Conversaciones en Giverny con Claude Monet

Cubierta de Conversaciones en Giverny con Claude MonetConversaciones en Giverny con Claude Monet
Confluencias Editorial
2014

Claude Monet (1840-1926) fue, como todo el mundo sabe, uno  de los creadores del impresionismo y dedicó su inteligencia y su energía a captar la luz y el color de la naturaleza.

El maestro saca su reloj:

– Las diez y media- y añade-,vayamos a verlos: ya se han abierto.

Descendemos por una gran alameda bajo los abetos cargados de sombra. A derecha e izquierda los lirios se extienden en grandes capas por el espacio, formando una especie de bruma lila bajo la luz del sol.

Entrevista a Monet en Giverny. Marc Elder (1922)

Lirios en el jardín (1900)

En Giverny (Normandía) a las orillas del Sena, siempre el agua, siempre el Sena, se compró Monet una casa donde vivió y pintó los últimos años de su vida. El jardín de la casa lo convirtió en campo de experimentación para poder pintar las especies de flores que más le gustaban, las plantas que mejor juego le daban al cambiar de estación; colocaba los setos buscando sombras, elegía cada año los tonos de los tulipanes y con su jardinero organizaba un concierto de flores milimétricamente orquestado para que se sucedieran, sin vacíos, las peonías, los lirios, los rododendros o las caléndulas. De este modo no necesitaba salir de su jardín para pintar. Y sobre todo aseguraba que podía capturar cada cambio de luz sobre el paisaje.

El barco estudio (1876)Con la escuela impresionista los temas de la pintura se volvieron amables. La gente podía reconocerse en las escenas de bailes populares, de paseos por el campo o de escenarios de villas y huertos. Escenas cotidianas y alegres sí, pero detrás de tanta aparente dulzura se escondía un esfuerzo terrible para el pintor, un trabajo lleno de sacrificios  y duros horarios siempre al aire libre.

La novedad consistía en que la emoción del cuadro residía en la luz. La luz, el cambio de luz convertía un río en otro, pero también una catedral en otra (como demostró el propio Monet pintando 31 veces la Catedral de Rouen), y tu propio jardín se volvía un jardín diferente.

Capturar todas las luces se convierte en una obsesión, en un reto, en una dificultad que rige la vida de Monet. Levantarse de  noche, buscar el sitio exacto donde dejaste ayer de pintar, comprobar que ninguna rama caída ha modificado el encuadre, un pitillo tras otro esperando que amanezca en el barco estudio en medio del río y, si hay suerte, continuar los reflejos iniciados el día anterior… para interrumpirlo todo poco después, cuando cambie la luz. Todo este ritmo tan sorprendente nos lo descubre este libro que marca un antes y un después a la hora de ponerse  ante un cuadro impresionista.

Monet estuvo en Madrid el año 1900. Vino para conocer el Museo del Prado y nos dejó este párrafo que forma parte de las entrevistas recogidas en este libro y que no tienen desperdicio.

Madrid, El Prado, ¡qué museo! El más bello de todos los que conozco. Cuando me he encontrado en aquellas salas, en medio de tizianos, rubens, velázquez, tintorettos, se diría que fueron pintados ayer, rebosando como están de fuerza, de luz y de color.

Claude Monet

Cubirta de La luz y Monet en Giverny, Eva FigesAcaba de aparecer otro libro interesante sobre Monet. Eva Figes (Berlín 1932 – Londres 2012) describe en esta novela, La luz y Monet en Giverny,   un día en la vida del pintor. El ambiente de la casa de Giverny, diez hijos entre los suyos y los de su mujer, los criados, los marchantes, los horarios de trabajo de Monet, su proceso creativo… No es que explique los cuadros ni los describa, es que los pinta con palabras. Es asombroso y mágico sentirte de pronto y por sorpresa dentro de las obras creadas en Giverny.

Claude Monet en la Biblioteca UPM

Continente salvaje. Keith Lowe

Cubierta de Continente salvaje, Keith LoweContinente salvaje
Keith Lowe
Galaxia Gutenberg, 2012
Traducción de Irene Cifuentes

Continente salvaje nos sumerge en la Europa de posguerra de la Segunda Guerra Mundial, un mundo caótico, lleno de vandalismo, venganzas, guerras civiles, deportaciones y destrucción. ¿Cómo subsistir en ese ambiente de inestabilidad, hambre y violencia? Lowe nos muestra, a través de numerosos testimonios y un estilo tan accesible como eficaz, la degradación moral, el próspero mercado negro, la delincuencia, el destino de los prisioneros de guerra alemanes, el odio acumulado de los presos liberados de los campos de concentración. “La historia de Europa en el periodo inmediato de posguerra no es por lo tanto, y sobre todo, una de reconstrucción y rehabilitación; es, en primer lugar, una historia de la caída en la anarquía”.

