La luz que no puedes ver. Anthony Doerr.

Cubierta de La luz que no puedes ver, Anthony Doerr

La luz que no puedes ver
Anthony Doerr
Barcelona: Suma de letras, 2015

Doerr no sólo es un novelista. Es un gran chef de las letras. Ha cocinado, con una precisión y exquisitez fuera de duda, ingredientes de gran calidad: una buena historia; personajes sensibles y valientes enmarcados en un escenario brutal que resalta todas sus cualidades; capítulos cortos, rápidos, que invitan a  leer y a sentir la historia; y una estructura que alterna y salta temporalmente entre ambos personajes, Marie-Laure y Werner. Y, todo ello, aderezado con un excelente y sentimental estilo, casi poético.

La luz que no puedes ver cuenta la vida de dos personajes, Marie Laurie, una niña ciega, y Werner, un niño huérfano adoctrinado por los nazis, a quienes la guerra y su común adicción por la radio, une de forma efímera e intensa en Saint-Malo (Francia). La habilidad de Doerr para modelar los personajes, consigue que el lector se sitúe en ese mundo de destrucción que les hace madurar antes de tiempo, convirtiendo su dignidad y capacidad de empatizar, en herramientas de supervivencia.

Aunque está ambientada en la II Guerra Mundial, no es una novela histórica. Sin embargo, a pesar de no profundizar en los detalles y horrores de la guerra, se adivina la barbarie en los recovecos de las descripciones, en las elipsis,  porque no es necesario ser explícito para mostrar más y mejor. Ejemplos de ello son sus certeras imágenes: “entra una fría brisa y con ella se hincha de miedo el recibidor”, y esa manera de saltar en el espacio-tiempo cabalgando de una sensación a otra, mientras pasa la guerra, el tiempo y el lector sigue feliz, abandonado a su buena digestión.Fotografía de Anthony Doerr

Lo mejor de todo, lo más sorprendente y lo que más me gustó, es el final, del que el mismo autor dice: “Esto es una novela que tiene mucho de inspiración en la realidad. Es ficción, por supuesto, pero que nadie espere un guion de Hollywood”.

Este libro ha seducido por igual a lectores de todas las edades y críticos y ha conseguido muchos premios, entre ellos el Pulitzer de ficción en 2015 y el de la Asociación de Bibliotecarios de Estados Unidos, que le ha considerado autor del año para adolescentes. Sin lugar a dudas, merece la pena convertir este libro en lectura obligatoria para este verano.

Anthony Doerr en la Biblioteca UPM

Rosa Molina

Los episodios nacionales. Benito Pérez Galdós.

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Benito Pérez Galdós

 

No es mi intención con esta humilde reseña, profundizar en el extraordinario documento histórico y costumbrista que constituye esta obra y que tan ampliamente ha sido estudiado, sino compartir con vosotros mi experiencia con estas novelas con las que he pasado tan buenos ratos.

Como ya sabéis, a lo largo de sus páginas se van sucediendo los acontecimientos históricos que trascurren, aproximadamente, entre 1805 y 1880, y en este marco van apareciendo todo tipo de personajes, desde los que jugaron un papel fundamental en la historia española, a los que nunca aparecieron ni aparecerán en los libros con sus nombres propios. Y a todos les une lo mismo: son producto de su época, sí, pero a la vez fruto de la naturaleza humana que se va adaptando a los tiempos que le toca vivir y que es la misma hasta nuestros días; por ello esos personajes nos resultan tan familiares, porque con distintos matices, en el fondo, son los mismos que ahora:  ambiciosos, arribistas, trepas, corruptos, cotillas, intelectuales de muy diverso pelaje, mediocres con y sin ínfulas, diletantes, idealistas, fanáticos, hedonistas, vanidosos, masoquistas y sádicos, carismáticos, pragmáticos, románticos, insatisfechos, amargados, mezquinos, modernos (de la época), iluminados… héroes y villanos, a veces descritos con una especie de maniqueísmo infantil que produce ternura; y a veces dándose ambas facetas en la misma persona e incluso al mismo tiempo, lo que produce cierta inquietud (qué miedo da a veces el ser humano).

Y esas pasiones tan desatadas: la envidia, la ambición, la avaricia, el resentimiento, el amor, los celos, el odio, el desprecio, la lujuria, el orgullo, el resentimiento…y esa tendencia tan española (¿sólo española?) a la lucha fratricida, a la polarización, a las dos Españas que parece que nos empeñamos en recuperar una y otra vez. Y esa facilidad para elevar a los altares a alguien para luego bajarlo a los infiernos. Y para cambiar de opinión en función de las circunstancias cambiando de principios como de chaqueta en función del sol que más calienta y a veces, estrictamente por pura  supervivencia (social o incluso física). Y la estupidez, siempre la estupidez, que se manifiesta de tantos modos pero que al fin y al cabo, en esencia, siempre es la misma, y que puede llegar a ser tan peligrosa (repito: qué miedo da a veces el ser humano).

