diálogo resulta en conjunto extraordinariamente fructífero y absolutamente vigente, aparte de sentar bases para una praxis de aprendizaje y comprensión mutuos.

Si quereis acercaros en general a la obra de Rafael Argullol podéis visitar su página,  su blog, y también ver el capítulo que le consagró la serie televisiva Pienso, luego existo.

La simplicidad no es la realidad. Lo abstracto no es lo real. Aunque pueda ser una herramienta útil para el análisis y la investigación, si lo tomamos finalmente por lo real se convertirá en una atadura y en una limitación. Si se quiere pensar en términos de lo real, entonces necesariamente hay que pensar de una forma compleja, incluso si ese tipo de pensamiento nos produce durante un tiempo una cierta confusión y no nos permite la costrucción de teorías clásicas y precisas donde todo encaje a la perfección. Todos los intentos de introducir uniformidad y simplicidad están condenados al fracaso, ya que la complejidad tarde o temprano acabará por romper el corsé de la falsa simplicidad. " (V. N. Mishra p. 146)

Obras de Rafael Argullol en Bibliotecas de la UPM.

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