La guerra borró las fronteras de Europa, sus instituciones, leyes, gobiernos y a casi 40 millones de personas que, entre civiles y militares, murieron en la contienda. En ese mundo sin referencias sobrevivir dependió, en gran parte, del grupo de pertenencia y, una vez vencido el enemigo común: el nazismo, esos grupos aprovecharon la inercia de odio y violencia para ajustar posiciones en sus respectivos países y eliminar a sus contrarios mediante guerras raciales, étnicas, religiosas, civiles o de clase. Partisanos contra fascistas; polacos contra alemanes; serbios contra croatas…. y un antisemitismo común que, lejos de apagarse, resurgió con más fuerza. Antiguos conflictos y nacionalismos que, manejados hábilmente por soviéticos y aliados, sirvieron para instaurar un nuevo orden mundial.

Fotogradía de Berlín, enero 1945

Años después de la guerra fría, los odios siguen latentes. Resultó imposible crear estados étnica, religiosa o socialmente homogéneos y en todos lados quedaron ascuas que aún se encienden. Pero conocer la historia es poner las cosas en su sitio, asumir responsabilidades y encontrar el punto exacto entre la memoria y el olvido, entre lo que unos quieren recordar y otros necesitan olvidar. Desmontar falsos mitos y victimismos es evitar que se haga política con la Historia. Y leer este libro es un buen comienzo.

Keith Lowe es un historiador londinense, nacido en 1970, experto en la II Guerra Mundial. Es autor de Inferno: The Devastation of Hamburg, 1943.

Rosa Molina

Mito y realidad de la Escuela de Vallecas, de Raúl Chávarri (con su secuela)

 

“El acto más enfático y al mismo tiempo más representativo de aquellas etapas lo constituyó la erección de un rudimentario monolito de ladrillos en lo alto de un monte denominado Cerro Artesa, al que los artistas dieron nombre de Cerro Testigo, por entender que desde él iban a ver alborear un mundo nuevo para el arte español y en el que mediante un montón de ladrillos elevado en honor de diversas figuras de la cultura y la pintura dieron en cierto modo acta de fe al nacimiento de este grupo de Vallecas como una actitud de escuela, como un intento colectivo de renovación del arte español o simplemente como un acto individual de afirmación estética. (Chávarri: Mito y realidad…, p. 19)”

 

Chávarri, Raúl: Mito y realidad de la Escuela de Vallecas. Madrid: Ibérico Europea de Ediciones, 1975.

La Escuela de Vallecas : mito y realidad : una poética de la emoción y lo telúrico. Madrid: Ayuntamiento de Madrid, 2013.

 

Vallecas -Villa- y su itinerario desde el centro de Madrid -Puente- bien merecen una reseña de NoSóloTécnica, aunque solo sea porque la primera ha sido sede de la Universidad Politécnica de Madrid casi desde sus inicios como institución, allá por los años 70 del siglo pasado.

Benjamín Palencia – La perdiz (1927) – MNCARS

Para ello recuperamos un librito pionero publicado precisamente en 1975. No es el único texto, pero sí de las poquísimas obras originales que tratan en conjunto sobre esta esquiva Escuela artística vallecana a la que se ha considerado precedente de la más notoria y definida Escuela de Madrid. Uno va atando cabos y comprobando que algunos nombres del actual callejero local cayeron que ni pintados: Palencia, Alberti, Lorca, Miguel Hernández entre otros, anduvieron realmente por estos parajes que entonces eran puro campo castellano, a la zaga de la inspiración de la tierra y del pueblo. Raúl Chávarri se esfuerza por desvelar aquel empeño peripatético desarrollado por Alberto Sánchez y sus compinches a lo largo de la carretera de Valencia desde finales de los años 20. Y nos cuenta también el intento de reactivación del grupo en la inmediata postguerra, con su mezcolanza de misticismo impostado, extrema precariedad material y confusionismo social, rasgos típicos de cierta baja bohemia de la época.

