Desde Lecturas para compartir, en su cuenta de TikTok @biblioetsidiupm, la biblioteca ETSIDI UPM recomienda la lectura de “Vendrán a detenerme a media noche”, un testimonio del escritor uigur Tahir
Disponible en Biblioteca UPM De la misma forma que una novela policiaca tiene sus códigos particulares y concluye como debe terminar, con la resolución del crimen por lo general, una
Desde Lecturas para compartir, en su cuenta de TikTok @biblioetsidiupm, la biblioteca ETSIDI UPM recomienda la lectura de dos entregas del fenómeno cosy crime, del escritor japonés Hisashi Kashiwai, que
Corría el siglo XVI cuando un poeta sin grandes logros en su haber emprendió la ardua y colosal tarea de recrear la historia de un personaje histórico: Hüan Tsang, conocido
Seda Alessandro Baricco Anagrama Ambientada en el siglo XIX, la historia sigue a Hervé Joncour, un comerciante francés de seda que viaja a Japón en busca de gusanos de
Publicada por primera vez en 1954, esta novela representa una etapa fundamental en el viaje de Moravia a través de las instituciones burguesas y su desfallecimiento. En este caso, Moravia muestra, a través de Riccardo, un guionista de cine, y Emilia, su mujer, las contradicciones de un matrimonio que se ilumina o se oscurece a la luz de los éxitos y fracasos profesionales del marido. Con este argumento de fondo, en El desprecio aparecen todos los temas centrales de Moravia, definidos de manera precisa y compleja, como si fuera una enciclopedia de la temática tratada por el autor a lo largo de toda su obra.
Al quedarme solo me senté en la cama, que, desprovista de una almohada, ya sugería la idea de separación y abandono; por un momento me quedé pensativo, mirando hacia la puerta abierta por la que Emilia acababa de salir. Una pregunta acudía a mi mente: ¿Emilia no quería dormir conmigo porque realmente le molestaba la luz del día o porque simplemente ya no quería dormir conmigo? Me inclinaba por la segunda hipótesis, por más que, con todo mi corazón, quisiera creer en la primera. Comprendía, no obstante, que si hubiera aceptado la explicación de Emilia me habría quedado con la duda. No me lo confesaba, pero en definitiva la pregunta última era: ¿Había dejado Emilia quizá de quererme?
En 1963 El desprecio fué llevada a la gran pantalla por Jean Luc Godard con Michel Piccolli como Ricardo y Brigitte Bardot como Emilia.
Desde Lecturas para compartir, en su cuenta de Tiktok @biblioetsidiump, la biblioteca ETSIDI UPM recomienda la lectura de Sunny, de Colin O’Sullivan.
Publicado originariamente bajo el título The Dark Manual, nos cuenta la historia de Susie, una joven afincada en Japón que acaba de perder a su marido y a su hijo en un accidente de avión. Destrozada, se siente incapaz de seguir adelante.
Pero comienzan a suceder cosas extrañas: recibe un robot, Sunny, de la empresa en la que trabajaba su marido, y que había diseñado para ella, alguien registra su casa… Así el relato va ganando en texturas, llegando a ser en algún punto una comedia con tonalidades en negro.
Sunny, título que ha prevalecido en una reciente edición -siguiendo la estela de la serie televisiva-, es un thriller tecnológico fascinante que consigue superar este género para crear una ficción compleja que logra atraparnos.
Colin O’Sullivan (1974-) es un escritor irlandés que vive en Japón desde hace más de veinte años y, como Susie, aún no domina la lengua nipona. Este autor prolífico recibió la distinción Prix Mystère de la Critique (Francia) por su primera novela: Killarney Blues.
Sunny : The novel
Two red orbs from the black. Sometimes this is all you get. At night, if all the lights are off, this is all you get, glaring back: two red orbs from deep black.
These are its eyes. Scarlet, but bloodless. It makes them strange. Eyes with no blood, no whites, are strange. No irises, no change, strange.
