En torno a Steve Biko: para leer, escuchar y ver
Donald Woods: Biko. Campus, 1979 (español) / Endeavour Press, 2017 (English)
Peter Gabriel: Biko. The Famous Charisma Label, 1980
Richard Attenborough (dir.): Cry Freedom. Universal Studios, 1987.
El futuro régimen político de este país no debe ser racista en aspecto alguno. Esto significa también que los negros no deben vengarse de los blancos, pero la equidad exigirá un sacrificio económico sustancial por parte de los blancos. (Steve Biko citado por Donald Woods, p. 120)
Tengo la vaga impresión de que Sudáfrica no acaba de encajar en la mentalidad sociopolítica común en España. Es un país al margen de los circuitos de contacto tradicionales en nuestra área lingüística y cultural. Ocasionalmente su evolución en los últimos decenios ha sido objeto de algunas comparaciones discutibles a veces provenientes de los soberanismos periféricos; mientras que algunos aspectos de su transición política en los años 90 del siglo XX, en particular todo lo relacionado con la memoria cívica y la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, chirrían con cualquier tendencia oficialista a la amnesia histórica.
Sin embargo y muy en especial por su vinculación con el omnipresente universo anglosajón, Sudáfrica se cuela reiteradamente en nuestras pantallas, en nuestros altavoces, en el deporte… en suma en la agenda mediática. Desde luego algún paralelismo histórico puede establecerse: si la tragedia española de mediados del siglo XX pareció erigirse en arquetipo del subsiguiente conflicto mundial y de la Guerra Fría, el apartheid, su final y la potencialidad intercultural de Sudáfrica parecen simbolizar la eclosión y tensiones de la nueva sociedad global del siglo XXI.
Desde este punto de vista, la ya remota publicación en España de Biko, de Donald Woods, puede considerarse como un prometedor presagio. Y eso a pesar de algunas imperfecciones editoriales: errores tipográficos y alguno de traducción que hacen echar de menos una reedición mejorada para la cabal comprensión de los sutiles aspectos sociolingüísticos y culturales sudafricanos. El libro es un reportaje ampliado sobre la figura de Steve Biko, dirigente político eliminado por el régimen racista en 1977. De hecho se puede decir que participa de varios géneros a la vez: biografía, autobiografía, crónica y ensayo histórico-político. A día de hoy es ya un clásico de la literatura periodística con sucesivas tiradas en lengua inglesa. A pesar de los penosos hechos que lo originaron, el libro es gozoso y vital, un testimonio extraordinario sobre la trascendencia de las relaciones humanas. También un pasaporte inestimable a la historia reciente de Sudáfrica y sus conexiones con el devenir social y político mundial. Construido sobre la base de materiales procedentes de diversas personas y fuentes, da una impresión coral, de perspectivas diversas que se van sumando a la tensión, tejiendo los hilos de una tragedia anunciada.
La muerte de Biko dio lugar a otras creaciones que sin duda contribuyeron a su resonancia: la canción del mismo nombre compuesta y grabada por Peter Gabriel en 1980, cuando el músico enfilaba su tránsito del rock progresivo hacia la world music; y la película Cry Freedom –con guion de John Briley- en la que el propio Biko era interpretado por Denzel Washington, y Donald Woods por Kevin Kline.
Como siempre el miedo produce odio y, a su vez, el odio engendra más miedo. Las voces de advertencia se escuchan cada vez como voces de incitación. Las voces de discrepancia se consideran como voces de falsedad y traición. La moderación se considera cada vez más como extremismo, y se presenta a los pacificadores como defensores de la violencia. (Donald Woods, p. 205)
La verdad Sudáfrica es una amalgama curiosa. En muchos aspectos es mucho más "holandesa" que británica, respiran Boers por los 4 costados, y hay que reconocer a los flamencos ese carácter protestante, igualitario y brutal (me siento en lo bueno muy próxima a ellos, en el resto no). En la película INVICTUS (https://www.youtube.com/watch?v=RZY8c_a_dlQ) se percibe perfectamente. Vemos al jugador de rugby en su casa con sus padres viendo la tele, mientras que su ama de cría está planchando (con ellos) y ve la televisión con la familia al mismo tiempo (y escucha sus conversaciones directas y brutales). En muchos aspectos eso se parece mucho al occidente asturiano y por eso lo entiendo. Me recuerdo a mi misma en Inglaterra con quizás 12 ó 14 años viendo a los ingleses entregados admirando a Zola Budd en las carreras de atletismo, viéndola correr descalza porque no soportaba las zapatillas (https://en.wikipedia.org/wiki/Zola_Budd), y yo no entendía como una persona tan impresionante y capaz se negaba a renegar del régimen del apartheid (hasta el punto de ser excluida del atletismo internacional); con los años he entendido que aquel que sale adelante en un entorno socio-económico complicado y que sin embargo ha podido hacerlo porque la movilidad social existe (no como en el imperio británico) pues es reacio a renegar de todo, y en muchos aspectos la infancia de Coetzee narrada por él mismo (desde una barriada en Soweto) refleja lo mismo. Gracias Alejandro y siento la turra (es que me embarga la emociónJ)