Todavía me pregunto cómo llegó a conocer Galdós tan bien tantas y diferentes pasiones humanas, y la vida cotidiana en ambientes tan distintos como la corte y los palacios, el campo y la ciudad, los barrios más elegantes y los más populares incluyendo los bajos fondos,  los ambientes de vida licenciosa, los prostíbulos, los conventos,  las sociedades secretas,  el ejército y la guerrilla, las Cortes (cuando funcionaban), las terribles batallas y las peleas de barrio.

Cuánto material tendría hoy Galdós para reanudar sus inconclusos Episodios Nacionales, casi seguro que con personajes similares. En vano he intentado encontrar otro autor que me recuerde a él,  pero he de reconocer que hasta ahora no lo he conseguido. Seguiré intentándolo. Y si no, de vez en cuando, siempre podré releer sus obras.

 

Benito Pérez Galdós en la Biblioteca UPM

 

Matilde Sanz López

 

Mondo y otras historias / J.M.G. Le Clézio

J.M.G. Le Clézio:

Mondo y otras historias. Barcelona: Tusquets, 2010.

Mondo et autres histoires. Paris: Gallimard, 1978-

Mondo y otras historias (cub. Tusquets-Andanzas)Había una historia de unos niños que descendían un río en una balsa de troncos, y que atravesaban así reinos extraordinarios, bosques, montañas, ciudades misteriosas, hasta el mar. Había una historia de un hombre que había descubierto un pozo que llevaba al centro de la Tierra, donde se encontraban los Estados del fuego. También estaba la historia del mercader que creía hacer fortuna vendiendo nieve que bajaba en sacos desde lo alto de la montaña, pero cuando llegaba abajo no le quedaba más que un hilo de agua.

(p. 193. Hazarán)

Se dice que a pesar de la apabullante colonización anglosajona, la producción cultural francófona aguanta el tirón entre el público español. Relativamente, dependiendo de los sectores sociales. En 2008 se le otorgó el premio Nobel a Jean-Marie Gustave Le Clézio y la industria editorial española se vio algo desprevenida. Esto sucede a menudo con los Nobel no previstos, y no solo en nuestro país. Pero la desconexión es más llamativa cuando el autor es él mismo hispanohablante -por su larga vinculación mexicana-  y escribe en una lengua tan cercana y emparentada. Para bien, la Feria del Libro de Madrid de este año 2016 se dedicó a Francia. Por nuestra parte reseñamos a Le Clézio recordando que a estas alturas merece más ediciones críticas en castellano, bien documentadas.

Mondo et autres histoires (couv. Folio) (1)¿Autor juvenil? En el mejor sentido de la palabra en todo caso: por su potente despliegue de sensaciones, emociones y sentimientos de la infancia y la adolescencia ante el descubrimiento de la realidad cruda y fascinante. A lo que se añade una particular articulación dialéctica entre  la conciencia humana individual y el sentido de la Naturaleza. Territorios veladamente sugeridos con toques de Mediterráneo, África, América Latina…, regusto ucrónico. Se me antoja que los relatos de Mondo y otras historias no deberían leerse todos juntos de corrido y a capón. Es preferible  una lectura morosa, sedimentaria, por capas… acompasada con el estilo circular, orbital, acaso geológico de Le Clézio. Compuestas en los años 70, ahora estas historias nos hieren en un mundo con tantos niños perdidos.

En Genna el tiempo no pasaba de la misma manera que en otro lado. Tal vez, incluso, los días no pasaban en absoluto: había noches, días y el sol que subía lentamente  en el cielo azul, y las sombras que se acortaban, luego se alargaban en el suelo, pero ya no tenía la misma importancia. A Gaspar no le preocupaba. Tenía la impresión de que siempre era el mismo día que volvía a empezar, un día muy largo que no terminaba nunca.

(p. 260. Los pastores)

J.M.G. Le Clézio en: Biblioteca UPM.

Cervantes: Rinconete y Cortadillo (III)

Portada de Rinconete y Cortadillo de la primera edición de Novelas ejemplares, Madrid, 1613.Diéronselas luego, y la Escalanta, quitándose un chapín, comenzó a tañer en él como en un pandero; la Gananciosa tomó una escoba de palma nueva, que allí se halló acaso, y, rascándola, hizo un son que, aunque ronco y áspero, se concertaba con el del chapín.