And they do not blink. Homebots have no need to blink. Specks of dust in their eyes won’t bother them. No sties. And they do not cry. There are no tear ducts, and anyway, what would they have to cry about?
At night. Lights off. Two red orbs from the black.
Robots have yet to become sentient beings, though they may be on their way. Susie Sakamoto doesn’t think too much about this. Instead what she thinks about is her husband and son, who are most probably dead, and these days she wants to be quite dead herself. She spends most evenings balled-up on the couch, dishevelled, angry, hurting, hungry without ever really wanting to eat, pondering the best way to go about putting an end to it all. A final solution. Is there? Is there really any way out of this?
The silver, one-metre-tall homebot (Model SH.XL8) is hoovering the living room floor, sucking up dust through the soles of its feet, almost silently, hovering like it is weightless, like it has no body at all and is not a compact, complex mass of wires and circuits encased in plastics, chrome, metals, whatever the hard actual stuff of it is called—Susie does not know the names of such materials, nor does she particularly care; she has enough to be dealing with. The dirt gets collected in filters in its lower section and gets compressed, and those filters can be later removed, emptied out into the rubbish bin by the ’bot itself. That’s right. It is able to remove its own filters. It knows what to do. It can clean itself out without any apparent fuss. It can go about its business without any discernible hitch. All menial tasks are done in this way. Fuss-less. Homebots have become rather adept.
Rubén tiene que desaparecer. La residencia universitaria no le protegerá. No del peligro que le acecha.
Se acabó el juego.
Rubén ignora la alarma intermitente, se esfuerza por fingir que no se ha activado y continúa con los preparativos de su equipaje. Lo mete todo en una mochila. Cada minuto cuenta. Ha preferido no encender ninguna luz y ahora se mueve en silencio, casi a tientas, aprovechando el resplandor nocturno procedente de la ventana.
Pero el guiño luminoso del móvil, que no cesa, marca una cuenta atrás. Rubén alcanza la cama en dos zancadas y se inclina sobre su teléfono. La aplicación del juego permanece activa; su señal de geolocalización, que lleva cinco minutos incordiando, le advierte con su parpadeo rojo de que Jugador 3 ha entrado en su área de seguridad. Se mueve cerca, tal como confirma el mapa de Valkiria.
Viene a por mí.
Rubén presiente que, esta vez, su propia persona constituye el objetivo de la misión de ese adversario. Tiene que serlo. La geolocalización de Valkiria se acerca. Alguien que mantiene activa la aplicación del juego.
Muy sospechoso.
Rubén se aparta de la cama para otear el panorama, con discreción, a través de la ventana de su dormitorio. Desde ese punto queda a la vista buena parte del recinto universitario, apenas iluminado por farolas de luz blanquecina, que dan al conjunto un aspecto tétrico. Muy oportuno, piensa él. Una escenografía perfecta.
Perfecta para una trampa.
Valkiria / David Lozano. Madrid: Ediciones SM, 2016
Desde Lecturas para compartir, en su cuenta de Tiktok @biblioetsidiupm, la biblioteca ETSIDI UPM recomienda la lectura de Eloísa está debajo de un almendro, de Enrique Jardiel Poncela.
En esta obra cumbre de la comedia de enredos nos adentramos en un túnel vibrante del humor, un humor inteligente con el que se van hilvanando escenas desconcertantes, propias del teatro del absurdo.
Eloísa está debajo de un almendro, con esos tintes de alta comedia, nos cuenta la relación amorosa de Fernando y Mariana. Una historia de amor que se verá ensombrecida por la antigua desaparición de Eloísa, madre de Marina. Las sospechas y los malos entendidos pondrán a prueba su amor, que ¿saldrá victorioso tras desvelarse el paradero de Eloísa?
Es una obra imperecedera, que fue llevada al cine por Rafael Gil y que ha cosechado el aplauso del público en multitud de representaciones teatrales.