El volumen, pequeño pero esmeradamente editado, incluye no solo valiosas ilustraciones de las obras de los artistas implicados sino también fotografías antiguas de la zona que invitan al trazado de un itinerario de interpretación de estos intrigantes episodios de la historia de las artes plásticas españolas. En 1984 la Comunidad de Madrid ya realizó una exposición con catálogo sobre la Escuela de Vallecas. Pero es en 2013 cuando la fórmula y el título propiamente dicho del libro de Chávarri son reaprovechados en el montaje de una nueva muestra presentada -esta vez por el Ayuntamiento- en el Centro Cultural Lope de Vega. Su libro-catálogo correspondiente añade más material gráfico y una magnífica recopilación de textos de los propios protagonistas de la aventura, inestimable para la comprensión de sus inquietudes estéticas.

Casi cuarenta años antes, Raúl Chávarri había acabado su modesto ensayo con un testimonio propio y directo: la imagen un tanto escurridiza de quien fue hilo conductor entre las distintas fases de la Escuela: Benjamín Palencia. En homenaje a este artista recomiendo la visita del estupendo Museo de Albacete que alberga una sustanciosa donación de obras suyas entre otros muchos tesoros antiguos y modernos.

“Se entabla la conversación y esa misma tarde del otoño de 1939 quedan citados en la Puerta de Atocha y caminan hacia Vallecas. Repitiendo, sin saberlo los jóvenes, y sin que Palencia lo diga, el itinerario que Alberto y Palencia habían recorrido años antes. Una primera sensación de la iglesia vacía de Vallecas, en donde suena el órgano y canta el sacristán, fundamenta la amistad y sedimenta el impulso inicial que aglutina al grupo (Chávarri, págs. 111-112).

En Bibliotecas de la UPM también encontraréis a Raúl Chávarri y podréis saber más sobre Vallecas.

Las culturas del Libro, de Manuel García-Pelayo

"De tal realzamiento del Libro sacro se derivó el del libro en abstracto, al que se muestra como símbolo de toda realidad que presente unos signos indicadores de un sentido; que pueda decir algo y que, a la vez encierre un secreto; que se muestre simultáneamente como velado y desvelado, manifiesto y escondido. Y así, desde la Alta Edad media son frecuentes las referencias al Libro de la vida, al Libro del rostro, al Libro de la naturaleza, etc."

Manuel García-Pelayo:

Las culturas del Libro.

Caracas : Fundación Manuel García-Pelayo, 1997.

Manuel García-Pelayo es uno de esos importantes intelectuales del siglo XX que experimentaron desencuentros con la tortuosa evolución social y política española y han quedado en penumbra en un país que por desgracia retrocede en el nivel de conocimiento público de sus pensadores e investigadores. En esa situación le encontramos junto a los Altamira, Cordón, Castro, Terrón y tantos otros. Su figura me interesaba instintivamente, y un compañero bibliotecario muy perspicaz me puso en la pista de Las culturas del Libro, texto breve pero digno exponente de su creación ensayística. García-Pelayo era fundamentalmente un gran experto en Derecho político y constitucional, y ello se deja notar claramente en sus análisis y reflexiones sobre la Historia y la cultura. El autor parte de la distinción efectuada desde su origen por el islam entre gentes del libro (judíos, cristianos y musulmanes) y resto de seres humanos considerados como plenamente paganos, para explorar el papel y significado del soporte/contenido "libro" desde las antiguas culturas de Oriente Medio hasta la europea occidental moderna, resaltando el giro de perspectiva social y cultural operado a finales de la Edad Media con la irrupción de la imprenta, el Renacimiento, y las reformas religiosas. El lector va contemplando y comprendiendo los cambios en el significado profundo, casi fundacional e ineludible de este objeto hoy día casi trivial en su realidad física: el libro. Cambios en nuestra vida, en nuestra manera de ver y experimentar el mundo. Las culturas del Libro adolece de algún cliché de su tiempo y circunstancia, por ejemplo la alusión a la religión musulmana como "mahometismo" (por fácil analogía con cristianismo). No sirve en modo alguno como manual o resumen de historia del libro. Sí proporciona en cambio una visión lúcida, original, ideológica, jurídica de ese dichoso objeto con el que nuestra existencia siempre termina tropezando, y regala al lector pistas fecundas y tal vez insospechadas sobre la evolución cultural y política de la civilización  humana.