Monipodio rompió un plato y hizo dos tejoletas, que, puestas entre los dedos y repicadas con gran ligereza, llevaba el contrapunto al chapín y a la escoba.

Espantáronse Rinconete y Cortadillo de la nueva invención de la escoba, porque hasta entonces nunca la habían visto. Conociólo Maniferro y díjoles:

 -¿Admíranse de la escoba? Pues bien hacen, pues música más presta y más sin pesadumbre, ni más barata, no se ha inventado en el mundo; y en verdad que oí decir el otro día a un estudiante que ni el Negrofeo, que sacó a la Arauz del infierno; ni el Marión, que subió sobre el delfín y salió del mar como si viniera caballero sobre una mula de alquiler; ni el otro gran músico que hizo una ciudad que tenía cien puertas y otros tantos postigos, nunca inventaron mejor género de música, tan fácil de deprender, tan mañera de tocar, tan sin trastes, clavijas ni cuerdas, y tan sin necesidad de templarse; y aun voto a tal, que dicen que la inventó un galán desta ciudad, que se pica de ser un Héctor en la música.

 

Rinconete y Cortadillo en la Biblioteca UPM

 

El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson.

El extraño caso del doctor Jekyll y Mr Hyde.

R.L.Stevenson

No es fácil de describir. Hay algo extraño en su apariencia; algo desagradable, algo francamente detestable. Nunca vi a un hombre que me gustara menos y, sin embargo, no sé por qué. Debe ser un tipo de deformidad, aunque no puedo especificar en qué consiste. Es un hombre de aspecto extraordinariamente anormal, y sin embargo no puedo señalar ninguna anormalidad. No, señor, no puedo evitarlo.

Ese hombre es Mr Hyde. Es una figura misteriosa que ha aparecido en la vida del doctor Jeckyll. ¿Quién es?, ¿qué relación tiene con el doctor? Por qué este ha redactado un testamento legando toda su fortuna a esta persona de la que nadie sabe nada, al que casi nadie ha visto.

Mr. Utterson está preocupado por el doctor Jeckyll. Son viejos amigos. Hace tiempo que no le ve. Empieza a indagar, quiere conocer. Lo que va a descubrir le va a horrorizar. El mal se hará presente.

Se llevó el vaso a los labios y bebió su contenido de un solo trago. Siguió un grito; vaciló, se tambaleó, se aferró a la mesa para sostenerse, y me miró con los ojos inyectados en sangre, la boca muy abierta y jadeante; y mientras le miraba creí ver cómo se transformaba: pareció aumentar de tamaño, su rostro se volvió repentinamente negro y sus rasgos parecieron transfigurarse y alterarse…, y al momento siguiente me levanté de un salto y retrocedí contra la pared, con el brazo alzado para escudarme de aquel prodigio y la mente sumergida en el terror.

-¡Oh, Dios! – exclamé; y luego-: ¡Oh, Dios!- una y otra vez; allí delante de mis ojos, pálido y tembloroso, a punto de desvanecerse, y tanteando con la mano como un hombre devuelto a la vida…, ¡allí estaba Henry Jekyll!

El extraño caso del Doctor Jeckyll y Mr Hyde es la lucha entre el bien y el mal. Un mal que habita entre nosotros, dentro de nosotros y que no queremos que salga a la luz. Tenemos miedo de él, pero lo deseamos porque ello nos permitirá hacer cosas que de otra manera no podríamos. La sociedad no lo permitiría. Nuestra razón lo evitaría. Y le tenemos miedo porque una vez que se despierte pueda que ya no lo podamos controlar.

Múltiples adaptaciones se han realizado para el cine de la novela de Stevenson. En 1920 el grandísimo John Barrymore encarnó al desgraciado doctor en una producción de Adolph Zuckor.

Fredric March interpretó el papel en la versión de Rouben Mamoulian de 1931 con la que ganó el Oscar al mejor actor.

R. L. Stevenson nació en Edimburgo en 1850. Murió en Samoa en 1894.

Stevenson en la Biblioteca UPM.

Dentro de media hora, cuando me reintegre de nuevo y para siempre a su odiada personalidad, sé cómo me sentaré estremecido y llorando en mi sillón, o seguiré paseando arriba y abajo por esta estancia (mi último refugio en la tierra), en un  arrebato de tensión y espanto, prestando oído a cualquier sonido amenazador.  ¿Morirá Hyde en el cadalso? ¿O hallará el valor de liberarse de su destino en el último momento? Solo Dios lo sabe. A mí no me importa. Ésta es mi autentica hora de la muerte, y lo que siga concierne a alguien distinto de mí. Así pues, mientras deposito la pluma y procedo a sellar mi confesión, pongo también fin a la vida de ese desdichado de Henry Jeckyll.

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