Enrique Jardiel Poncela (Madrid, 1901-1952), escritor y dramaturgo español, fue un innovador del arte escénico que, alejándose del humor tradicional, exploró sus facetas más intelectuales, inverosímiles e ilógicas. Otros títulos del autor: Los ladrones somos gente honrada, Los habitantes de la casa deshabitada, Cuatro corazones con freno y marcha atrás.
Fragmento de Eloísa está debajo de un almendro
CLOTILDE.—Rara, rara… A mí es ya muy difícil que nadie me parezca raro, hija mía, acostumbrada como estoy a los de casa.
MARIANA.—(Impaciente.) Bueno; pero imagínate que todos los de nuestras familias fuesen normales…
CLOTILDE.—No tengo imaginación para tanto, Mariana.
MARIANA.—Haz un esfuerzo en favor mío, te lo suplico… Comparados con personas corrientes, ¿qué te parecen los Ojedas?
CLOTILDE.—Dos locos de atar, tío y sobrino.
MARIANA.—(Ansiosa.) Luego ¿él te lo parece también?
CLOTILDE.—He dicho que tío y sobrino.
MARIANA.—(Con más ansia aún.) ¿Admites, entonces, que Fernando pueda ser un hombre muy distinto de los demás? ¿Un hombre hermético, insondable? ¿Quizá misterioso?
CLOTILDE.—De él lo admito todo. Y de su tío Ezequiel no digamos, porque me basta verle la barba y el sombrero hongo, que no se sabe cuál de los dos lo estrenó primero, para sentir una sensación de ahogo, una especie de opresión… Me es odioso…
MARIANA.—Pero de Fernando, concretamente de Fernando, ¿tú crees que…?
CLOTILDE.—(Levantando las cejas; mirando hacia arriba y luego hacia atrás; interrumpiendo a Mariana.) Ya está aquí el del ozonopino… Habríamos hecho bien trayendo impermeables.
(En efecto, el Acomodador ha aparecido unos momentos antes con el irrigador del ozonopino y ha comenzado a pulverizarlo en la atmósfera.)
MARIANA.—(Volviendo a la carga con ansia creciente.) ¡Di, tía Clotilde!
CLOTILDE.—¿Qué?
MARIANA.—¿Crees a Fernando capaz de llevar una vida extraña, ajena a la vida normal que todos le conocen? ¿Le crees capaz de ocultar algo extraordinario, por ejemplo? ¿De tener un secreto muy grave no revelado a nadie jamás?…
CLOTILDE.—No me sorprendería nada.
MARIANA.—(En el colmo de su ansia.) ¿Lo crees así de veras?
CLOTILDE.—¿Por qué no?
MARIANA.—(Estallando en un suspiro de alegría, de descanso, de profundo alivio.) ¡Ay! ¡Dios te lo pague, tía Clotilde! Cuánto bien me haces… (Deja caer hacia atrás la cabeza, respirando abiertamente.)
Pasados los años, compruebo que fui menos infeliz de lo que alguna vez llegué a pensar, a no ser que el tiempo y una desmemoria que se me haya colado a la chita callando en las neuronas me estén desordenando los hilos de la mente. Todo es posible. Mi proyecto de vida se rompió de la noche a la mañana por la razón que usted conoce y por otras razones que yo no sé si a usted le interesa conocer; pero yo no estoy rota, yo sigo respirando y disfrutando con salud y tranquilidad de mi retiro, y todo esto no lo declaro por hacerme la dura ni la valiente. Si en mis peores horas no sucumbí a un trastorno depresivo fue gracias al afecto que se esforzó en procurarme mi marido, tan torpe el pobre, en los asuntos sentimentales; a mi padre, por serlo y porque la necesidad que tenía de mí hizo que muchas veces me olvidase de mis penas o las postergara para otro momento y después para otro, y también, aunque ignoro hasta qué punto, al consuelo a rechas que durante una época me dio la religión.
El niño / Fernando Aramburu. Barcelona: Tusquets, 2024