 

"A la transformación de la cultura del Libro en cultura de libros, sirvió, no tanto el descubrimiento -que también tuvo lugar en China-, cuanto la explotación económica e ideológica de la imprenta o, lo que es lo mismo, su utilización en función de la voluntad de dominio de la sociedad y de la naturaleza. El libro puede ahora rebasar el público estamental para dirigirse al gran público y contribuir, tanto al desarrollo de la ciencia moderna, llevado a cabo a través de innúmeras y a veces pequeñas aportaciones, como a la movilización de las masas para objetivos polìticos."

Obras de Manuel García-Pelayo en: Bibliotecas de la UPM.

Sin destino, Imre Kertész

Sin destino. Imre Kertész

Barcelona: Acantilado, 2006

Durante el periodo de la Alemania nazi, éstos crearon una serie de campos de trabajo y de exterminio donde   recluyeron a todos aquellos que consideraron enemigos.  Personas de distinta ideología  y  condición fueron deportadas y recluidas en los mismos. Por encima de todos ellos, los judíos, como nuestro protagonista,  György. Tiene quince años y no entiende lo que está pasando. Un día es detenido. Inicia un viaje, quizás, sin retorno.

Entonces, en medio de aquella masa humana, vi por primera vez a los hombres que se encontraban allí. Me sorprendió mucho, puesto que era la primera vez en mi vida que veía yo, por lo menos desde tan cerca, unos presos de verdad, con el típico uniforme a rayas de los delincuentes, el gorrito redondo y la cabeza afeitada. Mi primera reacción natural fue retroceder.  Algunos de ellos respondían a las preguntas de la gente, otros examinaban el vagón y empezaban a desalojar el equipaje con la experiencia de mozos de carga profesionales y con una rapidez extraña, típica de los zorros. Todos ellos llevaban en el  pecho, al lado del número típico de los presos, un triángulo amarillo…

A partir del momento de su detención en un autobús se producirá un hecho vital, el descubrimiento de la vida será de la forma más brutal posible. La inocencia quedará atrás.
Cómo es posible la supervivencia en un mundo en el que no existe la esperanza, en el que el futuro es algo extraño, en el que el mañana es hoy.
Qué mecanismos pone en marcha nuestro protagonista  para sobrevivir a un mundo en el que lo cotidiano está lleno de inhumanidad.
Qué resortes activa para poder seguir en pie en un mundo en el que la injusticia, la crueldad, la maldad cabalgan juntas.
Nuestro protagonista vive simplemente la vida que tiene. Para él, todo es un descubrimiento. Solo tiene esa vida y decide vivirla sin desesperación, observando, aprendiendo.  Sin más. No se abandona.

No sé cómo, pero poco a poco fuimos descubriendo que aquella chimenea no era ninguna fábrica de cuero sino del “crematorio”, el lugar donde se incineraba a los muertos. Cuando me enteré de aquello, no pude dejar de mirar la chimenea con atención: allí estaba, ancha y corta, cuadrada, con la parte de arriba como si estuviera a medio terminar. Yo, por mi parte, no sentía otra cosa que cierto respeto, y el olor, naturalmente, aquel olor que nos envolvía, casi nos ahogaba en su masa espesa y pegajosa como un cenagal.

En el año 2005 Sin destino fue llevada al cine por el cineasta húngaro Lajos Koltai.
Nacido en  noviembre de 1929 en Budapest. La vida de Imre Kertész queda marcada por la persecución de los judíos por parte de los nazis. Como otros muchos, es deportado a campos de trabajo en 1944. Cuando acaba la guerra se inicia en el periodismo, trabajando igualmente como traductor y dramaturgo. En el año 2002 es galardonado con el Premio Nobel de Literatura.

Llega la liberación, vienen las preguntas, las respuestas, la incomprensión.

Veía, sí veía muy bien que no me comprendían, que mis palabras no les gustaban en absoluto y que algunas hasta los hacían enfadar. Veía que el señor Steiner trataba de interrumpirme, que casi se ponía en pie, veía que el señor Fleischmann no lo dejaba, y también le oí decir: Déjalo…¿No ves que sólo quiere hablar? Déjalo hablar…, y yo hablaba aunque en balde y de una manera un tanto caótica. Incluso así les dije lo que quería: que nunca empezamos una nueva vida sino que seguimos viviendo la misma de siempre

Imre Kertész en la Biblioteca UPM

 

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